The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Oficialmente ha llegado esa época de mi vida. Supe que tendría que pasar por ella cuando tenía dieciséis años y tuve que ayudar en el parto de una de nuestras vecinas de calle. En ese momento decidí que yo jamás pasaría por aquella tortura. Primero Lara, ahora Phoebe. Las pocas amigas con las que puedo contar actualmente están comenzando a destrozar su vida y yo no puedo hacer otra cosa que ir a visitarlas y mirar con cara de pena sus oscuras e interminables ojeras. Y sí, eso es justo lo que voy a hacer hoy con Phoebs. He tenido que ensayar durante años, pero creo que he llegado a un punto de disimulo de mi cara de asco más que aceptable. Aún así, antes de aparecerme cerca de casa de mi amiga me miro al espejo del baño y voy un paso más allá. Ese bebé se merece que no sólo no lo mire con repelús, sino que le dedique una de mis más fingidas pero amplias sonrisas.

Una vez califico la mueca como suficientemente natural acompañada del "Oh, Phoebe... ¡Es precioso!" me concentro plenamente en el lugar al que quiero ir y en unos segundos y un considerable mareo estoy allí. A pesar de la gran cantidad de años que hace que me saqué la licencia de aparición, no consigo deshacerme del todo de la ligera sensación de malestar. Intentaría eliminarlo pero sé que en cuanto entre a una casa que huela a pañales y nenuco volverá, así que no haré el esfuerzo innecesariamente. Comienzo a caminar los metros que me separan de esa situación mientras aspiro el aroma salado que tanto me encanta del cuatro. También dedico unos segundos a pensar en cómo estará Phoebe. Me dijo que solo estarían ella y el bebé en casa, lo que me extraña un poco. Me doy cuenta de que sé muy poco de la vida de mi reciente amiga, aunque teniendo en cuenta que hace poco que se estrechó algo más nuestra relación no me extraña.

Apunto mentalmente preguntarle por eso justo antes de dar unos toquecitos en la puerta con los nudillos. Veo el timbre antes de hacerlo, pero temo que si el crío esté dormido se despierte con el ruido y empiece a llorar. Y dios, eso sí que no lo soportaría. Así que, como si se tratase de una de mis misiones más secretas, uso todo mi sigilo para repetir la operación y espero que esta vez Phoebs lo escuche. - Vaya, ¡hola! usted debe de ser la tatarabuela de Phoebe, encantada, yo soy Jessica, pero puede llamarme Jess - Digo cuando por fin la veo aparecer, dándole un beso en la mejilla y estrechándola con uno de mis brazos, mientras trato de aguantarme la risa. - Permítame que le diga que son como dos gotas de agua. Parece como si la tuviera a ella delante con 10 años más, se conserva usted de maravilla - Suelto una pequeña carcajada mientras le doy otro apretón antes de soltarla. - Es broma, estás estupenda, Phoebs. ¿A todas os sienta tan bien la maternidad? - Al pronunciar esas palabras no puedo evitar recordar al niño, pero no lo veo por ningún sitio desde aquí. Con un poco de suerte estará en una de sus cien siestas diarias.
Jessica D. Voznesenskaya
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Estoy tratando de seguir el consejo de mi hermano, he llegado a entender que tiene cierta razón al decir que no puedo aislarme de la gente como tendería a hacer en estas situaciones, que he hecho y me ha demostrado que de nada sirve. Aceptar su ayuda para agilizar una mudanza que era inminente me ha venido de perlas para hacer el cambio cuanto antes, incluso cuando no soy muy fan de estos últimos y se nota por lo que me cuesta hacerme a la idea de que la vida es así, acostumbrarme a ciertas modificaciones en ella es algo con lo que siempre voy a tener problemas, no importa cuán mínima sea. Supongo que todas las personas tenemos defectos y ese está entre los míos. Pero un par de movimientos de varita después, las cosas de mi antigua casa han regresado a su lugar en la nueva, se percibe extraño y sé que faltará tiempo hasta que pueda verlo como una nueva normalidad. Una parte de mí no quiere hacerlo, soy consciente de que lleva consigo dejar atrás recuerdos y momentos que no volveré a tener, no al menos por mucho tiempo, así que no puedo decir que este lugar se sienta como en casa.

Al menos la vista no defrauda, es uno de los motivos por los que decidí no moverme del cuatro, porque sé que cuando sea lo suficientemente mayor como para apreciarlo, a Denny le encantará. Este barrio no está mal tampoco, a diferencia del otro los vecinos no se esfuerzan por mantener una imagen pulcra todo el tiempo, característica de las residencias donde el dinero nunca es un problema, encuentro una mayor afinidad por la gente que vive aquí que con la que compartía calle hace unos días. Igualmente, no estoy muy segura de como dirigirme a ellos, porque sé que le mayoría sabe quien soy, por no decir todos, y también que llevo conmigo una historia detrás que incluye a un marido desde hace ya casi un año, y ese marido no ha sido visto ni una vez en el tiempo que llevo en esta casa. Sé que los rumores no van a tardar en llegar, así que siento la necesidad de dar alguna que otra explicación, salvo que ninguno me ha preguntado directamente, demasiado reservados y educados en una primera conversación, sobre el por qué de su ausencia. Lo que menos necesito ahora son chismes de cotillas, si voy a ser sincera, pero no veo la manera de evitarlos.

