The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jolene W. Yorkey
Mentor
Siempre me gustó el otoño. Era la época del año en la cual mamá comenzaba a preparar chocolate caliente y las hojas de colores bonitos decoraban nuestro jardín, de modo que con Lyon y Eri siempre íbamos a saltar en ellas para escuchar como se rompían bajo el peso de nuestros pies. Ahora todo parece un poco más apagado, tal vez porque ya no soy tan pequeña y no tengo las mismas ilusiones, o porque estas hojas no son las mismas hojas que adoraba aplastar. Es un día nublado y frío, pero parece que la lluvia todavía está lejos y, cuando me subo la bufanda para taparme la nariz, me siento abrigada de más. La capucha de mi capa me ayuda a mantenerme fuera de la vista de las miradas curiosas, pero en éste bosque, justo en las afueras del distrito trece, parece que no hay nadie curioso que quiera mirar. Jordan es mi única compañía; bueno, él y su bolsa de armas, que muy amablemente aceptó traer ya que, por obviedad, mis cuchillos no eran realmente útiles en esta ocasión.

Alex no vino en esta ocasión y todavía no comprendo bien el motivo, pero sospecho que estaba preparando una cena sorpresa a juzgar por las bolsas de comida mal escondidas bajo el sofá de la sala. Su humor ha ido mejorando poco a poco luego de mi regreso, pero por el momento, no hemos hablado de su familia, ni de los mentores, incluso cuando tengo entendido que Jordan se tomó la molestia de darle algunas explicaciones. Eso ha ayudado mucho, porque siento que le estoy mintiendo un poquitito menos a la única amiga que tengo hoy en día. Es mucho más sencillo cuando no tengo que andar ocultando de dónde vengo, aunque no estoy muy segura de hacia dónde voy. Y con tantas promesas, tantas idas y venidas, Jordan ha aceptado enseñarme algunas pequeñas cosas que puedan serme de utilidad en el camino que estoy pensando seguir; y ni hablar con que le metieron precio a mi cabeza, lo que en realidad no me sorprende.

Miro un momento el claro y aparto la capucha de mi rostro, dejando caer la cabellera rubia que ha crecido bastante en estos meses, y me limpio las manos contra la ropa aunque la verdad es que no necesitan limpieza. Observo en silencio como Jordan se ocupa de sus cosas, analizando la línea que se forma en su frente cuando parece tan concentrado en algo, y acabo sonriendo a medias – pero qué serio – comento con voz gruesa, frunciendo el ceño y torciendo los labios para imitarlo, aunque acabo aflojando el rostro con cierta diversión y me siento en una roca. Puedo escuchar un ave revoloteando a lo lejos y estiro el cuello por si alcanzo a verle entre las ramas, pero al no lograrlo, regreso la atención a mi acompañante - ¿tendré que pasarme la tarde escuchando como me das órdenes? – le recrimino, aunque no me demoro en permitir que una sonrisa se asome poco a poco por mi boca – da igual, ya quiero empezar.

Hace demasiado tiempo que me encuentro quieta. Casi dormida, esperando gente que, aparentemente, jamás va a regresar. Es hora de hacer algo productivo.
Jolene W. Yorkey
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Invitado
Invitado
Las conversaciones privadas por Alex acabaron la misma tarde en la que le expliqué porqué me comportaba como un lunático. Supongo que después de que se comiera todos los pudin que compré para ella tras semanas de haberlos tenido que tirar porque se pasaban de fecha, todas las cosas se han arreglado entre nosotros. De todas maneras de alguna forma siento que las cosas no van a volver a ser iguales. A veces mientras me meto en la cama escucho risas al otro lado de la puerta, a veces oigo gritos, murmullos, pero jamás pasos hacia mi cama. Echo de menos esos días, incluso me da un poco de envidia estar siendo desplazado de labores tan sencillas como poner mi mano sobre la cabeza de Alex hasta que volviera a dormirse tras una pesadilla. Pero supongo que eso es algo así como el síndrome del hijo único. Cuando lo tienes todo para ti, de pronto, que alguien lo toque, te molesta. Jolene es una buena persona, cuida bien de ella, tengo que ceder.

Entre otras labores que me asigné, está la de entrenar a Jolene porque después de meternos un susto tremendo cazando una criatura que hasta Alex podría cazar... y no es que dude de sus capacidades, pero digamos que no es la persona más consecuente y experta del mundo; los cuchillos no son una herramienta buena para nada, ni siquiera para defenderse si algún día le hace falta, y aunque ella no está de acuerdo del todo porque está cómoda con los cuchillos, somos dos en casa y una especie de democracia, así que al final tuvo que ceder. Conduzco todo el camino hacia las afueras con la motocicleta, y ajustándole detrás de la espalda de Jolene, en la barrilla, un contenedor, considerablemente más grande por dentro, que lleva todo lo que podríamos necesitar, incluso comida.

Cuando considero que nos hemos alejado bastante y que nadie va a encontrarnos por casualidad, aparto la moto cerca de un árbol y bajo sacando algunas cosas del contenedor. A veces tengo la sensación de que tengo que pararme de puntillas para alcanzar las cosas que están más al fondo. Su comentario sobre mi seriedad me hace reír ligeramente mientras tiro de una ballesta que tiene al menos el triple de tamaño que mi brazo. Después, busco las consecuentes flechas. - Yo no doy órdenes todo el día. - Me quejo ligeramente cerrando el contenedor para avanzar hacia donde está dejar las recargas cerca de la roca donde está sentada y haciendo un gesto con mi mano. - Anda, vamos. - Me doy cuenta de que ha sonado como una orden y ruedo los ojos. - Por favor. ¿eres tan amable de venir conmigo? - Comento a modo de broma, exagerando aquella petición hasta rozar lo ridículo. - Bueno vale, tal vez si me pase el día dándote órdenes pero son órdenes que te daré con cariño - Acabo riéndome de lo estúpido que suena. - Esta es Susan - Apoyo la ballesta contra el lateral de mi estómago y la miro un momento antes de volver a Jolene con cara de "si, le puse nombre a mi arma, cállate" - Y te la voy a prestar porque me caes bien, pero que sepas que estoy poniendo en tus manos mi arma favorita. - Más que favorita, es prácticamente una parte de mi mismo después de todo el tiempo que lleva conmigo.

