The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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¡Y no dejaba de hablar, Ben!— digo, mis botas se ensucian de escarcha al ir caminando detrás de él por un sendero mojado que rodea una arboleda de un follaje verde intenso, no a todos el cambio de estación los avasalla. —¡No dejaba de hablar! ¡Y hacía chistes! ¿Cómo alguien puede hacer chistes en un momento así? Casi le tiré la ballesta por la frente, ¡es que estaba nerviosa! ¡Y él no paraba de hablar!— me quejo, tiemblo dentro de la campera que llevo puesta, la recuperé del armario que supongo fue el de mi madre cuando vivía con su abuela de adolescente. Hay mucha ropa de mi talle en el que fue su dormitorio, por lo visto no se llevó casi nada cuando se fue y la abuela Ada no quitó ni una pelusa de la cama en todos los años que pasaron. —Entonces… ¡capum! ¡Una auror lo dejó inconsciente en dos segundos! ¡Dos segundos, Ben! Tanta charla… y nada. Cayó desmayado. Me sentí tan mal por él, quería que dejara de hablar, pero no así. ¿Crees que deba enseñarle a usar una ballesta?— consulto, desde ese día quizás estoy teniendo uno que otro gesto amable con Jim por la culpa, a los que no responde porque no creo que siquiera se dé cuenta que siento culpa o le haya dado largas a lo que pasó ese día.

Una de mis botas resbala al pisar el borde del sendero por un repentino desnivel del terreno, tengo que manotear en el aire y tratar de atrapar su brazo para no caer. Lo bueno es que llegamos a un punto del camino al rodear los árboles en que podemos ver lo ancho de los campos del distrito nueve, ¿fue buena idea reclamar un distrito de cultivos cuando la estación más seca estaba próxima? Podremos saberlo en un tiempo. Ver lo largo del cuadro que ofrecen los campos bajo un sol blanco que se esconde entre nubes debe ser uno de los paisajes más bellos que veré en la vida, las manchas de tinta que se ven en el horizonte deben ser otras arboledas. —¿Qué sucederá ahora, Ben?— le pregunto, lo suelto para que mi mano vuelva al interior de los bolsillos de mi campera, los pelos falsos de la capucha me rozan la barbilla y tengo que soplarlos. —No es lo mismo que le pregunte a Ken, que te lo pregunte a ti. ¿Qué crees que va a pasar ahora?
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Alguna vez fui una máquina de hablar y hacer preguntas, pero creo que era más pequeño que Synnove en ese entonces. Tengo que pisar con mucho cuidado, que anoche cayó aguanieve y estoy seguro de que mis borcegos no son sinónimo de seguridad cuando se trata de avanzar por terreno dispar y húmedo. Aunque tengo mi concentración puesta en reconocer el lugar, ese que poco a poco se va volviendo familiar, la anécdota de la rubia me mantiene con una sonrisa de lado, que es demasiado sencillo poder imaginarlo. No he tenido mucho contacto con James Byrne, pero lo poco que pude deducir de él es que tiene una boca demasiado grande para un cuerpo demasiado delgado — Los nervios siempre pueden jugar una mala pasada y es algo que no se va con el tiempo, solo aprendes a disimularlo mejor — es un consuelo penoso, pero es el mejor que tengo para darle. Para poder mirarla, tengo que girar la cabeza y reducir un poco la velocidad de mis piernas — Podrías enseñarle, pero si de verdad te sientes culpable, invitalo a hacer otro tipo de cosas. Ya sabes, no le señales sus errores con un entrenamiento que, de todos modos, va a tener que tomar. ¿Por qué no le invitas un chocolate caliente o algo así? — no tienen porqué ser soldados todo el tiempo y creo que algo más hogareño podría resultar mejor. Los esclavos no siempre tuvieron esos gustos.

