The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
Esto es incómodo. Lo único que se escucha desde hace unos minutos es el sonido de los cubiertos al chocar contra los platos, me pienso dos veces hacer la típica broma de que se ve que a todos les gusta la comida que hice que nadie habla y creo que eso sería apuntar directamente con el dedo al silencio tenso que se instaló en el comedor de este espacio “neutral” que es mi casa. No iba a imponer a Charles la invitación a una cena en la mismísima mansión de la ministra LeBlanc, mucho menos le pediría a él y a Phoebe que nos presten su casa en el distrito cuatro. Le había dicho a Eloise que la boda no era el momento, habría otro y es este, un par de días después de un nuevo atentado entre los muchos que algún día acabarán por matarnos todos. Mi optimismo estos días es para envidiar, claramente.

Coloco con cuidado el tenedor sobre la servilleta a un lado del plato y entrelazo mis manos sobre el plato medio vacío para dedicarle una sonrisa a mi cuñada, con la petición explícita en mis ojos de que me ayude a salvar esta situación. —Entonces… ¿cuándo sabrán si es niño o niña?— consulto, el embarazo de Phoebe no es algo que necesite de más anuncio que esa panza que se empieza a redondear debajo de su ropa y le lanzo una mirada suspicaz a Eloise para poder ver de primera mano, así de cerca como la tengo por estar sentada a mi lado, cuál es su reacción al saber que será abuela por parte de los hijos que abandonó una vez.

De mi boca no ha salido la palabra «abandono» y si no fuera porque falta Eugene y esta es en realidad la primera comida que compartimos en la vida, aquí sentados en esta mesa circular del loft, con los ventanales que van del suelo hasta el techo echando luz sobre todos nosotros, bien podríamos ser la postal de una familia reunida para ¿celebrar la vida? Brindar por el país definitivamente no, que se va partiendo por partes, lo mismo agarro la botella de vino y le ofrezco a mi madre rellenar su copa. Luego me giro hacia el hombre que está sentado a su lado, me incomoda un poco ser el impar en esta mesa, podría llamar a Abbey otra vez para que venga a presentarse aunque sea un par de años tarde, pero me ha dado ocupado las últimas dos veces. —Así que…— continuo, — ¿están saliendo hace mucho?—. Diganme idiota, creo que en todo Neopanem fui el único que creía que el hecho de que aparecieran juntos en las fotografías de los grandes eventos del ministerio, era porque seguramente los departamentos de Salud y Educación se llevaban bien.
Anonymous
Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
He pasado la última semana de noviembre enclaustrada en casa, no porque fuera parte de la recuperación, que también, sino porque yo misma he necesitado unos días de reposo mental aparte de físico para asimilar todo lo que ha ocurrido. No hubiera esperado que en esas circunstancias tuviéramos que debatir si aceptar la invitación del hermano de Chuck a tener una comida con su madre, algo así como una reunión familiar después de más de veinte años. También es sorpresa para mí el que mi marido acceda a la proposición, siendo que la última vez que yo saqué el tema obtuve una respuesta más bien indefinida. No creo que haga ningún mal, de todas formas, después de los días que hemos tenido, que no han sido los mejores, aun tengo pesadillas y un temor atroz a que me dejen sola por más de una hora, tampoco parece una tan mala idea.

Esa era mi mentalidad antes de permanecer sentada alrededor de la mesa, cuando el silencio incómodo ha dejado paso a que solo se escuchen los cubiertos sobre los platos, e incluso me asalta el miedo interno de que se esté oyendo como trago la comida mientras mis ojos se pasean por la cubertería de cada uno, hasta que me topo con los ojos claros de Logan. ¿Jacques ahora que está su madre delante? Le echo un vistazo rápido a mi esposo que está sentado a mi lado, veo que la pregunta está dirigida hacia mí pero no sé hasta qué punto Chuck quiere que revele yo estas cosas. Me decanto porque si sigue con la boca llena, quedará un poco extraño si espero a que él conteste. — De hecho... hace un par de semanas que ya lo sabemos. — reconozco, tanteando un poco el terreno en lo que mis ojos se dirigen hacia la rubia de la sala antes de posarse de nuevo sobre el centro de la mesa. — Es un niño. — no sé si eso fue demasiado directo, tampoco veo que una noticia como esta pueda extenderse mucho más, literal que solo hay dos opciones posibles. Me siento obligada a sonreír, no porque no esté feliz de que sea un varón, sino porque la situación me lleva a contener el aire en lo que espero una reacción por parte de la familia de Charles. Obvio que no espero a que la tengan antes de seguir rellenando el silencio con tonterías. Son los nervios, creo. — Aún nos estamos haciendo a la idea, buscando nombres y ese tipo de cosas... A mí me gusta Hugh, pero Charles opina que es demasiado anticuado y está tratando de convencerme por Hayden. — ¿demasiada información? Mejor me guardo lo de la tradición familiar para cuando haya más confianza, y de paso regreso la mirada hacia mi esposo, en busca de alguna clase de apoyo moral.

Para mi suerte Logan pasa a centrar la atención en el ministro de Salud, así puedo llevarme el vaso de agua a los labios en lo que me demoro unos segundos largos en tragar. Y no es que haya hablado tanto, pero de repente siento la garganta más seca. Aprovecho que la conversación tira hacia la relación que están manteniendo Nicholas y Eloise para posar mi mano sobre el muslo de mi esposo por debajo de la mesa a modo de caricia, como sinónimo de que lo está haciendo medianamente bien, aunque quizá sería recomendable deshacerse de la expresión callada de su rostro.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No sé ni por qué accedí a hacer esto. No puedo sentarme aquí y pasar la comida como si los últimos casi treinta años no hubieran sucedido, cosa que queda más que en claro cuando he emitido muy pocas palabras desde que llegamos y me excuso con que estoy muy ocupado metiéndome cosas en la boca o revolviendo la comida con uno de los cubiertos. No tengo los huevos como para mirar a Eloise por más tiempo del que corresponde a la cara y, tengo que decirlo, extraño demasiado a Eugene como para añorar sus charlas ridículas que de seguro servirían para romper el hielo. Voy a admitirlo, de mis hermanos soy el menos encantador de los tres y la pobre de Phoebe tiene que soportar todo esto, como la buena esposa que ha demostrado ser. No tengo idea de cómo voy a compensárselo, si debo ser honesto.