La tomo con ambas manos, la giro y espero que la coja. Sé que algunas de las armas que he traído no le son del todo desconocidas porque revisé su arena antes de elegirlas, aunque no fui capaz de verla toda no solo por respeto hacia ella, sino un poco por la propia angustia que verla en esa situación me provocó. Intenté hacerlo en el portátil, de forma que pudiera cerrarlo si ella o Jolene aparecían de improviso. Sinceramente a estas alturas prefería que pensaran que estaba viendo pornografía. - La gracia de un arma y la base de su manejo, está en que te sientas bien con ella. Esta pesa un poco demás para ti, creo, pero bueno. Espero que no te sea muy incómodo. -
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Jolene W. Yorkey
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Recibir órdenes de alguien que acaba de afirmar que no suele darlas me arranca la risa más cantarina y sonora de los últimos meses, logrando también que alce una ceja y abra mi mano hacia él en un claro gesto de "ahí lo tienes", pero él solito se ocupa de arreglar su pequeño error, de modo que me levanto de la roca de un saltito firme, irguiendo mi espalda como las señoritas de los tiempos antiguos, pegando los brazos a mis costados - como usted diga, señor - mascullo. Jordan me "presenta" a su ballesta y yo bajo la mirada hacia aquella arma en apariencia tan pesada, y me tengo que morder la lengua para no seguir riéndome de él. Sin embargo, cuando termina con su explicación, no puedo contenerme - ¿vas a prestarme a tu novia? Wow. Me siento halagada. Ahora entiendo muchas cosas - la ironía suena amistosa, casi del todo amable, pero mi sonrisa ladeada es una mueca burlona. Incluso doy un paso hacia atrás por si decide vengarse, aunque probablemente no lo haga. Hemos vivido lo suficiente juntos como para conocernos y, a pesar de que hace muy poco me estoy permitiendo el hacer algunas bromas, sospecho que él ya se ha acostumbrado.

Ahora mismo es la clase de momentos en los cuales puedo observar con claridad los motivos por los cuales Jordan me recuerda tanto a Anderson Looper. No es el cabello oscuro, ni la cara de niño bueno, ni la complexión delgada. Es su motocicleta, su ballesta. ¿Una persona puede recordarte tanto a una y, al mismo tiempo, parecer tan diferente?  Tal vez por estos pensamientos me demoro un momento en percatarme de que ha colocado el arma en posición para que yo me haga con ella, por lo que parpadeo y la tomo con cierta torpeza, disculpándome con una muequita. Tiene razón, es grande para mí y algo pesada, lo que consigue que el brazo se me caiga un momento hacia abajo antes de afirmarlo para poder levantarla. Tengo que admitir que "Susan" tiene su encanto; parece ser la clase de arma segura y que se adapta bien a tu anatomía si llegas a conocerla mejor, aunque me parece menos controlable que los cuchillos a los cuales tanto me he acostumbrado y que reposan en el cinturón que llevo puesto. Antes había diez de ellos, todos con mi nombre grabado, ahora solamente quedan nueve. Uno quedó de recuerdo en el escritorio de mi padre, manchado de color carmesí.

Me estremezco, pero finjo que es por la brisa. Me giro para no apuntarle a él y la coloco en posición, como he visto hacer tantas otras veces, buscando un blanco - ¿no te es incómoda para cazar criaturas? No parece ser la clase de arma que te permita moverte rápido - le comento, parpadeando un momento y chequeando un ave sobre una rama. De todas formas, no se me antoja matar a un ser vivo. En su lugar me fijo en una mancha de musgo sobre el tronco de un árbol - creo que prefiero el peso del arco. Aunque si te soy honesta, el mecanismo de las flechas hasta resulta cómodo - toqueteo un momento para chequear que no me estoy equivocando, y, al cabo de un momento, disparo. La flecha queda clavada justo encima del musgo, lo que me hace chasquear la lengua con desaprobación y bajo la ballesta - Estoy oxidada.

He pasado meses entrenándome en secreto antes de presentarme voluntaria, escondiendo armas improvisadas entre los matorrales de un prado. He sido entrenada en el centro y enviada a una arena de la cual logré salir viva. Y ahora no soy capaz de darle a un simple cacho de musgo. Eso me molesta lo suficiente como para tomar aire y, centrándome, vuelvo a disparar. La flecha se clava en mi objetivo, no tan al centro como me gustaría, pero eso consigue que sonría con suficiencia. Me giro hacia Jordan, alzando un poco las cejas - ya lo sé, un objetivo en movimiento es mucho más complicado. Pero no estoy tan mal, ¿no? - una pequeña duda se me viene a la mente, y no puedo evitar ladear la cabeza con el ceño algo fruncido en cuanto me decido a decirla en voz alta - ¿Cómo es que permites que alguien como Alex, sea cazadora? Es algo que... bueno. No parece ir con ella.