Puedo oír el resbalón antes de sentir el tirón en mi brazo y tanteo en el aire, hasta que la acomodo de una sacudida para que todo su cuerpo se enderece — Si no te encuentras segura de dónde pisas, siempre puedes tantear con la punta del zapato primero — le aconsejo y estiro mi pierna para enseñarle como golpeo la tierra antes de continuar el avance. Desde aquí se huele perfectamente la tierra mojada y tanteo mi bolsillo de la campera, allí donde tengo guardada la tableta que incluye nuestra ubicación. Un paseo casual puede servir para encontrar puntos débiles en las zonas más deshabitadas, los chequeos nunca están de más — ¿Mmm? — pregunto de manera distraída a pesar de que la he escuchado, el tema es que al estar ocupado revisando la pantalla para tomar algunas notas, sus palabras tardan en tomar sentido en mi cerebro — Con un poco de suerte, podemos esperar que el norte oficialice su alianza con nosotros y sirva de ejemplo para el resto de NeoPanem — claro, estoy hablando de un mundo ideal, lo que indico con una vaga sonrisa en su dirección — Dudo mucho que pasemos tiempos de paz de ahora en adelante, me sorprende que aún nadie haya querido iniciar un levantamiento aquí dentro. Y es obvio que allá afuera deben haber aurores o drones tratando de encontrar el modo de entrar — el gobierno jamás se ha rendido sin dar pelea, es algo que sé muy bien.

Tras tachar una zona de la lista, vuelvo a guardar la tableta y acomodo la chaqueta en lo que doy algunos nuevos pasos, saliéndome un poco del sendero con el cuidado de no caerme de culo entre las rocas. Solo por si lo necesita, le tiendo la mano como soporte — Lo único que podemos hacer es dar lo mejor de nosotros mismos para que este distrito funcione y así dejar a los niños seguros en sus casas. Si alguien quiere pelear con nosotros será bienvenido — aseguro — ¿Por qué lo preguntas, Syv? ¿Qué es lo que te preocupa? — porque yo tengo una inmensa lista de miedos, pero creo que la suya debería ser un poco más pequeña.
Benedict D. Franco
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Ice skating · Ben 9QTJW19
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Invitado
Invitado
¿Sabes que a nuestra edad no nos juntamos a tomar chocolatada, verdad? Pero tomaré tu consejo a medias, me parece un buen plan invitarlo a tomar algo— digo, estoy a punto de seguir hablando, comentarle tal vez que conocí a Jim cuando lloraba por la muerte de su amigo en el Coliseo, que desde entonces lo veo muy estrecho a Sage, pero Sage tiene su propia novia, Jim actúa un poco como una tercera rueda ahí. No veo que se relacione con los otros chicos, es más, según escuche por rumores que circulan por ahí, la noche de la fábrica entre todos los que estábamos presentes, prefiero estar con la ministra Powell. Un montón de cosas que puedo comentar con Mimi y Holly en la bañera de la casa, no creo que sea del tipo que pueda poner en mi boca en un paseo con Ben. Seguro que tiene su mente ocupada en otras cosas como para distraerlo con dramas de adolescentes, se lo ve entretenido con esa tableta que lleva en la mano y a la que también presto mucha atención,  nunca hice esto de salir a explorar. Por años no hice más que quedarme entre paredes herméticas.

Solo fue un resbalón, no voy a andar por la vida pateando guijarros invisibles…— ruedo los ojos, porque por un momento siento que soy una niña cargosa que le está haciendo más lento el recorrido y tiene que instruir sobre cómo caminar, como si no llevara ya diecinueve años usando mis pies. Para amenazas invisibles hay otras con las que lidiar y tengo que mostrarle mi sonrisa más amplia, porque si busco a alguien que me diga que todo estará en orden y en paz, ese no es Ben. Miro más allá de lo que se deja ver en el horizonte para tratar de divisar los intentos de Magnar Aminoff de recuperar el distrito, sabemos que están apostados más allá de la línea de lo que se ve. —¿Llevará tiempo, verdad?— pregunto, refiriéndome a concretar esa idea de alianza y asentamiento. —Supongo que lo que me preocupa es que seamos el nuevo distrito catorce, que levantemos algo con mucho esfuerzo y que algún día Magnar logre entrar para destruirlo todo. Supongo que me preocupa Ken, porque esto es todo lo que quiere y a la vez no quiere, me dijo una vez que no quería gobernar sino que quería viajar. También que este lugar donde muchos esperan ser libres solo se vuelva… una tierra aislada, una cárcel más grande— contesto con honestidad, me paro a su lado al alzar mi mirada. —¿Tú cómo te sientes con esto, Ben? ¿Con todo esto?
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Me encantaría decirle que no, que todo se solucionará en una semana o dos y que tendremos el distrito marchando a la perfección, pero los dos sabríamos que es una mentira. Le sonrío con la obviedad de que ambos sabemos la respuesta, meneando vagamente la cabeza en un asentimiento que no acaba por ser firme — Roma no se construyó en un día — es lo mejor que puedo decir cuando llegamos a este punto. El catorce funcionó fácilmente porque éramos menos personas y tuvimos la suerte del anonimato, lejos de los ojos enemigos que no se metieron en el medio mientras tratábamos de alzar nuestra pequeña civilización. Sus miedos son comprensibles, son parecidos a los que me asaltan todas las noches y me hacen dudar de cómo haremos que todo esto funcione. La dejo hablar, hasta que sus preguntas me hacen tomar algo de aire, hincho mi pecho y lo suelto con fuerza. ¿Por qué la gente siempre me hace las preguntas más complicadas?

