The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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He llegado a acostumbrarme tanto al silencio, que me cuesta mucho ser quien tiene que ponerle un fin, lo postergo todo lo que puedo porque también es una zona segura, como el exterior siempre lo es. Fuera el silencio no pesa tanto como estar encerrado dentro de una habitación, puede correr libre con el viento frío de diciembre y abrirse a lo extenso de los campos que no parecen acabar en el horizonte de nubes grises. Saco el aire de mi pecho un par de veces al hacer el camino de regreso a los vecindarios del distrito que lentamente han llenado sus casas de nuevos propietarios, a la marcha de varios le ha seguido el asentamiento de repudiados del norte y, por supuesto, de quienes lideraron el golpe al ministerio para despojarlo del principal distrito proveedor del país. Nadie ha terminado aún de asentarse con el cambio abrupto, creo que sigue siendo un poco delirante saber que la casa del alcalde ahora lo ocupa un adolescente con el apellido Black y puesto que he decidido quedarme aquí, mis esperanzas las tengo puestas en el Consejo que parece estar consolidándose. Saber que Alice forma parte, al menos a mí, me da la tranquilidad de que hice lo correcto y que su muerte nunca fue una posibilidad real en su momento, creo que ambos estábamos muy confundidos con todo o eso es lo que me digo. Reconozco que en su momento fue un sentimiento muy real, pesó sobre mí como si lo fuera y me hizo sentir derrotado aun antes de hacerlo.

Hay una doble cara, como toda moneda que se tira al aire, respecto a la cobardía y la valentía de ciertos actos. No me habría creído capaz de hablar con Riorden como lo hice ese día y sacar fuera todo lo que venía carcomiéndome por un tiempo, cuando toda la vida no fui otra persona que su hermano menor que callaba para escucharlo a él, que tomaba sus palabras como la verdad segura, esa en la que podía creer porque no hay alguien en el mundo en quien confíe como lo hago con él. Y sin embargo, mientras bordeo la casa para encontrar a Alice en el patio, me reconozco cobarde en muchos sentidos. Es temprano con el sol todavía en lo alto como para que el frío obligue a entrar, además de que creo que luego de pasar tanto tiempo a escondidas por lo peligroso de que alguien los descubriera, unas horas al aire libre donde sea serán agradecidas. Masajeo mi frente con los dedos antes de dar los pasos que me acerquen a ella. Desde hace días, preguntarle si podemos hablar se me hace tan impropio de mí y, de hecho, hablamos. Pero tomo la oportunidad que tengo, luego de no hacer más que mirarla por unos minutos, para preguntarle lo que creo que va por delante de todo. —¿Estás bien con esto?— y con mi mirada abarco todo, la casa, el distrito, la libertad, el Consejo, una nueva vida. —No puedo soportar ver que te rindas, en serio, Alice— creo que ha quedado claro, si no me equivoco lo habré dicho dos o tres veces, que es mucho viniendo de mí. —Sé que no tiene nada que ver conmigo, pero incluso si perdiste todas las esperanzas en ti misma, me alegro de que estés aquí para que puedas verlas en todo lo que te rodea— se siente un poco como cumplir una promesa postergada por años. —Y sé que nadie ocupa el espacio que dejaron los que ya no están, pero recuperaste a un amigo que peleará contigo y por ti.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Veo a Colin acercarse desde la parte trasera de la casa que me ha dado por ocupar. Sé que es estúpido sentirme de esta manera después de todo lo que he vivido, de lo que hemos pasado todos, pero no puedo evitar pensar en que le estoy usurpando el lugar a una familia, que existía gente viviendo en este mismo lugar que me ha dado a mí por llamar hogar. Hacía tiempo que no sentía que tenía uno, creo que esa es la parte positiva de todo esto, que aunque se encuentre vacía la mayor parte del tiempo, cuando estoy dentro de esas paredes, se puede sentir como algo parecido a la tranquilidad. De esa no hemos tenido mucha en mucho tiempo, así que tampoco pretendo torturarme cuando lo más probable ese que esas personas hayan decidido marcharse por cuenta propia. ¿O no…? Digo, lo bueno de esto es que no exigimos la partida de nadie, solo que nos aceptaran y si no era así, eran libres de tomar las decisiones que fueran oportunas para con su propio bienestar. Quizá por eso es que no haya encontrado ni una sola fotografía en los recovecos de la casa, tal vez para mejor.

Soy consciente de que hemos estado evitando hablar de lo que ocurrió hace días, tomo parte de la culpa por eso y no saber desde qué ángulo abarcarlo. Para mi suerte es él quien decide hacerlo y me libra de la responsabilidad de tener que sacar el tema cuando es obvio que ninguno quiere tomarla y a la vez, los dos estamos esperando a que uno lo haga. Me siento más cobarde que de costumbre, a sabiendas de que me ha visto en probablemente uno de mis peores momentos de vulnerabilidad y aun así, está aquí. — ¿Te asustarías si dijera que no verdad? — frunzo un poco el ceño durante unos segundos, pero la sonrisa que se me va apareciendo en el rostro, por débil que sea, rompe con lo que sea que haya dicho. Que solo me gusta bromear cuando parece que la cosa se está poniendo seria, empieza a ser como mi mecanismo de defensa a hablar de sentimientos. — Me agrada tener una casa, aunque no sea mía, empiezo a pensar que no se trata tanto de eso, sino de poder estar. Hace tiempo que no salgo sin que se me pare el corazón cada vez que me topo con alguien extraño. Aquí todos son extraños, y aunque nos miren como si lo fuéramos nosotros, lo somos en cierto modo, se siente bien poder caminar hasta la esquina siendo libre. — suena a una palabra muy grande, libre, en especial cuando tan solo tenemos el gusto de poseer libertad en esta parte del país. Pero es mucho más de lo que teníamos hace un mes y eso me basta.