Es extraño, pero es la primera vez que noto algo como eso.
Jolene W. Yorkey
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Invitado
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Soy demasiado lento para indignarme por lo de "Mi Novia Susan" porque lo cierto es que Dylan se pasa todo el día bromeando con eso. Más que nada, lo primero de lo que me doy cuenta es precisamente del hecho de que ha hecho una broma. - No es mi.... arg - Suelto un bufido que pretende sonar molesto pero no suena así en absoluto. - Bueno sí, las armas no me gritan, y además se me dan mejor que las chicas - Hago varios exagerados gestos con las manos mientras avanzo junto a ella para acercarnos al claro. - Pero creía que eso ya lo sabías - Nos detenemos en medio del claro mirando hacia un árbol concreto que tiene una marca de moho que se ve desde la distancia. Antes que ponerme a explicar como usarla, me limito a esperar a que utilice la ballesta por inercia, por lo que sabe, o ha visto hacer a otros.

No lo hace tan mal, aunque al principio me hacen gracias los gestos de frustración que asoman en su rostro. - No, en absoluto. Esa arma está hecha en proporción a mi fuerza y peso, así que para mi no es incómoda. - Ella es más pequeña que yo, por eso le pesa en exceso. Después de varios intentos, unos mejores que otros, suspiro un tanto indignado ante eso de que prefiere el arco; es la disputa oficial entre los cazadores. ¿Arco o ballesta? yo crecí en la rama de los cazadores que prefiere la ballesta y como buen cazador con ballesta que soy, odio los arqueros. - El arco es para nenas. Además, puestos a comparar rapidez de reacción, el arco es bastante más lento. - Mi voz suena como la de una digna persona que tiene respuestas para todo, aunque en el 60% de ellas, ni siquiera las tenga.

Chasco la lengua fingiendo que lo hace fatal cuando me pide un poco de tregua aunque se nota a leguas que es una broma. - La ballesta no tiene su encanto. La ballesta enamora. - Remarco la última palabra poniéndome detrás de ella mientras utilizo mis propias manos para corregir su postura y ubicar las suyas en el arma colocándola en la forma correcta para un buen disparo. La pregunta sobre Alex me pilla un poco desprevenido. ¿No son esta clase de cosas las que se cuentan todas las noches antes de dormir? - Bueno - Me separo un poco, lo justo como para poder ver su rostro. - Tenía tan solo 11 años cuando la encontré tirada en un bosque. No recordaba su nombre, donde vivía, nada sobre ella. Yo tenía que moverme, y si iba a ayudarla a encontrar a su familia debía venir conmigo - Esa última parte de mis palabras me saben ligeramente amargas. Tantas veces que le prometí que los encontraría y tantas veces que le fallé. - Antes de darme cuenta ya le estaba enseñando cosas. Como a ti, aunque con una ligera.... diferencia a lo que estoy haciendo ahora contigo. - Suelto una leve risa en la última palabra. - Tengo que admitir que enseñarle a disparar a Alex casi me cuesta la vida. - Levanto la pernera del pantalón donde cerca de los gemelos se puede ver un rasguño, ahora cicatriz. -  Esa vez solo me rozó, pero también me clavó una flecha en un brazo - Me busco la marca, pero no está. - Estábamos en el capitolio y mi madrina tiene contactos así que... creo que la borraron - Chasco la lengua.

No es hasta que ella lo ha dicho que me doy cuenta de que tiene razón. Alex ni siquiera pega en el mundo en el que la sumí por la fuerza y en el que ahora se acomodó. - Supongo que... - Levanto su brazo, apuntando con la ballesta en un ángulo por encima de la cabeza de ambos y después disparo el arma. - ...podrá dejarlo cuando encuentre a su familia de verdad. - Intento distraerme con algo para que mis palabras no suenen tan amargas como las siento, pero lo cierto es que no soy capaz de identificar ni siquiera el tono con el que hablo. Sigo la flecha con la mirada que se eleva en todo lo alto y desaparece un par de segundos antes de caer otra vez partiendo justo por la mitad, la flecha mal clavada que consiguió acertar antes, cosa que le arranca a mi ego una sonrisa de satisfacción.
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Jolene W. Yorkey
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Claro que ya lo sabía, pero siento que decirlo con tanta libertad debe ser un poco insultante para él y su "orgullo de hombre", o alguna de esas cosas que le escuché decir alguna vez a mi hermano y a sus amigos cuando compartíamos casa y escuchaba como se reían como idiotas desde la sala. Sus comentarios sobre que el arco es cosa de "nenas" consiguen que deje un momento de lado todo el asunto de calcular y disparar para mirarle sobre mi hombro con una ceja alzada - bueno, para tu información, yo soy una de esas "nenas" y te aseguro, que si alguna sabe usar bien las armas, puede transformarte en una "nena" también - le sonrío con gracia para informar que no ando hablando en serio (o al menos, no tanto), para luego no poder resistirme y lanzar una risotada que retumba en el bosque. ¿Que la ballesta enamora? Podría hacer cientos de bromas sobre eso, pero luego me doy cuenta de que tiene una relación con ella muy parecida a la que tengo yo con mis cuchillos. No me separaría nunca de ellos, porque es la única forma que tengo para sentirme realmente segura, incluso cuando parecen inofensivos. Tal vez dentro de poco también comience a ponerle nombres.

