The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Riley Kavalier
Junio - 20:00 hs

Pasar todo el fin de semana escribiendo un reporte no es el sueño de nadie, pero me consuela el saber que gracias a ese reporte seré libre para dejar volar mi imaginación en las próximas semanas. De hecho no me costó demasiado ya que mi nueva elfina me ayudó trayéndome bebidas y snacks cada vez que se lo pedía. Lamentablemente no es lo suficientemente rápida o inteligente como para ayudarme a escribirlo, pero supongo que es lo que me gano por haber elegido a la elfina más adorable en lugar de prestar atención a sus referencias - ¡Amanitaaaaa! ¡Otra soda! - pido con los brazos en alto mientras doy algunas vueltas en la silla de la computadora. La criatura responde casi con tanto entusiasmo como yo, es muy tierna.

Oh, sí. Hace unas horas estuve fumando unos hongos de mi reserva y por eso me encuentro tan animado. Necesitaba festejarlo de alguna forma y me pareció lo mejor pues no encontré las palabras para invitar a alguien a beber unos batidos por la noche. No me quejo, es de lo más entretenido... Tengo ganas de saltar por los sillones e incluso veo cintas de colores volando por la habitación. Soy conciente de que no son reales pero son verdaderamente bonitas ¡Cómo el vestido de princesa de Amanita! Claramente yo no he comprado eso, ha aparecido mágicamente luego de las primeras caladas.

La elfina vuelve con una lata entre sus manos y me la ofrece pestañeando varias veces. Tiene unos ojos enormes, del tamaño de mi puño, como si estuvieran esperando a que el resto del cuerpo crezca para conseguir una anatomía más o menos proporcionada. Su nariz es puntiaguda pero algo me dice que aún le falta por crecer, y sus orejas caen de forma divertida a ambos lados de su rostro, como si se tratara de un perro cocker.

- Gracias, pequeña - agradezco con una sonrisa y abro la lata para beberla. Desgraciadamente los golpes en la puerta me sobresaltan y hacen que se me caiga todo en el pijama - Oh que desastre - comento mientras miro la enorme mancha. En el momento me parece una idea más sencilla quitarme la parte de arriba antes que limpiarla así que es lo que hago. Luego de ésto voy hacia la entrada para ver quién osa a interrumpir mi noche divertida.
Riley Kavalier
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No acostumbro mandar una lechuza para avisarle de mi visita a Riley y no pienso comenzar ahora. Cuando me desocupo de lo último que me retiene en el taller mecánico, decido ir al distrito 3 para ver en que tiene su nariz metida. ¿Hongos? Muy probablemente. Casi me río de mi misma con una carcajada fuerte cuando lo compruebo al verlo abrir la puerta. Así como hay gestos de las personas que comprendemos al acto por años de amistad, también puedo decir que he visto a Riley muchas veces y en estados peores. Era la persona con quien más pasaba tiempo durante la adolescencia, también me ha visto en todos mis colores.

¡Vaya, Riley! ¿Hoy fue día de lavar la ropa?— echo una mirada apreciativa a su medio vestir y le doy unas palmaditas amistosas en el pecho antes de invadir su departamento como siempre lo hago. Cuando estoy dentro, me giro para tomarlo de la barbilla e inspeccionar su mirada. Puedo juzgar por sus pupilas, por la tirantez de sus rasgos o todo lo contrario, por cómo sus facciones se relajan como nunca lo hacen, el efecto que tienen las drogas y otras sustancias en él. Creí que probar drogas a los quince años era divertido, y hasta los veinte y algo seguí creyendo que lo era. Hacía que todo se sintiera bien, anulaba los pensamientos molestos, odiaba menos el mundo. Y con treinta años, lo divertido es coincidir con Riley los días en que está así. —¿Cuántos dedos ves? — pregunto, mostrándole solo el dedo índice y medio, los demás están cerrados en mi puño.

Más allá de lo entretenida que puede ser la situación, también me alegro de pasar a mirar por él cuando está con los efectos. No quiero que se haga daño por una estupidez, y que luego entierren al hombre más inteligente que conozco, con una lápida que hable de una muerte que lo haga quedar como un idiota por la eternidad. Es mi deber de amiga, hasta que llegue alguien que pueda cuidarlo veinticuatro siete, y como soy una amiga generosa, espero que sea uno de los chicos de seguridad mágica, necesariamente gay, alto, moreno, limpio de enfermedades, solo lo mejor para Riley, claro. No un esclavo. Un elfo puede ser, y es lo que pienso cuando veo a la criatura en el pasillo. —¿Qué…? ¿Compraste un elfo?—. Tengo este temita con los conceptos de esclavitud y servidumbre, especialmente en humanos, también un poco con las criaturas mágicas. Me acerco a Riley para hablar en voz baja, aunque la elfina ve todos nuestros movimientos. —¿Lo hiciste antes o después de los hongos? —. Si me parece malo la servidumbre, peor es tener que devolverlos con un “uy, perdón, fue sin querer”.
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Riley Kavalier
Al ver a Lara parada allí sonrío ampliamente y la envuelvo en un abrazo de oso como los que no me salen cuando estoy sobrio. Es mucho más sencillo interactuar de esta manera, me parece normal y me cuesta mucho menos tomar la iniciativa para hacer algo. Claro que una vez que las drogas dejan mi sistema recuerdo todo lo que hice pero ésta clase de cosas no me molestan para nada, al menos así puedo darle el cariño que se merece de vez en cuando.

Miro hacia abajo cuando bromea y toco con mi dedo índice el sitio en dónde deberían estar mis abdominales - Derramé bebida en mi camiseta - confieso con una mueca - Y hace calor ¿No crees? - pregunto ingresando a mi hogar con pasos largos. No llego a ir demasiado lejos que la joven me toma del mentón y comienza a examinar mi aspecto. No me molesto en disimular pues no estoy tan mal, además Lara parece estar en paz con mis costumbres así que no tengo por qué estar avergonzado - Veo dos... Pero están besándose - respondo conteniendo la risa. Es bastante divertido verlos, en realidad.

La pregunta me toma por sorpresa y no estoy seguro de que si lo considera algo bueno o malo así que me tomo unos segundos con una mueca en mi rostro antes de hacerlo - Su nombre es Amanita - la presento - ¿No es una ternura? Fue antes de los hongos, de hecho ya le preparé su habitación arriba... Tiene un pequeño castillo biblioteca que te encantará - agrego sonriente - Amanita, ella es Lara, mi mejor amiga y también tendrás que ayudarla a ella ¿De acuerdo? - pregunto a la criatura que no parece mostrar signos de disgusto ¿Por qué lo haría? Mi casa es mil veces mejor que el sitio en dónde vivía antes.