Tomo la elección de caminar los pasos que nos separan, dedicándole un vistazo más completo ahora que lo tengo cerca. — Las personas pueden perder la esperanza a veces, Colin, muchas veces, es parte de la vida y lo que nos tire a cada paso. Sí lamento que te haya colocado en medio de eso. — es todo lo que llevo queriendo decirle desde que estamos aquí, en esta posición en la que se ha visto obligado a escoger y, contra todo pronóstico, como no tarda en decir, ha optado por esto, por mí. No sé como sentirme al respecto, a pesar de que resulta de entre todas las cosas reconfortante. Porque sé que dije muchas cosas cuando estábamos en plena batalla, muchas y a la vez no las suficientes para dejar claro que no quiero morir, que el querer hacerlo es el resultado de no haber visto más que polvo detrás. Pero justo ahora, que podemos mirar relativamente hacia delante y solo allí, creo que estoy empezando a visualizar algo menos de escombros. Algo se asienta en mi interior cuando le escucho decir la palabra amigo, probablemente calor, hasta que el propio sentimiento me hace relamerme los labios. — ¿Por qué lo hiciste, Colin? Sé que hemos hablado sobre que tus motivaciones cambiaron, pero no puedes decirme que dejaste toda tu vida atrás por el recuerdo de una niña. — ¿o sí? ¿son tan fuertes nuestros recuerdos, los que tenemos y a los que podemos aferrarnos, no los que nos han borrado? — No tenías que matarme, solo apartarte, pero decidiste quedarte, decidiste quedarte conmigo. ¿Por qué? — creo que, si bien yo no lo merezca, él sí se merece a sí mismo el serse sincero.
Alice D. Whiteley
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Invitado
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Es lo que más miedo me da, sí— digo, no me cuesta ponerlo en voz alta pese a que nunca he sido bueno para entender yo mismo cómo suelo sentirme respecto a algunas cosas, esto es tan claro en mi mente que convertirlo en palabras se da fácil. Nada tendría sentido y todo lo que ha quedado atrás, si dice que sigue sintiendo que el mundo no es un lugar para ella. En este momento que puedo verla con una casa en este distrito como marco, puede parecer un pensamiento exagerado, no lo fue. El mundo se cerró para nosotros de maneras en que todas las esquinas se llenaron de demonios y el paso que pudiéramos dar en cualquier dirección, hacía que choquemos de frente con estos. Debe ser el sol de los campos que, a pesar de tornarse más tibio en invierno, echa una luz distinta sobre todo y también sobre nuestros rincones oscuros. Serán otros los remordimientos con los que tenga que cargar ahora, lo bueno de esto es que al menos yo puedo levantar la cara al sol y deseo que Alice pueda hacerlo también. —Libre— repito, es una palabra inmensa dicha por sus labios, en los míos es un eco que se pierde. Se para mí que nunca podré llegar a hacer carne de todo lo que le tocó pasar y solo me resta imaginarlo para, finalmente, ponerme en su lugar y ver el mundo que creía conocer a partir de los ojos de alguien más, lo necesito.  

No me metiste en el medio, puedes pensarlo como tu camino se cruzó con el mío tal vez en el momento que debía ser, fue una encrucijada y… no se resolvía dejando que cada uno tomara un rumbo distinto, esta vez no— el peso está en las últimas palabras, por reprobaciones que pueda suscitar por el lado de mi familia, también por el lado de sus compañeros del distrito catorce. Si en las batallas los caminos de todos se encuentran, sean del bando que sean, nadie puede decirme que espera salir ileso de esos cruces, algo te cambia, no eres la misma persona después que tu camino insiste en coincidir con otro. Por todas las veces que peleamos enfrentados, su rostro mirando el mío, y sin que ninguna batalla se sienta realmente ganada para ninguno de los dos, un indicio debía darnos de que tal vez no era la manera de resolverlo. Porque tengo sus ojos una vez más enfrentados a los míos, preguntándome por qué. Solo tengo que decirlo, también lo tengo tan claro en mi mente, las palabras están ahí, tengo que sacarlas y ponerlas en mis labios.

