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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Abril

    No sé habló de otra cosa por días, los rebeldes habían logrado entrar al mismísimo ministerio de magia. Una represalia por parte del escuadrón de seguridad nacional era lo que se veía en el horizonte, en estos días en que los campos del distrito nueve de una vez por todas mostraban un verde más saludable y las plantaciones iban dando sus frutos, a más de uno el paisaje prometedor no le bastó para quedarse en el distrito, huyeron en el transcurso de la semana que siguió a la confirmación de los rumores. Me veía a mí mismo caminar a contracorriente de todas esas personas que desechaban la esperanza de que este distrito fuera un sitio de más posibilidades que las miserias del norte, todo parecía indicar que se había convertido en un nuevo punto en el mapa que sería zona de guerra. Era, con más razón aún, el sitio donde debía estar. La fachada de la casa que conocía bien por saber a quién pertenecía, también me decía que estaba donde mis pies tenían que detenerse algún día. Nunca cambié mi apellido, así que fue ese con el que me presenté al saludar a la mujer morena que abrió la puerta, y al apellido le siguió una historia de la que había contado fragmentos a otra persona, solo a ella le debía contárselo de principio a fin: desde el día de los bombardeos en que nos separamos hasta mi llegada al distrito agrícola, donde una tal Alice Whiteley estaba a cargo del hospital.

    Escuché que resultaste muy herida en el ministerio— comento, mis dedos envuelven la taza para concentrarme en lo caliente de la porcelana al tacto por la infusión de hierbas. —¿Lo vale, Alice? ¿Vale que sigas arriesgando así tu vida?— pregunto, con una auténtica preocupación de hermano, como si no hubiera un vacío de veinte años de historia entre ella y yo. Dejando de lado también la hipocresía de que yo también tengo causas por las que arriesgaría mi pellejo sin que tenga que pensarlo dos veces, lo haría de manera natural, es lo que hago. Las mismas causas por las que no me molestaría que ella se arriesgue, en vez de la locura de ir detrás de un chico de quince años. —Por tarde que sea…— digo, una de mis manos busca agarrar la suya, un apretón firme, honesto, que le haga sentir que mi presencia en su vida es real, no soy un mal sueño del pasado. —He logrado dar contigo— murmuro, —no creo que separarte de un hermano sea igual que alejarte de cualquier otra persona, el tiempo en realidad no pasa. Quizá pensaste que estaba muerto, yo estaba tranquilo de saber que tenías a Whiteley para sobrevivir— cargo mis pulmones de aire que voy soltando lentamente entre los labios, —pero todo vuelve siempre al punto que debe ser.
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    Alice D. Whiteley
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    Si hay una cosa que me ha quedado clara después de encontrarme varias veces con la verdadera cara del karma y las vueltas que da el destino es que el universo nunca dejará de sorprenderme. Han pasado ya unas semanas desde que nos colamos en el ministerio y es todo de lo que se puede hablar estos días, tanto dentro de las barreras del distrito nueve como fuera de ellas. Lo sé porque seguimos las noticias desde el capitolio y, además, también hemos estado sufriendo las pérdidas que eso ha conllevado. Los que decidieron quedarse tras proclamar el distrito como nuestro meses atrás, se lo han replanteado una segunda vez ahora que los hemos vuelto a meter en problemas; también se habla mucho de las represalias que nuestra pequeña misión puede traer a las calles del nueve. Por lo que ni siquiera he tenido mucho tiempo a recuperarme como se debe antes de volver al trabajo para que el mismo no se vea afectado por las recientes deserciones de la población.

    ¿Pero siendo sincera? Para recuperación la que me viene después, cuando un hombre cuya cara habré visto nunca por el distrito se planta en mi casa asegurando ser mi hermano mayor. Y por qué no decirlo, con una historia demasiado bien fundamentada y detallada como para creer que es un impostor. ¿Impostor de qué igual? Si los Shepherd murieron hace años y no es probable que nadie más que yo los recuerde. Definitivamente no parece que lo haga, porque me cuesta reaccionar durante los primeros cuarenta minutos siendo generosa y parece que alguien me ha golpeado el rostro con una sartén. El sentimiento es extraño, no sabría explicarlo ni aunque me permitieran echarle un vistazo al diccionario en búsqueda de aquellas palabras que puedan expresar como me siento, pues está claro que no conozco de ninguna que pueda siquiera asemejarse para describirlo.

    Pese a la estupefacción le escucho, también recorro su figura sin ningún disimulo en lo que él se encuentra entretenido con su charla, esa que escucho como fondo al llegar a analizar su rostro con más interés. Después de un rato en silencio, solo se interrumpe cuando sin querer sorbo un poco del contenido de la taza. Somos hermanos, sí, pero este hombre a pesar de las semejanzas que encuentro con el poco acentuado recuerdo que tengo de él, no se parece mucho más que a un extraño para mí. — No es nada, me he encontrado en peores situaciones. — me apresuro a decir al aclararme la garganta, es su reproche lo que me toma un poco más por sorpresa y tengo que tomarme unos segundos antes de contestar. — Si no lo hiciera no tendría siquiera una vida que reclamar. — respondo, quizá de forma algo seca, no encuentro otra contestación para darle cuando fuera de estas protecciones hay un hombre que repudia nuestra raza.

