The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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The ballad of Cleopatra · Priv. [fb]
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Invitado
Agosto, 2466
Flashback


No es la primera vez que lo hacemos, ni será la última. Camino al lado de Mae con nuestras figuras recortadas contra la pared, los pocos metros que nos restan desde el lugar en el que nos aparecimos en el callejón hasta la entrada lateral del bar de apuestas. La puerta pesada de metal cede a mi empuje y dentro nos encontramos con un espacio con más penumbras que el exterior. La sala principal está con sus mesas a rebosar de apostadores, repudiados que gastan sus pocos knuts, matones que vienen a derrochar la paga de sus jefes y uno que otro ciudadano decente del Capitolio que por esta noche deja de serlo. Es el lugar que solemos frecuentar con Mae, no somos las únicas, pocas de las muchachas que están presentes responden a las órdenes de la casa, pero el gerente, un patán de poco carácter al que respaldan los dos hombres de gran estatura -quienes son los que se ensucian los nudillos-, permite el libre tránsito de toda mujer que pase a saludarlo como corresponde, el resto de la noche pueden trabajar tranquilas vaciando los bolsillos de sus clientes. Está ahí, sentado en una mesa reservada, a una corta distancia de la escalera que conduce a las habitaciones del piso superior para ahorrarse el camino a través del bar cada vez que lo precisa.

Intercambio una mirada con Mae antes de abandonarla a la suerte, dejando que haga un paneo del lugar y decida su modo de actuar para conseguir lo que vinimos a buscar. Me alejo por uno de los corredores de paredes húmedas, pasando de largo a la puerta cerrada del contador del bar, un tipo de mucho más carácter que el gerente y desconfiado como nadie, así que rechaza de pleno las distracciones. Tomo la escalera que me lleva a los baños que son usados por quienes no alcanzaron a llegar al piso de las habitaciones y me paro delante del espejo empañado de suciedad que cubre lo largo de la pared. Por el reflejo veo los cubículos, detrás de estos hay dos paredes de distancia con la cámara de seguridad del bar. Todos los galeones de las apuestas hechas en los últimos tres días se encuentran ahí, a las 2.30 de la madrugada se depositarán las últimas y a las 3 de la madrugada la cámara será vaciada. Es una bóveda protegida por un doble sistema de seguridad. Su puerta se abre con un sistema muggle posible de ser violado por un buen hacker. Su interior se convierte en un escenario de pesadillas debido a los boggarts retenidos allí, sujetos a un objeto maldito, que los vincula a los galeones que deben ser cuidados. Solo el gerente y el contador tienen la clave que consigue que el objeto pierda su efecto, una clave que ni ellos saben interpretar y que espero consiga Mae antes de que el reloj en mi muñeca marque la hora.

Deberán especificar en sus post si actúan solos o en colaboración con alguien más. Esto lo conversamos off-rol, así confirmamos quiénes participarán.

Carta por personaje:

Carta por equipo:
Anonymous
Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Cuando escuché lo que había como recompensa en una de las apuestas del pub al que he frecuentado con demasiada constancia, no pude resistirme a echar un vistazo. Vestirme para la ocasión es tarea de todas las semanas, siempre llega el momento en el que me enfundo en un vestido apretado, uno de los pocos que puedo lucir decentemente y que reservo para situaciones especiales como esta, porque si no de la costumbre acabaría perdiendo el encanto y su efecto en los hombres que llevan un par de copas de más, o de menos también sirve, sería diferente al que estoy acostumbrada. No me molesto en buscar una puerta lateral de entrada porque con mi aspecto dejarían entrar a cualquiera, voy mucho más aseada que otros días y hasta me he perfumado con algo a lo que no suelo prestarle demasiada atención, porque un olor como este no se aprecia en los bajos suburbios del norte. Aquí, en cambio, entre una pasada y otra puede que aliente el olfato de algún tipo interesado en algo más que jugar cartas.