Esa sensación de que el mundo pierde su amplitud para reducirse a nosotros vuelve y no es para atraparnos entre demonios, mucho menos con fantasmas, no la estoy mirando como el niño que fui, es el aire que se espesa para ser una esfera que nos envuelve y hace que mis palabras queden entre nosotros. —Porque toda mi vida he caminado poniendo un pie detrás de otro, sin rumbo o un rumbo marcado por otros, y necesito creer, con todas mis fuerzas, en un destino para mí. Destino como algo que tengo que vivir y también destino como un lugar al cual llegar. Y si puedo reconocerte como alguien que he estado buscado en todos mis recuerdos, si me he cruzado contigo tantas veces…— este es el punto en el que me detengo, luego de hablar tan a prisa y tan atropelladamente que el segundo de pausa me provoca vértigo, nunca he mirado tan fijo el vacío lo hago en la poca distancia que hay entre mi mano que no llega a alcanzar la suya. —No es nada supremo diciéndome que esto es lo que debe ser, soy yo diciendo y eligiendo a una persona que he llegado a tener tan presente que puedo verla incluso cerrando los ojos y que creo… en serio, creo que puedo ser capaz de amarla— susurro, sigo reteniendo su mirada para que no se aparte, —como ella se lo merece y aunque tenga que aprender cómo hacerlo porque nunca lo he hecho, creo que todo lo he hecho bastante mal hasta ahora— lo reconozco, —aunque ella no lo haga, porque no se trata de mí y recibir algo a cambio, sino simplemente el deseo de… que seas feliz y pueda verte siendo feliz.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Asiento con la cabeza, dicho de su boca puede no parecer gran cosa, pero yo sé lo que ha costado llegar hasta aquí, como para darle otro valor a la palabra. Es el mismo espíritu que puedo sentir en otros ojos, incluso en aquellos que se quedaron después del ataque que recibió la alcadía, puedo ver que esos también han ansiado este momento. No me hace falta recordarme que es una buen motivo por el que estar vivos, a sabiendas de que ese pensamiento no se me hubiera cruzado por la cabeza hace no tanto tiempo. Creo que por eso le asusta, le asusto al punto de tener que venir a comprobar que estoy bien, supongo porque su línea de razonamiento le dirá que nada de esto habrá tenido ningún sentido si decido sentirme de manera contraria. Pueden decir que se lo debo, quizás, pero hay distintas maneras de devolverle favores a alguien, no todos resultan de deudas que no pueden ser saldadas.

Aun con los caminos cruzados, dejaste toda tu vida atrás, que ahora mismo puede parecerte como nada, pero te puedo asegurar que dentro de unos meses no será así. Porque yo lo he vivido, he pasado por esa fase, odiarás todo esto, echarás de menos tu casa, tu familia, pensarás en el día en que decidiste apartarlo a un lado y… quizás hasta me odies a mí por ello. — ese es mi mayor miedo, el que se arrepienta. No somos los mismos que cuando éramos niños, la manera que tenemos de ver el mundo ahora es muy distinta de cuando luchábamos contra sombras y nos refugiábamos en muros derruidos. Es muy fácil dejarse consumir por la guerra, yo soy un claro ejemplo de ello, no todos los días se sentirán igual de victoriosos que el día que decidió quedarse, muchos, no será el único que querrá tirar la toalla. No se lo digo porque tiene que ser él mismo quien se dé cuenta de ello, pero yo también estoy dispuesta a hacerlo funcionar, lo que sea que sea esto, puedo tomar las medidas que sean necesarias para que jamás piense que nunca debió poner un pie en el otro lado del río.

Callo para que pueda ser él quien corte al silencio esta vez, me he acostumbrado tanto a escucharlo que su voz se siente como una brisa cálida en comparación con el gélido viento que se está preparando para el invierno. Son pocas las veces en las que ocurre que no tengo nada para decir, como esta se podría considerar una de ellas. Porque me asusta y quiero obligarme a que no sea así, el que una persona me tenga como referencia porque sé que nunca seré la luz al final del camino, no seré el faro en medio de un océano oscuro, si bien soy quién se pierde y toma la ruta superviviente. — Colin, yo… — de alguna manera empiezo, es algo que tiene que saber, pero de otra forma, cuando tomo la iniciativa de rozar sus dedos con mis yemas, al sentir el calor de su piel, es ahí que me doy cuenta de que ya lo sabe. — No puedo asegurar lo que vaya a pasar mañana, no creo que tal y como estamos podamos siquiera ver un futuro a largo plazo, porque hay muchas variables que no corren por mi cuenta y si una de ellas falla, pues… bueno, todo lo que habremos hecho hasta entonces tendrá un sentido diferente para cada posibilidad. — hablo ambiguo, soy consciente de ello, creo que es porque es la primera vez en mucho tiempo que me puedo permitir acertar en algo y quiero que el contraste sea evidente cuando lo haga. — Pero sí pienso que tengamos una oportunidad ahora, una que no tuvimos antes, y si tu estás seguro de esto, yo también estoy dispuesta a hacerlo valer. — valorar el momento, es lo que no hice en su día, sabernos vivos incluso cuando se sentía lo contrario. Busco sus ojos, tomo su mano al entrelazar sus dedos con los míos, en una última pregunta. — Así que solo te lo preguntaré una vez más… ¿estás seguro de esto?
Alice D. Whiteley
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Tal vez, también tengo miedo de que lo siga a esto sean arrepentimientos, los hubiera tenido de todas formas de permanecer en mi viejo puesto así que no creo que sea algo de lo que cualquiera esté absuelto, no creo que nadie en todo este país llegue a nuestra edad sin decisiones por lamentarse, cuando en todo momento nos enfrentamos a dilemas que cuestionan todo lo que conocíamos. Hagamos lo que hagamos, habrá algo que nos remuerda. Solo estoy tratando de encontrar el lugar donde los remordimientos no griten tan fuerte o haya algo que los serene, que no depende de ella, depende de mí. —No te odiaría por esto, Al— niego con mi cabeza, —respondo ante mí por mis propias elecciones, no relego culpas en alguien más. Todos estos años que estuve con mi familia, sé que lo hacía por ellos, no por mí. Pero no por eso los culpo, yo había elegido estar ahí, con ellos. De la misma manera… hoy elijo estar aquí— lo repito, siento la quemazón en la garganta por lo que cada palabra lleva consigo, una honestidad que nunca puse en voz alta. Está el temor fantasma de otros tiempos de que las palabras le parezcan sin sentido, incomprensibles, que como muchas otras personas se ha hecho una idea de mí y simplemente no sabe qué hacer o cómo entender esto que es extraño, que también es parte de mí y elegí compartirlo con ella. —Soy una persona que aun sin rumbo, cada paso lo doy con firmeza y difícilmente alguien me mueva, no tengo un carácter voluble— se lo aclaro, por si mi cambio de lealtades causa esa confusión, me conozco bien para saber que haría falta otra tormenta de fuerzas muy intensa para que vuelva a virar mi norte.

