OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Entrevista Distrito 07
Domingo 13 de Agosto. 2471. 20 p.m.
El escenario había sido montado en el teatro más lujoso del Capitolio. Las butacas estaban repletas de ojos curiosos, miembros de la élite de la ciudad que buscaban juzgar por cuenta propia al pequeño montón de traidores que se estaban jugando un lugar dentro de la sociedad. Una carta de perdón, la prueba de que merecían seguir respirando a pesar de todos sus pecados.
Las cámaras de televisión se encontraban en cada uno de los rincones, pero la mayoría estaba puesta sobre las tablas. Iluminado por los reflectores que se movían en todas direcciones, el escenario se preparaba entre los murmullos y aplausos de la multitud. La música retumbó con fuerza cuando una voz masculina en off inundó el teatro, encargándose de presentar a la única y maravillosa… ¡Zirconia Chrysalis!
Tal vez los tributos no eran celebridades, pero Zirconia sí y vaya que el público la amaba. Muchos se levantaron de sus butacas para recibirla, mientras la conductora gritaba con voz estridente. Carecía de micrófono, lo que delataba que las voces sobre el escenario estaban siendo aumentadas gracias a la magia. Su rostro se reflejó en cada uno de los paneles dispuestos para que el público no se pierda de los detalles.
— ¡Muy buenas noches, mi querido NeoPanem! — Exclamó. Llevaba las uñas postizas, de color naranja chillón, tan largas que era imposible ignorarlas cuando agitó las manos en el aire a modo de saludo — ¡Pero qué evento nos espera! Aunque me siento muy halagada por la cálida bienvenida que me han dado, todos sabemos que hoy yo no soy el centro de atención. Hay unos cuantos tributos que están aquí, ansiosos por que los conozcan y los acepten dentro de sus corazones. ¡Sí, escucharon bien! ¿Quieren oírlos a ellos? ¿Quieren ver sus rostros y descubrir cual vale la pena? ¡Es hora de que sepamos un poco más de su historia! Digamos que algunos puntajes me sorprendieron bastante… — no le dio la espalda al público cuando se acomodó en uno de los dos sillones individuales que decoraban el centro de la escena —. Y si ninguno los convence lo suficiente, pues al menos nos darán un buen espectáculo.
Todos ahí tenían en claro una cosa: era la última oportunidad que tenían para meterse al público en el bolsillo. Excepto los del seis. Eran un muermo. Apenas consiguieron alguna que otra risa incómoda por parte del público y Zirconia se encontró parpadeando con una sonrisa amplia en más de una ocasión, no muy segura de qué hacer. En cuanto se marcharon, la mueca se ensanchó un poco más.
— Eso fue interesante. Supongo que tendrán que abrir un poco más la boca en... Ya, no importa. ¡Que la vida es corta y todavía hay mucho para ver!. ¿Qué les parece un poco de historia del distrito siete? ¡Denle la bienvenida a Dianthe Fairhope!
Las cámaras de televisión se encontraban en cada uno de los rincones, pero la mayoría estaba puesta sobre las tablas. Iluminado por los reflectores que se movían en todas direcciones, el escenario se preparaba entre los murmullos y aplausos de la multitud. La música retumbó con fuerza cuando una voz masculina en off inundó el teatro, encargándose de presentar a la única y maravillosa… ¡Zirconia Chrysalis!
Tal vez los tributos no eran celebridades, pero Zirconia sí y vaya que el público la amaba. Muchos se levantaron de sus butacas para recibirla, mientras la conductora gritaba con voz estridente. Carecía de micrófono, lo que delataba que las voces sobre el escenario estaban siendo aumentadas gracias a la magia. Su rostro se reflejó en cada uno de los paneles dispuestos para que el público no se pierda de los detalles.
— ¡Muy buenas noches, mi querido NeoPanem! — Exclamó. Llevaba las uñas postizas, de color naranja chillón, tan largas que era imposible ignorarlas cuando agitó las manos en el aire a modo de saludo — ¡Pero qué evento nos espera! Aunque me siento muy halagada por la cálida bienvenida que me han dado, todos sabemos que hoy yo no soy el centro de atención. Hay unos cuantos tributos que están aquí, ansiosos por que los conozcan y los acepten dentro de sus corazones. ¡Sí, escucharon bien! ¿Quieren oírlos a ellos? ¿Quieren ver sus rostros y descubrir cual vale la pena? ¡Es hora de que sepamos un poco más de su historia! Digamos que algunos puntajes me sorprendieron bastante… — no le dio la espalda al público cuando se acomodó en uno de los dos sillones individuales que decoraban el centro de la escena —. Y si ninguno los convence lo suficiente, pues al menos nos darán un buen espectáculo.
Todos ahí tenían en claro una cosa: era la última oportunidad que tenían para meterse al público en el bolsillo. Excepto los del seis. Eran un muermo. Apenas consiguieron alguna que otra risa incómoda por parte del público y Zirconia se encontró parpadeando con una sonrisa amplia en más de una ocasión, no muy segura de qué hacer. En cuanto se marcharon, la mueca se ensanchó un poco más.
— Eso fue interesante. Supongo que tendrán que abrir un poco más la boca en... Ya, no importa. ¡Que la vida es corta y todavía hay mucho para ver!. ¿Qué les parece un poco de historia del distrito siete? ¡Denle la bienvenida a Dianthe Fairhope!
— Las entrevistas estarán abiertas un total de 72 horas. Cada tributo deberá responder tres preguntas obligatorias para poder cobrar los 300 Galeones de recompensa.
— Primero pasan las mujeres, luego los varones. Para evitar atascar a su compañero, las chicas tienen 24 horas a partir de la apertura para hacer su post de entrada y dar inicio a la entrevista de su distrito. En caso de que se pasen las 24 horas, se pasará directamente al tributo masculino. El tributo femenino solo podrá retomar su entrevista cuando su compañero termine la propia. On rol, tomaremos siempre como que la entrevista femenina fue primero.
