The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Deslizo mis dedos por la línea de mi mandíbula, busco en ese rostro en el espejo algún residuo del sueño del que acabo de despertarme, en el que siendo joven mis rasgos cambiaban y lo único que conservaba era el azul en mi mirada, entonces esta también se oscurecía en un tono marrón, como si fuera una pintura lavada de la que desprendieron todos los colores para encontrarme con mi primera y auténtica cara. Siguen pasando los años, esta es mi cara en el presente, en días como estos amanezco con la piel más lastimada, las ojeras marcadas con saña y ese maldito azul reflejando mi hielo, ese que alguien quebró, a este punto el nombre del culpable se mezcla con otros nombres, hay días en que ni siquiera lo pienso y son otros los pensamientos que me inquietan. Es un rostro distinto el que veo detrás de mis párpados cuando los cierro, hay amores que nos destruyen, lo puedo entender en este momento como nunca en toda mi arrogancia llegué a comprenderlo realmente en el pasado. Y nos destruyen cuando fuimos quienes lo rompimos, lo soltamos y dejamos que se hiciera pedazos contra el suelo, le dimos la espalda cuando no hacía más que llorar. Fijé tan fuerte en mi mente eso de seguir adelante, aunque tuviera un nudo de lágrimas en la garganta y las heridas me hubieran quitado todas las fuerzas, que tal vez seguí de largo y no me detuve, por un momento, a mirar hacia atrás para volver a la única persona por la que quizás, quizás tendría que haberlo hecho.  

¡Lancaster!— mi voz retumba entre las paredes del corredor al gritar un apellido que pronuncio con toda claridad, para recordarle a ella y recordarme a mí que es ese el que le pertenece. Si es una coincidencia que la encuentre al poco de llegar a la base, la tomaré para concluir de una buena vez el pendiente con el que cargo desde nuestra última conversación. Echo una mirada hacia otra de las puertas a las salas por la que salen un par de aurores y espero en el silencio de mi postura, con las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme, a que alejen. Muevo mi barbilla para indicarle a la muchacha que me siga y por lo firme de mi mirada espero que no se le ocurra contradecirme en otro arrebato, tampoco usaré este pasillo para explayarme en una plática con ella que no le incumbe a ningún oído ajeno. Aguardo a que sus pasos se acompasen a los míos hasta la salida del edificio, recién entonces tiendo mi brazo y en un agarre repentino de su muñeca, antes de que pueda negarse al contacto, nos desaparezco para que al reaparecer nos encontremos varios metros por debajo del portal, en el borde de la orilla que se quiebra en un corto risco hacia el agua. Desprendo mis dedos de su piel y devuelvo mis manos a los bolsillos. —Espero que esta vez podamos hablar con un poco más de calma, estuve averiguando y me dijeron que no eres alguien que suela salirse fácil de sus casillas. Sueles ser bastante… mental— tan, tan distinta a mí.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Salgo del vestuario seguida de un par de compañeras que charlan amistosamente después un turno que al parecer ha sido ameno para ambas. Me encantaría poder decir lo mismo, pero lo único en lo que puedo pensar en estos momentos es en llegar a mi casa para poder tirarme a hacer prácticamente nada junto a Moriarty hasta que sea la hora de sacarlo a pasear. De modo que tan solo termino siguiéndolas por el pasillo, sin mucho que añadir a una conversación de la que no me siento partícipe incluso cuando son lo suficientemente amables como para hacer el intento de incluirme. Estoy a un paso de girar la esquina cuando puedo escuchar el eco de una voz que me encantaría no poder reconocer, pero desafortunadamente para mí, es una de esas voces que se te quedan grabadas en la mente para siempre. Me paro en seco en lo que mis compañeras hacen lo mismo, también se paran a observar a la figura de autoridad que está a unos metros de nosotras y mis ojos las acompañan hasta que con una sacudida de mano les indico que sigan avanzando sin mí.

Aprieto mis labios en lo que mi mandíbula también se tensa ante la presencia de una mujer que no esperaba tener que volver a dirigirle la palabra, mucho menos acatar una orden directa cuando el gesto que hace con la barbilla me obliga a seguirla. Arrastro los pies con pesar, trato de tranquilizar las pulsaciones que han empezado a acelerarse y retumba mi corazón dentro de mi cabeza, si no lo hago puede que me frene en mi paso y de marcha atrás. Sigo su melena oscura, sus cabellos negros que me recuerdan una vez más que los heredé de ella, mientras mi subconsciente se encarga de analizar sus andares, tratando de encontrar una similitud que yo no le he pedido. Llegar a la salida del edificio se me hace más eterno que otras veces, pero para mi sorpresa no es el destino final que Rebecca tiene en su cabeza y antes de que pueda siquiera apartarme, una sacudida me saca los pies del suelo y termino aterrizando en una roca tan cerca del mar que el propio agua golpea contra ella en numerosas ocasiones, siguiendo un vaivén infinito en sincronía con el baile de las aguas saladas.

