Comienzo a rebuscar entre los cajones de la cocina, nerviosa, hasta que decido que si sigo así ni siquiera podré sostener un cuchillo sin que se me caiga después de cinco minutos. Tomo un segundo para respirar hondo, procurando no parecer desesperada, y cuando devuelvo la vista veo a Trevor con un cuchillo, lo imito y agarro uno un poco más largo, y por ende ligeramente más pesado. No es que sea una carga muy grande, pero hace años que sólo los uso para cocinar, y eso si no decido antes salir a comer fuera. Apenas me llegan las palabras de Trevor al oído (en realidad es que estoy tan perdida y con miedo que las escucho pero no logro procesarlas del todo), pero me quedo quieta en mi lugar hasta que la puerta se abre y veo un arma levantarse. Instintivamente él cierra la puerta y camina con valor hacia la de adelante. Lo sigo con pasos temblorosos y me detengo detrás de él. Mis ojos reparan en todas las personas que van cayendo, ahí se va la vieja señora Evans y otros vencedores más que prefiero no intentar reconocer, tal vez sería doloroso si encuentro alguno de mis amigos entre los caídos. Entonces recuerdo todas esas veces que vi las mismas escenas de sangre y guerra en la arena, pero que siempre decidí ignorar mientras me sentaba en un sillón, cuando lo único que hacía era compadecerme de ellos y llorar por mis tributos allegados, SÓLO hacía eso, y ahora veo las consecuencias. O bueno, lo veo desde su punto de vista. Yo ya estuve en la arena, ya sufrí todo eso, pero justo ahora es como si volviera a otra reforzada y diseñada para que ninguno salga vivo mago o humano.

Trevor me saca de mis pensamientos en cuanto toma mi mano y como primera reacción aprieto la de él y también pongo más fuerza alrededor del cuchillo. Luego de ver todas esas personas morir prefiero quedarme alerta para no acabar así, aún quiero tratar de componer mi vida, aunque sea casi imposible. Siento la mano de Trevor soltar la mía, y por un momento de inquietante temor, creo que lo he perdido, puesto que escucho su voz quejándose por dolor, pero no lo veo. Me calmo y entonces reparo en el piso. Cuando se pone de pie vuelvo a amarrar su mano con la mía, como si de esa manera no fuera a perderlo nunca, como si de esa manera nadie me lo fuera a quitar. Si hay algo que jamás podría manejar, eso sería su muerte. No tengo tiempo de responder a su pregunta, porque me jala para escondernos tras una pared justo cuando un nuevo grupo de agentes llega para terminar su trabajo. Ahogo mi respiración y trato de camuflarme todo lo que puedo, o eso creo, porque lo único que hago es apretujarme contra la pared, y como resultado jalar más a Trevor contra la misma. Cuando veo que el último agente se marcha en la dirección opuesta a donde estamos, volteo a ver a mi amigo. - No creo que sea seguro ir por ahí pero... Tal vez si encontramos a Anthony y Sam... Tal vez ellos aún no han... - Un sollozo se me escapa, no puedo controlarme, y es que la sola de idea de que alguno de los dos haya muerto me come viva. Claro que si sólo somos Trevor y yo podríamos tener más posibilidades de escapar, aún así, quiero asegurarme de que están bien antes de arrepentirme o morir de la angustia.

Estoy por sugerir otro sitio, cuando un click-click llama mi atención, el sonido de un arma que está por ser disparada. Maldición. Me escurro lo más rápido por la pared cuando escucho la pistola dispararse, bien al menos no me atravesó el cerebro. Debemos ser más rápidos, y esto sólo lo lograré soltando a Trevor, aunque me ponga como histérica. Hay que sobrevivir, y para eso necesitamos más que simples cuchillos de cocina, necesitamos un arma que de verdad nos de una oportunidad para salir de aquí.

Con Trevor,. Intento robar un arma.

Si no fuera porque se perfectamente como van las cosas, casi estaría más perdido que todos los que viven en este lugar. Sin duda lo que antes parecían ser edificios super impresionantes no son ahora más que restos de un lugar que acabará en el olvido cuando todo esté consumido en cenizas, y del cuál hablar en público no estará muy bien visto. Viejas glorias enfrascadas en una batalla campal que me recuerda a todo lo que tuve que pasar durante todos estos años por hacerme siquiera un hueco entre todo el grupo de rebeldes que se repartía por toda Europa, y que me valió la alegría y el orgullo de mi familia, esa que siempre estuvo ahí y que no me dió de lado en ningún momento.

