The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Suspiro al firmar un papel más y en un esfuerzo por conservar la paciencia, me desahogo en el gesto vago de rascarme una ceja. La página al girarse es el sonido que se escucha en la recepción silenciosa, con un golpe de la lapicera al terminar el último garabato, informo a la secretaria que cumplí con toda la formalidad de este trámite y pido para poder ver al miembro de mi escuadrón que terminó en este sitio luego de una redada en el norte. Cada tanto hay un altercado con los repudiados que desde la posesión del distrito 9 ¾ por parte de Kendrick Black y sus rebeldes, se siente más de ánimos para mostrarse revoltosos con los agentes de seguridad. Encontrarse con que más de uno de estos repudiados es en realidad un mago, que en el tráfico corriente de esos distritos supo hacerse con una nueva varita, enoja tanto por sentir que a veces nos ven las caras de estúpidos. Por las venas salientes que pude apreciar en la garganta de mi soldado y como éstas trepaban por su mandíbula, me temo que su cara será peor que la de un idiota dentro de unas horas si no logran revertir el hechizo.

Mientras espero a que se me permita entrar en la habitación luego del control de una sanadora, me entretengo en el pasillo de esta ala del hospital mirando el ir y venir de las camillas con sus pacientes, el blanco impoluto y el olor característico de estos lugares me golpea la nariz con una añoranza que pocas personas deben sentir, muchos evitan estos lugares. No obstante, cuando sigo con los ojos a los sanadores con batas al alejarse conversando sobre historias clínicas, me fijo en la textura de mi propio uniforme y recuerdo que en algún momento de mi vida, este era el sitio donde quería estar, no en el campo de batalla. Levanto mi mirada hacia una puerta entreabierta, vagamente se forma para mí la imagen de una mujer recostada debajo de las sábanas, mi madre adoptiva agonizando por una enfermedad que nunca le dio descanso.

Mis pies se mueven hasta el umbral y separo un poco más la puerta del marco para poder ver que en vez de una mujer, se encuentra una anciana. No mido cada paso que doy, simplemente me hallo al borde de la cama, mirándola dormir desde arriba. Debe tener el sueño ligero porque se revuelve al sentir mi presencia. Rodeo la cama para quedar de frente y la anciana va desprendiéndose de su sueño para entreabrir sus ojos, me golpea que en su pálido rostro brille con tanta intensidad el azul de su mirada. Me demoro en este momento por un segundo, dos segundos. Soy yo quien percibe otra presencia, cruzo la vista con la del sanador que acaba de entrar, descruzo mis brazos de inmediato y abandono la rigidez de mi postura. —Disculpe— pido dando un paso hacia atrás.
Anonymous
Gavin J. Park
Miembro de Salud
El trabajo nunca termina. Un paciente sale y dos más entran en su lugar, la cantidad de trabajo en urgencias es algo a lo que siempre estuvo acostumbrado desde sus inicios como practicante, el estar ahogado en trabajo es su pan de cada día y bien puede decir que su trabajo es todo menos aburrido pero incluso él, quien gusta de los retos difíciles y pruebas constantes no puede contra el tema más difícil; la muerte de un ser querido. Bien dicen que los médicos no pueden tratar a sus propios familiares porque sus procedimientos y la mente fría no cuadran mientras escuchan el grito de auxilio de su hermano, primo, tía o madre. Gavin sabe que no debe relacionarse de más con ningún paciente por lo mismo pero a la paciente de la sala veintitrés parece no importarle ya nada porque el Sanador pasó a ser la única persona que le visita desde su ingreso.