¿Estuviste averiguando? — esa declaración me saca un movimiento rápido de mis cejas hacia arriba, resoplando en lo que mi mirada se desvía hacia cualquier otro lado que no sea ella. — No sé qué te han andado contando por ahí, pero salirme de mis casillas suele ser mi tarea preferida con gente que no merece mi tiempo. — es en parte una verdad, en parte una exageración, pretendo que quede claro que no tengo mucho que hablar con una persona que ya dejó clara su postura en una primera intervención. — ¿Qué es lo que quieres? — inspiro profundo, no atino a mirarla, sino que mantengo la mirada en la extensión del mar.
Alecto L. Lancaster
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I've been made to walk alone all the way through my life · Alecto IqWaPzg
Invitado
Invitado
¿Tu no?— le devuelvo la pregunta, que si cree que va a hablarme con su arrogante juventud, a mí hace tiempo que nadie me mueve del sitio donde piso con mis pies. —¿Me dirás que no has tratado de averiguar nada de mí o de dónde vienes? Si no lo has hecho, no lo entiendo. No entiendo cómo alguien podría ser tan indiferente a su propio origen, ¿qué eres? ¿un cuerpo andante? ¿un robot? ¿Tan poco te importas a ti misma?— la provoco a una respuesta de su parte, así podemos conversar, con ella fuera de su falso desinterés que usa como coraza al colocarse a la defensiva. Si en verdad no le interesa nada de esto, supongo que será una charla más bien breve, pero no me retiraré sin decirle lo que he decidido que debe saber. —¿Soy eso? ¿Una persona que te hace perder el tiempo? Lancaster, en serio, que manera la tuya de restarle importancia a todo. Ese día creía que estabas enojada porque fui la madre que te vendió a otra familia— escupo de mis labios la verdad así como es, entonces impedimos que sean los comentarios banales los que derrochen nuestro tiempo.

Coloco mis manos a los lados de mi cadera, dejo que el agua abatiendo las rocas sea el murmullo que tape mi silencio, no he practicado un discurso para ella, de todas formas no me tiembla la voz cuando comienzo a hablar, como si esta fuera una plática repetida cientos de veces. —También fui adoptada. Me encontraron en una playa cuando tenía cuatro años, un matrimonio, estaba llorando porque había perdido de vista a mi madre. Di por hecho al pasar los años, que mi madre había elegido ese lugar repleto de gente para abandonarme. El hombre de ese matrimonio tenía un hermano, este hermano una esposa enferma, que se consumía lentamente por una enfermedad que la mantenía postrada. Me adoptaron para que le hiciera compañía…— relato, el viento también sopla con más fuerza al estar paradas sobre los peñascos. Tengo que retirar con las puntas de mis dedos, los mechones negros que azotan mi rostro. —Mi madre no me había abandonado ese día en la playa, ella ni siquiera sabía quién era yo—  explico, —habían realizado mal un obliviate en ella estando embarazada, para que escapara del castigo que tuvo toda su familia. Por años su mente fue una maraña confusa… y encima tenía detrás una niña que la seguía a todos lados…— aguardo un momento antes de preguntar: —¿Quieres saber por qué te abandoné?
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Sus acusaciones me llevan a resoplar con fuerza nuevamente, girando mi barbilla hacia el lado contrario como si de esa manera pudiera hacerla desaparecer de mi lado, a pesar de que me tengo que conformar con no tenerla a la vista. No es la primera persona, tampoco será la última, que me define como un robot, comentario que en otro momento no me hubiera ofendido, pero que por circunstancias que estoy lejos de explicar en esta ocasión me lo tomo como un insulto. — Porque me importo he preferido no indagar en más de lo necesario, siendo que tú y yo no tenemos nada que ver, no entiendo por qué debería derrochar mi tiempo buscando datos que van a perjudicarme más que otra cosa. ¿O es que tu currículum va a beneficiarme en lo absoluto? — le dedico una mirada desafiante, antes de regresar la vista hacia el mar con un movimiento de cabeza que me tiene negando levemente. Si la he investigado, ha sido precisamente para confirmar que su historial no es más que puro desastre amontonado. — Tengo un nombre aunque te empeñes en usar un apellido, ¿sabes? No soy Lancaster, en estos momentos no soy ningún soldado al que tengas que referirte por lo que dice su placa. Claro que tiene que ser difícil llamarme por un nombre que ni siquiera escogiste tú, ¿cierto? — vuelvo a la carga, devolviéndole los colmillos por si todavía se cree que por ser una loba es la única que puede morder.

Que me haya vendido como a un perro es un comentario que me reservo para más adelante, no ahora que ella decide ponerse melancólica en un relato que no le he pedido, pero que asumo es precisamente por eso por lo que abre la boca. Y sé de sobra lo que está haciendo, el colocarse como la víctima de una historia que utiliza para que, por el instinto que nos hace ser humanos, me ponga de lado del más débil, del más frágil. Para su desgracia, no acostumbro a ser una persona que apueste por el vulnerable y, a pesar de que mi mirada se va hacia su figura varias veces en la narración, no titubeo cuando endurezco mi mandíbula, regresando los ojos al oleaje. — Ya sé lo que estás haciendo. — aseguro, intento mantener la dureza de mi voz al seguir. — ¿Quieres usar la excusa de que tu vida fue una mierda para justificar tus acciones? Adelante, nadie te quita de hacerlo, y hasta puede que sí, que tu vida fuera una mierda, lo lamento por tu madre, por lo que te sucedió, pero no cambia nada. — es una respuesta pensada, no lo que realmente siento, es lo que diría cualquier persona corriente al que le contara la misma historia. A su pregunta, no obstante, me aseguro de responder con mis propias palabras. — Eso ya me lo dijiste. Porque vivías una vida complicada, no podías criarme, me hubieras arruinado la vida y todo lo que quieras decirte para dormir bien por las noches. Es eso, ¿no? — sigo sonando mordaz, pero al menos esta vez me mantengo en mi lugar, con toda la calma de que mi pulso ni siquiera se acelera ante una verdad que ya he asumido. — ¿Quieres que te diga yo algo? Una no dice querer proteger a su bebé y acepta que paguen dinero por él, tampoco deja a su hija morirse de hambre durante días porque ni siquiera es capaz a mirarla. — enfrento sus ojos. Georgia fue tan amable de contarme como sucedieron las cosas de verdad, ella puede decirse todo lo que quiera, pero no cambia los hechos, tampoco lo hará su discurso.
Alecto L. Lancaster
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I've been made to walk alone all the way through my life · Alecto IqWaPzg
Invitado
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Me decepcionaría un poco que sea una persona superficial que acepta la mentira de lujo que le brinda su familia adoptiva, en vez de escarbar para hallar su origen y poder ser a partir de la verdad, esto último requiere de una valentía que si no es capaz de encontrar en sí misma, hace tambalear la imagen que nos hicimos con Hermann de cómo sería una hija nuestra. La cobardía más ruin la sentí alguna vez, y ni siquiera en ese entonces no pude convivir con las mentiras, no puedo entender como alguien elige mantenerse entre paredes rosas. ¿Vergüenza? ¿Es eso? La carcajada que raspa mi garganta es seca, una burla amarga hacia mí. Ella no está ni cerca de poder imaginar lo manchada que está por nacimiento, puedo tomarme el tiempo que haga falta para enumerarle cada una de las cosas que hice desde el día en que me tiraron a la acera y me cerraron la puerta de mi casa en la cara, todo lo que hice en el norte y todo lo que hice en el sur, lo haría porque sé que me escucha aunque aparte su mirada, de la misma manera en que escucha mis historias, a pesar de que luego me responda con esa distancia fría que me hace mirarla, aguardando, porque me está escuchando.