Doy un pequeño respingo en cuanto se coloca detrás de mí, porque no recuerdo cuando fue la última vez que una persona se ha acercado demasiado a mi persona sin intenciones de matarme, para luego aflojar un poco mis músculos y así dejo que él me acomode a su antojo. He escuchado otras veces la historia de Alex, pero creo que nunca dejaré de preguntarme sobre su pasado, qué debe haber sentido una niña al encontrarse sola y qué pudo pasarle para que acabe en esa situación. Por las noches, mientras intento dormir, suelo hacerme preguntas sobre ello, intentando conectar los pocos datos que tenemos, pero parece ser en vano. Sonrío un poco en cuanto se pone a contar sus cicatrices y por un momento, me demoro en responder, pero cuando lo hago, mi voz suena mucho más tranquila y cuidadosa que antes - no me sorprende. Es casi un milagro que todavía conserves los dos ojos - comento, dándole un golpe amistoso con el puño cerrado en el hombro, pero eso consigue que la ballesta se me tambaleé un poco y tengo que volver a sostenerla con ambas manos para que no acabe en el suelo. Tengo la ligera sospecha de que si cometo alguna idiotez con Susan, Jordan va a matarme.

Por un momento me siento como una marioneta, siendo manejada sin ningún esfuerzo por el muchacho que me acompaña y que, aunque a veces parezca un desconocido, poco a poco voy conociendo mejor. Las flechas salen a su antojo y, durante un momento, no tengo idea de lo que está intentando hacer, hasta que veo como la mitad de la flecha cae al suelo y me doy cuenta de la sonrisita en el rostro de Jordan. Le doy un codazo amistoso, aprovechando nuestra cercanía, intentando parecer más animada de lo que él aparenta estar - seguro le enseñaste bien, y por eso estás tan entero - le tiendo la ballesta y voy hacia el árbol, arrancando las flechas que yo solita he disparado, teniendo que tironear un poco de una de ellas para poder arrancarla de la corteza - Alex nunca te abandonaría. Lo sabes, ¿verdad? - lo miro sobre mi hombro un momento hasta que me hago con todas las flechas y entonces me giro para enfrentarlo, casi pidiéndole disculpas con la mirada al encogerme un poco en mi sitio - le importas demasiado y sé que de verdad aprecia todo lo que haces por ella, incluso cuando parece enfadada o... bueno. Ya sabes - tengo entendido que las cosas no han ido iguales o sencillas desde que he regresado, pero eso ya es problema de ellos porque yo no puedo hacer nada más que observar como se acomodan solitos después de tanto tiempo viviendo juntos. Es muy sencillo sentirse el mal tercio entre ellos, incluso cuando prácticamente me han adoptado sin saber nada de mí.

Me acerco y le tiendo las flechas, carraspeando como si de esa forma, el ambiente pudiese lavarse - estoy comenzando a sospechar que tienes una manía con adoptar chicas en apuros, Jordan. Hasta creo que Susan se pondrá celosa - le doy una palmadita a la ballesta fingiendo un penoso y burlón consuelo y, para variar, me río de mi propio chiste. Con intenciones de abandonar el tema de Alex al menos por un momento, me paro un poco más derecha, con algo más de seriedad, y saco una de las dagas que decoran mi cinto; la girar en mis dedos rápidamente, como si fuesen simplemente una extremidad más de mi anatomía, y se la tiendo a Jordan, sujetándola por la hoja para que él pueda agarrar el mango - Bueno, señorito, la verdad es que me gustaría ver un poco de lo que tiene el maestro. ¿Qué pasa si dejas a Susan un momento por... Gabriel? Aunque si te hace sentir más cómodo, se puede llamar Gabriella por un rato - doy un par de pasos hacia atrás para darle espacio, retándolo con la mirada - si vas a ayudarme a entrar en un lugar como la Isla, me gustaría confirmar que tengo un guardaespaldas completo - y ahí va otra sonrisa, como si todo esto fuese un juego.

Y claro que lo es. Son mis juegos.
Jolene W. Yorkey
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Suelto una risa ante su empeño por defender los arcos ridiculizandome a mi, en el hipotético caso de que mi contrincante sepa usarlo más que yo la ballesta. - uuuh, si te estás picando.... así que te gustan las armas de nenas. - Pongo mi pose más sugerente, como si de verdad se tuviese que usar en una ocasión así procurando no echar a reír, algo en lo que no tengo mucho éxito. Durante mucho tiempo siempre fuimos Alex y yo, y bueno Alex se pica con cualquier cosa, llega un momento donde ya no tiene gracia meterse con ella y meterse con extraños no es mi estilo. Tener a Jolene en casa cambia esa perspectiva, ahora tengo a alguien cerca a quien puedo fastidiar con cosas que aún ni siquiera sé que le fastidian. Me anoto mentalmente los arcos.

Dejo la ballesta apoyada en un árbol agarrando el cuchillo y probando el equilibrio, tomándolo desde un punto concreto con un solo dedo hasta que se queda suspendido. Es una cosa que me enseñó Abraham hace mucho tiempo, la primera arma que me enseñó a usar fue esta, y sus palabras textuales fueron... -  Si quieres apuñalar a alguien, coge el arma del revés - Giro el cuchillo de forma que el mango se adapta a mi mano y la cuchilla presiona contra mi antebrazo. - Me lo enseñó alguien una vez. Me dijo que así, podrás matar a cualquiera incluso aunque fuera mas grande que tu. - Nunca he tenido que matar a nadie así que no sé que tan cierto sea eso. Por un momento la miro, tentado a preguntarle aunque sé que no quiere hablar de eso, pero despeja mi cabeza de esos pensamientos cuando me percato de que ha notado un tono en mi voz que yo ni siquiera reconozco. Frunzo el entrecejo y sacudo la cabeza. - ¿Dejarme? - Sueno bastante confuso, cómo si no supiera porqué lo dice. - En teoría yo solo soy un extraño. Cuando tenga su familia lo recordará. - Solo soy una persona que estaba ayudándole a encontrar su hogar, y pasamos juntos más tiempo del necesario.