En mi intento de no volverme una anti social, siguiendo otro de los consejos de Hans, intento hacer algún plan, lo que significa que he cargado mi teléfono después de días en el silencio del cero por ciento de batería. Jessica es una de las personas de las que he recibido un mensaje desde entonces, una mujer con la que no pensé que fuera a tener contacto más allá de mi visita al mercado, tengo que decir que no esperaba que terminara trabajando con mi esposo en el mismo departamento. Acepto a que venga a casa porque es algo que no diré en voz alta, pero necesito de la compañía y, además, tiene un sentido del humor que podría subirle el ánimo a cualquiera. Eso a mí me viene muy bien estos días. — No es broma, lo sé, tengo unas ojeras que me llegan hasta el suelo, pero gracias por venir. — reconozco al abrirle la puerta y tengo que recibirla en su abrazo, agradeciendo esto último especialmente. No me privo de soltar un resoplido por su chiste, yo lo veo como un chiste. — Podría ser peor, tengo la suerte de que se parece a su padre en eso de dormir como un lirón — lo cual no le resta facilidad al asunto.

¿Quieres algo para beber o...? Lo que sea — digo eso, pero la verdad es que no tengo ni idea de lo que hay dentro de la nevera, ni ganas de mirar porque hacer la compra con un bebé de tres meses es una de esas cosas con las que una madre primeriza no disfruta, así que no me sorprendería encontrar que está vacía y yo aquí ofreciendo la barra entera de un pub. — Pero no conocías a Hayden, ¿verdad? — se lo pregunto, pero no es como si no supiera la respuesta, no los he presentado y, a no ser que Charles se dedicara a enseñar fotos por ahí en el trabajo cuando nació, no tengo idea de si lo ha visto alguna vez. Nos hago pasar al salón donde el bebé está sobre su barriga en su alfombra, así que me agacho para tomarlo entre mis brazos y lo coloco en ellos de manera que queda bien presentado hacia Jess. — Este es Denny, Jess. Denny... Jess. — digo a modo de presentaciones rápidas, que no sale muy bien porque tiene la gran idea de meterme su mano en la cara. — Ah, sí, su nueva afición son las narices de la gente — por pura casualidad, en realidad, no creo ni que sepa lo que está tocando.
Phoebe M. Powell
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
A pesar de que me encantaría mantener la versión de que mi saludo era en totalidad una broma, me cuesta hacerlo viendo la figura que tengo en frente de mí. No es que esté horrible, pero se le nota demasiado que lleva unas cuantas noches sin pegar ojo. El color oscuro de sus párpados y ojeras, el ligero enrojecimiento del globo ocular, la voz tenue y cansada... Bueno, no es que ahora yo me crea médico especialista, pero sí tengo largos años de experiencia con el insomnio. Podría recomendarle algo para dormir, pero creo que el problema no es que no tenga sueño, sino que no lo tiene su hijo. Empiezo a plantearme dirigir las recomendaciones de sueño al bebé, pero estaría feo insinuar que un bebé tomase infusiones de dudosos efectos secundarios o incluso algunas caladas de una pipa extraña que compré una vez en un mercadillo. Por suerte, lo descarto antes de decirlo en voz alta y que me echen de esta casa.

- Claro, esa es la actitud. Podría ser muuucho peor, imagina que hubieran sido gemelos. Dos por el precio de uno - Digo mientras recorro la distancia suficiente hacia dentro de la casa como para que cierre del todo la puerta. - O peor, ¡mellizos! Los gemelos al menos lloran a la vez, pero los mellizos no se ponen de acuerdo ni para eso - Nuevamente hablo como si tuviera alguna experiencia con los mellizos, cuando ya tengo poca con los gemelos incluso habiendo sido una de ellas. Pensándolo así, no me extraña que mis padres nos repartieran a Kayla y a mí, ¿quién querría quedarse con dos críos?

- Hmm... ¿cerveza? - Digo a modo de sugerencia, aunque ni siquiera sé si a ella le gusta la cerveza, pero qué demonios ¿a quién no le gusta la cerveza? - Podríamos dársela a probar al niño, seguro que así dormiría un buen rato - Suelto entre risas mientras me doy cuenta de que es el tipo de barbaridad que deja en evidencia mi poco afán por los pequeños. - No hablaba en serio - Afirmo, aunque usando un tono de voz demasiado agudo. Casi me atraganto con mi propia saliva al hablar en cuanto pregunta si lo conozco. - No, aún no tengo el placer - Y me apresuro a aclarar la poca necesidad que hay de que ese encuentro se produzca. - Oh, Phoebe, no... No es necesario que... Seguro que estará cansado de arrastrarse por el suelo y... - Ni siquiera sé qué es lo que hacen los bebés para poder estar cansados - Ya sabes, hacer esos sonidos. Debe de agotar la garganta intentar comunicarse a base de graznidos - No puedo acabar de hablar cuando Phoebe ya tiene en brazos a la criatura.

- Heyy, ¿qué pasa chaval? - Saludo desde lejos, siendo consciente de que ese tipo de coletilla sea seguramente más apropiada para saludar a un adolescente que a un bebé. Hago un intento de estrecharle la mano, pero enseguida me arrepiento cuando noto la humedad en dos de sus dedos, que probablemente tuviera en la boca unos segundos antes. Emito un sonido agudo que sale de mi garganta sin pretenderlo, mientras me limpio la mano en la camiseta. - Anda... Está metiéndote la mano llena de babas y gérmenes en la cara, qué... Adorable - Trato de recordar cómo era la sonrisa que había ensayado antes de salir de casa, pero no contaba con las babas. Espero haber pronunciado esas palabras lo suficientemente bajo como para que Phoebs no las haya escuchado.

