The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
No me mires así, ya le pedí a James que te lleve a pasear por los jardines antes de que se oculte el sol.— Le habló a Liesel, quien acostado desde la cama, la observaba sin parpadear.
Ariadna observó su silueta frente al espejo, para el tour, había elegido una sencilla camisa blanca, un fino abrigo azul marino y unos shorts de jean demasiados cortos para su gusto. Finalizó el look con unos bonitos tacones altos y un bolso pequeño, ambos del mismo color claro. —Vale, no sé qué debería vestir para ir al Ministerio, siempre lo evito.— ¿Por qué le pedía consejos a un gato?

Suspiró y con un pequeño movimiento de la varita, alisó su cabello. —Y ya...Nos vemos luego, bebé.— Se agachó para besar la cabecita de su mascota y salió del dormitorio, rezando a todos los dioses, no encontrar a su madre entre los pasillos.

El clima ya estaba caluroso, tal vez luego de la visita por los laboratorios, podría invitar a Riley a pasar la tarde en la playa. Eso si no tenía mucho trabajo.
Tocó el traslador y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en la entrada al famoso Ministerio.
Caminó tratando de no golpear a las pobres asistentes que corrían con toneladas de papeles e incluso se detuvo para ayudar a una que ya se había caído, causando una lluvia de hojas blancas.

Ariadna no se ubicaba muy bien entre tanta gente, puertas, elevadores y ruidos, así que en lugar de perderse, envió un mensaje con el celular, avisándole a su amigo que ya se encontraba allí. Si, él iba a tener que buscarla o ella acabaría en el departamento equivocado.
Apoyando la espalda contra la pared más cercana, cruzó un poco las piernas y aguardó, ¿No tardaría mucho, no?
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Esta misma mañana despertó en mí un terror que jamás había tenido antes ¿Qué tal si la presión de estar a la altura de mi padre o hacerle la contra era lo que impulsaba mi trabajo? Pues llevo toda la mañana sin poder escribir una sola cosa y no es lo que planeaba. Me han dicho que me tome un tiempo tras el funeral pero me niego a hacerlo, no es algo que me haya afectado o al menos intento convencerme a mí mismo de que no es así. Estoy renovado, ahora soy dueño del apellido Kavalier y lo haré brillar de la mejor forma.

Pero no hoy. Hace unos minutos tuve que recurrir a métodos poco apropiados en el trabajo para calmar mis nervios. No puedo decir que no ha funcionado porque me siento mejor, pero tampoco soy capaz de evocar nuevas ideas gracias a sus efectos. No sé si lo que tenía era dolor, pero la sensación desagradable se ha ido y eso es bueno... Solo será una vez, lo prometo, luego volveré a mis indefensos hongos que solo me hacen ver unicornios y dan ganas de abrazar a la gente.

Mi teléfono vibra sobre la mesa y veo un mensaje de Ariadna. Demonios. ¿Habíamos quedado para hoy? Para colmo me dice que necesita que vaya a buscarla así que adiós a mi plan de esconderme en el laboratorio todo el día - Voy al rescate - murmuro mientras me levanto con algo de dificultad y salgo del lugar rumbo a los ascensores. Tengo que mantenerme callado y con la mirada baja por si alguno de los jefes anda por la zona, no pueden verme así.

No tardo mucho en localizar a la rubia, se ha puesto tacos así que llama mi atención a varios pasillos de distancia. Al llegar a su lado caigo en la cuenta de que está incluso más alta que yo, lo cuál es poco conveniente ya que no me quedará otra que andar con la cabeza en alto y dejar mis ojos al descubierto - Ari... ¿Cómo estás? - pregunto saludándola con un beso en la mejilla ¿Eso es raro? Normalmente no lo haría - Lo siento, olvidé que hoy nos veríamos.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ariadna esperó paciente junto a los elevadores, mas se sintió terrible cuando no pudo ayudar a una pareja de ancianos que pedían indicaciones. —Yo...Lo siento, tal vez en aquella mesa de recepción puedan ayudarlos.— La sonrisa de la señora le hizo sentir mucho mejor e incluso los acompañó para asegurarse de que no se perdieran por allí.
Regresó de inmediato al puesto de espera y no alcanzó a apoyar la espalda contra la pared, su amigo ya estaba allí y...¿La acababa de saludarla con un beso en la mejilla?Woah...Buen día para ti también, Riley.— Saludó entusiasmada por la visita.