Me siento aliviado de que tenemos un lugar donde poder actuar como personas normales. Me siento aterrado por todas las cosas que pueden salir mal, pero en cierta medida me da una esperanza, me hace creer que no está todo perdido — una vez me dijeron que todo cambio alguna vez fue una idea loca dentro de una sola cabeza. Algunos habrán dicho que era imposible, pero otros la volvieron realidad. Volteo la cabeza, devolviéndole la mirada — No se volverá una prisión, creo que la misión principal es evitarlo y mantenerlo. Pero fue un triunfo, uno solo. Aún hay demasiado camino por recorrer — ¿Somos ilusos? ¿Somos suicidas? Tal vez sí, pero no nos queda otra opción. Muchos perderían su libertad, otros cuantos acabaríamos perdiendo la cabeza. Hay un punto, cuando recorres un sendero tan largo, que te das cuenta de que no puedes dar la media vuelta y retroceder. Avanzar es la mejor opción y es mejor hacerlo juntos.

Paso una pierna por encima de un tronco caído y solitario, empiezo a dar pasos más certeros que hacen mover el césped bajo mis pies en lo que los árboles lejanos se balancean por el viento. Sé que estamos dejando cosechas atrás y, si el mapa no miente, pasando la arboleda debería haber una de las últimas granjas — Kendrick quiere irse desde que tiene la capacidad de pensar por su cuenta y saber lo que significa la distancia — le cuento, con el mismo tono que utilizaría un adulto para comentar una travesura infantil — Siempre fue un asco en la escuela, era imposible mantenerlo en una silla y había que arreglarle los pantalones todas las semanas, porque tenía una manía con rasparse las rodillas y las manos al querer meterse en lugares que no eran adecuados para él. Una silla en el ministerio es el último lugar donde podría verlo para el resto de su vida — puede ser un buen soldado, pero no tiene el temple que vi en su abuelo paterno. A decir verdad, Orion Black tampoco era un ejemplo de político, pero abusaba bien de su posición de niño rico — Debo advertirte, no soportará esto. Llegará el día en el cual el nueve le parecerá muy chico y querrá irse. La mitad de las guardias en el catorce estaban destinadas a que nadie ingrese, la otra mitad se peleaba con él para mantenerlo adentro. Necesitará de gente que pueda mantenerlo con los pies en la tierra — supongo que el consejo tendrá una tarea extra y también sus amigos.
Benedict D. Franco
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Invitado
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Son muchas emociones reunidas en un único cuerpo— comento, uso mis manos para separarlas a una larga distancia y las coloco como si lo estuviera midiendo de un hombro al otro, hasta achino los ojos como si estuviera haciendo un cálculo matemático con comas y decimales. —Eres grande, eso explica porque hay espacio para tantas…— bromeo, ¿debería estar haciendo de su respuesta una broma? Por la sonrisa tímida que le muestro debe saber que lo hago porque todos nos sentimos igual, con sentimientos enfrentados, contradictorios a veces, victoriosos y cobardes ante el futuro al que vamos caminando lentamente, con un distrito a nuestras espaldas como territorio ganado. —Hay esperanza, siempre hay esperanza, en todas las cosas, también en lo que parece negro y oscuro. Esas cosas a veces hay que tomarlas con ambas manos, frotarlas un poco y de a poco se asoma algo de luz, quiero creer que lo hay…— explico, hago equilibrio en mi peso al pasar una pierna sobre el tronco sin irme para atrás cuando lo sigo. —Podríamos adoptar un perro, ¿sabes? Tomar a uno de los perros callejeros y llamarlo Hope, así cada vez que lo perdemos, que vuelve a las calles, lo salimos a buscar y gritamos: «¡Hope! ¡Hope!»— sonrío a su espalda aunque no pueda verlo, esta vez mis pies se asientan en el suelo para poder seguirlo sin tropezones.

