VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mayo
No puedo creer que lo hizo, en verdad lo hizo. No abandonas a un fantasma atado a un reloj con el descuido de un idiota que simplemente deja el reloj al borde de su escritorio para que lo tome el primero que pase, ¿qué si me arrepiento de haberle dicho que más me habría valido encontrarme con una mula y que se encargara de mis asuntos, porque seguro la mula haría un mejor trabajo de abogado? No, lo reafirmo ahora que estoy atrapado en lo que parece ser el dormitorio de un matrimonio, cuya esposa por cierto tiene unos pendientes y una gargantilla que se venderían bien. Hasta por sus cortinas pagarían bien, ¡por sus sábanas! Pero ese es un rubro muy bajo al que no volvería a menos que sea necesaria para, quizá, vivir por mi cuenta siendo fantasma. La ironía de pensar en vivir siendo un fantasma. Husmeo entre la ropa del marido para ver si ha guardado algo de más valor, hay personas que traen a su casa los papeles más privados, podría echar un vistazo a documentos, el chantaje sí es un rubro por el que me moví hasta el último momento y no voy a mentir diciendo que no consideré continuar por ese lado incluso después, para aprovechar mis virtudes como fantasma.
He tirado al suelo la única fotografía que encontré, no quiero tener a Ingrid Helmuth con su mirada fija en mi nuca, siguiendo mis pasos, como también solía hacerlo en el norte. El intento de escarmiento de David de dejarme en la oficina para que alguno de los otros abogados agarrara el reloj y me vea obligado a eso de comprobar si alguien más me ayudaría, le salió por la culata. Por lo visto quien pasó por su escritorio fue Helmuth y hasta puedo adivinar la razón por la que tomó el reloj. No tengo intención de ponerme a conversar con ella cuando vuelva a revolver la cartera que dejó sobre su tocador, la escuché hablar por teléfono con quien creo que es su hermana y soy yo quien necesita encontrar otro teléfono para poder llamar a David. Y decirle que es un imbécil, un bastardo. No lo necesito, estaré por mi cuenta. Me quedaré a vivir en esta casa que huele a aurores también en el baño y provocaré inundaciones de la bañera todas las veces que quiera, me daré la buena vida, que se joda el resto. Él no tenía como saberlo, pero me hizo un favor.
Dejo que el agua corra por la canilla para que la bañera vaya llenándose y veo cómo se va formando espuma también, como no soy bueno teniendo paciencia para estas cosas, cruzo la pared para aparecerme en lo que parece ser la habitación de una adolescente. Me tiro en la cama todo lo largo que soy y cruzo mis tobillos, así puedo leer cómodamente todos los raros carteles de ¿alquimistas? que hay en las paredes. Así como en el dormitorio de los padres no hice más que encontrar lo que la gente normal guarda, en este encuentro todo lo anormal. Al cabo de un rato estoy leyendo con interés el cuaderno de la chica donde hay apuntes sobre cierta piedra que está haciendo que mi cabeza se llene de números y sopese cuánto dinero se podría hacer de vender en el mercado negro algunas piedras falsas que con los hechizos adecuados, simulen tener algunos de los atributos de la piedra filosofal. No es un negocio tan descabellado, he visto gente que vende aire y siempre está el idiota que compra. La puerta al abrirse me toma desprevenido así que digo lo primero que se me ocurre para ganar tiempo. —¿Es que no hay privacidad en esta casa? No puedes entrar en la habitación de alguien sin llamar—. Me acomodo sobre mis codos aunque no sea más que niebla tendida sobre la manta. —¡Romanov! ¡Tanto tiempo!— la saludo como si fuéramos viejos conocidos. —Juro que esta vez tengo los bolsillos vacíos— no es como si pudieras cargar con cosas cuando vas por la vida siendo transparente.
No puedo creer que lo hizo, en verdad lo hizo. No abandonas a un fantasma atado a un reloj con el descuido de un idiota que simplemente deja el reloj al borde de su escritorio para que lo tome el primero que pase, ¿qué si me arrepiento de haberle dicho que más me habría valido encontrarme con una mula y que se encargara de mis asuntos, porque seguro la mula haría un mejor trabajo de abogado? No, lo reafirmo ahora que estoy atrapado en lo que parece ser el dormitorio de un matrimonio, cuya esposa por cierto tiene unos pendientes y una gargantilla que se venderían bien. Hasta por sus cortinas pagarían bien, ¡por sus sábanas! Pero ese es un rubro muy bajo al que no volvería a menos que sea necesaria para, quizá, vivir por mi cuenta siendo fantasma. La ironía de pensar en vivir siendo un fantasma. Husmeo entre la ropa del marido para ver si ha guardado algo de más valor, hay personas que traen a su casa los papeles más privados, podría echar un vistazo a documentos, el chantaje sí es un rubro por el que me moví hasta el último momento y no voy a mentir diciendo que no consideré continuar por ese lado incluso después, para aprovechar mis virtudes como fantasma.
He tirado al suelo la única fotografía que encontré, no quiero tener a Ingrid Helmuth con su mirada fija en mi nuca, siguiendo mis pasos, como también solía hacerlo en el norte. El intento de escarmiento de David de dejarme en la oficina para que alguno de los otros abogados agarrara el reloj y me vea obligado a eso de comprobar si alguien más me ayudaría, le salió por la culata. Por lo visto quien pasó por su escritorio fue Helmuth y hasta puedo adivinar la razón por la que tomó el reloj. No tengo intención de ponerme a conversar con ella cuando vuelva a revolver la cartera que dejó sobre su tocador, la escuché hablar por teléfono con quien creo que es su hermana y soy yo quien necesita encontrar otro teléfono para poder llamar a David. Y decirle que es un imbécil, un bastardo. No lo necesito, estaré por mi cuenta. Me quedaré a vivir en esta casa que huele a aurores también en el baño y provocaré inundaciones de la bañera todas las veces que quiera, me daré la buena vida, que se joda el resto. Él no tenía como saberlo, pero me hizo un favor.
Dejo que el agua corra por la canilla para que la bañera vaya llenándose y veo cómo se va formando espuma también, como no soy bueno teniendo paciencia para estas cosas, cruzo la pared para aparecerme en lo que parece ser la habitación de una adolescente. Me tiro en la cama todo lo largo que soy y cruzo mis tobillos, así puedo leer cómodamente todos los raros carteles de ¿alquimistas? que hay en las paredes. Así como en el dormitorio de los padres no hice más que encontrar lo que la gente normal guarda, en este encuentro todo lo anormal. Al cabo de un rato estoy leyendo con interés el cuaderno de la chica donde hay apuntes sobre cierta piedra que está haciendo que mi cabeza se llene de números y sopese cuánto dinero se podría hacer de vender en el mercado negro algunas piedras falsas que con los hechizos adecuados, simulen tener algunos de los atributos de la piedra filosofal. No es un negocio tan descabellado, he visto gente que vende aire y siempre está el idiota que compra. La puerta al abrirse me toma desprevenido así que digo lo primero que se me ocurre para ganar tiempo. —¿Es que no hay privacidad en esta casa? No puedes entrar en la habitación de alguien sin llamar—. Me acomodo sobre mis codos aunque no sea más que niebla tendida sobre la manta. —¡Romanov! ¡Tanto tiempo!— la saludo como si fuéramos viejos conocidos. —Juro que esta vez tengo los bolsillos vacíos— no es como si pudieras cargar con cosas cuando vas por la vida siendo transparente.