Si la habrá en algún futuro sobre el horizonte, es algo que sabremos cuando ocurra, la escucho con el roce tibio de sus dedos para recordarme que estamos sujetos a este momento presente de incierto porvenir y el presente tira de nosotros. Hay una certeza en mí más arraigada de lo que quizá está en ella, la de sabernos vivos y eso es lo que nos da posibilidades, cuál sea la que se cumpla lo descubriremos luego. Saber que las tenemos al menos para mí abre un escenario en este distrito, distinto al que tenía como cazador del ministerio y atado a quien debía ser, se siente como si pudiera tomar elecciones por mí, para lo que no considero que sea tarde, sé que hay personas que tienen ese derecho negado y era el caso de ella hace poco. Aun siendo dentro de los límites de un distrito, ella también tiene el derecho de elegir por sí y es lo que dejo que haga, no espero de las personas más de lo que pueden dar. Pero si he luchado antes por deberes a mi apellido y en nombre de un ministerio, puedo rescatar una promesa de los recuerdos para decirle que también puedo luchar con ella porque es donde siento que debo estar. El tiempo sabrá a donde nos llevará luego, elegimos qué batallas luchar en el día y por quién, he amado a mi familia y por incierto que sea, elijo hacer parte de ese sentimiento a alguien más porque si hay posibilidades, quiero tomarlas. —Estoy seguro— pese a ser un susurro, en la poca distancia se escucha claramente. Atrapo en el aire un mechón oscuro para llevarlo detrás de la curva de su oreja y con mis dedos entre sus cabellos la acerco para poder cruzar un brazo detrás de su espalda, así puedo abrazarla. —Y quiero saber qué ocurre cuando se toma una oportunidad, una segunda oportunidad…— murmuro contra su pelo, —no tienes que preocuparte por mí, ni cómo puede terminar para mí… sea como sea, no volveré a hacerte daño— prometo, no quiero repetir lo que sucedió en la alcaldía, ni ninguno de nuestros encuentros anteriores a ese, pararme del lado opuesto a donde lo hacía tiene más implicancias que las políticas, no volveré a ser quien la ataca. —Pero no tengas miedo de ser quien me lo haga a mí— lo digo en un tono mucho más bajo, —puedo resistirlo.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Hoy puedo fiarme de sus palabras, de esas que dicen que no me odiará, incluso cuando sé que no tiene potestad sobre los sentimientos que crecen fruto de la miseria. Yo misma he dañado a personas por no saber controlar ese dolor, Arianne entre ellas hace ya un tiempo, se ve tan lejano que parece mentira que haya sido en realidad hace menos de dos años. El paso del tiempo es otra de las cosas que me recuerda que todo pasa, independientemente de lo que esperemos, como también lo pueden hacer las lealtades, los motivos por los que hacemos una cosa diferente de a como lo podríamos haber hecho ayer. Pero hay ciertos aspectos que permanecen siempre con nosotros, es lo que puedo ver en Colin ahora y lo que veía la niña que se esconde dentro de mí en esos mismos ojos hace una eternidad. — Me alegra oír eso, aunque no lo creas, yo también tenía miedo de que decidieras que esto no es lo que quieres, ¿sabes? Que quizá eso aun no lo sepas todavía… — me apresuro a decir, no deseo que sienta que le estoy metiendo presión sobre nada, no cuando las cosas todavía están lejos de parecer sostenibles. — Pero creo que podemos hacerlo, ¿no? No es un mal comienzo, esto, es mucho más de lo que siquiera era el catorce, la vida allí no era tan mala si lo miro desde lejos. Tenemos una oportunidad aquí. — aseguro, como si con ello pretendiera hacerlo también por él, acostumbrado a una vida fuera de muros, aunque sean invisibles.