No estoy justificando mis acciones a partir de la historia de otras mujeres— contesto con simpleza, no estoy parada en este sitio sometiéndome a su criterio de juez para que me absuelva o me condene, son otras las razones por las que una persona se sincera con otra y le abre posibilidades de empezar a ver más allá de la propia injusticia que cree que cometieron consigo misma, —te las cuento para que desde tu lugar, en el que crees saberlo y entenderlo todo como para juzgar mi decisión, tengas en cuenta que hay mucho, siempre habrá mucho, que ignoras. Así que no te conviene creer que puedes decir que está bien o que está mal, si no te tomas el trabajo de considerar la historia de la otra persona. No poder ver más allá de ti misma te vuelve una persona de miras estrechas y ese tipo de personas, siempre, terminan chocándose con paredes— le advierto como consejo que puede tomar de mi parte, si bien esta vez lo único que estoy buscando es que me escuche y luego sea su mente la que se encargue de traerle mis palabras una, otra vez, del mismo modo en que el agua golpea las rocas. —Recuerdas las razones por las que lo hice— asiento con mi barbilla en un gesto suave como si fuera una nota de aprobación que merece por su buena memoria, —pero sigues sin comprenderlas. Yo sigo sin arrepentirme de haberlo hecho, no creo que lo haga nunca, lo haría otra vez— digo, es cuando lo entienda, porque el pasado no podrá cambiarse por fuerte que sea su reproche, que habremos llegado a un punto en el que podremos coincidir y a partir de ahí…

Callo cuando su reclamo llega, claro que llega, decirle la verdad lo consideraría una vez más como un intento de justificación de mi parte, contarle que ese dinero quedó entre las sábanas de aquella cama prestada donde estuvo llorando por días luego de nacer, parecerá que es otro intento de ganarme su simpatía, más probablemente reciba escepticismo. —Podría haber abortado si así lo hubiera querido, y no hace falta, en verdad no hace falta que digas que lo hubieras preferido. Pero no pude hacerlo porque eras algo que crecía indiferente a lo oscuro que afuera lo era todo, fue la angustia de saber que nacerías para ser parte de esa vida conmigo lo que me hizo odiar el día que naciste y no iba a retenerte, no iba a hacer que te enfrentaras a algo a lo que ni siquiera yo podía vencer, sino solo sobrevivir— explico, mi postura no se quiebra un ápice, me mantengo rígida a la dureza con la que el viento del acantilado me azota. —No te elegí un nombre, no. No usaré el que te dieron. Elegí que fueras una Lancaster, eso eres para mí. Elegí una familia para ti que los galeones que me pagaron eran nada en comparación a todo... lo que te dieron— esto ya se lo dije, —y para que entiendas qué de valioso tiene eso, tal vez necesites saber qué hubieras sido de no ser una Lancaster. ¿Qué crees que hubiera sido de ti siendo criada por una bruja marginal que luego se convirtió en una paria? ¿Cómo hubieras crecido sabiendo que tu padre era un muggle fugitivo? ¿Qué sería de ti ahora teniendo a tu padre declarando su odio a los magos como un terrorista, metiéndote a ti misma por ser bruja dentro de ese odio? Lo sé, sé que no quieres saberlo, pero no puedes ignorarlo. Porque algún día lo tendrás frente a ti y debes saber a quién estás mirando.
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Puede que me esté mostrando más terca de lo que acostumbro a ser, y eso, considerando que tengo una larga lista que me he llevado al bolsillo de situaciones que he ganado solo por mostrarme cabezota, es decir mucho. No puedes pedirle peras al olmo, como tampoco puede pedirme que sea comprensiva cuando ni hace cuatro meses atrás, su respuesta a mi existencia fue básicamente nula. Si hay algo por lo que también tengo fama, es por ser resentida. — No me creo que lo sepa todo, creo que te estás equivocando con eso. Desconozco más de lo que me gustaría admitir, eso incluye tu vida, las personas que la formaron si es que siquiera te dignas a ofrecerles un lugar en tu historia, pero en lo que a mí respecta, tengo los datos suficientes sobre ti como para saber lo que esperar. — que no se engañe, ella misma me los ofreció en nuestro último y único encuentro hasta el momento. Y es que, aunque me cueste reconocerlo, me siguen doliendo sus formas. — Tienes razón, no las comprendo, no entiendo como una madre puede despreciar tanto a su bebé que se niega a alimentarlo, ¿qué clase de animal tienes que ser para negarle lo único que puedes darle sin pagar un galeón por ello? — la respuesta la tengo frente a mí en cuanto mis ojos enfrentan los suyos. Se convirtió en una bestia mucho antes de ser mordida, cuando ni siquiera fue capaz a recoger a su hija en sus brazos, algo que, hasta donde yo sé, no cuesta una mísera moneda. Ella puede decirse todo lo que quiera, sobre sus intenciones nobles y motivos por los que hizo lo que hizo, pero al final del día, me aborrece desde el momento en el que nací, eso no hay quién lo cambie, no hay excusas que lo justifiquen.