Últimamente tenía la cabeza en cualquier lado. Había llegado a la realización de que, teniendo veinticinco años todavía no aprendía a comportarme como la adulta que se suponía que tenía que ser. Lo único que hacía en este último tiempo era quejarme, quejarme y seguir quejándome ¿de qué? La culpa no era nada más que mía y poco hacía para solucionarlo. Volver a la casa de mis padres no había sido la mejor idea que había tenido, y aunque la contención de mis padres me había servido, era hora de hacerme cargo de mis problemas, o de la falta de ellos… ¿Qué tanto me odiaría Kitty por dejarla sola con mis padres? Supongo que con la primera que debería hablarlo sería con mamá, pero sabía que mi hermana menor no iba a estar muy de acuerdo con la idea.
Salgo de mi habitación con la clara intención de buscar a mi madre, pero me sorprendo cuando escucho un chapoteo bajo mis pies. - ¿Pero qué? - ¿Por qué demonios hay tanta agua en el suelo? No me es difícil encontrar la fuente del problema y para cuando abro la puerta del baño, lo hago sin tocar la puerta a sabiendas de que para que haya tal inundación, si había alguien adentro como mínimo estaría desmayado. No hay nadie, así que me apresuro a cerrar el grifo y a limpiar el piso con un movimiento de varita. - ¡Kitty! - No me sorprendería que esta sea una de sus travesuras, así que me dirijo a su cuarto con rapidez para advertirle de su comportamiento. Mejor yo que mamá, al menos yo no la castigaría…
No toco a la puerta y abro esperando que se encuentre del otro lado con esa expresión inocente que siempre sabe poner, pero no es ella la que está ocupando su cama. - ¿Qué demonios? - No estoy acostumbrada a maldecir, pero creo que es algo coherente cuando te encuentras a un fantasma fisgoneando en la habitación de tu hermana menor. Tampoco es normal que un fantasma sepa mi nombre… - ¿Holenstein? - Hay cosas para las que mi memoria no falla, y aunque su… corporeidad no esté, sus rasgos no desaparecen pese a la nueva ¿transparencia? - No me importa que no hayas robado, voy a completar mi pregunta: ¿qué demonios haces aquí? - No le serviría de mucho robar, ¿y desde cuándo estaba muerto?
Salgo de mi habitación con la clara intención de buscar a mi madre, pero me sorprendo cuando escucho un chapoteo bajo mis pies. - ¿Pero qué? - ¿Por qué demonios hay tanta agua en el suelo? No me es difícil encontrar la fuente del problema y para cuando abro la puerta del baño, lo hago sin tocar la puerta a sabiendas de que para que haya tal inundación, si había alguien adentro como mínimo estaría desmayado. No hay nadie, así que me apresuro a cerrar el grifo y a limpiar el piso con un movimiento de varita. - ¡Kitty! - No me sorprendería que esta sea una de sus travesuras, así que me dirijo a su cuarto con rapidez para advertirle de su comportamiento. Mejor yo que mamá, al menos yo no la castigaría…
No toco a la puerta y abro esperando que se encuentre del otro lado con esa expresión inocente que siempre sabe poner, pero no es ella la que está ocupando su cama. - ¿Qué demonios? - No estoy acostumbrada a maldecir, pero creo que es algo coherente cuando te encuentras a un fantasma fisgoneando en la habitación de tu hermana menor. Tampoco es normal que un fantasma sepa mi nombre… - ¿Holenstein? - Hay cosas para las que mi memoria no falla, y aunque su… corporeidad no esté, sus rasgos no desaparecen pese a la nueva ¿transparencia? - No me importa que no hayas robado, voy a completar mi pregunta: ¿qué demonios haces aquí? - No le serviría de mucho robar, ¿y desde cuándo estaba muerto?
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—El mismo— contesto, por si mis rasgos, ahora un tanto diferentes, la confunden sobre mi identidad. No fingirá que desconoce quién soy, un poco tarde para hacerme ese favor, lo hubiera agradecido tiempo atrás cuando estaba merodeando por las calles lindantes al mercado negro y tenía aurores pisándome los talones, entonces parecían conocer bien mi nombre, apellido y antecedentes. Estoy más relajado que en esos días por tenerla a una distancia en la que esposarme hubiera sido más sencillo, aunque lo intentara ahora no conseguiría más que me riera en su cara y me fuera traspasando la pared detrás del respaldo de la cama. —Es una larga historia y no termina bien, ¿seguro que quieres escucharla?— pregunto, que fuera de todo chiste, esta vez los aurores no tuvieron nada que ver con mi mala suerte, ojalá pudiera echarles la culpa, pero de haber permitido que me metieran el día anterior en una celda a pasar la noche, quizá me hubiera librado de otro encuentro que me obligó a terminar en estas condiciones.
Doblo los brazos por detrás de mi cabeza y floto encima de la manta que cubre la cama. —No vine hasta aquí por mis propios pies, ¿sí?— un nido caro para nada despreciable si tengo que ser sincero. —Tu madre me trajo, ella misma, ¿sorprendida?— dejo que se lo crea por unos segundos, a ver si algo en su cara me demuestra que ella también tiene la sospecha de que Ingrid Helmuth por detrás de su fachada, debe estar llena de secretos perversos. —Encontró un reloj que le había regalado a tu padre hace un tiempo, y así de curiosa es la suerte, que yo venía con él— relato, dándole la explicación que pide para darle una idea de cómo termine entre estas paredes, a la planta baja aun no fui. Me guardo el detalle que puede suponer por sí misma de que le robé el reloj a su padre y que seguramente su madre lo reconoció por las iniciales grabadas, ni que fuera tan importante, eché un vistazo a la colección que tiene en un cajón. —¿Sabías que tu hermana guarda piedras en un cajón? No lo sé, Romanov, puede ser indicio de una psicópata en potencia…— murmuro. —Justo estaba pensando en proponerle unos negocios, pero a todo esto, ¿qué haces tú aquí?— la acuso.