- Tiene la nariz de Charles - O al menos es lo que suele decir la gente, ¿acaso no tienen todos los bebés la misma nariz? - Hablando de él, ¿no está en casa? - Uso ese pretexto para alejarme un poco de la bola de babas y finjo buscar la presencia de Charles por la casa, aunque sé que de estar aquí ya habría venido a saludar.
Jessica D. Voznesenskaya
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
La cara de espanto que se me coloca en el rostro creo que tiene que ser suficiente para responder a su alocada propuesta. No me da la vida con un solo bebé, no quisiera ni empezar a imaginar lo que sería de mí teniendo que criar a dos bolas lloronas por mi cuenta, aunque tengo que reconocer que la visión que le da Jess a la idea de convivir con gemelos es mucho más liviana que la que yo tenía en mente. — Creo que moriría en el intento — aseguro aun así, con una mueca que se asemeja algo a una sonrisa. Ya no solo por el parto, sino por todo lo que conllevaría después eso, el tener que hacerlo todo por dos me hace agradecer mentalmente que solo se trate de Hayden. Lo que no tengo en cuenta y hago bien en no mencionar, es que mi propia compañera es gemela de otra persona, pero no le pregunto como fue vivir con eso porque tengo una ligera idea de lo que le ocurrió, tanto por lo que ha podido contarme, que no ha sido mucho, como por lo televisivo que se hizo su vida.

Me llevo una mano a la frente en una mueca que ocupa todas mis facciones, en señal de previa disculpa. — Lo siento, ahora mismo no tengo nada de alcohol, ¿pero te vale un zumo? Ya sabes… — ladeo la cabeza para señalar al bebé en brazos, que con la lactancia no acostumbro a beber alcohol, mucho menos ahora que mi vida es tan inestable que no me creo capaz de controlarme en esos estados. Si hubiera venido un mes antes, por ejemplo, la cerveza no hubiera sido un problema en lo absoluto, que es conocido que es la bebida que toma Chuck por excelencia. — Si tiene el estómago de su padre, te aseguro que no tendría problema con eso. — es un murmuro que me lleva a delimitar una sonrisa, aunque sea débil. Aun así, tomo la nota mental de comprar algo más para guardar en la nevera cuando vaya al supermercado, por si me vuelve a ocurrir con otras visitas.

Reacomodo al bebé en mis brazos, apartando con suavidad su mano de mi cara para poder tomarla y hacer un amago de saludar a Jessica con la misma, a pesar de que no me cuesta mucho deducir por su actitud que no se desenvuelve bien en el ambiente. — Oh, ¿no te gustan los bebés? Porque acaba de despertar de su siesta y no creo que esté por la labor de seguir durmiendo, pero puedo intentarlo si no… — la cara que le pongo deja en claro que no será una tarea fácil ahora que tiene además una compañía nueva, solo hay que ver como la observa con toda la curiosidad. — Me encantaría poder decirte que las babas son lo más asqueroso con lo que tengo que lidiar, pero sería mentirte de manera muy descarada. — que no me apetece ser especifica, espero que pueda entender a lo que me refiero sin tener que mencionar los vómitos o cambiar pañales.

A diferencia de la otra casa, lo bueno de que esta sea pequeña es que prácticamente toda la planta de abajo es un espacio abierto, así que no me cuesta mucho trasladarnos a la cocina para preparar lo que le he ofrecido previamente a mi visitante. Me aseguro de mantener el peso de Hayden sobre uno de mis brazos mientras abro la nevera, cuando se viene la pregunta que, de alguna forma, estos días siempre espero. — No. Hace varias semanas que no está, tuvo que marcharse por cuestiones de trabajo, pensé que habrían dicho algo en el... — no termino la frase, porque lo pienso antes de decirlo. No puedo decir, en cambio, que esperaba que hubieran hablado de alguna forma con sus compañeros de trabajo, porque no sé hasta qué tanto Jessica y él coincidieron en turnos, pero lo que está claro es que el presidente no quiere que nadie sepa el verdadero motivo por el que se fue. — Como sea, no estará por un tiempo, no sé cuánto. — es lo que me limito a decir, la expresión de mi cara cuando me giro hacia ella con la botella de zumo declara que no es mi tema de conversación favorito, aunque no es uno que pueda evitar con tanta facilidad. — Otra vez, lo siento — digo cuando relleno un vaso del zumo y se lo acerco sobre la isla que ejerce como mesa. — No sabes lo difícil que es tener que hacer la compra con un bebé — intento bromear.
Phoebe M. Powell
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Puedo ver la mueca de horror que se dibuja en su rostro cuando menciono la palabra gemelos, y me doy la enhorabuena a mí misma por haber conseguido consolarla haciéndole ver una realidad paralela mucho peor que la visión que pueda tener sobre su situación actual. Un método infalible para hacer sentir mejor a alguien, sobretodo cuando no se te dan demasiado bien las palabras cursis de ánimo y aliento, como es claramente mi caso. Me abstengo de decirle "espera a ver si no mueres en el intento de criar a uno solo", pero me doy cuenta de que no sería el mejor comentario que hacerle a una madre primeriza y me conformo, gracias a dios, con soltar una risa.