Desde hace un par de semanas que Gavin le visita incluso cuando no es el médico que le trató desde el inicio y bien podemos decir que todo comenzó cuando, en una de sus guardias escuchó un llanto que trataban de mantener oculto y aunque sabe que hay muchas personas que se sienten deprimidas por su estado anímico dentro de cualquier hospital, ese llanto le recuerda demasiado a su abuela, por ello es que ingresa a la habitación y se topa con una mujer de no más setenta años quien está totalmente vulnerable, desolada y con un llanto que le rompe el corazón, su primer impulso es acercarse a comprobar que está bien pero sabe que ese llanto no es de dolor físico sino emocional, por ello es que quiere darle algo de privacidad y comienza a avanzar en dirección a la puerta cuando la mujer, como puede, se las arregla para detener el llanto extendiendo su mano en dirección al Sanador quien rápidamente entiende lo que quiere decirle. Desde ese momento Gavin se toma sus ratos libres para ir a la cafetería a conseguir algún postre bajo en azúcar para sacarle una sonrisa a la mujer que responde al nombre de Bathilda Wagner; una viuda que tiene hijos que prefieren enfocarse en su trabajo que en visitar a su propia madre, pasando ese poco interés a los tres nietos que la mujer le contó a Gavin tenía y que tenía más de seis años que no los veía.

En cuanto el reloj marca su hora de comida, Gavin baja en dirección a la cafetería de donde toma una gelatina de frambuesa, un sándwich de pollo, un yogurt y una lata de soda de limón antes de tomar camino en dirección a la habitación de la mujer. No le toma más de cinco minutos llegar y en cuanto abre la puerta puede notar que hay alguien más en la habitación, su impulso inicial es salir pero al ver que la mujer sigue dormida, prefiere dejar primero la gelatina para que pueda comerla cuando despierte y es ahí cuando la desconocida se percata de su presencia, Gavin deja la gelatina y el sándwich sobre la mesa cercana a la cama y le dedica una sonrisa a la mujer — No te disculpes, ¿Eres nieta de Bathilda? — pregunta antes de dirigir una vista a la mujer de ojos azules quien parece algo confundida pero a la vez feliz de tener visitas una vez más — Buenas tardes Bathilda, hoy te he traído gelatina de frambuesa, espero que te guste, aunque seguro que estás feliz de tener a tu nieta aquí ¿No es así? — sonríe una vez más a la mujer quien lamentablemente no de momento no puede hablar y saca una cuchara de su bolsillo la cual envolvió con una servilleta para meterla en el vaso con el postre — lo siento, no sabía que venías, tengo una cajita de yogurt bebible y un refresco de limón ¿Cuál de los dos quieres? — cuestiona a la mujer mientras acomoda las almohadas detrás de Bathilda para que quede sentada y pueda comer sin problemas.
Gavin J. Park
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Invitado
Invitado
¿Mentir es algo que sea conveniente hacer en esta ocasión? Podría decir que sí, que soy la nieta de esta mujer que se llama Bathilda, si su mente está tan desorientada como lo demuestran sus ojos, ni siquiera lo negará. Lo haría, sostener un engaño ha sido parte cotidiana de mi trabajo cuando buscaba como sobrevivir en la pobreza de los distritos del norte, en ese entonces los chantajes me dejaban más galeones en las palmas de mi mano que otras maneras. Los buenos engaños daban la ganancia que me mantenía un par de semanas. Mi boca tiene práctica más que suficiente en decir mentiras, pero con los años me ha quedado más que claro qué cosas las hago porque son necesarias y de cuáles puedo prescindir, reconocerme límites es lo que consiguió que tenga una mente mucho más clara que personas que estuvieron antes que yo. —No, no soy su nieta— decir la verdad es lo más conveniente, no me arriesgaré a un par de preguntas o a la lucidez de la anciana que pudiera descubrirme si me hago pasar por un familiar.—Se parece mucho a mi propia madre, por eso entré. No quería molestar a nadie, se veía…— deslizo mis ojos por las sábanas de la cama hasta dar con el rostro demacrado de la mujer, —muy sola.