— Intenten no controlar demasiado al público. También recuerden que los tributos no son vistos como adoradas celebridades.
— Pueden describir o ejemplificar sus atuendos con imágenes. No es obligatorio.
Televisión Nacional
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Entrevista
Domingo 13 de agosto - 20 PM
El último paso del plan. La última oportunidad para conseguir ser útil al equipo, para mantener a Hyperion con vida. Estuvo jugueteando con sus manos mientras los tributos anteriores salían a escena, y alisándose compulsivamente el vestido de gasa que le habían puesto. No había sido ella quien lo había elegido, pero le pareció perfecto para la imagen que pretendía dar y, desde luego, se sentía mucho más cómoda con él que con el que usó en el desfile.
Estaba nerviosa, más que eso, aterrada por la posibilidad de echar a perder todo en ese último paso. Nunca había tenido problemas para hablar en público, pese a su timidez, pero ¿delante de todo el país? No sabía si los nervios la traicionarían. Sus ojos marrones buscaron al moreno entre los tributos restantes y, pese a que se mantenía apartado, el cruce de miradas le transmitió cierta tranquilidad. Él confiaba en ella, o confiaba, al menos, en que cumpliese su parte, así que tomó aire e irguió la espalda, viendo cómo terminaba la entrevista con el tributo del seis.
Oyó su nombre y comenzó a avanzar hacia el escenario tal como le indicó el chico en el desfile; con la cabeza alta y firmeza para defender su idea, que aquello era injusto, y que ella era inocente. Eso era todo lo que tenía que hacer, convencer a un país de eso.
Estaba nerviosa, más que eso, aterrada por la posibilidad de echar a perder todo en ese último paso. Nunca había tenido problemas para hablar en público, pese a su timidez, pero ¿delante de todo el país? No sabía si los nervios la traicionarían. Sus ojos marrones buscaron al moreno entre los tributos restantes y, pese a que se mantenía apartado, el cruce de miradas le transmitió cierta tranquilidad. Él confiaba en ella, o confiaba, al menos, en que cumpliese su parte, así que tomó aire e irguió la espalda, viendo cómo terminaba la entrevista con el tributo del seis.
Oyó su nombre y comenzó a avanzar hacia el escenario tal como le indicó el chico en el desfile; con la cabeza alta y firmeza para defender su idea, que aquello era injusto, y que ella era inocente. Eso era todo lo que tenía que hacer, convencer a un país de eso.
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Entrevista del distrito 07
13.08.2471
— Dianthe, ¡Fairhope! — pronunció nuevamente el nombre de la joven, haciendo especial hincapié en el apellido de la misma. — ¿Nadie reconoce el apellido? — con gesto dramático se llevó una mano al pecho, guiñándole el ojo derecho a la recién llegada. — Seguro que cuando os lo cuente os sonará a todos. — aseguró como si tuviera entre manos el mayor chisme habido y por haber. Las largas pestañas de Zirconia aletearon un par de veces, y una de sus manos desapareció tras el asiento que ocupaba para tomar su propia varita, la cual mostró con ambas manos al público y, seguidamente movió en el aire con orgullo. — La madera de las varitas de muchos de los aquí presentes, ¡ha salido de las plantaciones de la familia de esta señorita! ¿No creéis que le debemos un merecido aplauso! — animó al público que, acto seguido, comenzó a llenar de sonoros y animados aplausos que Zirconia se apropió a si misma.
Con un nuevo movimiento guardó su varita y se acomodó en la butaca, cruzando las piernas y girándose hacia Dianthe con una de las más esplendorosas sonrisas habidas y por haber. — Pero no estamos aquí para darles ventas, no, no, no. Estamos aquí para conocerte a ti. — el dedo índice de Zirconia se movió en el aire, remarcando el rostro de la invitada, y haciendo resaltar los brillos que portaba en sus largas uñas de color naranja chillón. — ¿Cómo fue descubrir que eras squib dentro de una familia con un perfecto linaje puro? — preguntó sin más dilación. — Seguro que acabaron dándote todos los caprichos. —. Pobrecita, bastante tenía.
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Entrevista
Domingo 13 de agosto - 20 PM
La chica se sentó en el asiento que antes había ocupado el tributo del seis, frente a la presentadora, y consiguió esbozar una sonrisa cuando esta repitió su nombre. Observó la varita que la mujer mostró al público y respiró hondo, intentando calmar los latidos de su corazón. Empezaba el show.
Cuando el aplauso — supuestamente para ella o su familia — llegó, Dianthe sonrió a la audiencia con humildad e hizo un gesto con la mano, entre saludo y restándole importancia.
— De hecho, Zirconia... Perdón, ¿puedo tutearte? — se interrumpió a sí misma, con la educación siempre por delante — No solo la madera; muchas de las varitas también salen del taller de mi familia. Mi madre es una verdadera artista en ese campo. Gracias por darme la oportunidad de decirlo aquí. — volvió a mirarla a ella, con calidez en sus ojos marrones, dejando ver que el poder lo tenía la presentadora, y que ese gesto benevolente no hablaba más que virtudes de Chrysalis.
Mantuvo la sonrisa encantadora mientras la morena ponía el foco en ella, y los labios temblaron un poco ante esa primera pregunta, pero consiguió recuperarse con relativa rapidez. No sabía si la presentadora era consciente de lo que su pregunta provocaba o si justo eso pretendía, si se trataba de una pregunta trampa.