Muchas veces esos muros también nos lo ponemos nosotros, nos encerramos en nuestra propia jaula invisible, y eso es precisamente lo que creo que ha ocurrido con él, por todas las decisiones que ha tomado en favor a su familia, cuando la realidad es que de abrir esa puerta entre rejas, el pájaro no hubiera escapado, porque no conocía otra cosa, siempre hace falta alguien que nos impulse a ver las cosas de diferente manera. Para él puede que haya sido yo, pero lo cierto es que nunca tuvimos una percepción distinta de la vida, sola la misma se divirtió llevándonos por rumbos diferentes. — Olvídalo. — es lo único que digo con respecto a lo que ocurrió en la alcaldía, porque yo ya lo he hecho, él debería hacer lo mismo. Como yo puedo dejar que me abrace y aprovecho que es más grande que yo para esconder parte de mi rostro sobre su pecho. — ¿Crees que te haría daño? — es la incredulidad apoderándose de mi voz cuando insiste en ser irresistible, lo que me lleva a separarme ligeramente de su cuerpo, sin apartar mis manos, pero sí con la distancia suficiente como para dedicarle una mirada intensa. — Nadie es irrompible, Colin, pero aun siéndolo, no entiendo cómo puedes pensar que sería capaz a herirte, no a propósito al menos. — lo que pasó en la cueva es algo que debe quedar allí, por las mismas razones por las que lo de la alcaldía debe quedar en su lugar también. — No hemos llegado hasta este punto, después de todos los dolores de cabeza que me has dado, para que simplemente desee golpearte de la noche a la mañana. — intento ponerle un poco de humor al asunto, no vaya a ser que de verdad me entren ganas de golpearlo por siquiera sugerir algo parecido.
Alice D. Whiteley
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Esto, aunque no me crea si se lo digo, es mucho más de lo que tuve en un tiempo. No lo pongo en mi boca porque decirlo sería un tanto injusto hacia mi familia, los tenía a ellos y también a Hanna, pero persistía el sentimiento de que estaba en un lugar donde todo me abrumaba y tenía poca decisión sobre lo que pasaba, tampoco había practicado lo de imponer cierta voluntad. Los lugares que ocupamos en la familia tendemos a replicar en todos los aspectos de la vida, cuando esta tiene tanta influencia, y por primera vez siendo de los menores que heredamos la historia y los sitios de los que estuvieron antes, puedo decir que me encuentro en un impensado limbo que no es donde esperaba volver, ni tampoco donde no podía seguir estando. El patio de esta casa es lo real, pero si cierro mis oídos a todos los sonidos que nos rodean, se vuelve parte de lo sigue pareciéndome una fantasía de la que no puedo salirme, lo real en este lugar tiene mucho que ver con ella y no consigo que mis palabras sean más claras de lo que ya son. Puedo tomar esta oportunidad si también la toma, así como podría ir a otra guerra si lo que me dice es que hay otra pelea por dar, no entre nosotros, porque estoy parado donde espero que podamos volver a acoplar nuestros pasos de ahora en más.

Callo para no tener que contestar, porque la respuesta franca es que sí podría hacerlo. La cuestión es esa que se muestra luego, si hay o no hay una intención, y sigue sin ser ese el punto, es lo que a ella podría lastimarle, lastimar a alguien más. Por momentos tengo presente que ignoro muchas de las cosas que hacen a Alice la persona que es, también por momentos siento que la conozco bien o que puedo entenderla, por eso tengo que aclararme. —No me refería a un sentido literal…— murmuro, hay una sonrisa llenando mi cara a causa de las palabras que eligió para que se instale en mi mente una imagen suya en la que esté arrojándome cosas de la nada, no la descarto del todo, suelo dar motivos para que la gente tenga de esos impulsos y a ella la confianza le otorga permiso de hacerlo. Aplasto algunos de los mechones de su cabello al apoyar mis manos a los lados de su cara, así su mirada no se pierde de la seriedad en mis ojos al continuar. —Nunca te sientas culpable, ni responsable de que esté aquí. Es lo que yo elegí. Así que nunca calles algo porque creas que eso podría hacerme daño, por la idea de que por estar aquí, no lo merezco…— digo, por lo ambiguo que puede ser este acuerdo que le pido, insisto con un tono calmo: —Promete ser honesta conmigo, Alice. Puedes serlo— no espero otra cosa, por delante de cualquier otra cosa, prefiero honestidad, es lo que necesito para saber dónde pisar y no dar un salto al vacío, y qué es lo verdadero, con forma, a mi alrededor. Todos los días caminamos en incertidumbres, trato de saber dónde sea que esté, qué tengo al alcance, porque buscar con la mano lo que dabas por seguro y descubrir que se evapora entre los dedos, siempre lleva a una caída fuerte. —¿Me lo prometes?— pido, dejo que pase un momento en el que busco poder leer sus ojos y todas las dudas sobre la vida, el futuro, lo pasado, que pueda tener. Si las tiene, le pertenecen y no creo poder llegar a conocerlas todas algún día, cruzo la poca distancia hasta rozar su boca, aguardar a que el mundo tiemble para indicarme que no lo haga y claro que no se inmuta, porque el mundo en realidad no suele fijarse mucho en estas cosas, son mis manos las que se mueven para sostener su rostro y avanzo lentamente en una caricia a sus labios, con el permiso concedido de que puede hacerme daño si quiere apartarse, también de manera literal si así lo siente.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
¿Cómo no puedo sentirme culpable, cuando se me puede hacer perfectamente la razón por la que está aquí? Si ignoro la parte en la que dice que fue todo su elección, me tengo que quedar con las últimas imágenes que nos ofreció la alcaldía, cuando no nos quedó otra opción que la de enfrentarnos, bajo una situación que nos colocaba como obvios enemigos. ¿Cómo puede decir entonces que no va a odiarme, cuando le he arrebatado absolutamente todo lo que conocía? Por si no fuera poco, no era una mala vida. En su lado todavía podía aspirar a una relativa tranquilidad, no como esto que yo llevo conociendo por años, que nace de la inestabilidad y se refugia en el desequilibrio porque nada de lo que tenemos es certero. Quiero decírselo, gritarle que ha cometido un error al quedarse, al elegir estar del lado de la guerra, incluso cuando soy consciente de que no hay ningún bando en el que la misma no se haya asentado como si fuera la dueña de nuestras vidas. Ahora mismo lo es, pero cuando abro la boca para decírselo no me salen las palabras, no porque no las tenga, sino porque hay otra cosa que las frena en su escapada.