¿Lo hubiera preferido? ¿Qué importa? Si hubiera abortado no estaríamos teniendo esta conversación y yo ni hubiera existido para preguntarme si es la opción que hubiera escogido de poder hacerlo. Recae en sus actos y decisiones, esas que nos tienen plantadas sobre las rocas como dos extrañas con nada más que un lazo compartido. No somos más que eso, ella se aseguró de ello. No puedo creer que aun así siga colocándose en el papel de víctima, y no os equivoquéis, yo tampoco me estoy adjudicando ese rol, solo me parece irónico que siga jugando esa carta cuando es evidente que no es a mí a la que tiene que convencer, sino a ella misma. — Como dices, hay muchas cosas que no entiendo, pero la duda que más me intriga resolver es por qué, por qué haces todo esto, ¿qué pretendes conseguir? ¿Quieres mi comprensión? Te diré que la tienes si de esa forma te sientes mejor. — escupo, quizá con cierta altanería en la voz. Esa que se va perdiendo para dar paso a una expresión de incredulidad que no creo que me quepa en el rostro de lo mucho que me rebotan sus insinuaciones dentro de las paredes de mi cabeza. ¿Que mi padre qué? Inconscientemente, en serio, sin apenas darme cuenta, me estoy riendo de ella de puro escepticismo. — ¿Pero acaso te escuchas cuando hablas? ¿Qué clase de películas te montas para poder sobrellevar tu día a día? — la risa se va apagando poco a poco hasta mirarla, aunque la curvatura se mantiene en lo que mis cejas se fruncen en incomprensión. — Tienes que tener un serio problema si de verdad te crees tus propias mentiras, es patológico, ¿lo sabías? — no sé qué es lo peor, si que se crea ella sus propias mentiras, o que pretenda que yo me las tome en serio.
Alecto L. Lancaster
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I've been made to walk alone all the way through my life · Alecto IqWaPzg
Invitado
Invitado
Todo lo que recibo de su parte es un rechazo rotundo, no expresado con la misma furia del encuentro anterior, sino con esa postura suya de impedir que cada cosa que digo traspase su muro de aparente indiferencia y desinterés a todo lo que tenga que ver conmigo, como si yo no conociera el odio y si me odiara en verdad, que sé que lo hace, nada de lo que le digo puede serle indiferente. —Si crees que en ese momento te desprecié de la peor manera humana posible, no te haces una idea de lo que me despreciaba a mí misma— escupo en respuesta, pasando por mi garganta la única razón que tengo para justificarme, que algunos hasta podrían decirme que es válida, que ocurre, que no fui la mujer que lo atravesó, y yo misma me niego esa posibilidad de excusar mis acciones porque no creo que lo merezca, porque incluso llegar al estado de una depresión después de parir es algo que me culpo a mí misma por acciones que van desde mucho antes que ella fuera una pensamiento en mi mente, pero sí coincide con el tiempo en que conocí a quien, por todas las desgracias del mundo, le tocó como padre. Si tan solo se hubiera mantenido escondido como tantos otros muggles fugitivos, sobreviviendo por lo bajo, sin fastidiar a nadie, pero no…