    Mis ojos bajan a su mano cuando me encuentro con un apretón y, a pesar de que una sonrisa más tensa que otra cosa se aprecia entre mis labios, tengo que menear un poco la cabeza al razonar sus palabras. — Sí, ya… Pero es precisamente eso lo que no entiendo. — termino por decir, dejando revelar de una vez por todas lo que me ha llevado a este enfrentamiento distante con su persona. — Cómo pudiste no decir nada, no hacer nada, eras mi hermano y lo que necesitaba en ese entonces era a mi familia, no a un extraño. — me duele decirlo porque llegué a considerar a Allen como mi padre, es la razón por la que llevo su apellido, después de todo, pero en su día no fue más que eso, un rostro desconocido en medio de un lugar que lo era todavía más.
    Alice D. Whiteley
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    Estoy seguro de que sus acciones se basan es estar haciendo lo que ha venido haciendo desde hace un tiempo, esto es lo que conoce, estas son las personas con las que se vinculó y esta es la vida que fue formando para ella, como a mí también me sucede, las fronteras me dieron un refugio, con las personas escondidas allí pelearía a la par y es por lo que daría mi vida, tardaré en poder convencerla que ese bien podría ser el lugar y la gente más parecida a nosotros, de lo que puedan ser estos rebeldes del nueve, exponiéndose innecesariamente en más de una ocasión, a la larga terminarán por caer. No hay mucho futuro para Alice de permanecer con ellos. —No eres la única humana que está luchando por vivir— susurro, — hasta ahora lo hemos hecho de manera aislada, en pequeños grupos, tú con ellos… pero he creído toda mi vida que llegaría el día en que perdamos todo el miedo y seamos un propia fuerza, porque nadie más que los humanos entre sí, podemos entender lo que es estar en esta apuesta donde hemos perdido todo de entrada. Ningún mago, ningún squib, nunca lo entenderá— continuo, no puede culparme de pensar así, se cuentan mitos sobre la vida en el distrito catorce y aunque quieran trasladar esas ideas a un distrito como este, verán pronto que las distinciones de raza se mantendrán siempre, que la historia son luchas continuos entre grupos y algún día volveremos a ser los vencedores. Ella, por su sangre, debería estar con nosotros.  

    La miro con mis ojos pidiéndole perdón, se lo debo, fue una elección de mi parte apartarme ese día y no decirle siquiera que estaba vivo. Pero actúe de acuerdo a los circunstancias, esas que nos superaban a ambos, no había nada que dos niños muggles huérfanos pudieran hacer en una ciudad así, destruida, donde para alimentarse había que robar y para dormir se tenía que buscar algún hueco entre ruinas, en los días que siguieron al bombardeo. —Necesitabas alguien que pudiera alimentarte y cuidarte, no iba a llevarte a mendigar conmigo. Te hubieras enfermado, muerto. Tendrías que haber robado conmigo, aprender a vivir en la calle. Que alguien nos ayudara hubiera sido lo mejor, y eso pasó, alguien te ayudó. A ti. No a mí— le explico. —Y que estuvieras bien era lo que me bastaba. ¿Está mal que me haya acercado ahora? Hemos crecido y nos mantuvimos con vida, sabía que estabas en este distrito, creí que podía al menos venir a verte— se lo digo, no es tan complicado de entenderlo para mí, quizás porque estoy más habituado a estos encuentros. —No somos los primeros hermanos muggles en reencontrarse. ¿Sabes lo que pasó cuando el mercado de esclavos se incendió? Los esclavos fugitivos fueron escondiéndose en el norte, los que estábamos en los límites tratamos de contactarlos para ayudarlos. Ese mercado separó muchísimas familias, Alice. El mundo, así como está, entre todas las cosas que nos quita… también nos quita la familia. Pero iremos encontrándonos de a poco…— se lo aseguro, me niego a soltar su mano.
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    Alice D. Whiteley
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    La mirada que le dedico debe dejar en evidencia que no esperaba ser la única humana que está luchando por vivir, he conocido muchos muggles a lo largo de mi vida que me demuestran que cada día hay más humanos que están cansados de vivir siendo escoria, pero la relación que hace mi hermano con ello es una que me hace arrugar un poco el ceño. — Todos hemos perdido algo de entrada, no solo los humanos. Es esta guerra entre razas que nos enfrenta a todos contra todos, familias contra familias, la que no nos deja mirar hacia el lado humano que tenemos todos. — no sé si estoy empezando a entender su forma de pensar, su manera de escoger las palabras me hace creer que no le agradan en excesiva necesidad los magos. — Creo que no es momento de marcar nuestras diferencias en esta batalla, sino de dejarlas a un lado y utilizar nuestras semejanzas a nuestro favor para terminar con todo esto. — aclaro, de forma pausada, pues no es mi intención comenzar una disputa con la única persona viva de mi familia, pero tampoco estoy dispuesta a no dejar ciertos puntos aclarados de entrada.

