The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Silas Jensen
Ministro de Investigación
Diciembre

Mi recuperación no llevó tanto tiempo como la de otros, mis heridas fueron lo suficientemente fuertes para hacerme perder la conciencia en el momento pero no tan graves como para detenerme a largo plazo. Creo que lo único que está herido es el orgullo colectivo del ministerio y eso se puede ver en cada uno de los pasillos. Al menos no fue mi departamento el que falló, una vez más sabemos a quien adjudicarle la culpa, pero lo cierto es que no estoy de ánimos para ponerme a molestar a Weynart o siquiera buscar algún juguete dentro de mi catálogo para sacar a los rebeldes del distrito como si fuesen hormigas en un hormiguero.

Volver a la oficina sin una sola idea en la qué concentrarme no es de ayuda, para colmo perdí a mis ratas de laboratorio favoritas en el coliseo así que por ese lado no puedo continuar el trabajo... Claro que podría conseguir ciertos permisos para trabajar con la nueva prisionera pero no es eso lo que necesito. No quiero ponerlo en palabras porque eso lo confirmaría, pero creo que sé qué es lo que me está molestando. Sé que dicen que soy una perra sin corazón y tienen parte de razón, pero hasta a mí me afecta un poco el haber asesinado a mi propia hija.

La última vez que tuve un conflicto como éste acudí a una persona inesperada, Nicholas, y sin darme cuenta lo hago de nuevo. Quizás es el hecho de que sea el ministro de más edad o el tono de su voz lo que resulta tranquilizante... El punto es que necesito hacer el descargo con él, por eso cuando escucho que entra a la oficina levanto la cabeza del escritorio y le dedico algo que intenta parecer una sonrisa - La puerta estaba abierta - me defiendo antes de que diga algo por invadir su oficina - ¿Tienes un momento?
Silas Jensen
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Agradezco poder volver a la normalidad de mi rutina. Después de una recuperación no necesariamente agradable por todos los cuchillazos que recibió mi cuerpo y de la cena con los tres hijos de Eloise que me dejó más que indispuesto por lo siguientes días, regresar a mi oficina se siente como un soplo de aire fresco a pesar de que el único oxígeno que entra por horas lo hace a partir de los grandes ventanales que hay detrás de mi escritorio. Eso teniendo en cuenta que el invierno está empezando a notarse y tengo que andar poniéndome capas extra para no pasar un frío terrible por estar sentado todo el día.

Y es que desde la movilización masiva de residentes externos e internos del distrito nueve, las cosas han estado más que movidas aquí en el ministerio. No voy a ser quien diga que la culpa recae sobre un departamento en concreto, pero lo que sí haré es reconocerle a mi equipo su rápida intervención cuando las barreras fueron levantadas, que llevó a salvar muchas más vidas de las que se hubiera previsto. Es precisamente hacia donde me dirijo para tener una reunión con los jefes de cada especialidad, aprovechando que el papeleo se ha quedado como una tarea de fondo en el escritorio y siento que necesito mover las piernas.

Para cuando regreso a mi despacho, no espero encontrarme con Silas acomodada a un lado del escritorio, pero en mi rostro no expreso nada más que una sonrisa inesperada. Aunque no es hasta más adelante, cuando me adentro en la oficina, que me planteo si en realidad no es más que una mueca afectiva. — ¿Cómo estás, Silas? — porque creo que no soy el único que ha escuchado los rumores de lo que ocurrió en el nueve, y honestamente hablando, no me gustaría estar en su posición. Beso su mejilla a modo de saludo, dedicándole una mirada amable que indica que no hay problema por su intromisión, hasta que me paro a su lado y le enseño mis palmas, dispuesto a escuchar lo que sea que la inquieta. — Soy todo oídos, pero antes… ¿tu recuperación fue bien? — primero de todo necesito escuchar que se encuentra bien, físicamente, que mentalmente puedo tener una idea vaga de cómo está su cabeza.
Nicholas E. Helmuth
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Silas Jensen
Ministro de Investigación
El que no consiga responder a una pregunta tan sencilla como esa creo que es prueba suficiente de mi estado mental actual. Aunque estemos por el piso siempre logramos pronunciar "Bien" por inercia, porque así lo dicta la norma social... Pero ahora ni siquiera puedo mentir de esa forma, solo me sale una mueca extraña que aparenta ser una sonrisa y rápidamente desvío los ojos para que no indague más allá al respecto. Quiero hablar del asunto, pero a mí manera, no en base a algo tan básico como una pregunta con la que inician todas las conversaciones.