Doblo los brazos por detrás de mi cabeza y floto encima de la manta que cubre la cama. —No vine hasta aquí por mis propios pies, ¿sí?— un nido caro para nada despreciable si tengo que ser sincero. —Tu madre me trajo, ella misma, ¿sorprendida?— dejo que se lo crea por unos segundos, a ver si algo en su cara me demuestra que ella también tiene la sospecha de que Ingrid Helmuth por detrás de su fachada, debe estar llena de secretos perversos. —Encontró un reloj que le había regalado a tu padre hace un tiempo, y así de curiosa es la suerte, que yo venía con él— relato, dándole la explicación que pide para darle una idea de cómo termine entre estas paredes, a la planta baja aun no fui. Me guardo el detalle que puede suponer por sí misma de que le robé el reloj a su padre y que seguramente su madre lo reconoció por las iniciales grabadas, ni que fuera tan importante, eché un vistazo a la colección que tiene en un cajón. —¿Sabías que tu hermana guarda piedras en un cajón? No lo sé, Romanov, puede ser indicio de una psicópata en potencia…— murmuro. —Justo estaba pensando en proponerle unos negocios, pero a todo esto, ¿qué haces tú aquí?— la acuso.
No es muy dificil suponer que su historia no termina bien de ninguna manera. Creo que el que esté aquí en forma de espectro es como el ejemplo claro de esa situación. Había que admitir que si estuviese vivo y estuviese en el cuarto de mi hermana, probablemente le habría ido peor que cualquier cosa que le haya pasado para terminar así, pero esos eran otros detalles. - Sabes que no hago preguntas de las que no espere una respuesta. - Eso no cambió y dudaba que fuese a cambiar jamás, a menos que estuviese entre amigos, que claramente no lo éramos, cualquier cosa que dijese tenía una connotación lo suficientemente seria como para poder entender algo tan sencillo como una pregunta cargada de enojo e incertidumbre. Más incertidumbre que enojo si tenía que ser sincera.
No sé para que pregunta si me soprrende lo que me dice, cuando claramnete mi expresión lo demuestra. ¿Cómo esperaba que creyese que Ingrid Helmuth había traido a su casa al fantasma de un criminal? Mi madre no era idiota, y cualquier cosa que hubiese creído correcta debería tener una explicación. - ¿Un reloj que le reg…? ¿Me estás diciendo que estás atado al reloj de compromiso de mi padre? - Por Merlín, su barba y su sombrero también. ¿Cómo? No quiero decir “alguien de su clase”, ¿pero cómo alguien de su clase había terminado ahí? Qué había robado eso seguro, pero no entendía cómo es que se había atado a una reliquiea familiar de este tipo. O bueno, no reliquiea, pero sí algo sumamente importante dentro de una relación… Al menos podía consolarme con eso, mi relación con Percy no había llegado al punto de tener que intercambiar un anillo y un reloj, lo cuál me ponía en el camino correcto para la superación. - Mi hermana no es ninguna psicópata. Es una jóven inteligente con alma de alquimista, no te atrevas a acusarla. ¡Y mantente alejado de ella! - ¿Qué clase de negocios podía proponerle un fantasma a una niña de doce años? - Y para tu información, yo vivo aquí. Soy la última persona que debería estar dándote explicaciones de nada. - Intenciones de mudanza o no, esta seguía siendo mi casa. El intruso aquí era él.
No sé para que pregunta si me soprrende lo que me dice, cuando claramnete mi expresión lo demuestra. ¿Cómo esperaba que creyese que Ingrid Helmuth había traido a su casa al fantasma de un criminal? Mi madre no era idiota, y cualquier cosa que hubiese creído correcta debería tener una explicación. - ¿Un reloj que le reg…? ¿Me estás diciendo que estás atado al reloj de compromiso de mi padre? - Por Merlín, su barba y su sombrero también. ¿Cómo? No quiero decir “alguien de su clase”, ¿pero cómo alguien de su clase había terminado ahí? Qué había robado eso seguro, pero no entendía cómo es que se había atado a una reliquiea familiar de este tipo. O bueno, no reliquiea, pero sí algo sumamente importante dentro de una relación… Al menos podía consolarme con eso, mi relación con Percy no había llegado al punto de tener que intercambiar un anillo y un reloj, lo cuál me ponía en el camino correcto para la superación. - Mi hermana no es ninguna psicópata. Es una jóven inteligente con alma de alquimista, no te atrevas a acusarla. ¡Y mantente alejado de ella! - ¿Qué clase de negocios podía proponerle un fantasma a una niña de doce años? - Y para tu información, yo vivo aquí. Soy la última persona que debería estar dándote explicaciones de nada. - Intenciones de mudanza o no, esta seguía siendo mi casa. El intruso aquí era él.
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Esta es de las pocas, por no decir la única vez en la vida, en la que puedo darle una respuesta honesta al tonito que usa Romanov para intimidarme, que en otras personas me daría igual, pero no quieres estar bajo los ojos helados de la auror cuando se pone en plan de que abras la boca para escupirlo todo. Tampoco desaprovecharé la oportunidad de contar el único relato en el que puedo ser la víctima, no el culpable. —Simplemente estaba haciendo mi trabajo, el problema era que había dos personas interesadas en lo que podía conseguir, quizá recibí un pago de ambas partes y nunca entregué lo que me pidieron, a mi favor diré… no eran buenas personas, Romanov—. Una de estas personas, para la que había hecho varios trabajos, con quien se suponía teníamos una relación más formal, no se tomó a bien enterarse que me había visto con su rival y que había recibido un pago de él, enloqueció. —Ladrón que roba a ladrón, cien años de perdón. Eso dicen, estoy aquí mientras espero que me manden mi jet privado para ir al cielo— alzo mis brazos para trazar con mis manos un arco tipo aureola sobre mi cabeza.
Quizá no sea un relato que me deje bien parado como había creído, y creo que la sorpresa de Romanov pasa más por el hecho de estar atado a un objeto que lleva el nombre de su padre, al hecho de que lo tuviera yo en primer lugar, hay cosas que quedan sobreentendidas. —Vueltas de la vida, ¿no crees? Alguno lo llaman destino— me mofo usando una expresión seria, no creo en eso del destino, las cosas robadas rara vez vuelven a sus dueños originales y menos porque algo como las fuerzas del destino, las muevan de lugar. Solo fue Ingrid Helmuth, otra vez, estando en el lugar y el momento inoportunos para algunos, oportunos para ella. —Podrá tener las iniciales de tu padre, pero fue mi reloj por años. Estoy seguro de que le di mucho más uso de lo que podría haberle dado él…— defiendo mi propiedad sobre lo robado, necesitaba de un buen reloj porque cuando estas metido en trabajos con los míos, medir mal los minutos puede implicar que te encuentres con aurores al cruzar la puerta.