    No siempre he sido una persona de desconfianza, en mis tiempos de infancia adolescencia solía ser todo lo contrario, la verdad, son los años y experiencias desafortunadas lo que me han hecho adoptar esta distancia precavida, incluso con aquellos que se hacen llamar familia, he llegado a entender la misma no siempre como una necesidad de compartir lazos de sangre, y quizá es ese pensamiento el que me lleva a mantener la prudencia dentro de su discurso. — Lo entiendo, pero no comparto que aun teniendo esas razones, no hicieras nada al respecto. Podías haberte… qué sé yo, acercado, tratar de hablar conmigo, no hubiera sido necesario hacer nada de esto. Allen hubiera sido la primera persona en ayudarnos, a ambos, no solo a mí, en su lugar… decidiste alejarte. — para que no quede como un reproche, me aseguro de marcar mis palabras con un tono calmo y no agresivo. Niego suavemente con la cabeza cuando tiene la idea de que acercarse ahora haya sido un error, me permito el cerrar mis párpados un momento antes de fijar los ojos sobre los suyos, oscuros en contraste con el azul que baña los míos. — No, no está mal. Me alegro de que estés vivo, y bien, independientemente de como sucediera, es solo que… necesito algo más que un momento para poder procesarlo. — como él mismo dice, sabía que estaba en este distrito desde hace un tiempo, pero para mí ha sido como encontrarme con un fantasma que creía bien olvidado en el pasado.

    Lo sé, nosotros acogimos a muchas de esas familias también. — le recuerdo, porque cuando invadimos este distrito, no lo hicimos solo por nosotros, sino por toda aquella gente del norte que sigue viniendo en busca de nuestra ayuda porque el gobierno se niega a dársela. Y eso incluye muchas familias muggles, pero también de magos. — ¿Qué me estás queriendo decir con todo esto, Derek? — es la primera vez desde que se presentó que le llamo por el nombre que recuerdo, pues algo en su forma de expresarse me quiere dar a entender que no ha venido hasta aquí solo por mí, sino por algo más.
    Alice D. Whiteley
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    Presiono mi boca en una línea tensa que esconde mi molestia por su exagerada ingenuidad sobre apoyarnos en semejanzas que yo no he visto nunca, el experimento que están llevando en este distrito no ha dado resultados como para decir que sea algo que puede funcionar por fuera de estos límites, Neopanem es grande y están lejos del corazón del país como para convencerse de que un consejo como el que han conformado pueda tener algún poder real. —¿Cómo debería terminar esto? ¿Con un mago de apellido Black otra vez como nuestro líder político? Escuché que tiene la hija de Jamie Niniadis entre los chicos que lo acompañan… ¿No te das cuenta que con ese lema de frente unido están buscando juntar fuerzas que le permitan volver al lugar que ya ocuparon sus padres?— inquiero, cuestionando esa idea que tiene de una falsa igualdad, para que me ofrezca los argumentos que a ella le convencen de lo contrario, a ver si me persuaden a mí de mi punto de vista, lo que dudo, creo estar viendo todo esto mucho más claro que mi hermana.

    Arrugo mi entrecejo al fijar mi vista en ella. —Tenía dieciséis años…— le recuerdo. —¿Qué podía saber yo de ese hombre o si hubiera sido generoso con ambos? Estaba tan asustado y perdido como tú, con más miedos al no haber recibido la ayuda de nadie, me veían como un muchacho que tenía la edad para hacerse cargo de su suerte. Pero, ¿la tenía? ¿No crees que estás juzgándome muy duro?— pregunto, retiro mi mano de la suya para darle esa distancia que se esfuerza en colocar entre nosotros, no me niega como hermano, ni tampoco me acepta. —Comprendo— contesto a su pedido de un tiempo mayor al de unos minutos para adaptarse a la idea de tener cerca un miembro de una familia que creyó muerta, me surge la duda de si soy una presencia inoportuna a la vida que se ha hecho en la que confraterniza con magos y otras criaturas. —¿Las acogieron o este se volvió inevitablemente el único lugar donde estar? ¿Estás segura de que este es el sitio ideal para los muggles, Alice?— vuelvo a interrogarla. —A muchos no les agrada la idea de estar liderados por un mago, pero no hay otro sitio al que ir por el momento...— sigo, y su pregunta es la que detiene a todas las mías, como la única que puesta en sus labios da un sentido a toda esta charla. —Que los muggles podemos y debemos hacer un frente común. Las semejanzas que creas ver en este distrito siempre serán ilusiones si cuando miras al frente, al que estás siguiendo sigue siendo un mago.
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    Alice D. Whiteley
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    Son mentes como las de mi hermano, de pensamiento radical, que nos impiden avanzar hacia un futuro que nos pertenece a todos, no solo a aquellos de cualidades mágicas o a humanos que los detestan tanto como para crear unos Juegos Mágicos donde aniquilarlos como espectáculo. La realidad de todo esto es que tampoco puedo culparlo de tener ese pensamiento viendo entre qué clase de gente se ha movido durante todo este tiempo, mis sospechas llegan a los círculos de cierto terrorista que no voy a mencionar en voz alta frente a mi hermano. Las ganas de discutir sobre ciertos asuntos las perdí junto con muchas otras cosas y soy consciente de las batallas que puedo ganar por mis propios medios, pero esta no es una al no ser consciente todavía de la clase de persona que es Derek. — Conozco a Kendrick desde que no es más que un mocoso, no se ha criado con los Black, no comparte sus ideales ni su forma de ver las cosas. Él sí cree que existe la posibilidad de que todos convivamos juntos pese a nuestras diferencias. Kendrick no ocuparía el lugar de sus padres para instaurar el mismo régimen, todo lo que estamos haciendo es precisamente para anular esa idea retrógrada. — una que, al parecer, él sigue teniendo por el simple hecho de que Ken lleva el apellido Black en su nombre. — Y en cuanto a Hero… la culparon del asesinato de su propia madre, lejos de que eso sea o no sea verdad, estuvo mucho tiempo sola en el norte, y aun así se ha posicionado de nuestro lado, eso es mucho más de lo que han hecho otros. — no quiero decir mucho más al respecto.

