VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Principios de octubre
—Yo no pienso quedarme a vivir en este distrito— se lo dejo en claro a mi hermana, ¿cuántos meses llevo ya? ¿dos? ¿cinco? ¿un siglo? Se me empiezan a cruzar las nociones del tiempo en mi nuevo estado de fantasma, cuando paso semanas sin ver otra cara que la de un niño que, entre las muchas cosas que le pregunto del distrito –con algo tengo que entretenerme más no sean charlas banales con un niño de ocho años-, me dice que hay una tal Olivia Holenstein sirviéndole el café a nada más, ni nada menos, que Kendrick Black. Ivy tiene un talento propio, con su firma y marca registrada, para saber estar donde tiene que estar, abanicando a quien tiene que abanicar, a veces varios a la vez y no se enteran. —¿Qué me quedaría a hacer? ¿A ser niñero de un crío?— sigo, —También lo soy de aquella cría del distrito dos, la diferencia está en que ella tiene una mansión y su familia, Ivy, escúchame… tiene mucho, mucho dinero. Su tío es el mismísimo ministro de Salud, ¡el padre es alcalde! Toda la familia, la madre y los hermanos son aurores, y tengo entendido que su madrina tiene un negocio… se bañan en galeones, Ivy— no lo puedo ocultar, ese tonito codicioso en mi voz se nota con una desesperación que solo mi hermana podrá entender.
Levito por la habitación para reemplazar mi hábito de gastar el suelo dando vueltas mientras hablo. —Y no sé si quiero estar muy vinculado con los Niniadis, ese apellido viene decayendo y no quiero hundirme con ellos, te la juegas al estar al lado de un Black, pero el chico consiguió un distrito así que supongo que eso le ayudó a sacar el apellido del fango— opino, nunca hemos sido políticos con mi hermana, ni nos ha interesado más que para saber qué precio cobrar a cada persona, todo el tiempo se trata de saber dónde nos conviene más pararnos y, ¿ahora mismo? No veo que el distrito nueve tenga nada de lo que pueda sacar provecho, me veo como un fantasma juntando telarañas. —Volveré con la niña de los Romanov— ella sabrá cómo hacerlo, he venido a pedirle su ayuda y sí, claro, también me alegro de volver a verla, que ella me vea a mí, pero hemos planeado robos en nuestras navidades, esto no es nada fuera de lo normal, —yo creo que ahí está nuestra mina de oro, Ivy— insisto, —solo hay que saber dónde cavar. ¿Quizás chantajeándolos? Kitty tiene un diario con todos los secretos morbosos de esa familia, al parecer su hermano ni es su hermano.
—Yo no pienso quedarme a vivir en este distrito— se lo dejo en claro a mi hermana, ¿cuántos meses llevo ya? ¿dos? ¿cinco? ¿un siglo? Se me empiezan a cruzar las nociones del tiempo en mi nuevo estado de fantasma, cuando paso semanas sin ver otra cara que la de un niño que, entre las muchas cosas que le pregunto del distrito –con algo tengo que entretenerme más no sean charlas banales con un niño de ocho años-, me dice que hay una tal Olivia Holenstein sirviéndole el café a nada más, ni nada menos, que Kendrick Black. Ivy tiene un talento propio, con su firma y marca registrada, para saber estar donde tiene que estar, abanicando a quien tiene que abanicar, a veces varios a la vez y no se enteran. —¿Qué me quedaría a hacer? ¿A ser niñero de un crío?— sigo, —También lo soy de aquella cría del distrito dos, la diferencia está en que ella tiene una mansión y su familia, Ivy, escúchame… tiene mucho, mucho dinero. Su tío es el mismísimo ministro de Salud, ¡el padre es alcalde! Toda la familia, la madre y los hermanos son aurores, y tengo entendido que su madrina tiene un negocio… se bañan en galeones, Ivy— no lo puedo ocultar, ese tonito codicioso en mi voz se nota con una desesperación que solo mi hermana podrá entender.
Levito por la habitación para reemplazar mi hábito de gastar el suelo dando vueltas mientras hablo. —Y no sé si quiero estar muy vinculado con los Niniadis, ese apellido viene decayendo y no quiero hundirme con ellos, te la juegas al estar al lado de un Black, pero el chico consiguió un distrito así que supongo que eso le ayudó a sacar el apellido del fango— opino, nunca hemos sido políticos con mi hermana, ni nos ha interesado más que para saber qué precio cobrar a cada persona, todo el tiempo se trata de saber dónde nos conviene más pararnos y, ¿ahora mismo? No veo que el distrito nueve tenga nada de lo que pueda sacar provecho, me veo como un fantasma juntando telarañas. —Volveré con la niña de los Romanov— ella sabrá cómo hacerlo, he venido a pedirle su ayuda y sí, claro, también me alegro de volver a verla, que ella me vea a mí, pero hemos planeado robos en nuestras navidades, esto no es nada fuera de lo normal, —yo creo que ahí está nuestra mina de oro, Ivy— insisto, —solo hay que saber dónde cavar. ¿Quizás chantajeándolos? Kitty tiene un diario con todos los secretos morbosos de esa familia, al parecer su hermano ni es su hermano.
Si me hubieran dicho los de gestión en el infierno que resucitar a mi hermano significaría tenerlo pegado a mi oreja las veinticuatro horas del día quejándose sobre no querer estar aquí, probablemente les hubiera respondido que mejor se lo quedan ellos que allí la iba a pasar mejor, porque de verdad que me estoy convirtiendo en el demonio personificado con mis contestaciones cada vez que se acerca para soltarme la misma historia. —Técnicamente hablando, vivir no estás viviendo en ningún lado, estás muerto, Nikolaj.— se lo recuerdo de mala manera, no sé si porque sigo molesta por su estúpida forma de morir, tan parecida a la de nuestro padre que parece que ninguno de los dos ha aprendido la lección que se nos inculcó desde pequeños. Uno no se mete en peleas que sabe que no puede ganar, diría mi madre, al contrario que nuestro padre que veía una oportunidad de llevar un par de galeones a casa en cada esquina miserable. Puedo decir ahora que mi hermano siguió el ejemplo de este al venderse a unos matones que después traicionaría, un movimiento que en su lugar no hubiera cometido y que me hacen querer escupirle que le faltan dos dedos en la frente por ser tan irresponsable, estúpido.