Me dejo caer en el sofá y estiro los pies sobre la mesa ratona. En realidad no sé para que tengo un living ya que nunca lo uso para ver la televisión y siempre prefiero leer en mi cama, tampoco hago muchas noches de juegos de mesa así que debería considerar seriamente tirar todo abajo y poner... No los sé, quizás un tobogán - ¿Me ayudarías a destruir el living y reemplazarlo por algo más divertido? No lo uso mucho de todas formas.
Riley Kavalier
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Y aquí está una de las razones por las que no puedo robarme la reserva de hongos de Riley y tirarlas al vertedero, diciendo que lo hago por su bien. También velo por mi conveniencia. Los ratos en que está bajo la influencia de éstas, puede abrazarme como si ese no fuera un esfuerzo descomunal que su pobre cuerpo no resistirá. Rodeo su cintura y me envuelvo en él para corresponderle el afecto, hago descansar mi mentón en su hombro. Estoy satisfecha con el gesto hasta su próxima intoxicación, así que lo dejo ir cuando rompe el contacto, pero no huir. Primero una inspección para comprobar en qué estado me lo encuentro. Daré por aprobado el examen de cuántos dedos ve, porque acertó en el número. Lo demás son puros detalles.

Mi preocupación por seguridad está primero, hasta que la presencia de una elfina doméstica pasa a ser el tema más importante a debatir en el día y no sé con qué explicaciones puede salirme si no está lúcido. Lo de la habitación, el castillo y la biblioteca no me parecen fantasías de drogado. Le creo cuando dice que Amanita —¿qué nombre es ese?— tiene ese sitio reservado en este departamento, que hasta el día lo compartíamos los dos y una tercera invitada se suma. Sé que la casa no es mía, pero siento que merecía ser consultada por una decisión tan importante. Y en especial porque… —No necesito que me ayude— aclaro rotundamente. Temo haber sonado muy dura, me preocupa lastimar los sentimientos de la elfina. Me giro hacia ella.—Gracias, Amanita. Pero en serio no necesitas hacer nada por mí, soy solo una visita.

Sigo a mi amigo hasta la sala y ni siquiera me asombro por su proyecto del día. Me siento en el brazo del sillón, quedando a unos centímetros de altura de donde está recostado y desde mi altura, le dirijo una mirada entretenida. —¿Ah, sí? ¿Y qué te gustaría construir?— pregunto, porque así comienza. Seguirle la corriente cuando sus pensamientos van en direcciones impredecibles es una diversión que termine por convertirse en pasatiempo. —¿Sabes que podríamos hacer? Una habitación con bloques de construcción* gigantes. Convertir cada uno de tus muebles en bloques y armar un muñeco grande. Sin embargo, hay un problema…—. Alzo mi mirada y chasqueo la lengua. —Tu techo. Vamos a tener que destruir tu techo—. Quiero oír la opinión de Riley sobre mi sugerencia, porque apuesto a que será aún más disparatada. Mientras tanto busco con la mirada donde tiene su varita, porque no dejaré que haga explotar ni un ladrillo en esta casa.

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*Se refiere a los legos, pero no me pagan por hacer publicidad a la marca, así que lo pongo con su nombre vulgar.
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Riley Kavalier
Frunzo el ceño, la nariz y los labios de tal forma que temo que mi rostro sea tragado al interior de mi cabeza cuando escucho la negativa de Lara a la ayuda de Amanita. Sé que es pequeña pero es perfectamente capaz de hacer las tareas de la casa y puedo tener con ella las conversaciones más interesantes, pues ella me cuenta sus aventuras en su corta vida como elfina doméstica y yo le cuento las mías como científico del laboratorio - Eres más que una visita, mi casa es tu casa - corrijo a mi amiga inclinando mi cabeza para observarla de lado pues su cabeza ha quedado en una posición extraña luego de dar un par de vueltas.

Supongo que ya podremos encontrarle una tarea a Amanita y quizás incluirla en la diversión. Lleva poco tiempo aquí pero he llegado a encariñarme con ella al punto de que conseguiré otro elfo para mi trabajo en el ministerio, no quiero que ella corra el riesgo de perder un brazo por un posible error mío, cosa que no pasará, pero por las dudas. Quizás sea sensato no llevarla ya que ver a sus compañeros siendo parte del experimento quizás no le agrade y lo último que necesito es una rebelión de elfos en el laboratorio.

Vuelvo a la realidad cuando escucho sobre los bloques gigantes con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre he querido de esos pero mis padres no lo aprobaban pues creían que eran para niños y yo era un pequeño proyecto de genio - ¡Suena fantástico! - apruebo estirando mis brazos para rodear su cintura una vez más - Tiene sentido... Siempre creí que era mala idea tener solo dos metros y medio de altura en la casa ¿Qué tal si un día quiero meter un dragón? -concuerdo haciendo señas con mis brazos como si aquello fuera lo más evidente del mundo.

Busco mi varita en el bolsillo de mi chaqueta pero recuerdo que no llevo ropa arriba así que simplemente me levanto de un salto y levanto mi mano hacia el techo para hacerlo de manera manual - ¡Bombarda! - exclamo con toda mi fuerza pero no logro hacer nada. ¡Por supuesto! Aun no soy anciano así que no puedo hacer hechizos sin varita... Pero algún día lo lograré, estoy seguro - No sé dónde dejé mi varita - confieso a Lara un poco triste. No puedo pedirle a Amanita que la busque ya que es básicamente la única regla que hay en la casa, ella no puede tocar mi varita.
Riley Kavalier
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Si esta casa es mi casa…— digo, acercándome a Riley para dejar fuera de los oídos de Amanita nuestro intercambio, quiero protegerla de las cosas que puedo llegar a decir porque puedo parecer que estoy rechazando su presencia. —¿Por qué no se me consultó sobre tener un elfo doméstico? Tal vez tenía una opinión al respecto, como que no me gustaría tener a alguien más aquí. Y sé que es un elfo, no le dirá nada a nadie, no emitirá juicios. Sigue siendo alguien más, alguien que ve y escucha… y ahora tengo que hablar en susurros en tu casa que dices que también es la mía, porque ella está aquí—. Estoy haciendo un drama de esto, una escena que no creo que pueda ser contada como una discusión válida, si una de las partes tiene sus neuronas brindando con Felix Felicis barato y de mala calidad.

Me resigno con un suspiro a que Amanita será parte de la escena este día, agradezco en parte contar con su magia para poder restaurar el departamento si Riley lo hace explotar en un descuido, por mis propios comentarios de broma que lo incitan a intentar lo que cualquiera con dos dedos de frente sabe que no se hace. Y este hombre, tan inteligente en sus buenos días, trata de causar una explosión que derrumbe el techo sobre nuestras cabezas al alzar una mano y esperar que la energía del universo se concentre en sus dedos para cumplir su deseo. Permanezco sentada en el apoyabrazos del sillón y me trago una carcajada. Ay, Riley.

