TEMAS
Al menos, parece que no soy la única en este estado. La sala es pequeña, pero hay dos personas con la nariz tan roja como la mía. Es un poco irónico que me haga pequeña en mi asiento como si fuese a contagiarme, cuando está más que claro que ya estoy lo suficientemente apestada como para pegarme cualquier otra cosa. Estoy empezando a ponerme obviamente impaciente cuando la puerta se abre y una vocecita desconocida llama mi nombre, así que salgo disparada en dirección al consultorio, tan blanco como lo recordaba. No estaba esperando a ver a Alice, de seguro anda demasiado ocupada si ni siquiera he contestado mis mensajes, pero no reconozco a la jovencita que está sola en la habitación. En cuanto la puerta se cierra, intento recordar si he visto su rostro en algún lado. No, completamente anónima.
— ¿Eres la nueva aprendiz? — pregunto de inmediato. Estoy segura de que Kendrick debe saber quién es, él suele entrevistar a casi todos los recién llegados para saber de ellos y asignalos al sitio en el cual tendrán un mejor desarrollo. Intento ayudarlo casi siempre, pero se ve que el caso de esta chica no ha sido uno de los míos — Soy Hero. Hero Niniadis — asumo que debe saberlo, pero de todos modos hago el amague a estrecharle la mano. Queda solo en eso, porque pronto recuerdo que soy un mar de mocos y opto por cubrirme la nariz con el brazo — Lo lamento. Es que tengo un resfrío de muerte y vine en busca de ayuda.


Mamá empieza con el sermón de todos los días: "Habla con la gente", "Trata de integrarte", "Aprende mucho pero no te descuides", y mil cosas más que sólo me hacen rezongar. Ya sé que carezco de las habilidades básicas de interacción social pero no es para tanto. - Sí, sí mamá. Te veo al rato. No olvides tomarte la medicina. - Le digo todavía con un pedazo de pan en la boca mientras termino de ponerme los zapatos. Antes de irme me cepillo a la velocidad de la luz los dientes y me amarro como puedo el cabello en un chongo que termina por estar aguado.
No estoy acostumbrada a estar tan confiada por las calles. Me siento en parte como una intrusa y no puedo evitar pensar que ese sentimiento nunca se irá. Mamá dice que es cuestión de perspectiva, pero al diablo la perspectiva, no puede esperar que sea fácil después de todo. No tardo mucho en llegar al hospital y no pasan ni cinco minutos cuando ya me han encargado a los pacientes de gripa. Como soy nueva y no sé tanto, hago cosas básicas, lo cual está bien para mí. Voy llamando uno a uno a las personas que están afuera pero creo que soy un poco lenta porque cuando miro de nuevo a la sala ya se me han juntado. - ¿Hero Niniadis? - Llamo un poco insegura. No sé si dije bien o no su nombre. Es como el mío, ¿Desireé? ¿A quién se le ocurre?
La chica entra al consultorio y cuando regreso mi mirada a ella me doy cuenta de que me observa con cara rara. Asiento con la cabeza ante su pregunta. - Sí, no tiene mucho que llegamos. - Me siento un poco incómoda. No pretendo ser descortés o algo por el estilo, es sólo que siempre que conozco a alguien me resulta complicado hablar. Miro su mano estirada y antes de que pueda deliberar si estrecharla o mejor hacer un ademán, ya la ha quitado. Asiento de nuevo ante su segunda frase, se ve agotada. - Aparentemente mucha gente está enferma de lo mismo estos días, incluso mi madre ha tenido que quedarse en casa. - Es una suerte que yo no porque cuando tengo resfriados mamá dice que me pongo insoportable, una clara mentira. - ¿Has tenido alguna otra molestia? - Le pregunto mientras me pongo a revisarle la temperatura. Tal vez debía preguntar antes y luego hacerlo: Clara falta de habilidades de interacción. - Tienes la temperatura un poco alta pero aún no es fiebre. - Me pongo a hurgar en el cajón de las medicinas. Me gasté la última poción con el paciente anterior. Supongo que puedo pedir más aunque no sé si tengan. - Para resfriado común te puedo dar una poción, aunque tardarán un poco en traerla. - Volteo a ver de nuevo la gaveta. - O podría inyectarte, tenemos medicina común aparentemente. -


Meneo la cabeza, que mis molestias han sido las básicas — Dolor de cabeza, picazón de garganta… Ya sabes, la clásica gripe — o eso espero, lo último que me falta es más drama. Le dejo revisar mi temperatura corporal, lo que hace que me estire un poco en un intento de chequear cuánto ha subido. Asiento que no es nada que no me haya imaginado, mientras apoyo mejor mi cuerpo contra la única camilla de la habitación — Puedo esperar por la poción, si no es molestia — Que no se note que no quiero saber nada con que me anden clavando agujas, que sería un poquito humillante. Me froto un brazo por inercia, sintiendo apenas un temblor por culpa de un cuerpo magullado por el virus — Disculpa que me entrometa, pero… ¿De dónde vienes? — simple curiosidad — Es bueno ver como las personas que van llegando están dispuestas a prestar sus servicios a la comunidad. Además, todos tienen diferentes cosas que contar.