Mis ojos se van hacia Logan por un momento en lo que intenta sacar conversación, pero mi mera respuesta es meterme un trozo excesivo de pan en la boca y masticarlo con fuerza para dejar bien en claro que puedo contárselo luego. Obvio que Phee responde con su clásica amabilidad y eso me hace tragar con fuerza — "Hugh" suena a sujeto estirado con peinado de gomina — me explico en un murmullo pesado, de esos que denotan mis pocos ánimos conversadores. Solo por si las dudas, pispeo de reojo a ver si el señor ministro de salud se adapta a esa descripción, a ver si encima se me acaba ofendiendo. No tiene la gomina, pero el nombre Hugh podría irle bien. ¿No es este el sujeto que Franco usó de chuleta el otro día, según lo que me ha contado Phoebe? Pobre tipo. Lo acuchillan y mi madre lo hace participar de esto, no la debe estar teniendo fácil.

Jacques sigue la conversación y me encuentra tragando una vez más en lo que estiro la mano para beber de mi copa, el vino es lo que mejor viene ahora que necesito pasar más que un trozo pesado de comida. Siento la mano de Phoebe sobre mi muslo y uso la que me queda libre para tomarla, en parte como agradecimiento, en parte como disculpa —  Deben ir en serio como para que te convenciera de venir — fuerzo una sonrisa con mis labios en dirección a Helmuth, en lo que arranco otro trozo de pan. Es obvio que todo es más sarcástico que amable — Te aconsejo que la sujetes fuerte, Nick. Tiene manías con eso de desaparecer. ¿No es así, Elo? ¿Cómo te llamo? ¿Mamá? He oído que algunos te dicen Lulú — otro cacho de pan que va a mi boca, pero no me molesto en tragar en lo que sigo hablando — ¿Tú que prefieres para tu nieto? ¿Hayden o Hugh? — a ver si se digna a opinar aunque sea de algo.
Charles B. Sawyer
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Lo diré, solo he aceptado a hacer esto porque no soy de las personas que rechazan este tipo de invitaciones, no es de mi interés el quedar como un maleducado, pero es evidente que cuando se trata de Eloise la cosa es diferente. De modo que he tenido que enfundarme en un traje no demasiado formal y presentarme junto a ella frente a la puerta de la casa de su hijo mayor. No está en mi lugar el pensar qué saldrá de esto, no soy quien va a poner en boca las cientas de posibilidades de que esto tome un giro inesperado, suficiente tiene que tener Lulú con sus pensamientos propios, como para sumarle los míos cuando se supone que estoy aquí para servirle de apoyo. Esa es mi principal tarea en todo esto, ella misma lo ha admitido y yo no tengo problema en hacerle ese favor, incluso cuando la última semana no ha sido la ideal, pero como dije, no hay muchas cosas, prácticamente ninguna, que pueda negarle.

Es una de estas ocasiones en las que a todo el que está sentado en la silla, nos gustaría poder hundirnos en ella hasta desaparecer por debajo de la mesa. La tensión se palpa en el ambiente de forma que tengo cuidado de que mi cuchillo al raspar la comida no sea quién corte el silencio que empieza a aglomerarse. No voy a negar que me siento un poco fuera de lugar, me gustaría saber qué es lo que está pensando Eloise en este preciso instante, justo cuando Jacques hace el intento de sacar conversación. Mis ojos se clavan en la figura de Phoebe al tomar la palabra, no tarda en salir con una noticia que no esperaba recibir esta noche, o quizás sí, la verdad es no sé qué esperar de esta familia con tantos problemas internos. Aun así le sonrío. — Eso es estupendo, mi enhorabuena a los dos, debéis estar muy felices, ¿no es así? ¿De cuánto estás? ¿ya os han dado una fecha? — consulto, el que haga tantas preguntas es un indicador de que estoy empezando a ponerme un poco ansioso.

Pues a mí me agrada el nombre Hu... — momento, hablé demasiado pronto. Esto es lo que pasa cuando no sabes por donde van a tirar los hijos de Eloise, hubiera esperado que con tan solo dos la cosa sería más fácil que con los tres juntos, pero algo me dice que el mediano no va a ponerla fácil esta noche. Su comportamiento me lo confirma apenas abre la boca, de las pocas veces que lo ha hecho esta noche, y no sé como tomarme el que se dirija hacia mí con esas pullitas directas a la garganta de su madre. Tomo un poco de vino de mi copa antes de sentir que voy a ahogarme con la corbata, ahora es que pienso que ni siquiera debería habérmela puesto. — Creo que no es momento de... — no, precisamente es para hablar de esto por lo que estamos aquí, pero es obvio que no esperaba un ataque tan pronto de la comida. — Tu madre... vuestra madre, creo que merece que le deis la oportunidad de explicaros algunas cosas, antes de que tomemos conclusiones precipitadas. — pienso que no dije nada con poco sentido, ¿cierto? Le dirijo una mirada a Eloise, una que indica que es su momento de participar, o su hijo continuará lanzando ataques por el resto de la noche.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Creo que si Nicholas no tenía hasta ahora ganado el cielo, como mucho se ganó un ticket de entrada directa desde el momento en el que aceptó acompañarme a esta cena. Más aún cuando lleva apenas y días fuera del hospital, de nuevo, y sobre todo porque… bueno, esto era algo que debería poder enfrentar sola. Pero no puedo, así que Nicky además de ser el pilar que me sostiene, también es todos los cimientos y mi techo por si acaso. No lo merezco, ni a él, ni que los dos hombres que se sientan delante mío siquiera quieran compartir una habitación conmigo. A estas alturas hasta estaba dudando el merecer la calidad de los profesores que tanto me había esforzado por conseguir.

Estoy insegura, temblorosa y con un temor tan profundo que no puedo hablar; casi que tampoco probar bocado. Trato, pero me encargo de masticar lento y de no levantar la mirada del plato por cada vez que siento que me están observando, demasiado cobarde para afrontar lo que puedan decir. Al menos Jacq… LOGAN, rompe el silencio y siento que puedo posar mis ojos en Phoebe sin inconveniente alguno. - Felicidades por la noticia. Lo supuse desde tu primera licencia, pero no quería… - ¿Pasarme de la línea? ¿Meterme dónde no me llamaban. - Bueno, el punto es que los felicito, a ambos. - Pero no, no me atrevo a mirar a Charles por estar segura de lo que encontraré en sus ojos.

