The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Empezar a saltarme más clases de seguido, especialmente las de primera hora de la mañana para qué negarlo, creo que es la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. No es que yo tome buenas decisiones como rutina diaria, que digamos, pero considero que esta puede contar como una. No se lo he dicho a Helmuth, sé como se pondría y es casi preferible que empiece a notarlo por su cuenta, así como proceso de adaptación, hasta que se dé cuenta de que mis excusas sobre ‘uy, justo tenía que ir al dentista en clase de aritmancia’ o ‘estoy enferma, te toca hacer las matemáticas solo, colega’, no son más que eso, excusas. El pobre me da pena, porque es evidente que no tenerme como compañera de pupitre de forma definitiva va a resultar un gran golpe en su vida, por eso es que estoy empezando a sacarme clases de en medio de a poco. ¡Para que luego digan que no soy considerada! Con los sacrificios que estoy haciendo… Ajá.

Es un gran sacrificio el no tener que escuchar el despertador por la mañana, después de haber vuelto a la rutina normal tras el desastre del distrito nueve. He estado pendiente de Oliver, no creáis, con eso de que su padre volvió a estar retenido en el hospital por unos días, he tratado de chequear como está las veinticuatro horas del día. Eso no es muy complicado tampoco, porque antes de comenzar a dejar la escuela, solía ser una lapa, de esas que se suben a su espalda para que cargue conmigo o se pone a besarlo cuando lo pillo por banda en una esquina del pasillo. Fíjate, esa es una de las cosas que sí voy echar de menos del colegio, que no las clases, el disfrutar de ver la cara del profesor en la puerta de clase justo cuando me decido por darle un morreo. Suspiro dramático que ahora solo me quedará besarlo en mi cama, en la suya tengo miedo de que haya cámaras de seguridad. Sabemos lo que pasó la última vez con una cámara cerca, a partir de entonces estoy extremando las precauciones.

¿Entonces si estoy en mi cama calentita, por qué siento un frío inmenso de repente? Lo ignoro, busco sin despegar los párpados la esquina de la manta para taparme de nuevo, tanteando con mi mano sobre el colchón hasta que un tirón en mi pie me escurre fuera de mi almohada. Inmediatamente abro los ojos, también pego un grito, no lo voy a ocultar, uno parecido a estar diciendo algo sobre que me están secuestrando. Porque se puede ser dramática… — ¿¡Helmuth!? ¡Qué narices estás haciendo! No, espera, ¿¡qué haces aquí!? — tiro de mi manta, esa que me ha quitado de un santiamén en su intento de conseguir no sé el qué exactamente. ¿Este no debería estar en la escuela ya a estas horas? — ¿¡No ves que podría haber estado en bragas!? ¡o peor! ¡DESNUDA! — qué poca consideración, mi pijama poco elaborado de unos shorts y una camiseta cualquiera a finales de otoño dicen mucho de que podría estar perfectamente durmiendo desnuda si fuera verano. La mirada que le estoy dedicando es de puro reproche, mientras tironeo de mi edredón para volver a taparme y regresar al calor de las sábanas, recostándome sobre la almohada.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
De acuerdo, que pasara una vez era normal, dos veces era comprensible, ¿tres veces? improbable, pero no imposible. Pero cuando Maeve lleva toda la semana de andar saltándose clases porque sí, dando excusas patéticas que no me creo ni yo… pues claramente estaría en problemas. O lo que era peor, estaba en problemas y se negaba a decir algo al respecto. Sí, sí, nadie quiere venir al colegio, era tedioso, insufrible, y probablemente podría pensar en una decena de cosas que podría estar haciendo que no sea estar sentado en un salón de clases; pero lamentablemente para mí, ya me había decidido por la orientación que deseaba seguir, y todo ese discurso tendría que cambiarlo por uno si no optimista, cuando menos algo más adecuado.