Me dan ganas de darme una colleja a mí misma en cuanto me dice que, obviamente, no tiene alcohol en casa. - No te preocupes, no sé en qué momento se me ocurrió que una madre podría tener el frigorífico lleno de cervezas - Otro contra de ser madre, me estoy empezando a plantear hacer una lista y empapelar las paredes de Neopanem con ella. Me apuesto una cerveza a que la tasa de natalidad disminuiría considerablemente. - Un zumo está genial. Incluso podrías prepararme una sandwichera con un bocadillo de crema de cacahuete, una manzana y un beso en la frente antes de irme al cole - Lo que a mi entender suena como una especie de tortura china, seguro que a ella le suena como la etapa más bonita de la maternidad.

En cuanto doy el primer sorbo de zumo casi me atraganto con la temida pero inevitable pregunta. - ¿Quééé? - Pongo una ridícula voz aguda que acompaño con resoplidos y muecas demasiado exageradas. - Pero si me encantan los bebés. La boca siempre llena de adorables pompas de baba, el agradable olor a pañales, las diminutas manos que parecen muñones... Son... ¡Monísimos! - Mi intento desesperado por hacer ver que me gustan los niños tiene poco éxito en mi cabeza, pues hasta yo pienso que podría haberlo hecho mejor. Podría haber sustituido lo de los muñones por los enormes ojos que les ocupan otra la mitad de la cara que no están ocupando los mofletes. - Nos hará compañía el pequeño Denny, ¿verdad, Denny? - Jamás pensé que sería capaz de dirigirme a un bebé como lo estoy haciendo, pero aquí estoy, poniendo esa voz que solo se le puede poner a los hijos o a las mascotas.

Por suerte el tema se desvía rápido hacia el marido de Phoebe, Charles. Lo cierto es que no tengo una relación muy estrecha con él fuera del trabajo, pero dentro mantenemos una relación cordial que he de decir que me agrada bastante. - Oh, no tenía ni idea. Pensé que simplemente habría cogido unos días libres - Me encojo de hombros, pues no le había dado muchas vueltas a los motivos de su ausencia. - Mal momento para tener que irse - Apunto, frunciendo el labio. Me parece extraño que Charles haya aceptado un trabajo que le obligue a irse de casa teniendo un hijo recién nacido, pero al fin y al cabo ¿quién soy yo para cuestionar sus decisiones? Sin embargo, le tengo el suficiente aprecio a Phoebs como para entristecerme cuando veo cambiar su expresión al hablar de su marcha. - Bueno, sé que no soy nadie para meterme en vuestros asuntos, pero... ¿va todo bien entre vosotros? - Me arrepiento un poco de la pregunta, porque tal vez nuestra relación no podría encasillarse como tan cercana como para que me responda - No tienes por qué responder, es sólo... Ya sabes, la típica pregunta estúpida - ¿No se preguntan todas las amigas por chicos cuando se reúnen? ¿O eso es solo un cliché? Pocas veces he tenido ese tipo de relación de amistad como para saberlo.
Jessica D. Voznesenskaya
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Te puedo asegurar que yo soy la primera en querer darle un trago a una botella de alcohol, o más de uno — lo digo con la intención de reírme después por la tontería, pero la torcedura de mis labios declara que estoy hablando tan en serio como lo siento, que no puedo esperar a que Hayden sea un poco más grande para poder hacerlo, y serán personas como ella o como Lara las que se encarguen de llevarme a un bar a emborracharme para que pueda llorar sobre mis desgracias como dios manda. Su visión sobre lo que es la maternidad, no obstante, sí me saca una risa menos amarga. — Tú te ríes pero lo más seguro es que termine siendo esa clase de madre, o la que compra tartas con forma de dibujos animados en los cumpleaños... — me burlo de mí misma cuando sé a ciencia cierta que voy a tener que mentalizarme para no convertirme en una de esas. — ¿Sería tan malo? Mi madre solía hacer estos sandwiches de mermelada siempre que mi hermano y yo regresábamos del colegio, lo tengo como un bonito recuerdo de ella — le cuento, como para hacerle ver mi punto de que no tiene por qué ser tan malo como todo el mundo lo pinta, a pesar de luego hacer un gesto desentendido con la cabeza. — Aunque antes de eso estaría genial enterarme de como funciona esto de ser madre, porque por el momento estoy muy perdida como para ponerme a decorar tartas — se lo confieso porque tampoco es ningún secreto, que cada día descubro una cosa diferente que me produce hacer las cosas de una manera distinta a como lo hacía el día anterior, también mi mentalidad cambia acerca de lo que creo que estoy haciendo bien con mi hijo, lo que podría mejorar y lo que definitivamente no tengo que repetir. En resumidas cuentas, un desastre.

Hay una cosa que siempre ocurre con Jessica, y es que las expresiones de su rostro acompañadas de sus gestos son algo imposible de tomar en serio, por lo que la risa es un acompañante de mi respuesta de manera casi inmediata. — Se te da fatal disimular — ruedo los ojos con cierta gracia, sentando al bebé sobre mi regazo cuando paso a ocupar uno de los asientos altos que rodean la isla para estar más cómoda. — Uno se acostumbra a esas cosas después de unos días, de hecho creo que ya soy inmune a todo tipo de olores para el resto de mi vida — hago el intento de bromear al respecto, pero hasta yo soy consciente de que arrugo un poco la nariz en un desagrado sarcástico cuando lo digo. — Pero tampoco te voy a mentir, tengo ganas de que crezca lo suficiente como para decirme lo que quiere o lo que le ocurre, ya no te digo que hable, solo con señalar o hacer un gesto me valdría. Ahora si llora no sé si es que tiene hambre, sueño o que cualquier mínima cosa le molesta — he pasado muchos días sin hablar con nadie, es normal que aproveche el tener visita física para desahogarme de mis frustraciones como madre primeriza, incluso cuando tengo que reconocer que me he vuelto más capaz a la hora de descubrir qué es lo que necesita mi hijo sin que me diga un balbuceo.