— Bueno, no fue precisamente el día más feliz de mi vida. — dejó ir una pequeña risa cómplice y después se encogió de hombros — Pero tienes razón; he sido bastante consentida. — no era del todo mentira eso, aunque ella nunca hubiese sido una niña caprichosa. Se fue poniendo seria a medida que hablaba — Soy afortunada por los padres que tengo, y lo que más siento es que tengan que estar pasando por esto por un triste malentendido. — aseguró, mirando primero a la presentadora, luego al público y después a cámara. Como le había indicado Hyperion, firme. Pero ella añadió ese toque genuino de sentimiento.
Cuando el aplauso — supuestamente para ella o su familia — llegó, Dianthe sonrió a la audiencia con humildad e hizo un gesto con la mano, entre saludo y restándole importancia.
— De hecho, Zirconia... Perdón, ¿puedo tutearte? — se interrumpió a sí misma, con la educación siempre por delante — No solo la madera; muchas de las varitas también salen del taller de mi familia. Mi madre es una verdadera artista en ese campo. Gracias por darme la oportunidad de decirlo aquí. — volvió a mirarla a ella, con calidez en sus ojos marrones, dejando ver que el poder lo tenía la presentadora, y que ese gesto benevolente no hablaba más que virtudes de Chrysalis.
Mantuvo la sonrisa encantadora mientras la morena ponía el foco en ella, y los labios temblaron un poco ante esa primera pregunta, pero consiguió recuperarse con relativa rapidez. No sabía si la presentadora era consciente de lo que su pregunta provocaba o si justo eso pretendía, si se trataba de una pregunta trampa.
— Bueno, no fue precisamente el día más feliz de mi vida. — dejó ir una pequeña risa cómplice y después se encogió de hombros — Pero tienes razón; he sido bastante consentida. — no era del todo mentira eso, aunque ella nunca hubiese sido una niña caprichosa. Se fue poniendo seria a medida que hablaba — Soy afortunada por los padres que tengo, y lo que más siento es que tengan que estar pasando por esto por un triste malentendido. — aseguró, mirando primero a la presentadora, luego al público y después a cámara. Como le había indicado Hyperion, firme. Pero ella añadió ese toque genuino de sentimiento.
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Entrevista del distrito 07
13.08.2471
Asintió con la cabeza en un par de ocasiones, dejando que la joven invitada hablara cuanto deseara, siempre que no le interrumpiera a ella, claro. Un exagerado mohín se dejó ver en sus labios, seguido de un acomodamiento en la butaca y alzando la diestra, negó un par de veces con dedo índice. —No, no, aquí no hay malentendidos, solo… ¿cómo decirlo? — los labios de Zirconia se golpearon el uno con el otro haciendo un chistoso ruido. — Decisiones poco ortodoxas. — puntualizó dejando de mover la mano y apoyándola sobre su propia rodilla.
— Escuchamos por ahí… — pronunció inclinándose ligeramente hacia ella, como si se tratara de un secreto que nadie más debía escuchar, aunque en sus palabras incluyó al público. — … que tus padres llegaron a pensar en un matrimonio concertado. — se llevó la mano al pecho mientras hablaba. — Terrible. — Para salvar el status de su familia, ¡condenar a otra a tener una squib! Terrible. — La cuestión es, ¿lo habrías hecho? ¿Habrías aceptado ese infeliz matrimonio? — cuestionó apoyando el codo en el reposabrazos de la butaca y luego su mentón en la palma de la mano, mirándola a la espera de una suculenta contestación, mas, antes de que contestara, giró el rostro hacia el público. — Aunque, ¿quién no lo haría? ¡He visto un par de rostros en el público que pueden contactarme cuando quieran! —. ¡Poder y status! Todos querían un poco de eso.
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Entrevista
Domingo 13 de agosto - 20 PM
Dianthe no perdió la comportura, ni siquiera la sonrisa, cuando la presentadora la contradijo. No estaba allí para molestarla, ni a ella ni al Capitolio en general, todo lo contrario. Su papel era, precisamente, una especie de versión de sí misma, así que no era difícil de interpretar. Porque ella siempre había sido la niña buena y responsable, en eso no estaba actuando. ¿Cómo de difícil podía ser convencer a la audiencia de que era... tal y como era en realidad? No lo sabía, pero Zirconia no iba a ponérselo fácil, eso estaba claro.
— Es cierto que a veces nuestra suerte la guían nuestras propias... decisiones poco ortodoxas — le dio la razón, en parte — Pero, ¿lo es intentar que alguien siga siendo fiel y viviendo al amparo y bajo las leyes que rigen nuestra gran nación? Porque ese es el motivo por el que yo estoy aquí. — cuestionó, sin rastro de soberbia en su voz, solo simple y clara duda — Y sé que nuestro gobierno es justo, por eso tengo claro que esto es un malentendido. —terminó, encogiéndose de hombros, con la más pura inocencia en todos sus gestos.
Su siguiente pregunta, sin embargo, le hizo palidecer. Afortunadamente, el ligero maquillaje que le habían puesto lo ocultaba. Pero pensar en aquello, en lo que podría haber sido y ya nunca sería, en lo que en algún momento le había producido ansiedad y esperanza dependiendo del momento... Era como un puñetazo en el estómago. Y, de todas formas, ¿cómo se enteraba la presentadora de todo eso?
Infeliz matrimonio, lo llamó, y Dianthe bajó la mirada unos segundos, porque habría sido infeliz solo para una de las partes, de haber sido como imaginaba. Porque ella... Ella habría sido feliz con el moreno, si al final todo aquello habría ocurrido. Aunque, en realidad, eso no había estado planeado más que en su cabeza. Sonrió un poco con la broma de la presentadora y volvió a levantar los ojos castaños, mirándola. Podía ser punzante, pero también ayudaba a salir de los propios líos en los que la metía.