—Lamento decirte que cómo fantasma no eres capaz a realizar muchas tareas productivas, así que ser niñero de un crío de nueve años puede que sea a lo que más puedas aspirar en tu vida como expulsado del inframundo— porque me niego a creer que mi hermano sigue teniendo asuntos pendientes aquí, no, para nada, es que del infierno lo expulsaron por pesado y como yo nunca fui una santa, me lo envían como martirio para aguantarlo hasta que sea momento de negarme a mí la entrada a las tinieblas. Pero la palabra galeón siempre será algo que llame mi atención, por mucha molestia que pueda tenerle a mi hermano, sabe que es falsa y también la expresión de desinteresada que le dedico. —¿El ministro de salud, dices? No sabía que habías estado en compañía de un miembro de la familia Helmuth, no te veía como alguien que apoyara la aristocracia y supremacía mágica como para atender a una niña de cuna de oro. — le pico, devolviéndole una sonrisa sarcástica que se transforma en una risa que va decayendo conforme pasan los segundos en los que medito una contestación mayor. —¿Qué te hace pensar que no he procurado aumentar mis propias ganancias en este tiempo? Tengo mis propios negocios, Niko, asuntos que tengo que atender antes de ser yo la que se bañe en oro— le cuento, dejándolo a medias porque así se quedará si quiero mantenerme viva y no muerta como él.
—No estoy de lado de Black— aclaro antes de que caiga en esa equivocación —, estoy de mi propio lado, siempre lo he estado y seguiré estándolo por el tiempo que respire aire en mis pulmones, pero me moveré según mis intereses y las oportunidades aquí son mayores que en los distritos donde solíamos ser parias solitarias— él lo sabe tanto como yo, aunque espero que tampoco se confunda creyendo que me he dejado atraer por la seducción de esta panda hippie con sus discursos moralistas y banderas de paz, sé bien donde tengo mis lealtades y temo decir que no es con ninguno de los que lideran batalla. —¿Qué te hace querer poner todas tus esperanzas de muerto en una cría? ¿Para qué querrías tú el dinero?— que me disculpe la pregunta, pero se me hace complicado el imaginar para qué necesitaría un fantasma una mina de galeones. —No lo sé, no lo sé, ¿qué tienen de especial esos Romanov aparte de un dinero que dudo vayan a soltar tan fácilmente? Suenan a familia orgullosa, desconfiada y reservada con sus secretos, como para escribirlos en una libreta de niña colegial— pido saber más acerca de estas figuras, que del ministro de Salud conozco algo más que de los integrantes de su familia, pero sigue sin convencerme el caso.
—Lamento decirte que cómo fantasma no eres capaz a realizar muchas tareas productivas, así que ser niñero de un crío de nueve años puede que sea a lo que más puedas aspirar en tu vida como expulsado del inframundo— porque me niego a creer que mi hermano sigue teniendo asuntos pendientes aquí, no, para nada, es que del infierno lo expulsaron por pesado y como yo nunca fui una santa, me lo envían como martirio para aguantarlo hasta que sea momento de negarme a mí la entrada a las tinieblas. Pero la palabra galeón siempre será algo que llame mi atención, por mucha molestia que pueda tenerle a mi hermano, sabe que es falsa y también la expresión de desinteresada que le dedico. —¿El ministro de salud, dices? No sabía que habías estado en compañía de un miembro de la familia Helmuth, no te veía como alguien que apoyara la aristocracia y supremacía mágica como para atender a una niña de cuna de oro. — le pico, devolviéndole una sonrisa sarcástica que se transforma en una risa que va decayendo conforme pasan los segundos en los que medito una contestación mayor. —¿Qué te hace pensar que no he procurado aumentar mis propias ganancias en este tiempo? Tengo mis propios negocios, Niko, asuntos que tengo que atender antes de ser yo la que se bañe en oro— le cuento, dejándolo a medias porque así se quedará si quiero mantenerme viva y no muerta como él.
—No estoy de lado de Black— aclaro antes de que caiga en esa equivocación —, estoy de mi propio lado, siempre lo he estado y seguiré estándolo por el tiempo que respire aire en mis pulmones, pero me moveré según mis intereses y las oportunidades aquí son mayores que en los distritos donde solíamos ser parias solitarias— él lo sabe tanto como yo, aunque espero que tampoco se confunda creyendo que me he dejado atraer por la seducción de esta panda hippie con sus discursos moralistas y banderas de paz, sé bien donde tengo mis lealtades y temo decir que no es con ninguno de los que lideran batalla. —¿Qué te hace querer poner todas tus esperanzas de muerto en una cría? ¿Para qué querrías tú el dinero?— que me disculpe la pregunta, pero se me hace complicado el imaginar para qué necesitaría un fantasma una mina de galeones. —No lo sé, no lo sé, ¿qué tienen de especial esos Romanov aparte de un dinero que dudo vayan a soltar tan fácilmente? Suenan a familia orgullosa, desconfiada y reservada con sus secretos, como para escribirlos en una libreta de niña colegial— pido saber más acerca de estas figuras, que del ministro de Salud conozco algo más que de los integrantes de su familia, pero sigue sin convencerme el caso.
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—Gracias por señalarme que estoy muerto— me mofo de ella que me hace el mismo chiste que muchas otras personas, —si no lo hubieras dicho, quizás no me daba cuenta—. No es como si pudiera olvidarlo cuando duermo para despertar al día siguiente con la confusión de creer que todo fue una pesadilla y dispongo nuevamente de un cuerpo que si puedo tocar. Pero no duermo, los fantasmas no dormimos. Las primeras veces intente hacerlo por hábito, hasta que reconocí que era lamentable pasarme horas mirando una pared y considerar a eso «dormir». Lo menos que espero es que al menos mi hermana escuche la tercera parte de todo lo que he tenido que soportar estos meses, ¿es mucho pedir? Al parecer sí, si no me ando con cuidado, va a facturarme la charla por considerarlo sesión de terapia, ¿he visto a Olivia dejando pasar alguna vez un galeón? No sé sobre quién ponerme a echar culpas, lo predecible sería hacerlo sobre nuestro padre, marcarlo a él con su carácter débil el responsable de esta afición al dinero que conservamos incluso luego de la muerte.
