Mille no conoce otra cosa que no sean las paredes gruesas de la academia Durmstrang, la vegetación de las montañas escandinavas, su clima frío y la fauna que lo acompaña.

Como tercera hija de una generación de magos que sufrieron el exilio en Europa, siempre ha sabido que lo más importante que tiene es su familia. De esa jamás le ha faltado, con casi más hermanos que pares de calcetines en su armario, ya no solo las circunstancias de su pueblo sino su numerosa familia la obligaron a conocer bien pronto en su vida lo que significa tener que compartir, ser bondadoso con el otro y, por sobre todas las cosas, a protegerse del daño.

Si hay algo de lo que no ha faltado jamás en su vida es el sonido de una risa, a diferencia de los suministros y provisiones que en ocasiones fueron más escasos, en la familia Nygaard siempre ha habido oportunidad para hacer de una situación tensa algo más liviano. Tal vez por esa misma razón a Mille le afectó tanto la muerte de su madre, Aoife, no había forma de que ese evento tomara una tinción positiva, ni siquiera el nacimiento de quien sería su última hermana consiguió que por los meses siguientes Mills sacara una sonrisa.

Afortunadamente el tiempo sana muchas heridas, y con él Mille volvió a recuperar parte de su personalidad risueña, menos acentuada que entonces. De pronto ya no era una niña, aprendió que en su mundo hay mayores preocupaciones que la de molestar a sus hermanos bajo las sábanas con cosquillas o dar sustos detrás de los armarios, y su padre tuvo que esforzarse por mantenerlos con la cabeza en la realidad, su realidad.

En su adolescencia Mille se dedicó a entrenar como el resto de su familia, estudió y leyó mucho, sobre política, sobre historia, sobre todo lo que Syver quería que supieran para que lo que el mundo pudiera tirarles no les sorprendiera, o lo hiciera en lo mínimo posible. Pero en su tiempo libre se dedicó a disfrutar de otras cosas, de la naturaleza de su región, desde sus ríos congelados y montañas rocosas hasta sus seres vivos, pequeños o grandes, algo que siempre había adorado.

En el exterior se sentía en paz consigo misma, con la compañía silenciosa de los animales, le gustaba tanto esa vida que se pasaba horas explorando y, viendo la oportunidad con sus avances teóricos en magia, se las apañó para desarrollar el arte de la animagia. Tomó la forma de un zorro rojo y a día de hoy es lo que le ha permitido descubrir recovecos y zonas inaccesibles en forma humana.

En el presente, no obstante, puede que de sus hermanos, sin contar con la pequeña Frida, sea quien menos interés tiene en abandonar sus orígenes. Conoce de la situación desesperada de su hogar, sabe de las reuniones que ha tenido su padre con otros continentes y escuelas de magia que también sobrevivieron estos años, hasta tomó parte en el ataque que sufrió Neopanem el pasado marzo. Sin embargo, todo lo que pasaba por su cabeza mientras aquella invasión tuvo lugar era lo mucho que deseaba volver a su casa y lo poco que le interesaba la vida de circo en aquel país.