The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Llega un momento donde he perdido toda consciencia del tiempo y de lo que ocurre en el mundo. Cada vez que despierto, solamente veo el foco de una luz blanca sobre mi cabeza y sombras que me preguntan cosas que no comprendo antes de volver a dormirme. A veces, me doy cuenta de que me alimentan mediante sueros y, otras veces, que trabajan sobre mi cuerpo, pero aquello dura solamente unos momentos. Cuando mis párpados están cerrados, es cuando las imágenes vienen a mí; Mel pidiendo que le dibuje un árbol porque a ella le salen feos, Mel pidiéndome que no me vaya porque tiene frío y no quiere dormir sola, Mel pidiéndome que gane y que sea el último Franco del mundo... todo antes de que ella muera de mil formas diferentes en mis brazos, mientras las sirenas me arrancan la piel y yo me encuentro deseando gritar. Hay veces que por las noches despierto y me doy cuenta de que los gritos alcanzaron a salir de mi boca y las enfermeras entran en tropel para volver a dormirme. Me quieren convencer de que es solo un sueño, pero yo sé que son un reflejo de todas las cosas feas que pasaron y que todavía no doy por hecho.

Cuando dejan de drogarme y despierto en totalidad, quieren obligarme a comer y me hacen preguntas que no respondo porque no se me antoja hablar. Paso el tiempo mirando por la ventana que está junto a mi cama, que me muestra un paisaje sin nieve que no reconozco y que, a la vez, me dice que el invierno comienza a quedarse atrás. No sé si pasaron dos días, dos meses o dos años, pero no me importa porque yo no quiero ser vencedor, yo solo quiero estar en mi casa con papá y mi hermana y mi hermano y mi mamá; después me recuerdo que casi todos ellos están muertos y yo también quiero estar muerto. En algún punto vuelvo a tener un ataque de asma que, muy en el fondo, deseo que acabe conmigo, pero al estar rodeado de médicos, no supone algo demasiado grave. Los escucho comentar que no hago más que mirar por la ventana, que no he hablado desde que salí de la arena y que no consiguen que coma. Tal vez así me muera...¿la gente puede morirse de tristeza? Mamá enfermó porque Shamel murió. Tal vez yo pueda hacer lo mismo.

Es de noche cuando recuerdo el agarre de las manos de Amy al haber ganado y me pregunto qué será de ella, mirando alrededor como si algo en mi desierta habitación de hospital me diese la respuesta. Pasan unos minutos hasta que decido salir a buscarla, sin saber muy bien el motivo, por lo que por primera vez muevo mis piernas que ya parecen inútiles y me levanto con cuidado. Me tambaleo y los primeros pasos los hago aferrándome a la cama con miedo de caerme, pero mis músculos recuperan el movimiento poco a poco y mis pies descalzos reciben todo el frío del suelo, haciéndome estremecer. Con sigilo, abro la puerta y asomo la cabeza, encontrándome con un pasillo desierto y oscuro, apenas iluminado por la luz de la luna que ingresa por las ventanas; de seguro, pasan de la una de la madrugada. Camino de puntitas, intentando adivinar cual de todas las puertas esconde a mi amiga, hasta que me asalta la duda...¿ella estará aquí o se la llevaron a otro lado? Me detengo a meditarlo, cuando entonces me veo en un espejo del pasillo por primera vez desde que iniciaron los juegos y tengo que ahogar un gritito cuando me reconozco. Creo que estoy más alto, pero lo que me desconcierta es mi delgadez, demasiado notoria bajo el pijama de hospital,  y un cabello más largo que me cubre unos ojos que no se parecen a los míos. ¿Así es como se ven los locos y los tristes?