Cogerse unos días libres es una forma curiosa de expresar la ausencia en el trabajo, aunque no soy capaz a decir mucho más al respecto, se queda en un movimiento de mis cejas al tragarme el suspiro que ya de por sí estaba aguantando. — Mal momento, sí — repito, pasando saliva al bajar un poco la mirada. No me espero esa pregunta de todas formas y se puede ver en la manera que tengo de mirarla no muchos segundos después. — Todo está bien entre nosotros, no me ha dejado ni nada por el estilo, si es lo que te estabas preguntando... — como han hecho muchos, mis antiguos vecinos entre ellos — Me gustaría poder darte más explicaciones al respecto, pero la verdad es que ni siquiera está en mi poder hacerlo. Charles estará fuera un tiempo por órdenes de arriba, no tiene nada que ver con nuestra relación, aunque afecte de manera directa, no hay nada que yo pueda hacer para cambiarlo — le cuento, resignada en mi propia mala suerte, no sé que sabe ella de la profecía o si sabe algo siquiera. Siento que no puedo seguir manteniéndome callada con ciertas cosas, y técnicamente no estoy diciendo nada que pueda resultar en un error. — ¿Y tú... tenías pareja, verdad? — trato de desviar el tema de la conversación hacia su vida, que no he estado tan al tanto en los últimos meses a causa del embarazo y el bebé.
Phoebe M. Powell
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
- No lo dudo ni por un momento - Digo entre risas ante su confesión sobre el alcohol. Imagino que una situación tan desbordante como la que está viviendo ahora mismo Phoebe deja a cualquiera con las ganas de saborear el fútil éxtasis que proporciona un pequeño trago. Está claro que no resuelve los problemas, pero tampoco lo hace no beberlo, ¿no? - Pero lo estás haciendo bien incluso sin esos tragos, no quiero imaginar las soluciones que se te pasarían por la cabeza ebria - La falta de inhibición y sensatez de una persona ebria seguramente la llevarían a intentar secar la ropa mojada colgándola del ventilador del techo o algo así. Y no, definitivamente nadie quiere ver cómo podría acabar eso, así que será mejor seguir saciando la sed a base de zumo, que por cierto, no está nada malo. - He de reconocer que este zumo está de muerte, no recordaba cómo sabía la naranja sin formar parte de una mezcla gaseosa para el vodka - Casi hasta parece que estoy saboreando el amargor del alcohol en el fondo del vaso.

No puedo evitar reírme ante la imagen de la tarta. - Lo cierto es que de pequeña nunca pude permitirme una tarta, pero casi mejor. Estoy segura de que me hubiera traumatizado bastante cortar un trozo con la cabeza de algún integrante de barrio sésamo -  Espero que entienda mi referencia a los dibujos de antaño, aunque seguro que siendo madre ha acabado por familiarizarse más con los actuales, de los que gracias a dios no sabría decir ni un solo título. No me queda otra que suspirar ante sus comentarios sobre el aprendizaje de ser madre. - Ojalá vinieran con un manual de instrucciones, ¿eh? - Trato de redireccionar mis comentarios a algo más consolador que el humor banal. - Es increíble que estés sobrellevándolo todo tan bien sin ayuda, Phoebs, de veras - Y, aunque imagino que sí reciba la ayuda de alguno de sus familiares o los de su marido, nada comparable con la presencia del propio padre de la criatura. Y no es por culpar a Charles, porque seguro que irse no ha sido plato de buen gusto para él, pero de quién quiera que viniera esa orden, seguro que no pensó en Phoebe cuando la formuló.

La aclaración sobre posibles problemas maritales viene clara y concisa, lo que mi divagadora mente agradece antes de sopesar opciones remotas e inexistentes. - Ya, órdenes de arriba, entiendo... - Digo, excusando y entendiendo su discreción sobre las razones de la marcha de Charles. No puedo negar que me trae una curiosidad que sé que en algún momento tendré que alimentar, pero está claro que este no es el momento ni la persona a la que tengo que sacar información. Anoto mentalmente tratar de enterarme de lo que pueda, pues al fin y al cabo, si tiene que ver con Charles y su trabajo, en algo me incumbe. - Bueno, te aviso de que escucharás esta frase millones de veces, pero prometo que la mía es sincera: sabes que si necesitas algo, puedes contar conmigo, ¿verdad? - Ni siquiera recuerdo si ya se lo he dicho a lo largo de la conversación, pero no me importa repetirlo. Su situación puede convertirse en realmente asfixiante si se suma con la soledad, y no quiero ver pasar por ello ni a mi peor enemigo, así que menos a ella. Bueno, pensándolo bien no me importunaría demasiado que mis enemigos se pasaran años cambiando pañales y limpiando vómitos, pero ese es otro tema.