Asiento con la cabeza cuando escucho sus síntomas. Después de revisar su temperatura no creo que sea nada que una buena poción no pueda arreglar. - Bien, entonces déjame pedirla. - Sin más abro un momento la puerta y le pregunto a la primer persona que se me pasa enfrente por las pociones, a lo cual recibo un "Ahorita", y un poco más bajo también un "que molestia". Debí haber revisado antes. Suelto un suspiro y cierro la puerta - En cualquier momento debería llegar. - Espero. Me siento enfrente de ella sin saber muy bien que hacer y me le quedo mirando. Abro un poco los ojos con su pregunta y respiro hondo. Necesitas relajarte, Des. - Del 12. - Respondo con tranquilidad. Pasados un par de segundos mi yo interno me da un zape: ¡Demasiado cortante! Asiento a lo siguiente que dice. - Hmmm sí, supongo. He conocido a un par de personas con historias interesantes. - Es mi oportunidad, puedo hacerlo. - Nosotras, quiero decir, mi mamá y yo, mmm... Estuvimos toda mi vida en el 12, desde que, bueno... ya sabes, los licántropos no eran bien vistos. - Creo que definitivamente no sé comunicarme, Pero no puedo evitarlo, al fin y al cabo fue su mamá quien puso esa regla y siento que hablar de eso puede resultar incómodo. Aunque no la culpo a ella. Sólo. AGH, todo es tan raro. - Pero ya estamos mejor, nos acomodamos bien aquí, supongo que eso la hace sentir más tranquila. Que ya puedo tener una vida más "normal". - Lo que quiera que signifique eso.
Se me prende el foco pocos segundo más tarde. - ¿Quieres agua mientras esperamos? - Probablemente le pique la garganta o algo. Oh, creo que incluso tengo un par de caramelos de miel. - También tengo estos... - Comento sacando los dulces de la gaveta y extendiéndolos en dirección a ella.


Mis ojos se van por sí solos en dirección al reloj que luce sus números en la pared, pero tampoco es que tenga demasiado apuro. Lo que haré en cuanto regrese a casa, será meterme en la cama a beber té hasta dejar de sentirme para la miseria. Aún así, me abrazo a mí misma, que el frío que siento en mi cuerpo que viene en compañía con mi temperatura hace que tiemble — Sé que no todo aquí es tan normal como debería, aún hay mucho sobre lo que trabajar y hay intenciones de ir mejorando el estilo de vida — confieso, aunque de seguro eso ya lo sabe — Con un poco de suerte, dependeremos cada vez menos del resto de los distritos y podremos hacerle frente al gobierno de Magnar como un fuerte unido. Es lindo ver como hay personas que creen en el cambio, de verdad. Gracias por elegir este camino.


Me le quedo mirando mientras habla. Se ve que la está pasando mal con ese resfriado. - Toma, come un caramelo en lo que traen todo, te harán sentir mejor. - Son caramelos de miel, si bien no le van a quitar la fiebre, al menos le quitarán la congestión el tiempo suficiente para esperar por la poción. Acto seguido coloco los dulces frente a ella y cierro la gaveta. - Creer en el cambio. - Repito por lo bajo. Nunca he sido mucho de hablar de este tipo de temas, la verdad es que siempre me resultó confuso. Es decir, mi mamá apoyó al gobierno actual y luego terminó repudiada. Pero el gobierno anterior hizo lo mismo, por lo que no podemos apoyar a ninguno. - Definitivamente creo que se pueden hacer mejor las cosas, es algo emocionante estar aquí para verlo. - Y eso no es nada más que la verdad, son mis verdaderos sentimientos pero al mismo tiempo no puedo evitar pensar: ¿Y si mi mamá no hubiese sido mordida?, ¿Pensaríamos lo mismo?, ¿Apoyaríamos al gobierno? La verdad no lo sé, nunca ha sido fácil para mí ver cómo tratan a los esclavos. - Mucha gente en el norte la pasa mal y siento que en parte este distrito les da esperanza, al menos a algunas personas. -


