The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Los años que abarcaban ese tiempo del que Lëia carece de recuerdos y componen los primeros momentos de su infancia rara vez eran temas de conversación con su madre, la castaña podía percibir una ligera perturbación en torno a la rubia si esa etapa salía a la luz, como si tratase de evitar el incidente que sucedió cuando era apenas un bebé; captaba la misma reacción con Violet quien al parecer lo vivió también de primera mano. Es por ello que con el tiempo dejó de hacer preguntas, dejando que las aguas fluyeran con calma -Cómodo- alcanzó a responder entre pequeñas risas ante el dudoso ceño de su progenitora, incapaz de descifrar la clase de estilo con la que se vestía -Si preguntaba sabría que tendría una negativa, necesitaba usar el factor sorpresa y que ya vieras sus caritas tiernas para que no pudieras negarte- una media sonrisa traviesa, esa misma que usaba de pequeña cuando se manchaba de pintura o cualquier clase de elemento los vestidos que su madre le ponía, asomó en sus labios. Picaresca, astuta e inocente.

Transportó lo necesario hacia la mesa en lo que su madre se recuperaba del shock, dando alojamiento en un lugar incorrecto de su garganta a ese tomate que de vil forma hizo que tosiera por largos segundos. Su expresión inicial fue suficiente para saber como finalizaría la posibilidad de adquirir una escoba. Antes la encadenaba al suelo que dejarla volar.

Sus labios se entreabrieron en pos de lanzar una protesta pero sus intentos se quedaron en el mero gesto, sin vocablos elocuentes con los que responder a los acertados puntos de vista de su madre. Es por ello que frunció su ceño, apretó los labios e hinchó sus mejillas hasta que todo el aire salió en un resoplo cargado, sintiendo la mano ajena en su frente; sacudió la cabeza al percibir tonos rojizos en su melena, traicionada por su propia metamorfagia cuando de sentimientos se refería -No es justo, soy responsable. No estaría haciendo el loco con la escoba ni la idiota apareciendo de un lugar a otro sin descontrol- contradijo a regañadientes mientras llevaba el plato hacia la mesa.

Sirvió la comida en dos platos limpios, tomando asiento a esperas que su madre regresara de la cocina. El silencio de la castaña delataba no solo su ligera molestia, también que estaba organizando algo nuevo en su mente al verse privada del primer deseo, uno que no conseguiría por mucho que suplicara -¿Y un libro de pociones antiguo? Es... anterior al gobierno de... antes- las palabras fueron sonando cada vez más bajo, dudosa de la reacción por la parte contraria. Veloz, cortó un trozo de carne que acompañado de puré de patatas fue a parar a su boca para saciar a su estómago que rugió al oler el aroma que emanaba el plato.

Finales de primavera - campbell´s home - zoey
Anonymous
Zoey A. Campbell
Jefe de Área en Salud
Habits

Por mucho tiempo que transcurriera su respuesta seguiría siendo la misma pasase lo que pasase, ¿cómo iba a permitir que su hija se arriesgara a hacer algo que la dañara? No, ni hablar, no mientras ella estuviera viva y pudiera evitarlo. Sabía que la sobreprotegía demasiado, y que aquello a la larga no sería especialmente bueno para ella, pero le importaba realmente poco cuando tenía que ver con Lëia. Simplemente era incapaz, su mente no concebía situación en la que la volviera a perder de nuevo, se negaba por completo a que sucediera de nuevo. La escudriñó con la mirada. Al final siempre conseguía lo que deseaba, era incapaz de negarle las cosas, y aún más cuando actuaba de aquel modo. Era demasiado cruel.

Frunció el ceño, rodando los ojos acto seguido y caminando en dirección contraria para no tener que seguir sufriendo sus sonrisas y constantes gestos que pretendía que cediera ipso facto. Con el paso de las horas, quizás minutos, lo más seguro es que aquello sucediera, pero quería aguantar el máximo tiempo que le fuera posible como una madre responsable y ultra protectora con su hija. Quizás si en su momento hubiera sido así con Violet las cosas no se habrían desarrollado como sucedieron, podría haber evitado un mal mayor que, finalmente, casi se da por completo y se lleva una parte de ella en el proceso. Suspiró con pesadez tomando un par de platos y entregándoselos para que los colocara en la mesa y pudieran comer antes de que la comida se enfriara entre tanta palabrería. Permitiéndose observarla de reojo, y esbozando una sonrisa divertida cuando se iba aún con caminar indignado por su ‘poca confianza’.

—En verdad no es que no me fíe de ti— comunicó entrando en el comedor con una jarra de agua y dejándola sobre la mesa para tomar asiento. —, no me fío de cómo vayan los demás— puntualizó vertiendo agua en su vaso y en el contrario antes de inclinarse sobre la fuente y poner algo de comida y un trozo de carne en el plato de Lëia y lo mismo en el suyo propio. —No pretendas conseguir dos cosas en un mismo día, no cederé— advirtió con firmeza, alzando ambas cejas para darle a entender a su hija que su decisión era clara y haría falta que el cielo se abriera en dos y los jinetes del apocalipsis aparecieran para que le diera permiso para sacarse la licencia de vuelo y comprarle una escoba. Troceó la carne, estirándose para tomar un poco de ensalada y solo alzando la mirada de su cena ante sus palabras. —¿Un libro de pociones antiguo?— cuestionó extrañada, sin saber exactamente qué era lo que quería. En la biblioteca tendrían todo tipo de libros de pociones, tanto antiguo como más actualizado. —Puede que tus tíos conozcan de alguno, ¿por qué no le preguntas a Riorden cuando lo veas?— preguntó entonces ella sin darle mayor importancia a lo que pedía pero, en cierto modo, sintiendo alivio porque su petición, a su parecer, era mejor que una escoba.

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Zoey A. Campbell
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