Lo estás haciendo mal— señalo. No mal, totalmente fuera de toda coherencia. —Tienes que separar tus pies cincuenta y cuatro centímetros, mirar hacia el nordeste, contar hacia atrás a partir del siete y entonces podrás hacer magia sin tu varita— lo digo tan seriamente que ni yo dudo de mis condiciones. Estoy improvisando sobre la marcha, no sé con qué respuesta puede salirme mi amigo y pretendo llevar esto hasta las últimas instancias, así tengo algo divertido que contarle a Riley cuando vuelva en sí. —No traje la mía— miento, la tengo guardada en el bolsillo interno de mi chaqueta. —Así que tendremos que apañárnosla con los métodos ancestrales. Dicen que si quieres hacer magia sin varita también ayuda que pienses en alguien sexy. No preguntes, no lo digo yo, lo dice Merlín en su diario íntimo. Debajo de su confesión de que pensaba en Arturo cuando lo intentaba.
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Riley Kavalier
A medida que las palabras de Lara salen de su boca, mis ojos se van abriendo hasta llegar a un diámetro que me parece imposible. Está enojada, metí la pata. Claro que debería haberle consultado ¿Cómo se me ocurrió que yo podría tomar una decisión así solo? ¡Si ni siquiera puedo elegir el cereal a la mañana sin meter la pata! - No te enojes - pido con un puchero y escondo la cabeza entre los hombros. De verdad me pareció una buena idea en su momento y Amanita no parece la clase de personas que va contándole ideas de experimentos a otros científicos ¿Qué otro secreto podría robar? - ¿Tienes miedo de que le diga a las personas que guardas frutas en el horno? - pregunto en un susurro - Le diré que no diga nada, no te preocupes - agrego sin esperar respuesta llevando mi dedo índice a mis labios, aunque creo que termina a la altura del ojo... Es difícil ser consciente de mis proporciones corporales ahora mismo.

Me llevo la palma de la mano a la frente cuando recibo las correcciones de Lara sobre mi encantamiento. Recuerdo haber cometido errores así estando en el Royal y fueron los que me alejaron de una carrera práctica... O quizás solo son falsos recuerdos de falsas clases estando bajo el efecto de los hongos. No puedo estar seguro - Tiene sentido - respondo pues debo canalizar las cosas de alguna forma. Los pies a esa distancia seguro son para triangular la señal con mis manos y a su vez conseguir la energía de los puntos cardinales observando al nordeste ¿Cómo no lo pensé antes?

Supongo que el imaginar a alguien sexy es para estimular mi cuerpo y de esa forma conseguir más fuerza así que cierro los ojos e intento buscar a alguien apropiado. En realidad Neopanem está lleno de gente sexy, como si fueran diseñados genéticamente o los rostros fueran elegidos por una fuerza superior que nos controla a todos... Es una decisión difícil pero creo que tengo a la persona perfecta - Creo que será el ministro Powell ¡Bombarda! - vuelvo a conjurar con las manos en alto pero nada ocurre - No es lo suficientemente sexy... ¿Qué opinas del ministro Volkov? ¿Por qué solo se me ocurren hombres?
Riley Kavalier
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Riley no necesita consultarme nada de tu casa, es de su exclusividad propiedad y confío más de lo que él mismo hace en que puede tomar sus decisiones solo. El problema de la elfina no es porque traerla sin avisarme, sino por traerla. Por tener un elfo en la casa, una criatura que deambula por las habitaciones esperando órdenes y acomodándose al humor de su amo. Un capricho de autoridad que los magos naturalizamos durante siglos. Estoy… haciendo de esto algo demasiado grande. Todo por una elfina de mirada preocupada, que nos espía silenciosamente desde su puesto y me parte el corazón que mi rechazo lleve a mi amigo a devolverla. Me sorprende cuando elige ese momento para decir en voz alta algo que tarde o temprano terminará por enterarse Amanita. —Las guardo ahí porque por inercia siempre vas a la heladera y es la manera de tener mi comida protegida. Soy hija única, Riley. No te voy a convidar mi fruta—. Uso la carta de ser hija única para explicar todos y cada uno de mis comportamientos infantiles, egoístas y mezquinos. Riley también lo es y, en serio, él también tiene actitudes que lo vuelven un digno representante de nuestra particular especie.

Estamos discutiendo como niños y es lo habitual, así como continuar la conversación por otros rumbos, variando las entonaciones y unos minutos más tarde estoy disfrutando a pleno de bromear a su costa. Me relajo contra el respaldo del sillón, mis labios tirando hacia arriba y las carcajadas contenidas al ver que separa sus pies y sigue todas las indicaciones que le di. Ni siquiera me refuta lo de Merlín y Arturo, esto hombre no va a contradecirme en nada ¡y es genial! Porque pienso divertirme mucho más con todas mis ridículas órdenes. Me desequilibra un poco el juego por un segundo y es que no me esperaba la mención de cierto ministro. Por un segundo creo que me está tomando el pelo, que no está drogado y sabe algo de lo que no le he contado. ¿Es su manera de abordar el tema? No lo creo. Es… Riley. Es Riley con sus hongos.

Lo que más gracia me da es que esté usando la imagen mental de Hans para provocar una explosión en su techo y por las dudas no me ofreceré a intentarlo, porque tengo miedo de mis propias palabras, de juntar a ese hombre y a ese hechizo en mi mente y que haya problemas. Me hundo en el centro del sillón y enredo mis dedos sobre mi estómago. Lo lamento por el descenso que sufre en la escala de apreciación de mi amigo, y que Vólkov sea la nueva (y me sorprende que no haya sido la primera) opción de Riley para cumplir con la estupidez que le he encomendado, pero no voy a usar mi conocimiento de causa para subir o bajar a nadie en este podio imaginario. —Supongo que son apreciaciones personales... y si a ti te gusta Vólkov...— me encogo de hombros. Reconozco que es apuesto, pero el simple pensamiento no me basta para decir más que eso.

»Porque somos hedonistas y apreciamos la belleza en todas sus formas y caras— ofrezco como respuesta a su dilema. —Yo jamás te juzgaré— aseguró, y perdí la cuenta de las veces que se lo dije desde que nos conocemos. Sé que hay más ahí, pero lo dejo pasar por el momento. —Si un hombre te resulta atractivo, ve a por él. En tu imaginación, digo. Para lograr el hechizo— aclaro, porque estando fuera de su consciencia, no quiero que haga cosas de las que pueda arrepentirse en serio después. Como llamadas a nuestro jefe, por ejemplo. —¿Así que Vólkov? Si tengo que pensar en alguien de nuestro departamento, Annie es la más sexy— comento. Se me ocurren más nombres, Weynart también está entre los ministros que despiertan feromonas a su paso y un par más, el ministerio es un catálogo de rostros atractivos. —Conozco un lugar, al que podemos ir...—  comienzo tentativamente y espero a su curiosidad para continuar.
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Riley Kavalier
El comentario de Lara me pone a pensar pues debe haber más de una persona enojada conmigo por lo mismo en las salas de descanso del ministerio. Hay algunos que etiquetan su comida, pero cuando estoy bloqueado y necesito estimular mi cerebro con glucosa no me freno a leer, simplemente tomo lo primero que encuentro. Intentaré recordar eso para que pueda volver a poner las frutas en donde corresponde - Podrías ponerles un hechizo protector - sugiero y caigo tarde en la cuenta de que eso podría perjudicarme físicamente - Yo soy hijo único y hasta te compartiría mi vida, pero no vale mucho, mereces más que eso - le respondo como un niño peleador y luego le saco la lengua. Algo me dice que la forma dije no va acorde al contenido.

Me hubiese gustado tener un hermano menor, quizás de esa forma mis padres se habrían rendido conmigo para concentrarse en él. O quizás uno mayor en el que podrían haber depositado sus expectativas y así yo habría sido libre. Creo que leí por algún lado que lo bueno no es ser príncipe, sino ser el príncipe menor, el que no carga con el peso de tener que heredar la corona algún día y puede entregarse a todas las ventajas del puesto sin pensar en el qué dirán.