Lo que estoy tratando de hacer es…— muerdo mi propio fastidio entre dientes, —si tanto me pides que te reconozca como hija y no como una simple extraña, es lo que estoy tratando de hacer. Que lo haga obliga a que me escuches y que te devuelva todo lo que te ha tocado como tal— el resoplido que sale de mis labios trata de ser un suspiro más amable, procuro no perder la paciencia con ella y me lo pone difícil al actuar como una estúpida que se niega a querer entender lo que le digo, le contesto con una carcajada seca. —Alecto— esta vez si la llamo por el nombre que le dieron, ese que fue parte de todo el engaño sobre su nacimiento que montaron a su alrededor, —si fuiste la primera en querer romper y salir de las mentiras que te contaron haciendo reclamos, no te engañes a ti misma al darte de frente con la verdad. Al final de todo, te sientes enojada por darte cuenta que no conocías más que mentiras, pero no sé si es porque lo heredaste o porque lo tomaste de tu entorno, resultará que la que más mentiras te cuenta eres tú misma. ¿Eso es lo que sueles hacer o esta es la primera vez? ¿Cuándo hay algo que no quieres admitir te convences a ti misma de que no puede ser cierto? ¿Eso es lo que haces en la vida? ¿Te gusta caminar a oscuras porque te da una excusa de ir golpeando todo a tu paso?— la provoco, porque al final de cuentas soy yo la que quiere saber qué tipo de hija tuvo, o como bien dijo Hermann, qué hija pudo nacer de nosotros. —Tu padre es Hermann Ritcher— no le doy más vueltas, espero a que haga lo que quiera, irse, quedarse, hacer preguntas, huir. —Puedes hacer de eso lo que quieras, una mentira o una verdad, lo que quieras. Yo ya lo dije, algún día te lo encontrarás y espero que no dudes en atacar. Él no dudará.
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
¿Y se supone que eso me tiene que servir de consuelo? — bufo en cuanto se le ocurre que la mejor manera de defender su postura es victimizándose todavía más, haciéndome que me pregunte internamente si es lo único que sabrá hacer. Desde luego no es el testimonio que he recibido de personas a las cuales he preguntado sobre ella, tampoco lo que dicen los informes que leímos con Dave para hacernos una idea de la clase de persona que es, incluso cuando no necesitaba más que nuestro primer encuentro para tener una visión clara de sus motivaciones. — Puedes tratar de justificar tus acciones todo lo que quieras, algunos incluso te creerán por tu miseria. La realidad es que te vales de excusas que has usado para auto convencerte de que son válidas en justificación a tu propio ego, ese que tienes tan subido que eres incapaz a decir lo único que podría respaldarte. ¿Sabes lo que todavía no escuché hasta ahora? — la miro, casi como si estuviera esperando a que ella misma se dé cuenta incluso cuando la expresión en su cara, esa que debe mantener todos los días de su miserable vida, me dice que sería lo último que se le pasaría por la cabeza. — No escuché ninguna disculpa de tu parte, ¿perdón es tan difícil que escupas de tu boca? No, sé lo que está pensando, que no vas a disculparte por darme una vida mejor y asegurar un futuro distinto al tuyo. No me refiero a eso, me refiero a lo que eres, como persona, tú para mí. Eres mi madre y te da tanto asco que lo diga, reconocerlo, que en mi momento más vulnerable ni siquiera fuiste capaz a tocarme. — ya ni diré alimentar a ese bebé, hasta donde sé podría haber muerto de hambre, ¿se puede morir de pena? Estoy segura de que lloré más de lo que he llorado en toda mi vida, quizá sea por eso que no derrame una lágrima, que no lo haya hecho con frecuencia nunca, ni siquiera en mi infancia, me sequé ya cuando era bebé.

No, no quiero que me reconozca como su hija, ya ni siquiera deseo una disculpa, no es como si la hubiera deseado nunca, eso ha sido un momento de debilidad que no se volverá a repetir, porque está claro con quién estoy tratando, del mismo modo que ella sabe con quien está hablando cuando menciona mi nombre. No me puedo hacer ajena a la conversación cuando lo hace, sí me siento un poco fuera de mí misma al recibir ese ataque tan personal, precisamente a mí, que siempre he tratado de dirigirme dentro de la honestidad, tiene la osadía de decirme que estoy viviendo una mentira creada por mí misma. — Debí heredar de ti ese sentimiento de destrozar todo a su paso, entonces. — respondo con frialdad a su última pregunta retórica, lo que me hace darme cuenta de que mi primer instinto es defenderme con ataques del mismo calibre, tan parecida a ella que siento un pinchazo por otra similitud ignorada, esa que se aleja mucho de las simples características físicas que saltan a la vista. Más eso no es lo peor, lo peor es la sensación de vértigo que acude a mi estómago cuando continúa, advirtiéndome de que en cualquier momento las arcadas van a apoderarse de mí, si fuera posible ser más pálida ya se me habría borrado todo el color de mi rostro, pero me siento incapaz a decir nada sin hacer de mí una figura de cristal hecha pedazos. Es obvio que me siento personalmente atacada, lo delata cada facción en mi rostro cuando mi mirada se encuentra con la suya, pero lo único que soy capaz a hacer cuando el azul de sus ojos choca contra la intensidad de los míos, es devolver el ataque con lo peor que se me ocurre: — Así que eso es lo que eras, la puta de un jodido terrorista, y ni siquiera tuviste la decencia de abortar. — le espeto en toda la cara, con la intención de no hacer mío el sentimiento de odio hacia todo esto, sino devolverlo a donde debe de estar, dentro de ella, porque si esta es mi verdad, no la quiero.
Alecto L. Lancaster
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I've been made to walk alone all the way through my life · Alecto IqWaPzg
Invitado
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¿Qué? ¿Qué demonios quiere escuchar de mí? Muestro mi frustración a sus reclamos caprichosos al mover mis manos en el aire, alentándola a decírmelo. —¿Qué es lo que quieres oír?— sueno tan enfadada como me siento, si bien debería decir que es cansancio, no rabia. He puesto todo en palabras para ellas, lo único que no he hecho fue darle las razones que apelarían a una comprensión que ya no espero encontrar en ella, terca como es en su determinación de sentirse enojada conmigo. Y no, perdón no es un ruego que saldría de mis labios, es la palabra más remota que podría haber conjurado mi mente. Comprensión, compasión, quizá, algo que algunos podrían llegar a decir que es amor al recibirlo como un gesto, eso que ella pide no es algo que hubiera pensado por mí misma. —Desconozco lo que es el perdón como para esperarlo o siquiera pedirlo— simple y tan claro como eso, he respondido al mundo de la manera que me han tratado, he hecho de mis actos una respuesta a cada mierda de trato, que he olvidado todo aquello que al transcurrir el tiempo, dejo de ser algo presente en mi vida. ¿Perdón? No lo conozco, todo lo contrario, de lo que me he sujetado toda la vida es de un orgullo que mató esa palabra para mí. —No voy a arrastrarme por tu perdón— se lo digo a ella, tan despectiva como puedo ser, aunque sea un discurso conocido en mis labios.