—No soy un expulsado del infierno, solo estoy haciendo el camino largo para llegar hasta ahí— digo, ¿por qué demonios estoy defendiendo mi lugar entre las llamas? Hago el gesto de poner los ojos en blanco, cosas buenas que todavía puedo hacer, dentro de lo limitado de ser algo así como una mancha de niebla en el aire. —Si voy a cambiar pañales, que sean de quienes caguen oro, ¿no?— señalo, marcando la diferencia entre el niño de aquí que tiene un apellido en ruina y aquella niña que no tendrá un apellido de tanta fama, pero sí de una riqueza estable por lo que pude entender. —Que no solo tiene pañal de oro, ¡sino que quiere ser alquimista! Ivy, ¡la niña puede hacer oro de una piedra!— le comparto mi entusiasmo sobre Katerina, ¿qué puedo decir de Jared? ¿Qué hace oro de sus mocos? No he tenido muchas demostraciones de él que me permitan juzgar si tiene habilidades que puedan servirnos o no, salvo lo de timador, rasgo que lo haría mi competencia, más que mi aliado. No podemos ser dos del mismo rubro en un equipo, muchacho. En cambio Katerina… —O lo hará dentro de unos años, la considero una inversión. Nunca he sido bueno ahorrando e invirtiendo, pero en vista de mi condición de fantasma para la eternidad, puedo practicar con esta niña. Por eso necesito volver con ella, tener un ojo fijo en ella, no sea que… su madre la convenza de ser abogada o algo peor, auror…— ni bien termino de decirlo creo que queda claro que tener mis expectativas puestas en una niña, demuestra que entre Ivy y yo, soy el que especula y ella la que busca ser práctica a toda costa. Lo que explica quién sigue viva y quién no.
Volviendo a los galeones que estoy agitando bajo su nariz. —¿Eso es lo que quieres seguir haciendo? ¿Encargarte de asuntos para ver crecer lentamente tu pila de granitos de cobre?— pregunto, cruzo los brazos por delante de mi pecho. —Cumplo como hermano mayor al decirte que la vida se va en un pestañeo, fuimos ratas atrapadas en una rueda todo el tiempo que estuvimos viviendo en el norte, ¿quieres seguir haciéndolo aquí? No importa cuánto procuremos, ni a cuántos robemos, nuestros esfuerzos nunca estarán a la altura de quienes lo tienen todo servido en bandeja de plata— bufo, me deslizo para quedar a su lado, mis manos que se posan sobre sus hombros sin que se sienta el toque más que como un escalofrío. —Este es el golpe que siempre deseamos— susurro, —pero no es a un Banco, sino a una familia. Todo limpio, todo legal, todos felices. ¿Cuánto crees que gane un ministro a su vez casado con una ministra? ¿Y un alcalde? ¿Y las ganancias que deben juntar con esa farmacia que tienen? Ivy, ¿puedes hacer los cálculos? Serían diez o quince años, en que no tendrás que hacer nada, nada, más que mover tu dedo meñique mientras estás bebiendo champagne si conseguimos algo que nos dé acceso directo a la caja fuerte de esa familia.
—No soy un expulsado del infierno, solo estoy haciendo el camino largo para llegar hasta ahí— digo, ¿por qué demonios estoy defendiendo mi lugar entre las llamas? Hago el gesto de poner los ojos en blanco, cosas buenas que todavía puedo hacer, dentro de lo limitado de ser algo así como una mancha de niebla en el aire. —Si voy a cambiar pañales, que sean de quienes caguen oro, ¿no?— señalo, marcando la diferencia entre el niño de aquí que tiene un apellido en ruina y aquella niña que no tendrá un apellido de tanta fama, pero sí de una riqueza estable por lo que pude entender. —Que no solo tiene pañal de oro, ¡sino que quiere ser alquimista! Ivy, ¡la niña puede hacer oro de una piedra!— le comparto mi entusiasmo sobre Katerina, ¿qué puedo decir de Jared? ¿Qué hace oro de sus mocos? No he tenido muchas demostraciones de él que me permitan juzgar si tiene habilidades que puedan servirnos o no, salvo lo de timador, rasgo que lo haría mi competencia, más que mi aliado. No podemos ser dos del mismo rubro en un equipo, muchacho. En cambio Katerina… —O lo hará dentro de unos años, la considero una inversión. Nunca he sido bueno ahorrando e invirtiendo, pero en vista de mi condición de fantasma para la eternidad, puedo practicar con esta niña. Por eso necesito volver con ella, tener un ojo fijo en ella, no sea que… su madre la convenza de ser abogada o algo peor, auror…— ni bien termino de decirlo creo que queda claro que tener mis expectativas puestas en una niña, demuestra que entre Ivy y yo, soy el que especula y ella la que busca ser práctica a toda costa. Lo que explica quién sigue viva y quién no.
Volviendo a los galeones que estoy agitando bajo su nariz. —¿Eso es lo que quieres seguir haciendo? ¿Encargarte de asuntos para ver crecer lentamente tu pila de granitos de cobre?— pregunto, cruzo los brazos por delante de mi pecho. —Cumplo como hermano mayor al decirte que la vida se va en un pestañeo, fuimos ratas atrapadas en una rueda todo el tiempo que estuvimos viviendo en el norte, ¿quieres seguir haciéndolo aquí? No importa cuánto procuremos, ni a cuántos robemos, nuestros esfuerzos nunca estarán a la altura de quienes lo tienen todo servido en bandeja de plata— bufo, me deslizo para quedar a su lado, mis manos que se posan sobre sus hombros sin que se sienta el toque más que como un escalofrío. —Este es el golpe que siempre deseamos— susurro, —pero no es a un Banco, sino a una familia. Todo limpio, todo legal, todos felices. ¿Cuánto crees que gane un ministro a su vez casado con una ministra? ¿Y un alcalde? ¿Y las ganancias que deben juntar con esa farmacia que tienen? Ivy, ¿puedes hacer los cálculos? Serían diez o quince años, en que no tendrás que hacer nada, nada, más que mover tu dedo meñique mientras estás bebiendo champagne si conseguimos algo que nos dé acceso directo a la caja fuerte de esa familia.
—De nada— no me corto de contestar, dirigiéndole esa sonrisa socarrona de hermana menor, digna de una Olivia mucho más pequeña que se divertía picándole siempre que tenía oportunidad. Creo que solo personas como nosotros, los Holenstein, podríamos reírnos de algo como la muerte, teniendo presente a mi hermano como un fantasma que se niega a pasar al otro lado, en lugar de hacer lo propio y tratar de ayudarlo a cumplir con sus asuntos pendientes, me limito a mofarme de su condición. Es nuestra manera de hacer frente a las cosas, nos vestimos de humor negro como la sátira que representa nuestra vida, esa que supo ser pobre y patética en muchas de las ocasiones. —¿Cómo fue morir, hermanito? ¿Te dolió? ¿Viste una luz? ¿Es como todos dicen y encontraste la paz una vez consumiste tu último respiro?— pregunto, entre medio divertida y curiosa, cuando habla del infierno como un verdadero lugar que existe, cuando yo me estaba burlando de lo mismo, pero por puro desconocimiento al estar en el lado de los vivos, lugar en el que también me he encontrado con mis propios infiernos.