- ¿Por qué habrías de juzgarme, Lara? Solo me parece curioso que solo sean hombres - respondo rodando los ojos, a veces hace comentarios de lo más extraños y no es la primera vez - ¿Me gusta Vólkov? - pregunto en voz alta y creo que la respuesta es sí, aunque también le tengo miedo - Creo que no sé diferenciar cuando alguien me gusta y cuando le temo - confieso lanzándome al sofá con las piernas cruzadas y un dedo en mi barbilla. Es alto, moreno y su voz me da escalofríos y eso que jamás me ha hablado directamente - Annie tiene la piel más bonita de todo Neopanem - sigo su comentario con una sonrisa. Es como yo pensé hace un momento, todos son muy sexys.

No comprendo si cambia de tema o si se le ocurre un lugar en dónde cruzarnos con toda esta gente al mismo tiempo. Temo contestar ya que una cosa es imaginarlos sin camisa en mi mente y otra completamente distinta verlos a la cara luego de eso... ¡¿Ahora cómo voy a tratarlos la próxima vez que los vea?! ¡No pensé en eso! Demonios... Quizás un obliviate para eliminar la conversación que acabamos de tener o un golpe muy fuerte en la cabeza - ¿Salir de la casa? ¿Así? - pregunto algo confundido. En ocasiones anteriores ella ha mostrado un particular interés por mantenerme adentro, por mi propia seguridad y bla bla bla - Soy todo mentón, escucho.
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Puedo comenzar a enumerar razones para contradecir a Riley y seguir defendiendo lo que se convirtió en un hábito de guardar frutas en el horno, pero no tengo nada que replicarle cuando dice lo siguiente. —Maldición, Riley. ¡No se puede discutir contigo!— me quejo. Doy un empujón ligero y de inmediato lo estrecho con fuerza en un abrazo que será rápido porque no quiero abrumarnos a ninguno de los dos con demostraciones de cariño. —Me compartes tu vida desde los trece años, bobo, y yo te comparto la mía. Llegaremos hasta viejitos así— susurro con el mentón apoyado en su hombro.

Esta parte siempre me cuesta, lo miro y sé que nunca seré de capaz de decirle lo importante que es para mí contar con su amistad. Espero que sepa que hay una persona en el mundo para quien es suficiente que sea como es, que no le pido que cambie nada, porque el modelo Riley Kavalier 1.0 va bien para mí, es el mejor amigo que podría pedir y antes de él solo estuvo mi papá. Trato de ser una chica que puede con el mundo, que no necesito de nadie, menos de un hombre que legitime mi valor. Pero mi padre en un principio, ahora Riley, trabajan a codo conmigo para que pueda ser esa chica. Puede ser como es conmigo, pensando en hombres si quiere cuando le pido que fantasee con la cara de alguien sexy.

Me encojo de hombros para no tener que responder a su pregunta y dejo que sus cavilaciones lo guíen por sí solo. Lo que dice después, me obliga a dar mi consejo de amiga, porque una señal de alarma se dispara de pronto. —Un momento, Kavalier— lo detengo con una palma en alto. —No te involucres nunca con abusadores. Si hace cosas que te dan miedo de verdad, mantente alejado de esa persona—. Estoy previniendo una situación extrema, prefiero mantener lejos a Riley de las luces de advertencia que brillan en rojo sangre al final del pasillo. Como no quiero poner una barrera sobre este tema, sino animarlo a seguir hablando, y viendo la oportunidad en los hongos para que se plantee cosas que el “yo racional” de mi amigo no admite en su agenda, continúo: —Claro que puede ser que te gusta una persona y lo que te da miedo es lo que te provoca—. Cuando se sienta a mi lado, subo los pies al sillón y giro mi cuerpo hacia él para poder mirarlo. Recuesto mi cabeza contra la tela del sillón, muy cerca de su hombro.

»Y sí, Annie tiene una piel bonita. Por todo su cuerpo— susurro más cerca de él y me cuesta no reírme en este momento. —Hable con ella hace un tiempo, de trabajar los tres en un proyecto… de armar un trío…—. Apoyo mi mejilla sobre su hombro y alzo mi mirada hacia él para espiar su expresión. —Dime, ¿con quién preferirías hacerlo? ¿Annie o Vólkov? Dando por supuesto que Vólkov aceptaría y todas las demás variables se mantienen constantes—. Tengo mis labios curvados en la sonrisa propia de los gatos que están a punto de saltar sobre su presa. Lo que tiro como señuelo lo recoge al vuelo, y tengo que explicarme, porque no voy a llevar a un Riley drogado a ningún lugar. Después de esta charla, irá directo a esconder su cabeza bajo la almohada. —No hoy. Es tarde—. Sí, menuda excusa. —Se trata de un lugar donde al entrar te dan un número y durante toda la noche y madrugada se juega a la lotería. Y los números ganadores se eligen de a dos. No importa si eres chico, chica, hada o nerds como nosotros. Tienes que besar al otro ganador—. Besar, ajá, lo que se dice besar… es solo para que Riley entienda la idea.
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Riley Kavalier
Cuando consumo hongos las cosas cambian de dimensión, algunas cobran sentido y otras lo pierden, así como no puedo confiar en mis sentidos porque se ven alterados... Pero no importa cuan nublado tenga el juicio siempre hay algo claro: Lara está ahí para mí. Llevamos más de la mitad de nuestras vidas juntos y no querría que eso cambiara para nada. Sé que puede sonar  un poco egoísta, quiero que sea feliz pero espero que no se case jamás. Así las cosas seguirían como ahora y podríamos seguir teniendo charlas ridículas en la parte clausurada del geriátrico, porque claro que nos meteríamos allí - Siempre y para siempre - respondo apoyando mi mejilla en su coronilla. Espero reunir coraje para hacer esto sobrio algún día, se siente muy bien.

Hago memoria para recordar si alguna vez Vólkov fue malo conmigo pero no consigo nada. Mis miedos no vienen de acciones previas sino más bien de la simple presencia de los otros... Como el miedo irracional que tienen las personas a las arañas siendo que la mayoría son inofensivas y hasta podría decirse que bonitas, excepto las acromántulas, esas ya son otro tema - Miedo a lo que me provoca - repito en voz baja mirando mi entrepierna. No puedo negar que algo pasa ahí de solo pensar en él o quizás es Lara obligándome a imaginar toooda la bonita piel de Annie.

Me sorprende que haya hablado para realizar un trabajo los tres, sobre todo porque ella bien sabe que prefiero trabajar solo. Demasiado que tengo que reportar todos los avances del cubo mágic... Oh. Creo que está jugando con el doble sentido y se refiere a algo sexual. Puede que no capte todas las bromas a la primera pero fui un adolescente y estoy casi seguro de que no utilizó la palabra "Trío" por casualidad - Vólkov me pone nervioso, disminuiría mi rendimiento así que hipotéticamente preferiría trabajar con Annie - respondo bajando la mirada hacia un lado para encontrarme con la de ella - Y no creas que no entendí a que te refieres... En ese otro sentido podemos ser felices los cuatro - propongo encogiéndome de hombros. Pero tendría que aumentar mis dosis pues como estoy ahora no me atrevería ¿Aunque en realidad hay una dosis? El sexo es algo tan íntimo... personal... que me pone los pelos de punta. Estoy bien fantaseando pero llevarlo a la realidad parece más lejano que un Neopanem lleno de dragones.