    Por esa regla tampoco tenías por qué saber que sería generoso conmigo… — replico, no sé si por la costumbre perdida de hermana menor queriendo llevar la contraria o si porque en realidad es cierto que no tenía nada en lo que basar su opinión con respecto a Allen. Al final, lo único que puedo hacer es sacudir la cabeza en negativa tras su declaración, apenas esbozando una sonrisa tirante. — No, lo lamento, tienes razón, no puedo culparte por haber hecho lo que muchos en tu posición hubieran hecho, tampoco lo estaba haciendo, solo… es difícil asumir que una persona que pensaste muerta por mucho tiempo resulta que no lo está. — eso es todo, y sé que tendré que acostumbrarme a ello, establecer una relación con una persona que forma parte de ti porque compartís la misma sangre, pero es imposible dejar al margen los años que han transcurrido. Me levanto solo para retirar de la mesa mi propia taza, esa en la que ya no queda rastro de té y por esa misma razón la deposito dentro del fregadero. — Hay muchos lugares donde se puede estar, escondidos, a base de miseria, pero se puede estar. — le contradigo de inmediato, pasando a apoyarme sobre la encimera, con mis brazos cruzados sobre el pecho. — Vinieron aquí porque de todos esos lugares, este es el más seguro, y lo seguirá siendo para todo aquel que decida unirse a nuestra causa o que simplemente necesitan un lugar donde sentir que no les respiran tras la oreja. — piso terreno que sé que he explicado a muchas otras personas, pero no tengo problema en hacerlo una vez más por mi hermano. De veras, lamento que no tengamos la misma visión de las cosas, porque no tengo intención de cambiar de posición en el tiempo próximo y es precisamente lo que trata de transmitirle la curvatura prensada de mis labios. — ¿Eso es lo que dice Richter? — no puedo guardármelo por más tiempo y al final suelto lo que pienso, como si sus palabras valieran lo mismo que quien se las ha instaurado dentro de su cabeza.
    Alice D. Whiteley
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    Niños, lo que está defendiendo son niños. Niños que crecerán para convertirse en adultos probando de un poder que a la larga los corrompe, siempre los corrompe, en los magos les ha dado una idea peligrosa de superioridad en la que su revancha sobre los muggles fue llenar un asqueroso mercado con muggles como esclavos. No, nunca depositaré esperanzas en la presunta nobleza de quien por naturaleza es mi enemigo. Meneo mi cabeza, única respuesta a los argumentos de defensa que arma para justificar a los últimos bastardos de apellidos que han hecho de nuestra historia tan violenta como es, y ahora vienen con esa bandera de falsa paz porque es lo que le conviene, tarde, hemos decidido participar de esto en los términos que ellos instauraron. —Si le pides a una persona que se posicione de tu lado y no lo hace, será porque el sitio que le ofrecen no compensa todo lo que ha pasado. Hero Niniadis ha pasado la injusticia de ser acusada por matar a su madre, ¿crees que esa es la peor injusticia posible? ¿Entre todas las personas que están en el norte? Y ahora la niña está como mano derecha de Black. Tal vez también hay algún bastardo lleno de desgracias perdido en el norte a quien el lugar que se le ofrece es… ¿venir a vivir aquí? Sigo viendo privilegios y sigo viendo gente del montón, así que no puede convencerme que este distrito sea el paraíso de las igualdades…— comento, prefiero el discurso honesto de seguir reconociéndonos diferentes, a las mentiras idealistas que mi hermana se cree.