Mis propios problemas no tardan en ver la luz en la conversación, y me extraña no haberlo previsto en cuanto saqué el tema parejas. - Buen uso del pasado - Apunto con un dedo estirado hacia nada en concreto, en un ademán de confirmación. - Tenía. Ya no - Sé que espera algún detalle más, tal y como yo lo esperaría del fin de una relación tan larga. - Digamos que... dejó de funcionar - Me encojo de hombros tratando de restarle importancia, pues hasta el día de hoy ni yo he llegado a la conclusión de por qué acabó, por qué no funcionó cuando llevaba más de una década haciéndolo. Intento mostrar una mezcla de indiferencia e impasibilidad en mi rostro que no sé muy bien cómo acaban dibujándose en mis facciones.
Jessica D. Voznesenskaya
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Phoebe M. Powell
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No, yo tampoco — respondo, con una sonrisa a pesar de que lo que estoy pensando no me ha llevado a realizar el gesto. No tengo una buena relación con el alcohol, tiendo a no saber cuando parar y eso deriva en mí misma haciendo o diciendo estupideces que no pienso de verdad. Si pienso en la última vez que tomé una bebida, probablemente tenga que escoger el vino, que viene siendo lo único que nos dedicábamos a beber en la luna de miel antes de enterarme de que estaba embarazada. El comentario de Jessica es suficiente para salir de mis pensamientos y soltar una risa por ello, dándome cuenta de una cosa. — Hace tiempo le dije a Lara que me iba a encargar de su despedida de soltera, no sé si sabías que se va a casar con mi hermano — deduzco que sí, que ellas dos son amigas, así que no es como que esté revelando nada nuevo — Se lo prometí antes de que siquiera naciera Denny, con como están las cosas ahora... puede que no sea la mejor idea de todas — ¿estoy como para celebraciones? La verdad es que no, el suspiro que desinfla mi pecho debe resumir mi mentalidad bastante bien, como para no necesitar de una aclaración por mi parte, pero aun así se la doy — Acostumbro a cumplir con mi palabra, y aunque quizá no sea el momento, ni tampoco me encuentre como para ello, también pienso que es algo que debo hacer — porque ya se lo prometí, y aunque estoy segura de que Lara no me lo reprocharía si no preparo nada, no se siente justo — ¿Te apuntas? — podemos planearlo para más adelante, quien sabe cómo estaremos de aquí a unas semanas.

¿Nunca? — me arrepiento enseguida de buscar una doble confirmación, se me hace que todos los niños deberían poder disfrutar de algo tan tradicional como una tarta de cumpleaños. Conozco poco de la historia de Jessica, más de lo que ha salido en televisión, sé lo que he escuchado de su propia boca, y siempre tendemos a dejarnos los detalles más escabrosos porque eso no son plato de gusto para nadie. No es que yo haya celebrado muchos de mis cumpleaños en la vida, pero sí puedo recordar alguno que otro de cuando era una niña. Agradezco que cambiemos de tema tan rápido, me permite pasar de largo mi error y termino asintiendo con la cabeza. — Lo curioso es que hay muchos manuales, he leído un montón de libros sobre maternidad, pero ninguno me ha enseñado la mitad de lo que estoy aprendiendo con Hayden cada día — supongo que es normal, al final lo único que nos da seguridad sobre lo que estamos haciendo es la experiencia, nada más que eso. — No tengo otra opción — murmuro ante lo último, quizá un poco resignada con lo que me ha tocado vivir, como con todas las cosas que me han ido sucediendo a lo largo de mi vida, como siempre solo me queda aceptarlo y tratar de vivir con ello. — Gracias, lo tendré en cuenta, aunque no creo que para cuidar de Denny, ¿verdad? — le agradezco su ofrecimiento, no sin antes permitirme bromear un poco con respecto a su comportamiento alrededor de bebés.

Siento que ya he vuelto a meter la pata cuando menciona que lo que tenía con su pareja, no ha quedado más que en el pasado. — Oh, Jessica, cuanto lo siento, no pretendía... — me muerdo el labio inferior, enseguida todo mi cuerpo cambia de postura al acercarme sin llegar a levantarme para posar una mano sobre su hombro y dar una suave caricia con los dedos, sosteniendo con fuerza al bebé con el otro brazo. — ¿Te estás viendo con alguien actualmente aunque sea...? ¿O sigues soltera? — no puedo... ¿o sí? No, me sabe mal aprovecharme de momentos como este en los que es evidente que no está cómoda hablando de su expareja, como para proponerle una cita con ni siquiera sé quién, bien podría pedirle el favor a mi cuñado.
Phoebe M. Powell
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Asiento con vehemencia cuando menciona el enlace de Lara con su hermano, más que nada porque me da cierta vergüenza reconocer que aunque sí tenía constancia de esa relación, nunca se me había ocurrido asociar a Hans con Phoebe, a pesar de saber que obviamente son hermanos, y por tanto a Lara con la misma. - Oh sí, algo sabía de eso - Sonrío pensando en la dulce Lara vestida de blanco y caminando hacia el altar, hacia alguien que espero que haga su vida tan feliz como merece. No puedo decir que ese haya sido nunca mi sueño, pero sí creo que es algo con lo que todos fantaseamos a nuestra manera; encontrar a alguien con quien estás seguro de que quieres pasar el resto de tu vida... Personalmente lo veo un poco irreal, pues apenas soy capaz de estar segura de que voy a aguantarme a mí misma durante esa cantidad de tiempo.