Estoy dentro de una de las casa de los vencedores, mirando por todos lados si es que hay algo que merezca la pena o llame simplemente mi atención, pero las explosiones están dejando todo hecho una mierda y no hay quien de un palo al agua, así que a lo sumo encuentro diferentes trozos de periódicos viejos, objetos electrónicos completamente dañados y mucha, mucha ropa. Nada que usar a mi favor, así que obviamente no tengo más que éste cuchillo. Salgo de la casa para meterme en otra, y cuando creo que ya no hay más casas en pie, me fijo en que muchos de los que viven en la isla van de un lado a otro sin saber muy bien que hacer hasta que parece ser que se dan cuenta de lo que está pasando en este lugar. Es su turno de que aprendan - ¡Eh, tú! - llamo la atención de uno de mis compañeros que, henchido de rabia, arremete contra uno de los agentes sin darle tiempo siquiera a defenderse - ¿Ya no hay más? - estoy un tanto decepcionado, ¡esperaba algo más! Sin embargo me señala a todas partes y es cuando reparo en que todo el mundo está enfrentándose a alguien, y que yo soy el único que no está haciendo más que vagar de casa en casa con la esperanza de encontrar a alguien escondido. Una completa estupidez.

No me lo pienso más y cuando antes mi estrategia era ir por las viviendas, ahora me dedico a ir por plena calle lanzando cuchillazos a diestro y siniestro, a veces un tanto torpe, otras con demasiada facilidad. Termino por escuchar disparos provenientes de una de las casas y casi estoy por dejarlo ir, pero se que hay gente de los míos dentro y eso hace que me pique la curiosidad. Llego a tiempo de ver como una mujer dispara contra varios de mis compañeros y yo, sin pensármelo y con tan solo un cuchillo, me abalanzo sobre ella sin temor a lo que me pueda pasar - ¡No te atrevas a disparar una vez más! -

La bala pasa rozando mi oreja, pues puedo escuchar el silbido y, segundos después, el sonido de ésta atravesando el armario y dejando un pequeño agujero a pocos centímetros de donde tenía la oreja. Durante unos segundos, el desconcierto reina en mi habitación, circunstancia que decido aprovechar, arriesgando mi vida al lanzarme encima de uno de los dos hombres, quien cae el suelo y se golpea la cabeza con el escritorio que André ha movido hace escasos minutos. Su compañero me mira con un gesto de sorpresa en la cara, y para cuando quiere reaccionar, yo ya estoy apuntándole con una pistola que le he robado al que está debajo de mí. En cuestión de segundos estoy apretando el gatillo hacia el hombre que hay a mi derecha y veo cómo su cuerpo cae al suelo, sin vida, y el reguero de sangre que le sale del pecho. Y a pesar de que noto las lágrimas amenazar con caer, me muerdo el labio y aprieto de nuevo el gatillo para acabar con la vida del hombre que estoy intentando aplastar, aunque sin mucho éxito porque soy bastante delgada.

Estoy intentando quitarle la pistola de las manos al que me acabo de cargar para dársela a André e intentar ambos salir de aquí; sin embargo, cuando casi lo he conseguido, un rebelde irrumpe en mi dormitorio, alzando un cuchillo y amenazándome. Niego con la cabeza a lo que dice y vuelvo a morderme el labio para controlarme y no decir unas palabras que pueden ponerme en un peligro aún mayor. ¿No se suponía que el gobierno de los Black era el único que hacía daño a la gente, que jugaba con las vidas de los inocentes? Nosotros no hemos hecho nada malo. Y así es como vuelvo a disparar a la misma vez que el joven se lanza sobre mí, intentando clavarme el cuchillo. Cierro los ojos tal y como he hecho antes con el disparo que iba dirigido a mí, temiendo por mi vida una vez más.

Me defiendo de Reynald y le ataco.

Después de matar al mentor más anciano de la Isla, me dedico a correr de un lado a otro, evitando, principalmente, encontrarme con Aaron porque no sé qué narices está haciendo aquí. ¿Ahora se va a dedicar a ser el perrito faldero de los rebeldes para tener una tapadera aún mayor? Probablemente esté muerto de miedo por si descubren todas y cada una de las traiciones y jugarretas que les ha hecho a esas personas que han confiado en él desde que era un adolescente, desde que nuestro supuesto padre murió. Y sin embargo, él se ha dedicado a clavarles su puñal por la espalda, a traicionar la confianza que habían depositado en él. A pesar de que ahora sé que es mi medio hermano y tampoco quiero que le hagan daño, al menos no por Ethan, no puedo evitar sentir curiosidad por saber cómo serían las cosas si al final esa rata traidora fuera cazada por el gato; Alec estaría de acuerdo conmigo porque siempre pensó lo mismo de él.