Lo saludo cunado se acerca a mí y luego lo sigo cuando se acomoda en la habitación. Esto se siente como estar en la escuela, cuando los maestros notaban que algo andaba mal e intentaban sacarte con tirabuzón la verdad para ayudarte... Algo honesto, así como lo es Nicholas cada vez que nos cruzamos.

- La saqué barata comparado con otros así que sí... Sin secuelas físicas - eso me es más fácil de responder, es concreto, cuantitativo, cantidad de lesiones curadas por los medimagos y la respuesta es positiva sin ninguna duda - ¿Qué hay de tí? - porque todos y cada uno de los ministros tenemos algo de lo que avergonzarnos, excepto LeBlanc que no dio la cara en la batalla.

- En realidad estoy aquí para hablar de lo que probablemente ya sabes - continúo metiendo la mano en el bolsillo de mi falda para sacar una fotografía bastante rudimentaria, sin movimiento, como las que sacaban los muggles antaño - Es una foto de la tumba de mi hija - explico apretando la mandíbula - No sé quién la envió ni como hicieron para que llegue a mí pero aquí está... No sé si es una burla o una promesa de venganza.
Silas Jensen
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Una sonrisa irónica asoma mi rostro cuando utiliza esa expresión, aunque no le dedico más que un pensamiento fugaz, sí que se me vienen a la cabeza los momentos de los cuchillazos con que se divirtió Franco a su antojo. — Una visita por el hospital, como siempre, pero nada que los medimagos no hayan podido solucionar. Creo que no les damos el reconocimiento suficiente estos días. — murmuro, no como réplica hacia ella que no tiene nada que ver con mi departamento, pero sí hacia cierta persona que ocupa un lugar más alto en la pirámide. La verdad es que me alegro de que Eloise ni siquiera acudiera a la revuelta, porque a pesar de que los ministros nos mantuvimos enteros, no se puede decir lo mismo de los aurores que perdimos y otros tantos que todavía están en recuperación. Lo del nueve ha resultado en un verdadero golpe en nuestro orgullo y creo que eso va a ser mucho más difícil de curar que cualquier herida física que podamos tener.

Alzo las cejas a pesar de que no digo nada cuando la miro con interés, cruzándome de brazos en lo que me termino de apoyar sobre el borde del escritorio, a una distancia tan cercana a ella que me basta estirar la mano para alcanzar la fotografía de la que habla. No le dedico el mismo análisis que el que paso a hacer cuando regreso a posar los ojos sobre el azul de los suyos. — Te voy a ser honesto aquí, Silas… No es que importen mucho las intenciones de los que enviaron esto, más que como te sientas tú al respecto. — es evidente que le afecta, pude notarlo nada más entrar a la habitación, y no puedo culparla por hacerlo. — He oído lo que ocurrió, por desgracia, es una situación complicada, por no decir que se excede de eso. ¿Es este el momento en el que te pregunto cómo te sientes al respecto o me fío de la experiencia para asumir que no deseas hablar de ello? — es Silas, la conozco lo suficiente como para saber que hace una pelota de todo lo que le afecta para simular que no le molesta en lo absoluto, y posiblemente no lo haga, como normal general, quiero decir. Pero esta debe de ser una de esas pocas excepciones en las que, por contrariedad a lo que dice la población, Silas Jensen sí tiene corazón.
Nicholas E. Helmuth
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Silas Jensen
Ministro de Investigación
Asiento pues es de conocimiento popular que los medimagos no están en el mejor lugar respecto a los beneficios... Supongo que es una de las razones por las que decidí apuntar más alto que mi título pues me negaba a pasar el resto de mi vida trabajando más horas de las debidas por un sueldo miserable. Personalmente creo que deberíamos acortarle el sueldo a los jueces y destinarlo a otras áreas ya que después de lo ocurrido es probable que la pena de muerte sea aplicable para todos, no hay mucho más que decidir, y también tenemos el coliseo que ahorra un montón de juicios a traidores simplemente enviándolos allí a morir.