Hablando de cartas, ¿no es ese el motivo por el que estoy aquí en primer lugar? No me considero una persona con buena mano en tiradas de las mismas, pero como lo único que necesitan mis dedos es de un bolsillo donde colarse o tarjeta que atrapar entre ellos, ni siquiera me preocupa que hoy para los hombres se trate exclusivamente de jugar una apuesta. Como iba diciendo, hago mi entrada al local por la puerta principal, sonriéndoles al intento de seguridad de este antro medio decente con una curvatura en mis labios que declara que no solo he venido a jugar con cartas. Por sus cabezas es el único mensaje que debe repetirse cuando me dejan pasar, sin siquiera pedir una identificación que me acredite como una persona legal, no es más que un chiste para todos los que se encuentran dentro, entre parias, ilegales y repudiados no se podría rastrear ni a una sola mano honesta entre tanto farsante.

Affffú, qué calor que hace esta noche — exclamo sacudiendo una mano sobre mi rostro para después recolocarme la parte superior del vestido para que mi pecho quede más realzado — Debe de ser por la cantidad de gente que hay aquí dentro hoy, ¿qué tan alto fue por lo que apostaron como para que esto esté a rebosar? ¿Qué hay que hacer en este lugar para que te sirvan algo de beber? — lo tiro con actitud exasperada, como si alguien me estuviera haciendo perder un tiempo valioso en lo que alguien se percata de mi pedido y aparece con un vaso de cristal con una bebida de olor preocupante. Claro que no es para mí, sino que mi víctima se encuentra a escasos metros de distancia, por lo que me demoro tan solo unos segundos en verter un líquido transparente sobre la copa, una ayudita extra en estas noches donde las distracciones suelen ser varias, y no lo digo por esa mujer que se pinta los labios de un color rojo extremadamente saltón, quizá demasiado. — Me encanta como ha dejado el local, señor, ha debido de costarle... una barbaridad, pero de seguro que una buena inversión con la cantidad de clientes que juegan. Dígame, ¿es cosa mía o hace falta algún rostro de mujer entre tanto varón? ¿O solo los hombres pueden apostar y beber hoy en día? — murmuro acercándome al gerente con un movimiento seductor, haciendo bailar mi copa sobre mis dedos antes de ofrecérsela con una sonrisa ladeada. — ¿Puedo jugar yo también? — la risita estúpida que suelto a continuación para él parece que no me interesa precisamente el juego de cartas, lo que me viene estupendo para cuando se lleva la copa a los labios y se los relame tras un largo trago. Perfecto para mí, que tras unos minutos de seguir ejercitando la lengua, ya tengo mis manos sobre su cuerpo en busca de la que espero sea la secuencia de cartas que lleven al bote ganador, colando los dedos por dentro de su chaqueta para usurpar los bolsillos.

Con Niko y Mimi huhuhu (? Así que me llevo la cartita de la reina de copas uwu
Dado: 10 quéacabadepasar
Olivia A. Holenstein
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The Mighty Fall
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Invitado
Invitado
La temporada de frío ya está llegando a su fin, pero de todas formas es un estado constante que se tiene en el norte. Así que por eso llevo mis guantes sin dedos, un sombrero y la barba larga para que me abrigue un poco el cuello. Estoy seguro de que cualquiera que pase por el callejón pensará que soy un mendigo y en parte es la idea de todo ésto, poder pasar desapercibido y tener la única misión de proteger la computadora que ahora descansa sobre mi regazo. Estoy sentado en el suelo así que supongo que bastará con meterla debajo del poncho y fingir estar dormido en caso de que alguien se acerque pero no parece ser el caso... La acción está dentro, no en el callejón que casualmente da a la sala de computadoras y por dónde pude meter un discreto cablecito que me da acceso directo a su sistema.