Al final, en mi afán por distanciarme todo lo posible de Aaron, decido entrar en una de las casas de los Vencedores para llevarme algo de valor, sin intención de herir a nadie más a no ser que no me quede más remedio. Pero por desgracia, mis planes, como otras tantas veces ya, se tuercen y pasa lo que menos quería: acabo encontrándome con dos mentores, y una de ellos tiene un arma mientras que a sus pies dos de mi compañeros están ahí, inconscientes e indefensos por ese estado, o puede que incluso muertos. Sé que decirles que no quiero hacerles daño no va a servir de nada, que no me van a creer, al menos no después de que dos de mis aliados hayan intentando matarlos o vete tú a saber qué. Por eso decido no decir nada, sino simplemente sacar mi varita y apuntar a la chica, pues es la que me puede hacer daño al tener con qué atacar.

Sé que cuanto más me retrase en atacar, más estoy arriesgando mi vida y el perder de vista a dos mentores cuando nuestra misión es evitar eso, así que con la varita apuntando a la rubia, murmuro un hechizo muy a muy pesar: — Verdimillious Tria. — Un movimiento de varita basta para una energía verde se alce y empiecen las chispas de descargas eléctricas alrededor.

Ataco a Genevieve + plus de ataque.

El tiempo que he pasado en casa de sam no ha hecho nada más que volverme loco, no he podido pegar el ojo y en más de una ocasión me he visto absorto en el lado de la cama donde debería estar ella, la necesito aquí conmigo y ella sencillamente no esta, tras varias vueltas en la habitación me abrazo a su almohada inhalando su aroma y un enorme vuelco en el pecho me hace gritar, me falta el aire y de un momento a otro estoy en el suelo, me aferro al pie de la cama pero no es suficiente, para cuando me doy cuenta estoy hiriéndome a mi mismo mientras trato de recobrar la compostura, este ha sido sólo el primer ataque de pánico. Me pongo de pie y bajo hasta la cocina donde tomo una botella de whisky y sin necesidad e vaso comienzo a beber directamente de la botella, ella está muerta y yo no quiero creerlo, no debo creerlo, pero es lo más lógico. Todos volvimos menos ella, -¿Por qué ella? ¿Por qué no yo? - pregunto a la nada en la cocina que está a oscuras de no ser por la luz de la calle que ha llegado a alumbrarme el camino hasta la alacena.

48 horas de no verla, de no saber nada de ella, de no sentir el tacto cálido de su piel, de no escuchar los latidos tranquilizadores de su corazón, de no tener a mi esposa a mi lado. Bebo la última gota de la botella y me obligo a llegar a la ducha de agua fría, no he comido nada y lo único que hay en mi sistema es una botella completa de whisky, media de tequila y un trago de ron cuya botella me acompaña hasta la ducha. Me meto bajo el chorro de agua fría pero no me molesto en absoluto en retirarme aún cuando mi piel lo exige, mantengo el agua corriendo y respiro hondo con la cabizbajo haciéndome a la idea de que no la veré de nuevo.

Cuando termino de ducharme me visto con lo primero que encuentro y me dejo caer de nuevo en la cama con el cabello escurriendo y tras intentar dormir lo único que logro es seguir bebiendo de la botella de ron. Una explosión se escucha a lo lejos y puedo ver el destello por la ventana, no me pongo de pie, tampoco me interesa, sé que ella no está en la isla y que estará muerta como yo muy pronto, me siento cuando escucho golpes en la puerta y bebo más de la botella, estarán aquí en cualquier momento y no tengo en mente oponerme ¿Para qué hacerlo?

Menos de diez segundos ha tomado el que ellos lleguen hasta la habitación, me miran y me apuntan con un arma - Llegan a tiempo- bromeo dejando notar que no estoy completamente sobrio y que tengo encima más de dos copas de ron - Pensé que toooodo este rollo me iba a obligaaaaar a bajar para que pudiesen mataaaarme en la entrada de mi casa- suelto un hipo - perdón.. quiero decirrr de la casa de mi esposa que probablemente está muerta- una risa sale de no se dónde y el tipo que me apunta no hace más que seguirme apuntando - Vengaaaa, dispara yaaaa, yo no-no pelearé coooontigooo- el hombre me mira confundido y dispara en la pierna, haciéndome soltar un grito que aún con más alcohol que sangre en las venas puedo sentir - Iiiiiiiimbécil, te he pedido que me maaaates, ¿Sabes la diferencia entre maaaaaatar y disparaaaaaaaar en una pieeeeerna? seguro que noooo- me río a carcajadas sintiendo el punzante dolor en mi pierna -¡Sólo quiero estar con ella maldita sea!- grito mientras me retuerzo ahogado en lágrimas en la cama, el hombre me levanta de mala gana y me baja bruscamente hasta la planta baja.