No soporto verme, así que giro la cabeza justo cuando escucho una puerta abrirse. Me escondo detrás de una planta de adorno cuando veo a un médico salir distraídamente de una habitación, chequeando unos papeles y dándome la espalda, hasta perderse de vista por el pasillo contrario. Sintiendo una corazonada, me apresuro para ir a la puerta de la cual salió y la abro con cuidado, asomándome; en efecto, el cabello inconfundible de Amelie brilla a la luz de la luna desde la única cama del cuarto, anunciándome que esto no es una pesadilla ni un sueño y ambos salimos con vida o lo que sea que es esto. Entro en silencio, cerrando a mis espaldas con delicadeza y me acerco a ella, apoyando las manos en el borde del colchón, cerca de sus pies, sin poder quitarle los ojos de encima. No recuerdo como se habla ni qué quiero decirle, así que bordeo la cama y me subo a ésta, aferrándome a ella como hacía con Mel y me recuesto, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello. Y por primera vez, quiero llorar con todas mis fuerzas, pero no puedo hacerlo. Las lágrimas se quedaron en la arena.
Benedict D. Franco
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Luché mucho, tan fuerte fue mi pelea que sé que en algún momento de mi inconsciencia estuve amarrada a la cama, medicada y sin saber qué diablos estaban haciendo conmigo, no hay nada peor que la impotencia definitivamente, ser dueña de ti misma pero a la vez no poder controlar nada de lo que sucede alrededor. Igual cuando comencé a tener consciencia de lo que pasaba me tranquilicé, ellos me estaban curando, dejando como nueva, como si el borrar las marcas de mi piel pudiera borrar todo el dolor por el que tuve que pasar, todos los recuerdos de lo malo y las muertes. Aunque sería muy hipócrita de mi parte decir que las muertes fueron algo malo, hay un extraño placer en quitarle la vida a una persona, en ser dueño de algo que no te pertenece, en controlarlo.

Cuando despierto ya estoy desconectada de los aparatos y las correas que me sujetaban no existen. Me meten al baño y me siento como nueva pero sigo un poco débil, ellos me cuidan, claro, ahora soy rica e importante y nada debe pasarme. Me ponen una bandeja con comida pero al terminarla me doy cuenta que no es suficiente, he estado pasando hambre por semanas y no me van a contentar con un plato de comida, pido todo el menú. Dejo de comer cuando ya siento que mi cuerpo no puede recibir un solo bocado más. sonrío, me siento feliz de haber salido con vida de la arena, la verdad es que tampoco representó un gran desafío, estos juegos fueron relativamente fáciles y sin grandes perdidas, al menos yo no perdí a nadie. Me doy cuenta de lo egoísta que soy, las personas en la arena solo vieron mi lado bueno, todo por culpa del cariño que le tomé a Ben, definitivamente los sentimientos siempre van a hacernos débiles.

Saludo al doctor que entra a revisarme y me dice que estoy en perfecto estado, me felicita por los buenos juegos y me deja sola de nuevo, al parecer no tendré ninguna secuela psicológica porque no pasé por nada traumante en la arena. Bueno, lo que el doctor no sabía es que ya bastante afectada estaba mi cabeza antes de los juegos, pero ¿qué se puede esperar de alguien que fue criada para matar? Mis padres tenían ya todo el futuro planeado, si no iba a los juegos terminaría como una agente de paz o trabajando para el gobierno de alguna forma en la que tuviera poder, y es que todo se trata del poder.

La puerta se abre en silencio y levanto la mirada para ver al doctor que debió olvidar algo pero lo que veo es a un pequeño y delgado niño asustado, Ben, me quedo en silencio, la verdad es que no esperaba verlo tan pronto, de hecho no esperaba verlo, quería, sí, pero se me hace raro todo fuera de la arena, es decir, nada nos une, no somos nada, pero a la vez hay un lazo, algo extraño que no logro ni quiero entender. Ben se sube a la cama y me abraza, esto me toma por sorpresa por lo que me congelo un instante, jamás he abrazado a nadie, no soy de esas demostraciones de cariño pero igual le devuelvo el aprentón, me quedo en silencio, lo entiendo, yo también necesito a alguien en estos momentos aunque él a diferencia de mi si perdió a alguien. -Tranquilo, estamos juntos en esto- es lo único que se me ocurre decir.



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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Los brazos de Amelie, sorprendentemente, me devuelven el apretón y por un momento, me siento a salvo en esta pequeña cama, como si ahora solo nos quedase esperar el final sin tener que pensar o hacer demasiado. Su voz rompe el silencio que creí que iba a durar para siempre y eso logra que me sobresalte, ahogando un respingo pequeño sin siquiera salirme de mi sitio. Mis dedos se enroscan en su pijama de hospital, como si de ese modo me asegurase que nunca va a irse, mientras asiento lentamente. Ya sé que estamos juntos en esto, porque atravesamos los juegos como equipo y ahora ganamos como aliados; siento un tirón desagradable cuando pienso en aquellos que dejamos atrás, como Martin, Melanie, Tara e incluso Ryan. Pensar que ya no existen me produce un sabor amargo y me las arreglo para hacerme más pequeño, temblando de frío al estar fuera de las mantas, aunque aquello ahora no me importa demasiado.