Y claro que luego todo se va a pique, antes de que siquiera pueda expresar mi opinión sobre los nombres que tienen pensados. Era de esperar, de verdad, y sorpresivamente me siento más segura en el confrontamiento que en la relativa calma, tan tensa como insoportable, tan palpable e invisible a la vez. - No hace falta, Nicky. Charles tiene razón y no hace falta que me explique a menos de que ambos lo deseen. No voy a imponer mi palabra cuando solamente soy una invitada en esta mesa. - Si ellos querían escucharme, hablaría; pero no pensaba en justificarme con excusas que no les servirían a ellos ni a mí. - Pero sí puedo contestar a sus preguntas. No sé muy bien hace cuánto es que estamos saliendo a decir verdad, pero Nick no me ha soltado en toda mi vida, así que lo único relativamente nuevo en nuestra relación es la sortija. - Anuncio sin siquiera levantar la mano que ostenta una única y solitaria joya. ¿Habíamos sido dos impulsivos? Sí. ¿Me arrepentía? No. - Ya en cuanto a cómo quieras llamarme, Charles. Está en tí. Como dije, no voy a imponer absolutamente nada. Si no quieres dirigirte a mí también lo entenderé. - Creo que el poder sostenerle la mirada a mis dos hijos requiere cada gramo de fuerza que tengo en mi cuerpo, pero lo logro y estoy orgullosa por eso. Al menos puedo sentirme más como yo misma, y para cuando termino la oración ya puedo respirar con normalidad. Esta vez también me dirijo a Phoebe. - Ya si de verdad quieres mi opinión sobre nombres, pues siempre me gustaron los anticuados, por algo tú y tus hermanos tienen… bueno. Aún así, Hayden se me hace original. - No era broma ni querer mostrar preferencia por Charles. No recordaba que ninguno de mis alumnos se llamara Hayden, así que sí, original era un buen adjetivo.
Eloise R. Leblanc
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Invitado
Invitado
A mí me gusta el nombre Hug…— mi voz se pisa con la del ministro Helmuth, así que me callo. Tendría que haber visitado a mi hermano y a mi cuñada con más frecuencia, creo que es la costumbre de estar cada uno por su lado con encuentros esporádicos lo que me marcó una norma a estas alturas invisible de estar al margen de sus vidas. Después de la boda de ambos, creo que este es el segundo gran paso para reconocernos como una familia a la que pronto se sumará alguien más y la ausencia de Eugene se sigue sintiendo tanto que duele. No sé cómo respondería él a las palabras de Eloise, no, puedo hacerme una idea. Tampoco puedo decir que me sorprenda la manera que tiene Charles de contestarle, por mi parte me limito a suspirar. —Eso no es verdad, Chuck— replico, —Ha sabido tener un matrimonio, criar una hija, ser ministra por años y encargarse adecuadamente de la educación de este país. Eloise LeBlanc no es una persona que simplemente se desaparece— lo dejo bien en claro, —solo fue a nosotros a quienes no le importó abandonar en un orfanato a nuestra suerte— apunto lo que todos sabemos, el reproche en mis ojos también es evidente.

Recargo mis codos en el borde de la mesa y me hago escuchar por encima de lo que dice. —Eloise, si piensas que te invité a almorzar para que puedas admirar lo bien que me salen las papas asadas, sería mentirnos entre todos en la cara— evitemos dar más vueltas, que hacerlo nos ha llevado unos buenos años, si seguimos así para cuando lleguemos a una conclusión, Phoebe irá por su tercer embarazo. —Claramente hemos organizado este almuerzo para poder decirnos las cosas de frente. Tus hijos crecieron y somos adultos que tenemos preguntas y exigimos respuestas honestas, tenemos la edad para aceptarlas, cuáles sean—.  La obligo a mirarnos, a vernos como somos ahora, estos son los hijos que eligió no criar y que pueden sentarse hoy día a una misma mesa con ella, cuando podrían haber ocurrido mil desgracias que nos lo impidieran. Charles podría haber muerto por esas estúpidas mesas de apuestas en la que se metía o yo con el veneno de mi ex esposa. Eugene no está, ¿que está esperando? Sé que es lo que espera. —No, no vamos a darte la salida fácil— niego con el mentón, —no vamos a decirte que desaparezcas de nuestras vidas otra vez y que no queremos oírte, no. Porque eso es lo que elegiste hacer una vez y no te costará nada hacerlo de nuevo, pero esta vez sí tenemos la edad para exigirte que nos digas como una madre puede darle la espalda a tres niños. ¿El remordimiento te pesó en el pecho todos estos años? ¿Siquiera tienes un corazón, Eloise?— y mi mirada se desliza a la menciona alianza. —Yo le diría que tenga cuidado de eso, Helmuth. De tener a una mujer hermosa y atenta a su lado, pero no es más que una compañía vacía, porque Eloise LeBlanc es solo eso. Una bella figura hueca, incapaz de sentir.
Anonymous
Jerek E. Grimm
Observo en silencio por la ventana durante varios minutos intentando reunir fuerza de voluntad para entrar. La verdad es que no quiero hacerlo, mi misión en Neopanem ya está cumplida y eso era asegurarme cómo están mis hermanos... Y allí los veo, compartiendo una comida con nuestra madre y un tipo que creo que es el ministro de salud. Vaya... ¿Cuánto tiempo llevo fuera? Podría jurar que ha pasado casi un año, aunque no estoy seguro pues dónde estaba el tiempo no era particularmente algo en lo que decidiera concentrarme. Sea cuanto sea, parece que ha sido tiempo suficiente para reunirlos a todos.

Creo que lo que me convence a entrar es la falta de risas durante varios minutos ¿Soy una basura por alegrarme de que lo estén pasando mal? Quizás, pero al menos con mi llegada no podrá ponerse peor. Así que tomo el bolso con una mano y la llave de la casa con la otra, la giro con cuidado e ingreso sin hacer ruido alguno pues la voz de Logan llena la casa y las palabras que usa hace que me arrepienta de no haber traído pochoclos conmigo.