    Tengo la duda de si por nuestras opiniones es que muestra reticencia a mi presencia, quizá si me hubiera plantado en su puerta como alguien que apoyara a Black, colaborando con los discursos cargados de mentiras, no tendría que estar esforzándome para que me absuelva de la decisión a su consideración equivocada, de haberla dejado en lo que creía que eran buenas manos, para procurarme mi propia subsistencia sin querer ser una carga para nadie. Presiono mis labios para forzarme a callar, así lo último que queda dicho es su estupefacción a saberme vivo como explicación a su rechazo discreto. He dicho suficiente sobre lo que pienso de este distrito, así que no vuelvo sobre ello, en cambio alzo mi rostro para que mis ojos choquen con los suyos, duros al contestarle la verdad. —Pienso, hablo por mi mismo. No por lo que pueda decir Richter— digo, —si pensamos igual debe ser porque somos iguales y nos entendemos. Somos muggles, no olvidamos que lo somos, ni le damos la espalda a nuestra historia reciente por haber estado ajenos a todo eso. Los años que pudiste haber pasado en tu bendito distrito catorce te impidieron ver por los tuyos e insistes en mantener esa ceguera porque… ¿estás bien dónde estás? Estar en un buen lugar hace creer a una persona que todas las fantasías de paz son posibles. Pero hay personas que no lo están, que nunca lo estuvieron, no pueden ver eso— señalo, por mucho que le moleste, Kendrick Black no está liderando una revolución para todos, sino otra vez para unos pocos, entre ellos mi hermana y lo puedo ver o no, sigue siendo dar la espalda a todos los muggles que tratamos de estar unidos para luchar.
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    Me fuerzo a no soltar el suspiro que llevo tiempo acumulando, para ser exactos desde que empezó esta disputa en la que es evidente que ninguno de los dos va a soltar la cuerda. Me costó mucho llegar hasta donde estoy, ganas de tirar la toalla por decirlo de la manera más pasiva, como para cambiar de opinión por un simple discurso de extremista. Me demuestra una vez más que los lazos de sangre no funcionan siempre como pegamento en las relaciones. — En una guerra no solo se trata de ganar batallas, también hay que ser inteligente y poner a Hero Niniadis de la mano de Kendrick Black es una carta que jugamos porque nos interesa que la gente nos vea como una fuerza de unión, algo que Aminoff o Richter no pueden siquiera igualar porque no son más que caras nuevas entre la población. — sí, puede que Aminoff sea el bastardo de Jamie Niniadis, pero no deja de ser un libro cerrado para la mayoría de los habitantes, que se mantuvo escondido en el norte por mucho tiempo y de verdad que no puedo decir mucho menos de Hermann Powell, Richter o como diablos quiera llamarse. — Los privilegios solo los estás viendo tú porque te niegas a creer que existe la posibilidad de que seamos iguales, porque no quieres que lo seamos. — es un hecho, puede negármelo todo lo que quiera, pero nada en su actitud me ha demostrado lo contrario. — ¿Eso es lo que quieres? ¿Que nos pasemos en guerra toda la vida?

    Si descruzo mis brazos es para pasar una de mis manos por el contorno de mis cejas con mis dedos índice y pulgar, tal y como si me estuviera costando mucho controlarme de decir algo inapropiado, en especial porque no es así como me hubiera gustado enterarme de que mi hermano está vivo. Definitivamente, discutir no estaba entre mis opciones, pero al parecer sí está entre las suyas el hablar sin tener ni idea de lo que pude o no pude haber hecho. — Déjame pararte ahí. — pido, levantando una de mis manos en su dirección para después tomar algo de aire, el mismo me infla el pecho hasta que lo expulso apretando un labio contra otro. — No le estoy dando la espalda a “los míos”. Para empezar, no existe un “míos” o “suyos”, que lo veas así es una señal más de que sigues pensando que existe una distinción entre nosotros, cuando lo único que hay de verdad son personas, personas que quieren vivir en paz y tener una oportunidad a un futuro. Hablas de que estoy bien donde estoy, mi respuesta es que sí, lo estoy, pero no es donde quiero estar, ni el catorce fue la fantasía de paz que crees que fue. — hago como primera aclaración, hay muchas cosas que me dejo sin decir porque no las considero el momento, tampoco el momento lo merece. — Bombardearon un distrito porque creían que era una amenaza para el sistema, eso no nos hace ajenos a lo que estaba pasando, lo vivimos de primera mano. Mi hija murió allí, y ella era bruja. Así que preferiría que no te tomaras la libertad de hablar sobre algo que no conoces. — lo digo de la mejor forma posible, pero se nota que me cuesta, incluso cuando no la recuerde.
    Alice D. Whiteley
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    Hay dos maneras de manipular a la gente para que te siga— digo, mi mano marca dos puntos en el aire, —una es apelar a sus emociones hasta que sus emociones los cieguen y la otra es convencerlos de que esto es lo más inteligente que se puede hacer, convences a la gente de que deben pisar mierda porque es lo que se debe hacer… ¿en serio te crees todo lo que dices o es lo que alguien metió en tu cabeza hasta que te convenciste de ello?— sigo cuestionándola, lo malo es que parece en verdad convencida de algo que supera a los nombres que damos, cosa que me sorprende porque las personas tienden a tener una mentalidad más maleable y lo que menos me ha dado es un indicio de que pueda llegar a simpatizar con la guerra aparte que llevamos los que fuimos castigados por no tener magia, no puede llegar a entender nuestra indignación y rabia, así que me queda asumir que es así porque sus ideas se deben a haber estado en un lugar que fue como una burbuja del mundo real. —Lo que quiero decir es que yo seguiré luchando hasta que recuperemos lo que teníamos, no aceptaré ninguna paz y fin de la guerra si eso quiere decir que aceptemos nuestra condición de perdedores y sigamos siendo sometidos por los magos— lo digo con el desprecio que siento hacia ellos, apartando mi mirada para que no sienta el tono de mi comentario sobre ella. No se ha tratado en ningún momento de ir contra ella, todo lo que quise estos años fue tener a los hermanos que pudiera recuperar de mi lado.