Hacia un par de días habían quedado en que él le enseñaría los laboratorios donde trabajaba y desde entonces la rubia no había parado de imaginarse la cantidad de inventos, tecnología y cosas increíbles que vería.
Claro que toda muestra de emoción quedó en el olvido, cuando su amigo admitió haber olvidado la cita que tenían.
Ari trató de continuar sonriendo con amabilidad. —No te preocupes, si tienes mucho trabajo puedo volver otro día. No quiero ser una molestia o causarte problemas.— Eso era cierto.

Por lo general la bruja era bastante despistada y poco observadora, pero cuando las señales las enviaba el cuerpo, todo gen médico dentro de su sistema, se ponía en estado de alerta.
Es por esto que no tardó en notar el color poco común de la piel de Riley, sus pupilas contraídas y los labios un poco azulados. —¡¿Estás dr...— Elevó un poco la voz, sin embargo al caer en la cuenta de que por esto podría perder su tan amado trabajo, susurró. —No puedo creer que estés drogado, Riley.— Llevó la mano hacia las mejillas del hombre, las sintió frías y húmedas. —¿Qué has ingerido esta vez?— Preguntó realmente preocupada.

Ella lo había conocido mientras le realizaban un tratamiento contra la droga adicción, ella había estado allí para él y le dolía tanto saber que no había conseguido sacarlo de ese ambiente o hobbie. No sabía siquiera cómo llamarlo. —Vamos a tú despacho, no me iré hasta que se te pase el efecto y esté segura de que no cometerás alguna...Otra estupidez. — Esperó las indicaciones para empezar a caminar y cruzada de brazos, lo siguió.

Estaba tan decepcionada.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
El trabajo siempre ha sido una especie de refugio para mí, ante cualquier problema siempre podía concentrarme en él y dejar que el mundo explote a mi alrededor pero ya no puedo hacer eso. Algo ha ocurrido, se ha quebrado dentro de mí en las peores circunstancias, y ha sido simplemente demasiado. Así que sí tengo mucho trabajo pero me veo incapaz de resolverlo, con esto quiero decir que una visita no es molestia... Y quizás hasta me ahorre unos cuantos problemas pues es mi sanadora de confianza, ella sabrá como actuar si mi pequeño experimento resulta no ser tan inofensivo como creí.

Sonrío de lado y asiento cuando descubre que estoy drogado. Está enojada, puedo verlo y ¿Cómo no estarlo? Si ella es una de las personas más dedicadas a mi recuperación... ¡Pero necesito recuperación! Siempre tuve todo perfectamente controlado y si bien ahora he cruzado la raya, me prometí a mi mismo que no volvería a pasar - Algo de mi propia creación, no soy completamente inútil, puedo seguir creando cosas - respondo algo fastidiado, es una fibra sensible - Morfina, láudano, raspado de cuerno de unicornio... Está genial.

Suspiro cuando me pide que vayamos a mi oficina y vuelvo a bajar la cabeza para que los demás empleados no me vean. Por suerte es cosa de meternos en los ascensores y caminar unos pasillos, tampoco es que nos pasearemos por todo el ministerio - No es tan grave, Ariadna, he estado peor - comento sobre mi hombro para que mi voz llegue a sus oídos. En realidad he estado peor desde el punto de vista social, pero creeeo que esto está atacando a mis neuronas como nada lo ha hecho antes. Es curioso, experimento en nombre de la ciencia.