— Bueno, un matrimonio concertado no era exactamente la idea. — la corrigió, amablemente — Pero si es verdad que nos habría gustado que el negocio quedase en la familia en un futuro, y una buena forma de asegurarnos de eso era casándome en unos años. — explicó, sin ninguna amargura en su tono, e incluyéndose en esa conversación — De cualquier modo, no creo que hubiese sido un matrimonio infeliz. — añadió, y de nuevo el rostro de Hyperion le vino a la mente. Sonrió levemente y luego volvió a la realidad — Mis padres me quieren demasiado, y no me habrían condenado a una vida desgraciada. — terminó, totalmente convencida.
— Es cierto que a veces nuestra suerte la guían nuestras propias... decisiones poco ortodoxas — le dio la razón, en parte — Pero, ¿lo es intentar que alguien siga siendo fiel y viviendo al amparo y bajo las leyes que rigen nuestra gran nación? Porque ese es el motivo por el que yo estoy aquí. — cuestionó, sin rastro de soberbia en su voz, solo simple y clara duda — Y sé que nuestro gobierno es justo, por eso tengo claro que esto es un malentendido. —terminó, encogiéndose de hombros, con la más pura inocencia en todos sus gestos.
Su siguiente pregunta, sin embargo, le hizo palidecer. Afortunadamente, el ligero maquillaje que le habían puesto lo ocultaba. Pero pensar en aquello, en lo que podría haber sido y ya nunca sería, en lo que en algún momento le había producido ansiedad y esperanza dependiendo del momento... Era como un puñetazo en el estómago. Y, de todas formas, ¿cómo se enteraba la presentadora de todo eso?
Infeliz matrimonio, lo llamó, y Dianthe bajó la mirada unos segundos, porque habría sido infeliz solo para una de las partes, de haber sido como imaginaba. Porque ella... Ella habría sido feliz con el moreno, si al final todo aquello habría ocurrido. Aunque, en realidad, eso no había estado planeado más que en su cabeza. Sonrió un poco con la broma de la presentadora y volvió a levantar los ojos castaños, mirándola. Podía ser punzante, pero también ayudaba a salir de los propios líos en los que la metía.
— Bueno, un matrimonio concertado no era exactamente la idea. — la corrigió, amablemente — Pero si es verdad que nos habría gustado que el negocio quedase en la familia en un futuro, y una buena forma de asegurarnos de eso era casándome en unos años. — explicó, sin ninguna amargura en su tono, e incluyéndose en esa conversación — De cualquier modo, no creo que hubiese sido un matrimonio infeliz. — añadió, y de nuevo el rostro de Hyperion le vino a la mente. Sonrió levemente y luego volvió a la realidad — Mis padres me quieren demasiado, y no me habrían condenado a una vida desgraciada. — terminó, totalmente convencida.
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Entrevista del distrito 07
13.08.2471
¡Pobre niña! No sabía que decía. Estaba allí para ganarse al público, que vieran en ella una buena inversión, pero se estaba convirtiendo en una decepción que no cejaba en su intento por defender por activa y pasiva que no era culpable, que todo se trataba de un error. Negó con la cabeza. La mirada de Zirconia se dirigió hacia el público, el cual comenzó a pronunciar abucheos ante las palabras de la joven invitada, la cual no iba por el buen camino. — La ley es igual para todos, querida. — fue lo único que pronunció como respuesta, cruzándose de piernas y esperando a la respuesta a su pregunta. ¡Estaban por los chismes! ¿Por qué tenían que ponerse tan serios?
— ¡Me gusta esa actitud! — se rió, alzando ambas manos para aplaudir las palabras de Dianthe. Al menos sabía cómo cuidar o consolarse a sí misma. — Por supuesto que no tenía por qué ser infeliz. Ya sabes. Chico conoce a chica, chica conocer a chico, se enamoran… ¡el roce hace el cariño! ¿No es así? — preguntó al público con un sutil movimiento de hombros, que, en aquella ocasión estalló en risas, vítores y aplausos. — Así es, con esa mente tan positiva seguro que vas a por todas. — congratuló.
— Y, por supuesto, no podemos olvidarnos de tu compañero de distrito. Hyperion. — las calmas palabras de Zirconia se volvieron algo más lentas y sensuales cuando pronunció el nombre del otro joven tributo. La cámara hizo un perfecto zoom en su rostro en todo momento, y una expresión divertida, a la par que pilla, se dejó ver. — ¿Cuál es vuestra relación? — preguntó con simpleza, aunque no dejándolo allí. — Ya sabes que nos gustan las historias intensas, esas que nos arrebaten y aceleren el corazón. Porque los aquí presentes, ¡tenemos un corazón inmenso! ¿No es así? — se dirigió directamente al público que estalló en aplausos, dándole la razón por completo. — Un corazón de oro. — apostilló haciendo referencia al poder y dinero que poseían los allí presentes, a los que se debía ganar si deseaba tener algún regalito cuando estuviera en apuros.
Se inclinó un poquito más hacia Dianthe, aprovechando que los aplausos se sucedían. — Danos algo con sustancia, querida. — indicó, reiterando sus palabras por si no le había quedado claro que para ganarse aquel teatro debía de ser interesante.
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Entrevista
Domingo 13 de agosto - 20 PM
No se encogió ni un poco ante los abucheos recibidos. Sabía que aquello no iba a ser fácil, y de un sistema que enviaba a niños a matarse unos a otros por simple y sádica diversión no esperaba que sus palabras tuviesen un recibimiento caluroso. Pero con que una sola persona con poder decidiese que ella era inocente y, por tanto, merecía ganar más que el resto, que sí eran verdaderos traidores, serviría. Asintió a las palabras de la presentadora, con firmeza.