Alzo una ceja en mi máxima expresión de escepticismo y mis labios se tuercen en una mueca que debería conocer bien, como precedente a un comentario crítico de mi parte y a la misma carcajada incrédula que suelto en el proceso. —¡Já! ¡Y yo de cría quería ser reina de Neopanem y en ningún lugar veo que esté guardada mi corona!— me mofo al continuar con la risa, por esa pobre visión que tiene de una niña que, si bien no será princesa, su familia parece tener el dinero como para poder comprarle el título. —Estás malgastando tus energías con esa niña, Nikolaj, si como dices es hija de magos, puristas y ricos, lo más probable es que termine siendo lo mismo que sus padres, auror, abogada, ¿pero alquimista?— enumero los mismos oficios que él promulga al hablarme de la familia, con un prfff exagerado escapándose de entre mis labios —Lamento decepcionarte si andas en búsqueda de la piedra filosofal para ganarle a la eternidad hermano, pero eso solo funciona con los vivos— que si de verdad le interesa la alquimia, ¿por qué no buscar la piedra de la resurrección? Esa sí que podría servirle para algo, lástima que no sean más que cuentos.
—¿Quién dice que es una pila de granitos de cobre?— interrumpo su discurso de ladrón, aunque no es una pregunta que vaya con intención de recibir respuesta, como mucho para hacerle dudar en sus pensamientos de a lo que me he dedicado estos años, estos meses, estas semanas. Tengo la tentación de golpearlo con uno de los cojines posados sobre el sofá en que estoy sentada cuando posa sus manos frías —jamás pensé poder decir esto de una figura incorpórea— sobre mí, pero no haría más que atravesarlo con él y se sentiría tan ofendido que tendría que aguantarlo durante días por mi falta de tacto. Así que en su lugar me cruzo de brazos, con la vista clavada en la pared de enfrente mientras él continúa narrando el golpe que se ha montado en su cabeza, ¡claro! ¡como él está muerto! No pueden cortarle la cabeza una segunda vez, en cambio a mí, me estaría jugando la vida por algo que ni siquiera sé si vale tanto la pena, no cuando mis negocios con Rebecca también me garantizan unas ganancias favorables. Claro que también le dije a la morena que no era de poner todos mis huevos en la misma cesta, y si ademas son de oro... —¿Y cómo planeas que me cuele dentro del corazón de la familia, cuando para mí no suenan como si estuvieran dispuestos a aceptar a cualquiera en su círculo? Mucho menos una extraña, no... Suena demasiado complicado, esto no son pobres desgraciados del norte, Nikolaj, no se dejan engañar fácilmente, puedo oler lo reservados que deben ser desde aquí, y ni siquiera los conozco— claro, he visto al ministro en la televisión, ¿y vieron esa cara seria de sapo aburrido? No tiene pinta de ser muy receptivo, y él es solo una parte de la familia, ¿que cuantos dijo que son? Para mí demasiadas variables.
Alzo una ceja en mi máxima expresión de escepticismo y mis labios se tuercen en una mueca que debería conocer bien, como precedente a un comentario crítico de mi parte y a la misma carcajada incrédula que suelto en el proceso. —¡Já! ¡Y yo de cría quería ser reina de Neopanem y en ningún lugar veo que esté guardada mi corona!— me mofo al continuar con la risa, por esa pobre visión que tiene de una niña que, si bien no será princesa, su familia parece tener el dinero como para poder comprarle el título. —Estás malgastando tus energías con esa niña, Nikolaj, si como dices es hija de magos, puristas y ricos, lo más probable es que termine siendo lo mismo que sus padres, auror, abogada, ¿pero alquimista?— enumero los mismos oficios que él promulga al hablarme de la familia, con un prfff exagerado escapándose de entre mis labios —Lamento decepcionarte si andas en búsqueda de la piedra filosofal para ganarle a la eternidad hermano, pero eso solo funciona con los vivos— que si de verdad le interesa la alquimia, ¿por qué no buscar la piedra de la resurrección? Esa sí que podría servirle para algo, lástima que no sean más que cuentos.
—¿Quién dice que es una pila de granitos de cobre?— interrumpo su discurso de ladrón, aunque no es una pregunta que vaya con intención de recibir respuesta, como mucho para hacerle dudar en sus pensamientos de a lo que me he dedicado estos años, estos meses, estas semanas. Tengo la tentación de golpearlo con uno de los cojines posados sobre el sofá en que estoy sentada cuando posa sus manos frías —jamás pensé poder decir esto de una figura incorpórea— sobre mí, pero no haría más que atravesarlo con él y se sentiría tan ofendido que tendría que aguantarlo durante días por mi falta de tacto. Así que en su lugar me cruzo de brazos, con la vista clavada en la pared de enfrente mientras él continúa narrando el golpe que se ha montado en su cabeza, ¡claro! ¡como él está muerto! No pueden cortarle la cabeza una segunda vez, en cambio a mí, me estaría jugando la vida por algo que ni siquiera sé si vale tanto la pena, no cuando mis negocios con Rebecca también me garantizan unas ganancias favorables. Claro que también le dije a la morena que no era de poner todos mis huevos en la misma cesta, y si ademas son de oro... —¿Y cómo planeas que me cuele dentro del corazón de la familia, cuando para mí no suenan como si estuvieran dispuestos a aceptar a cualquiera en su círculo? Mucho menos una extraña, no... Suena demasiado complicado, esto no son pobres desgraciados del norte, Nikolaj, no se dejan engañar fácilmente, puedo oler lo reservados que deben ser desde aquí, y ni siquiera los conozco— claro, he visto al ministro en la televisión, ¿y vieron esa cara seria de sapo aburrido? No tiene pinta de ser muy receptivo, y él es solo una parte de la familia, ¿que cuantos dijo que son? Para mí demasiadas variables.
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Así es como debe ser, la hermana menor en busca de la sabiduría del hermano mayor y ojalá, el agradecimiento sea el respeto que me merezco por haber nacido primero. Si hay que ver lo respondona que pueda ser la chica, el norte la hizo rápida en contestar con comentarios mordaces, de la misma manera que a mí me hicieron propenso a dar respuestas frívolas a las preguntas más trascendentales. —Se siente como si un wampus te mordiera el trasero, así mismo— me burlo de ella, aunque sería el último en sugerirle que si quiere saber qué se siente lo experimente. Es la única familia que me queda y más allá de toda broma, jamás desearía que algo así le pasara, por muy fastidiosa que se ponga, jamás. ¿No la sigo haciendo parte de mis planes de una vida mejor? O lo que sea que venga después de la vida, que sigue sin ser la muerte. Ese punto medio en el que me encuentro parado, o mejor dicho, levitando.