Lara continúa hablando y tengo que pararme de un salto ya que me da miedo el rumbo que está tomando la conversación ¿Cómo que besar a alguien? Puedo besar a un muñeco de nieve y congelarme los labios, estoy dispuesto a eso - Intentas engañarme, no soy tonto - digo con un dedo en alto y me voy alejando hacia la entrada para tomar un abrigo del armario, solo encuentro una capa así que me la pongo de todas formas, al menos estoy cubierto - ¡No quiero que salga corriendo otra vez! ¡No puedo besar a nadie! - exclamo dando saltos alrededor del sofá - Va contra mis reglas - agrego en un susurro acercándome a su oído - Dos palabras: Epstein Barr - finalizo con los ojos como platos, es un peligro real y ella debería saberlo.
Riley Kavalier
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Siempre es mucho tiempo— le susurro, porque esa palabra me asusta por más que lo disfrace con una sonrisa. Es como un llamado a la desgracia, nada es resistente al tiempo y al final todos nos extinguimos. Y porque no pienso transformarme en una veela para cumplir con juramentos de eternidad. Ese es el problema. Se siente como hacer un juramento, cuando no tienes mucho que te asegure que puedas cumplirlo. No creo que esto sea algo que Riley me diría en sus días normales, y por mi parte, como estoy lúcida, no puedo mentir. No diré la palabra «siempre». Pondré todo mi esfuerzo en seguir a su lado, pero no tentaré al destino que puede arrojarme lejos en cualquier momento.

Riley podría ser un romántico empedernido si tragara un hongo cada mañana, consigo vistazos de esta faceta reprimida de su carácter en ratos así y  veo que tan lejos puedo llegar con las reflexiones que le propongo, aunque nunca lo sacaría de la protección de las paredes de su casa. Creer que le hago un favor al llevarlo a un bar como el que propongo, aprovechando su estado de desinhibición para que haga lo que en otros días no se atreve, sería ruin. Yo desperté algunas mañanas y lamenté esas cosas de las que no podía recordar mientras me sentía desfallecer por la jaqueca. No le haría algo así a mi amigo, por eso todas las situaciones que le planteo son hipotéticas, si bien busco una reacción y obtengo varias. —Sí, claro. Que luego no digan que en el departamento de tecnología no tenemos diversión…— se me escapa una risa.

Con ropa puesta, mi amigo me da razones un poco confusas para negarse. Me cuesta seguirle un poco, y tengo que atar todos los cabos en apariencia inconexos para darle una respuesta. — ¿Ahora le dices Epstein Barr a Dylan? Un mote no muy acertado, si me dejas decirlo— contesto. Ahora que quedé sola en el sillón, me recuesto en este como si fuera mi trono exclusivo y me cruzo de brazos. —Creo que a Dylan, en todo el colegio, solo lo besó la profesora Carroll en el acto de graduación—. Pensar en ese chico me pone de muy mal humor, puedo hablar pestes de él como no lo haría con ninguna de las personas que me involucré alguna vez. —Y el hecho de que yo le echara un moco-murciélago en el patio y le dijera que tenía huevos pequeños, no creo que contribuyera a su falta de popularidad. Ya era desde antes un perdedor— mascullo. —Menudo cobarde, un imbécil—. Sigo enfadada por lo que sucedió con Riley diez años después, ¡y es que no creo que él siga dándole importancia a eso! —Demonios, no puedes seguir atado a esa mala experiencia. ¿Sabes que hago yo con las malas experiencias? —. Es de mal gusto dar autorreferencias, pero… — Busco nuevas. Después de un par de malos intentos, se vuelve mejor… y conoces gente que lo hace mejor.
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Riley Kavalier
Dylan es lo que no fue, Epstein Barr es lo que podría haber sido si el chico no me hubiese generado ese pánico que tengo ahora de solo pensar en besar a alguien. En realidad no es una gran historia y gracias a Lara puedo recordarla como algo divertido por lo que le hizo después de contarle... Pero el sentimiento no se puede cambiar y me niego a que alguien más salga corriendo de mí. Puede volver a pasar ya que sé que las personas no quieren pasar el rato conmigo, no soy como los demás y estoy bien con eso... Excepto cuando me genera esta clase de problemas, cosas que debo descartar para evitar situaciones incómodas.

He formado muchas experiencias buenas, solo que no involucran otras personas. Como por ejemplo ayer, comí un rico sandwich y me desafié a mi mismo al ajedrez ¡Que manera estimulante de comenzar la mañana! Y no podría haberlo hecho de estar besando a alguien - Yo también fui un perdedor en la escuela y ni siquiera besé a la profesora - respondo encogiéndome de hombros. A todo esto... ¿Dónde estará Dylan ahora? Nunca más volví a verlo, bien podría estar muerto o criando vacas en algún distrito... ¡Quizás entrena aurores! Me ayudó mucho en educación física.

-¿Haz conocido a alguien para formar nuevas experiencias recientemente? - pregunto con la cejas en alto volviendo a mi lugar de antes. Está muy interesada en mis intereses hoy así que será mejor contratacar un poco antes de que me saque dónde he escondido - Quizás a una persona sexy... Podrías intentar tú derribar el techo ¿Para qué quería hacerlo? - me interrumpo a mi mismo confundido. Está comenzando a dolerme la cabeza.

- Amanita, un vaso de agua, por favor - pido con voz tranquila y la criatura aparece de inmediato con mi pedido. Lo bajo de un solo sorbo y vuelvo a prestar atención para escuchar la respuesta - Toma, para tus babas - bromeo entregándole el vaso con una sonrisa traviesa.
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No eras un perdedor— lo contradigo de inmediato, es un reflejo casi natural. —No lo eres. Haces que casi cualquier cosa que tu mente logre imaginar se vuelva algo real que puedes tocar. ¿Sabes cuántas personas tienen ese don? Eres especial, Riley. Si no fueras especial, no serías mi amigo. Yo no me encariño con cualquiera— creo que se lo he dicho alguna vez. Tal vez cuando teníamos trece años, que fue cuando confirmé que Riley era mi amigo y se lo dije como si eso marcara un punto determinante. O puede que cuando teníamos veintidós años, con nuestras vidas cambiando y tomando nuevos rumbos. También entonces le habré dicho que yo no tengo problemas con dejar ir a la gente, pero que quería continuar a su lado, porque había encontrado un compañero. No soy tan estúpida como para no aferrarme con todas mis fuerzas a las personas que me hacen sentir viva, que hacen que odie un poco menos al mundo y que olvide el tiempo.

Y personas que tienen el coraje de devolverme mis preguntas, mis bromas, desafiándome a que muestre un poco de mí y me dan la confianza para que pueda hacerlo. Me rio y decido ser honesta porque se lo merece. Siempre me está abriendo su mente para que deambule por todos sus recovecos y yo todavía mantengo mis pensamientos como un laberinto con sus sombras en algunos callejones sin salida. —Si lo intentara, creo que derribaría todo el edificio, Riley— murmuro. Él ni siquiera recuerda para qué queríamos intentarlo, y me alegro de aquí sea, no romperemos nada hoy. —Y sí, nuevas y buenas experiencias todavía existen, aleluya, los milagros siguen en vigencia— es mejor tomarlo a broma.