- Y yo que creí que estaban jugando a la familia feliz sin mí - digo a modo de saludo con una sonrisa deslizando mis ojos desde el mayor al menor. Ambos se ven bien, Chucky incluso está acompañado y si no veo mal la muchacha tiene una sortija en la mano... ¿Se ha casado? También se la ve algo gordita así que si llegan a decirme que voy a ser tío me muero aquí mismo - Oh, lo siento, no quería interrumpir - me apresuro a agregar dejando el bolso a un lado y voy de puntitas hasta la mesa para servirme un plato, pasando mis brazos entre la mayoría de los invitados ¡Logan ha hecho papas! Con lo que me gustan - No se molesten en dejarme un lugar, yo no pienso compartir mesa con esa mujer - aseguro levantando mi mano libre.

Tomo asiento en una silla libre contra la pared y comienzo a comer lo que me he servido. Quizás no es apropiado pero mierda que tengo hambre... Hace mucho que no como comida colaborada, o algo que no sea sacado directamente de una tierra a penas fértil. La próxima vez que quiera escaparme del mundo cargaré el yate de comida y no de tecnología. Esas cosas pasan por dejarme ir solo, sin la recomendación de nadie.
Jerek E. Grimm
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Aprieto con algo de fuerza la mano de Chuck cuando la envuelvo con mis dedos, no sé si como medida de precaución o para tratar de calmar lo que creo que se avecina. Obvio que conozco a mi marido mejor que nadie y pese a mis intentos de mantenerlo a raya de que diga cualquier cosa de la que luego se arrepienta, ni siquiera me excuso cuando mis labios se fruncen por como se va todo a la mierda en pocos segundos. — Charlie... — empiezo, creo que ni me escucha por las voces que empiezan a sobreponerse por encima de la mesa y a mí solo me queda el mirar al ministro de salud en mi intención de averiguar si soy la única de los dos que no ve la manera de salvar esto. Me ahogo los agradecimientos por las felicitaciones de ambos, no es un buen momento para recibirlas cuando lo que interesa dentro de esta conversación son otras cosas.

Permanezco con la boca cerrada en lo que Logan parece que va a tomarse las cosas con más tranquilidad, es mi error el creer que es así y yo me quedo con las dudas de si felicitar a los que parecen la otra pareja de casados en esta mesa. En su lugar, me muerdo la mejilla interna en un intento de no decir nada estúpido, que a mí se me da bien hacer esas cosas, especialmente cuando hay un factor estresante de por medio, así que decido que es mejor mantenerme callada. Aun así, no puedo evitar dirigir la mirada hacia mi esposo, como intentando pedir que me diga sin la necesidad de usar palabras lo que quiere que haga. — Con todos mis respetos, Eloise, creo que no es un buen momento para lavarse las manos... — ¿sonó razonable verdad? Digo, que la posición que está tomando no es la más inteligente y aunque yo sea una de las forasteras en esta comida por no estar unida por la sangre, creo que tengo el derecho a recordarle que no es momento para hacerse la sumisa.

¿Y qué manía tiene la gente con presentarse en casas ajenas así porque sí? Claro que no es muy ajena cuando la cabeza rubia del que reconozco como Jerek aparece en escena y me hace pensar en qué momento pasó que en todas nuestras comidas "familiares" se tiene que aparecer alguien por sorpresa. ¿No estaba de viaje? — ¿Qué hac...? — mi pregunta va dirigida más bien a mi marido, es por eso que mi cabeza se va hacia él, pero no tarda mucho en seguir la figura de su hermano en lo que se acomoda sobre una silla y empieza a comer. Yo también estoy por decidirme a hacer eso, dentro de las otras que incluyo y que pueden ser levantarme a saludarlo, hacerme la muda o dejarme hundir en el asiento. Cualquiera de las opciones valdría, mi embarazo excusa la de comer, pero no lo veo muy apropiado dados los nuevos acontecimientos.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No voy a hacerme cargo de la conversación sobre el bebé, sí sobre los comentarios de Nicholas que me hacen mirarlo con una ceja alzada. ¿Oportunidades? ¿Está pidiendo una chance para qué? Es obvio que estamos aquí para pedir una explicación, pero creo que es lo único que esperamos, nada de arreglos con un montón de llanto. Eso sí, intento no atragantarme cuando Eloise da la noticia de que están casados y paso los ojos hacia mi hermano mayor, a ver si se encuentra tan confundido como yo. Ni siquiera sé por dónde empezar, he tenido toda la vida para preguntarme cómo reaccionar ante un momento así y ahora que estamos aquí, no sé cuál es el punto más urgente. Suerte para mí, es Jacques quien comienza a escupir veneno y lo único que tengo que hacer es asentir en lo que vacío mi copa, apretando la mano de Phoebe para darle a entender que aprecio su apoyo, aunque creo que esto es más bien un tema entre mi madre y nosotros.  Y para completar el cartón, la puerta se abre y la cabeza rubia de Eugene hace acto de presencia.

¡Oh, miren quien estaba vivo! — exclamo con la exagerada felicidad en las facciones en lo que vuelvo a llenar la copa, esa que rebalsa al ser alzada en dirección a mi hermanito menor. No puedo contestar su duda a mi mujer, si consideramos que yo tampoco tengo la menor idea de lo que hace aquí — Enano, eres lo único que faltaba para completar el cuadro de familia perfecta. Es una lástima que te perdiste mi boda, pero adivina qué… Serás tío de un niño y aquí nuestra madre está diciendo que le gusta el nombre que hemos escogido. ¡Ah! Y se casó con Helmuth. ¿No es un montón de felicidad para compartir? — por la manera en la cual vuelvo a vaciar la copa, creo que queda en claro que no veo la parte alegre de la ecuación.