Ha pasado un tiempo desde que permito tener este tipo de contacto, tanto que al principio me extraño por su sensación, que es muy diferente a como la recuerdo. Capaz porque los sentimientos también son distintos, no esperaba que tuviera esa clase de acercamiento, y de alguna otra forma, lo estaba anhelando. Hubo un tiempo en el que mi primer instinto hubiera actuado rechazando el gesto, creo que sigue creciendo muy en el fondo como impulso de todo lo que no soy capaz a controlar, a pesar de que en esta ocasión soy yo la que toma las riendas de mi vida. Dejo a un lado el miedo que en otras circunstancias me hubiera incitado a alejarme de cualquier afecto que podría acabar en daño potencial hacia mi persona, porque para cuando me quiero dar cuenta una de mis manos se ha posado sobre su pecho, mientras que la otra recorre el camino hasta rozar su cuello con mis dedos. Si me separo es precisamente porque necesito tomar aire, pero aprovecho la pausa para responder con total honestidad, esa que me está pidiendo como promesa. — Solo si tú lo eres también conmigo. — no sé en qué momento esto se volvió una cosa de dos, donde no puede existir una respuesta sin la otra, pero poco me importa descubrir su origen cuando estoy más concentrada en explorar el contorno de sus labios.
Alice D. Whiteley
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Invitado
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Si lo que pedimos del otro es honestidad, creo que eso dice mucho de nosotros. Habla de lo difícil que es abrirnos a algo que puede salir tan mal como bien, con razones distintas para querer resguardarnos de ese posible daño pidiendo tal cosa como ser francos, así sabemos qué esperar y no nos arriesgamos a pasos falsos que puedan lastimarnos. —Siempre— es una promesa que puedo hacer, muevo mi mentón en un asentimiento para afirmarlo, es solo un gesto y una palabra, pero puedo asegurarle que sinceridad siempre escuchará de mis labios. Nunca ha sido diferente, lo que ha cambiado quizá es que, todo esto de resquebrajar mi coraza y que un par de golpes certeros en los sitios indicados haya bastado para romperme, hizo posible que por los quiebres se escapara aquello a lo que no habría puesto un nombre y que se hace claro cuando me acerco a su boca para recuperar un roce que no es conocido, ni extraño, pero se siente como un lugar que busqué por mucho tiempo sin saber si era real. Si todo lo que espero es honestidad, es porque estoy asustado de no volver a sentir esto otra vez.

Me cerré a todo esto con tal fuerza en el pasado, que no dudo de poder hacerlo una vez más, cuesta demasiado dejar entrar a alguien por uno de esos quiebres. Y, sin embargo, es lo que hago al acariciar su garganta para profundizar un beso que calla otros pensamientos de mi mente, dejo que entre para que salgan fuera todos los fantasmas y recuerdos, también los que evocan todos los sitios imposibles de volver, quedo sujeto a este contacto que me devuelve el sentido de la realidad, seguro de que esto solo puede ser así por reconocer en su sabor algo que no podría haber hallado en otro lugar. Puedo escuchar en mis oídos los latidos insistentes que habían sabido permanecer calmos, me separo de ella para sostener su cabeza contra mi pecho, mis dedos enredados en su cabello oscuro, cruzo mi otro brazo por su espalda para sostenerla contra mí. —Nunca me oirás decir que estoy aquí por ti, porque no haré que cargues con mi elección. Estoy aquí por mí, pero estar aquí es lo que me permite estar a tu lado, nunca dudes en buscar mi mano si la necesitas para avanzar— pido en susurros contra su pelo, aparto mis dedos para que mi pulgar vuelva sobre su sien en una caricia consciente. —Lo siento— murmuro, —lo siento tanto por robarte parte de tu pasado—. No habrá recuerdos implantados por anécdotas ajenas que llenen los vacíos de su memoria, no le devolverán un rostro nítido a la hija que tuvo. —No compensa, pero haré lo que esté en mí para que puedas tener recuerdos de algo bueno en este nuevo distrito.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
A veces, todo lo que uno necesita para mantenerse en pie, es que te aseguren que no caminarás solo. No es algo que se dé por hecho, porque si algo he aprendido en todo este tiempo en que he visto ir y venir personas en mi vida con la misma facilidad con la que pasan las estaciones, es que solo nos tenemos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo y alma para confiar en el siguiente paso. ¿Cómo puedes confiar, entonces, en que habrá alguien a tu lado? Pues a veces basta con eso, con sentirlo, aunque solo sea por unos segundos, minutos, horas. En ocasiones ese sentimiento es tan profundo, que barre cualquier otro pensamiento que nos ha puesto como seres solitarios para toda nuestra existencia. Todos necesitamos de alguien y de nadie a la vez, también es cuestión de decidir cómo queremos sentirnos, como queremos actuar. Cuento con un expediente que no me aporta la seguridad de poder decidirlo en el instante, soy consciente de que voy a necesitar de mi propio tiempo para acostumbrarme a un ritmo de vida que no sabía que podía ser para mí. Me he habituado tanto a caminar sola, que su tacto se siente como un soplo de aire fresco en medio de una celda sin oxígeno. Ni siquiera era consciente de que la que me mantenía en esa propia cárcel era yo, porque hay dos tipos diferentes de prisión, una es en la que nos encarcelan los demás, otra, y la que considero la peor de todas, es la que uno se impone a sí mismo. No creo que haya escapatoria para la última, no si no estamos dispuestos a tomarla.