No es mi intención hablar de Ken a sus espaldas, ni tampoco indagar sobre cómo piensa o se siente sobre ciertas cosas cuando bien puedo preguntárselas a sí mismo, lo que creo es que sus tíos no pueden evitar compartirme cosas de él y percibo ciertas peticiones implícitas en lo que me dicen, lo tomo como que es lo que le pedirían a toda persona que creyeran que está los suficientemente cerca de él como para ser escuchada. —Si quiere irse, debería poder hacerlo. Si está luchando por la libertad de todos, también tiene derecho a la suya. Sé que es un Black y que su apellido es un estandarte en esta lucha, si no está, lo mismo habría gente luchando, entiendo sí que lo necesitan como bandera pero… no está obligado a pelear a fin de cuentas. Lo hace por lo mismo que ustedes, que lo hacemos todos, creo. Pensando en los otros. Por eso creo que va a quedarse hasta lo último y ver…— tengo cuidado de no pisar en falso cuando centro mi mirada en el perfil de su rostro, —verte feliz, Ben. Ver feliz a Kyle, a Bev. Ver bien a Ámber, Alice, Delilah… Ava. Y tener este lugar ha sido un gran paso, pero creo que todavía nadie llegó hasta ese punto. No lo creo porque nos sentimos aliviados, también aterrados, y siempre esperanzados…— lo remedo con una sonrisa amable, —pero no felices.
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No puedo evitar que me cause gracia el modo que tiene de verlo, he aprendido que la esperanza es una de esas emociones que a veces te hacen sentir un idiota pero, por tonto que sea, siempre acabas apelando a ella. Soy de esos renegados de la vida que siempre creen que van a terminar en el suelo y cuando lo tocan acaban diciendo que no, que prefieren pararse, que es mejor verlo todos desde arriba. Creo que bailo en la ironía de ser optimista y pesimista al mismo tiempo, debe ser cosa de todos estos años cargando con tanto equipaje — He estado pensando en adoptar un perro — confieso — Pero me parece que sería un poco precipitado, cuando recién estamos empezando a instalarnos. Aún así, me gusta tu espíritu. ¿Dices que lo vayamos pasando de casa en casa, a ver si se les contagia la idea? — aunque se tiñe de broma, no suena tan mal.