El punto es, que el comportamiento de Maeve me estaba preocupando y esto de que no fuera una presencia constante en mi día a día no me gustaba nada. Que uno pensaría que si no estaba no tendría que repetir una docena de veces al día que no era mi novia, pero la realidad es que ahora me fastidian el doble justamente porque no está, y es peor porque no tengo sus respuestas sarcásticas para callarlos o sus… bueno, otras maneras de distraerme para que no les preste atención.

Que su padre me deje pasar como si nada es lo que más me llame la atención, y es buena mi sorpresa porque los segundos que tardé en pararme en la puerta como un idiota fueron los necesarios para que me indicase el camino a su habitación. No podría imaginar qué excusa podría poner para ya saberlo, así que agradeciéndole y saludándolo en lo que él sale por la puerta principal para ir al trabajo, yo me armo de paciencia para ir hasta el cuarto de Maeve. ¡Y la muy descarada está dormida! - Oh sí, cuánto peor para mí… - Ruedo los ojos y vuelvo a destaparla de golpe, esta vez quitando por completo las mantas de su cama. ¿Desconsiderado? tal vez, pero no se la dejaría tan fácil. - Ya, en serio. Arriba. Te prepararé el desayuno e incluso te dejaré comer envuelta como un rollo de canela si es que quieres. Pero no puedes permanecer todo el día en cama. ¿Qué te está sucediendo? - No debería andar largando todo esto cuando la pobre no parecía estar haciendo sinapsis, pero ya había dado demasiadas vueltas al asunto.

- Maeve, vamos… ¡arriba! - Y porque no me hace caso, me dejo caer a un costado de su colchón y empiezo a picarla con los dedos en sus costados.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No sé si gruño o lloriqueo cuando vuelve a despojarme de mi manta, hasta muevo los pies para entrar en calor en lo que uso mi mano para tratar de darle un manotazo a pesar de no abrir los ojos. — ¡Qué poco respeto por mi intimidad, Helmuth! ¡Debería darte verguenza! — ah, espera… que luego tanta no me da a mí cuando me mete mano, pero ya dije que se puede ser dramática, ¿cierto? Para empezar, creo que mi padre sigue en casa, cómo ha conseguido entrar es una pregunta que es demasiado pronto como para resolver, así que me conformo con soltar un bufido que me hace rebotar mis labios uno contra otro. — Es demasiado pronto para desayunar, ¿no te diste cuenta? — me quejo, porque qué son… ¿las siete y media de la mañana? Mis neuronas todavía no han empezado a funcionar para entonces, y es que aun siguen de descanso después de haberse pasado parte de la madrugada concentradas en esa serie de resolver crímenes que tanto les gusta. A mí no, a ellas, yo soy una chica responsable.

Tan responsable que he decidido que voy a dejar las clases. — ¡No voy a permanecer todo el día en la cama! Solo unas horas más, hasta que… bueno, hasta que mi reloj natural decida que es una buena hora para levantarse. — además, que he quedado con Rebecca para una sesión de entrenamiento, pero no voy a decirle que eso es por la tarde porque entonces en serio sí va a sacarme a patadas. Mejor me lo guardo, como tantas otras cosas que me he estado guardando estos días, al parecer. — ¿Sucederme? Nada por lo que tengas que preocuparte, ya te dije que iba a dejar de ir al colegio, ¿cierto? — no, no se lo dije, pero por alguna razón ahora me parece que es un buen momento, estoy protegida de almohadas y además tengo una con que defenderme. — Lamento no habértelo comunicado con previo aviso, pero la decisión es de acción inmediata. — ¡hasta sonó convincente y todo!

