TEMAS
No sé para qué derrochamos palabras con Denisse diciendo que no nos veremos más, si cuando caigo en el hospital a la hora de la siesta, con las muñecas doliéndome un infierno al tener los músculos fríos, una de las enfermeras que me dice estar ocupada, promete llamar a Adragón. Sin más, asumo que se trata de Denisse. Podemos fingir que somos desconocidos, nos conozco capaces de hacerlo, aun cuando no haya necesidad de fingir ante nadie por encontrarme esperando en uno de los consultorios vacíos, sentado en una de las sillas metálicas, apretando mis dientes para que el dolor que va resintiéndose en todo mi cuerpo por la caída estúpida que he tenido desde una escalera y de la que me salvé de romperme la cabeza, solo para terminar con todo el cuerpo magullado, mis manos sobre las que me apoyó me dejaron las muñecas sensibles.
Alzo la mirada de mis manos hacia la puerta cuando esta se abre para que entre una muchacha que, por un momento, creo que se ha equivocado. No la conozco, no tengo manera de conocerla, por eso clavo mi vista en su rostro y hablo sin alterarme, desconociendo absolutamente su identidad que por sí sola bastaría para espantarme. —Estoy esperando a la sanadora Adragón— le informo a la muchacha, que debe ser algo así como una enfermera, tengo entendido que aceptan practicantes jóvenes en el hospital porque no hasta hace mucho, que la academia no daba clases, todos los jóvenes al parecer fueron puestos a trabajar. Lo que no me parece mal, solo perturba que las figuras de los adultos estén un poco apartadas y haya adolescentes destacando en puestos del consejo, en distintas instituciones y también en las defensas del distrito. Nada de lo que tenga que preocuparme, ni que me incite a mí mismo a participar, porque no hay más razón que dejar pasar el tiempo, lo que me mantiene en este distrito del que me prometí que me marcharía pronto, y ojalá lo hubiera hecho.

El chongo que me he hecho apenas sostiene mi cabello ya, pero no tengo tiempo para corregirlo cuando me mandan a atender a los pacientes que requieren poca atención médica. Usualmente hay alguien de enfermería o médicos vigilando, pero hoy estoy sola cuando entro al consultorio. Estoy ya acostumbrada a la mirada de incredulidad que recibo por partes de las personas cuando descubren que los atenderá una adolescente, así que no me sorprendo cuando el paciente voltea a verme con la misma expresión, pero sí cuando descubro que es porque espera a "la sanadora Adragón", como si la conociera de algo. Claro que yo seré eventualmente la "sanadora Adragón", pero por mientras ese título lo tiene monopolizado mi madre. — Probablemente se refiera a mi mamá. — Comento fijándome un poco en él, ¿Esperaba que lo atendiera ella? — ¿La conoce? — Pregunto con curiosidad. Nunca lo he visto hablando con mi madre. Tampoco es que yo lleve una lista de sus conocidos, y de todas formas puede que sólo sepa quién es por visitas al hospital. — Oh lo siento, olvidé presentarme. — Comienzo a caminar hacia la silla que queda detrás del escritorio frente a él. — Desireé Adragón, mucho gusto. — Me presento un tono calmado pero sin estirar la mano hacia él, no por falta de educación sino por costumbre en el hospital. — Si quiere que lo atienda mi madre puede esperar, aunque no sé cuánto tiempo sería. —


Nada de lo dice tiene mucho sentido, cuando me escucho a mí mismo. No hago más que tartamudear palabras que se chocan entre sí, en una conversación incoherente, desde que la tengo frente a mí haciendo algo tan simple como presentarse. —No, no hace falta molestarla— impido que vaya a por su madre para traerla, vernos los tres en una misma sala podría ser más de lo que podemos soportar, porque una cosa es hablar de lo conveniente que es mentirle a Desiree a sus espaldas, otra muy distinta es hacerlo a la cara. —Caía de una altura y me lastimé las muñecas— se lo explico puesto que es su trabajo, también ayuda a cambiar de tema. Le muestro mis brazos para que pueda comprobar los morados que comienzan a aparecer en la piel. —Una estupidez, lo sé, descargué todo mi peso en las manos al caer— sigo, levanto mi mirada hacia ella una vez más. —Soy Derek, por cierto.