Desde que jolene apareció he pensado mucho en ello, en lo vacía que estaría la casa, en lo que ya no tendría que comprar y que compro exclusivamente para Alexandra porque son cosas que yo no puedo comer. - Eveline la echará de menos. Tiene algo así como un complejo de adoptar gatos abandonados. - Cuando hablo de "gatos" me señalo a mi mismo para dejar claro que es una metáfora. - . Si va  a visitarla a ella me doy por bien servido - Me encojo de hombros asomando otra media sonrisa en mis labios mientras la miro por el altillo de los ojos. - Espero que entonces no tengas a donde ir, así no me quedo tan solo - Exagero el sufrimiento de estar a solas por completo para que parezca que no me importa, pero lo cierto es que lo hace y yo siempre he sido tan transparente como el agua. No se me da especialmente bien decir mentiras.

Río cuando dice lo de Gabriel. - Oh, así que hoy hacemos intercambio de parejas. Que adorables y promiscuo somos. - Ironizo tomando el cuchillo por la punta, elevándolo de forma que queda apuntando hacia el suelo mientras lo sostengo con mi dedo indice y pulgar y lo muevo suavemente, lo que hace que parezca que tiemble. - ¿Apuestas conmigo algo? ¿Que tal el postre de un mes? - Lanzo el cuchillo hacia el mismo sitio donde estábamos probando puntería con el arco, pero el cuchillo pasa de largo. Suelto una mueca frustrada. - Me arrepentí, no quiero perder el postre de un mes. - Bromeo usando la varita para traer el cuchillo de vuelta a mi mano teniendo cuidado de hacia donde apunta cuando viene a toda velocidad hacia nosotros. - Esta bien... era para no hacerte sentir mal - Mi voz ni siquiera suena creíble, así que me giro para verle la cara intentando no reírme. Después, lanzo el cuchillo de nuevo y se clava con un ruido sordo en el centro. - Pónmelo más difícil, Jol - Lo atraigo hacia nosotros y saco del contenedor de la motocicleta un plato, lo dejo en el suelo apartado de la mayor parte de las cosas y después le aplico un hechizo. Lo toco levemente una única vez, y éste se duplica. - Probamos otra vez? con tu novio, Gabriel - Hago énfasis en las dos últimas palabras como si me mofara. Tomo uno de los platos copiados y lo lanzo al aire, después el cuchillo que golpea. Lanzo un plato más y esta vez, es su turno.
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Jolene W. Yorkey
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- Bueno, sí. La idea de los cuchillos es darles con el extremo afilado - bromeo, haciendo rodar mis ojos. Pero ahí se queda el momento de humor porque con sus siguientes comentarios, puedo darme cuenta de que a Jordan de verdad le duele la idea de quedarse solo. Bah, en realidad, es la idea de quedarse sin Alex. Intento encontrar un punto de comparación y sospecho que debe ser el mismo sentimiento que me embriagó aquel día en el cual Andy no se presentó en la fuente del ocho, dejándome sola por primera vez en años. Creo que nunca tuve tantas ganas de llorar como aquella tarde; no fue en la arena, ni en las cientos de muertes que he soportado, ni los abandonos de mi familia, ni las peleas con Jeremy.... no. Fue esa vez, cuando era solamente una niña pequeña, porque fue la primera vez que de verdad me sentí sola y asustada. Cuando conoces por primera vez esas emociones, difícilmente lo olvidas. Su intento de quitarle importancia al asunto, bastante fallido, consigue una mueca de mi parte - no pienso ir a ningún lado. Probablemente no tengo otro sitio a donde ir, así que no debes preocuparte por eso - mi tonito pinta helado, así que aquí quiero dejar el tema. Otra cosa que tenemos en común él y yo es que, de alguna manera, ambos podemos quedarnos solos porque no tenemos otra opción.

Jordan se hace con mi cuchillo siguiéndome el juego, pero él no se demora en darse aires y yo coloco mis manos en mi cintura en forma de jarra, mordisqueándome el labio inferior con diversión. El cuchillo no tarda en salir disparado y no cae en ningún sitio, lo que vale que le aplauda con sarcasmo y suelte un "¡bien!" bastante burlón - ¿cómo que no? ¡Ahora no te eches atrás! ¡Quiero ese postre! - me quejo, fastidiosa, dándole una patada al suelo. Una parte de mí se muere de envidia cuando saca una varita y de ese modo consigue el cuchillo de nuevo, así que estoy demasiado concentrada en eso como para darme cuenta de que ha hecho un tiro aceptable. Como felicitación, lo golpeo en el hombro con el puño cerrado, aunque estoy segura de que no le ha dolido - Tú no quieres que te lo ponga más difícil, Jordie - pero él solito se encarga de eso, haciendo más demostraciones de magia que me dejan en silencio. Los magos pueden hacer tantas cosas increíbles, pero están todos a merced de los Black, o sino serían castigados. Ese pensamiento consigue que, a pesar de que Jordan parezca estar pasándoselo genial, yo lo mire con sospecha. ¿Y qué si todo esto es una trampa? Jordan es cazador, trabaja para la seguridad nacional. Yo estoy siendo buscada por la misma clase de persona que es mi compañero. ¿Y qué si ha estado buscando información? ¿Cómo pude ser tan idiota?

"Gabriel" vuela lejos hacia uno de los platos y yo saco otro de mis cuchillos, haciéndolo girando un momento entre mis dedos mientras miro el supuesto blanco al cual debo darle. Hay una vocecita fastidiosa que me dice que debo seguir con la práctica, que todo esto es una idea mía, pero otra todavía más irritante me repite que soy una idiota. Tal vez Jordan avise a todos cuando quiera entrar a la isla.... "pero él me fue a buscar cuando me marché".... Bueno, tal vez lo hizo porque no podía perderme de vista. Tal vez....