Abro un ojo, apenas levantado la cabeza del cojín, por eso es que media de mi cara está aplastada contra él y solo soy capaz a mirarle mal con un ojo. Más que por los picotazos que empieza a pegarme en mis costados me veo obligada a empujarle con una de mis manos, que he estado mejorando en fuerza y… bueno, obvio, no consigo moverle un centímetro. — ¡Vas a llegar tarde! — le insto, devolviéndole con mi dedo índice algún picotazo en el abdomen a modo de distracción antes de darme la vuelta para seguir durmiendo.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
Creo que en mi rostro se pinta una mueca de incredulidad burlona. - ¿Por qué se supone que debería darme vergüenza? Ya, ya. Lamento entrar sin anunciar cuando podrías haber estado desnuda… - Ruedo los ojos y levanto ambas manos en señal de derrota. - Pero en mi defensa tu padre me dejó pasar, y se notaba que llevabas algo debajo. - Que de nuevo, no me habría importunado ver algo más, pero tenía demasiado respeto por ella y el consentimiento de su parte siempre sería primordial. - Y no me vengas con eso de que es demasiado pronto, que a estas horas ya tendrías que estar por tomarte el traslador. - Insisto. Necesita alimentarse como corresponde y ponerse en marcha, no quedarse de vaga toda la mañana, todas las mañanas. 

- ¿¡Que vas a qué!? - Su declaración me toma por sorpresa y tengo que abrir los ojos como platos para hacer una doble toma sobre su persona. No era cierto, ¿verdad? No podía. - Tienes dieciséis años, ¿qué es esa tontería de abandonar el colegio? Primero que no puedes, es ilegal. Y segundo: ¿qué? - No entendía de dónde salía su repentina decisión, pero no podía siquiera pensar que estaría de acuerdo con ella. O que con solo decirlo la dejaría volver a dormir tranquila y como si nada. ¿Acaso creía que era un idiota? 

No sé qué cara acabo poniendo porque debo parecer más idiota y pasmado de lo normal, pero cuando caigo que de verdad, de verdad habla en serio no sigo discutiendo. No porque vaya a aceptar su decisión, sino porque me es más fácil el no delatarme a mí mismo cuando paso mi brazo por debajo de su cintura y la cargo con rapidez hasta apoyarla sobre mi hombro. Puede patalear todo lo que quiera, pero cualquier golpe luego de llevar años entrenando con bludgers se siente como una caricia en comparación. El camino hacia su cocina está libre como era de esperar, así que cuando llego la deposito sobre la mesada y coloco ambas manos a sus costaodos. - Patalea o grita todo lo que quieras, tu padre ya se fue y no nos vamos a mover de aquí hasta que me expliques que bicho te picó, o de dónde sacas esas locuras. - Frunzo la boca con preocupación. - ¿Esto es por las amigas de Karina?- El grupito de niñas bobas que siempre estaba diciendo que debía volver con ella vivía hablando a las espaldas de Maeve, y si no me ha dicho nada de su decisión, cuando nunca tiene problemas en decirme nada me hace sospechar de cualquier idiotez.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Claro, porque tienes rayos x por ojos, ¿no es así? ¡Tú solo querías verme desnuda! — vamos, que no le culpo, ¿quién no querría verme desnuda? Estoy como un tren, no es tener el ego subido, es que para algo de lo que puedo fardar, ¡pues voy a aprovecharme! Que los entrenamientos están empezando a dar sus frutos y ok, no llego al nivel de Oliver ni sus compañeros de equipo, pero tampoco tengo el mismo cuerpo de siempre. — ¿Le dijiste que estaba enferma, verdad? — ¡que esa fue la excusa que puse yo, por Merlín! Ahora no solo pretende sacarme de la cama, sino que también me fastidia las pocas excusas que funcionan. Bueno eso de que funcionen…

Ruedo los ojos, porque la verdad es que me importa poco el no llegar a tomar el traslado que lleva directo al colegio, si precisamente es por eso por lo que le estoy insistiendo en que se marche, porque él sí va a perderlo. Y luego me tengo que comer yo las broncas de que el señor hijo del ministro llega tarde. ¡Discúlpeme, señor Buttons, no es mi culpa que el señor hijo del ministro tenga tan buen culo! — Ah, claro porque beber siendo menor de edad no es ilegal, y aun así lo hace todo el mundo. ¿Por qué no iba a poder entonces? — a su segundo qué me niego a responder, no porque crea que haya dado suficientes explicaciones, sino porque reconozco que esas explicaciones que me guardo no son suficiente justificación como para que me deje seguir durmiendo en paz. Algunas cosas hay que admitirlas como lo que son.