Mi estómago gruje y eso me recuerda para qué estoy haciendo todo ésto, tan simple como que tengo hambre. Me consta que no soy el mejor para la misión, hay muchas mentes más brillantes dando vueltas por allí pero supongo que en éste caso el estereotipo me jugó a favor para ganarme un lugar en el equipo: Es muggle así que debe saber manejar las computadoras. Solo espero no decepcionar a Rebecca porque no es a una mujer que le guste perder y mete bastante miedo, así que por mi propio bien tengo que lograrlo.

Acerco mis manos al rostro para dejar que el vaho las caliente y rápidamente empiezo a encargarme de los pasos previos de para conseguir la clave. Voy mucho más lento de lo que lo haría un experto, de hecho tengo un cuaderno en la mano el cual alumbro con la misma pantalla de la computadora, pero lo voy logrando. Mi memoria no es eterna, tengo que tener algunos trucos en hoja como en los viejos tiempos.

Frunzo el ceño cuando la pantalla negra con letras verdes aparece y y frunzo los labios al empezar a presionar las letras del teclado. Las esperanzas por lograrlo van desapareciendo poco a poco e incluso puedo ver como hay otra persona intentando conseguir el código ¿Es una broma? ¿De verdad? No, no, no... Ya iba a ser un milagro si conseguía meterme en el sistema ¿Ahora debo enfrentar a alguien más? Tengo que decírselo a Becca, espero que tenga su radio a mano.

Datos:
Anonymous
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Invitado
Invitado
No es que no confíe en mi hermana, pero… no confío en mi hermana. La sigo con mis ojos en su espalda cuando se arrima a la mesa del gerente y escondo detrás del dorso de mi mano una carcajada sin gracia por sus movimientos tan explícitos, esa es la manera en la que pretende conseguir una pista de la clave que necesitamos conseguir para cuando estemos dentro de la cámara, pero me temo que si ahora mismo el hombre pone una bolsa de galeones sobre la mesa para ofrecérselo por su compañía, he perdido a mi hermana y ya la veré en unos meses cuando se acabe el «amor». Termino lo último de mi vaso para dejarlo sobre la barra y recibo la seña que he estado esperando para saber que el contador puede recibirme, de parte de uno de los tipos de la taberna que se encargan de intimidar a los malos perdedores, el mismo que me sacó de aquí hace unas noches y me hizo saber cuál era el plazo que tenía para venir a pagar mis cuentas luego de un encontronazo en uno de los callejones del distrito.

El tipo tiene una sonrisa de suficiencia estampada en la cara que respondo con mofa al pasar a su lado hacia el pasillo donde me paro delante de una puerta que ya crucé otras veces, el contador apenas si levanta la vista de la hoja con mis cuentas apuntadas mientras muerde un cigarrillo y por las mangas de la camisa que las tiene subidas hasta su codo, dejando a la vista un llamativo y caro reloj que nadie se animará a robarle, deduzco que la noche se le está haciendo larga. Caigo como un peso muerto en la silla de enfrente, todo mi cuerpo repantigado como si estuviera cansado de ser llamado por la misma cuestión, que se podría resolver como otras pidiéndole veinticuatro horas más, diciéndole que ya sé cómo conseguiré el dinero que pide y él no me hará preguntas, lo aceptará porque lo ha hecho antes, nunca le ha interesado de donde consigo los galeones, si al final acaban en sus manos. Esta vez sí puede que le interese, cuando nuestras posiciones cambian y con la cara aplastada sobre los papeles, siente el frío de la pistola en la nuca, escucha mi pulgar ajustando el gatillo. Manotea la manija del cajón del escritorio y rebusca ahí con sus dedos entre algunas hojas sueltas, hasta dar con unas cartas de tarot que, sin ver, coloca sobre la mesa con su palma golpeando sobre ellas.  