Tras un momento, me decido a apartar el rostro de su cuello para poder mirarla, aunque con la poca luz apenas veo el brillo de sus ojos y su silueta. Nunca fui una persona que disfrute de la compañía de muchas personas, pero ahora mismo la soledad me asusta. ¿Y qué pasa si algún bicho horrible aparece de la esquina de la habitación y me ataca? ¿Y si alguien envenena mi comida o me asesinan mientras duermo? - No quiero estar solo. ¿Puedo quedarme contigo? - pregunto en un susurro, por si algún médico pasa por el pasillo y escucha las voces. Dudo que me dejen quedarme y probablemente me regresen a mi habitación; me pregunto cuánto tardarán en darse cuenta de que no estoy en ella. Me las arreglo para sentarme junto a ella sin despegar los ojos de los suyos, aferrando mis manos como si fuese a escaparse. Hay algo en Amy que me recuerda a mi mamá y no puedo encontrar qué es lo que es; y ahora ella es lo único que tengo aquí, con Derian... ¿como estará él? ¿Cuándo podré verlo?

Sé lo que pasará ahora porque lo veo todos los años. Nos pondrán lindos, nos obligarán a vivir en una isla con el resto de los vencedores y obligarán a todo el mundo a amarnos. La suelto para poder mirarme los brazos, que no tienen señas de heridas bajo las mangas, y me toco el rostro, que parece suave como el de un bebé. No hay marcas de sangre ni nada que se le parezca. - ¿Cómo...? ¿A ti te curaron también? - pregunto, entornando los ojos como si de ese modo pudiese ver mejor y así descubrir su estado - Amy... yo... nosotros.... gracias - no sé que es lo que balbuceo, pero por algún motivo, tengo que decirlo. Sin ella yo no estaría vivo, a pesar de no querer estarlo. Y de todas formas tengo que agradecérselo. Tomo su mano, dándole un apretón para después comenzar a jugar con sus dedos, concentrándome en ellos para no tener que mirarla - ¿sabes? Estaba pensando que cuando salgamos de aquí... deberíamos vivir juntos. Todos los vencedores tienen sus casas y pues... yo no soy tan grande como para tener una para mí solo - no sé cocinar y no sé lavar, eso lo hacía Mel, y como ella no está, necesito de alguien que me cuide para no caer.
Benedict D. Franco
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El silencio toma control de la habitación, no sé si el chico deba estar aquí pero la verdad es que no me importa, suficiente tuvimos que pasar en la arena para salir vivos como para que ahora vengan a ponernos condiciones, fuimos piezas de sus juegos, pero ya no, nunca más. Ben se aferra a mi pijama, una extraña forma de aferrarse a mí, yo siendo él no me aferraría a mi misma, eso es estar demasiado desesperado. Tomo mis mantas y las pongo sobre él ya que comienza a temblar, no pasamos por tanto como para dejar ahora que una gripe lo aleje de mi. Es extraño pensar de esa forma, preocuparme por otro ser humano que no sea yo, jamás me había pasado, ni siquiera con mi familia.

Me asusta, todo esto es nuevo para mi y debo admitir que me aterra, el generar un lazo con alguien es algo que jamás creí posible, sobretodo porque siempre consideré los sentimientos como una debilidad, una debilidad que no tendría, y aquí me hallo, unida a un pequeño que apenas conozco. -Claro que puedes, la verdad es que no quiero estar sola esta noche- es la primera noche que paso sin medicación y debo admitir que me asusta tener pesadillas, no por ellas sino porque serían algo totalmente nuevo para mi. De nuevo noto como Ben se aferra a mi, se niega a soltarme y yo no digo nada, no quiero molestarlo, tampoco es que me incomode, simplemente es algo novedoso. ¿Qué soy yo para este niño? Porque la verdad es que aun no sé que es lo que significa para mi, solo sé que me importa, que mis últimos días en la arena mi objetivo fue mantenerlo con vida.