Hago un paneo de toda la habitación cuando habla de su hermana con una emoción que me deja bien en claro que voy a tener a los Romanov-Helmuth pisándome mis talones de fantasma por toda la eternidad si llego a hacer algo sobre lo más protegido de esta casa. —Todavía no robo niños de sus casas— le aclaro, que los aurores tienen esto de relacionarte con otro crimen, solo porque cometiste un par. Niños, hubo un par de sujetos en el norte que quizás recibieron un paseo gratis y no durmieron muy cómodamente unos días en uno de los galpones del cinco, pero se lo merecían. —Pero a veces son los niños los que eligen irse, ¿nunca leíste ese cuento del niño que le promete a otros ir a un país mágico? Ellos aceptaron por elección propia, y si tu hermana es tan inteligente, puede escuchar mi oferta de negocios para ver si le conviene o no— sé que no va a darme la razón, así que para que no siga por ese lado, soy yo quien trata de hacerle ver que ella tampoco lo hace todo bien. —¿Sigues viviendo en casa de tus padres a tu edad?— lo hago sonar tan enjuiciador como pretendo, lo escuché muchas veces como para saber imitarlo. —¿Qué haces con tu dinero como auror? ¿Se lo donas a los pobres o qué? Si no lo necesitas, puedes verme como una fundación con la que colaborar… ¿qué es? ¿Complejo de Elektra? ¿No sabes cocinar? Si a los padres de por sí se le hace incómodo tener sexo en una casa con hijos chicos, no me imagino a los tuyos con una hija de treinta años. Dale un poco de respiro a los viejos, Romanov.
Quizá no sea un relato que me deje bien parado como había creído, y creo que la sorpresa de Romanov pasa más por el hecho de estar atado a un objeto que lleva el nombre de su padre, al hecho de que lo tuviera yo en primer lugar, hay cosas que quedan sobreentendidas. —Vueltas de la vida, ¿no crees? Alguno lo llaman destino— me mofo usando una expresión seria, no creo en eso del destino, las cosas robadas rara vez vuelven a sus dueños originales y menos porque algo como las fuerzas del destino, las muevan de lugar. Solo fue Ingrid Helmuth, otra vez, estando en el lugar y el momento inoportunos para algunos, oportunos para ella. —Podrá tener las iniciales de tu padre, pero fue mi reloj por años. Estoy seguro de que le di mucho más uso de lo que podría haberle dado él…— defiendo mi propiedad sobre lo robado, necesitaba de un buen reloj porque cuando estas metido en trabajos con los míos, medir mal los minutos puede implicar que te encuentres con aurores al cruzar la puerta.
Hago un paneo de toda la habitación cuando habla de su hermana con una emoción que me deja bien en claro que voy a tener a los Romanov-Helmuth pisándome mis talones de fantasma por toda la eternidad si llego a hacer algo sobre lo más protegido de esta casa. —Todavía no robo niños de sus casas— le aclaro, que los aurores tienen esto de relacionarte con otro crimen, solo porque cometiste un par. Niños, hubo un par de sujetos en el norte que quizás recibieron un paseo gratis y no durmieron muy cómodamente unos días en uno de los galpones del cinco, pero se lo merecían. —Pero a veces son los niños los que eligen irse, ¿nunca leíste ese cuento del niño que le promete a otros ir a un país mágico? Ellos aceptaron por elección propia, y si tu hermana es tan inteligente, puede escuchar mi oferta de negocios para ver si le conviene o no— sé que no va a darme la razón, así que para que no siga por ese lado, soy yo quien trata de hacerle ver que ella tampoco lo hace todo bien. —¿Sigues viviendo en casa de tus padres a tu edad?— lo hago sonar tan enjuiciador como pretendo, lo escuché muchas veces como para saber imitarlo. —¿Qué haces con tu dinero como auror? ¿Se lo donas a los pobres o qué? Si no lo necesitas, puedes verme como una fundación con la que colaborar… ¿qué es? ¿Complejo de Elektra? ¿No sabes cocinar? Si a los padres de por sí se le hace incómodo tener sexo en una casa con hijos chicos, no me imagino a los tuyos con una hija de treinta años. Dale un poco de respiro a los viejos, Romanov.
- Ya Robin Hood, apuesto a que lo robado iba destinado para buenas causas, ¿no? - Nada de enriquecimiento personal, caprichos o siquiera el burlarse de los demás. - Si ves a una persona en actitud sospechosa, o tratas de evitar que alguien obtenga algo, lo reportas al departamento de defensa, no lo robas por tu voluntad, te lo quedas y aguardas a que te maten. - Y suena a la lección que le daría a un niño de doce años, y no a un fantasma adulto que ya había pagado las consecuencias por ello. ¿Cuál era la razón para estar pagándolas yo?
Este hombre en vida no me crispaba tanto como lo hacía muerto, tal vez por el hecho de que no había leyes que condenaran fantasmas ni formas de apresarlo o siquiera cerrarle la boca. ¿Los hechizos silenciadores funcionaban con los espectros? Porque estaba a pocos minutos de averiguarlo. - La mayoría de las personas lo llama “hurto” y no destino. Y no, el haberse apropiado sin autorización de un objeto no lo hace tuyo. Sigue perteneciéndole a alguien más lo creas o no. - ¿Tal vez un exorcismo lo haría separarse del reloj? No me importaba el uso que pudiera o no haberle dado, se trataba de un token que simbolizaba la relación de mis padres. - Si querías un reloj, hay cientos que no tenían que ser de oro o de compromiso, y si aún así necesitabas esas características, pues haber encontrado a alguien que pudiese habértelo dado - Si me cruzo de brazos es porque me tengo que controlar para no sacar la varita, tengo mejor temperamento como para caer ante un fantasma con solo un par de frases.
No sé ni por qué me quedo parada escuchando las cosas que tiene para decir, ¿no tenía mejores cosas que hacer con mi tiempo? Buscar un apartamento, hablar con mi madre, tal vez y encontrar un exorcista... - En el cuento Peter Pan asesina a los niños cuando estos crecen. ¿Tengo que tomarme eso como amenaza? Sé que en el mercado negro venden talismanes para torturar a los espectros y atarlos a una segunda vida de sufrimiento. Lejos de mi hermana. - No voy a decir que creía que todos esos cachivaches eran una estafa y no servían, pero que las vendían, las vendían. - Y aunque no es de tu incumbencia, tengo veinticuatro no treinta. Planeo mudarme pero haciendo una inversión coherente para poder ser propietaria, no hacer caridad a las almas en pena. Además, ¿para qué usarías tú el dinero?
Este hombre en vida no me crispaba tanto como lo hacía muerto, tal vez por el hecho de que no había leyes que condenaran fantasmas ni formas de apresarlo o siquiera cerrarle la boca. ¿Los hechizos silenciadores funcionaban con los espectros? Porque estaba a pocos minutos de averiguarlo. - La mayoría de las personas lo llama “hurto” y no destino. Y no, el haberse apropiado sin autorización de un objeto no lo hace tuyo. Sigue perteneciéndole a alguien más lo creas o no. - ¿Tal vez un exorcismo lo haría separarse del reloj? No me importaba el uso que pudiera o no haberle dado, se trataba de un token que simbolizaba la relación de mis padres. - Si querías un reloj, hay cientos que no tenían que ser de oro o de compromiso, y si aún así necesitabas esas características, pues haber encontrado a alguien que pudiese habértelo dado - Si me cruzo de brazos es porque me tengo que controlar para no sacar la varita, tengo mejor temperamento como para caer ante un fantasma con solo un par de frases.