No es toda la verdad, más que a mi madre me recordó a mí misma, sobre todo por ese azul intenso en rasgos marcados por el cansancio. Quizá tampoco a mí, sino a algo, mucho más profundo, a una región callada de mi mente que está queriendo decirme algo y por eso hace que choque mi mirada con la de esta anciana que pierde su interés en mí para centrarse en el sanador que le ofrece un postre, así como también me lo ofrece a mí. Coloco mi mano en alto para rechazar suavemente su ofrecimiento. —No hace falta— contesto, es mi respuesta instintiva, he perdido la costumbre a la amabilidad y me provoca un inmediato rechazo cuando lo recibo, he tratado de no ser brusca porque no he perdido la capacidad de diferenciar cuando alguien lo hace con buena intención, en lo que respecta a mí, simplemente es mi manera de mantener distancia. —¿Qué es lo que tiene?— consulto, puesto que este es el ala de daños por hechizos, mis suposiciones se centran en una hipótesis tal vez incorrecta, la que viene a mí porque los recuerdos se imponen a los conocimientos de casos. —Mi madre sufrió de un obliviate mal realizado, su mente nunca logró recuperarse del todo de ese daño. La acompañaron lagunas mentales toda su vida…— murmuro, mis ojos puestos en la nada. —Había un vacío donde estaba su pasado, pero tampoco lograba retener mucho de lo que le sucedía luego.
Anonymous
Gavin J. Park
Miembro de Salud
Gavin escucha en silencio a la mujer que analiza con la mirada, el uniforme que lleva puesto es muy similar al que ve a diario, no sabe mucho sobre las fuerzas de defensa que hay en Neopanem pero puede deducir que ella pertenece a una — No sólo se ve sola, lo está — Gavin terminar de acomodar a la mujer y le tiende la gelatina la cual recibe muy contenta, intentando prestar atención a la charla que se desarrolla frente a ella — es viuda, tiene tres hijos y cinco nietos, todos fueron informados de su situación actual pero ninguno tiene tiempo suficiente para venir hasta acá a visitarla, sólo se aseguran de que su estancia en el hospital esté cubierta económicamente como si eso fuera todo lo que ella necesitara de ellos — Gavin odia a las personas así, en sus años como Sanador nada podía molestarle más que un procedimiento mal hecho hasta que conoció la indiferencia entre pacientes y sus respectivas familias.

De las dos sillas disponibles en todas las salas, Gavin toma una y la acerca a la mujer, antes de que pueda decir nada, toma la segunda y se sienta a lado de la mujer, a una distancia prudente que le permita comer, porque no comer es un lujo que no puede darse cuando depende de esa energía para soportar las guardias — Vaya, lamento lo de tu madre… y ¿sinceramente? No sé qué tiene Bathilda, lo único que pude saber de ella antes de que iniciaran su tratamiento es lo mismo que te conté, más no quiero saber, porque ella no es mi paciente y más que como Sanador, estoy aquí como su amigo, ella no necesita que le diga qué es lo que puede o qué no hacer, quiere un poco de compañía mientras está aquí y yo estoy dispuesto a dársela en mis horas de comida — que si bien sabe que sus palabras pueden sonar poco profesionales, sabe que es la mejor decisión que pudo tomar.

— Los hechizos mal realizados nos dan más trabajo del que me gustaría aceptar pero debo admitir que incluso así, recibimos más aurores, cazadores y licántropos que cuando inicié como Sanador — toma su sándwich y le da una gran mordida, masticando con cuidado y pasando el bocado antes de volver a hablar — ¿Y qué hay de ti? Trabajar en el área de defensa debe ser excitante ¿Acabas de salir de tratamiento o viniste acompañando a alguien? — sé que las preguntas son demasiado directas pero tras escuchar lo sucedido con su madre, quedó demasiado interesado en la mujer delante suyo y de hecho, escuchar sobre el día de alguien más o sobre su trabajo suena muchísimo más interesante que contarle a Bathilda sobre su larga mañana en el hospital.
Gavin J. Park
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Invitado
Invitado
«No sólo se ve sola, lo está» cuando lo dice mi mirada se posa en su rostro, nada en mi semblante demuestra cómo hago piel de esas palabras, que mi sonrisa no es únicamente un gesto amable hacia la mujer abandonada por su familia, esconde una burla hacia mí misma, que podría encontrarme en una cama de estas dentro de unas décadas si es que soy optimista con mi esperanza de mi vida y en el recuento que se haga de mis parientes, podremos mencionar muchos, reducirlos todos a una única hija que si me diera la espalda entonces, lo merecería con toda razón por haber sido la primera en darle la espalda a ella. Tengo una vena de humanidad aun latiendo en mí como para que esta anciana me inspire compasión, que en el final de todas las historias y tras decisiones erradas o no tan erradas, todos acabamos solos. — ¿Peor es nada?— sugiero en respuesta a su desaprobación evidente de que esa familia pretenda compensar con dinero la falta de interés. —Podría estar desamparada en una esquina de su propia casa, ignorada— sufriendo hambre, su cuerpo llenándose de escaras, muriendo porque vivir es una agonía. Esa crueldad está presente en las familias, un vínculo de sangre nunca ha sido garantía de nada, en este hospital al menos recibe la consideración de un sanador joven que no tiene obligación de atenderla y pasa su hora de descanso con ella.  