Sonrío de lado -Sí, me curaron pero no es como si hubieran tenido mucho trabajo, salí casi ilesa de la arena...- yo atribuyo mi éxito a la alianza que tuve -en la cual nunca quise estar- y a mi inteligencia, supe mantenerme alejada de los problemas y salir sin heridas graves, solo pequeños rasguños tenía cuando me llevaron al hospital. Juego con los dedos de Ben y me quedo en silencio, sinceramente no sé que decir, no es que yo hubiera sido una heroína o algo por el estilo, mucho no hice, no sé porque lo ve de esa forma. -Gracias a ti Ben- en realidad el me dio más de lo que yo pude haberle dado a él, me dio una razón para salir viva de la arena. ¿Vivir juntos? Dios, la sola idea hace que se me haga un nudo en el estómago, es como algo grande, algo importante que no se piensa del día a la mañana, a duras penas puedo cuidarme yo misma como para cuidar a un pequeño que tiene más necesidades que yo. -No lo sé Ben, ¿lo has pensado bien? ¿Y tú padre? esto es algo que no puedes tomar a ligera, no sé si sea lo suficientemente buena compañía- le respondo con toda la sinceridad del mundo, desde la arena sé que a este enano no hay que tratarlo como a un niño. -Aunque no me gustaría vivir sola...-
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Apenas escucho el susurro de la manta al moverse y de un momento al otro, me encuentro cubierto por ésta y quiero agradecerlo, porque el frío se ha quedado afuera con un montón de miedos que parecen apagarse. Asiento cuando me deja quedarme, produciendo que mi cabello se frote contra su piel y aferro con más firmeza su mano a la mía, como si de aquel modo nunca nadie pudiese separarnos. Hago un sonidito que se queda a la mitad de una risa vaga y un chasquido de lengua, recordando que ella ha sido el tributo con menos problemas que jamás he visto, lo que me produce cierto alivio mezclado con algo que reconozco como envidia - puedo decir que tuviste suerte - admito, carraspeando para aclararme la garganta cuando noto el tono débil y ronco con el que está saliendo mi voz. Creo que Amy estaba sola, incluso cuando Martin estaba vivo, y que no ha salido con heridas como las mías, que no se pueden curar con medicinas ni con el tiempo. Me gustaría saber qué es lo que se siente.

No tiene que agradecerme y estoy seguro de que lo sabe, así que ni me molesto en corregirla. Por un momento, casi puedo escuchar la idea de mi propuesta en su cabeza, mientras ella se permite jugar con mis dedos y yo dejo la mano muerta, para que haga de ella lo que quiere. Entonces responde y yo ahogo un gemido de angustia, tardando en comprender qué es lo que me hace sentir de aquel modo - serás mejor compañía que nadie. Mi papá no puede venir conmigo a la isla. Se quedará en el cuatro, solo, y yo estaré aquí, solo... y podemos estar juntos. Cuidarnos y no dejar que el otro se enferme y todas esas cosas que hace la familia - yo no tengo familia, básicamente, de modo que es casi como poder tener una que se quede conmigo todos los días, más allá de que nosotros somos solo...¿amigos? ¿aliados? ¿por qué Amy me importa tanto? ¿Será porque logramos sobrevivir juntos y ahora no quiero dejarla ir?