Dejo el cristal con algo de fuerza y me recargo en el asiento para tener una mejor visión de la rubia, relamiendo el sabor del alcohol de mis labios — No me interesa tu vida, si querías casarte con Aminoff me hubiera dado igual. Tampoco quiero saber si lloraste por nosotros durante todos estos años o si pudiste seguir con una vida ejemplar, con tu hija perfecta y tu carrera impoluta. Lo único que quiero saber, Eloise, es… ¿Por qué? Porque aún no tengo a mi hijo e incluso así, puedo afirmarte que jamás me separaría de él si me lo dieran a elegir. No importa lo que suceda, la familia se mantiene unida. Solo dame un motivo honesto y no una excusa pre-armada.
Charles B. Sawyer
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Jerek E. Grimm
Hago una pistola con mi mano y señalo a Chucky cuando comienza con una tanda de sarcasmo que hace que me relaje un poco... Bien, tenía miedo de no encajar en el cuadro, pero al parecer estamos a en medio de un collage de un niño de dos años que aún no sabe como usar la plasticola. Al menos no voy a ser el más incómodo de la habitación y de verdad agradezco el resumen de mi hermano ya que con eso puedo sumarme a la línea de ataque - ¡Papi! - saludo apoyando el plato en mis rodillas para alzar los brazos como si fuese un bebé queriendo que lo alcen. Luego de eso río negando con la cabeza y vuelvo a llenarme la boca de comida, habré perdido como diez kilos de la última vez que estuve aquí ¿A quién demonios se le ocurre ir de viaje espiritual al medio de la nada? Claro, a mí.

Pero dejando las bromas de lado, me alegro de que el menos agraciado de los tres haya encontrado a una mujer que lo quiera... ¡Y sí voy a ser tío! Respecto a eso sonrío con honestidad e incluso estiro mi brazo para darle un apretón a la chica en el hombro pues a ella sí me gustaría darle la bienvenida a nuestra extraña familia.

Mastico la comida lo más rápido que puedo y aún con la boca llena voy hacia la mesa para dejar el plato vacío y tomar algo de bebida. De hecho, le saco la copa de las manos a mi madre y comienzo tragar el contenido para poder hablar con claridad - ¿Sin excusas pre-armadas? Me parece que le estás pidiendo demasiado, hermanito... Todo su ser es pre-armado, tiene una idea y cuando las cosas no salen según lo planeado ¡ZAZ! Al orfanato - agrego volviendo a dejar la copa vacía entre ella y el ministro de salud, a quien le doy una palmada en la espalda en lo que continúo con mi paseo alrededor de la mesa - De todas formas... ¿Sabes qué? Te lo agradezco... Porque por nada en el mundo me hubiese gustado ser el hijo de una mujer como tú, miremos a Ariadna... Nosotros criándonos solitos, salimos mil veces más maravillosos - bueno, puede que yo no me haya criado del todo solo, los Durand fueron unos padres excelentes, pero el daño de los primeros y últimos años no se borrará con nada.
Jerek E. Grimm
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Bien, creo que no es sorpresa para nadie el que necesite beber de mi copa para cuando los hijos de Eloise empiezan a afilar sus dientes contra mí, de paso me sirve para mantener la boca ocupada en lo que pienso que está fuera de lugar que siga hablando por Eloise, cuando es evidente que es de ella de quienes quieren recibir explicaciones y no de mí. Si queda ridículo que sonría de forma nerviosa por el anuncio de nuestro compromiso, desde luego que queda peor que encima mire al mayor, porque para cuando me quiero dar cuenta, está tomando la iniciativa de hacer de esto una pelea verbal de boxeo. — Vamos a calmarnos un poco, antes de que... — ¿veis lo que decía? Ni bien he empezado a hablar, que ya veo que no tengo vela en este entierro, tal y cual está Phoebe al otro lado de la mesa, a quién le devuelvo la mirada y no sé si llego a hacerle algún gesto con mis cejas, pero desde luego esa es la intención.

Lo que no espero, y creo que nadie en esta mesa lo hace, es que aparezca otra figura en escena, concretamente la del tercer hijo de Eloise, el menor de los tres, quién voy a decirlo, hacía tiempo que no sabía nada de él, y eso que los estuve chequeando por su largo tiempo. Es obvio que la actitud de ninguno nos va a llevar a ninguna parte, que aquí la que peor parada está saliendo es la mujer que he pasado a reconocer como esposa y si hay algo que no voy a permitir es que le falten al respeto, en especial después del modo en que tiene Eugene de tomar la copa de su madre, con todo el descaro que es capaz de sacar. Esa palmada que recibo es lo que me lleva a levantarme de mi asiento, ahora sí ligeramente enfadado incluso cuando dije no posicionarme en ningún lado. Creo que inconscientemente lo hice, pero ya que estoy me aclaro la garganta. — Creo que todos en esta mesa somos lo suficientemente adultos como para tratarnos con respeto, un mínimo de consideración es lo único que estoy pidiendo. — me hago escuchar entre las otras voces masculinas de la sala, que las dos mujeres que hay están más calladas que un mudo y al menos sé de una de ellas que quiere dar explicaciones, solo no la están dejando hacerlo. — Eloise no ha venido hasta aquí para que vosotros tres os decidáis por quién se lanza a su cuello primero, sino para explicar su parte en esta historia. Creo que ninguno sabe realmente como fueron las cosas y antes de juzgar a quién os dio la vida, creo que merece que guardéis unos minutos de silencio en lo que responde a vuestras preguntas como las personas maduras que somos. — y sí, estoy mirando a Eugene para cuando reacomodo mi espalda al tomar asiento.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Sé que mis nudillos deben estar blancos por la fuerza con la que aprieto los cubiertos que se han quedado a mitad del plato. Sabía que algo como esto pasaría, lo que no pude preveer, es lo mucho que dolería cada una de las acusaciones que lanzan en mi dirección. No puedo decir que sea como una de mis pesadillas, no, las que tenía con mis hijos generalmente los ponía en destinos que estaban lejos de su realidad actual y por eso daba las gracias; pero… pero aunque no fuese una pesadilla, los puñales en mi dirección se sienten peores que una. Ni siquiera la llegada de mi tercer niño, aquel que no esperaba ni creía que fuese a ver alivia un poco el ambiente. Al contrario, lo caldea aún más y me da a entender que tampoco está todo dicho entre ellos.

Bien, ¿cómo debía actuar en esta situación? Porque yo seguía manteniéndome todo lo estoica que podía, pero por dentro me estaba derrumbando. Derrumbando a causa de la impotencia, de mi fracaso, de no poder defenderme… Estaba expuesta y aunque Nick se portase como mi caballero con armadura, no es una batalla que pueda pelear por mí. Le agradezco con una palmadita sobre su antebrazo cuando puedo soltar los cubiertos, y me enfoco en dividir mi atención entre tres rostros que me llenan de alegría y de tristeza al mismo tiempo. - Bien, si quieren respuestas trataré de ser lo más concisa y directa posible, aunque no puedo prometer mantenerme completamente objetiva, se tratan como se imaginarán, de mi vida, y de las suyas.