    Escucho su relato en primera persona de lo que fue el bombardeo en el distrito catorce, tampoco es la manera en la que me gustaría enterarme de que tuve una sobrina y que ella también se incluye en las víctimas que nos va dejando la sucesión de déspotas que tenemos en Neopanem, con más razón, al despotismo no se combate con discursos de paz. —Todos hablamos desde nuestras propias miserias, Alice. Tomamos decisiones en base a ellas también. Ninguna es peor que otra, no eres la primera mujer que ha perdido un hijo en estos años, ni la primera que ha perdido un refugio porque alguien más lo destruyó— respondo, lastimando sobre la herida porque no me sale darle palabras de consuelo, porque si la charla fuera en otro tono la hubiera abrazado, dudo que acepte el gesto si llego a hacerlo o si lo acepta, estaría lejos de ser algo que nos diera un apoyo real. Lo cierto es que sigo parado en el umbral de su casa y no me ha dejado entrar, por más que esté sentado en la mesa de su cocina. —Pero mientras la gente no se enoje lo suficiente por eso, no responda a lo perdido y arrebatado con la misma violencia de esos crímenes, seguiremos estando del lado de las víctimas. Y te seré honesto en algo…— no creo volver a tener una invitación luego para visitarla otra vez, —aun cuando dices que quieres paz y un mundo de iguales, un día te despertarás para ver que todo te obligó a actuar de la misma manera que lo hacen ellos, que las personas con las que estás lo hicieron, que todo lo que dijiste que era una estrategia inteligente o cartas bien jugadas, no eran nada de eso, todo estaba contribuyendo para que la misma mierda se repita y miraras a tu alrededor para darte cuenta de que también quemaste hogares, también destruiste familias. Y lo hiciste por una razón peor que cualquier asesino, lo hiciste diciendo que era por la paz. No creas en las mentiras de un Black, Alice.
    Anonymous
    Alice D. Whiteley
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    De verdad que no esperaba que esto se tornara en una discusión política, me lleva a cruzar los brazos sobre mi pecho y el movimiento que hacen mis cejas deja en evidencia que estoy guardándome el comentario al optar por el silencio en que me mantengo mientras habla. — No necesito creerlo, es lo que he vivido, durante muchos años, es solo la mente errada de algunos que no nos permite avanzar — la suya entre ellas, pero no es algo que especifique para no entrar en más polémica — Sé que podemos vivir de otra manera, no hay necesidad de que ninguna raza se sobreponga a otra, no hace falta fijarse mucho en el pasado para darse cuenta de que la supremacía de algunos nunca termina bien — puede verlo en los Black, en Niniadis si hace falta, no pasará mucho que Aminoff también se verá en sus últimas, solo es cuestión de tiempo y que la gente deje de aceptar toda la mierda que el presidente suelta sobre ellos. — ¿Recuperemos lo que teníamos? ¿Lo que tenían mamá y papá, dices? — recurro a lo único que creo que pueda hacerle ver las cosas de una manera distinta, nuestra infancia viene siendo lo poco que tenemos en común estos días. — Porque si a lo que quieres volver es a eso, no creo que tenga que recordarte que nuestros padres, incluso siendo humanos y bajo el mandato de los Black, seguían viviendo en la miseria —esa que nos incluía a todos, por desgracia.