Llegamos al ascensor y por suerte está vacío así que nos empujo a ambos dentro y me tomo de una de las paredes pues que se mueva en tantas direcciones siempre termina mareándome - ¿Vas a regañarme todo el día?
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Decir que está molesta es quedarse en lo mínimo, en la nada y todo empeoró cuando Riley admitió que no es una droga existente, si no algo que él mismo había inventado. Una droga experimental.
Ariadna respiró profundo un par de veces para calmarse, cubrió su rostro para que nadie vea la expresión de malestar y las quitó para volver a mirarlo. —¿Tienes idea de lo que has hecho?— Preguntó con voz suave, aunque por dentro quería estrujar su cuello y sacudirlo contra la pared. Por suerte el público que iba y venía, estaba salvando el pellejo del científico. —Es peligroso, Riley. No sabes los efectos secundarios que podría tener esto o el daño que le estás haciendo a tú propio cuerpo, ¡No tienes idea si pueden haber lesiones irreversibles, carajo!— Jamás de los jamases, la bruja había perdido el control de su boca y menos en un sitio como lo era el Ministerio.
Se sonrojó en cuestión de micro segundos, tomó el brazo de su amigo y empezó a caminar siguiendo sus pasos. Ya había sido suficiente.

Evitó el contacto visual con los demás brujos, no quería que algún conocido le empezara a dar charla, pero para disimular la horrible situación, en varios casos tuvo que saludar, sonreír y seguir caminando disculpándose por el apuro.
No respondió cuando su amigo volvió a hablarle y una vez dentro del elevador, se cruzó de brazos y cerró los ojos. Estaba muy molesta. Su único día libre del trabajo se la pasaría cuidando a un hombre drogado. —Te he visto en todos tus momentos Riley y si, has estado peor. Pero lo que has hecho hoy, esto es el limite del que tanto hablamos y lo has cruzado.— Ya su tono no era elevado o lleno de ira, era su voz de decepción. Quería llorar pero no lo haría. —No quiero ni hablar contigo en estos momentos.

Cuando el elevador abre de nuevo las puertas, la rubia espera a que el mago la vuelva a guiar. —No, ya no diré más nada. Esperaré a que se te pase el efecto, me aseguraré de que no te mueras y me iré a casa.
Caminó a través de los pasillos repletos de puertas, estaba segura que detrás de cada una de ellas, había un experimento en etapas de pruebas y parecía muy interesante.
Claro que el sabor amargo dentro de la boca no se quitaba con nada y toda la emoción con la que había comenzado el día, había desaparecido.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Dudo que haya efectos secundarios ya que hice todos los cálculos y analicé todas y cada una de las interacciones pero tampoco es que haya hecho una prueba en animales antes de inyectarme el pequeño cóctel. Soy un científico teórico, las pruebas técnicas suele hacerlas otra persona y jamás me han dicho que mis cálculos han fallado... Así trabajo yo, siento una buena base para que el resto fluya ¿Por qué mi técnica habría de fallar ahora? Dudo que el destino sea tan cruel como para dejarme con hemiparesia para darme una lección sobre el uso y abuso de drogas.

- Soy muy conciente. Estoy aquí hablando, charlando y ya han pasado... no se cuánto pero no es la primera hora bajo el efecto - respondo en voz baja pues puedo ver como está ¿Avergonzada? No es un sentimiento nuevo, toda mi vida he estado rodeado de gente que siente vergüenza por mí así que no voy a dejar que me afecte ahora... En realidad no podría afectarme incluso de quererlo ¿No es maravillosa la mezcla de drogas que hice?

La charla en el elevador se pone un poco más intensa y lo único que puedo hacer es imitar su posición y rodar los ojos. Puede que haya cruzado un límite pero conozco perfectamente el camino de regreso, está bien iluminado e incluso con flores de colores a los lados - Planeo volver, no es un punto sin retorno - me defiendo un poco malhumorado - Y estás regañandome bastante para ser alguien que no quiere hablar conmigo - respondo dedicándole una mirada de lado.