Equipo con Ivy y Mimi y me llevo la carta del Rey de Bastos.
Anonymous
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'D10' : 5
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Después de tantos años, uno no se acostumbra al olor de estos sitios. Ni siquiera la entrada lateral por la que no frecuenta tanta gente como la principal se libra del olor a tabaco, alcohol y vaya a saber qué otra clase de droga venden dentro de este antro, incluso cuando puede pasar desapercibido como uno de los bares en mejor estado que conozco. Aun así, tengo que arrugar la nariz ante el humo que se cuela por los orificios y me llega casi que hasta el cerebro, nublándome la vista por unas milésimas de segundos hasta que puedo hacer un recorrido con mis ojos por el interior del local para demorarme fijándome en las personas que ocupan lugares en las mesas de apuestas. Muchas las reconozco por haberlas encontrado antes en la misma silla, casi diría que tienen el nombre incrustado en las mismas sin que nadie haya fijado su pertenencia, pero no hace falta pasar mucho tiempo aquí dentro para darse cuenta de que cada uno tiene concretado su lugar, y no es visto con buenos ojos a quien se atreve a hacer un cambio en la rutina de aquellos que frecuentan con demasiada costumbre este sitio. — Nos vemos en un rato — es lo que le digo a Becca en un susurro que declara mi partida al desprenderme de su lado para escoger la dirección opuesta hacia la que va ella.

Sé cual de todos es mi objetivo, lo que no tengo tan claro es cómo voy a conseguirlo. Se supone que la videncia tiene que ayudarme de alguna manera a adivinar cual de todas las secuencias de cartas es la ganadora, la que dará la clave para abrir la vitrina de cristal, pero no estoy tan segura de cuánto va a poder ayudarme frente a un grupo de personas que llevan estudiando jugadas como estas mucho más tiempo del que yo llevo estafando. Esa es la cuestión, que muchas de las veces que aseguré tener la certeza de saber algo, no fueron más que falsedades que tragaron por el simple hecho de ser quién soy. No te topas con una vidente, por muy poco supersticioso que seas, y dejas que su consejo pase desapercibido, siempre hay una parte que creerá todo lo que dice. — ¿Qué tan seguro está de que esa es la apuesta ganadora? — musito sobre el hombro de un hombre que rondará los sesenta, por el aspecto de su rostro arrugado y enorme cuerpachón, me dedica una mirada de desagrado tras el humo que sale de su puro hasta que se da cuenta de que se trata de una mujer quién le ha hablado, entonces eleva las cejas para mostrar una expresión diferente.

Debe de pensarse que vengo con las mismas intenciones que la morena que veo por el rabillo del ojo se acerca al gerente reacomodándose todo lo que le es posible en su cuerpo para llamar su atención, una actitud que me haría rodar los ojos si no fuera porque la mano del hombre en mi cintura hace que lleve la mía a su muñeca para apartarla. Obvio que es un gesto que ninguna mujer desesperada tendría con el que parece tener suficiente dinero en sus bolsillos, pero mi rechazo lo anima a devolver el puro a sus labios en lo que me pide una copa cargada. No sé si es que tengo pinta de camarera o es la tarea que asume es mi deber de esa manera tan despectiva, no me sorprende como para armar un escándalo, así que en su lugar me alejo para acercarme hacia la barra donde sirven bebidas, precisamente donde tengo la vista clavada desde que la mujer morena ha puesto sus manos sobre el gerente. — Disculpen — me apego a ellos al pedir, falsamente desinteresada en su presencia. Tarda apenas un segundo la mujer detrás de la barra en tenderme un vaso de cristal, el cual vuelco sobre el brazo del hombre al girarme con la torpeza fingida. — ¡Oh, lo siento, lo siento muchísimo! ¿Dónde hay un paño...? — lo bueno de mi aspecto es que parezco tan despistada y poco cuidada, con mis ojos saltones y cuerpo escuálido, que mi actuación cuela perfectamente y el gerente tan solo me dedica un chasquido de su lengua junto con un ruedo de ojos exagerado, acompañado de los aspavientos de su acompañante al tratar de ayudarlo para camelarse todavía más al hombre con sus atenciones. Suerte para mí, que la distracción me permite deslizar mis manos para atrapar lo que la morena ha estado sacándole al tipo sin que apenas se de cuenta por tener la mirada fija en sus pechos.