Me acomodo mejor las mantas y logro que éstas me cubran hasta la nariz, incluso aunque apesten a hospital y odio ese aroma, mientras mis pies se enroscan con los suyos y se roban su calor. Por primera vez en mucho tiempo, me siento tranquilo y a salvo y uso su hombro de almohada, mirando lo que creo que es el techo pero como está todo oscuro no puedo decirlo con toda seguridad. Prefiero guardar silencio un momento, escuchando los desconocidos y lejanos ruidos de una noche muy diferente en comparación al distrito cuatro y demasiado tranquila después de tanto tiempo en la arena, hasta que me remuevo, intentando que ella no se duerma - ¿Te será muy doloroso verme todos los días? - susurro. Tal vez no quiere vivir conmigo porque será como estar en los juegos toda la vida. Tal vez en ella veré a Melanie hasta que me vuelva loco o mi pelo se vuelva blanco. Ladeo la cabeza, presionando los labios contra su hombro y cerrando mis ojos con fuerza, reprimiendo disculpas sin sentido y palabras que no comprendo - quiero irme a casa - y por primera vez, sé que estoy sonando como un niño. Uno que no tiene una verdadera casa.
Benedict D. Franco
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Invitado
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¿Tuve suerte? La verdad es que no había pensado en ello, sí, es cierto que no tuve ningún problema y que cuando me atacaron salí en buen estado del enfrentamiento pero jamás le atribuí eso a la suerte, más bien pensé que era parte de entrenamiento y estrategia, no algo tan al azar, aunque bueno, cualquier cosa pudo ser -Supongo que tuve suerte- digo bajando la voz, no sé que pensar al respecto pero tampoco quiero hacerlo, no quiero pensar más en la arena que me dejo tantas cosas, no, no tengo marcas físicas pero todo lo que vi y viví no podrán borrarlo de mi mente como lo hicieron con mi piel. ¿Qué sentirá Ben? La arena lo afectó bastante, no solo lo hirieron sino que mataron a su hermana y lo forzaron a la vez a matar a otros chicos, si yo creo que estoy jodida él debe estar doblemente jodido, cosas así te cambian, ya no es un niño que va a salir a jugar y a ser feliz, ya tiene cicatrices emocionales que no podrá ignorar jamás.

Aferro su mano con fuerza cuando noto que se angustia con mis palabras, no es como si lo estuviera rechazando pero si poniendo trabas al asunto y es que la idea de compartir mi vida con alguien me aterra, el dejar pasar a alguien esa muralla tan buen puesta por mí a través de los años me da miedo, pero eso es algo que ni él ni nadie saben. -Dudo que yo sea mejor compañía que alguien...¿Familia?- esa palabra se atora en mi garganta, dios, es tan grande, tan inentendible para mi porque la verdad es que nunca he tenido una familia, no una de verdad como la que Ben solía tener y desea ahora, yo no puedo ser una madre, ¡Ni siquiera me gustan los niños! Pero es cierto, estaremos solos y va a ser horrible, no puedo abandonarlo después de todo lo que ha pasado, lo que hemos pasado. -Tienes razón, es horrible vivir sola, podemos compartir casa Ben, no hay problema con eso, pero ten en cuenta que no sé convivir con la gente pero sobretodo, no soy una madre- digo bajando la mirada.

Me parece importante dejar las cosas claras desde el comienzo para que después no haya malentendidos o las cosas simplemente se arruinen. Siento sus fríos pies en los míos y no digo nada, está muy helado y no quiero que le de una hipotermia ¿es que no hay mantas o calefacción este lugar? ¿Será que planean dejarnos morir congelados? No sé, después de que salí de la arena pienso constantemente en que el Capitolio puede querer matarnos, aunque bueno, no hicimos nunca nada contra ellos, solo jugamos su juego así que nuestra vida no tiene porque correr peligro. -No, verte será como estar en casa, sea donde sea- digo mientras acaricio su cabello de forma tranquilizadora, me duele de una forma que no entiendo el verlo así, tan frágil, tan asustado y tan desesperado por compañía, ¿qué se sentirá el de verdad tener sentimientos? jamás me he sentido así, siempre he vivido sin que nada de verdad me importe. -Pronto volveremos a casa, no te preocupes, cuando abras los ojos de nuevo estaremos en casa, lejos de esto, lejos del peligro y tratando de olvidar...- ¿Olvidar? ¡Cómo si fuera tan fácil!
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Me encuentro, sorprendentemente, reprimiendo una sonrisita que es más para mí que para ella, aunque no dura más que un segundo; me causa algo de gracia el hecho de que ella misma no pueda ver todo lo que hizo incluso cuando dice que es todo lo contrario. Cuidó de Mel y de mí como no esperé que hiciera y lo hizo por su decisión, porque si hubiese querido, podría haberse ido y abandonarnos. Se quedó con nosotros porque quiso... - yo no quiero una madre - le corto rotundamente, con mucha más sequedad de la que hubiese querido. Quiero alguien con quien tomar la merienda, con quien hablar cuando caiga la noche y no me haga sentir completamente miserable. Amy nunca podría reemplazar las caricias en el cabello de mamá y sus cuidados ni su risa cuando hacíamos locuras. Son cosas que poco a poco voy olvidando como eran y no quiero que, de todas formas, alguien manche ese recuerdo.