Entiendo de dónde viene lo que está diciendo, de verdad, es un modo justo y sensato de ver las cosas. Mi boca se abre y se cierra, me veo obligado a bajar la velocidad de mis piernas y trato, de verdad trato, el poder contener la mueca que me cruza el rostro ante la mención de Ava. ¿Cómo podríamos estar felices cuando perdimos a muchos? ¿Cómo yo puedo serlo, si lo último que me quedaba de mi familia está en alguna parte y no tengo manera de saber cómo se encuentra o cómo ayudarla? He llegado al horrible extremo de desearla muerta, que se ahorre todo el sufrimiento que ha marcado mi piel y que aún llevo como regalo de las injusticias de todo este sistema — La felicidad no es un estado constante, son solo momentos, picos antes de volver a bajar. Si estás estable, estás muerto — me detengo, tengo que tomar algo de aire antes de girarme hacia ella. Apenas la miro, me concentro más en el paisaje que tenemos frente a nosotros. Es inmenso, se siente libre, mejor que cualquier lugar gris del norte — Ken no puede dejar de luchar porque Magnar no va a permitírselo. Él puede irse, volverse solo un mito como su tía, pero siempre que los Black sean una amenaza habrá un escuadrón dispuesto a buscarlos para darles caza. Es una carrera, si deja de correrla lo alcanzarán — es una enorme injusticia, una que siempre me ha parecido despreciable desde que vi a su madre embarazada escapando para poder protegerlo de sí mismo — Cuando esta historia termine, no seremos los mismos, no estaremos todos de pie. No puedo dejar de pensar en eso y, aunque quiera evitarlo, sé que es imposible. Lo que pasó el otro día, los caídos, se seguirá repitiendo, hasta que solo quede uno que se proclame vencedor. Como siempre.
Benedict D. Franco
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Ice skating · Ben 9QTJW19
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Invitado
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No podemos hacer eso de llevarlo casa por casa— digo, tomando esa parte de broma en nuestra conversación para darle largas en vez de descartarlo de lleno porque todos todavía nos sentimos inestables en este lugar como para adoptar algo permanente. —¿Qué pasará si se vuelve más popular que Ken?¿Y si la gente lo quiere de alcalde y termina siendo quien vive en la mansión?— se lo pregunto como si fuera una calamidad que tenemos que evitar a toda costa, como si Ken pudiera encontrar a su competencia en el poder en otro perro, si no yo misma me decido a tener uno por lo extraño que sería tener uno y un novio que también es capaz de adoptar esa forma. Ni siquiera un gato, ¿qué si se pelea con el gato? Y la verdad es que tampoco creo necesitar de una mascota para sentirme en compañía o tener alguien de quien ocuparme, tengo a Mimi viviendo en la misma casa, Holly visitándonos de vez en cuando, Ken siempre y los domingos. No puedo decir que eche de menos a mis padres, tampoco. Sé que donde sea que estén a estas alturas, son la compañía del otro y eso me deja tranquila.

De a ratos me basta con ser solo yo abriendo mis brazos cuando largos son para tratar de abrazar todo el aire sobre el campo, en este momento no me molesta la charla con Ben, es entretenido picarlo para que hable de sentimientos y emociones cuando es tan grande, imponente y no parece querer decirme con un nombre preciso, sino hablar de generalidades del mundo. La felicidad no es un estado constante, lo sé. Es un punto al que llegamos a veces, sé que la sentí esos dos segundos en que pude correr hacia Ken en el jardín de la alcaldía cuando la batalla terminó y cuando volví a ver a Mimi para abrazarla, pero no sé si duró más de esos dos segundos. Sentí emoción por cada cosa que fui descubriendo en el distrito, sorpresa, admiración, alegría, entusiasmo, no sé si felicidad. Como bien dice Ben, todavía hay muchas cosas para preocuparnos y para apenarnos, así que nos impide lanzarnos del todo al sentimiento feliz. —Entonces, ¿se trata de vencer a Magnar? ¿Eso es lo que tiene que hacer Ken para ser libre? ¿Matarlo?— pregunto, ¿y si hay más personas? ¿los ministros? ¿ellos también continuarían dándole caza? Toqueteo el anillo en mi dedo donde las iniciales de sus padres apenas pueden leerse y se ha convertido en una reliquia Black. —Pero puede cansarse, Ben. Después de mucho correr, de mucho pelear, te cansas…— y lo miro, porque él lo sabe. — ¿Cómo haces para no cansarte y seguir corriendo cuando si te detienes todo se acaba?— le hablo a él y también por Ken.