Ni me doy cuenta pero ya estoy dando pasos hacia atrás, intentando alejarme de él y sus platos aumentados por magia. Sé que está esperando a que actúe, pero mis ojos van de él, a los platos, y otra vez a el como si fuese la primera vez que lo veo. Entonces, sin pensarlo demasiado, le doy la espalda y salgo disparada hacia el bosque, aferrando con fuerza el cuchillo. Poco me importa dejar a "Gabriel" atrás.
Jolene W. Yorkey
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El plato pasa de largo porque de alguna manera Jolene pierde la concentración, igualmente como estamos demasiado ocupados metiéndonos el uno con el otro, no noto nada extraño, al menos al principio. - ¿no querías ese postre? - Ironizo, girándome para mirarla notando que está bastante más lejos que antes, cuando retrocedió con toda la intención de darme espacio. En realidad no es la distancia lo que me hace darme cuenta de que le pasa algo, es su cara. Borro mi sonrisa gradualmente y miro hacia el otro lado del claro de una forma prácticamente inconsciente. Ha visto algo, pero ¿qué? instantáneamente recupero la ballesta apuntando hacia el vacío, hacia el otro lado, el sitio donde creo que tenía su vista fija.

No hay nada, salvo los pasos acelerados de Jolene que se alejan cada vez más, el claro está vacío. Bajo el arma realmente confuso. ¿Han sido imaginaciones suyas? Alex a veces se pone paranóica en el bosque y llega a escuchar voces hablándole; pero por lo general, suelo ver venir los momentos donde se va a poner así, porque siempre vienen seguidos de largos silencios impropios en ella. Recojo el campamento con rapidez y meto todas las cosas en el contenedor, cierro bruscamente y prácticamente haciendo diez cosas a la vez, enciendo la motocicleta y la pongo en marcha. Tardo algunos minutos en dar con ella, porque está huyendo de mi y mi motocicleta no es precisamente silenciosa; sin embargo, haga lo que haga, no puede ir mas rápido que yo, y menos en bosques que me conozco como si me hubiese criado en ellos. - ¿A donde vas? - Le corto el paso a modo de broma, todavía confiando en que huye de algo que solo está en su cabeza; pero es tal vez la forma en la que me mira o en la que intenta cambiar de dirección y empuña su arma, lo que me hace darme cuenta de que es a mi a quien ve como una amenaza.

La palabra "magia" acude a mi cabeza. Sé que está prohibida, al menos para el 90% de la población, pero ese es el punto, yo soy del otro 10% desde los 11 años. - Es por la... - Saco la varita del cinturón para que la vea, solo eso, ni siquiera la cojo como debería cogerla si fuese a usarla. - Lo siento. Estoy tan acostumbrado a usarla que olvido que está prohibida - Y que muchas personas están sometidas al miedo de los Black precisamente por la magia. - No la usaré si tanto te molesta, lo prometo. - Vuelvo a guardarla donde estaba sin mucha delicadeza y chisto a modo de broma. - La próxima vez dímelo, por un momento me he pensado que estábamos en problemas. ¿Sabes el susto que me has metido?
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Jolene W. Yorkey
Mentor
Siempre he sido rápida, pero ahora mismo me siento más lenta y pesada que nunca. Aparto ramas a manotazos y noto como algunas se enredan en mi cabello, tironeando de un modo brusco y doloroso que me roba algunos quejidos de dolor. No tardo en escuchar el sonido de su motocicleta y me meto entre los arbustos, intentando dar con un camino que él no pueda encontrar ni seguir. ¿Cómo es que no me pregunté esto antes? Bien, estaba desesperada por un refugio. Pero.... salgo de nuevo a un camino y doy un chillido en cuanto Jordan aparece, consiguiendo que me frente porque ha cortado mi ruta con su moto. Doy unos pasos hacia atrás y en su rostro, cuando logro calmar por un momento mi respiración, noto la confusión, pero aún así continúo aferrando al cuchillo como si me fuese la vida en ello. Paso los ojos de él a la varita y así continuamente, pero acabo ladeando un poco la cabeza con desconfianza - ¿cómo sé que .... ? ¡Tú trabajas para ellos! De ahí conseguiste eso, ¿o no? - señalo vagamente a dónde sé que ha guardado ese instrumento mágico, con los ojos pegados en él y notando mi voz mucho más aguda - Puede que vivamos juntos hace meses, pero nunca me había puesto a pensar... ¿cómo sé que todo esto no es una trampa? ¿Y si en lugar de llevarme a la isla, me vendes? Estoy segura de que tus jefes pagarían muy bien por mi cabeza luego de lo que le hice al vicepresidente - nunca hablo de eso en voz alta, así que por un momento siento que el tono me tiembla hasta resultar casi irreconocible.

El pánico, poco a poco, va disminuyendo, y bajo lentamente el cuchillo a pesar de sentir mis músculos todavía tensos. Doy un paso hacia atrás y mi espalda choca con un árbol de una forma algo torpe, así que no tengo hacia dónde ir. Sé con qué se atajará. Que dirá que él me ha ayudado demasiado, que me alimentó, que permitió que durmiese bajo su techo, que me rastreó hasta el diez a pesar de que había escapado de su casa porque él me lo ordenó... me muerdo la lengua al notar que soy una idiota. ¿Por qué me echaría si tuviese que vigilarme? Aunque luego me buscó porque le picó la moral... me froto la frente con los nudillos, algo confusa - Últimamente no sé que pensar, Jordan Hastings. Ni siquiera sé quién eres en realidad, apenas te conozco y....