Me alejo del borde de la mesa arrastrando un poco la silla y medito si debo pararme. La verdad es que no tengo fuerzas para hacerlo, así que deberán perdonarme mi postura derrotada. ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo miras a tus hijos a la cara y les explicas, casi treinta años después el por qué los abandonaste a su suerte? - No sé qué es lo que saben, o qué cuentas pudieron sacar; pero tenía diecisiete años cuando quedé embarazada de Jacques. Era joven por demás y ya desde un par de años antes que tenía demasiadas responsabilidades. No me importó, y en su momento a Luther tampoco. - Hago una mueca de disgusto, no sabía con cuánta claridad podía ver todo mi pasado cuando llevaba décadas sin querer pensar en él. - Hoffman era su apellido por si quieren saberlo. Se mudó conmigo y con mi madre cuando nos enteramos porque, pese a todo, queríamos formar una familia y salir adelante. Y funcionó durante un tiempo, o al menos lo hizo hasta que se enteró de que era una bruja. - Y no en el sentido simbólico de la palabra, ese me lo había ganado a pulso pero por otras razones. - En esa época era tan común el esconderlo que había llegado un punto en el que me olvidé yo misma de que lo era. Nunca pensé en explicárselo porque… no lo sé, no lo tenía presente. El punto es que, antes de que anocheciera Luther Hoffman había desaparecido con maletas y todo. - ¿Quién me garantizaba que no fuese mago el también con esa velocidad?

Trato de seguir sin que me tiemble la voz, son ellos los que tienen derecho a estar enojados, no yo. -No es justificativo, de verdad que no. Pero con veintiún años, tres hijos, una madre depresiva y un sinfín de deudas familiares… No es que no traté, pueden no creerme si quieren, pero de verdad intenté criarlos yo misma. No creo que lo recuerdes, pero con cuatro años querías aprender a cocinar para poder ayudarme en la casa. - Le aseguro al mayor de mis hijos tratando de que no se me escape una sonrisa por el mero recuerdo. No puedo todavía unir la imagen del pequeño niño con hoyuelos, al hombre que durante meses tuve a mi cargo como profesor. - El punto es, que no funcionó. No tenía nadie en aquel entonces, y Deidré era un peligro más que una ayuda. Ustedes no estaban seguros y dejarlos era la única manera que pude ver en aquel entonces para que tuvieran una vida mejor de la que podía darles. Incluso en un lugar como el orfanato tendrían comida todos los días, y no estarían bajo el cuidado de una demente. - Había amado a mi madre, pero ni a ella ni a mi padre podría perdonarles jamás los últimos años de sus vidas.

Si he llegado a este punto sin llorar, es porque creo que no se merecen el verme rota, pero no puedo, no soy tan fuerte y cuando recuerdo el día en que tuve que firmar los papeles, algo dentro se vuelve a romper, no una sino que una centena de veces. No quiero que me vean así, porque yo he sido la persona horrible en esta historia, el ogro que los deja a su suerte y se va a tratar de hacer una nueva vida. - No me dieron a elegir el apartarme de su lado. Era dejarlos en el orfanato, o verlos morir de hambre lentamente. Era garantizarles un techo y comida, o arriesgarme a llegar a casa y encontrarme con mi madre haciéndoles daño. No pude elegir. No en ese momento. - Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y trato de no recaer en el después. En todos los años que pasaron con oportunidades perdidas.

- Ya sé que me dirán luego. Porque Ariadna no tiene la culpa, pero a ella sí pude criarla, lo sé. - Miro a Nick con algo de duda, porque pese al sinfín de charlas que tuvimos, creo que jamás confesé lo que está por escaparse de mis labios. - Henry fue un buen hombre, pero lo que me motivó a casarme no fue el amor. Tenía un buen trabajo, me quería y por alguna razón yo encajaba en el estándar de vida que quería tener. Nunca fue mi intención el volver a quedar embarazada, solo sucedió y creo que es lo que nos mantuvo unidos hasta el final. ¿Fui una interesada? Tal vez, pero en ese momento, con todo perdido, el alcoholismo en puerta y mi madre en prisión… No la elegí a Ariadna por amarla más, simplemente… - ¿Qué? - Si no los busqué luego fue por cobarde. Eso lo puedo admitir sabiendo que fue probablemente un error más grande que el dejarlos. Incluso... no lo sé, me había convencido de que ustedes podrían buscarme en cualquier momento, y que si no lo hacían es porque debían tener una vida mucho mejor de las que podía darle. Si no fuese por Nick… si no fuese por Nick, no habría sabido nada de ustedes hasta el día de la boda.
Eloise R. Leblanc
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Invitado
Invitado
¡Eugene!— se me escapa su nombre de la boca antes de acordarme que lo detesta. —¿Eugene?— esta vez sí lo pregunto como si no me pudiera creer lo que veo, ¿qué demonios? Se va de la nada porque se le ocurre que necesita encontrarse con su dios interior y vuelve de la nada, a comerse las papas. No solo a eso. Llega en el momento que debe ser para que Eloise Leblanc reciba de sus hijos todo el desprecio que se anejó en estos años y que finalmente puede beber, de las palabras más crueles que podemos encontrar en nosotros para reclamarle su abandono. Agacha mi mirada para colocarla en el plato de una comida que ha perdido todo el gusto para mí, porque lo malo de escupirle todo nuestro resentimiento, es que a mí me deja un regusto asqueroso en la garganta. No puedo hablar en tanto mis hermanos se encargan de lapidarla.

Eugene compensa con entusiasmo su tardanza, está golpeándola hasta que el dolor la haga sangrar y nos demuestre que es tan humana como nosotros. Pese a todo lo que dije, sé que estamos quebrándola, que esto le duele y es una revancha mezquina, la de lastimarnos entre nosotros, dañar a partir de la propia herida. Y por eso callo cuando se pone de pie, como la maestra que al final de cuentas es, relatándonos lo que motivó su decisión como si fuera una cátedra bien dado sobre causas y hechos. Es impecable, de principio a final. Es la dueña de la habitación los minutos que usa para contarnos su versión de la historia y tengo que reconocerlo, parada entre nosotros, enfrentándose a nuestro juicio en el que somos multitud con su testimonio y un hombre al lado que sería incapaz de sostenerse a la furia de tres adultos, y de todas formas lo hace, tengo que reconocer que no puedo mirar a Eloise Leblanc sin que en el fondo de mí, el niño que fui pida a gritos correr hacia ella porque se tardó demasiados años en volver y no quería que esa noche me dejara, porque esa noche no dormí esperando que regresara, porque no hice más que esperarla y finalmente está aquí.