Coloco una mano en su hombro, es tan alto que tengo que levantar bastante el brazo, me pone triste imaginar que las batallas se vuelvan algún día como estos terrenos, donde solo habrá una o dos personas observando la inmensidad, bajo la sombra de una arboleda fría y cerca de una granja derruida que alguna vez habrá sido el hogar de alguien. —No siempre el vencedor es el que llega hasta el final— susurro. —Creéme, Ben, que al menos yo hasta donde sea que llegue seré una vencedora, porque estoy muchos pasos más lejos de donde comencé ayer y tengo algo en lo que creer— froto su hombro para darle algún tipo de consuelo. —Siempre habrá alguien más fuerte, más poderoso. Pero creo en la victoria de las pequeñas cosas, creo que muchas victorias hacen al triunfo de todos. ¿Has hecho alguna vez un recuento de tus pequeñas victorias?— inquiero, y continuo hablando sin perder el hilo: —No creo que una persona sola pueda hacerlo todo, cada uno debe cuidar su parcela de tierra, ¿no? Y si todos caemos algún día… de la misma tierra surgiremos, más fuertes…— le doy unas palmaditas porque a mis oídos, suena como algo coherente.
Anonymous
Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Me lo tengo que pensar, porque hemos hablado mucho con los demás el cómo  hacer que todo se termine, en que hay que cortarle la cabeza a la serpiente antes de seguir adelante. Aún así… — Se trata más de echar abajo el sistema que de matar a Magnar. Si podemos alzarnos sobre eso, si podemos ponerle un fin al poder de sus ideas, esa sería la verdadera victoria — hubo muchos opresores al poder, la lista es larga y algunos ya no están, pero sus ideales siguen vigentes y es contra ellos que luchamos. Es esa pregunta la que me detiene, miro al cielo gris para poder pensar mejor una respuesta, esa que de alguna manera sé pero tengo que encontrar el modo de expresar — Lo haces estando cansado, porque sabes que no puedes detenerte o ir hacia atrás. Hay cosas que te impulsan — explico, meto las manos en los bolsillos de la chaqueta que me dan algo de calor — Si yo estuviera solo y nadie me importase, sería mucho más sencillo. Pero tengo a mis amigos, a esa familia que conformamos por tantos años y creo que justamente son esos momentos efímeros de felicidad los que sirven como gasolina. ¿No lo sientes? — clavo la mirada en ese rostro tan blanco, tan lleno de juventud que es extraño el pensar que alguna vez tendrá arrugas — ¿No darías todo lo que tienes para ver felices a aquellos que amas? ¿No seguirías adelante para que ellos tengan esos minutos de paz? — sospecho que sabe muy bien de lo que estoy hablando y eso es suficiente.

De verdad aprecio su entusiasmo, sus buenas intenciones, su toque que busca ser un apoyo en medio de una postal, quizá, muy ilusa. Pero… ¿Quién soy yo para romperle los sueños a los más jóvenes? A su edad ya había pasado demasiado y estaba centrado en vivir en la ignorancia que me regalaba el catorce. Su lejanía de la sociedad, en un sitio tan inhóspito que nadie podría encontrarnos. Nosotros lo intentamos, de verdad, pero el mundo se ha ido a la mierda por estas cosas mucho antes que nuestra pelea. Pongo una mano sobre la suya, dándole una suave y cariñosa palmada — Ellos defienden, nosotros reclamamos, ahí está la diferencia — me explico, bajando un poco la voz al sonreír — He tenido muchas victorias, Syv. El problema está en que siempre hubo personas dispuestas a destruirlas y ahí es cuando te cansas de correr, cuando decides que tienes que ir hacia lo que crees correcto y defenderlo con uñas y dientes. En el catorce nos aislamos, lo intentamos, pero esa ilusión no fue suficiente. Cuantos más seamos, cuanto más unidos estemos… así es como las cosas van a funcionar. Y estaremos bien. Y seremos felices — o lo más parecido a ello que podamos conseguir.
Benedict D. Franco
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Invitado
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Se de lo que me habla Ben, podría dibujármelo si lo pidiera, habla de una hidra a la que hay que asesinar. Los ideales por destruir son eso, cabezas que resurgen cuando cortas una única garganta, estamos luchando contra algo más grande que Magnar Aminoff y trato de que no me pese el agobio, suelo decirme en mis propias horas oscuras que no permitiré que eso suceda. Porque en rincones de mi mente puedo aceptar que entre esa lista de vencidos a los que mencionó antes, cualquiera de nuestros nombres puede sumarse, el mío también, así que me niego a murmurar palabras que me coloquen allí antes de que ocurra, si tiene que ocurrir. —Lo he dado todo— contesto a su pregunta. —No es un todo tan grande ni tan trascendente como sé que es a lo que tienen que renunciar muchas personas, pero era todo lo que tenía yo y lo di. No diré que lo hice por personas que amo, porque en ese todo que dejé también hay personas que amo. Personas que me importan lo suficiente como para desear para ellos, tal vez no que sean felices, si porque tuvieran la oportunidad de serlos… porque al final ser feliz es una decisión personal— digo, me hundo en mis hombros. —Y uno decide ser feliz donde pueda, con quien puede o solo, lo busca también entre rendijas, lo mismo que te decía con la esperanza…