Creo que el gruñido no se escucha lo suficiente cuando me encuentro sostenida sobre su hombro y despojada de la comodidad de mi colchón. — ¡Hey, bájame! — trato de soltar al principio, ni siquiera es un buen intento de hacerlo porque sigo dormida, pero al final desisto no vaya a ser que encima me mate por estar bajando las escaleras y yo dándole un empujón en la cara con mi pie. El bostezo llega a mis labios cuando me encuentro sentada sobre la mesada de la cocina, aun con los ojos ligeramente cerrados, me tapo la boca en lo que me apoyo sobre los armarios que tengo sobre mi cabeza. No puedo evitar reírme por lo que suelta, como sinónimo de que estoy empezando a despertarme. — ¿Amigas de Karina? ¿En serio crees que va a molestarme lo que tengan para decir esas arpías sobre mí? Prfff, qué poco me conoces, Helmuth… — si ha venido hasta aquí solo por eso, me voy a sentir bastante decepcionada. — Ellas pueden seguir diciendo lo que quieran a mis espaldas, que me viene importando un pimiento. — por no decir otra cosa.

Pero supongo que no puedo simplemente librarme de esta, que no pienso ir al colegio aunque me haya levantado, regresaré a la cama nada más salga por la puerta. — Voy a dejar el colegio para tener más tiempo para entrenar con Rebecca, ¿sí te dije que estaba viéndome con ella verdad? — porque… que alguien me asegure que eso sí se lo dije, ¿puedo seguir con la excusa de que estoy dormida para no tener que mirarle directamente? — ¿Me pasas los cereales? — extiendo una mano hacia donde están del estante, que desde esta posición no llego y ya que estoy aquí, pues al menos voy a aprovechar para alimentarme, que toda esta charleta me dio hambre.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
Me río ante su acusación pero luego giro la cabeza con algo de afirmación. - Puede ser. Pero trataré de que estés consciente en esa ocasión, sino no es divertido para ninguno. - Le aseguro con una sonrisa que puede que detrás tenga otras intenciones… ¡que ese no es el momento de pensar en esas cosas. - Pregunté si podía venir a verte, y dije que te había traído unos apuntes. Supongo que cuenta, ¿no? - No sabía qué le pasaba, o qué excusa había puesto, pero eso era como un discurso básico.

- Porque si bebes de más de vez en cuando nadie te vé. Ya las clases las tienes todos los días, y aunque no lo parezca los profesores notan esas cosas. - Que ya imaginaba que con tantas faltas y llegadas tarde, no tardarían en llamar a su padre, y luego de eso, si es que lograban que se reincorporase sería peor. Terapias, o incluso podría meterse Elo. No creía que quisiera a Elo dándole sermones. La quería muchísimo, pero sus discursos acerca de la responsabilidad… no sabía quién era peor, si ella o mis tías.

Me da ternura que apenas y haga algún esfuerzo de tratar que la baje, y aún más su expresión de dormida. Casi, casi que olvido la razón de mi invasión a su casa y la dejo volver a dormir, pero no lo haré. - No, no es lo que creo, pero ya de verdad que no se me ocurre qué pensar. Entiendo que el colegio sea un grano en el culo la mitad de las veces, pero no me cuentas lo que te sucede y no sé si lo haces porque crees que no vale la pena, o porque pienses que no voy a notar que mi mejor amiga anda desaparecida la mitad del tiempo. - Y trato de ser serio cuando hablo, pero estoy seguro que a mitad de la charla se me ha escapado algún puchero.