—No puedes ser reina, porque no hay monarquía. ¿Qué no te has enterado que tenemos presidente? Esto es lo más cercano a democracia que conocerás…— suelto con una carcajada, ¿democracia qué? Es una palabra que suena bien, dudo que sea la adecuada para hablar del país que habitamos… porque lo sigo habitando. Con una mano sobre el corazón que ya no tengo, puedo decir que veo a Ivy muy capaz de convertirse en primera dama si así lo quiere. ¿Lo malo? Bueno, que está haciéndole de secretaria al enemigo número uno de nuestro actual presidente. Pero, ¿quién necesita de ese tipo de fama? Nosotros no, podemos buscar maneras más discretas de echar las manos a un buen motín. Y su poca fe en Katerina no es algo que me pondré a discutir, al final de cuentas, la niña es un asunto mío o yo veré en que apuesto las pocas fichas que tengo a mi favor. En cambio lo que se trata del golpe en sí, a la que podría ser de las familias con más cerrojos en su cámara del banco…
»¿Casándote con uno de sus hijos, quizás? Tengo entendido que el mayor tiene veinte y pico de años, ¡y si tú quieres puedes parecer más joven!— sugiero, y me inclino sobre su oído para dejar caer otra opción, —o podríamos… los árboles familiares de linaje tan viejo siempre tienen ramas con gajos desconocidos, no me creo que las familias puristas hayan sido puros en sus actos también, alguno debió tener algún hijo ilegitimo por ahí… ¿qué dices del mismo ministro? Su único hijo es un adolescente, ¿no es raro? Yo no me creo que nuestro ministro haya pasado años sin echarse alguna por ahí, ¿qué si te presentas como su hija desconocida?— propongo con el entusiasmo que este plan se merece, ¿qué a ella no le emociona un nuevo timo? ¿Qué pasa con su sangre Holenstein? ¿Y la filosofía de sacar provecho de donde se pueda si ves una oportunidad? —Yo te ayudaré a buscar información, algún hueco, algún nombre habrá. Tu solo te tienes que presentar en su puerta con tu mejor carita de niña huérfana y desamparada, ¡pero con clase! Puedes ser huérfana y pobre, pero son una familia remilgada, le debes mostrar clase para que te acepten. ¿Podrás o es muy difícil?— me mofo.
—No puedes ser reina, porque no hay monarquía. ¿Qué no te has enterado que tenemos presidente? Esto es lo más cercano a democracia que conocerás…— suelto con una carcajada, ¿democracia qué? Es una palabra que suena bien, dudo que sea la adecuada para hablar del país que habitamos… porque lo sigo habitando. Con una mano sobre el corazón que ya no tengo, puedo decir que veo a Ivy muy capaz de convertirse en primera dama si así lo quiere. ¿Lo malo? Bueno, que está haciéndole de secretaria al enemigo número uno de nuestro actual presidente. Pero, ¿quién necesita de ese tipo de fama? Nosotros no, podemos buscar maneras más discretas de echar las manos a un buen motín. Y su poca fe en Katerina no es algo que me pondré a discutir, al final de cuentas, la niña es un asunto mío o yo veré en que apuesto las pocas fichas que tengo a mi favor. En cambio lo que se trata del golpe en sí, a la que podría ser de las familias con más cerrojos en su cámara del banco…
»¿Casándote con uno de sus hijos, quizás? Tengo entendido que el mayor tiene veinte y pico de años, ¡y si tú quieres puedes parecer más joven!— sugiero, y me inclino sobre su oído para dejar caer otra opción, —o podríamos… los árboles familiares de linaje tan viejo siempre tienen ramas con gajos desconocidos, no me creo que las familias puristas hayan sido puros en sus actos también, alguno debió tener algún hijo ilegitimo por ahí… ¿qué dices del mismo ministro? Su único hijo es un adolescente, ¿no es raro? Yo no me creo que nuestro ministro haya pasado años sin echarse alguna por ahí, ¿qué si te presentas como su hija desconocida?— propongo con el entusiasmo que este plan se merece, ¿qué a ella no le emociona un nuevo timo? ¿Qué pasa con su sangre Holenstein? ¿Y la filosofía de sacar provecho de donde se pueda si ves una oportunidad? —Yo te ayudaré a buscar información, algún hueco, algún nombre habrá. Tu solo te tienes que presentar en su puerta con tu mejor carita de niña huérfana y desamparada, ¡pero con clase! Puedes ser huérfana y pobre, pero son una familia remilgada, le debes mostrar clase para que te acepten. ¿Podrás o es muy difícil?— me mofo.
Ha sido mi error creer que mi hermano daría una respuesta seria a una pregunta seria, incluso cuando he sido yo la encargada de hacerla sonar como si fuera otra de mis guasas, le tengo tan acostumbrado a ello que ni siquiera se lo piensa dos veces al responder y venirme con esa ocurrencia, a lo que solo puedo reaccionar con un auch que dudo se escuche por mi risa entre dientes. —Deja que los niños inventen e imaginen cosas que puede que no alcancen, Nikolaj, ¿no te parece este mundo ya demasiado despiadado como para decirles que no pueden soñar con ser reyes o reinas, por el tiempo que les dure la inocencia?— me siento excesivamente mayor diciendo eso, hasta se puede decir que sueno madura, si es la primera vez en mucho tiempo que me permito ser honesta con algo que pienso de verdad. No me importan muchas cosas en la vida, en la categoría de prioridad acostumbro a estar sola dentro de ella, pero tampoco puedo negar que los niños, en especial aquellos desamparados sin nadie que vele por ellos, me dan cierta pena. Debe de ser de tantos que vi en el mercado morir, también en el norte, que desearía para cualquiera una infancia lejos de cualquier sufrimiento semejante. Mi hermano y yo no es que tuviéramos un crecimiento en condiciones, si se tienen en cuent el estado de vivienda y la profesión de nuestro padre, una infancia digna para nosotros era algo que estaba lejos de ser lo deseado para cualquier niño. Por haberlo experimentado es que creo que mis palabras pueden tener cierta validez, que hablando de otros temas me volverían una bocona, como tanto gustan otros de señalar que soy, pero no sobre esto.