Alzo una ceja, sorprendida y atraída por la idea de la despedida de soltera. - ¡Me encantan las despedidas de soltera! - Exclamo mientras choco rápidamente las palmas de mis manos como una adolescente emocionada por una noche de farra, ignorando que en realidad nunca he estado en una. - ¿Bromeas, Phoebs? Una despedida siempre es la mejor idea de todas - ¿Cómo puede no serlo una reunión de chicas homenajeando la última noche de soltería oficial de una de ellas? Sea cual sea la situación de cada una, eso lo arreglará al menos por unas cuantas horas. - Yo puedo encargarme si tú no te sientes muy capaz de organizar otra cosa que no sea tu horario de cambio de pañales - Una sonrisa lastimosa se dibuja en mi cara mientras pongo una mano consoladora en su brazo. - Ahora en serio, puedo encargarme de todo - Ni siquiera sé si de verdad puedo, porque no sabría ni por dónde empezar, pero no puede ser tan difícil, ¿no?

El tema posterior de la tarta me deja un poco avergonzada, no sabía que era tan extraño que alguien no hubiera tomado tarta en su cumpleaños, pero me limito a encogerme de hombros y negar de nuevo con la cabeza, tratando de restarle importancia al tema y aprovechando el cambio de rumbo de la conversación hacia manuales de bebés. ¿En serio los hay? Porque seguro que están escritos por gente que nunca en su vida ha tenido hijos. - Podrías escribir tú uno, seguro que te harías rica - Al fin y al cabo, si yo fuera a tener un hijo compraría todos los manuales que hubiera a la venta sobre el tema. Parece una broma, pero no es del todo mala idea. - Lo que sea, excepto cuidar bebés. Y no lo digo por mi bien, sino por el suyo - Quién sabe cómo acabaría eso. Me apena tanto ver la resignación con la que admite su inminente e inmediato destino que no puedo evitar soltar un último tópico. - Todo va a salir bien, ya lo verás - Le guiño un ojo de forma cómplice e intento no darle muchas más vueltas al tema.

Lo consigo fácilmente cuando pasamos de hablar de bebés a hablar de parejas, aunque parece que Phoebe ha percibido que el tema de la ruptura me afecta más de lo que realmente lo hace. - No te preocupes, estoy bien - Me encojo de hombros, porque realmente lo estoy. No puedo negar que en su día me afectó, pero no me quedó otra que asumir rápidamente mi situación y adaptarme a una nueva vida que no necesariamente tenía que ser peor, sólo algo más en soledad. Nunca he visto la soledad como algo negativo, por lo que tampoco busco desesperadamente acabar con ella. - No, qué va... No me he visto con nadie desde entonces. Supongo que tampoco lo he buscado - ¿No dicen que esas cosas llegan sin buscarlas? En fin, sea como sea, yo no forzaré nada. - No me preocupa estar sola - Digo como un modo de tranquilizarla sobre mi felicidad. Parece que se asocia mucho la felicidad con una pareja, sobretodo a estas edades, pero nunca lo he visto así.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Se me ensancha un poco más la sonrisa del rostro cuando parece tan animada con la idea de la despedida de soltera, lo que me alegra y mucho más el hecho de que acepte ayudarme a organizarla. Que tenga en consideración mi horario de cambiar pañales me hace reír en un ruedo de ojos, el culpable de eso sentado sobre mi regazo. — ¿De verdad? ¿No te importa? — me apresuro a preguntar por si las dudas, no vaya a ser que la esté metiendo en un compromiso y solo esté aceptando porque le doy pena, que suele ser la razón por la que cualquiera me ayuda estos días, muy a mi pesar. — Tenía un par de ideas apuntadas… quizá podamos rescatar algo, pero estoy abierta a cualquiera de tus sugerencias, yo nunca… bueno, es que este tipo de cosas no las he hecho nunca en mi vida — sobra explicar el por qué, que en el norte no hay lugar a celebrar estas cosas porque sí y, quien se casa, normalmente es cosa de un momento y no estoy tan segura de que se oficialice siquiera.

Dudo mucho que eso tenga futuro… — murmuro, no muy convencida ante esa idea repentina de que yo pueda escribir un libro. Digamos que no tengo la mejor de las educaciones y puedo colar alguna que otra falta de ortografía sin problema, que suficiente tengo con tener que escribir para el diario de Georgia y suerte para mí que habrá redactores que corrijan mi trabajo, porque sino eso resultaría en un desastre tremendo. — Sí, estoy segura de que el pobre Hayden terminaría bañado en leche si lo dejo a tu cargo por más de cinco minutos — bromeo, sin intención de ofender, pero es la impresión que me ha dado nada más entrar por la puerta cuando ya de por sí sostenerle la mano para saludar ha sido como obra de un milagro para ella. Hay gente a la que simplemente no le gustan los bebés, así que tampoco se trata de forzar una situación que de por sí ya puede resultar en catástrofe. — No me queda otra que pensar eso — concluyo a su comentario final.