Lo que sea que diga tiene esa fuerza necesaria para ser manos presionando mi garganta, tengo que tragar saliva para quitarme esa sensación de estar ahogándome, porque alguna vez creí que podía ser de una manera distinta y no fue así, es una certeza irrefutable, heredada a mi única hija, de que lo que sea que esté en nuestro paso salga dañado y puedo evocar rostros como testimonios de prueba. — Debe ser así— es lo que puedo contestarle, mi voz endureciéndose al hacer una sentencia sobre ambas, sintiendo pena por ella. Esta es la hija que nació de mí, no, no es respuesta a cómo sería la hija que tuve con Hermann, sino a qué tipo de criatura podía nacer de mí y la repaso desde los pies hasta su rostro, hubiera esperado que sea diferente al estar apartada de nosotros, de mí, no fue el caso. Las crías de las bestias, aun siendo colocadas en cunas de oro, crecen para mostrarse como bestias y lo que me queda es incitar a sus instintos a que actúe con un blanco fijo al cual despedazar, ese que viene a destruir todo lo que es bueno para ella y para mí, lo poco, lo mínimo que es bueno para nosotras, que tal vez no merecemos, pero lo tenemos. — No lo hice— digo quedamente, —así que te toca remediar eso. ¿Alecto, no? Si haces honor al nombre que te dieron, quizá tu nacimiento tenga algún sentido— musito, dando los pasos que me colocan rozando su hombro. —Y aunque no lo quieras, no es como si tuvieras posibilidad de que sea diferente. Somos quienes somos— susurro, —espero que cumplas con eso de seguir destruyendo todo a tu paso, es de lo que estás hecha— me aparto para seguir caminando, podría desaparecerme de un momento a otro, dejarla sola con esa condena y me detiene el nudo en mi garganta que me dice que me quede, que me dé la vuelta y no vuelve a hacerlo esto, no a la única persona a la que debería cuidar, no lastimar, por tarde que sea para hacerlo.
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
¿Esperaba una respuesta diferente a la que me da? Pues la verdad es que no, siendo sincera el único motivo por el que he hecho una petición semejante es porque a pesar de estar segura de la posición que tomaría, esa que nunca se ha molestado en ocultar, al menos no conmigo, también quería ponerla a prueba. No se lo digo, porque si ha llegado hasta este lugar en el que está parada ya debería saberlo, también me quedo callada porque no siento ni necesario malgastar mis palabras con alguien a quién le van a entrar por una oreja y salir por la otra, porque eso es lo que ocurre con gente como ella, es este mismo comportamiento el que le ha llevado a donde está ahora. Y no, no me refiero a ningún puesto de trabajo, a ningún rango que se le pueda adjudicar con una placa que lucir en su uniforme cada día, sino a esto, precisamente a esto, la soledad que se marca ella sola. Con nada más que una mirada es capaz de alejar a la primera persona que intenta acercarse, no me malinterpretéis, esa no soy yo, lo que expresan mis ojos es una cosa muy distinta a la de alguien que trataría de mantenerla cerca. — Toda la vida tratando de imponerte por encima de cualquiera, y lo único que logras producirme es lástima. — no asco, como bien sé que he llegado a sentir hacia su persona, ni tampoco lágrimas, de esas las derroché siendo una inconsciente, el único sentimiento que se apodera de mí es eso, pura lástima.

No tiene caso decir que mi nacimiento tuvo algún sentido, porque es obvio que lo único que mi madre supo disfrutar y quién sabe, quizá lo siga haciendo, las posibilidades son infinitas, es que Richter se la metiera. Solo de pensarlo me produce arcadas, el saber que soy fruto de semejante engendro, también de una perra que solo sabe mirar por sí misma, pero no lo suficiente como para ser egoísta hacia alguien más también, incluso cuando quitarme la vida no hubiera sido precisamente un acto egoísta, sino de piedad. No me da tiempo a soltárselo, centrada en ese primer pensamiento ignoro todo lo siguiente que tiene para decir, cuando su movimiento me indica su partida y sus palabras deciden regresar a mi cabeza como un efecto rebote parecido al que haría una pelota de tenis. — ¡¿Es eso lo que vas a hacer siempre?! — grito lo suficientemente alto como para que me escuche, que entre la brisa fuerte del mar y su distancia dudo que pueda hacerlo si no lo hago. — ¡Eres una maldita cobarde, todo lo que sabes hacer es huir! Huyes, porque no sabes afrontarlo, ¡todo te queda grande! Vas por ahí fingiendo que tienes poder, que nadie puede ponerte un dedo encima sin que tú los muerdas primero, y sí, puede que lo hagas, pero eso no oculta, ni lo hará nunca, el hecho de que ni siquiera tú te haces frente a ti misma. — trato de mantener el mismo tono de voz en mi respuesta, pero soy consciente de que la misma va bajando en intensidad, si quiere escucharlo será ella quien tenga que dar el paso al frente. — Así que adelante, vuelve a salir corriendo, salta de una piedra en otra y húndelas en el proceso, ¿qué importa? Es obvio que jamás vas a mirar atrás para ver el desastre que tú misma creaste, eres demasiado cobarde como para hacerlo. — le espeto, es lo que ocurre cuando uno dice ser una cosa, pero en realidad es el miedo hablando, uno que probablemente ni sepa que está ahí porque es demasiado orgullosa como para admitir que es un jarrón roto que nadie se molestó en reparar.
Alecto L. Lancaster
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Mi espalda se mantiene erguida a esa verdad que me lastima, sigo mirando al frente pese a que nada en mi semblante muestra como sus palabras se me clavan dentro como filosos cristales de algo que se rompió y seguimos removiendo entre sus pedazos. Hacer daño también es una manera de pedir atención y entiendo que es lo que quiere hacer, lo logra, aunque no reconozca nunca ante ella de que es capaz de hacerlo, que le es más fácil de lo que cree. Todas las palabras que escupan sus labios tendrán la capacidad de herirme, porque conozco mi falta, soy consciente de todos mis defectos y vicios, huir solía ser uno de estos. Debo recordarme a mí misma que ya no lo hago, abrir mis ojos a la intensidad con la que el mar golpea los riscos, para darme la vuelta y mirarla de la misma manera en que he venido haciéndolo desde hace años, porque apartar la vista te demuestra débil, si quieres sobrevivir, miras a los ojos a lo que sea que te de miedo. —No estoy huyendo, me aparto de ti para que puedas seguir escondiéndote en tu vida de juguete si eso quieres, y pienses en todo lo que te he dicho, el día que tengas la madurez de afrontarlo. Para odiarme has juntado bastante razones, no tengo más para darte, así que si quieres que me quede para eso, dime, ¿qué otra cosa quieres que te cuente? ¿Te hablo de tu padre? ¿De lo basura que era con su esposa? ¿Sus hijos? ¿Quieres que siga alimentando tu odio hacia todo?— pregunto, escudándome en esto, porque no sé hacer otra cosa que provocarla a que me desprecie aún más, cada vez queda más claro que es todo lo que voy recibir y lo que merezco de ella.