—¿Casándome con uno de sus hijos? Ya no voy a preguntarte en qué siglo te crees que estamos como para que propongas casarme con alguien por conveniencia, lo haría si supiera que funcionaría, mi sorpresa viene de que... ¿en serio me ves como una mujer florero, casada con un niñato purista? ¿Tendría que llevarle el café para leer el periódico también?— me mofo, golpeándome el muslo con la palma en una palmada que deja en claro mi postura y mi pensamiento hacia una propuesta tan descarada. Estoy tentada a apartarlo de mi lado de un manotazo, tenerlo cerca me produce escalofríos al sentirlo como una ventisca suave cada vez que está a mi alrededor, pero no es su naturaleza como fantasma lo que me eriza los vellos del cuerpo, sino lo siguiente que me vuelve hacia él con una sonrisa ladeada. —Eso me suena mejor— acepto, lo que me lleva a prensar los labios de manera que parece que estoy empezando a plantearlo. Quizá lo esté haciendo de verdad, cuando paso a morderme el labio inferior y entorno los ojos en cierta medida, queda claro por mi expresión que ya no se trata de un plan bobo que pueda ocurrírsele por aburrimiento. Chasqueo mi lengua varias veces, acompañando lo mismo con el movimiento de mi dedo en negativa para señalar una de las faltas —No, no puede ser una hija desconocida, menos la de alguien tan importante como un ministro. Estas personas se mueven por la influencia, sus trapos sucios pueden salir a la luz tarde o temprano, pero no queremos esa clase de atención si pretendemos ganarnos la confianza de la familia. Tiene que ser alguien discreto, que no interese como persona en sí, sino como historial familiar— muevo mis labios, todavía pensativa, cuando se le ocurre acusarme de poco profesional y cruzo el aire con mi barbilla al dirigir la mirada hacia él. —Estás hablando conmigo, Nikolaj, por supuesto que podré engañar a un puñado de ricos, ¿no es eso lo que llevo haciendo toda la vida?— digo. Seducir, engañar, vienen siendo maneras distintas de conseguir el mismo fin, ganarse la confianza de esta gente cuyos cubiertos son de oro. —Solo tienes que conseguirme información de provecho, que yo haré el resto.
—¿Casándome con uno de sus hijos? Ya no voy a preguntarte en qué siglo te crees que estamos como para que propongas casarme con alguien por conveniencia, lo haría si supiera que funcionaría, mi sorpresa viene de que... ¿en serio me ves como una mujer florero, casada con un niñato purista? ¿Tendría que llevarle el café para leer el periódico también?— me mofo, golpeándome el muslo con la palma en una palmada que deja en claro mi postura y mi pensamiento hacia una propuesta tan descarada. Estoy tentada a apartarlo de mi lado de un manotazo, tenerlo cerca me produce escalofríos al sentirlo como una ventisca suave cada vez que está a mi alrededor, pero no es su naturaleza como fantasma lo que me eriza los vellos del cuerpo, sino lo siguiente que me vuelve hacia él con una sonrisa ladeada. —Eso me suena mejor— acepto, lo que me lleva a prensar los labios de manera que parece que estoy empezando a plantearlo. Quizá lo esté haciendo de verdad, cuando paso a morderme el labio inferior y entorno los ojos en cierta medida, queda claro por mi expresión que ya no se trata de un plan bobo que pueda ocurrírsele por aburrimiento. Chasqueo mi lengua varias veces, acompañando lo mismo con el movimiento de mi dedo en negativa para señalar una de las faltas —No, no puede ser una hija desconocida, menos la de alguien tan importante como un ministro. Estas personas se mueven por la influencia, sus trapos sucios pueden salir a la luz tarde o temprano, pero no queremos esa clase de atención si pretendemos ganarnos la confianza de la familia. Tiene que ser alguien discreto, que no interese como persona en sí, sino como historial familiar— muevo mis labios, todavía pensativa, cuando se le ocurre acusarme de poco profesional y cruzo el aire con mi barbilla al dirigir la mirada hacia él. —Estás hablando conmigo, Nikolaj, por supuesto que podré engañar a un puñado de ricos, ¿no es eso lo que llevo haciendo toda la vida?— digo. Seducir, engañar, vienen siendo maneras distintas de conseguir el mismo fin, ganarse la confianza de esta gente cuyos cubiertos son de oro. —Solo tienes que conseguirme información de provecho, que yo haré el resto.
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—¿Casándote con un niñato o siendo la secretaría de uno no es casi lo mismo? ¿Acaso a Black no le tienes que llevar también el café mientras lee el diario?— pregunto con sorna. Podría ponerme otros reparos para no tener que casarse por conveniencia, su complejo de reina desobediente no viene al caso, si a esta gente le anda sosteniendo la agenda y comprándole la comida para las mascotas, y no me dirá que el muchacho, por muchos años que ella le lleve, no le echa una buena ojeada como lo terminan haciendo todos los que se ponen la etiqueta de jefe. —No estoy en plan de meterme contigo— le aclaro, que no se tome mis mofas a mal, como yo tampoco las hago con la suyas, que al final del día los dos golpeamos hacia el mismo blanco y así debería seguir siendo. Ni la muerte tiene que impedirlo, en vistas de que es mi nueva condición.
Porque si Olivia me deja en estas, ¿entonces qué haré? En serio, ¿qué haré? Todos me preguntan para qué quiero dinero siendo fantasma, y yo les pregunto, ¿qué quieren que haga? ¿Qué aprenda a bordar? —Estoy en plan de que tratemos de ver la conveniencia de esto, y sea descabellado o no que al ministro se le aparezca una hija desconocido, nosotros sabremos encontrarle la vuelta para que sea creíble y tú… con la bonita cara que te rifaste de nacimiento, los conquistarás— echo un halago para tener su colaboración en esto, y pese a que el roce no se siente igual que antes, hago el gesto de masajear sus hombros con esa confianza que tiene de decir que logrará engañarlos a todos. —Esa es la Olivia Holenstein que quería escuchar, ¿o debo decir Helmuth? Lo bueno es que no tendrás que cambiar las iniciales bordadas de tus pañuelos de encaje— bromeo, le daría un abrazo si no fuera porque hasta el momento no intente hacer algo así y debe ser espeluznante para alguien mortal, me lo guardaré para cuando me moleste mucho.