No sé ni por qué me quedo parada escuchando las cosas que tiene para decir, ¿no tenía mejores cosas que hacer con mi tiempo? Buscar un apartamento, hablar con mi madre, tal vez y encontrar un exorcista... - En el cuento Peter Pan asesina a los niños cuando estos crecen. ¿Tengo que tomarme eso como amenaza? Sé que en el mercado negro venden talismanes para torturar a los espectros y atarlos a una segunda vida de sufrimiento. Lejos de mi hermana. - No voy a decir que creía que todos esos cachivaches eran una estafa y no servían, pero que las vendían, las vendían. - Y aunque no es de tu incumbencia, tengo veinticuatro no treinta. Planeo mudarme pero haciendo una inversión coherente para poder ser propietaria, no hacer caridad a las almas en pena. Además, ¿para qué usarías tú el dinero?
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—Las mejores causas— contesto, mi estómago y mis bolsillos, ¿acaso son menos importantes que los de los demás? No expondré los fines de lo recaudado a alguien que encuentra en todo una oportunidad para dar indicaciones de cómo se deben hacer las cosas y podría apostar el dinero que no tengo a que Alexa Romanov corregía a su maestra de primer grado cuando la veía escribir un error en la pizarra, no me cuesta imaginarla con su voz aguda de niña y las pecas un poco más notorias. ¡Si hasta me dice cómo me hubiera salvado de haber muerto! Casi nada en la vida es irreversible, pero no me puede negarme ¡que la muerte lo es! —Gracias por el consejo, Romanov. Lo tendré en cuenta para la próxima vez que vengan a matarme— digo con un tono monótono, si es que no lo hace ella que por momentos parece querer jalarme de los pies para sacarme de la habitación de su hermana y luego se acuerda que no puede, así que se llena de una paciencia que sabemos que es una fachada, no soporta mi presencia.
—¿Segura? ¿Una cosa le pertenece más a alguien que solo lo recibió como obsequio y lo perdió al poco tiempo, que a alguien que lleva años usándolo? El uso te da derecho sobre las cosas, sobre todo si las cuidaste. Puede que a tu padre ni siquiera le importara este reloj, en cambio a mí me fue muy útil— replico, por débil que sea mi argumento, no hablo porque crea que vaya a salir triunfante en las discusiones, hablo porque luego es la otra persona la que desiste de seguir enroscando lo que se ha dicho. —¡JA!— la carcajada sale hueca de mi garganta cuando sugiere que alguien podría haberme dado un reloj como el de su padre, por la razón misma del obsequios. —No son costumbres que tengamos en el norte, ni ningún reloj de oro vale el sacrificio. Y piénsalo de esta manera, ¿tus padres acaso no están casados y viviendo en esta mansión? Ellos están bien, yo estaba bien con mi reloj, no es una cosa realmente importante para ellos. Solo fue una formalidad, el regalo, el compromiso, sé bastante sobre el valor de las cosas y puedo decirte que el valor de las formalidades es… cero— le explico, con la misma paciencia que ella me dedica como si creyera que tengo seis años.
—¿Qué versión perturbadora de Peter Pan te contaron?— lo digo impresionado de ese final que arruina todo lo bueno que tenía esa historia, ¿esas historias le cuentan en las academias de aurores? —Ok, ¿debo tomarme tus palabras como una amenaza? Me quieres pintar como el malo en toda esta situación, pero eres la que se está metiendo con alguien que ni siquiera tiene cuerpo para defenderse—. Pero llevo unos días practicando lo de prender y apagar las luces, también puedo ingeniármelas para montar una pesadilla si se despierta en la madrugada, no creo que en verdad quiera tener a un fantasma que se ensañe con ella. —¿Tienes veinticuatro y… piensas en cosas como una inversión coherente? Romanov, espera, espera. El manual de cómo hacer las cosas bien lo lees cuando tienes cuarenta años. Ahora lo cierras y lo tiras por la ventana, ¿qué haría yo con dinero? ¡Un montón de cosas! Me lo iría a jugar y lo perdería todo, ¡y está bien! Para mudarte a los veinte años no necesitas una inversión coherente, tiras un colchón en un piso más o menos limpio de una habitación de pocos metros con una ventana que dé a una buena vista y… listo. Eso es todo, no necesitas nada más.
—¿Segura? ¿Una cosa le pertenece más a alguien que solo lo recibió como obsequio y lo perdió al poco tiempo, que a alguien que lleva años usándolo? El uso te da derecho sobre las cosas, sobre todo si las cuidaste. Puede que a tu padre ni siquiera le importara este reloj, en cambio a mí me fue muy útil— replico, por débil que sea mi argumento, no hablo porque crea que vaya a salir triunfante en las discusiones, hablo porque luego es la otra persona la que desiste de seguir enroscando lo que se ha dicho. —¡JA!— la carcajada sale hueca de mi garganta cuando sugiere que alguien podría haberme dado un reloj como el de su padre, por la razón misma del obsequios. —No son costumbres que tengamos en el norte, ni ningún reloj de oro vale el sacrificio. Y piénsalo de esta manera, ¿tus padres acaso no están casados y viviendo en esta mansión? Ellos están bien, yo estaba bien con mi reloj, no es una cosa realmente importante para ellos. Solo fue una formalidad, el regalo, el compromiso, sé bastante sobre el valor de las cosas y puedo decirte que el valor de las formalidades es… cero— le explico, con la misma paciencia que ella me dedica como si creyera que tengo seis años.
—¿Qué versión perturbadora de Peter Pan te contaron?— lo digo impresionado de ese final que arruina todo lo bueno que tenía esa historia, ¿esas historias le cuentan en las academias de aurores? —Ok, ¿debo tomarme tus palabras como una amenaza? Me quieres pintar como el malo en toda esta situación, pero eres la que se está metiendo con alguien que ni siquiera tiene cuerpo para defenderse—. Pero llevo unos días practicando lo de prender y apagar las luces, también puedo ingeniármelas para montar una pesadilla si se despierta en la madrugada, no creo que en verdad quiera tener a un fantasma que se ensañe con ella. —¿Tienes veinticuatro y… piensas en cosas como una inversión coherente? Romanov, espera, espera. El manual de cómo hacer las cosas bien lo lees cuando tienes cuarenta años. Ahora lo cierras y lo tiras por la ventana, ¿qué haría yo con dinero? ¡Un montón de cosas! Me lo iría a jugar y lo perdería todo, ¡y está bien! Para mudarte a los veinte años no necesitas una inversión coherente, tiras un colchón en un piso más o menos limpio de una habitación de pocos metros con una ventana que dé a una buena vista y… listo. Eso es todo, no necesitas nada más.