Pero ahí están los consuelos y los dedos paseando por mi pelo y lanzo un suspirito que se pierde en algún punto entre su pijama y las mantas - puede que sea una casa, pero no estoy seguro de que sea un hogar... - voy a extrañar mi cama en el cuatro, mis juguetes, mi bicicleta y la playa a pocos pasos de distancia. Incluso creo que voy a echar de menos a los gatos que Mel traía a casa y a nuestros compañeros de clase que nos fastidiaban hasta decir basta. Lo pienso un momento, mientras paso un brazo por sobre su torno a modo de abrazo y raspo con los dedos la tela allí donde llego - mi hermano mayor era amigo de Martin - le cuento en voz baja, como si estuviese confesando un secreto. Creo que nunca le he dicho la historia -  Shamel murió en los juegos hace unos años y mamá se puso muy triste, tanto que dejó de comer. Cuando ella se murió, papá se enojó mucho, pero creo que porque lo dejó solo. Lo escuché hablar de eso por las noches y a veces tenía que taparle los oídos a Mel... - paso saliva, porque la idea de que ahora la cama estará vacía me carcome entero - le limpié las botellas de alcohol y le robé los cigarrillos y lo tapé cuando se dormía en cualquier lado. Mel cocinaba  y limpiaba y yo lo ayudaba a arreglar cosas, porque él es mecánico, ¿sabes? - ahora que lo pienso, no tengo idea de quien cuidaba a quien - pero es mi papá y es la única familia que me queda. ¿Cómo voy a dejarlo solo si va a estar todavía más triste?

La idea de papá solo con sus problemas me dan ganas de pedirle a todo el mundo si se puede venir con nosotros, pero sé que me lo van a negar y probablemente, nos meta en problemas. Abro la boca para decir algo más, pero me callo cuando escucho unos pasos del otro lado de la puerta, conteniendo la respiración como si también pudiesen escucharla. Cuando todo vuelve a estar como antes, dejo salir  el aire y ladeo la cabeza para mirar por la ventana, pero la noche sigue presente y no tengo idea todavía de la hora. No voy a hacerle preguntas porque estoy seguro de que Amelie es la clase de persona que habla solo cuando quiere y no cuando se lo piden - ¿estás cansada? - pregunto en un murmullo. Tal vez la estoy volviendo loca con tanta charla y ella quiere dormir; yo estoy mal acostumbrado por mi hermana, con quien me quedo hablando hasta altas horas de la noche. Mejor dicho, quedaba.
Benedict D. Franco
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Claro que no quiere una madre, me siento inmediatamente mal por si quiera pensarlo, la verdad es que no me supe expresar, lo que quise decir es que yo no sabría cuidarlo, ocuparme de él o simplemente ser una buena compañía, no soy buena para nadie, ni siquiera para mí misma ¿cómo podría entonces ser la persona que Benedict necesita? -Claro que no, nadie podrá jamás reemplazar a tu madre Ben- digo en voz suave, la verdad es que yo no sé lo que es tener una madre entonces no sé lo que se siente el que alguien se preocupe por ti o simplemente te cuide, yo he estado sola toda mi vida, ni siquiera mi hermana fue compañía para alguien como yo.

Claro, casas hay muchas, lugares donde la gente vive, pero ¿un hogar? ni siquiera yo podría decir bien que es ya que nunca conté con uno -Bueno, nosotros convertiremos esa casa en un hogar, nuestro lugar seguro, con nuestras cosas, incluso podemos tener una mascota ¿qué piensas de un gato? me gusta el nombre Salem, no sé porque pero siempre quise tener un gato, es una pena que mi tía fuera alérgica a ellos, por cierto ¿tienes alguna alergia? lo siento, creo que me dejé llevar- las palabras suenan un poco atropelladas y creo que hace tiempo no hablaba tanto, siempre fui una persona de pocas o de ninguna palabra, pero bueno, las cosas cambian, la gente cambia, incluso yo, la que nunca se preocupa por nadie está pensando en vivir con un mocoso.