Lo que me recuerda… —Ten en cuenta que si hace falta, tu hermano tiene ahora nuevas habilidades, aparte de su gran destreza recabando información de familias ricas— la pongo al tanto, moviéndome para quedar lejos de ella otra vez, más cerca del techo. —Todavía no logré entenderlo del todo, pero se supone que en este momento podría ir hacia a ti y en vez de atravesarte, tener el control de tu voluntad. ¿Quién sabe? Quizás necesitemos usarlo con el ministro para que de su voto a favor de que te quedés y de ahí, el resto agachará la cabeza. Porque lo que escuché de Kitty, es quien tiene la autoridad en esa familia. Lástima que esté casado, porque es, tenlo por seguro, a quien debes ganarte a toda costa—, ¿quizás algún encuentro anterior a su presentación como hija perdida? No sabremos si conviene hasta que tengamos información que valga, lo que quiere decir que debo, cuanto antes, volver con Kitty. —Yo me encargaré de conseguirlo todo, tú solo devuélveme con mi niña. No es que no disfrute de tu compañia, pero... Kitty sí me deja que use su cuenta en Nefflix, me quedé a mitad de una serie y necesito saber cómo avanza Tommy con sus negocios turbios— apunto.
Porque si Olivia me deja en estas, ¿entonces qué haré? En serio, ¿qué haré? Todos me preguntan para qué quiero dinero siendo fantasma, y yo les pregunto, ¿qué quieren que haga? ¿Qué aprenda a bordar? —Estoy en plan de que tratemos de ver la conveniencia de esto, y sea descabellado o no que al ministro se le aparezca una hija desconocido, nosotros sabremos encontrarle la vuelta para que sea creíble y tú… con la bonita cara que te rifaste de nacimiento, los conquistarás— echo un halago para tener su colaboración en esto, y pese a que el roce no se siente igual que antes, hago el gesto de masajear sus hombros con esa confianza que tiene de decir que logrará engañarlos a todos. —Esa es la Olivia Holenstein que quería escuchar, ¿o debo decir Helmuth? Lo bueno es que no tendrás que cambiar las iniciales bordadas de tus pañuelos de encaje— bromeo, le daría un abrazo si no fuera porque hasta el momento no intente hacer algo así y debe ser espeluznante para alguien mortal, me lo guardaré para cuando me moleste mucho.
Lo que me recuerda… —Ten en cuenta que si hace falta, tu hermano tiene ahora nuevas habilidades, aparte de su gran destreza recabando información de familias ricas— la pongo al tanto, moviéndome para quedar lejos de ella otra vez, más cerca del techo. —Todavía no logré entenderlo del todo, pero se supone que en este momento podría ir hacia a ti y en vez de atravesarte, tener el control de tu voluntad. ¿Quién sabe? Quizás necesitemos usarlo con el ministro para que de su voto a favor de que te quedés y de ahí, el resto agachará la cabeza. Porque lo que escuché de Kitty, es quien tiene la autoridad en esa familia. Lástima que esté casado, porque es, tenlo por seguro, a quien debes ganarte a toda costa—, ¿quizás algún encuentro anterior a su presentación como hija perdida? No sabremos si conviene hasta que tengamos información que valga, lo que quiere decir que debo, cuanto antes, volver con Kitty. —Yo me encargaré de conseguirlo todo, tú solo devuélveme con mi niña. No es que no disfrute de tu compañia, pero... Kitty sí me deja que use su cuenta en Nefflix, me quedé a mitad de una serie y necesito saber cómo avanza Tommy con sus negocios turbios— apunto.
No me importa que no se le pueda atravesar, en esta ocasión no me corto de tomar uno de los cojines del sofá para lanzárselo y, con un poco de suerte, estampárselo en toda su jeta. Lástima que, como suponía, la almohada termina traspasando su figura incorpórea y en lugar de conseguir hacerle el mínimo daño, termina en el suelo con un golpe seco al no ser más que un peso muerto que no pienso recoger. —Lo que hago o dejo de hacer es cosa mía, hermano, yo decido a quién le llevo el café, y también a quién le vierto un poco de veneno en la taza, así que menos mofarse y más callar— pido, con esa voz que me hace parecer mucho más oscura de lo que en realidad soy. Lo hablamos una vez con George sobre que no sería tan mala idea eso de envenenar a mi jefe, si no fuera porque el verdadero tendría una que otra cosa que decir al respecto. —¿Ah, no?— alzo una ceja en su dirección, cuando meternos el uno con el otro es todo lo que conocemos, siempre de una manera que no afecta en demasía a nuestra relación y creo que es eso mismo lo que la mantiene viva, incluso cuando uno de los dos está lejos de conocer ese sentimiento desde hace ya un tanto.
No dudo en que seamos capaces de darle la vuelta al asunto para que termine beneficiándonos, si vamos al caso, nos hemos pasado más de media vida estafando a la gente, pero también recuerdo de otros tantos motines que nos salieron muy caros. —¿Que solo es mi bonita cara lo que hace que consiga conquistarlos?— chasco la lengua, aunque no me quejo por el piropo que utilizo a mi conveniencia siempre que puedo. Lo cierto es que mi hermano tiene razón, he hecho uso de mi cuerpo y rostro en más de una ocasión para conseguir lo que quiero, no soy tan reservada como para no querer utilizarlo cuando bien podría sacarme de un aprieto, más cuando son los hombres quienes más pecan de aprovecharse de este lujo; no saben que yo de los suyos también me hago parte. —¿Acaso conoces a otra Olivia Holenstein?— replico con sarcasmo, sacándole de la conclusión a la que ha llegado sobre que existe otra personalidad de la que no hago desempeño. —Voy a necesitar que rescates mucho material para poder hacer una falsificación y documentos decentes, ¿crees que necesitaré teñirme el pelo? No parecen ser de los que acepten en su gremio a aquellos que no tengan el pelo rubio, para empezar— ¿quizá tenga que usar lentillas también?
—¡¡Uy, pero ni se te ocurra!!— exclamo al segundo de escuchar semejante propuesta —Nada me gustaría menos que tener a mi hermano dentro de mi propio cuerpo... si quieres prueba con esa niña tuya de la que te has hecho amigo. No, mejor no, no vaya a ser que te acusen de pederasta o... algo peor— puede llegar él mismo a sus propias conclusiones, si aquí mi única tarea es devolverlo cerca de esa niña rubia para cumplir con nuestro cometido. —Ya veré como me acerco al ministro de salud, primero necesito una buena coartada que me deje siquiera acercarme a la puerta de sus casas, nada que una buena firma no pueda hacer— digo, él que ya conoce mis métodos debería saber que pueden llegar a ser muy efectivos con la información correcta. —Oh, ya veo, es más entretenida la compañía de una niña que la de tu propia hermana, qué gesto tan bonito Nikolaj, ¡no te daré un galeón para cuando sea millonaria!— exclamo, bromeando al fingir una ofensa que en realidad no me molesta. La cosa con mi hermano es que sabemos que tenemos mantener una relación por los lazos de sangre que nos unen, pero también que solemos actuar por separado sin problemas.