Tomo mi lugar en la silla que me tiende, mi espalda se recuesta contra el respalda para poder observarlos comer desde mi comodidad, estudio cada movimiento con mis ojos que los siguen y me conformo con el resumen que puede ofrecerme sobre el cuadro de Bathilda desde lo que ignora, asiento con mi barbilla para que sepa que no insistiré. Supongo que la presencia en verdad es lo que importa, él puede hacerlo por solidaridad, a mí me provoca curiosidad, su diagnóstico y estar en este sitio, escuchar a un sanador hablar de su rutina con el interés de quien trata de imaginar qué hubiera sido si la vida no se hubiera torcido tanto. —¿Por qué es eso? ¿Todo se ha vuelto más violento que cuando te graduaste? Si te parece mucho trabajo, tienes que tener en cuenta que en los hospitales solo reciben a una parte de la población de Neopanem. En los distritos del norte hay gente enfermándose, pasando hambre y que resultan heridos en rencillas callejeros, son una parte de la sociedad que a veces no tiene el dinero para conseguir medicamentos, se dejan atender por personas que ni siquiera fueron formadas en medicina, pero algo saben…— no digo que yo me contaba entre esas personas.

Mi silencio pesa por unos segundos en los que me tardo en contestarle, a diferencia de lo que cabría esperar, no ataco si no me atacan. —Solo los más jóvenes pueden sentirlo así, como algo que puede ser excitante. No es un trabajo que uno hace por diversión, hay una carga de responsabilidad muy grande sobre nosotros por lo tenso que se ha vuelto todo con los rebeldes como para tomarlo así— lleva tenso mucho tiempo, la diferencia es que Magnar sí está tomando medidas que tratan de frenar el avance, sino lugares como este hospital también se verían dentro del vórtice de poder de un chico que podría perder la cordura de encontrarse conquistando un país que le queda demasiado grande, solo para que vuelva a caer en el caos. Y no anduve mucho para volver a sitios así. —Vine para comprobar la salud de un subalterno, estoy esperando que acaben con su revisión, tengo unos minutos…— contesto, regreso mi mirada a Bathilda así puede responder sin tener que enfrentarla. —¿No te asusta tener a un licántropo tan cerca de uno de los pacientes de este hospital? Como sanador, ¿no te ha preocupado que las bestias mágicas hayan conseguido entrar a todos estos espacios?
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Gavin J. Park
Miembro de Salud
Enarca una ceja cuando le escucha hablar sobre que ella al menos recibe ayuda económica de su familia, como si eso lo fuera todo en este jodido mundo — No lo sé, no la conozco lo suficiente para saber qué es lo que ella prefiere, pero ¿Qué caso tiene vivir si no puedes hacerlo para convivir con quienes quieres? Ella tiene una familia enorme, tiene hijos, tiene nietos y en todo el tiempo que lleva aquí no han pisado este hospital, siendo una ciudadana del Capitolio bien podría ella gastar su fortuna aquí dentro pero no, sus hijos piensan que pagando su estadía son los mejores hijos del mundo — y sí, quizá ese comentario le ha descolocado bastante pero incluso como médico sabe que el ánimo es parte esencial de la recuperación de todos y cada uno de los pacientes, sea cual sea su padecimiento, las ganas de vivir son muy importantes.