Tuerzo mi boca en una sonrisa que está de acuerdo con ella, es tarde para cambiar todo lo que pasó, entre las circunstancias impuestas y los anhelos, están los hechos sobre los que no puedo volver, quedaron escritos y sufro de la enfermedad opuesta a la de mi madre biológica, mi memoria no olvida nada de lo que ocurrió. ¿Y ella? Poso mis ojos en su rostro que se parece al mío, ella ni siquiera es parte de los recuerdos que cargo como historia, elegí que así fuera y la hice una desconocida, sigo creyendo que fue lo mejor, así que nunca habrá una disculpa en mi boca. —¿Tú que harás? ¿Serás tan hija mía para comportarte también como una cobarde?— la insto a que tome para sí toda la mierda que me arroja, —¿te harás cargo de toda la verdad que no te gusta escuchar o huirás dentro de tu mente?— yo solía hacerlo, estuve sola dentro de mi mente por años, escondiéndome, asustada y temblando, respirando miedo. El miedo llega a ser tan intenso que se vuelve agresividad para poder escapar y haces esto, te conviertes en algo que choca con todo a su paso. Ella parece una fierecilla rabiosa, a la que golpeo para seguir despertando su instinto más furioso, lo que la convierta en alguien que pueda saltar sobre la garganta de Hermann de tener la oportunidad, como su hijo nunca tendrá el coraje, ni Phoebe puede hacerlo sin que luego la carcoma la culpa, sobre todos sus propios remordimientos internos. Mis pasos lentos me colocan delante de ella, mirándola con detenimiento. —¿Es algo que harías?— inquiero, —¿matarías a alguien que se lo merece?—, como su padre o como yo, eso queda implícito.
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Alecto L. Lancaster
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Puede decirme todo lo que quiera, sobre que me está haciendo un favor, sus palabras no son más que un ejemplo de sus intentos de hacerme rabiar, pero lo que queda bien claro para mí es que es una mujer que no sabe esconderse de sí misma, de su cabeza y sus pensamientos, esos que la obligan a volverse de piedra frente a cualquiera que pueda hacerle un mínimo de bien. No puedes huir de ti mismo, eso lo sé bien, llevo bastantes semanas de comprobarlo, por mucho que quiera, no puedo negar de donde provengo y eso es lo que me hace despreciar mi sangre todavía más. Irónico, siendo lo que una vez utilicé como respaldo para todas mis emociones y acciones frente a los demás, que sea lo que ahora se vuelve contra mí. — No me hables de esa rata como si fuera algo que me afecta, porque te juro que… — tengo que morderme la lengua para no soltar cualquier cosa, regresando la vista que he apartado de ella solo para volver a posarla sobre sus ojos. — No me importa él, ni me importas tú, a partir de mañana tú puedes seguir con tu camino, que yo seguiré con el mío, no necesito nada de ninguno, está claro que esta relación siempre estuvo hecha para hacerse pedazos, y menos mal, porque ni tú ni yo vamos a hacer que esta conversación siquiera existió, ¿de acuerdo? Puedes llamarme cobarde, inmadura o que me escondo en mi vida de juguete, pero te recuerdo que fuiste tú la que me condenó a ella, así que ahora no me vengas con que sabes lo que es mejor para mí. — le escupo, intento volcar sobre ella todo el daño que estamos jugando a lanzarnos como si de una pelota de tenis se tratara. — No volverás a mencionarlo como mi padre, como tú tampoco harás como mi madre, eso es todo lo que querías, ¿no? Espero que por la que cuenta que trae, incluyas también al hijo de puta que supo dejarte embarazada en ese mismo paquete. — porque si algo de esto me ha quedado más que claro, es que no me dejaré arrastrar más por ella, ni buscar una pizca de lamento en su interior.