Porque la oscuridad, cuando uno se detiene a mirar por un tiempo esos cuadros que ilustran sombras se da cuenta de esto, está hecha de pinceladas en distintos tonos de negro y gris, también toques en blanco. No es un negro absoluto, nunca lo es. La oscuridad asusta por esa profundidad y gravedad que le dan los distintos tonos, y entonces lo que haces es recoger una pincelada clara, la atrapas en tu palma, la arrojas sobre otro lienzo para crear un paisaje como este. Un campo que se respira con un aire distinto, lleno del aroma de las hierbas silvestres, la humedad de la madera de los árboles por la escarcha, los animales que remueven la tierra con sus patas y nos permiten también oler la tierra. Entonces el cielo, el cielo suele ser infinito en ciertos lugares, hay que saber buscarlos. —Incluso si destruyen tus victorias…— murmuro, me he quedado con esa frase que dijo. —¿Puedes imaginarlo conmigo? Imagina que un día caminando por aquí al atardecer, ¿sueles fijarte en la primera estrella que se muestra antes de que sea de noche? Imagina que puedes agarrarla con tu mano, la tienes en tu palma, y es tan luminosa, tan intensa, que la amas. Y te pasas días, días, amando a esa estrella. Entonces viene alguien, pelea contigo, agarra tu estrella y la avienta al suelo— lo dramatizo, echando mi brazo hacia atrás y luego arrojando esa estrella imaginaria con fuerza. —Se hace pedazos, la han destruido, y va perdiendo su luz… porque todas las puntas se han apartado de su núcleo de luz y solo queda este, su esencia, titilando…—  abro mi palma para mostrarle la nada donde se supone que está ese pedazo de estrella, —¿qué haces con ella? La guardas dentro de cristal para que se vuelva un talismán  y te la cuelgas de tu cuello, para ti, para que siga brillando. En todas tus próximas batallas de posibles pérdidas o victorias, la tienes contigo recordando… que una vez triunfaste.
Anonymous
Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Puedo ver lo que me está narrando, si algo se le da bien a Syv es el poder de contar historias. Incluso me tomo en serio su actuación, tanto que sigo los movimientos de sus manos y estiro el cuello como si pudiera ver esa estrella de la cual habla, con tanto convencimiento que solo puedo mirarla, de pies a cabeza, en cuanto termina. Llevo una mano a mi pecho y lo froto con cuidado, allí donde siento que debería llevar mi luz colgante — Puedo entender por qué le gustas a Ken — se lo declaro con una sonrisa pequeña pero apreciativa — Es un buen modo de verlo. Creo que todos podemos hacer todo lo posible por mantener esa esperanza, ese brote que nos mantiene de pie. Solo sucede que, a veces, es difícil recordarlo. Con el tiempo, tienes que tomarte esos cinco minutos para memorizar las líneas que te llevaron hasta aquí, porque es muy sencillo perderse entre todo lo malo y pesado que nos ha ido sucediendo. Es difícil y, muchas veces, es hasta doloroso, pero siempre es necesario — tal vez a mí se me complica por culpa de los pocos años de salud mental que conservo, pero siempre hay algo que rescatar. Mis amigos, mi familia, cientos de besos y abrazos, hasta borracheras. Esas cosas que te recuerdan que no eres un robot, que aún sigues respirando y vale la pena.

Esta vez soy yo quien toma su hombro con suavidad a pesar del apretón que le regalo, dando algunos pasos que me mueven hacia ella y predisponen al resto de mi cuerpo a seguir con nuestro recorrido — Todo lo que dejaste atrás y todo lo que estás recolectando hoy, guárdalo para ti misma. En una caja interna que te permita atesorarlo cuando estés muerta de miedo. Compártelo solo con aquellos que se lo merezcan, porque es lo que te ayudará a seguir siendo tú misma a pesar de todas las veces que rompan tu estrella. El camino es duro, pero puedo asegurar que vale la pena — porque los triunfos pequeños existen y eso es algo que dudo mucho que Magnar Aminoff pueda decir, encerrado solo en su mansión de piedra. Con una palmada suelto su hombro, paso por su lado con una sonrisa y saco nuevamente la tableta. Es bueno saber que, por lo menos, los más jóvenes aún tienen a personas como Synnove para iluminar sus caminos cuando el resto se haya extinguido.
Benedict D. Franco
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Ice skating · Ben 9QTJW19
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