Equipo con Becca y Dress, y uso la cartita de Reina de Oro para robarle a Ivy
Phoebe M. Powell
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https://www.themightyfall.net/t8275-powell-phoebe-mae
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Invitado
Invitado
Tengo mis dudas con Dressler, a quien le he pedido que me consiga cosas con anterioridad por sus habilidades de ratero, fueron otras habilidades suyas las que me hicieron convocarlo esta noche, pero no es hasta que escucho que se activa el comunicador que dijimos de compartir, que puedo estar segura de que está en algún edificio vecino o en alguno de los contenedores de basura, siendo parte de esto. Por si no se presentaba, estaba sopesando las posibilidades de destruir las dos paredes de distancia y desarmar el tablero de seguridad de la bóveda de la manera más tradicional posible, aunque eso nos redujera los minutos a nuestro favor para sacar lo que hay dentro. De por sí había que conseguir la manera de que ninguno, ni el gerente, ni el contador, a quien sea que Mae eligiera embaucar, pudiera dar la alarma de inmediata. Secretamente espero que Mae haya elegido al gerente, no se lo impuse, pero se lo insinué. El hombre estará ocupado reacomodándose el pantalón como para darse cuenta que le faltan las cartas de tarot que se le ha visto el bolsillo de su saco como su propio amuleto de prosperidad y abundancia de galeones. Me retiro del baño de mujeres cuando otra pareja avanza hasta chocar contra la pared al costado del espejo y tomo el corredor que me lleve a una de las salidas de emergencia –llamadas así no por el riesgo de incendios, sino a allanamientos de aurores-, esperando ver aparecer la figura de Mae, en cambio veo la silueta de un hombre que abandona la oficina del contador y hace su propio camino de regreso a la sala de apuestas.

RESUMEN:

Carta por personaje:

Carta por equipo:
Anonymous
Invitado
Invitado
Una rata pasa por debajo de mi cuerpo y me sobresalto un poco casi tirando la computadora que tengo apoyada con cuidado en mis piernas. Está bastante destartalada porque no pueden conseguirse cosas mejores en el norte, pero funciona y es todo lo que necesito ahora. El problema no es el aparato, sino su operador que parece haber olvidado todo aquello que practicó una y otra vez antes de la misión - No seas así, no seas así - casi que pido a la persona del otro lado cuando veo que sus códigos empiezan a aparecer de forma rápida. Tiene que ser alguien joven porque no hay forma de que dedos viejos como los míos escriban a esa velocidad.

Escucho algunos ruidos en el callejón así que aplico la estrategia de hacerme el dormido mientras cubro la computadora y una vez que todo vuelve a quedar en silencio abro uno de mis ojos para comprobar que todo esté en orden. Mi casi disfraz es perfecto, nadie sospecha del tipo barbudo con gorro de lana tirado en el callejón. Quizás debería haber traído una botella de alcohol también para que la actuación sea completa.

Me acomodo el gorro llevándolo hasta el borde inferior de mis cejas y vuelvo a escribir bloqueando alguna de las cosas que me envía la persona que ahora mismo es mi archienemiga. Espero que en el interior lo estén haciendo mejor porque aquí afuera la cosa está difícil - Emm... ¿Chicas? - pregunto tocando el comunicador que tengo en mi oreja para encenderlo. Mi voz no es más que un susurro pues no sé qué tanto se escucha lo que digo y qué tan ocultos están sus comunicadores - Tengo a alguien ofreciendo batalla aquí, quizás me tarde un poco - si es que lo logro... Pero no voy a decirle eso a Rebecca.
Equipo con Becca y Mae. Carta COMODÍN
Anonymous
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Veo cómo el gerente se ríe como respuesta a mi comentario, segura de que en su cabeza el hecho de que las mujeres tomen partida en las cartas es considerado algo de otro mundo, cuando hace ya mucho que dejamos esos estereotipos a un lado, en el norte se siguen aferrando a ellos como si la cosa no hubiera cambiado en el último tiempo. Es con lo que tenemos que lidiar en estos barrios bajos, donde las noticias ya se demoran unas cuantas semanas en llegar, la comida directamente no llega, como para esperar de ellos el trato que se le da a una mujer con cierta altura o ya no eso, una con algo más de carne en las mejillas. Como esta chiquilla que torpemente vuelca todo el contenido de la copa que arrastra en una mano sobre el traje de mi acompañante al enredarse con sus propios pies. — ¡¡Mujer, es que tienes dos pies izquierdos o qué!! ¡Cuánto lo lamento, señor gerente! — continuo en mi papel de fulana con cierto estatus social, cuando si no fuera por la figura que me hace este vestido, probablemente luciría igual que esta muchacha huesuda y aspecto frágil.