— Por supuesto; eso nunca lo he negado ni dudado. — aceptó; y es que Dianthe en ningún momento había dicho que eso no fuera así, de hecho, justo en esa premisa se basaba su defensa. Pese a la falsedad de las palabras de la morena — iguales, sí, claro — la adolescente sonrió, como si la otra por fin hubiese comprendido y aceptado lo dicho. Si ella quería tergiversar sus palabras, ella haría lo mismo.
Al menos, no todo estaba perdido. Aunque no estaba segura de si se estaban burlando de ella o no, al menos con el tema del matrimonio parecía haberle hecho más gracia a esa gente. Asintió a su idea, bastante parecida a la que ella, ingenua, había tenido. Así debería ser, ¿verdad? Pero al final había sido más como... Chico conoce a chica, chica conoce a chico, chica se enamora y ahora ambos estaban en los juegos por su culpa. No era precisamente el cuento que le gustaría escuchar por la noche.
— Así es. — y lo era; iba a por todas, porque por difícil que lo tuviese, haría lo que estuviese en sus manos por ayudar a Hyperion a ganar esos juegos.
Y como si hubiese leído sus pensamientos, la presentadora habló entonces del moreno. La pregunta no debería haberle tomado por sorpresa, viendo que esa mujer parecía saberlo todo, y teniendo en cuenta que los detalles de esa semana, con el gesto del chico en el desfile y luego en alguno de los entrenamientos, habrían llegado a sus oídos. Desvió un segundo la vista a el lugar por donde había entrado, detrás de bastidores, donde debía encontrarse el chico.
¿Qué se supone que debía decir, cuando ni ella sabía con certeza qué relación existía entre ellos? Entonces lo siguiente que dijo Zirconia la hizo mirarla con atención, comprendiendo lo que escondían, no demasiado profundo, sus palabras. Darles lo que querían, no formaba parte del plan, pero situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.
— Él... trabajaba para mis padres. — comenzó, sabiendo que no era eso lo que querían escuchar. Respiró hondo y, con las mejillas ardiendo a cada nueva palabra comenzó a confesar — Hyperion era el chico que conoce la chica en mi historia. — tragó saliva, intentando no pensar que él estaría oyendo cada palabra — Era mi esperanza de un futuro feliz y... la razón de que esté aquí. — sonrió con tristeza — Quise detenerle cuando intentó marcharse, porque no imaginaba... No quería imaginar mi vida sin él, así que... — se encogió de hombros y le dirigió una mirada cómplice a Zirconia — Tenías razón, supongo, si estoy aquí es por la decisión poco ortodoxa de una chica enamorada. — terminó, esperando solamente que Hyperion no la odiase aún más por lo que acababa de hacer.
— Por supuesto; eso nunca lo he negado ni dudado. — aceptó; y es que Dianthe en ningún momento había dicho que eso no fuera así, de hecho, justo en esa premisa se basaba su defensa. Pese a la falsedad de las palabras de la morena — iguales, sí, claro — la adolescente sonrió, como si la otra por fin hubiese comprendido y aceptado lo dicho. Si ella quería tergiversar sus palabras, ella haría lo mismo.
Al menos, no todo estaba perdido. Aunque no estaba segura de si se estaban burlando de ella o no, al menos con el tema del matrimonio parecía haberle hecho más gracia a esa gente. Asintió a su idea, bastante parecida a la que ella, ingenua, había tenido. Así debería ser, ¿verdad? Pero al final había sido más como... Chico conoce a chica, chica conoce a chico, chica se enamora y ahora ambos estaban en los juegos por su culpa. No era precisamente el cuento que le gustaría escuchar por la noche.
— Así es. — y lo era; iba a por todas, porque por difícil que lo tuviese, haría lo que estuviese en sus manos por ayudar a Hyperion a ganar esos juegos.
Y como si hubiese leído sus pensamientos, la presentadora habló entonces del moreno. La pregunta no debería haberle tomado por sorpresa, viendo que esa mujer parecía saberlo todo, y teniendo en cuenta que los detalles de esa semana, con el gesto del chico en el desfile y luego en alguno de los entrenamientos, habrían llegado a sus oídos. Desvió un segundo la vista a el lugar por donde había entrado, detrás de bastidores, donde debía encontrarse el chico.
¿Qué se supone que debía decir, cuando ni ella sabía con certeza qué relación existía entre ellos? Entonces lo siguiente que dijo Zirconia la hizo mirarla con atención, comprendiendo lo que escondían, no demasiado profundo, sus palabras. Darles lo que querían, no formaba parte del plan, pero situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.
— Él... trabajaba para mis padres. — comenzó, sabiendo que no era eso lo que querían escuchar. Respiró hondo y, con las mejillas ardiendo a cada nueva palabra comenzó a confesar — Hyperion era el chico que conoce la chica en mi historia. — tragó saliva, intentando no pensar que él estaría oyendo cada palabra — Era mi esperanza de un futuro feliz y... la razón de que esté aquí. — sonrió con tristeza — Quise detenerle cuando intentó marcharse, porque no imaginaba... No quería imaginar mi vida sin él, así que... — se encogió de hombros y le dirigió una mirada cómplice a Zirconia — Tenías razón, supongo, si estoy aquí es por la decisión poco ortodoxa de una chica enamorada. — terminó, esperando solamente que Hyperion no la odiase aún más por lo que acababa de hacer.