    Tomo aire para no caer en la tentación de interrumpirle en medio de su discurso de comprensión, uno que se siente demasiado frío y lejano como para siquiera considerarlo como tal, pero asumo que lo está intentando, así que me muerdo la lengua en su lugar. Tenemos opiniones diferentes, eso está claro. — En la guerra nadie es inocente, eso lo sé bien. He matado personas, en acto de defensa, pero ellos dirían lo mismo de su ataque, que lo hacían para defenderse de nosotros. Cada uno decide de lo que prefiere defenderse, todos tenemos las manos manchadas. — le doy la razón en eso, no paso mucho más de ahí — Pero de ahí a que me llames asesina a sangre fría hay un buen paso. No voy a seguir a un hombre que lo que quiere es volver a un régimen donde solo unos pocos son beneficiados, ni me quedaré parada a ver cómo otro esclaviza a toda una raza entera solo por su sangre. Mientras exista otra posibilidad, una que no requiera nada de eso, la tomaré, tú puedes escoger el camino que quieras, solo no esperes que te siga si Richter será tu opción — porque le cueste admitirlo o no, en la guerra todos tenemos una opción, lo que hacemos con ella solo depende de nosotros.
    Alice D. Whiteley
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    Nunca nada termina bien, pero el mundo sigue girando con este azar que coloca a unos sobre otros, lo que importa es ser de lo que estarán arriba. Podría quedarme sin voz al tratar de repetirle cómo lo veo yo, está lógica que nos insta a actuar, colocándonos en los lugares en los que nos corresponden y esos siempre se han definido por clases, por nuestra sangre, por nuestros padres y antepasados, por nuestra suerte de nacimiento. No cambiará estas normas que son la base, sea quien sea el que esté haciendo cumplir las que son la estructura visible, todo se ha decidido siempre dividiendo grupos, enfrentándolos entre ellos y beneficiando a unos pocos. —No, me ha quedado claro que no seguirás mi mismo camino— concluyo, pues ha sido contundente en su postura de elegir lo que considera la alternativa, un grupo de rebeldes que causan alboroto a donde van. —Tenía la esperanza de que ser hermanos nos permitiera coincidir, esa idea de que la sangre tira, ¿no?— lo digo con toda tranquilidad, la misma que muestro al continuar: —Pero si es cierto lo de la sangre, el hecho de que solo compartamos la mitad podría explicar porque, al final de cuentas, cada quien elige un camino distinto en esta encrucijada.

    Echo mi silla hacia atrás al ponerme de pie, con clara intención de abandonar su casa en la que me he convertido en un visitante molesto, pero no planeo aun terminar la conversación, tengo el presentimiento de que esta podría ser la última charla que tengamos en mucho tiempo. Pusimos por delante nuestra lucha política, a cualquier residuo que hubiera quedado de nuestro vínculo como hermanos. —Cuando naciste no me importó que solo compartiéramos madre, que fueras la hija de un amante que insistía en reconocerte, puse por delante que eras mi hermana pese a todo y la miseria que recuerdas bien— digo, me sostengo al respaldo de la silla al cerrar mis dedos, —porque nos necesitábamos, porque los hermanos se cuidan entre sí, en un mundo que un día explota con bombas. Pero está claro que— suelto lentamente el respaldo sobre el que ejercía presión, —ya no nos necesitamos y cada quien puede seguir por su lado. Supongo que es una despedida, gracias por el té— suenan a palabras forzadas que termino por escupir entre nosotros.
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    Sé que he sido dura cuando he dicho esas palabras, lo noto al segundo de que él las repita y soy consciente de que he creado un muro invisible entre nosotros, uno de los cuales desconozco los límites que ha impuesto entre nosotros. Pasan cosas como estas con la distancia, dicen que la sangre es lo más fuerte que hay, lazos que no se pueden romper, pero me cuesta creerlo cuando frente a mí se encuentra una persona que no tiene nada que ver con la que yo conocí. ¿Y la conocía entonces? Nos llevamos años, no era más que una niña y lo que veía en los adultos nunca fueron las dobles intenciones que ahora como una persona madura puedo calar enseguida. No hay más que ver cómo he percibido que en él hubo un doble compromiso al arrastrarse hasta la puerta de mi casa, no lo hizo solo por ser su hermana, lo hizo por su causa y lo que significa para él. En el fondo, no dejamos de ser unos egoístas que miramos por nuestro único fin y bienestar, la diferencia solo es a quién más englobamos con nuestros intereses. No hay más. — ¿Qué? — lo he escuchado perfectamente, es mi cerebro el que pide una repetición de esas palabras, confusas en mi cabeza que hasta ahora se había asegurado de ser la única descendiente viva de los Shepherd.

    Por mi rostro se asoma una sonrisa incrédula, de esas que sirven para despejar la tensión del ambiente, pero que a la vez no está segura de que sea un gesto normal, siquiera natural. — ¿Es esto lo que te inventas? ¿Que nuestra madre no fue mi madre? No seas tan miserable, por favor te lo pido, hay otras formas de pedir que me una a tu causa, no recurras a los lazos de sangre, todo el mundo sabe que en estos días esos vínculos son más complicados de lo que se hacen ver — digo de manera cortante, sin quererlo se han endurecido las facciones de mi rostro y no hay manera de que vayan a poder ablandarse en los próximos minutos. — No nos necesitamos desde hace tiempo, el destino juega con nosotros de maneras caprichosas y nos hace ir a cada uno por donde quiere, pero nos seguimos manteniendo en pie pese a las circunstancias. Sería una despedida si no supiera que podrían arrojarnos al mismo lugar de nuevo, no des nada por descontado. — no me importa el té, probablemente se haya quedado tan helado como nuestra conversación ahora mismo, como un simbolismo más que acertado de lo que está teniendo lugar. Le miro a la espera de que haga una de las dos cosas que tiene como opciones: disculparse o marcharse de aquí, tan abruptamente como llegó.
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    No te estoy mintiendo— replico, es posiblemente la última oportunidad que tengo de poder devolverle algo de un pasado que compartimos, que en caso de cruzar la puerta de su casa, se irá conmigo y podría ignorarlo el resto de su vida, ¿y lo merece? No lo sé, de lo que tengo certeza es que sabría que cargo con algo que nunca me pertenecía y estoy cansado de llevar en mis bolsillos el peso de actos que no fueron míos, al menos este se lo puedo dejar en la mesa de su cocina y que vea luego si quiere arrojarlo al fregadero como el resto del té frio, si es que le falta entereza para hacer frente a otras de las injusticias que la vida nos reserva por nacimiento. —Voznesenskaya— digo en respuesta a todo su discurso sobre como el destino juega con nosotros, —tan complicado y tan difícil de olvidar cuando es el apellido de quien trató de destruir tu familia— hago una mueca al evocar los recuerdos vagos que tengo de aquel hombre que se presentó en la casa y yo con la edad suficiente para entender lo que sucedía, —ese era el apellido de tu padre— suelto.