Murmuro un agradecimiento al aceptar los caramelos y sonrío, atenta a las palabras que me recuerdan que tanto llanto ha valido la pena. Cuando ya tengo la boca llena, hago chocar el caramelo contra mis dientes — Magnar le dio lugar a las personas como tu madre — le recuerdo como pequeña observación — Y, aún así, muchos han decidido venir aquí en lugar de instalarse en las ciudades beneficiadas por el gobierno, a pesar de que tienen un sistema mucho más sólido y las opciones deben ser mucho más amplias. Para mí, esas son pequeñas batallas ganadas que hacen que todo valga la pena — es uno de esos análisis que hago a solas y ni siquiera sé cómo lo termino compartiendo con una desconocida, supongo que es la confianza de sabernos en una postura similar. Al fin y al cabo, todos aquí hemos llegado con una idea similar en mente.
Casi me trago el caramelo cuando la puerta se abre y aparece una señora mayor de aspecto amable, esa que le tiende la pócima a mi compañera. No se ve como algo en verdad apetitoso, pero prefiero cinco segundos de sufrimiento frente a su sabor y no el seguir sintiéndome como una bolsa abandonada y pisoteada — Creo que no me dijiste tu nombre… — le recuerdo en cuanto la puerta vuelve a cerrarse — Si no te molesta, puedes dejarme un número. Con los chicos solemos salir los fines de semana y, si recién llegas, de seguro estarán encantados de integrarte. Si no te molesta tener de amigos a una parda de impresentables de la lista negra — bromeo, aunque creo que se me nota cierto nerviosismo.


Antes de que podamos seguir hablando del tema, una de las enfermeras que está de turno abre la puerta y me hace señas para que recoja las pócimas que pedí. Me entrega unas cuantas y le agradezco antes de que se marche, con esto debería ser suficiente para atender a las personas que faltan en el consultorio... A menos que en este corto tiempo hayan llegado más. Definitivamente acabaré resfriada yo también. Dedico unos minutos a acomodar las pociones en la vitrina de las medicinas del consultorio, antes de darme la vuelta con uno de los frasquitos en mano. - Me llamo Desireé. Pero puedes decirme "Des", es más fácil. - Me siento un poco torpe por haber estado hablando tan tranquilamente sin presentarme en ningún momento, pero ya pasó. Mi boca se abre un poco en cuanto me pide mi número y trato de disimular para que no piense que soy rara. - De hecho, suena bastante bien. - No tengo idea de qué responder pero su invitación me hace sentir aliviada. Pongo la poción en la mesa y tomo un papelito para anotar mi número junto con mi nombre, sólo por si las moscas. Le extiendo el papel, sonriendo. - Ese es mi número y bueno, siempre estoy aquí metida o en mi casa. - Un poco patético. - No conozco a muchas personas aún... - Trato de parecer lo más casual para que no piense que soy una antisocial sin vida. - ¿Qué es lo que hacen usualmente? - Le pregunto con tono casual mientras recorro la poción en la mesa hacia donde está ella.


Me bajo de la camilla para poder acercarme a ella y nos encontramos a mitad de camino, tomo el papelito con un asentimiento y, tras echarle un vistazo, me lo guardo en el bolsillo — Es comprensible. Todos nos estamos ajustando — coincido. Lo que no sé cómo responder de inmediato es a su pregunta final y espero, de verdad, que no se note que vacilo porque no quiero que sospeche que mis amigos están todos locos. Bueno, lo están un poco, pero no voy a hablarle de cuando se descontrolan en fiestas o que por lo general todos estamos metidos en ataques al gobierno de alguna manera u otra. “¡Ven a tomar algo con los enemigos públicos!” no suena la mejor manera de presentar a tus amistades, para nada y tampoco quiero asustarla, como si se tratase de meter a un alma inocente y pura en una secta de chiflados.
— Bueno… Solemos ir a la cafetería en la cual trabaja mi novio… — lo dejo caer como la cosa más inocente del mundo — También nos juntamos bastante los fines de semana. ¡En invierno hasta hicimos carreras de deslizadores en la nieve! — nadie puede decirle que no a eso — Te agradarán, ya lo verás. A veces Jim es insoportable y Mimi puede parecer un poco mala onda, pero son queribles a su modo — me abrazo a la poción que me tiende y le dedico una pequeña sonrisa — Te estaré llamando en estos días. Es verano, siempre encontramos cosas para hacer y, aunque empiece la escuela nivelatoria, puedo apostar a que podremos aprovechar de algún lago por ahí — es una promesa y yo jamás he sido de faltar a mi palabra. Miro hacia la puerta sobre mi hombro y regreso a ella — Gracias por tu ayuda, Desireé — digo de todo corazón — Te llamaré un día de estos. ¿De acuerdo? — aunque sea para traerla al lado oscuro de las locuras, pero creo que le gustará. Si yo he podido acoplarme, cualquiera puede.


|
|