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Entrevista del distrito 07
13.08.2471
El cuerpo de Zirconia se inclinó hacia ella, escuchando en todo momento y dejando que las expresiones bailan libre por su rostro con todas y cada una de las palabras pronunciadas por su invitada. Se acomodó nuevamente en la butaca, llevándose la diestra al pecho y con sus largas uñas brillando con luz propia gracias a los focos que las iluminaban. — ¡Que tragedia! — compungida, con sus dedos extendiéndose todo lo largos que eran por la extensión de su pecho. — ¡Tenemos una enamorada! ¿No es excitante? — agregó de inmediato dirigiéndose entonces hacia el público que vitoreó, aunque algunas expresiones eran de pánico por la pobre Dianthe. — Querida. — pronunció levantándose de su butaca y tomando la mano de la joven, haciendo que se levantara también y permaneciera a su lado en el esplendoroso teatro que las admiraba. — Las decisiones que tomamos cuando nos enamoramos son las menos ortodoxas, pero también las más maravillosas. — puntualizó tomando la mano de la joven entre sus dos manos, presionándola con tibieza.
— Esperamos que no sea un amor unilateral, y que aprovechen esta última oportunidad juntos. — celebró soltándole la mano y alzando las manos al frente para aplaudir, despertando los aplausos de los más aletargados y luego, seguidamente, indicándole por donde debía regresar para poder darle paso a su compañero de distrito. Esperó a su marcha para girarse hacia el público y aplaudir con efusividad. — ¡Tenemos una historia de amor! — proclamó, con el sonido extendiéndose por todo el lugar. — Pero, ¡no hagamos esperar a nuestro… ¿Romeo?! — llevó la diestra hacia sus labios, e hizo una caída de párpados que consiguió que sus largas pestañas aletearan como unas perfectas alas de mariposa. — Recibamos a nuestro siguiente tributo con un fuerte aplauso, ¡Hyperion O’Riley! — llamó girándose hacia la escalinata trasera que llevaría hasta el escenario al tributo masculino del distrito siete.
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13.08.2471
Las entrevistas.
Había intentado prepararse para aquel momento a lo largo de los días pero, llegada su hora, cualquier tipo de idea que hubiese podido tener de lo que iba a hacer se había evaporado... al escuchar el dramático giro de acontecimientos tras los duros momentos que Zirconia le había hecho pasar a Dianthe sobre el escenario.
"Hyperion era el chico que conoce la chica en mi historia".
Quería morirse.
Se planteó la posibilidad de intentar huir aquella misma noche y por un instante le pareció buena idea, pero entonces vio las caras de pánico entre el público y pensó que, tal vez, la verdad fuese lo único que necesitaban para convencerse de que su compañera de Distrito era inocente.
Y él... bueno, él era un monstruo.
Lo quería, por eso había intentado impedir que se marchase.
Podrían... podrían...
Respiró profundamente ante los últimos comentarios de la entrevistadora sabiendo que pronto le llegaría a él el turno. Tendría que prepararse si no quería acabar haciendo el ridículo aunque, bien mirado, después de la revelación de los sentimientos de su compañera, poco importaba lo que hiciese. Por alguna razón, su estrategia le había estallado en la cara y, aunque habían cumplido con el propósito, saber la imagen que todos —incluida Dianthe— tendrían en esos momentos de él... lo hizo sentirse fatal. Al final, sin haberlo sabido, los estilistas lo habían hecho de lujo al vestirlos aquella noche. Dianthe con su dulce imagen de niña bonita, él en una dinamica similar a la del desfile, un chico malo, ¿qué les había dado por no ponerle camisa?
"¡Hyperion O'Riley!".
Cogió aire y compuso una máscara tranquila, incapaz de mirar a Dianthe cuando pasó por su lado.
Bajó la escalinata a buen paso, dirigiéndose hacia la presentadora con el mentón alto y los hombros cuadrados. Le tocaba interpretar su papel, no podía fastidiarlo ahora.
—Buenas noches, señorita Chrysalis —saludó con su voz grave de tenor y una pequeña inclinación de cabeza antes de tomar asiento en el lugar que le correspondía.
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Entrevista del distrito 07
13.08.2471
Los aplausos hicieron eco ante las incitaciones de Zirconia, extendiéndose por todo el teatro cuando el tributo masculino hizo acto de presencia con una indumentaria que arrancó un rápido comentario por parte de la misma. — ¡No nos extraña que nuestra querida Dianthe le echara el ojo! — exclamó cuando el pecho del joven quedó al descubierto debido a que no portaba nada en la parte superior a excepción de la larga gabardina de cuero. Se hizo aire con la mano, sonriendo ampliamente y volviéndose hacia él en el momento que la saludó, extendiendo la diestra la para presionarle el hombro. — No me juzguéis, solo soy una bruja extremadamente afortunada. — rió alejándose de él y ocupando su propia butaca.
Cruzó las piernas con elegancia, ejecutando una perfecta caída de parpados y una sonrisa traviesa cuando se giró hacia el joven con un vaivén de su melena. — Un primer plano de nuestro Romeo, por favor. — pidió moviendo la diestra en el aire, en busca de una cámara que se acercara hasta el mismo y el público pudiera verlo correctamente. Volvió el rostro hacia el teatro, guiñándole un ojo a todas las féminas presentes, y luego acomodándose para dar inicio a la entrevista. — Bueno, dejemos de presumir. — canturreó apoyando ambas manos sobre sus propias rodillas. — Hyperion, te criaste en orfanato del distrito siete. ¿Cómo fue tu experiencia? — preguntó. — ¿Crees que haberte criado en las duras circunstancias que suponen la soledad de un orfanato te han hecho más fuerte y es algo destacable a tu favor? — inquirió abarcando más circunstancias del tema en cuestión.
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Asintió hacia el público de forma educada, agradeciendo silenciosamente los aplausos que le dedicaron a modo de bienvenida, sin embargo, en su rostro no apareció sonrisa alguna. Se mantuvo sereno, atento, con los ojos fijos en la presentadora que, apenas se hubo sentado, no dudó en presionar su hombro. De haber sido diferente probablemente se habría ruborizado por el exceso de atención y alabanzas a su físico, pero únicamente se limitó a escuchar sin interrumpir a su interlocutora, si de algo se había dado cuenta durante las entrevistas era que no le gustaba que la cortasen al hablar, era una estrella y aquel era su pedacito de cielo.