Las disculpas me llegan camufladas por reposar mi cabeza contra su pecho, de tal forma que apenas les estoy prestando atención, y lo dejaría ser así si no fuera porque él parece de verdad disgustado. — De nada sirve lamentarse sobre lo que ya ha pasado, es algo que he aprendido que debemos aceptar, aunque no nos guste... Puedo perdonarte, porque quiero hacerlo por ti, pero también por mí para poder pasar página y seguir adelante, no puedo... no quiero tener que levantarme por las mañanas y pensar en todo lo que podía haber tenido, cuando tengo una buena razón por la que estar aquí, ahora, es todo lo que importa. — por supuesto que me duele, me ha dolido, cada día me duele un poco menos, pero no por lo que he perdido como tal, sino por no ser capaz a recordarlo. Con cautela tomo la distancia que me permite observar su rostro, ese que poco tardo en tomar con mi mano al llevarla hacia su mandíbula, para acariciar con mis dedos su mejilla. — Si tú quieres, es algo que podemos hacer juntos, no quisiera hacerlo de otra manera diferente, si estamos aquí, que sea por hacerlo bien, esta vez y las que hagan falta, ¿quieres? — hay algo en el modo que tengo de formular eso último que me lleva a otros tiempos, porque la forma en la que la propuesta sale de mis labios es similar a la que tenía esa niña de ojos enorme y cara salpicada de pecas, hacia épocas donde no éramos más que niños jugando entre escombros, porque éramos honestos y con eso valía. Ahora también peleamos entre escombros, aunque son otros completamente distintos y en su mayoría, restos de lo que quedaron de nosotros.
Alice D. Whiteley
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Pueden haber cientos de razones que me dicen que este no es mi lugar, y es una sola buena razón la que basta para que sienta que sí lo es, no puede ser de otra forma si por primera vez en mucho tiempo puedo encontrar paz en mi mente, si puedo al fin desarmar esa postura a la defensiva que me hacía tener recelo de hasta mí mismo, de lo que podía llegar a provocar por un mal presentimiento que nunca me abandonaba y que se esfumó. Me sostengo a la única buena razón que se vuelve una esperanza para mí, y puesto que fui quien prometió que sería honesto, a su decisión de pasar página siento que le debo una verdad que conozco. Paso mis dedos en una caricia por su cabello mientras me debato en el daño que podría hacerle saber la identidad de la auror que asesinó a su hija, si acaso conocer un nombre la arrastraría de a ratos a un lugar que está tratando de dejar atrás. Pero mi respuesta la tengo al preguntármelo en base a la promesa de ser honestos, no me gustaría que verdades así quedaran calladas entre nosotros. Cuando todo se vuelva confuso, como seguramente pasará más de una vez, quiero poder saber que puedo mirarla a ella si busco claridad y que pueda hallar lo mismo en mí, lo pienso al encontrarme con sus ojos y me apropio de sus palabras. —No quiero hacerlo de otra manera— susurro, porque si puedo elegir no quiero que sea de un modo distinto, quiero que sea pudiendo avanzar con ella hacia donde sea que nos lleve esto y sé que es algo bueno.

El camino que tenga que ser, quiero poder hacerlo a su lado, como tal vez tendría que haber sido y no solo por recuerdos de una infancia que llegamos a olvidar, sino por ser dos personas que todo este tiempo estuvieron buscando algo, que yo puedo ver en ella aun cuando no lo percibe en sí misma. Coloco mis manos a los lados de su cuello para sostener su rostro. —Eres fuerte, Alice—  le aseguro con firmeza, —cada cosa que ha pasado te hizo más fuerte, todo lo que pasará a partir de ahora es algo que podrás afrontar— digo para que mi convencimiento sea parte del suyo, así mi voz puede unirse a la suya y todas las que acuden a ella cuando vuelva a necesitarlo en algún momento de quiebre, porque los tendremos, de esos también nos repondremos. —Eres la persona más fuerte a mis ojos porque no te rendiste— murmuro, —no voy a apartar mis ojos de ti—. Necesito que lo sepa para lo que diré después, tras una inspiración honda de aire que me permita poner en voz alta lo último del pasado que le robamos para devolvérselo, la parte de la historia que falta y que bien podría quedarse sin ser contada, pero no quiero subestimarla, no quiero el silencio complaciente, sino poder ser francos por saber que somos fuertes. No invencibles, pero fuertes como para sobreponernos. — Con Jess sabemos quién es la auror que el día del incendio en el catorce asesinó a tu hija— digo, —es la hermana de la vicepresidente Road, suele acompañarla a algunos actos…— comento, por si eso le sirve para darle un rostro. —Es algo que sabemos con Jess, que no cambia nada, es cierto… pero si lo sabemos, es algo que no nos corresponde guardarlo, sino dártelo— con eso está todo dicho, sin embargo, sigo pensando y tengo que preguntarlo. —Si hubiera alguna posibilidad que recordaras todo lo que olvidaste, ¿querrías recuperarlo?— porque quizá si la haya.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
La sonrisa que atraviesa mi rostro es tímida, casi como si no quisiera que nadie más la viera, incluso cuando está dirigida exclusivamente hacia él. No son condiciones lo que estamos poniendo sobre la mesa, sino nuestro deseo más profundo de querer hacerlo bien, de entre todas las opciones que escogimos para hacerlo mal, al menos una pueda quedar como que no nos equivocamos en querer hacerlo de esta manera. No me considero una persona extremadamente fuerte, no se lo digo porque eso volvería sobre unos pasos que ya he decidido no quiero retomar, pero sé que mi mirada pretende decirle lo que no soy capaz a expresar con palabras. — No sé si me hizo más fuerte o más vulnerable, guardo conmigo muchas cosas que todavía me hacen sentirme débil, no espero que se vayan con el tiempo, pero sí quiero mantenerlas al margen para de que dejen de hacer daño. — al final lo digo, porque no fue nunca mi intención el mostrarme de hierro, ni creo que lo sea, si me mantuve lejos de esa línea es precisamente porque nunca supe como hacerle frente y preferí resguardarme en la seguridad de mi propia soledad. Me hizo cobarde por mucho tiempo, también lo hizo para amar, pero estoy dispuesta a no dejar que vuelva a ocurrir si tengo la oportunidad de luchar contra ello.