Si hay algo de lo que estoy realmente segura, es que esperaba pasar el día filosofando con mi madre y no con un fantasma que no solo carecía de un cuerpo físico, sino también de sentido común. - Puedes decir lo que quieras del valor de las formalidades, pero no de las cosas que representan algo sentimental. Si mi madre reconoció el reloj y lo trajo hasta aquí es porque es algo importante y no, no lo hace tuyo solo por haberlo tenido más tiempo. Así no funcionan las cosas, punto. - No entiendo cómo siendo tan charlatán decidió dedicarse al hurto y a la estafa, si hubiera sido no sé, inversionista hasta habriá tenido la oportunidad de hacer lo mismo pero bajo un ámbito legal. Eso de obtener lo ajeno y hacer uso de ello como si fuera propio… - No tienes ni la más mínima idea del valor que tienen las cosas a menos de que en intercambio te den unas cuántas monedas de oro, no sé a quién estás queriendo engañar. - ¿De verdad pensaba que me iba a tragar sus discursitos que querían pero no llegaban a ser altruistas?
- No es una versión perturbadora, es el cuento original. Su autor fue un brujo de hecho, y murió por una mordedura de Doxy mal tratada. - Era una tontería que muchos humanos creyeran que el cuento les pertenecía, pero había sido uno de mis libros favoritos cuando era más chica que Kitty incluso. Wendy había sido mi personaje favorito, claro está. - Es una amenaza, y sí eres el malo de la situación. ¿Un hombre adulto que se mete en la habitación de una niña a husmear sus cosas? Eso suena espantoso, cuerpo físico o no, más te vale que te mantengas alejado de mi hermana, ¿de acuerdo? - No era un pedido demasiado difícl de cumplir, más bien lo contrario. Debía dar la vuelta, y sacar su trasparente trasero por la pared que más le gustase, ni siquiera tenía la necesidad de usar la puerta.
Y me insulta el hecho de que me considere tan descuidada o incluso el hecho de que crea que sus ideas suenan siquiera tentadoras en mis oídos. - ¿Siquiera puedes cargar dinero encima? ¿Que comprarás con eso? ¿Ropa que no podrás usar? ¿Comida que no podrás comer? Mis elecciones de vida van atadas a lo que fueron años de preparación, no veo el atractivo de andar desperdiciando mi tiempo, mi trabajo y mi dinero en cosas que no valen la pena. Si puedo invertir para ser propietaria, ¿qué mejor que saber que siempre tendré un techo sobre mi cabeza? - La satisfacción de saber lo que era tener algo enteramente mío, sin depender de nadie. - ¿Has ganado alguna vez algo por tu cuenta? No me refiero al azar, o al hurto, me refiero a realmente trabajar para obtener algo que deseabas en serio. Legalmente hablando, algo completamente tuyo. - Porque no podía entender su amor por lo ajeno cuando tener algo propio sabía mucho mejor.
- No es una versión perturbadora, es el cuento original. Su autor fue un brujo de hecho, y murió por una mordedura de Doxy mal tratada. - Era una tontería que muchos humanos creyeran que el cuento les pertenecía, pero había sido uno de mis libros favoritos cuando era más chica que Kitty incluso. Wendy había sido mi personaje favorito, claro está. - Es una amenaza, y sí eres el malo de la situación. ¿Un hombre adulto que se mete en la habitación de una niña a husmear sus cosas? Eso suena espantoso, cuerpo físico o no, más te vale que te mantengas alejado de mi hermana, ¿de acuerdo? - No era un pedido demasiado difícl de cumplir, más bien lo contrario. Debía dar la vuelta, y sacar su trasparente trasero por la pared que más le gustase, ni siquiera tenía la necesidad de usar la puerta.
Y me insulta el hecho de que me considere tan descuidada o incluso el hecho de que crea que sus ideas suenan siquiera tentadoras en mis oídos. - ¿Siquiera puedes cargar dinero encima? ¿Que comprarás con eso? ¿Ropa que no podrás usar? ¿Comida que no podrás comer? Mis elecciones de vida van atadas a lo que fueron años de preparación, no veo el atractivo de andar desperdiciando mi tiempo, mi trabajo y mi dinero en cosas que no valen la pena. Si puedo invertir para ser propietaria, ¿qué mejor que saber que siempre tendré un techo sobre mi cabeza? - La satisfacción de saber lo que era tener algo enteramente mío, sin depender de nadie. - ¿Has ganado alguna vez algo por tu cuenta? No me refiero al azar, o al hurto, me refiero a realmente trabajar para obtener algo que deseabas en serio. Legalmente hablando, algo completamente tuyo. - Porque no podía entender su amor por lo ajeno cuando tener algo propio sabía mucho mejor.
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—Pero— claro que hay un «pero» a su argumento con el que trata de quedarse con la razón, —el valor sentimental que pueda tener una cosa para una persona tampoco determina su propiedad. Hay un montón de cosas en la vida que tienen un valor sentimental para nosotros y no lo poseemos, ¿verdad?— solo estoy ateniéndome a lo que ella misma expuso, para tergiversar un poco el sentido de sus palabras y ser quien tenga la última palabra, aunque no sea más que por haber terminado en un punto de la discusión en el que sea incapaz de decir cómo hemos llegado hasta ahí. —Las mansiones del distrito cuatro para mí tienen un gran valor sentimental, por ejemplo. Eso no me hace dueño de esas casas, ¡ya quisiera!— sonrío al poder darle un ejemplo incluso y no me muestro apenado, nada tiene que ver con el hecho de ser transparente, que me diga que desconozco el valor de las cosas. —No sé en qué mundo has vivido todo este tiempo, pero déjame decirte que en este, todo tiene su valor considerado en monedas de oro— me mantengo en mi opinión, los últimos quince años me los pasé en mercados como para conocer la lista interminable de cosas que pueden conseguirse a quien tiene el dinero para pagarlo. —Dime algo, lo que sea, que no midas en galeones y te demostraré que sí se puede— espero a que lo haga al cruzarme de brazos, la falta de corporeidad no me quitará la satisfacción de seguir asumiendo esta postura.