No le presto la atención que debería al creer que se trata de una pobre que anda arrastrándose por una moneda entre estos sucios borrachos y apostadores, lo cual pasa a ser mi error principal al verme desprovista de lo que había conseguido atajar debajo de la tela de mi vestido en un bolsillo secreto, ocultado gracias a un hechizo que no hubiera esperado fuera capaz de adivinar. — Me parece que no, bonit... — dejo atrás al gerente en sus quejas de tener que cambiarse de ropa, para seguir a la chica y tomarla del codo para con un movimiento, girarla de manera que queda enfrentada a mí. — ¿A dónde creías que vas con algo mío? — por hipócrita que suene eso, que no son mías las cartas para empezar, poco importa ese detalle cuando la empujo hacia una de las esquinas así no nos exponemos delante de nadie y me hago con las cartas, imponiendo mi voz mucho antes que mi fuerza. — Esto me lo llevo.

Equipo con Niko
Le robo con la cartita de Reina de Oro a Mae (Phoebe)
Olivia A. Holenstein
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Invitado
Invitado
Espero desde mi lugar en penumbras en una esquina de salón de juegos, a que las chicas resuelvan por su cuenta el intercambio de las cartas y solo intervengo cuando a mis ojos es evidente que la mosquita muerta de Olivia consiguió imponerse a Mae. Suspiro con cierta pena hacia mi protegida, si una cachorrita como Holenstein basta para amedrentarla, es porque le sigue faltando carácter y no podrá hacer frente a depredadores reales. Me cruzo en el camino de la morena para retenerla por su codo, mis uñas hundiéndose en su carne cuando tironeo de su brazo al obligarla a detener sus pasos, giro mi rostro hacia ella así mi boca queda cerca de su oído. —¿Ibas a irte sin saludarme, Ivy?— susurro. —Nos conocemos hace tiempo, ¿por qué esa falta de respeto?— afianzando mi agarre de su brazo hasta que mis uñas lastiman su sensible piel. —Me enteré que conseguiste unas cartas… que no sabes leer— digo, muevo mis cejas para invitarla a que se fije en las figuras que muestran las cartas, arcanos que nada le dirán sobre la clave de runas del amuleto, si no sabe la correspondencia entre los arcanos y las runas que es conocimiento de adivinos. Relajo la violencia de mi mano sobre su brazo, sin soltarla. —Pero conozco a alguien que me acaba de avisar que consiguió abrir la cámara de seguridad y también a una muchacha que sí sabe leer lo que tienes en tu poder…— sacudo mi barbilla para señalar a Mae. —¿Qué dices, Ivy? Somos viejas conocidas, hemos tenido nuestros tratos antes— para saber que ella y su hermano son unos embaucadores de cuarta de los que no me puedo fiar, —¿por qué no hacer de esto un negocio en común?

Equipo con Mae (Phoebe) y Dressler. Carta REY DE ESPADAS de negociación.