Contra lo que no estoy tan segura de poder hacer frente es a lo que me cuenta después, tan salido de la nada que las líneas de mis facciones cambian por completo hasta adquirir una expresión de confusión mezclada con la inseguridad de pisar sobre terreno que debería ser conocido, pero que no lo es para nada. Me quedo con la imagen mental de la hermana de la vicepresidenta, esa mujer a la que nunca le presté especialmente atención porque su hermana ocupa la mayor parte de esa cuando aparece en la televisión, pero sí conozco de quien me está hablando. — ¿Cómo lo sabes? — es la primera pregunta que cruza mi mente, porque no es como… ¿si fuera a confesar? No lo sé, si todavía pudiera recordar algo de lo que ocurrió con esa niña que todos dicen que en algún momento fue lo que le daba un sentido a mi vida, cuando por mucho que trate de hacer recuerdo, lo único que aparece en mi mente son fragmentos de mi propia vida vivida, ni rastro de ella, ni de su memoria. — Pues claro que querría, — sale disparado de mis labios en cuanto lo pregunta, ¿quién no querría? — pero Colin… la posibilidad de que recuerde algo que han borrado a través de magia es… prácticamente remota. — él debería saberlo, es mago, sabe que la magia actúa de forma que nadie puede controlarla, con cada persona incluso pueden llegar a ser diferentes los efectos, la potencia del hechizo… — ¿Cómo lo harías? — elevo tan solo la mirada hacia sus ojos, limitándome a tratar de encontrar una respuesta en ellos antes de que me la ofrezca como parte de una solución que no hubiera esperado.
Alice D. Whiteley
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Muevo mi cabeza de un lado al otro porque no hay una gran historia detrás de cómo nos enteramos. —Rumores en la base de seguridad— contesto, —lo que hacíamos, aun cuando nos decíamos que era nuestro trabajo, nos ha perturbado el sueño a más de uno y Road no es la excepción— digo como el relato más vago que puedo hacerle de la auror, quien vivió la pesadilla real de ser la responsable de la muerte de su hermana menor ese día en el estadio cuando se presentó Ritcher y desde entonces, como a la larga termina pasando con todos, creo que la consciencia se anula por completo y solo seguimos siendo cuerpos actuando por inercia. Y quiero creer, aunque sea una discusión de nunca acabar con Alice si es fuerte o no, que estar aquí es lo que me hace fuerte a mí y necesitaré serlo para tratar con mi consciencia, que en vez de anular decidí escuchar. Esa que me impulsa a una honestidad que quizá no corresponda y a querer compensar un daño que puede que sea irremediable, porque así como estar en este distrito me coloco en falta con otras personas, me da una oportunidad para cumplir con ella promesas a destiempo y aún no sé cómo lo haré, aprecio la imaginación que teníamos a los diez años y como todo eso parecía posible, porque lo real que puedo darle no llega a cubrir el deseo, que es mío, que pueda tenerlo todo.  

Pero es magia, así como puede parecer absoluta, no lo es. La magia también se encuentra con límites y… quizás, hay muchas personas que saben de esto…— callo para no mencionar a los legeremantes, los oclumantes, otros que han llegado a manipular recuerdos, porque no quiero insistir con una posibilidad que en realidad ignoro, es más descabellado que una fantasía de niño. Me veo en sus ojos al meditar una respuesta a su duda, por mí mismo no hay nada que pueda hacer.  —Buscaré a un mago o a una bruja que sepa de esto y si hay alguna probabilidad de revertir un hechizo como este o de rescatar algún recuerdo tuyo que te devuelva los perdidos, te lo haré saber— prometo, me cuesta creer que se puedan extinguir partes de la memoria, cuando hay personas que atraviesan todos los recuerdos que guardamos porque su sola existencia nos hace ser quienes somos. Coloco mi mentón sobre su coronilla al abrazarla, es un sentimiento extraño el que pueda reconocer que esto era lo que debía ser, al menos para mí, mis brazos cerrándose alrededor de ella como un pobre escudo que trata de resguardarla y que de todas las personas posibles, se trate de ella. Nada tiene que ver de cómo me sentía hace veinte años cuando ya jugábamos sobre lo destruido por otra guerra, viene de mucho antes, de algo que perdimos mucho antes de lo que recuerda nuestra memoria y que podemos pasar toda la vida buscando, es un presentimiento que no logro callar del todo. —Mientras tratamos de darle un sentido al pasado, también trataré, con todas mis fuerzas… de darle un sentido a este presente— si estamos aquí, debe tenerlo. —Estaré a tu lado, siempre que me busques, estaré a tu lado.
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