Pongo atención cuando me explica lo que le ha sucedido y me acerco a él clavando la mirada en sus muñecas. — Es más común de lo que parece. — Intento tranquilizarlo. La verdad es que no he visto muchas de estas heridas pero lo que sí resulta usual es el apoyarse sobre las manos al caer. Claro que no todos sufren la misma suerte. — Mucho gusto Derek, yo estaré atendiéndote. — Sonrío levemente y extiendo la mano, señalando con el índice su muñeca. — ¿Puedo...? — Murmuro un poco antes de llevar los dedos a su muñeca para palpar con gentileza. — ¿Puedes hacer movimientos o se siente rígido? — Claro que la inflamación afectaría pero aún no sé si se trata de un esguince o de una fractura, aunque me inclino más por la primera opción. — ¿Hubo algún otro golpe? — Pregunto separándome por fin de él y dirigiéndome al otro lado del escritorio. — ¿Tal vez en la cabeza? — Levanto la mirada para verlo con detenimiento. Al inicio parecía muy confundido, así que no puedo descartar esta posibilidad. Si es así tendría que pedirle una tomografía a parte de la radiografía en la que estoy pensando.


Mi hija era una niña que se agarraba a los barrotes de su cuna para mirarme desde allí y me sonreía con gorjeos para que la levantara en mis brazos, en algún lugar quedó esa niña, pero no es la muchacha que tengo enfrente, a la que arqueo la ceja por lo común que trata de hacer pasar mi descuido, cuando estoy seguro de que lo normal es tener una muñeca lastimada, no las dos. Ni hablemos de los problemas que eso me dará en el trabajo, y sí, también en la vida para cosas básicas como… mover lo que sea. Entonces recuerdo que este es un hospital donde atienden sanadores, ella misma es una bruja, esto no tiene que ser una tortura con la que cargue días como podía suceder en la frontera o en los distritos del norte donde incluso un medicamente salía más caro de lo que podía pagar. Asiento con mi mentón dándole permiso para inspeccione las muñecas y procuro hacer un movimiento circular con ellas así las examina, vuelvo a sonreír cuando pregunta lo de la cabeza. —No, no lo hubo. Tengo fama de terco y un golpe en la cabeza podría ayudar, pero lamentablemente eso no ha pasado aún…— es una broma cansada la que hago, sin ganas reales de reírme. —¿Lo resolverás con algún hechizo? ¿Pócima?— consulto. —Sigo sin poder acostumbrarme a hospitales como este— comento, la ironía de que tanto mi hermana, como mi hija y la madre de esta, circulan todos los días los mismos pasillos.

Apenas me río con su chiste pero le devuelvo la sonrisa. — Ya somos dos entonces. — Aunque esta necedad mía sólo sale a luz con mi mamá, igual cuenta. Lo miro con un poco de sorpresa cuando pregunta cómo lo resolveré y asiento lentamente. Me rasco la nuca esbozando una sonrisa pequeña, sintiendo nostalgia cuando menciona no estar acostumbrado con hospitales así. Puedo imaginarme el porqué. Incluso yo me sentí intimidada la primera vez que pisé este y no sabía qué hacer. Es decir, en casa mamá se ocupaba de todo, y cuando no podía teníamos que movernos del distrito para ir al centro médico, aunque solía ser complicado. Pero no es lo mismo visitar un hospital de vez en cuando a estar en un lugar así trabajando y atendiendo tanto a magos como a humanos. — Yo también tardé en acostumbrarme. — Mi intento por ser empática dura un par de segundos antes de que me aclare la garganta. — Una pócima antiinflamatoria debería ser suficiente si es un esguince. Se mira morado y hay dolor pero no me parece grave ni que esté roto. — Entorno los ojos fijándome en sus muñecas. — En caso se que lo estuviera se puede arreglar con un hechizo, sí, pero con una pócima y una muñequera debería bastar por ahora. — Y sin más, me levanto de mi asiento para buscar lo último que menciono. Fractura o no hay que inmovilizar para que no siga lastimándose.