— ¿Es que me estás diciendo que soy un pésimo sanador por comentar sobre la cantidad de trabajo que tenemos aquí? — sorprendido, deja de lado su sándwich y se cruza de piernas, mirando fijamente a la mujer — Quizá sí, soy egoísta por decir que tenemos muchos enfermos que cuidar y que no puede compararse siquiera un poco con lo que hay en los distritos más pobres pero yo aquí hago mi trabajo de la mejor manera, estudié mucho, me esforcé mucho y fui aprendiz durante varios años para poder llegar hasta donde estoy — y sí, quizá la diferencia de vida llena de lujos puede que sea lo que le está tocando las narices — No nací en cuna de oro si es lo que te preguntas, al igual que muchos aquí comencé desde lo más bajo, nacido entre repudiados y viví en situaciones precarias que me obligan a mantener los pies sobre la tierra, al igual que tú yo ayudo a la gente que puedo ¿O es que mientras estás aquí platicando conmigo no crees que hay muchísimos sin protección adecuada allá afuera? No podemos salvar a todo el mundo, no podemos protegerlos a todos y no porque no estemos arriesgando nuestra vida todo el tiempo no signifique que no nos importa —.

— Mi trabajo es salvar a quienes son puestos en una camilla bajo mi cuidado, sea una criatura mágica, un mestizo, un sangre pura, el mismísimo presidente o incluso tú, yo no estudié para decidir quién merece vivir y quién no, me limito a tratar y salvar vidas, no hay más — y ese pensamiento lo ha tenido desde pequeño, algo que agradece a sus padres — el juzgar a la gente prefiero dejárselo al Wizengamot — vuelve a tomar su sándwich y le da una mordida, masticando lento y mirando de vez en vez a la mujer que parece no entender por qué es que el ambiente de repente se siente tenso — ¿Qué caso tendría haber estudiado tantos años para poder salvar vidas si de todas formas en la primera oportunidad se elige dejar morir simplemente porque no son lo que quieren que sean? —.
Gavin J. Park
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Invitado
Invitado
Debe ser porque estoy más familiarizada con los oscuros, que con los claros de la vida, que puedo imaginar un escenario peor a este, si acaso la mujer fuera una de las repudiadas del norte, sin siquiera poder contar con una cama limpia, medicamentos y sanadores atentos a sus progresos o sus crisis, puedo verme en ella si acaso logro conservar la posición en la que me encuentro y tengo una estancia en un hospital para mi vejez, pero los años como marginal me han dado recuerdos que me acompañarán de por vida y determinan la manera que tengo de ver al mundo, haciendo que todas las habitaciones siempre las compare con las derruidas del norte. Callo porque la falta de cariño de su familia parece ser la más grave falta, en mis retinas sigue grabada la imagen de vagabundos enfermos en las calles, así que la comodidad de este espacio en mi opinión es algo por agradecer. Callo porque trato de entender cómo la ausencia de sus hijos, nietos, sigue siendo la gran falta y en el fondo de mi memoria logro encontrar la explicación, porque la familia suele ser lo nos acompaña para no sentirnos solos, debe ser que caminé sola demasiadas décadas que lo olvidé.