Elige tu carta, Ivy:
Anonymous
Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Siento los dedos envolverse alrededor de mi brazo mucho antes de que la vocecita de una mujer que conozco relativamente bien, aparezca en escena. No necesito girarme para comprobar que se trata de ella, suficiente con la presión que ejerce contra mi piel y que me hace voltearme hacia ella con una ceja alzada, bajando apenas los párpados hacia mi codo para expresar lo que no necesito hacer con palabras. — No esperaba verte por aquí, Rebecca, ¿o debería llamarte de otra forma? — curvo mis labios en una sonrisa sardónica por la ironía de saber con quién estoy tratando realmente, fijándome con mis ojos en que la muchacha flacucha le dirige una mirada de extrañeza a la que hago bien en señalar como su jefa. — Creía que te dedicabas a asuntos más… sucios — por decirlo de alguna manera, aunque no pretende ser una ofensa, sino más bien una apreciación de trabajos, que en el norte todos los trabajos son sucios, la única diferencia recae en con qué nos manchamos las manos. Mantengo mi mirada sobre la chica que aparenta tener una edad parecida a la mía cuando la menciona, sin mostrarme muy sorprendida con los intentos de negociar de Rebecca ahora que ha perdido la partida de lo que le interesaba. — ¿Por qué debería aceptar? Que seamos viejas conocidas no nos hace amigas, nadie en el norte lo es — lo que nos unen son otros lazos, en su mayoría de necesidad, pero no veo que yo esté precisamente en el lugar de ser socorrida por nadie. — Solo hago negocios en común con aquellos que no van a molestar luego, ¿tú no lo harás? — dejo que esa sea mi respuesta, una negación a su propuesta porque los vivos suelen dejar mucho espacio para replicar, como para esperarla muerta luego de esto.

+ chula que un ocho uso la carta PRINCIPE DE ESPADAS
Olivia A. Holenstein
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Invitado
Invitado
¿Creen que pueden solos?— pregunto, malditos Holestein. No pasan de ser las ratas más mañosas del norte, les falta mucho para poder colocarse entre criminales de peso, siempre habrá otro más grande que ellos imponiéndole órdenes, ¿y ahora quieren trabajar solos? Ensucio mi sonrisa de malicia al ir soltando su brazo lentamente,  por debajo de mis dedos quedan los finos arañazos sobre su piel blanca, como anticipo sutil de lo que puedo llegar a hacer, pero no perderé el tiempo con una muchacha que se cree astuta. —Si no me quieres de tu lado, me tienes en contra— susurro cerca de su rostro, y la aparto de mí con un empujón del brazo que libero de mi mano. —Ve a hacer tu trabajo, lo más a prisa que puedas, nos veremos en un rato…— la despido, dejándola ir.

La rodeo para ir hacia donde se ha quedado Mae, con mi barbilla le señalo una de las mesas de juego. Prolongar charlas en medio del bar despertará sospechas en los hombres que controlan el lugar, las mujeres somos parte del decorado, compañía bonita para los apostadores, a no ser que ocupemos un lugar en una de las mesas y es lo que hago, colocando unos cuantos galeones delante de mí, así le doy a los Holenstein sus minutos de gracia. Sostengo a Mae de la muñeca para conseguir que se incline hacia mí, así puedo susurrar en su oído, donde está el comunicador que, como una serpiente, con un movimiento ondulante se acerca a mi voz: —Juega un poco con los que van a tratar de entrar y luego déjalos dentro, encerrados— doy las especificaciones para Dressler, invocando a la paciencia para no caer en la frustración, yo la encuentro en la primera tanda de cartas que llegan hasta mis dedos.

En la siguiente etapa, solo Niko, Ivy y Dressler tienen cartas de situación que desarrollar.

Niko:

Ivy:

Dressler:
Anonymous
Invitado
Invitado
Después de dejar al contador maniatado y dentro de un armario, de la manera más muggle posible como no nos queda de otra a los magos que carecemos de varita en el norte, espero en la penumbra del pasillo a que mi hermana aparezca. Rasco mi mentón con un gesto vago para ocultar parcialmente mi rostro al girarme hacia la pared cuando veo pasar a un par de hombres hacia los sanitarios, por sus trajes se puede suponer que son funcionarios del ministerio, quienes habrán dicho a sus familias que están demorados con papeleo interminable en la oficina. Me impacienta que mi hermana se esté demorando tanto, el contador es squib, solo eso me da la tranquilidad de que por su cuenta no podrá librarse del amarre, pero al primer infeliz que aparezca delante de su puerta para rogarle que le perdone unos knuts, lo tendré metiendo la nariz y a los de seguridad entrando detrás de él para darse cuenta que el hombre no está.