Me quedo en silencio escuchando la historia del niño, la verdad es que nunca me detuve a pensar en todo por lo que tuvieron que pasar algunos tributos aunque la verdad es que no me importa ninguno de ellos, solo el pequeño que tengo abrazado a mi. -No se trata de que lo dejes solo Ben, pero él debe recuperarse por si mismo, se supone que es él quien debía cuidarte, no al contrario- nunca mido mis palabras al hablar, no sé si suenan frías o no, pero siempre he pensado que la verdad es un mal necesario. -No, estoy bien, ya he dormido varios días- digo mientras sigo acariciando su cabello. -Y tú, ¿estás cansado?- digo en un susurro
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Pienso mil y un maneras de reprocharle, de hacerle entender y de justificar la actitud de papá porque dudo mucho que ella pueda entender por lo que hemos pasado, pero ninguna me sale de los labios así que me quedo calladito en mi lugar. Finalmente, solamente logro balbucear una cosa - se trata de cuidarnos los dos - a veces él como padre, a veces yo como hijo. Mamá solía decirme que la vida es un dar y recibir constante y con él lo he comprobado; después de todo, siguió cuidándonos a su manera e hizo lo posible para que no nos falte nada sin la necesidad de pedir teselas. Y como ahora está lejos, tengo que cuidar de Amelie porque ella es lo único que tengo cerca, como si nunca hubiésemos salido de la arena.

¿Estoy cansado? No sé por que me duelen las piernas como si hubiese corrido horas incluso cuando solo he estado en la cama. Así que, para no contestarle aquello, me limito a concentrarme en la agradable sensación de sus caricias mientras retomo una pregunta suya que parece haber quedado olvidada entre tanta charla deprimente - Me gustan los gatos. Podemos tener muchos y alimentarlos y ponerles nombres como Cosa 1 y Cosa 2... Mel le ponía nombres poco originales a los gatos de la vecina, como Señor Bigotes y esos, pero son ridículos... - hablar de aquello me deja un mal sabor en la boca y me percato de que ya estoy hablando de mi hermana en pasado, aceptando una muerte que todavía me hace doler el pecho hasta límites insospechables.  Me muerdo la lengua como si de aquel modo pudiese callarme, para después seguir hablando como si aquel comentario sobre Melanie jamás hubiese existido - ¿conoces el distrito cuatro, Amy? Puedo llevarte. Te enseñaré el mar y los helados del señor Thomas. Va a encantarte.

Es curioso que, después de haberme despedido de todo, pueda tener la posibilidad de recuperar esas cosas pequeñas que antes eran tan normales para mí y ahora parecen pertenecer a una vida muy lejana. No sé cuanto tiempo me demoro, pero comienzo a hablarle a Amy de todas las cosas que alguna vez hice. Mi bicicleta antigua, tan antigua que papá la tuvo que arreglar para que yo pueda usarla. Los juegos con mis hermanos y las recetas de mamá. El perro que encontramos una vez perdido en la playa y que tuvimos solo una semana, hasta que su dueño apareció y Mel lloró horas después de que nos dejara. Los caramelos y los pasteles de cumpleaños y la amiga de Mel que me dio un beso en la mejilla y me hizo correr lejos cuando tenía diez.  Me duermo al amanecer y lo hago tranquilamente, sorprendentemente sin pesadillas y rodeado de un calor que casi había olvidado.

Cuando despierto, parpadeo varias veces hasta que descubro donde me encuentro y entonces veo el rostro severo de mi médico, por lo que me encojo contra Amy, como si de aquel modo no pudiese verme. Él dice algo como que debo moverme, que tengo que estar en mi habitación y que es hora de los chequeos médicos, pero cuando me ve bufando, me promete que voy a poder volver y compartir el almuerzo con Amelie. Yo la miro y, con resentimiento, empujo las sábanas, enfrentándome al frío de la mañana y saliendo sin muchas ganas. Me froto los ojos y avanzo hacia la puerta arrastrando los pies, pero cuando llego a ésta, me volteo para ver a Amy. Siento muchas cosas que quiero decirle y se me atoran en la garganta, pero solo una logra salir -  estoy muy feliz de que hayas salido de los juegos, Amy - solo hace falta aquello y una sonrisa triste para darle la espalda y dejarme llevar a la odiosa rutina que me espera probablemente para el resto de mi vida.
Benedict D. Franco
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