No he dicho eso— contesto con calma, ladeando mi rostro hacia él. —Estaba interesándome en saber la razón por la que tenían más trabajo y me base en el mío para suponer una— aclaro, porque algo en mis palabras fue una mala elección y lo miro en silencio, mis ojos puestos fijamente en él, cuando me ofrece un relato de su vida que como respuesta de mi parte consigue hacer que arquee una de mis cejas. Debe ser la sorpresa de saber que es hijo de repudiados, creo que eso aporta información valiosa sobre una persona, va acorde a su código de ética como sanador y tengo que prensar los labios cuando asume que mi trabajo se basa en ayudar a otros, todo lo contrario, su concepto de egoísmo no me parece que aluda a un egoísmo real, yo soy un ejemplo de egoísmo real, con este uniforme puesto porque es lo que me permite salir a calles y hacer patrullas para asegurarme que nada altere este modelo de sociedad que a mí me conviene. —Eres alguien muy noble— apunto, no es un cumplido, tampoco una crítica. Solo una relevación de estar frente a una de las personas que en el lugar en el que se encuentran todavía no se han visto obligadas a romperse, en su trabajo encuentran su redención. —¿Puedo preguntar qué fue de tus padres? Yo también estuve un tiempo en el norte— comento. No contesto a su último interrogante, no creo que esté esperando una respuesta de mi parte, sin embargo, cruzo mis muñecas y me inclino un poco hacia él. —¿Puedo plantearte un dilema ético? Quiero conocer el punto de vista de alguien noble— encuentro el gusto en esa palabra. —Tienes una persona inconsciente, hospitalizada, sana en términos generales, y cuatro personas que necesitan de un trasplante urgentemente sino morirán. La primera persona no tiene familia, las otras cuatro sí. Ignora la medimagia, estamos hablando de medicina rudimentaria. ¿Qué eliges? ¿La vida de una persona o las vidas de cuatro personas?
Anonymous
Gavin J. Park
Miembro de Salud
Se queda en absoluto silencio intentando comprender cómo es que la mujer que los acompaña puede tener una perspectiva tan mala de la vida ¿No se suponía que por eso, los magos y brujas finalmente se habían hecho con su libertad gracias a Jamie? Sí, quizá no todos tuvieron la misma suerte de llegar al Capitolio y hacerse de casas lujosas, de mansiones y hasta de altos puestos con sueldos jodidamente altos, sí, había aún mucha desigualdad pero al menos ya no vivían con el miedo de que, a cualquier manifestación de magia podía significar su propia muerte — Gracias, supongo — es lo único que alcanza a decir, aunque no sabe si aquellas palabras las dice para bien o para mal, al menos ya sabe que las intenciones de la dama frente suyo no son las de atacar, al menos no del todo. La anciana que está puesta en la camilla sigue comiendo su gelatina sin siquiera molestarse en llamar su atención, al parecer ella también encuentra interesante la charla que se está llevando a cabo en su habitación y aunque no es tan importante como la visita de su propia familia, le resulta entretenido.

Su interés en su familia le resulta demasiado, al menos para alguien que apenas acaba de conocer y como quizá nunca más vuelva a verle en su vida, decide que, después de todo, hablar de su familia con alguien que no es de su círculo social no estará mal — Mi padre es un medimago retirado, me enseñó mucho de lo que ahora sé y fue pilar importante en mi decisión a ser estudiante de ciencias y posteriormente mi especialización en heridas causadas por hechizos, ahora mismo vive con mi madre cerca de aquí, viven la vida pacífica que no tuvieron en Europa, porque sí, nosotros venimos de ahí — talla su nuca con la palma de la mano y dirige la vista al suelo — después de Europa llegamos al distrito once y mi padre hizo de todo para que llegásemos hasta acá y no le fue demasiado difícil, no había demasiados médicos y decidieron que querían a gente con experiencia en las ciudades mejor posicionadas — y era verdad, llegar al Capitolio se debió, en gran medida a que su padre era un medimago con experiencia — ¿Que hay de tu familia? ¿Estás casada o tienes hijos? — ni siquiera él tiene la intención de tener hijos y mucho menos de casarse, al menos, renunció a esa idea desde que terminó toda relación con Jolene un par de años atrás, ya que después de ello su interés en relaciones formales se redujo bastante y no es como que tampoco tuviese mucho tiempo para ello.