—Debe ser cosa de la gente del norte, siempre andamos a la defensiva y tenemos como premisa mostrar mala cara para que no se aprovechen— le echo una mirada significativa, —a excepción de ciertas personas—. Debe ser que es cierto que su madre le brindó un cariño que le permite atender pacientes con una dedicación amable, porque ni Denisse, ni yo, fuimos personas que derrocháramos amabilidad en el repudio. —¿O también estás más tranquila desde que te mudaste aquí?— inquiero, dándome cuenta que he pasado de no saber qué decir, a abrumarla con preguntas sobre todo, cuando generalmente, no me interesa nada de la gente. Dejo mis muñecas quietas mientras espero que regrese con la pócima antiinflamatoria que me prescribe, satisfecho con saber que no es nada más grave, así podré volver cuanto antes al trabajo que es lo que me asegura un sustento en este distrito, una mejora a lo que era la vida en la frontera o escondiéndome con la gente de Ricther. Lo que dure esta mentira que sostenemos varios humanos en el distrito.

Asiento con la cabeza cuando menciona lo de las personas del norte sintiéndome más aliviada. Por supuesto que es eso. — Es un hábito difícil de quitar... ¿Mi mamá te dijo que venimos del norte? — Pregunto volteándome para escribir la prescripción de poción antiinflamatoria por si llegase a necesitar más después. — Aunque la gente de aquí me ha parecido bastante amigable, para nada como en el 12. — Me quedo pensando un momento. Desde mi primer encuentro con Hero, las guardias con Syv, y el atender a Kendrick en un muy mal momento de su enfermedad, todos me han tratado bastante bien y los he notado genuinos, cosa que resulta refrescante para variar. — Me siento mucho más tranquila, sí. — Sonrío, esta vez sin esforzarme, y tomo de la vitrina una muestra de poción antiinflamatoria con un par de muñequeras. — La casa es más chica aquí, irónicamente, pero al menos podemos caminar con más seguridad que antes, e ir a la escuela resulta más agradable que antes. — Me sincero, tomando sus manos para colocarle las muñequeras. — ¿Tú llevas mucho tiempo en el distrito? ¿Te ha gustado? — Le devuelvo la pregunta, pasando de su mano izquierda a la derecha. — Es necesario mantener las muñequeras unos días y no forzar los movimientos, o podría empeorar, aunque la poción debería remediarlo. — Le digo regresando la vista hacia él y extendiéndole ahora la medicina. — Hasta el fondo. —


—No, no lo dijo— contesto, es difícil esto de caminar sobre las líneas de las mentiras, —lo supuse por varias cosas, la primera es que la mayoría acabamos de llegar, ¿no?— lo digo como si la migración se hubiera dado ayer, cuando los cálculos son certeros al precisar que llevábamos meses poblando este distrito que se levantó como nuevo territorio rebelde al ministerio, con sus beneficios y castigos. —Es un cambio a mejor cuando lo comparas con el distrito 12— coincido con ella. —Nunca ha sido fácil crecer en el norte, donde sea— murmuro. Nacer, crecer, siquiera vivir. Pero me alegra, en serio, me alegra saber que está bien aquí, era lo que quisimos para ella cuando nació y a mi manera, fue un deseo que nunca perdí.
—Estoy desde que lo tomó Black y su gente, vine al poco tiempo… hasta entonces vivía más cerca de las fronteras, era peligroso estar viviendo por ahí…— solo estoy aprovechando la oportunidad, —soy humano, si me hubieran atrapado habría tenido un viaje sin escalas al mercado o al nuevo Coliseo— explico, suena a que estoy tratando de justificarme, aunque ella no tenga que saber que lo estoy haciendo. —Y no, no me ha gustado, lo bueno que podría tener este distrito no es nada a lo que pueda aspirar de todas maneras— el perdón de mi hermana, el de Denisse, el suyo. Porque no es como si fuera a cambiar las cosas para que eso sea posible. —Pareciera que haber vivido tanto tiempo como marginado, hace que uno se sienta como marginado también en el paraíso— y terminas buscando a los que te hacen sentir así, como los humanos seguidores de Richter. —Asumo que por unos días no podré trabajar— digo al acercar la pócima a mi boca, —y eso me deja sin la única cosa que tiene algo de sentido en este distrito— resoplo antes de obedecerla y beber de la pócima hasta acabarla.