No dudo en que seamos capaces de darle la vuelta al asunto para que termine beneficiándonos, si vamos al caso, nos hemos pasado más de media vida estafando a la gente, pero también recuerdo de otros tantos motines que nos salieron muy caros. —¿Que solo es mi bonita cara lo que hace que consiga conquistarlos?— chasco la lengua, aunque no me quejo por el piropo que utilizo a mi conveniencia siempre que puedo. Lo cierto es que mi hermano tiene razón, he hecho uso de mi cuerpo y rostro en más de una ocasión para conseguir lo que quiero, no soy tan reservada como para no querer utilizarlo cuando bien podría sacarme de un aprieto, más cuando son los hombres quienes más pecan de aprovecharse de este lujo; no saben que yo de los suyos también me hago parte. —¿Acaso conoces a otra Olivia Holenstein?— replico con sarcasmo, sacándole de la conclusión a la que ha llegado sobre que existe otra personalidad de la que no hago desempeño. —Voy a necesitar que rescates mucho material para poder hacer una falsificación y documentos decentes, ¿crees que necesitaré teñirme el pelo? No parecen ser de los que acepten en su gremio a aquellos que no tengan el pelo rubio, para empezar— ¿quizá tenga que usar lentillas también?
—¡¡Uy, pero ni se te ocurra!!— exclamo al segundo de escuchar semejante propuesta —Nada me gustaría menos que tener a mi hermano dentro de mi propio cuerpo... si quieres prueba con esa niña tuya de la que te has hecho amigo. No, mejor no, no vaya a ser que te acusen de pederasta o... algo peor— puede llegar él mismo a sus propias conclusiones, si aquí mi única tarea es devolverlo cerca de esa niña rubia para cumplir con nuestro cometido. —Ya veré como me acerco al ministro de salud, primero necesito una buena coartada que me deje siquiera acercarme a la puerta de sus casas, nada que una buena firma no pueda hacer— digo, él que ya conoce mis métodos debería saber que pueden llegar a ser muy efectivos con la información correcta. —Oh, ya veo, es más entretenida la compañía de una niña que la de tu propia hermana, qué gesto tan bonito Nikolaj, ¡no te daré un galeón para cuando sea millonaria!— exclamo, bromeando al fingir una ofensa que en realidad no me molesta. La cosa con mi hermano es que sabemos que tenemos mantener una relación por los lazos de sangre que nos unen, pero también que solemos actuar por separado sin problemas.
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—¿No estarás insinuando que vas a echarme un poco de veneno, verdad?— pregunto, pese a su advertencia de que deje de mofarme. —Tendrás que pensar maneras más creativas de meterte con tu hermano fantasma— se lo dejo como tarea con una sonrisa que me llena la cara, viéndole las conveniencia a la falta de órganos que puedan intoxicarse con sus tretas, amenazas que ella nunca cumplió, así como yo tampoco cuando decía de dejarla atrás, con todas nuestras pullas, no haríamos simplemente la vista gorda hacia la suerte del otro y si hay alguna chance de que mejore la mía, claro que sigo queriéndola en mi equipo. No hay otra Olivia Holenstein, tal como lo dice, con toda la pompa de la que puede hacer gala al saber que por su cuenta también le va bien y que podría robarle al diablo su capa, sin que el menso lo note. —Conociéndolos, no aceptan nada que sea demasiado distinto a ellos, así que si puedes actuar como rubia snob, te recibirán con los brazos abiertos— comento, —ah— recuerdo de pronto al pensar en la hermana mayor de Kitty, —cuanto más correcta y fanática de las normas te veas, mejor. Esa familia no pinta fuera de las líneas— mascullo, por si sirve esa referencia infantil.
Me río a carcajadas, que tampoco suenan como antes, falta de una caja torácica o el efecto de eco que le da el ser un fantasma, no es tan evidente cuando son risas discretas, pero en las carcajadas se nota. Se interrumpen de pronto cuando vuelven sobre lo mismo. —¡Tú también! ¡Que no tengo esas intenciones con la niña, joder! ¡Ya está! ¡Piensas igual que Alexa! ¡Nadie dudará de que eres la hermana, la prima o la abuela!— me quejo, refunfuñando para mí por estas muchachas que les molesta que le ponga atención a niñas, quizás porque las que quieren atención son ellas, y casi que creo que es así, cuando mi hermana me saca una escena de celos por ciertas predilecciones. —Reordenaré mis preferencias cuando los números cambien en nuestras cuentas bancarias— le prometo, —mientras tanto, me gustaría volver a mi mansión con la pequeña heredera, por favor— digo socarrón, haciendo el amago de chasquear los dedos, que suena lo mismo que nada. —Puedes decirle a Jared cuando lo veas que agradezco el gesto y que lave sus medias— pido, que el chico fue quien me trajo hasta aquí, un agradecimiento le puedo dejar, aunque no hay nada que desee más en este momento que salirme de este distrito con problemas que no me interesan, para ir sin escalas a la buena vida que algún día los Holenstein podremos disfrutar a pleno, aunque ya no sea vida. Mejor aún, será para nunca acabar.
Me río a carcajadas, que tampoco suenan como antes, falta de una caja torácica o el efecto de eco que le da el ser un fantasma, no es tan evidente cuando son risas discretas, pero en las carcajadas se nota. Se interrumpen de pronto cuando vuelven sobre lo mismo. —¡Tú también! ¡Que no tengo esas intenciones con la niña, joder! ¡Ya está! ¡Piensas igual que Alexa! ¡Nadie dudará de que eres la hermana, la prima o la abuela!— me quejo, refunfuñando para mí por estas muchachas que les molesta que le ponga atención a niñas, quizás porque las que quieren atención son ellas, y casi que creo que es así, cuando mi hermana me saca una escena de celos por ciertas predilecciones. —Reordenaré mis preferencias cuando los números cambien en nuestras cuentas bancarias— le prometo, —mientras tanto, me gustaría volver a mi mansión con la pequeña heredera, por favor— digo socarrón, haciendo el amago de chasquear los dedos, que suena lo mismo que nada. —Puedes decirle a Jared cuando lo veas que agradezco el gesto y que lave sus medias— pido, que el chico fue quien me trajo hasta aquí, un agradecimiento le puedo dejar, aunque no hay nada que desee más en este momento que salirme de este distrito con problemas que no me interesan, para ir sin escalas a la buena vida que algún día los Holenstein podremos disfrutar a pleno, aunque ya no sea vida. Mejor aún, será para nunca acabar.
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