Pongo distancia con el barullo que me llega desde el salón de apuestas y espero a Olivia cerca de una de las puertas que dan al callejón, si la situación se complica estoy a un paso de echarme a correr, ella encontrará su manera de hallar su propia salida, siempre lo hace. —¡Mierda, Ivy! ¡No estamos como para demorarnos con unas copas!— suelto en un susurro molesto al verla aparecer, dando por hecho que se habrá entretenido embaucando al gerente y disfrutando de algunos lujos pagados por este. No estoy siendo justo con ella, está haciendo el trabajo que acordamos, ahora me toca a mí, con toda la prisa que trae allanar una bóveda cuando a un par de paredes continúan los juegos y cuando nos adentramos a los pasillos subterráneos, el sonido queda por encima de nuestras cabezas. La bóveda no tiene guardias, claro que no lo tiene, si están dentro. —¿Qué cartas conseguiste?— le pregunto a mi hermana dándole las mías, al mismo tiempo que de mi bolsillo saco un papel con todos los arcanos y sus runas en correspondencia, lo que dejo en ella es que pueda darle un orden con sentido que pueda servirnos para el amuleto. Con las cartas y el papel arrugado, tomo un manojo de dos llaves para desprender la argolla hecha de alambre fino. Me coloco frente al tablero digital y con el alambre consigo que se desprenda la tapa al forzar una rendija, entre los muchos cables que se enredan como hilos de araña, identifico los que generalmente se usan en estos modelos.
Anonymous
The Mighty Fall
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Invitado
Invitado
Cuando era pequeño pasaba gran parte del día viendo dibujos animados en la televisión, mi momento favorito era cuando el pseudovillano conseguía su cometido y reía de forma amenazante pero sin llegar a ser temible. Quizás por eso es que río así ahora mismo, con sílabas entrecortadas y los dientes bien apretados y mi voz más aguda de lo normal. Escucho a Rebecca y entonces tengo que interrumpir el pequeño teatro, no respondo, solo asiento como si pudiese verme y me pongo a hacer lo que pide. Bien podría haberme dado un pequeño resumen de como están las cosas adentro ¿No? Pero supongo que tendré que seguir en la oscuridad.

Aun estoy poniendo los códigos mortales que dejarán a mi oponente afuera cuando veo como por una de las cámaras de la entrada hay dos hombres que se acercan con toda la pinta de querer destruir a un pobre vagabundo que secretamente está metiéndose en el sistema de su negocio.

Preocupado, frunzo el ceño y apresuro mis dedos para que tecleen con más rapidez, pero difícil es hacerlo con el frío del norte. Me equivoco una y otra vez, tengo que presionar el botón de borrado e intentarlo de nuevo. Al final veo como los hombres desaparecen de la cámara, lo que quiere decir que están en el callejón. Escucho un pitido en mis oídos, una cuenta regresiva imaginaria en mi mente que solo hace que se tensen todos mis músculos y suden las manos.

No consigo meter el código, estiro la computadora para desprenderla del cable e intento salir corriendo en dirección opuesta, pero algo en mis pies me hace caer de cara de lleno al suelo. Consigo salvar haciendo una especie de jaula con mi cuerpo, pero al girarme en el suelo para ver qué es lo que me ha hecho caer veo a los dos tipos, del doble de mi tamaño y con unas expresiones nada amigables - ¿No le podrán dar las sobras a un pobre mendigo?

Comodín, equipo con Mae y Becca ¿Ivy?
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The ballad of Cleopatra · Priv. [fb]
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