El público —y ella, supuso— quería entretenimiento, historias como la que Dianthe les había brindado, amor, desamor y tragedia. "Este es tu papel", tuvo que recordarse, un rostro atractivo, un rebelde capaz de doblegar la voluntad de alguien tan bueno y dulce como su compañera.
—Gracias por el recibimiento, son muy amables —habló finalmente, contestando a la sonrisa traviesa de la entrevistadora con una pequeña elevación de comisura que tal vez quedó más pícara que en sí alegre.
Cuando las cámaras se movieron no dudó en hacer lo que se esperaba de él, ladear el rostro y desviar la mirada de la presentadora hacia la cámara que se dirigió a él. Pensó en Dianthe y notó al instante como la expresión en su rostro se intensificó, y entonces la cámara se alejó y él volvió a volcar toda su atención en Zirconia, colocándose en la butaca de forma que estuviese ligeramente inclinado hacia ella.
—Fue una experiencia —traumática y desoladora, pensó, algo que no habría sucedido si el gobierno no hubiese considerado esclavos a sus padres. Se aclaró la garganta y la miró fijamente a los ojos antes de sonreír—... intensa, la mayor parte del tiempo.
Asertivo, enigmático.
Cabeceó tras escuchar la siguiente pregunta, reflexionando sobre ella, Zirconia parecía tener un don para equilibrar entretenimiento y profundidad en la entrevista.
—Desde luego es algo a tener en cuenta —comenzó a explicar—, la soledad, el trabajo, criarse en un ambiente rodeado de otros niños en la misma situación... al final uno tiene que decidir si come o deja que se lo coman y yo decidí comer —una sonrisa de tiburón se extendió por sus labios—. Así que podría decirse que sí, me considero fuerte no solo física, sino también psicológicamente y en muchas ocasiones es más importante lo que hay aquí —señaló su propia cabeza—, que lo que hay aquí —bajó la vista hacia su pecho descubierto y los músculos que exhibía, sus ojos brillaron levemente cuando volvió a alzarlos—, ¿está de acuerdo, señorita Chrysalis?
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Prensó los labios, asintiendo con la cabeza como si entendiera perfectamente como debió sentirse criarse en un sitio frío y solitario como aquel, sin una familia o un verdadero apoyo. No, no lo entendía porque no tuvo aquel tipo de vida, pero se le daba bien eso de parecer que lo entendía y empatizaba. La mano de Zirconia se extendió en dirección al invitado, apretándole ligeramente la rodilla. — Pero la intensidad no siempre es algo malo, ¡así que te adaptarás perfectamente a la intensidad de la Arena! —. Y, aunque su mano pretendió ser amiga, no pudo evitar retirarla para aplaudir con esmero, girando la cabeza en dirección al público y desencadenando un bonito vaivén de su cabello. Los ojos de la entrevistadora centellearon tanto o más que los brillos de su vestido. — ¡Esto es lo que nos gusta! ¡Fuerza y seguridad, no lloros! — alabó. — Nos encantan los tigres, ¿verdad? — pronunció despertando las risas del público cuando movió sus uñas como si de una tigresa se tratara.
— Continuemos. — puntualizó segundos después, con sus largas pestañas aleteando sin cesar en una coquetería que bien se merecía el que estaba sentado a su lado. — Eres hijo de muggles, pero posees magia. — pronunció en un inicio, arrancando algunos sonidos de sorpresa del público, con los murmullos esparciéndose por el teatro mientras continuaba hablando. — Sentimos curiosidad por tu dominio de la misma. Sabéis que en la Arena no tendréis varitas porque, no, no, no, os habéis portado mal y no se os puede recompensar por ello. Pero, ¿qué sabes de la magia? — cuestionó. La magia no estaba, o había estado al menos, permitida para aquellos con su categoría.
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Le habría gustado decirle que si tan buena era la intensidad que siempre podía ir ella a la Arena y comprobar qué tal se le daba, incluso le picaron los nudillos de la rabia que le dio aquel apretón que tanta empatía quiso transmitir —al público, por supuesto— pero que tanto desagrado le transmitió a él. Pese a todo evitó contestar y dejó que Zirconia continuase con aquel circo que tanto parecía gustarles a todos los habitantes del Capitolio. Aplausos, tigres, tonterías que camuflaban lo que realmente estaba pasando como si fuese un concurso de artes marciales en lugar de lo que era, una masacre de niños.
Enarcó una ceja con fingido interés cuando la presentadora comenzó a hablar sobre su capacidad para realizar magia, los murmullos del público lo sorprendieron. ¿Acaso era el único muggle poseedor de magia que habían visto? Estaba seguro de que algún otro Tributo estaría en su misma situación.
—La verdad es que no puedo decir que sea un experto —contestó como si nada antes de revolverse el pelo de forma casual y dedicarle una sonrisa rasgada al público y la presentadora—, hace apenas año y medio que tuve el privilegio de poder comenzar a aprender y hacer uso de mi magia así que tengo unos conocimientos bastante básicos al respecto —Dianthe debía estar alucinando con su capacidad para mentir sin parpadear siquiera, ¿conocimientos básicos? Había comenzado a aprender sobre la magia de mano de la hija de los Fairhope cuando apenas tenía once años así que, aunque no era un experto, podía defenderse y era plenamente consciente de cómo funcionaba.
Como habría dicho la propia presentadora, el incidente en el bosque del Distrito no había sido la primera decisión poco ortodoxa que Dianthe había tomado.
Pero el Capitolio y sus habitantes no tenían por qué saberlo, ¿verdad? Revelar algo así solo habría hecho que los apoyos que hubiesen podido ganar durante sus entrevistas se esfumasen en una nube de humo.
