James Byrne tuvo cientos de apodos en su infancia. “Jim”, “Jimmy”, “Jamie”, “Jimbo”, “enano insoportable”. Recuerda muy poco de los tiempos en los cuales lo llamaban de esa manera, pero tiende a aferrarse a ello con cierto cariño a pesar de que sean memorias que simplemente parezcan un sueño. Verán, James Gabriel Byrne nació en el distrito trece y fue el menor de cuatro hermanos, todos varones. Su padre era maestro en la escuela local y su madre manejaba un bazar, así que podemos decir que fue una infancia tranquila, simple y completamente normal. En esos tiempos, los Juegos Mágicos continuaban en antena y los Black se encontraban en los últimos años de su mandato, aún sin saberlo, claro está. Suerte para ellos, la desgracia jamás llamó a sus puertas en forma de papeleta de sorteo y los Byrne eran felices, tanto como una familia estable podía serlo. Incluso tenían un labrador y una cerca blanca: estamos hablando de ese nivel de felicidad.

James no recuerda la boda de Stephanie Black y Dexter Metzger, esa que significó el asesinato de los cabecillas del gobierno, pero sí recuerda cómo su madre lo sacó de la cama en mitad de la noche pocos días después. Luego se enteraría que ese mismo día se había anunciado la completa destrucción de la Isla de los Vencedores y los aurores habían empezado a movilizarse por todo el país; obviamente, había llegado el turno del trece. James pasó de brazo en brazo entre sus hermanos cuando salieron por la puerta trasera y lloriqueó en más de una ocasión, muerto de frío al llevar solo consigo su pijama y su peluche favorito. Su padre fue apresado esa misma noche al quedarse atrás para que ellos pudieran escapar. A juzgar por las luces y los gritos, tampoco salió con vida de allí.

Los meses siguientes fueron una huida constante y es bueno saber que James no recuerda todos los detalles. Eso evita la memoria de como su hermano mayor salió a buscar comida y fue apresado, o como su madre fue arrastrada por las calles por un grupo de carroñeros que hicieron todo y nada con ella hasta que perdió la vida. Como los tres restantes eran solo niños, solo bastó una revisión de sótanos para encontrar a tres mocosos muertos de hambre, frío y mugre. Uno murió debido a sus pésimas condiciones en el mercado de esclavos. Otro fue comprado y James nunca volvió a saber de él. Y así fue cómo se quedó solo.

Los recuerdos más nítidos de James son en la oscuridad del mercado de esclavos, donde lo criaron para servir y obedecer. Jamás llamó la atención de los compradores por culpa de su cuerpo delgado y sus brazos débiles, así que creció oyendo historias del resto de los humanos que compartían el espacio con él. Algunos, la gran mayoría, estaban furiosos. Fue testigo de los intentos de botín que se desarrollaban en el mercado y como los magos los reducían con suma facilidad. También vio como una pareja era asesinada cuando intentaban escapar. No podemos decir que fuese criado en un ambiente que le tuviese un respeto al régimen actual, lo cual posiblemente afectó su modo de actuar cuando por fin fue comprado a los trece años.

Vamos a ser honestos, James jamás hizo nada ilegal, pero era un pésimo esclavo. Su desgano y poco respeto quedó en evidencia en cientos de ocasiones, lo cual le valió castigos que soportó con todo su temple durante tres años, hasta que su salud de deterioró tanto que lo regresaron al mercado como si se tratase de una bolsa de basura. Le costó recuperarse, claro está: no a todos les importa un humano defectuoso. Hizo una nueva amistad, un muggle como él que le recordó por qué los magos eran la paria que debían vivir ocultos y cuidó de él hasta que pudo mejorarse.

Fue comprado por Eloise Leblanc a la edad de veinte años, lo que le llevó a servir dentro de la Isla Ministerial por un buen tiempo. No fue hasta que Andrew Keogh, su buen amigo y compañero de celda en el mercado de esclavos, se apareció en la isla en un intento de comunicarse con él y convencerlo de unirse a la rebelión. Fueron atrapados en plena conversación y, tras confesar, Andrew fue enviado como tributo para el primer Coliseo bajo el mandato de Magnar Aminoff.

Desesperado, James logró escapar de la isla y pasó un tiempo en el norte. Allí, se topó con una antigua conocida que lo llevó a la fábrica en la cual se ocultaban los rebeldes junto a los restos de la Red NeoPanem, donde fue recibido con los brazos abiertos. Desde ese entonces y motivado por la injusta muerte de Andrew en el Coliseo, Jim se sumó a las filas del movimiento bilateral y fue parte de la toma del distrito nueve. Allí no solo consiguió ser libre por primera vez en su vida, sino que también formó un hogar.