Cierro mis ojos por un momento al recostar mi cabeza contra el sillón y lo abro cuando escucho que me tiende algo: el vaso. —Muy gracioso— y estoy sonriendo, mis labios tiran hacia arriba y soy un reflejo de su expresión. —Míranos. Seguimos aquí viejos y solos, tú porque le das importancia a una mala experiencia y yo porque me niego a darle importancia a las buenas— concluyo. —Bienvenidos al momento filosófico existencialista romántico de la noche— me burlo de mi arrebato de pensar con seriedad sobre nuestra situación actual. Hasta ahora estuvimos bien así, ¿por qué habría de cambiar? Sé que quiero que Riley se corra un poco del patrón que podría estar limitándolo, para que experimente aquellas cosas sobre las que se pregunta y no puedo responderle. Pero sé que no soy quien puede ayudarlo con eso, a veces solo sabes que no eres esa persona y confundirlo, hacerle creer que puedo ser esa persona… hay cosas que sí o sí deben ser un descubrimiento para que funcione. Porque he pensado en esto, un par de veces, lo admito. Recargo mi cabeza sobre su hombro otra vez y la familiaridad hace que pueda tomar su mano. —Hablamos muchas boberías siempre, Riley. Una vez leí que el humor estimula la creatividad, hicieron un experimento social en el que hacían unos chistes a un grupo de personas y al otro grupo lo tenian en una sala de espera en silencio. Los metieron a todos en una habitación a resolver un acertijo, y los que se habían reído diez minutos antes, encontraron más rápido la solución. ¿Qué te parece? ¿Tienes un cubo de rubik cerca?
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Riley Kavalier
"Eres especial" es lo que le dicen las madres cariñosas a sus hijos raros en los libros de aventuras que leo los fines de semana. Jamás tuve una mamá que me diga eso, la mía más bien buscaba la mirada de mi padre para encontrar sus propios pensamientos ¡Pero si tengo una Lara! Y si ser raro y especial es el precio para que ella se encariñe conmigo pues más me vale cambiar la cara larga y estar orgulloso por lo que soy - Así que básicamente soy una impresora 3D - respondo mirando el techo. En realidad seria bastante genial poder hacer algo así y con un toque de magia hasta podría intentar romper las leyes de Gamp - Ya tengo mi próximo proyecto, Lara eres una genio - dejo salir mucho más animado. Será mejor ponerme a dibujar bocetos ni bien recuerde cómo luce un lápiz.

Abro los ojos como platos pues debe ser alguien muy sexy como para derribar todo el edificio y no puedo imaginar quién. En realidad creo que ese poder no vendría de qué tan atractiva es una persona, sino más bien de su inteligencia, de su habilidad de hacer bromas, de poder hablar con ella y por supuesto de mis ganas de querer romper la regla de no besar a nadie - Como el maiz y el fuego, sin previo aviso ¡Puff! - digo sin explicarlo. En realidad ni siquiera yo estoy seguro de la comparación, aunque sí estoy seguro de que sería el maíz.

Mi amiga comienza a decir cosas que me hacen sospechar de que haya robado algo de mi reserva de drogas pero no digo nada al respecto. Solo guardo silencio y apoyo mi mejilla sobre su cabeza escuchando la historia que me cuenta luego. Ni siquiera me molesta que tome mi mano, transmite algo de tranquilidad y es lo que necesito luego de tanto alboroto por la conversación pasada - No somos viejos, solo hemos vivido el 20% de nuestras vidas y nos encontramos en posición de hacer lo que queramos con lo que nos queda - es cierto, no todos tienen la misma oportunidad. Somos dos magos con buenos trabajos y hogares estables.

La tranquilidad se va cuando me pregunta si tengo un cubo rubik pues tengo 4 y los conseguiré todos para que elija cuál le gusta más - Te presento al cubo número 1 - comienzo yendo hacia la televisión y tirándola de la repisa para poder alcanzar el estante de atrás - Me lo compraron cuando tenía 5 años, encantado para no poder armarlo nunca - mis padres tenían extrañas formas de mantenerme ocupado.

Paso por encima de los restos de la tele destruida hacia uno de los sillones vacíos y lo doy vuelta para conseguir el cubo número 2 que estaba escondido debajo del cojín - Este no tengo idea de dónde salió, es bastante normal - continúo lanzándoselo directo a sus manos, pero por alguna razón termino escuchando un estruendo de vidrios rompiéndose en la cocina - El tercero creo que está... - ¡Oh si! ¡En mi caja fuerte del suelo! Rápido me arrodillo y quito la alfombra para dejar libre la puerta trampa, al abrirla me encuentro con algunas pastillas, unos frascos de morfina, un diario de ideas y el cubo de animales fantásticos - Este es mi favorito... Cada cara tiene una criatura distinta.

Si mal no recuerdo, el cuarto está en mi habitación así que corro escaleras arriba y comienzo a revolver el lugar - ¡Ayudame a buscar, Lara! - pido a gritos pero creo que no hará falta ya que el cubo luminoso estaba escondido debajo de mi colchón. ¿Cómo demonios dormí hasta ahora con ese coso escondido ahí? - Es bonito ¿No crees? - pregunto sin darme vuelta a ver si ya ha llegado.
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No me queda claro cómo nuestra conversación de ratos cursi puede provocar en Riley el estallido de una nueva idea. Solo se enciende algo en su cerebro, y por más que esté siguiendo el curso de sus pensamientos, me toma por sorpresa. Uso mi mano para acariciar el cabello en su coronilla, todo lo que ocurre por debajo de su cráneo seguirá siendo la fuente de todos mis asombros. —No lo soy, Riley—. No soy una genio, me siento incómoda con este cumplido. Conozco un par que merecen ese calificativo y uno lo tengo sentado a mi lado. —Y tú eres mucho más que una impresora 3D—. Siempre es bueno hacer comentarios que ayuden a reforzar en mi amigo la idea de que no es una máquina, de que no debe compararse con una máquina. Somos más que eso. Somos quienes las construyen.

Somos fuego, eso también. ¿Maíz? No lo sé. Esa parte de la frase me desconcierta un poco. Comprendo un segundo más tarde que puede que se refiera a hacer pochoclos, en ese caso no sería precisamente fuego, sino el calor. Sonrío a mi pesar, mi boca se curva al plantearme esa imagen visual. —O como los fuegos artificiales. Accidentalmente enciendes una mecha y todo explota— aporto por mi parte, colaborando con las mil maneras de describir algo que al sentir pocas veces acertamos en darle un nombre. Permanezco en silencio un instante, pensando. —Son emociones que sirven para sentirnos vivos, aunque duren poco— concluyo. Tengo mis ojos puestos de reojo en Riley para captar su expresión y saber que me entiende. No siempre salí de esas experiencias con la sensación de sentirme viva, a veces angustiada y otras muchas cansada, salvo excepciones. Sigo buscándolas, consciente o no, porque necesito de esa confirmación de que todavía mi piel es capaz de sentir a otra persona y de que aún sangro si me lastiman.