No es, hasta que escucha su pregunta, que finalmente puede notar cómo la mirada de la anciana se posa sobre él, fijamente, como si ella también quisiera saber la respuesta a ello, sobretodo porque es una buena forma de saber sobre cómo reacciona cada médico respecto a ética profesional, más allá de su perspectiva personal — Me recuerdas bastante a mi padre ¿sabes? porque él me hizo la misma pregunta cuando era niño, cuando me gradué del Royal y cuando me recibí como Sanador… porque en todas y cada una de las ocasiones le di respuestas diferentes — sonríe por lo bajo, recordando cómo es que incluso él se fue dando cuenta de sus propios cambios en puntos de vista — una persona inconsciente, generalmente sana y cuatro que pueden sobrevivir con un trasplante — levanta la vista y mira a la mujer directamente a los ojos — La primer persona tiene derecho a seguir peleando por su vida, si no tiene ningún familiar no significa que no tenga derecho a vivir, nadie decide sobre eso más que el destino y respecto a los otros cuatro, se deben buscar maneras alternas de mantenerles con vida cuanto sea posible, hasta que llegue algún transplante. Todos los días nace gente y todos los días mueren muchas más, es el ciclo de la vida, es el destino, llámalo como quieras, nosotros nunca podemos decidir sobre la vida de nadie incluso cuando tenemos su cuerpo a nuestra merced totalmente inconsciente y sobre una camilla — finalmente, vuelve a tomar su sándwich para seguir comiendo, porque no comer es un lujo que sencillamente no puede darse — ¿Es la respuesta que esperabas? Supongo que realmente a ese planteamiento no hay una respuesta correcta o incorrecta, sólo se trata de diferentes perspectivas éticas, sobre lo que muchos creen que pueden lograr aceptando cierta cantidad de daño, aprobándolo y viéndolo como un bien común y otros, que lo ven totalmente inadmisible —.
Gavin J. Park
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Invitado
Invitado
Europa nunca fue una opción para mí, no sé porque me lo negué a mí misma, cuando un continente destruido podría haber sido un mejor escenario en el cual vivir, que las realidades que me tocó en el norte de Neopanem. De haber seguido esa ruta, puede que se hubiera abierto para mí una alternativa de vida, si me animo a esa posibilidad, logro imaginar cómo sería una línea paralela de vida a la que estoy viviendo y la descarto, porque nunca me ha gustado pensar en todo lo que no fue. Los caminos de los «que hubiera pasado sí» son más peligrosos de tomar, que aceptar el que hemos hecho en base a nuestras malas decisiones. Esas que me llevan a contestarle con lo que yo considero honestidad. —No, nunca me he casado, ni nunca lo haría— tuerzo una sonrisa al decirlo, que desaparece al continuar. —Ni tampoco tengo hijos—. Dar a luz a un bebé, no da derecho a considerarlo un hijo, cuando se ha renunciado a todo sobre este, por eso toda la vida mi respuesta hecha sin vacilación ha sido la de que no tengo hijos, aunque tenga la imagen en la retina de mis ojos de una chica que físicamente heredó algunos de mis rasgos e indudablemente el tono de mis ojos. —Algunas personas estamos hechas para andar solas todo el camino de la vida— digo al ladear mi cabeza hacia él con una sonrisa sesgada por una tristeza real, y sin embargo, engañosa, porque no hay lamento en mi respuesta, es lo que elegí.

Mi mirada es atenta a cada palabra que modulan sus labios, las escucho para pesarlas como respuesta. —Nunca se trata de sí es correcta o incorrecta, sino lo que una persona tiene para decir cuando se lo plantean, coincido en que cumplimos ciclos de la naturaleza, donde la vida y la muerte son solo instancias…— coloco mis ojos sobre la anciana que tenemos enfrente, masticando su galleta como una cuestión personal que la excluye de nuestra conversación, aunque sé que nos escucha. Y tengo bien en cuenta que esta mujer que cumple sus días en un hospital, posiblemente tenga por delante unos años más provechosos, que sea yo quien tiene la muerte respirándole en la nuca como una condena que arrastro hace años y algún día, tal vez cercano, se cumplirá. —Nos cruzamos con dilemas éticos todos los días, y que me digas que tu respuesta fue cambiante por años, creo que fue lo mejor de tu respuesta— remarco, —la gente que cree que puede parecerse en un único sentido en la vida, ¿a qué cree que juega? Elegiremos en ocasiones hacer el bueno, otras veces hacer lo malo, porque se trata de buscar el modo de llevar adelante esta vida. El dilema del médico en realidad… casi nunca estaremos en ese dilema siendo el médico, sino cualquiera de los pacientes y se trata de sobrevivir— susurro, no es algo que vaya a decirle a ninguna de las personas con las que trabajo, todo lo que diga en este momento quedará en los oídos de una mujer que convenientemente lo olvidará y también en los de un sanador, cuya impresión pueda tener en mí no tendrá trascendencia. —Quise ser sanadora cuando era más joven, creía en eso de ayudar a otros porque sentía que debía compensar otras malas acciones, y sin embargo... tomé elecciones que me apartaron demasiado de esa motivación.
Anonymous
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