Parpadeo, dejando caer la mano para mirarlo mejor, porque acabo de sentir como si algo se hubiese puesto a rebotar en mi cerebro. Nunca hablamos de nosotros a decir verdad. Nunca me he tomado la molestia de conocerlo, de hacerle preguntas sobre su vida, como él nunca lo ha hecho conmigo. Tal vez por respeto, o tal vez porque ya sabía todo lo que necesitaba saber. Es muy sencillo conseguir información sobre los vencedores hoy en día. Me demoro en descubrir el motivo por el cual siento en corazón en la garganta y, de prepo, corto toda nuestra distancia hasta estar pegada a su moto, estirando el cuello para verlo mejor a la cara - Tú eres un Hastings, ¿verdad? - pregunto en voz baja, con la garganta seca - Lo conoces a él, eres de su familia. ¿O hay más? ¿Sabes quien es Vennet? ¿El amigo de Jeremy Mills?

Jeremy Mills. Casi suena a un mundo demasiado lejano. Uno del cual ya no formo parte.
Jolene W. Yorkey
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Invitado
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Mi broma no funciona para cambiar los nervios y creo por un momento que va a apuñalarme. Apago la moto, doy la vuelta a mi pierna y bajo de ésta, todo con movimientos muy lentos y pausados del mismo modo que me movería si estuviera tratando de cazar a felino. Sus palabras me dejan patidifuso. ¿Ese es el problema? ¿Que se ha dado cuenta de que podría no ser de fiar?. - Si hubiera querido venderte he tenido más de unos cuantos meses para eso -  Y ocasiones de sobra de utilizar los calmantes que le doy a Alex cuando viajamos, para que ni siquiera se enterase de lo que estaba haciendo hasta que fuera demasiado tarde. En el fondo me decepciona un poco, creía que habíamos pasado la etapa de las desconfianzas después de todo lo que hemos pasado juntos, pero supongo que lo del uniforme y tener privilegios que otros no, dan una imagen errónea de mi.

No sé como darle a entender que se está equivocando. Emular todo lo que he hecho por ella es ilógico porque lo sabe, y aún sabiéndolo está pensando eso de mi y por ende eso significa que no le vale. - Si quieres saber cuanto vale tu cabeza te lo digo. Vale medio millón de pavos. - Dejo caer la información con el mismo tono que si me hubiera pedido la hora. - Pero no solo eso. Dan el 20% a cualquiera que tenga información sobre ti, que les ayude a capturarte y ejecutarán a cualquiera que te haya ayudado, aunque sea sin saber quien eras - Hago énfasis en la parte donde acaban muriendo todas las personas que le dieron la hora, que además nos incluye a nosotros. Ni siquiera sé cuantas personas se encontró antes de dar conmigo, pero ahora no solo se arriesga ella, sino a mi, a Alex, y a todos aquellos con los que se cruzó en algún momento de su viaje. - Y a parte de que si te pillan a ti, nos pillan al resto solo por haberte visto y no avisar de ello... siempre has sido libre de irte. -

Cuando me habla de los Hastings me desubica bastante no solo por el cambio de tema sino porque habla precisamente de la rama de la familia de la que no estoy al tanto del todo. - Yo soy adoptado. A Vennet no lo conozco personalmente. Pero he oído sobre él. Eveline es su hermana y la persona que me dio su apellido. Si no fuera por ella probablemente estaría muerto a estas alturas. La insulina no es precisamente un medicamento que pueda comprar con las monedas que me encuentro por el suelo. - No hablo sobre Jeremy Mills porque fingir que lo conozco no tiene sentido. Sé sobre él lo mismo que todo el mundo por su postura de vencedor. - ¿Que tienen que ver en todo esto? Si mi familia te ha hecho algo lo siento. No son malas personas. -
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Jolene W. Yorkey
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Paso la mano por mi cuello en cuanto todo lo que me dice me provoca la ligera sensación de un cuchillo cortándome la garganta, aunque a falta de sangre sé muy bien que se trata de una simple y asquerosa sensación. Bajo la cabeza, demasiado avergonzada para siquiera mirarle a los ojos, y guardo el cuchillo con lentitud en su sitio, hasta que levanto ambas manos para que vea que no pienso cometer otra idiotez el día de hoy. Vale, me equivoqué, pensé mal de una persona que demostró ser todo lo contrario a lo que podría llegar a ser alguien en su posición, y ahora solamente quiero esconderme por eso. Bueno, yo tenía mi punto; probablemente nunca lo comprenda, pero no voy a ponerme a dar explicaciones sobre algo que prefiero olvidar. Como mera respuesta muevo un poco mis hombros, sin llegar a encogerlos por completo, y me abrazo a mí misma, sintiéndome como una niña pequeña y arrepentida. Como cuando Andy se enfadaba conmigo por comerme la última porción de pastel y me ocupaba de conseguirle algo más rico para comer y así no vivir con esa culpa el resto del día.