Un lado de mis labios se curva cuando me contradice y es tan optimista al decir que tenemos tanto por delante, tanto futuro sometido a nuestra voluntad. No puedo visualizarlo, lo intento y no puedo verme dentro de diez años, veinte años. ¿Seguiré mi taller? Quedarme en mi sitio puede que sea la única manera de asegurar que seguiré allí, mantenerme dentro de los límites de lo seguro. —No dejas que me hunda y te arrastre conmigo en la crisis de los treinta. Así que... ¿crees que las cosas cambiarán para nosotros?— dejo la pregunta abierta, no creo que alguno de los dos tenga una respuesta que sirva. La anécdota viene a mí para hacer un poco de charla, porque puedo compartir con Riley lo que pasa por mi mente algo que no tiene mucha relación con lo que veníamos hablando. Me acordé de ello y solo quise comentárselo. Los cubos de rubik se convierten en un plan serio, tan serio como hacer explotar el techo o meter un dragón dentro de la sala, dentro de lo que es nuestra conversación en parte patrocinada por los hongos que consume mi amigo.

El estruendo de la televisión al caer hace que cierre los ojos y suelto el aire en un suspiro, porque cuando Riley se duerme, tendré trabajo que hacer. Revuelve la casa para traerme cada uno de los cubos y sé que discutir es inútil, corretear a su alrededor pidiéndole que no tire nada. Los cubos van a parar a mis manos y los estudios en detalle. En especial aquel que dijo que tenía un encantamiento hecho por sus padres para que no pudiera resolverlo. Sin comentarios sobre el estilo de crianza de los Kavalier. Voy tras él por los escalones hacia su habitación y el último de sus tesoros es encontrado. Me coloco a su lado para devolver el colchón a su sitio, así puedo arrodillarme en medio de la calma y sentarme sobre mis talones, con tres de los cubos sobre la sábana y el cuarto todavía en posesión de Riley. —Esto parece un examen psicológico. ¿Qué cubo quieres resolver, Lara? — me pregunto, doy unos golpecitos con mi dedo contra mi labio. —¿El imposible? ¿El normal? ¿El simpático? ¿El luminoso?—. Y hago trampa al preguntar: —¿Cuál crees que deba elegir, Riley?
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Riley Kavalier
Las emociones no estaban permitidas en mi casa cuando era pequeño, nada de berrinches, nada de llantos en la adolescencia, nada de euforia al conseguir algo. Así que no entiendo a lo que se refiere cuando dice que las emociones nos hacen sentir vivos, aunque sí puedo compararlo con el efecto que causan las drogas en mi sistema. Lo curioso es que aunque me hagan sentir vivo, en realidad están haciendo lo opuesto con mi cuerpo. Creo que me he precipitado diciendo que solo he vivido el 20% de mi vida. Puede que sea el caso de Lara, pero lo realista sería aumentar al menos un 20% más a mis cálculos personales.

- Hay que sentirnos vivos durante el tiempo que podamos ¿De qué serviría  no sentirse de esa forma por el doble de tiempo? - pregunto retóricamente con el ceño fruncido. Por eso tampoco comprendo a los alquimistas de antaño o ciertos magos tenebrosos y su locura por conseguir la inmortalidad ¿Para qué? ¿Para ser miserables por siempre? Lo mejor es concentrarse en proyectos que puedan mejorar la vida de las personas ahora y quizás a las generaciones futuras.

Respiro profundo intentando imaginar mi vida de aquí a unos años, no suelo pensar en ello ya que mi idea es hacer mi trabajo todo el tiempo que pueda hasta que las circunstancias terminen con todo y cuando llegue el momento dejaré todos mis bienes a mi mejor amiga, por supuesto - No sé dónde irá tu vida, pero siempre me encontrarás en este rincón del distrito 3, así pasen 5, 10 o 25 años - bueno, ahora creo que estoy siendo un poco negativo con mis probabilidades de vida.

Los cubos llegan justo a tiempo para quitarme la fea sensación que se me ha formado y también sirve el cambio de escenario pues creo que después de esa charla filosófica lo mejor será pintar todas las paredes con colores vivos y agregar las fotos de unas cuantas salamandras adorables - No creo que debas elegir ninguno, me gustan pero los culpo por la mayoría de mis problemas mentales - quizá no por los cubos en sí, sino por lo que representaban cada uno de ellos... Quiero decir, mis padres se las ingeniaron para armar un cubo mágico aún cuando los magos debían estar ocultos así que debían tener muchas ganas de mantenerme en mi habitación encerrado... Lo lograron.

Me quito la capa para quedarme solo con mis pantalones una vez más y me recuesto sobre la cama con el cubo luminoso en mis manos, tardo pocos segundos en poner cada una de las caras con el color que corresponde, es sencillo y casi no requiere esfuerzo de mi parte, como si en alguna parte de mi mente estuviera guardada la respuesta al acertijo sin siquiera saberlo - Bueno, definitivamente no te recomiendo éste, es bonito pero aburrido - comento antes de lanzarlo fuera de la habitación - Estoy lanzando demasiadas cosas... Debería practicar quidditch, ser cazador - fantaseo pero recuerdo que soy malo en los deportes - Quizás una pequeña liga de científicos, quizás ahí tendría una chance.
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Por eso mismo que dice Riley, la eternidad no es una de mis promesas favoritas. Temo que la eternidad gaste las cosas y solo nos quede eso: no encontrarle el sentido a nada. Si no tuviéramos presente que el tiempo es finito difícilmente nos arrojaríamos a lo impredecible, cabe en cada segundo del reloj la esperanza de encontrar algo que le otorgue sentido a lo que vivimos, y como el tiempo se esfuma, cada segundo que podamos apresar en nuestras manos es de gran valor. —Tempo fugare— murmuro. —Cuando era niña quería alterar el tiempo con relojes manuales— cuento. Creo que se lo he dicho a Riley alguna vez o habrá visto la colección que terminé guardando en una caja de cartón al crecer como un proyecto infantil, que justificó mucho de mi interés por la mecánica, hasta que encontré otras motivaciones más fuertes.

Detestaría convertirme en una adulta normal, aburrida, un inferí en una oficina, con una rutina de llegar a casa y ser una autómata con una familia— me quejo. Ese sería mi doble del tiempo sin sentirme viva. —Hay personas que solo nacemos así, ¿sabes, Riley?— busco insistentemente su mirada. —Siempre estamos buscando algo que… —. Me cuesta demasiado expresar ese anhelo, así que encojo mis hombros y se escapa el aire de mis labios entreabiertos en un suspiro. Puedo vernos a los dos, si es que seguimos siendo amigos de viejos, visitándonos en el taller o en el laboratorio. Es lo predecible así como lo plantea Riley. ¿Qué puede llevarnos lejos de nuestros distritos? Y ahí está, lo supe apenas le dije que seguiríamos juntos de viejos. Puede que eso no se cumpla. No pensé que seríamos amigos tanto tiempo y lo logramos. Pero… el tiempo, nunca sabemos. Aunque no busquemos el cambio, este nos encuentra a todos. —No lo sé, Riley. No lo sé— dejo abierta la posibilidad de que todo puede pasarnos.