Recargo mi rostro contra mis puños cerrados, mis nudillos bajo mis parpados cerrados, reprimiendo toda la angustia que me provoca el recuerdo de esa vez. Entrego a mis hermanos unos minutos para que puedan reprocharle lo que quiera, antes de hacerme escuchar. —Yo te perdono, Eloise— digo, saco mi voz de la garganta con mucha voluntad y lentamente me pongo de pie. —Hablo por mí, no por mis hermanos. Si ellos necesitan tiempo para hacerlo o si no pueden hoy y nunca, es cosa de ellos… por mi parte, toda mi vida he esperado solo poder decirte esto después de escucharte— carraspeo con fuerza para terminar. —Te perdono— digo, aprieto mis labios antes de agregar. —Ahora sí, puedes seguir el camino que elegiste y yo seguiré el mío. Espero nunca volver a verte.
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Se me escapa una sonrisa mordaz por las palabras del ministro de salud, pero no hago más que menear la cabeza sin decir ni una sola palabra. No puedo juzgarlo, todos nos ponemos idiotas cuando estamos enamorados, pero me parece que no está viendo el cuadro completo. Hay tres personas aquí que fueron abandonadas sin una verdadera explicación, por una madre que jamás dio señales de vida ni cuando todo el gobierno se fue a la mierda y cualquier cosa pudo habernos pasado en el proceso. Eso es lo que más me lleva a mirarla en espera a una respuesta que no me haga creer que todos esos años de miseria tuvieron un significado, en lo que ella hacía una carrera que le llenaba los bolsillos de oro y criaba a una hija que se veía perfecta en las tapas de las revistas. No tiene idea de lo mucho que duele ser un espectador de ese tipo de cosas.

Pero la historia llega y me es muy sencillo el verlo como una película de cable. Puedo ver a una Eloise Leblanc joven pasando por tiempos terribles que sirven como excusa y, en lo complicado que es tomarlo, desvío la mirada hacia mi plato y busco la mano de Phoebe para sostenerla con más fuerza. He pasado una vida esperando una respuesta y ahora que la tengo, no sé qué hacer. ¿Cierro la puerta, lo tacho de mis pendientes? Puedo seguir adelante sabiendo de dónde vengo y por qué estoy aquí, de la mano de una mujer que no habría conocido de no haber acabado en el norte. Una parte de mí quiere tomar también la mano de mi madre, la otra quiere gritarle millones de cosas en la cara. Me siento roto y a la vez completo, tengo que esforzarme por no quebrarme y acabar hecho un ovillo. Las palabras de Jacques son hirientes pero comprensibles, yo me tomo un momento en poder hablar. Incluso boqueo un poco.

Puedo comprenderlo, pero yo no hubiera actuado de la misma manera — lo digo muy lentamente, porque en lo que me expreso también estoy tratando de hacerme la idea yo mismo — No sé si pueda perdonar los años de dudas, es demasiado que procesar y yo solo… no puedo — empujo la silla hacia atrás y aunque hago el amago a levantarme, me quedo en mi lugar. Cuento tres respiraciones antes de atreverme a mirar a mi madre a los ojos. Se parecen demasiado a los míos — Te vi en la televisión por años, mientras tú te veías perfecta y yo me estaba muriendo de hambre en el norte, viviendo entre ilegalidades que me sirvieron como apoyo cuando me quedé solo y que después me prohibieron el ingreso al sistema — las ventajas de ahora tener un cuñado abogado, puedo regresar a una sociedad que no me agrada y tener el estómago lleno — Por años no pude evitar preguntarme por qué no nos querías en tu vida, por qué no formábamos parte de tu historia. No puedo perdonarte tan fácil, pero no le ocultaré verdades a mi hijo. Tienes mi permiso para conocerlo cuando nazca. Es todo lo que tengo para decir.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me llevo el vaso de agua a los labios para mantener la boca ocupada y no tener que ser de más aportación que de planta de decoración, porque es evidente que esta conversación va dirigida hacia Eloise y sus hijos, por mucho que el ministro de Salud esté tratando de salvar la situación con comentarios que no convencen a nadie. Tengo que admitir que no esperaba que todo se volviera más tenso que de cuando nadie en la mesa tomaba la palabra, y es que los comentarios que los hermanos de Chuck lanzan a su madre se sienten como un filo atravesando el aire para terminar clavándose en ella. No es ella por quién siento más lástima, si voy a ser honesta, pero debo reconocer que no me gustaría estar en su posición.

La ministra pasa a levantarse, la sigo con la mirada solo a la espera de que comience su relato para no alargar más lo inevitable, pero apenas puedo despegar mi mano de la de mi esposo, en vista de que lo que va a necesitar ahora más que cualquier otra cosa es mi apoyo. Es por eso que no me conformo con que los dedos de una de mis manos rodeen la suya, sino que paso a contenerla también con la sobrante y acaricio sus nudillos con calma. No sé muy bien como reaccionar a lo que cuenta, mis ojos se mueven de forma discreta a cada uno de los presentes, realizando su parada oportuna para tratar de descubrir qué es lo que está pasando por sus cabezas ahora mismo. Si a mí no me deja indiferente la historia que narra, no puedo siquiera imaginar lo que estará pensando mi marido al respecto.

