Contempla bien, forastero. El tiempo ha marchado hacia atrás, y la Edad Media Europea se extiende ante tus ojos. ¿Oyes eso?, el viento murmura viejas canciones: es la voz de los trovadores, hablando del sol y las lunas que iluminan el sendero del aventurero, el erudito y el mercenario. Narran los arduos días del vasallo y la grandeza vociferada por los altos señores, la pericia de los hechiceros y el fulgor del acero ensangrentado de las espadas de los más valerosos guerreros.

Aquí, la magia imbuye bosques y montañas, vastos océanos y desiertos, campos olvidados y reinos saciados, así como también los envuelve la eterna guerra entre el bien y el mal: justas libradas en nombre de reyes y dioses antiguos, pero que bien satisfacen la codicia de hombres, elfos, enanos y demás estirpes. Sin embargo, donde la oscuridad acrece, las maravillas abundan en forma de mágicas criaturas y artilugios jamás antes vistos: motivo de la fascinación y las ansias de conocer el mundo de aquellos que se atreven a cruzar las fronteras del gran continente: Reldrith; donde ahora te encuentras.

Dime entonces, viajero, ¿cuál será tu papel en esta historia? Decide bien a dónde eliges forjar tu camino, pues has llegado al Viejo Mundo.