—Me sentí muy afortunado el día en que las leyes me permitieron recibir mi varita —añadió para, acto seguido, ladear la cabeza con cierta sorna—, aunque ahora me siento todavía más afortunado al saber que no nos dejarán tenerlas en la Arena —bromeó, como si su falta de pericia pudiese jugarle una mala pasada.
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— La amabilidad de nuestro Presidente no tiene límites. — aseveró con verdadera devoción ante la figura de Magnar Aminoff. Caminaba por pasos no apoyados por todos, pero nadie podía negar que un buen Gobierno, siempre era un buen Gobierno. Sonrió emocionada, removiéndose en su butaca y divagando mentalmente más que escuchando la contestación a su pregunta, ¡todo lo que tenía que decir estaba dicho! Sabía lo que hacía.
Asintió, mostrándose de acuerdo con sus palabras. Las leyes, tan justas como injustas según quien las mirara. Fascinante. Se retiró el cabello hacia atrás, deslizando sus largas y brillantes uñas por su lacio cabello, antes de regresar a la última pregunta. — No puedes irte sin que te hagamos esta última pregunta, querido. Porque todos queremos saber cuál es tu perspectiva en esta historia. — movió los hombros suavemente, mostrándose divertida y juguetona. — ¿Cuál es tu relación con la Dianthe? — preguntó directamente. — Porque ella acaba de hacer una bonita declaración de amor y sería muy triste que fuera unilateral. — se llevó la mano al corazón con gesto algo dramático. — Nos partirías el corazón, Hyperion, pero queremos saberlo igualmente. — Sí, les partiría el corazón aproximadamente unos cinco segundos, pero sería desgarrador, por supuesto.
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"La amabilidad de nuestro Presidente no tiene límites".
Desde luego que no, quiso contestar repugnado.
Pero se mantuvo en silencio, como había hecho hasta aquel momento, con el rostro sereno, llegaba el momento de despedirse y algo le decía que no se iría sin poner punto y final a lo que Dianthe había comenzado. Estaba claro, se había guardado lo mejor, lo que realmente interesaba al público, para el final y no le sorprendió, seguramente, si él hubiese tenido estómago para hacer el trabajo que ella hacía.
Suspiró.
¿Contaba la verdad?
—No es unilateral —confesó finalmente—. Estoy enamorado de ella desde la primera vez que la vi cuando tenía once años, pero en aquel momento trabajaba para sus padres y, por lo diferente de nuestros linajes, me mantuve alejado de ella y acepté que era algo imposible—la situación no había sido así, por supuesto, pero tampoco iba a confesar que se habían saltado las leyes durante más de cinco años. Aunque sí que se había mantenido alejado, de un modo diferente—. Cuando las cosas cambiaron y obtuve mi varita no pensé que fuese diferente, seguía viéndome como un muggle poseedor de magia así que, por si las leyes volvían a cambiar, decidí marcharme, no quería que mi sangre la perjudicase.
Y no era mentira, aquel había sido, sin duda, uno de los principales motivos de que intentase huir del Distrito. De haber creído que su situación se mantendría en el tiempo, que las leyes continuarían protegiéndolo y que su madre tendría la oportunidad de vivir una buena vida... él jamás habría abandonado a los Fairhope y no habría dudado en casarse con Dianthe. Pero ella ya tenía bastante con su condición de squib, si lo único que la protegían eran sus padres y su sangre... ¿qué pasaría si ellos morían y las leyes cambiaban? ¿Qué habría sido de ellos?
Miró hacia el lugar tras el que esperaban los Tributos a su turno.
—La quiero, siempre lo he hecho y, pase lo que pase, siempre lo haré, daría mi vida por la suya.
Al parecer, ya estaban las cartas sobre la mesa.
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— ¡No es unilateral! — coreó Zirconia como si realmente le interesara o afectara el hecho de que existiera un romance entre el par de tributos del distrito siete. Aplaudió con fuerza, con sus uñas repiqueteando en cada aplauso y una sonrisa divertida extendiendo por sus facciones. Ambos habían dicho estar enamorados el uno del otro, no se gustaban, ¡enamorados! Maravilloso. Una historia dramática que comenzó cuando él aún no tenía ningún tipo de derecho, y ahora estaban juntos en aquella situación, juntos hasta el final. — ¿No es romántico? — preguntó al público que aplaudió al unísono. El bullicio se extendió por todo el teatro, arrancando una carcajada de la garganta de la presentadora. — Quizá tengas la oportunidad de Hyperion, y eso lo hace más romántico aún. —. Todo lo era, y se podían ganar a los patrocinadores más blandos si se vendían correctamente. ¡Que aprovecharan el tirón! Pero no solo para ganar puntos, también para darse una última alegría al cuerpo.
Se levantó de la butaca, tomando el antebrazo al joven, invitándolo a que la acompañara al centro del escenario. — ¡Un nuevo aplauso! — pidió con alegría, permitiéndose deslizar los dedos por el antebrazo del invitado, llevando su mano hasta el codo del mismo y girándose hacia él. — Dicen que los afortunados en el amor no lo son en los juegos. Esperemos que seas la excepción. — pronunció en su dirección, separando la mano de él e indicándole con un suave movimiento de mano las escaleras por las que hubo subido al escenario; esperando a que el mismo se marchara para volverse al público. — ¿Qué opináis? Las historias de amor siempre son las que más enganchan. — chismeó en dirección a los presentes, dirigiéndose hasta la butaca para tomar asiento y llamar al siguiente tributo de la noche.
— Esta será la última intervención de Zirconia para los tributos del distrito 07. Las tres preguntas han sido contestadas y, a partir de este momento, ambos se pueden pasar a reclamar los 300 galeones que corresponden por completar la entrevista.
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