—No solo me arruinas el cuento, sino que ahora también me dices cómo murió su escritor— lo hago parecer algo terrible, —¿esa es tu manera de atacarme? ¿destruyendo una de las pocas cosas buenas de mi infancia?—, o simplemente de esas cosas que se aceptan como te dicen que son, no las piensas dos veces, no le buscas el segundo y retorcido significado que pueden tener las cosas, eso lo harás más adelante. —Peter Pan llevaba a los niños que se caían de sus cunas por padres irresponsables que no cuidaban de ellos y se encargaba de que tuvieran un lugar donde jugar y no les faltara nada— defiendo a Peter, porque luego me toca defenderme a mí y por una vez dejo de lado la banalidad de mis réplicas, para que lo que salga de mi boca sean palabras que puede tomarse en serio. —Nunca, escúchame, nunca me acercaría a una niña con esa intención. ¡Pero soy un fantasma! ¡Esto es lo que hago en las casas! ¡Cruzo paredes! ¡Husmeo en las cosas!— me exaspero y se nota porque termino sacudiendo los brazos.
Pondría los ojos en blanco de no ser transparente por las preguntas que quieren poner a prueba mi lógica sobre la riqueza. —¿No es lo que hacen todas las personas a las que les sobra el dinero? ¿Comprar cosas que ni siquiera usan? No se trata de poder usarlas, sino de la satisfacción de saber que las tienes. No es algo que haya inventado yo, viene desde hace mucho…— uso mis manos para señalarme a mí mismo, —no soy yo, es el sistema—, siempre ha sido culpa del sistema. —¿Te das cuenta que tu pensamiento sobre ir a por lo seguro falla en el punto en que vas tras una especulación? Porque lo seguro no es real, es una probabilidad, que depende en gran parte de que el tiempo pase y tu dinero acumulado pueda darte lo que quieras, pero ¿qué harías si Black o Ritcher asesinan a tu presidente y todo lo que te pertenece pasa a la financiación de sus objetivos? —. Así como me gusta hacer preguntas, no suele molestarme contestar otras, suelo saber cómo salirme de ellas, pero la que me plantea en vez de tomármela a la ligera, me obliga a una reflexión. —No— contesto, —hasta los quince lo poco que tenía me lo dio mi madre y a partir de los quince tuve que vivir de prestado… como nadie me prestaba nada, tuve que robarlo— muevo mi mano en el aire para remarcar esto último.
—No solo me arruinas el cuento, sino que ahora también me dices cómo murió su escritor— lo hago parecer algo terrible, —¿esa es tu manera de atacarme? ¿destruyendo una de las pocas cosas buenas de mi infancia?—, o simplemente de esas cosas que se aceptan como te dicen que son, no las piensas dos veces, no le buscas el segundo y retorcido significado que pueden tener las cosas, eso lo harás más adelante. —Peter Pan llevaba a los niños que se caían de sus cunas por padres irresponsables que no cuidaban de ellos y se encargaba de que tuvieran un lugar donde jugar y no les faltara nada— defiendo a Peter, porque luego me toca defenderme a mí y por una vez dejo de lado la banalidad de mis réplicas, para que lo que salga de mi boca sean palabras que puede tomarse en serio. —Nunca, escúchame, nunca me acercaría a una niña con esa intención. ¡Pero soy un fantasma! ¡Esto es lo que hago en las casas! ¡Cruzo paredes! ¡Husmeo en las cosas!— me exaspero y se nota porque termino sacudiendo los brazos.
Pondría los ojos en blanco de no ser transparente por las preguntas que quieren poner a prueba mi lógica sobre la riqueza. —¿No es lo que hacen todas las personas a las que les sobra el dinero? ¿Comprar cosas que ni siquiera usan? No se trata de poder usarlas, sino de la satisfacción de saber que las tienes. No es algo que haya inventado yo, viene desde hace mucho…— uso mis manos para señalarme a mí mismo, —no soy yo, es el sistema—, siempre ha sido culpa del sistema. —¿Te das cuenta que tu pensamiento sobre ir a por lo seguro falla en el punto en que vas tras una especulación? Porque lo seguro no es real, es una probabilidad, que depende en gran parte de que el tiempo pase y tu dinero acumulado pueda darte lo que quieras, pero ¿qué harías si Black o Ritcher asesinan a tu presidente y todo lo que te pertenece pasa a la financiación de sus objetivos? —. Así como me gusta hacer preguntas, no suele molestarme contestar otras, suelo saber cómo salirme de ellas, pero la que me plantea en vez de tomármela a la ligera, me obliga a una reflexión. —No— contesto, —hasta los quince lo poco que tenía me lo dio mi madre y a partir de los quince tuve que vivir de prestado… como nadie me prestaba nada, tuve que robarlo— muevo mi mano en el aire para remarcar esto último.
Cada palabra que escucho salir de su prácticamente inexistente boca, suena al idealismo más idiota que he escuchado en la vida. En serio, sus justificaciones hacían que los discursos de Kendrick Black parezcan sensatos y coherentes, y no los cuentos de un niño pequeño al que le han pintado un mundo ideal. No sé cuál debe ser la expresión que tengo en el rostro, pero no creo que sea una de comprensión y convencimiento. No me interesa que lo sea de todas maneras. - Puedo estar de acuerdo en que muchas cosas se midan en valor monetario, pero me dejas en claro que los sentimientos los valoras en Knuts. - Porque si creía que querer una mansión en el distrito cuatro era algo sentimental… - ¿Cualquier cosa? Pues en este momento puedo decirte que mi paciencia. - Se agotaba cada vez más, pero no podía decir que la midiera en galeones de ninguna manera.
- ¿Acaso está funcionando? Porque si de esa forma consigo que te largues de mi casa, pues puedo seguir con datos randoms de todos los autores que he leído. - A decir verdad, conozco muy pocos de esos, pero si hacía falta no tenía problema en buscarlos. - No digo que ese no haya sido el caso, pero cuando los niños crecían se deshacía de ellos. Lo dice en el libro. - Algo de que Peter era el único que no podía crecer, y como hacerlo en Nunca Jamás era un crimen. No lo sé, hace años que no leo el libro como para ponerme a revisar detalles. - Y puedes hacer todo el berrinche que quieras, pero sigues siendo un adulto husmeando el cuarto de una niña. No sé con qué intenciones, pero eso simplemente no se hace.
De nuevo prefiero dejarlo hablar, cruzada de brazos y recordando que la única razón por la que no me dí vuelta y me fui, es porque yo tenía derecho de estar aquí, mientras que él era el intruso. - Busco la seguridad dentro de lo que conozco, no voy a pensar en todos los escenarios que no puedo controlar porque no saldría nunca de mi habitación, es sencillo. - Ya tenía mucha paranoia encima como para tratar de pensar más futuros inciertos. - ¿Por qué crees que trabajo como auror? No soy tan altruista como para decir que quiero proteger al prójimo, ni tan falta de pensamiento como para solo querer seguir los pasos de mi madre. Ser auror me permite protegerme a mí, lo que me importa, mi estilo de vida, por mis propias manos. - No me importaban muchas cosas más, y no iba a especular sobre nada que yo misma no consiguiera. - Con tanta habilidad para hablar, deberías haber tratado de ser profesor de filosofía en lugar de robar. Nadie te hubiera prestado nada, y por ahí todavía siguieses vivo
- ¿Acaso está funcionando? Porque si de esa forma consigo que te largues de mi casa, pues puedo seguir con datos randoms de todos los autores que he leído. - A decir verdad, conozco muy pocos de esos, pero si hacía falta no tenía problema en buscarlos. - No digo que ese no haya sido el caso, pero cuando los niños crecían se deshacía de ellos. Lo dice en el libro. - Algo de que Peter era el único que no podía crecer, y como hacerlo en Nunca Jamás era un crimen. No lo sé, hace años que no leo el libro como para ponerme a revisar detalles. - Y puedes hacer todo el berrinche que quieras, pero sigues siendo un adulto husmeando el cuarto de una niña. No sé con qué intenciones, pero eso simplemente no se hace.