    No hay nada más por decir, no estoy mintiendo, así que no habrá una disculpa. Estoy libre de la obligación de dársela, tampoco por pensar distinto a ella cuando nos han tocado vivencias tan contrastantes. —Hay despedidas reales y que se sienten como tales aunque esas personas estén obligadas a permanecer atrapadas en una misma habitación por años— musito, trato de poner por delante de todo que estoy hablándole a quien fue la hermana menor que recuerdo de otros tiempos. —Ese día que nos separamos no me despedí de ti y nunca fue un adiós, yo te seguí teniendo presente. Pero esta vez…— cuesta sacar mi voz fuera de mi garganta, estoy despidiéndome de algo que la supera a ella, de los últimos resquicios que quedaban del sentimiento de familia, de lo poco y lo maltrecho que quedaba. —Esta vez aunque vivamos en el mismo distrito de ahora en más, me estoy despidiendo de ti—. De mi boca no saldrá que tengo una hermana aquí, los apellidos distintos también nos salvan de cualquier asociación, así que puedo abandonar su cocina como la visita impensada que fui y sin decir la única palabra que basta para cortar todo vínculo, salgo por la puerta que ella abrió y yo azoto a mi espalda, de todas maneras no había tal vínculo, los residuos que quedaron de nuestra familia están mezclados con el polvo de las ruinas de Europa.
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    No solo tiene el descaro de mentir sobre lo poco que puedo decir conocí de una infancia normal, con sus propios altibajos, sí, pero nadie puede quitarme la estabilidad de haber tenido una familia completa, cosa que ahora es muy difícil de siquiera recordar, como para que venga a decirme algo como esto. ¿Y qué más todavía? El nombre que suena de sus labios es tan conocido para mí como la persona que porta ese apellido, como un chiste que brota de sus labios con la única finalidad de hacerme daño. ¿Qué otra intención llevaría, si no? Me hace querer preguntarle de qué conoce a Jessica, cómo es que es capaz de relacionarla a mí, cuando nuestra amistad hace mucho de que quedó estancada en el tiempo y nuestros encuentros futuros no terminaron especialmente bien. Si acaso esa es la parte que le interesa, el meter el dedo en la llaga que sigue abierta, no me queda otra que decir: — Es una broma de mal gusto — que la educación vaya por encima de otra cosa es lo que más me cuesta sacar en este momento, cuando empiezo a sentir como los músculos de mis dedos se tensan al apretarlos en un puño cerrado.

    Suelto un chasquido con mi lengua, inconsciente en el pensamiento de que si no se despidió, fue porque no hubo momento para hacerlo, que se resguarde en ello me molesta hasta el mismo punto en que en su día me ardió la sangre de ser el único miembro de mi familia que quedaba con vida. Nuestros caminos se separaron mucho antes de la tragedia que sacudió a Londres, los días que vinieron después quedaron como garantía de que estábamos hechos para seguir distintos recorridos. No es de extrañar, entonces, que ahora sigamos mirando diferentes rumbos a pesar de estar parados sobre el mismo suelo, no hace falta ningún Richter o Black para demostrar ese punto. Mi madre hubiera estado decepcionada, ella que pensaba en sus hijos como la promesa de que las cosas funcionarían bien, su matrimonio, la casa, el trabajo... Vernos en esta postura presente hace que todo ese esfuerzo se resquebraje sin tener en cuenta ninguno de esos sentidos que ella pretendía darle. Pero no puedo evitarlo, porque no comparto muchas de sus decisiones, así que solo me queda decir — Largo — no sé si se escucha, lo digo tan pronto se da la vuelta él mismo para marcharse. Es en su espalda al irse que me asalta el pensamiento de cuanto tardaré en arrepentirme de esa despedida, dividida entre el sentimiento que me impide tratar así a quién se dice ser familia y el que grita que los caminos nos separaron lo suficiente como para hacernos extraños.
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