Es un poco raro escuchar a alguien llamar por su apellido Kendrick, principalmente porque lo veo en la escuela donde le hablan por su nombre, pero aún así no muestro mi desconcierto inicial. Mi boca se abre un poco, formando una O, pero enseguida aprieto los labios. — Lo siento, no puedo imaginarme lo que es eso. — Admito, sintiéndome culpable por los pecados de mi raza. Es cierto que mi mamá y yo no la pasamos bien y que la gente nos rehuía, pero no puedo empezar a pensar lo que sería estar inseguro en cada rincón del país. Mucho menos terminar de esclavo o como entretenimiento para un público racista. Escucho en silencio lo siguiente que dice, esta vez mostrando más mi sorpresa, ¿No le ha gustado el distrito? — ¿Por qué no podrías aspirar a lo bueno? — Pregunto dejándome llevar por un momento. — Lo siento, no es de mi incumbencia. — Recupero la compostura casi en el segundo en el que la pierdo, no puedo mostrar este tipo de emociones frente a los pacientes. — Tiene sentido. — Le digo tratando de cubrir mi pregunta anterior. — Yo me sentía así al inicio, como si no pudiera llegar a pertenecer aquí nunca. Luego conocí a muchas personas que me hicieron ver eso con otros ojos. — Trato de no mostrar mucha emoción al hablar esta vez, no quiero hacerlo enfadar ni nada por el estilo.
— Así es, nada de esfuerzo. Si con la pócima no hay mejoría y sigue hinchado entonces tendrías que regresar a otro chequeo. — Respondo haciendo una mueca por su pesimismo. — Mientras más pronto me hagas caso, más pronto regresarás al trabajo. — Le digo muy satisfecha de mí misma y le extiendo un papel con la receta médica, que es más una formalidad que otra cosa porque las pócimas antitinflamtorias se encuentran en casi cualquier lugar. — Poner una compresa fría puede ayudar. — Remedio muggle que resulta eficaz.


No me sorprendería, al vivir en este distrito y disfrutar de los beneficios que ofrece, que ella también lo crea. —Eres joven, ¿también estás a favor de Black?— pregunto, no debería, pero necesito saberlo. Una plática de política es, por donde se mire, algo incorrecto. Pero si voy a estar peleando de pie al lado de Hermann Richter, pese a las alianzas que pueda entablar con Black, necesito saber en qué lugar se para ella y no es lo mismo que con mi hermana, tampoco su madre, cuando uno se prepara para dar un golpe hacia donde le indican, tratará de no dañar a la única persona que se intentó dejar fuera de esto. —Porque…— dudo en contestarle su pregunta tan directa, lo hago luego de decir que es bueno decir la verdad, pese a que la otra persona no tiene manera de saber que así es. —He dejado personas, lugares, para ir de un lado al otro, si te soy sincero hubo veces en que sabía que dejarlas atrás las lastimaría, seguí avanzando porque me convencí que no me necesitarían y también porque puse por delante lo que me convenía a mí. Y a mí me convenía ir sin cargas, por egoísta que suene, estaba huyendo todo el tiempo.
»Hay veces en que crees que es posible quedarte en un lugar, que resistirá a todos los embates que vienen de afuera. Entonces vas viendo como desde adentro se destruye, porque algo está mal en ti, la maldita tendencia a estar huyendo todo el tiempo que no te puedes quitar, nunca te quitas lo de ser alguien que solo saber estar al margen — sonrío al acabar para mostrarle un gesto amigable, —¿todos tus pacientes te dan estos monólogos de desahogo? — pregunto para aligerar la confesión. La miro cuando me da las indicaciones, así como el papel con la receta, bajo mis ojos a este por un momento sin poder leer lo escrito y mi sonrisa se tuerce un poco al pensar en lo triste que este sea todo el intercambio que podré llegar a tener con Desireé alguna vez en la vida. —De acuerdo, trataré de cumplir— sabemos que no lo haré, ya lo dije de antemano, soy testarudo con ciertas cosas y no puedo simplemente dejar el trabajo porque me abrumaría no tener nada que hacer en este distrito, tampoco iría a dar esta lástima entre otros humanos agazapados con Richter.