La caminata por el pasillo no es un descanso pues vuelve sobre el mismo tema y hace que gire sobre mis talones con mi dedo índice en alto. Había venido a pasar el día conmigo y, aunque estoy de ésta forma, no he dado razones para que no pueda disfrutarlo de todas formas - Pues vete entonces, al parecer no puedo cumplir con la expectativas que tenías para esta estúpida visita - sale algo más brusco de lo que habitualmente sueno. Tenerla es una ventaja pero no de ésta forma, claramente no quiere estar aquí - No necesito una niñera, no voy a morir.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Cuando el día ya se había acabado, las estrellas iluminaban el firmamento y la lluvia empapaba las calles del Capitolio, obligando a los nocturnos a correr o esconderse debajo de los tejados.
Hacía mucho frío y lo recordaba porque las manos que sostenían la taza en busca de calor, dejaron caer el té, en cuanto el hombre pasó por la puerta.
Ariadna había visto cosas horribles, cuerpo mutilados por criaturas, infecciones por heridas sin tratar e incluso cómo ciertos venenos causaban la muerte más lenta y dolorosa posible. Nada se comparaba con lo que ocurría frente a sus ojos.
Su amigo, el paciente que vio tantas veces en el hospital, había regresado con una recaída y al conocerlo, esa vez dolía mucho más, al igual que su preocupación fue mil veces mayor.
La infusión y los pedazos de porcelana hirieron y quemaron sus manos, mas no le importó, corrió para ayudarlo mientras pedía a gritos que alguien la auxiliara.

La rubia parpadeó para volver al presente, aclaró su garganta y trató de olvidar el peor momento que había pasado mientras estaba de guardia.
Desde entonces, se había prometido a si misma ayudar todo lo posible a Riley, pues no quería verlo otra vez de aquel modo. —Ese no es el punto.— Él podía ser un excelente investigador, científico o lo que fuera, pero no era médico. Todos sus apuntes y cálculos podían fallar, y no en un animal sino dentro de su propio cuerpo.

El clima dentro del elevador no se tranquilizó y el hecho de estar encerrados entre cuatro paredes, resultó ser una tortura.
Ariadna respiró profundo una, dos, tres veces, para no sentirse asfixiada, sin embargo en ningún momento apartó la mirada del rostro de su amigo.
Ya acabé.— Decidió ignorar por completo sus planes de volver y más aún su estúpida teoría de que no era un punto sin retorno.

Caminó detrás de él, hundiendo las manos dentro de los bolsillos de su fina chaqueta. Menos mal que la había traído, porque dentro de ese laboratorio, la temperatura había descendido varios grados.
No alcanzaron a llegar al despacho de Riley y nunca lo harían. —¿Estúpida visita?— Preguntó frunciendo el ceño, al tiempo que cruzaba de nuevo sus brazos. No, no estaba cómoda para nada con la situación, pero eso no quería decir que iba a tratar mal a su amigo, si le había gritado, era para ayudarlo.
Tienes razón, no necesitas una niñera porque ya eres un adulto y se supone que con todas las responsabilidades a tú cargo, deberías estar consciente, al menos en el horario de trabajo.— A diferencia del moreno y de su propia voz cinco minutos antes, esta vez la rubia habló sin levantar el tono. Odiaba esto. —Y para tú información, no soy tú niñera, soy tú amiga... y si te regaño es porque me preocupo por ti y por tú salud. No puedes alejar y sacar a todos de tú vida, Riley.— Soltó un nuevo suspiro y golpeó el aire con un manotazo en señal de rendición. Que señorita.