No sé como me las arreglo para mirarle bien a la cara, intentando adivinar cuales rasgos me resultan familiares y cuales no tanto, pero me siento completamente decepcionada en cuanto me dice que es adoptado y que, por lo tanto, todo mi análisis facial se va al tacho. Escuchar a Vennet en sus labios es tan irreal que, por un momento, no le doy crédito a mis oídos, y acabo cubriendo mi boca con una mano para no pegar un chillido bastante tonto, nacido por el asombro que va de la mano con la añoranza. Niego lentamente con la cabeza y bajo la mano, notando como tiembla brevemente – No, no me han hecho nada. Ellos… Vennet es amigo de… - hago una mueca al recordarlo y miro hacia la copa de los árboles. Nunca he sentido tan cerca de Jeremy en todos estos meses, tanto que por un momento tengo el impulso de tocar a Jordan como si eso fuese suficiente para reemplazar el recuerdo del leñador del siete. Al final apoyo la mano sobre su pecho, notando como los latidos chocan contra mi palma, lo que me produce una pequeña sonrisa. Una triste, a decir verdad – A veces siento que todo lo que dejé atrás nunca ocurrió. Que fue todo parte de un sueño o de la vida de alguien más. ¿Alguna vez te ha pasado?

No lo conozco tanto pero sé que sí. Él parece haber pasado por cosas suficientes como para haber terminado con una fugitiva en medio del bosque, cargando armas en una motocicleta. Hago golpetear mis dedos contra él y suspiro de  mala gana, pero acabo apartando la mano y paso por su lado para intentar subirme a la moto. No es precisamente cómodo estar tan cerca de un hombre, especialmente luego de todos los problemas que la gente me ha ocasionado con el correr del tiempo  – lo siento mucho, Jordan. No solamente por comportarme como una idiota, sino también por todo el trabajo que te he dado. Y por apuntarte con un cuchillo – añado, sonriendo de medio lado. Mirarlo es difícil, pero cada vez menos. Golpeteo su sitio frente a mí en la moto, donde debo dejar que continúe, aunque sienta aquel mal sabor en la garganta por aquellos pensamientos que sé que no podré quitarme tan fácil de la cabeza – Si ahora mismo no vamos a ir a la Isla, me gustaría… no lo sé. ¿Regresar? – no me atrevo decir que quiero ir a casa porque ni yo sé dónde es eso, pero seguir aquí no se me antoja. Por un momento me gustaría pedirle tomar la moto, buscar a Alex e irnos bien lejos, pero eso no es posible. Principalmente porque mi plan de fuga en una motocicleta, era con otra persona.
Jolene W. Yorkey
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Invitado
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Estoy tenso por algunos cuantos minutos mientras busco una salida a toda esta mierda de situación si se va por completo de las manos. Pero algo en ella reacciona, baja el cuchillo y mientras alza sus manos dejo escapar un suspiro que se nota a leguas hecho alivio. Voy a expresarle como me siento con alguna de esas estupideces que a veces me salen naturales pero sus palabras me hacen tragarme las mías. Me alegra que su familia y la mía no tenga de pronto un montón de cosas con ella y que creen un conflicto entre nosotros, porque me parece que los que ya nos creamos nosotros solos hace poco con todo lo de Alex, son más que suficientes.

Frunzo el ceño a modo de pregunta porque se corta a media frase. ¿Vennet es amigo de...? Eveline no habla mucho de él así que solo sé lo que ella me cuenta, que mató a sus padres y ahora va por el mundo trabajando para la justicia. - ¿Te conoce? Nunca me han hablado muy bien de ese chico - Las palabras se van ahogando conforme termino la frase porque en ese momento pone su mano sobre mi pecho. Es una sensación extraña y familiar a la vez. Una vez Eveline dijo algo de que los chicos de la calle se reconocen entre ellos y por eso, incluso sin conocerse, son una especie de gran familia. Tal vez esas sensaciones provocadas por ella sean por eso. Ahora, es tanto como yo y como alex, una chica de la calle. - Todo el tiempo. Al menos cuando era pequeño. Vives en las calles, robas lo que puedes... de pronto tienes una casa y no tienes que robar. Y días después, cuando eso se transforma en lo habitual, aquellos días donde luchabas para sobrevivir son... como un mal sueño - Mientras acabo de decir mis propias palabras me doy cuenta de algo. ¿Significa entonces que nosotros somos lo que Eveline fue para mi en su momento?

Me giro cuando pasa a mi lado haciendo un gesto con mis manos. - Después de todas las veces que te has comportado como una idiota creo que ya estoy curado de espantos - Bromeo. - Así que deberíamos implantar una moneda. Cuando acumules muchas nos invitas a comer. - Subo delante de ella riendo y arrancando la motocicleta con gestos bastante automáticos porque ni siquiera les estoy prestando atención mientras me muevo. Después, agarro sus muñecas y las pongo alrededor de mi cuerpo, dando luego un par de palmaditas cuando quedan sobre mi estómago sus manos. - Ahora, lo último que nos falta es que te caigas. - Arranco bruscamente, lo que la hace saltar del susto y sí, lo he hecho totalmente a posta y además disfruto con ella temblando detrás de mi los primeros segundos. En mi rostro hay una sonrisa divertida. porque recuerdo en mi mismo esa actitud. Los primeros días, después de que Eveline me acogiera, me costaba mucho ver su hogar como el mío, pero a la larga, acabas dándote cuenta de que es el único lugar en el mundo al cual, cuando todo se va a la mierda, quieres volver. Por eso, es "casa". - ¿A casa? Claro. Alex debe estar por despertar y se va a hallar sola. No le gusta. - Chasco la lengua como si fuera la cosa mas dramática del mundo. Reduzco la velocidad cuando llego al final del camino y voy algo más lentamente que antes para disfrutar del paisaje y porque en algún punto de los botes y los giros bruscos, Jolene está intentando partirme en dos.

De alguna manera entre los dos hay una especie de acuerdo tácito entre las cosas que se le pueden contar a Alex, y las cosas que es mejor que no; este incidente con los cuchillos entra en las segundas y junto a los árboles de la entrada hacia la carretera, dejamos ese tema.
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