Cuando Alfred y Ofelia Lancaster llegaron de Europa hasta el distrito 9, nunca se imaginaron que su vida cambiaría para siempre. Con tan solo 17 años de edad y un poco de dinero en el bolsillo, invirtieron todo lo que tenían en estudios hasta que lograron convertirse en abogados. Escalaron poco a poco en la pirámide social que habían construido los Black, escondiendo y negando siempre su condición mágica. O al menos ese era el plan hasta que nació Alexander. Por aquél entonces ya habían creado su propio buffete, negocio que les permitió acomodarse en una bonita casa del distrito 4, para ir creciendo.

Se encargaron de Alexander como pudieron, siendo tan estrictos buscaban entretenerlo con cualquier cosa, y al mismo tiempo no darle muchas libertades. Le enseñaron a controlar su magia y a usarla de forma apropiada, pero lo prepararon siempre para que siguiera sus pasos y tomara su lugar como heredero del buffete de abogados. Y así fue cómo sucedió. Tenían la vida preparada para que él la tomara, incluso pensaron en la que podría ser su futura esposa, la hija mayor de Hipólita Ehrenreich.

Pero los planes no resultaron como ellos creían, ya que al cumplir Alexander los 26 años, se vio envuelto en una serie de situaciones con Dione Ehrenreich, a quien le sacaba nada más y nada menos que 9 años, convirtiéndose así en la deshonra de la familia. Sus padres, quienes pensaban que ese era el fin del mundo, le instaron a casarse con la chica al poco tiempo, por lo que cuando ésta hubo cumplido los 18 años, y él los 27, se unieron en matrimonio.

Continuó su vida con la que ahora era su esposa, mudándose a una casa preparada para albergar a una familia de al menos cuatro hijos. Para los 30 años ya era diestro en su trabajo, moviéndose por los juzgados a su antojo, y dejando siempre apertura para cualquier negocio chueco discreto que aumentara su fortuna. Lo único faltaba, según su familia, eran los hijos. Lo discutió en repetidas ocasiones con Dione, ninguno se sentía particularmente entusiasmado por todo el tema de la maldición que corría en la sangre de su esposa, por lo que sin más, y con la ayuda de Georgie Ehrenreich, compraron a una bebé a la que criarían bajo el nombre de Alecto Lancaster.

¿Desarrolló entonces Alexander un amor paternal, de esos que son difíciles de explicar? Pues no.

Para él la existencia de Alecto daba igual mientras ésta no interfiriera con su carrera y la vida que tenía ya con Dione. La apariencia era lo importante, dejar en alto el apellido Lancaster siempre fue su prioridad, y los años solo sirvieron para endurecerlo. En algún punto intentó relacionarse con la chica, buscar algo en ella que pudiera amar, pero no lo consiguió, o al menos no del todo. Desde su punto de vista lo que hizo por Alecto fue lo mejor de lo mejor, forjarla y proveerla de todo lo que se pudiera pensar, buscando compensar el amor que nunca se dio.

La caída de los Black, lejos de perjudicar a los Lancaster, sirvió para avivar su fortuna. Pudiendo ahora revelar su identidad como mago, Alexander no tardó en empezar a moverse entre el departamento de leyes y el Wizengamot, escalando como lo hicieron sus padres en su momento, y afianzando sus negocios... extraoficiales. Fue así como en el 68 logró volverse alcalde del distrito 4, con la llegada de Magnar Aminoff al poder. Desde entonces se desempeña en este cargo, pudiendo mover mejor a lo que él considera, sus marionetas.