En mi camino para observar su rostro me topo primero con el de Logan, el hermano mayor parece que no va a darle un respiro a su madre incluso cuando su perdón suena bastante honesto. Tomo un poco de aire porque sé de sobra quién va a participar de esto a continuación, giro la cabeza en su dirección hasta que decide elevar la voz, yo no puedo hacer otra cosa que sostener su mano, mordiéndome la mejilla interna en lo que mis párpados se permiten el bajar un poco la mirada hacia nuestras manos. No puedo no elevar la misma hacia su perfil cuando la sorpresa por lo que dice se aparece en mi rostro, y espero no ser la única que ha escuchado sus palabras, esas que no hubiera esperado después de lo que ha tenido lugar y que aun así salen por boca de mi marido. Porque permitirle ver a su nieto es mucho más de lo que estoy segura Eloise podría haber pedido como resultado de esta cena. Y aun así, sé que quién menos lo ha tenido fácil para tomar esa decisión, es a quién doy un suave apretón en los dedos en lo que apoyo una mano sobre su brazo para darle una ligera caricia.
Phoebe M. Powell
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Jerek E. Grimm
No sé como es que alguien viejo que seguro a penas puede correr un par de cuadras mete tanto miedo como lo hace Nicholas ahora. Trago saliva e intento mantenerme recto sin acobardarme a la altura que impone frente a mí, porque claro... No solo soy el más joven de la habitación sino que también el más bajo y eso no me gusta para nada. Eso pasa cuando las peleas son reales y no frente a una cámara, aquí no hay actores que fueron específicamente contratados para que yo sobresalga, sino una disfuncional familia que no se callará ninguna opinión - Si fue lo suficientemente perra como para dejarnos, será lo suficientemente perra para defenderse ella sola, muchas gracias, Nicholas - logro decir al final con el ceño fruncido y uno de mis puños apretados. Maldito... No tiene derecho a meterse en ésto, no tiene absolutamente nada que ver.

Eloise comienza a hablar a lo que solo pongo los ojos en blanco y voy a recuperar mi asiento contra la pared - Acompáñenme a escuchar esta triste historia - murmuro apoyándome en todo el extensor de la silla, de brazos cruzados y sin ganas de escuchar sus excusas inventadas. El relato comienza con algo que me esperaba... Lo único que me sorprende es saber que una vez fui Eugene Hoffman, un nombre terrible que me alegro de no haber mantenido pues llamándome así no podía ser otra coas que un pedófilo escondiéndose en la deep web.

Así que Luther la abandonó cuando se enteró que era una bruja, si mantuvieron el secreto por tantos años las cosas no debían andar nada bien porque no puedo imaginarme a mí mismo ocultando algo así a alguien que amo, no podría hacerlo, el punto es saberlo todo el uno del otro, confiar. La historia no me convence y lo demuestro al mantener mi cara de póker durante todo el relato ¿Por qué no envió a Deidre a un geriátrico entonces? Excusas, excusas... La insultaría ahora mismo de no ser porque, en mi caso, tuvo razón. Pude tener a Jeanice y Derek que fueron maravillosos por el tiempo que pudieron hacerlo ¿Pero que hay de Chuck? El pobre recogía basura...

El relato termina así que respiro profundo dejando caer mi cuerpo hacia adelante con la cabeza entre mis manos, es fuerte y mucho que procesar, peor no estoy ni una pizca menos enojado. Por otro lado Logan me decepciona bastante al concederle el perdón, por lo que alzo las manos sin poder creérlo y luego las dejo caer - Pues yo no te perdono el no haberme abortado y dejar que viva en este mundo de mierda siendo que ni siquiera tú podías manejarlo - escupo cuando llega mi turno levantándome de la silla - Lo siento por ser dramático... Pero así es como me gano la vida - agrego con una sonrisa forzada - ¿Quieres sentirte mejor luego de todo ésto? Felicidades, ya tienes el perdón de uno de tus hijos y podrás conocer a tu nieto... Eso será más que suficiente ¿No? Si ya una vez pudiste conformarte con una hija teniendo tres perdidos en Neopanem, ésto debe ser la gloria para tí - continúo dando mi mejor interpretación de un adolescente enojado - Pero no nos tendrás a los tres, a mí jamás - recuerdo por qué me fui y definitivamente ésta clase de cosas hacen que me den menos ganas de volver a la vida que tenía antes.
Jerek E. Grimm
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
De los tres no imaginé que quien iba a actuar con mayor descaro fuera el menor de los hermanos, creo que esa misma sorpresa se refleja en mi rostro cuando paso a mirarle con una ceja alzada que explica todo lo que no haré con palabras, aunque tampoco es como si me cortara de usarlas. — Defenderé a quién crea conveniente, en especial cuando ni siquiera estoy diciendo que tomes sus disculpas, solo que la trates con un mínimo de respeto y educación, creo que no es mucho pedir. — que eso va por todos en general, pero con quien me cebo en exceso es con quien se atreve a llamarla perra en mi presencia, igual de severa es la mirada que le dedico y casi puedo sentir como mi mandíbula se tensa en cierta medida. Porque si no va tener respeto por su madre, que por lo menos lo haga por ser una persona.

Escupo el aire que se contiene en mis pulmones por la nariz, con la misma intención de liberarme del repentino mal humor que me tiene queriendo aflojarme la corbata. No lo hago porque Eloise pasa a tomar la palabra y me centro más bien en llevarme la copa de vino a los labios, siendo que yo soy de las únicas personas en su vida que conocen su historia de principio a fin, que estuve con ella cuando tomó la decisión de darlos en adopción, también fui quien sostuvo su mano cuando la otra la usó para firmar los papeles. Me abstengo de decir que también mantuve un ojo sobre ellos el tiempo que el orfanato me lo permitió hasta que sus caminos se separaron lo suficiente como para volverse ajenos. Sale de mi conocimiento como consiguieron juntarse de vuelta, pero eso es algo que tengo que atribuirle al puro destino, quizás más a la suerte.

Espero que con las verdades puestas sobre la mesa, sus actitudes cambien, si no es para mejor, al menos para una que no me haga querer levantarme de la mesa y marcharme, llevándome a mi mujer conmigo. El primero en reaccionar es Logan, y aunque su respuesta continua siendo algo mordaz, me conformo con que mantiene el tono de su voz a un nivel considerado normal. Le sigue el mediano, de quien lo diré, estoy más que sorprendido por su manera de sobrellevarlo y tengo que mirar a Eloise para ver cuál es su reacción a escuchar que puede ver a su nieto. No lo considero como una derrota, ni siquiera cuando el menor de los tres toma el rumbo que esperaba dadas sus anteriores respuestas. Esa que me hace querer elevar la voz, pero que si no lo hago es precisamente porque respeto que quién debe tomar la palabra es su madre, solo no soporto que la hieran y mucho menos aún en mi presencia.
Nicholas E. Helmuth
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