De nuevo prefiero dejarlo hablar, cruzada de brazos y recordando que la única razón por la que no me dí vuelta y me fui, es porque yo tenía derecho de estar aquí, mientras que él era el intruso. - Busco la seguridad dentro de lo que conozco, no voy a pensar en todos los escenarios que no puedo controlar porque no saldría nunca de mi habitación, es sencillo. - Ya tenía mucha paranoia encima como para tratar de pensar más futuros inciertos. - ¿Por qué crees que trabajo como auror? No soy tan altruista como para decir que quiero proteger al prójimo, ni tan falta de pensamiento como para solo querer seguir los pasos de mi madre. Ser auror me permite protegerme a mí, lo que me importa, mi estilo de vida, por mis propias manos. - No me importaban muchas cosas más, y no iba a especular sobre nada que yo misma no consiguiera. - Con tanta habilidad para hablar, deberías haber tratado de ser profesor de filosofía en lugar de robar. Nadie te hubiera prestado nada, y por ahí todavía siguieses vivo
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Cuando dice lo de los sentimientos y los knuts, casi creo que sé lo que se viene, así que la refutación la tengo al borde los labios. Me la tengo que tragar cuando me da una respuesta imposible, tengo que pensarlo dos veces antes de encontrarle un punto que me dé la razón. —Simplemente no puede medirse ni comprarse algo que no existe, tu paciencia es una de esas cosas— señalo, no me ha dado indicio de que la posea en alguna medida, lo cual puede ser injusto porque no la conozco en todos los aspectos de su vida y solo me valgo para decirlo de mis tristes encuentros con ella en el norte, donde ningún auror tiende a mostrar paciencia por regla general. —Una nueva manera de exorcismo— murmuro al no poder poner los ojos en blanco, que ya lo tengo así. Esto de despedazar cuentos infantiles merece un reconocimiento, que luego ella me critique a mí por querer perturbar a su hermana menor es un poco hipócrita. —Soy un fantasma, no puedo hacerle nada a tu hermana, ni lo haría— repito, no me cansaré de repetirlo, que se me juzgue de cosas que sí hice, nunca de las que no haría. —A mí me preocupa más el hecho de que la perturbes tú dándole tu versión de los cuentos… ese cajón de piedras comienza a cobrar sentido, quizás soy yo quien debería tener cuidado con tu hermana—. ¿Qué clase de niña han criado en esta casa en la que le cuentan que Peter Pan mataba a los niños para que no crecieran? Esto tiende a pasar, las familias más estiradas, más correctas ante la sociedad… tienden a tener secuestrados y torturados en sus sótanos. ¿En qué carajos me metí? Yo festejando su bañera…
Por fuera, parece una chica cuerda, con sus planes ordenados de cómo vivirá su vida, que mantiene las cosas bajo su control ¿y qué puedo decir a eso? —Es una manera interesante de ver las cosas— se lo concedo, ella tiene algo que proteger y tuvo las condiciones para ser una auror, del otro lado podemos encontrar a los que arañábamos hasta sacar sangre para proteger ¿qué? —No lo creo, de haber sido profesor de filosofía hubiera sido mucho más pobre de lo que ya soy— y eso es decir mucho. —¿Se puede considerar a un profesor de filosofía como alguien vivo? Tienen una apariencia más similar a la de un muerto en vida— sigo con mi charlatanería para evadir la cuestión, el que quizás podría haber hecho las cosas diferentes. —Romanov, tú elegiste ser auror por todas esas razones que dijiste, pudiste pensar por qué sí y por qué no. Yo no logro recordar si alguna vez hubo una segunda opción como para decir que elegí esta porque tales razones, hay vidas que tienen un único camino posible desde que comienzan… y te lo puedo decir con el conocimiento de que ya estoy muerto— es bueno recordármelo a mí mismo cada tanto, es un trabajo de todos los días, en realidad, decirme «estoy muerto». Si hay un psicólogo para fantasmas, necesitaría estar hablando con uno. —Y que me ponga a opinar contigo si debes ahorrar para comprarte una casa o despilfarrarlo todo, está bien y también que luego decidas lo que decidas. Pero quieras opinar sobre lo que podría haber sido es cruel— no sé qué satisfacción encuentro en tratar de hacer que la gente se sienta mal, cuando es claro que eso tampoco va a pasar, —porque no es algo sobre lo que pueda volver y cambiar, en serio que no.
Por fuera, parece una chica cuerda, con sus planes ordenados de cómo vivirá su vida, que mantiene las cosas bajo su control ¿y qué puedo decir a eso? —Es una manera interesante de ver las cosas— se lo concedo, ella tiene algo que proteger y tuvo las condiciones para ser una auror, del otro lado podemos encontrar a los que arañábamos hasta sacar sangre para proteger ¿qué? —No lo creo, de haber sido profesor de filosofía hubiera sido mucho más pobre de lo que ya soy— y eso es decir mucho. —¿Se puede considerar a un profesor de filosofía como alguien vivo? Tienen una apariencia más similar a la de un muerto en vida— sigo con mi charlatanería para evadir la cuestión, el que quizás podría haber hecho las cosas diferentes. —Romanov, tú elegiste ser auror por todas esas razones que dijiste, pudiste pensar por qué sí y por qué no. Yo no logro recordar si alguna vez hubo una segunda opción como para decir que elegí esta porque tales razones, hay vidas que tienen un único camino posible desde que comienzan… y te lo puedo decir con el conocimiento de que ya estoy muerto— es bueno recordármelo a mí mismo cada tanto, es un trabajo de todos los días, en realidad, decirme «estoy muerto». Si hay un psicólogo para fantasmas, necesitaría estar hablando con uno. —Y que me ponga a opinar contigo si debes ahorrar para comprarte una casa o despilfarrarlo todo, está bien y también que luego decidas lo que decidas. Pero quieras opinar sobre lo que podría haber sido es cruel— no sé qué satisfacción encuentro en tratar de hacer que la gente se sienta mal, cuando es claro que eso tampoco va a pasar, —porque no es algo sobre lo que pueda volver y cambiar, en serio que no.
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