Y el acertijo más inmediato que tenemos para resolver es un cubo. Tengo cuatro opciones para ponerme a esta tarea desafiante, bastante entretenimiento para no pensar en el futuro. Lo que sí me apena es que no sea divertido para Riley, que no me ayuda en mi elección y descarta el que tiene en manos. —No eches la culpa a los cubos de tus traumas— le tiro en cara. Me gané con años el derecho de serle sincera. —Nunca son las cosas, sino los hechos o las personas que nos recuerdan— opino. Me recuesto a su lado en la cama, con mi cabeza hundiéndose en la almohada y me giro de perfil. Coloco frente a sus ojos el cubo “imposible”.— Son tus padres— digo. —Y no deberías arrojar nada. Porque tal vez resolviendo un nuevo cubo, halles soluciones. Dale una oportunidad al cubo normal o al cubo simpático—. Coloco los tres sobre su pecho y de un salto salgo de la cama para ir a buscar el cubo luminoso que rodó hasta chocar contra la pared. Doblo mis rodillas para agacharme y recogerlo. Lo hago girar entre mis dedos y su luz no me encandila, es un poco molesta, pero lo estudio con ojo crítico. —Yo me quedaré con este, ya que no lo quisiste—. Vuelvo a mi sitio en la cama y me siento contra la almohada, desde mi altura puedo observar su rostro que suele ser tan inexpresivo, tan distinto al mío. Peino con cariño unos mechones de su pelo castaño que se amontonan sobre su frente. —Bien, tienes dos opciones. Te duermes por las buenas o tendré que noquearte con un desmaius.
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Riley Kavalier
Maravillosos artilugios son los giratiempos, pero a fin de cuentas el tiempo sigue avanzando aunque nos sometamos a sus efectos. En realidad no estamos ganando nada, solo cambiamos unas horas del presente por unas del pasado ¿En realidad sirve eso? No sé si eso es lo que pretendía Lara con sus relojes pero menos mal que estoy aquí ahora para evitar que abra paradojas temporales con sus experimentos... No suelo tener límites en cuanto a la imaginación pero ¡Con el tiempo no se juega! Miles de vidas podrían cambiar por ello - Efecto mariposa, Lara Scott, efecto mariposa - respondo simplemente con una mirada de desaprobación. Puede explotar un edificio y yo estaré bien con eso, pero mi límite está bien definido.

Yo tampoco creo poder trabajar en una oficina algún día, no estoy diseñado para eso y es la principal razón por la cual soy una gran decepción para mi padre. De tener que hacerlo probablemente las drogas pasarían de ser una recreación a una necesidad y no veo como eso pueda terminar bien - Si algún día tengo que trabajar en una oficina, me envuelves en un paquete y me envías a la Antártida ¿De acuerdo? Viviré con los pingüinos - pido con la voz y expresión más serias que tengo. Incluso estudiar el comportamiento de esas criaturas ordinarias y sin magia suena mejor que llenar papeleo y beber café solo porque puedo hacerlo.

Ruedo los ojos porque sé que los cubos en sí no han generado mis traumas. Coincido en que el cubo imposible son mis padres, ese acertijo que jamás logré descifrar y a fin de cuentas terminé tomando un camino bien apartado de ellos para no continuar lidiando con sus aristas. Debería pensar en las historias de los otros, excepto el cubo normal que sigo sin saber de dónde demonios ha salido. Quizás lo entró de contrabando Amanita... No, no puede ser, está desde mucho antes de su llegada.

Miro los cubos en mi pecho y termino tomando el normal. Si pude resolver el otro con las luces golpeando mi cara, estoy seguro de que éste no significará ningún problema pero de todas formas decido no intentarlo y dejo a los tres en la mesa de luz. Curiosamente encuentro mi varita cuando giro la cabeza y la tomo con mi mano izquierda. Ya no quiero derribar el techo, pero dada las opciones que me da mi amiga creo que es buena idea tenerla a mano.

Me acomodo en la cama y tomo la sábana para taparnos a ambos, con un movimiento de varita apago las luces y abrazo a la chica para mantenerla atrapada. Si me quiere noquear con un desmaius ella caerá conmigo. De todas formas dudo poder pegar un ojo luego del viaje que he vivido con las drogas si no que queda aquí.

- Me dormiré voluntariamente pero tú te quedas conmigo - digo ya con los ojos cerrados. No es nuestra primera pijamada - Buenas noches, Lara Scott.
Riley Kavalier
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Lo sé, Riley — me rio un poco por lo del efecto mariposa, es una teoría que tuve presente siempre con toda esta cuestión del tiempo que trabajó mi cabeza durante mi infancia y después en la adolescencia, hasta que me resigné que el tiempo escapaba de mi control. —Quería que algunos segundos duraran horas y algunos días se pasaran rapidísimo— expliqué. La magia puede lograr efectos similares, se algunos hechizos que se usan para los giratiempos y se por ahí que hay quienes trabajan en un automóvil que funcione como ese objeto mágico, pero mi ilusión era más bien romántica e infantil. El tiempo que pasé con mi padre ocupa la mitad de mi vida, casi quince años en su compañía y quince años echándole de menos. Y me quedan décadas por delante sin él. Cuando pienso en él, hago que el recuerdo vaya lento, me detengo en cada uno de sus gestos hasta que se esfume. Últimamente ni siquiera puedo confiar en mi memoria, no permanece inmutable al paso del tiempo.  

Tal vez nada sea inmutable, por más que mi amigo sea una constante más por mérito suyo que mío, me pregunto qué tan rápido está girando el mundo para distanciarnos de a poco. Un pensamiento fatalista del que suele acusarme mi madre, a quien angustia menos toda esta idea del tiempo, ella sabe conservar incluso lo que ya no está. Yo no puedo, el sentimiento de pérdida es mi trauma, porque también cargo los míos así como Riley. Todos acarreamos un defecto, muchas veces una herida de la infancia. Padres, podemos echarle la culpa de todo. Solo que no puedo hacerlo con mi padre, porque él no me hizo daño adrede. Me queda confiar en que resolviendo cubos mágicos y que todo lo que venga en el futuro, remedie eso que está roto. Y si no lo hace, tendré que vivir así, algo con lo que creo que puedo estar. No hago daño a nadie, Riley nunca se quejó.

Con el dado luminoso en una mano, uso la otra para peinar su pelo e inducirlo al sueño voluntario, uno que se lleve el estado de adrenalina que le provocan los hongos y retorne a su apacibilidad. —Buenas noches, Kavalier—. Cierro mis ojos al recostar la cabeza contra la pared, pero no me duermo, estoy escuchando como su respiración se ralentiza y cuando tenga la confirmación de que está dormido, muevo sus brazos con cuidado para liberarme y voy a la sala a ordenar el caos. Pero antes de arreglar el televisor, me acuclillo sobre la caja fuerte del suelo para sacar las bolsas que allí esconde. Riley va a matarme por lo caro que le sale esta droga, pero no me importa. Me llevó un par de años darme cuenta que no eran divertidas, sino tóxicas, y disfruta de quemarlas en el baño. Lo siento, Riley. Siendo sincera, no lo siento.
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