Por un momento me quedo callada con su pregunta pero al final sonrío levemente. — Sí, estoy a favor de Kendrick. — Respondo con tono firme. Al inicio me daba igual, no me metía con los demás y sólo buscaba aprovechar lo que pudiera hasta que tuviéramos que irnos. Luego le di una oportunidad al distrito y a la gente aquí. Ni siquiera le pedí a mamá irnos cuando pasó lo del ataque de los inferis. — Me gusta la idea de un mundo donde magos y humanos convivan, si aquí la tienen entonces estoy con ellos. — Digo con honestidad. Muchas personas piensan como yo. Muchas como él. Y eso tampoco está mal.
Escucho su historia en silencio clavando mi mirada en él, con cierta curiosidad, soltando una risa cuando termina de hablar. — Hay de todo. — Desvío mi mirada un momento hacia el techo. — Cuando se dio la infección de los inferis fue terrible. Imagina atender a alguien que está alucinando y que te ve como un monstruo, o su mamá, o incluso su novia imaginaria. — Enumero con los dedos algunas de las situaciones que me tocó vivir hace unos meses. — Bueno, llevamos poco tiempo en el consultorio pero puedo decir que lo único que veo mal en ti son esas muñecas. — Trato de sonar simpática, retomando el monólogo previo a su pregunta. — Aunque si quisieras tratar más a fondo todo lo que mencionas, mi amiga Synnove está comenzando a practicar el control emocional, creo que puede servir como terapia. Puedo pasarte su contacto, si gustas. — Espero no estarme entrometiendo, pero todo lo que dice me recuerda a mi madre cuando está deprimida porque se acerca la luna llena. Arqueo mis cejas a continuación y suelto un suspiro. — He escuchado que los hechizos para mover huesos resultan dolorosos... — Canturreo como una advertencia a lo que podría pasar si no se cuida la muñeca recién tratada. Hay pacientes tan testarudos...


El suspiro que suelto no es un gesto que pueda reprimir, saber que está del lado de Black significa que ha tomado una postura en todo esto, no se mantendrá neutral y apartada de los conflictos para los que se llame a quienes apoyan. — En verdad espero que ese muchacho sepa estar a la altura de las expectativas que ponen en él y no los defraude. Todavía es joven, se cometen muchos errores, y hay demasiada gente que depende de él—. Mi propia hermana me dijo que son un grupo, no se trata de un único líder, pero no lo sé, siendo Black el apellido que usan como estandarte, dependen de la dirección que marque, yo también lo sé porque sigo los pasos que me señala Richter. Pero mi deseo es sincero, no por todo el distrito, sino por ella.
La escucho relatar sus anécdotas de oficio, las que seguro comparte con su madre en cenas, conmigo no es más que una charla casual. La sonrisa que vuelve a cruzar mi rostro por su broma que trata de ser un consuelo para mí, es de agradecimiento a su preocupación que la insta a buscar una manera de solucionarlo, aunque la opción que me ofrece se lleva mi «no» rotundo, no dejaré que usen magia en mí para revisar mis emociones. —Créeme que esta charla fue más efectiva para mí de lo que podría lograr alguien con un poco de magia— contesto, —cuando se llega a mi edad se sabe muy bien qué nombres tienen los vacíos que sufrimos y dejar que alguien practique control emocional sería postergar el momento de simplemente solucionar lo que se tenga que solucionar…— soy ambiguo al explicarme, no se puede ser de otra manera. —Me dio gusto conocerte, Desireé, en serio— y es la verdad.

|
|