De su bolso sacó una pequeña barra de chocolate y se la entregó en las manos. Si algo le pasaba, lo mejor era tener un dulce cerca. —Que tengas buen día.— Se despidió con una sonrisa falsa y giró sobre sus tacones para volver a buscar el elevador.
Su día libre estaba arruinado, lo único que faltaba era encontrarse a su madre o peor, al señor Powell. Mejor correr.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
En un mundo perfecto, Ariadna se sentaría en mi despacho, en silencio y podría enseñarle algunas de las cosas en las que he trabajado desde mis comienzos como habíamos planeado. Pero eso está lejos de ocurrir pues no me creo ni por un segundo que ha acabado de regañarme. Esto recién empieza y tendré que reunir toda la paciencia del mundo para que por fin pueda ver que no soy una persona inconsciente, todo está bajo control ¿Es tan difícil de ver? Estoy en medio del ministerio manteniendo una conversación, no convulsionando en una esquina de mi despacho sin fuerzas ni para pedir ayuda.

No llegamos al laboratorio que comienza a elevar la voz para mi inconveniencia. ¿Qué demonios le pasa? Alguien podría escucharla, Annie y el señor Powell... Mierda. Si no cierra el pico las cosas no terminarán bien para mí y sí habrá consecuencias, pero no en mi cuerpo sino en mi trabajo, lo cual es mucho más grave - Perfecto, Ariadna, ahora que has cumplido con tu deber para dejar tu conciencia tranquila puedes retirarte... No finjas que haces todo esto por mí porque de ser mi amiga sabrías exactamente por lo que estoy así y claramente tus palabras no ayudan - el contraste entre nuestras voces es marcado, sueno mucho más tranquilo que antes y debo hacerlo para no llamar la atención. Lo último que quiero son más problemas.

No sé si estoy alejando a todos de mi vida, logré abrirme con Lara durante el funeral, Andrew está por la fuerza pero no creo que nuestra relación sea mala y... nadie más. No he hablado con mamá desde el funeral y claramente papá ya no está con nosotros. Mi círculo social se limita a ellos ¡Y Amanita! A quien puedo considerar una de mis mejores amigas ahora, mucho mejor que Ariadna sin duda.

-Gracias por el chocolate, se lo daré a una persona que necesite tus consejos - dejo salir al final y retomo el camino hacia el laboratorio. Mirando el lado positivo, ha sido una conversación estimulante así que quizás las ideas finalmente lleguen... Aunque me siento débil, como si hubiera pedido energía prestada para charlar con ella y ahora estuviera en deuda. Quizás lo mejor sea descansar un poco y retomar el trabajo luego.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Si bien se le había escapado un pequeño grito en la "recepción" del Ministerio, Ariadna no volvió a elevar el tono de su voz, odiaba hacerlo incluso durante las emergencias u operaciones.
Su mirada curiosa se paseó desde los pasillos hasta el rostro de su amigo y allí se quedó, de brazos cruzados, tratando de no demostrar lo mucho que le estaba doliendo la situación o sus palabras. —¿Dejar mi conciencia tranquila? ¿De qué estás hablando?— Preguntó un poco irritada, pero de nuevo, manteniendo la suavidad y educación con la que había crecido. —Entiendo porqué estás así, pero también sé que esta no es la forma para salir adelante. Lo sé... porque cuando mi padre murió, hice exactamente lo mismo. Me pasé los días ahogándome en mi propio vomito culpa del alcohol y las drogas y créeme, sólo el tiempo ayuda a curar las heridas. Con esto, lo único que obtendrás es un par de horas de felicidad engañosa y luego te sentirás miserable. Peor que antes.— Era la primera vez que la rubia admitía esto en voz alta, la única persona que conocía la versión en carne propia, era quien la ayudó a salir de toda esa mierda. Ni siquiera su madre conocía esa historia.

Sus ojos se humedecieron, pero logró controlar las emociones antes de parecer una estúpida adolescente. Mierda, ya tenía casi 26 años. Sujetó con algo de fuerza la correa de su bolso y asintió. —No te preocupes que no te daré más consejos.— Murmuró al final e imitando el gesto del moreno, dio media vuelta y subió al elevador.
Una vez dentro, trató de calmar su respiración y parpadeando apartó las lagrimas. Estaba todo bien.
Ariadna T. Tremblay
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