Anthony se rinde

No sabía que cojones estaba pasando en la Isla en aquel momento, la verdad era que me encontraba bastante confuso, muy confuso y mentiría si no diría que no estaba asustado. La Isla se había convertido en algo terrible. Nos habían empezado a atacar, en las calles donde antes paseábamos yacían cadáveres de personas que conocíamos, cadáveres de Mentores, de Agentes de la Paz que nos protegían.. ¿pero de que nos estaban protegiendo exactamente? No podía entenderlo pero de alguna manera, en la habitación de Astrid, además con Astrid, me sentía más seguro. A los dos se nos estaba haciendo el tiempo bastante pesado, no sabíamos lo que estaba pasando fuera, solo sabíamos que había una guerra, que nos estaban atacando sin razón alguna o por lo menos una razón que no sabíamos o comprendíamos.. No paraba de estar al lado de Astrid y darle la mano para que no estuviese asustada, pero la cosa era que yo también lo estaba. Todo aquello me recordaba bastante a la arena en la que estaba, cuerpos, fuego.. no quería pasar de nuevo por aquello.

Las palabras de Astrid no me sorprendieron en absoluto ya que ya tenía más que nada metido en la cabeza que Astrid estaba colada por mi y la verdad era.. era que yo también sentía aquellos sentimientos por ella, pero no sabía exactamente como decírselo, como precisamente explicármelo a mi mismo porque sentía aquello, pero aquel momento no era exacto para pensar en aquellas cosas, teníamos peores cosas en la cabeza y una de ellas era que estaban intentando meterse en nuestra habitación. Le di un beso en la mejilla a Astrid, esperando a que no le pasase nada, vamos, antes de que le pasase algo a Astrid, tendrían que pasar por encima de mi cadáver.

Cuando derrumbaron la puerta y escuché el disparo me quedé completamente congelado y me giré rápidamente a mirar a Astrid.. no la vi dañada y eso me tranquilizó, pero vi como atacaba a una de esas personas y la dejaba muerta en el suelo. La miré completamente asombrado de lo que había hecho. Fui rápidamente a atacar a otro de ellos, ya que eran tres y Astrid había acabado con dos. Me lancé sobre el y lo tumbé en el suelo, dandole unos cuantos puñetazos en la cara. Cuando lo dejé bastante moribundo después de los puñetazos, comencé rápidamente a rastrearle entre la ropa para ver si encontraba algo útil para defendernos Astrid y yo, aunque claramente Astrid estaba servida.

Llegué a la casa de Sidney y sentí ese abrazo tan familiar el cual envolví con todas mis fuerzas, pero las bombas seguían cayendo y la casa solo era cuestión de segundos que se derrumbase con ellos dentro. No teníamos tiempo de pensar en nada así que la cogí de la mano y la saqué arrastras de allí.- No lo sé, Sidney, no sé porqué nos están atacando.- los nervios se estaban apoderando de mi y más cuando Sidney se ponía a gritar como una histérica.- Pero por favor, cállate y no te pongas histérica.- una bomba cayó cerca de nosotros y un disparo que me heló la sangre. Un disparo a alguien que hizo que me quedara en seco en mitad de todo y que no reaccionara. Andy. Habían matado a Andy. Mis extremidades no reaccionaban, ni escuchaba la voz de Sidney, ni tampoco me di cuenta cuando Arianne se había separado de nosotros.

Mis ojos solo veían el cuerpo de Anderson tirado en la calle con el reguero de sangre que salía de su cabeza y no dudé ni un segundo en lanzarme hacia él para cogerlo y retirarlo de todos esos putos de mierda. Las lágrimas querían salir de mis ojos, pero apreté la mandíbula intentando que no saliesen mientras cogía el cuerpo de Anderson en brazos y salía de allí.- ¡¡Sidney!!, ponte a cubierto y róbale un arma a esos putos.- oí un disparo cerca de mi y un puñetazo impactó en mi costado, cayendo de rodillas y dejando caer el cuerpo.- No, no, Anderson, no.- gemí y me volví hacia el agente o el rebelde o el que fuera.- ¡¡Déjalo en paz!!- le grité, viendo en vano como otro se lo llevaba y cogí una piedra para intentar estamparsela en la cabeza al cabrón y coger su arma, con tan solo el cuchillo no podía defenderme.