Me haré cargo de lo que tenga que hacerme cargo, pero hasta donde yo sé, ninguno de los dos influye en mí en lo más mínimo, por conveniencia tuya o no, sigo siendo Lancaster y eso es todo lo que voy a necesitar, ni tu nombre ni el de esa escoria me interesa, ni me representa, esa es mi verdad y a la que me voy a atener. — si es lo que le interesa saber a ella, que no soy hija de nadie, soy hija del mismo aire que supo esfumarlos de mi vida y con razón lo hizo, porque deseo alejarme tanto que volverme junto al viento me resulta la única forma de poder regresar a donde pertenezco, que es a la nada misma. No tiembla mi mirada ante esa pregunta en lo que se acerca más a mí, a esta distancia me doy cuenta de que no solo en rostro nos parecemos, también en carácter. — Mataría a todo aquel que se impusiera en contra de mi persona y en completo acto de defensa. No juzgas a una persona por que se merezca morir, la juzgas por si merece vivir, son cosas completamente distintas y está claro que tú no conoces la diferencia. — apenas entorno la mirada hacia ella un segundo. — A diferencia de ti, yo no me considero dios, no me creo con el poder para decidir quién muere y quien vive, es evidente que solo te mueves por venganza, si no ni siquiera estarías en tu lugar, para empezar. Ahora dime… ¿y tú? No… no me refiero a si has matado, eso ya sé que lo has hecho, mi pregunta es si disfrutaste con ello, ¿te fue tan placentero como te prometió la venganza o es otra de las razones por las que no puedes vivir contigo misma? — alzo una ceja, observándola atentamente a la espera de cualquier reacción súbita.
Alecto L. Lancaster
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I've been made to walk alone all the way through my life · Alecto IqWaPzg
Invitado
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Solo yo sé lo que me ha costado armar esta mujer que soy, que muchos conocen como Rebecca Hasselbach, por debajo de toda esa coraza hecha de los pedazos que iban dejando los cortes de las heridas, hay una chica con la desgracia de llevar mi sangre que me hace actuar de esta manera en la que me desconozco, provocando una discusión en la que llevo las de perder y procuro agitar en ella un odio hacia su padre que me permita manipularla para la más baja de mis intenciones, porque mi desprecio a ese hombre me ciega, porque el desprecio es de lo que me valí toda mi vida para convertir mi camino en una lucha y no en un martirio, usarla me hace creer que eso nos colocará en los lugares que nos corresponden, que esto es lo que hago, también insto a mi hija a asesinar a su padre porque eso me permite confiar en la persona que soy. Es una relación condenada a no ser, que lo diga me lo deja tan claro, acaba con mi manía eterna de apartar a alguien para volver a acercarlo, haciéndome daño a capricho como una necesidad de la que no puedo librarme. Su rechazo rotundo a quienes somos y a cómo eso pueda afectar a su vida, me coloca a la distancia que me permite ver esto por lo que es, la única hija que podría haber tenido en la vida me desconoce, no hay ningún influencia que pueda tener en ella porque renuncié a todo cuando la entregué a otra familia, y me recuerda más nítidamente que nunca, que por debajo de la mujer que soy hay otra que llega a sentirse agradecida de que la hija que tuvo acabe con el karma. Así que cuadro mi mandíbula, revisto mi semblante de desprecio a su rebeldía. —Mi verdad te la dije, elige la tuya y el tiempo dirá si puedes atenerte a ella— musito, resignándome en silencio a que esta es una despedida real, tal vez es lo que necesito.

Si la vida hubiera seguido otros rumbos, quizá sería capaz de verme en sus palabras como un espejo en el cual cada una está parada de un lado, sin embargo, el lugar que me toca es ese que ella lo deja explícito. Hace mucho que me coloqué en el lugar de los que matan porque pueden hacerlo, es un sitio oscuro del que no pienso moverme, quizá alguna vez me negué a estar parada aquí y es lo único que me ha dado un real sentimiento de pertenencia, tal vez era donde debía estar, así debía ser. —No me creo dios, ni tampoco soy un demonio al que mueve el placer como razón para matar a alguien— aclaro con un tono pausado. —La vida de todos es frágil y lo único que he hecho es cortar ese hilo, que seamos existencias frágiles no es mi culpa, ni tampoco me cargaré de culpa por simplemente cumplir con algo que está marcado desde nuestro nacimiento— esa es mi lógica, la de la naturaleza misma que comprendí del todo al verme transformado en licántropo. —Hice lo que tenía que hacer, había personas que debían morir así que eso fue lo que ocurrió— tan sencillo como eso, indiferente como soy a la suerte de las personas que nada tienen que ver conmigo. Porque soy humana al final de todo, cuento con los dedos de una única mano las vidas que no tocaría, de las que me pondría por delante y al mirarla, estoy en la duda de si incluirla o no. Más no sea como una compensación tardía al abandono, que con cada minuto de nuestra charla confirmo que fue la mejor decisión, debería incluirla. —La venganza para que sea placentera nada tiene que ver con la muerte, ese final le quita lo placentero. Y no, las muertes que he causado no son la razón por la que me cueste vivir conmigo misma, para nada. Son otras las razones y todo lo que tendría que haber sido bueno, como una familia, amar a alguien, un hijo… soy de las personas a las que lo peor que les puede pasar es algo bueno— supongo que hay personas que no estamos hechas para tener algo así, y si lo que pude ver en todo estos años no es tan errado, la mayoría de las personas no lo están, por mucho que deseen algo bueno. Y puesto que no hacemos más que estropearlo, hay que saber reconocer qué cosas dejar como están, libres de nuestra influencia dañina. Así que me alejo de ella como debe ser para reemprender mi vuelta a la base. —Ya está todo dicho— concluyo, —quédate con tu verdad, Lancaster—. No vacilo en esta ocasión cuando le doy la espalda al alejarme, sé que estoy dejando atrás a una hija que ha decidido que no se parece a mí, ni a su padre, y por primera vez siento una paz que no es para mí, sino para alguien que fui, de que alejarme en el momento que tenía que hacerlo, por cruel que me digan que puede ser en una madre, puso a resguardo a lo único que en verdad importaba que salvara de mí.
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