Pero no estamos aquí para hablar de política y Nicholas lo deja en claro. Con cualquier otro colega ése sería el punto de análisis, la fotografía, realizaríamos el examen más exhaustivo para conseguir información valiosa, desde el tipo de cámara hasta la presencia de huellas dactilares... Pero no, el ministro pregunta sobre cómo me hace sentir ésto y lo único que me sale es apretar fuerte los puños para contener las lágrimas. Por eso vine, sé que es un sitio seguro, y Helmuth es un buen hombro sobre el qué llorar.

Saco la varita y lanzo un hechizo hacia la puerta pues lo que diga aquí, aquí queda y no puede salir bajo ninguna circunstancia - Había enviado a buscar a su padre para que la protegiera, es un muggle, pero quería que la mantuviera a salvo ya que eso ya no era una posibilidad para mí... - le confieso aún conteniendo las lágrimas, veo borroso pero no dejo que caigan por mis mejillas - Quería que la tuviera vigilada porque ése era el final inevitable, yo frente a ella sin más alternativa que asesinarla para demostrar un punto... Debía hacerlo porque siendo testigo de las cosas que yo misma le hago a los prisioneros... No podía permitir que ella viniera a la base, mejor una muerte limpia y una chance de expresar su odio hacia mí...
Silas Jensen
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
No puedo decir que la comprendo, sería un comentario muy inhumano además de superficial porque es evidente que no puedo hacerlo. Creo que nunca me he declarado un partidario de la muerte como solución a todos nuestros problemas, pero hay una diferencia entre matar a alguien en defensa propia, y que ese alguien sea tu propio hijo. ¿Hubiera sido capaz a hacer lo mismo que ella? ¿De alzar la varita y terminar con la vida de Oliver? No me cuesta responder a esa pregunta en mi cabeza, porque sé que no podría, como tampoco sabría como sentirme al conocer que trama algo tras mi espalda. Silas tiene todo derecho a sentirse como se siente, por el modo que tiene de apretar los puños, reconozco que está tratando de contener el llanto.

Me aseguro con una mirada de que la puerta está perfectamente cerrada, más ella no tarda en asegurarse de que también está libre de oídos curiosos y de que esta conversación se quede entre estas paredes. No iba ser diferente, pero si se siente más segura tomando precauciones, que así sea. Me relamo los labios con lentitud, pasando una de mis manos por mi mentón en una caricia que poco tardo en trasladar hacia su hombro, ejerciendo una ligera presión que intenta transmitirle mi apoyo. Conociéndola como la conozco, de nada serviría que la inste a que llore, porque no va a querer hacerlo si soy yo quién se lo digo, y por eso permito que sea ella la que decida como mostrarse.

¿Tuviste oportunidad de contactar con él? — dado que ese dato ha quedado incongruente, siento la necesidad de preguntarlo, porque tal vez, su hija no se encontró tan sola como ella piensa en sus últimos momentos. Mi mano se desliza sobre su brazo, tratando de calmar sus nervios. — Hiciste lo que tenías que hacer, puede que no lo sientas como lo correcto, pero la has liberado de sufrir un destino mucho peor del que les espera a todos esos traidores. — mi voz se endurece un poco, pretendiendo ser la persona que le sostenga los hombros cuando está bien que se derrumbe. — No hubieras podido hacer otra cosa diferente, Silas, si ella no quería comprender… no importa que tratases de hacerla entrar en razón. — no quiero considerarla un caso perdido, porque es su hija, pero de alguna forma, creo que también necesita escuchar que no podría haber sucedido de otra manera. La tomo por los hombros, buscando su mirada al ladear la cabeza en su dirección. — Escucha… sé que debe estar siendo muy duro para ti, puedes llorarla, si es lo que deseas, también golpear algo, gritar quizás. Pero si lo dejas dentro… será mucho peor a la larga, Silas, se volverá contra ti. — murmuro, siendo que ya no es capaz a controlar las lágrimas.
Nicholas E. Helmuth
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