¿No podría…? Estaría mal el hacerlo, soy consciente, ¿pero y si sale bien? Quizá, solo quizá… — Bueno, si cambias de idea, no dudes en venir a preguntarme. Conozco a esta mujer… digamos que ha montado toda esta cosa donde preparan citas a ciegas para gente soltera — lo dejo caer como si nada, como si no fuera la gran cosa, cuando por el rabillo del ojo estoy pendiente de cualquier reacción que pueda tener. — Me pidió ayuda para encontrar a dos personas dispuestas a participar, había pensado en mi cuñado… — ¿por qué no? Si Logan dice que no, siempre puedo decirle que se echó para atrás en el último momento, y no es como que ella me haya dicho que sí ya…
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Jessica D. Voznesenskaya
Miembro de Investigación
Puedo ver como la ilusión de ser quien organiza esa despedida poco a poco se va contagiando a Phoebe, que además de haberse quitado seguramente una gran responsabilidad de encima, sabe que soy la caña organizando fiestas. En realidad jamás he organizado una, así que ni yo sé si lo soy, pero es algo que siempre he dado por hecho de mí misma. - No me importa, de hecho me encantaría. Aunque tendrás que echarme una mano para las tallas de lencería de Lara - Le guiño un ojo y me río, como si fuera broma, pero ¿no es eso lo que se regala en fiestas de despedidas? Pensándolo bien, se me ocurren muchos más regalos... Pero esos no se los diré a Phoebs, al fin y al cabo supongo que no es muy agradable pensar en tu hermano usando las cosas que se me están ocurriendo, probablemente demasiado atrevidas hasta para atreverme a ir a buscarlas en persona a una tienda y que piensen que son para mí. - La verdad es que yo tampoco - Admito cuando dice que nunca ha hecho algo así. - Pero entre tus ideas, las mías y un poco de tu cuerda supervisión; ¿qué puede salir mal? - Y, aunque se me ocurren demasiadas cosas que saldrían mal, no las digo en voz alta.

Me alegro de que haya captado mi poca compenetración con los bebés lo suficiente como para dejar claro que no soy una buena candidata a niñera, y le doy la razón a su comentario con un simple gesto de mi rostro, riéndome ante lo del baño de leche. - Creo que eso es lo mejor que podría pasarle si lo dejas conmigo, y no queremos eso ¿verdad Denny? - Pongo esa voz aguda y ridícula que se pone al hablar con mascotas y niños, no esperando ninguna respuesta en concreto. Pero Hayden hace una mueca de desagrado y mueve enérgicamente las manos, cosa que me hace pensar por un segundo que me va a vomitar en la cara. Me alejo como si fuera un perro a punto de morderme y desisto en mi intento de entablar una mínima conversación con seres de menos de 18 años de edad. Parece que hasta él sabe la mala idea que sería que alguien como yo se quedase en una habitación con él más de cinco minutos.

Lo siguiente me deja descolocada, más que nada porque ni sabía que aún existía el término "cita a ciegas". Frunzo un poco el ceño, atenta a su explicación. - Te ha pedido ayuda significa que tú eres la responsable de encontrar esas dos personas, ¿verdad? - Por la forma en la que lo ha dicho, puedo darlo por supuesto. - Si de verdad tienes que hacerlo y no encuentras a nadie, siempre puedes llamarme. Puedo llegar a fingir realmente bien que soporto a la gente - Me ofrezco, aunque estando bastante segura de que podrá encontrar a alguien a quien la idea de una cita televisada le parezca la bomba. Será divertido verlo en mi casa, tendré que preguntarle cuándo se estrena.
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Phoebe M. Powell
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Me deja más tranquila el hecho de no tener que organizar yo sola la despedida de soltera de Lara, empezando porque como digo, jamás me he encargado de algo como esto y no quiero meter la pata, siguiendo porque ni siquiera estoy con los ánimos de pensar en algo así, por mucho alcohol que pueda andar necesitando. No se lo he dicho a nadie, probablemente no lo haga nunca, en vista de que compartir mis sentimientos siempre va a ser foco de mejoría y no de comprensión, pero me siento culpable al tener el poder de disfrutar de cosas tan simples como una noche entre amigas, cuando soy bien consciente de que la persona con la que comparto vida, o lo hacía hasta un tiempo, no se encuentra aquí para hacer lo mismo. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo vives de manera corriente, sabiendo que al otro lado del país, en las esquinas más oscuras que yo misma conozco bien, se encuentra mi esposo haciendo el trabajo sucio que no quisieron hacer otros? No lo siento justo para él, incluso cuando sé que no puedo hacer nada para cambiarlo. — Esperemos que no demasiadas — intento bromear, pero me considero una persona más bien pesimista.

Tomo nota mental de no llamar a Jessica ante una crisis en la que necesite de una niñera en el último momento, no por el bebé, sino por la propia mujer que creo que le daría más de un infarto de avisarla con que tiene que cuidar de una criatura que apenas y sabe hacer nada más que llorar. Afortunadamente para ella mi vida no es tan interesante como para que me ocurran planes a última hora, no cuando mi plan de fin de semana suele estar asociado al solitario sofá del salón, de manera que puedo sonreírle con cierta calma que le asegura una vida alejada de bolas lloronas.

La mueca que marcan mis labios debe delatarme en mi propia intención al preguntarle por lo soltera que anda, pero es una buena cosa que estemos en confianza y no se lo tome tan a pecho como podrían haber hecho otras personas. Al final, termino asintiendo vagamente con la cabeza, de forma un poco cansada quizás. — Es esta persona para la que trabajo, es un tanto... exigente — murmuro, siendo el adjetivo que utilizo para calificar a Georgia bastante amable en comparación con la persona en sí. — Gracias, de veras, te prometo que no será nada raro o algo por el estilo — le aseguro, que sé de sobra como suenan estas cosas cuando lo sueltas tal que así, pero si bien el programa puede no funcionar, al menos debo asegurarle que no va a pasarlo tan mal como piensa que puede salir. Solo espero que la otra persona en quien estoy pensando acepte el favor del mismo modo que ha hecho Jessica, y será entonces que empiece a dejar de pedirle favores a la gente, de una vez por todas.
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