Al final parece que su excusa tiene un poco más de sentido, y cuando suelta el nombre de Rebecca me siento un estúpido por no haber pensado eso antes. - Si, me habías dicho que la veías, pero no me creo que en el ministerio acepten que las adolescentes dejen sus estudios para unirse al escuadrón. ¿De verdad que te obliga a pasar tus mañanas también? Debería hablar con las autoridades. ¿O no lo hace por tu padre? - Que ya sabía que él no sabía, y tendría sentido que su mentora, o lo que sea que fuera no quisiera meterla en problemas, pero seguía siendo una menor y había cosas que no se podía saltar. Me estiro sin dificultad hacia donde ella señala y bajo la caja de la alacena, aún así la dejo cerrada como está a un costado. Asegurándome de todavía mantenerla entre el radio de mis brazos. - Sabes que dije que iba a apoyarte en esto, aunque sé que no puedo entender absolutamente nada de lo que estás pasando. Pero no tienes que dejar toda tu vida de lado por eso, ¿de acuerdo? O cuando menos no me dejes de lado a mí. Discutiré y trataré de hacerte entrar en razón, pero al fin y al cabo lo único que me importa es poder acompañarte. En serio.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Ruedo los ojos porque no sé como hace Oliver para siempre sacar argumentos convincentes, aunque no es en mala onda y en realidad solo lo hago para no tener que responder más que con un bufido. Claro que soy yo y sino hablo de más es porque realmente tengo un problema, eso sí que tendría que asustarle y no el que me quede en casa durmiendo. — ¿Ves? Encima que les ando haciendo un favor al ausentarme… Tú no podrías, ya sabes, hablar con tu… ¿tía? ¿madrastra? Con Eloise, digo, tienes confianza, puedes hacer que me firme un permiso para faltar. — muevo las cejas hacia arriba un par de veces, como si fuera la mejor de las ocurrencias cuando ciertamente lo es, me sorprendo yo misma de que sea capaz a inventar ideas tan buenas a estas horas de la mañana, que todavía me falta por despertar medio cerebro.

Obvio que Oliver tiene que hacer una demostración de como es ser un amigo responsable que se preocupa del resto, demasiado quizás, y yo solo me quedo con lo último que dice, ensanchando una sonrisa algo vaga al caérseme algo los párpados por el sueño. — Así que me consideras tu mejor amiga, ¿eh? — ¿que no era evidente? Aun así, no puedo evitar tomarlo como una victoria frente a los comentarios de las demás chicas de clase. — Ya, está bien, no te lo dije porque sabía que ibas a tratar de convencerme de no hacerlo, y puedes llegar a ser muy persuasivo cuando quieres, ¿sabías? Tienes ojos de cachorro abandonado. — no digo que los ponga siempre, pero muchas veces lo hace y pienso que ni siquiera se está dando cuenta de que lo hace. — Además de porque no vale la pena, también. No le veo sentido a dedicar tiempo a algo en lo que ni siquiera tengo futuro, ¿no te parece? — vamos, que no soy él, porque puede que no destaque en clases como aritmancia, pero no puede negarme que tiene calificaciones decentes en el resto de las asignaturas.

No me obliga, es algo que decidí por mi cuenta. De hecho, a su favor diré que trató de convencerme de que no lo hiciera, ¿pero sabes una cosa, Oli? Estoy un poco harta de hacer siempre lo que me dicen que haga, ¿tú no? — ya sea mi padre o cualquiera de los profesores que tienen ya estipulado qué camino vamos a seguir cada uno. El mío no es muy exitoso según muchos. Tomo la caja de cereales y la abro para meter la mano y sacar un puñado que no tardo en llevarme a la boca, mascando con algo de fuerza por la dureza al no estar bañados en leche. — No estoy diciendo que vaya a unirme al escuadrón de licántropos ya, pero sí quiero tener un tiempo para decidir lo que hacer con mi vida a partir de ahora. Nunca lo hablamos, pero ambos sabemos que tú y yo no somos iguales, no desde lo que pasó. ¿Crees que la gente me aceptaría de saber que soy… una de ellos? — si apenas lo hacen ahora, ¿cómo pretendo que lo hagan cuando más de la mitad de la población odia el lugar que se le ha dado a los licántropos? Coloco un cereal delante de sus labios a modo de ofrecimiento antes de continuar. — No estoy dejando nada de lado, solo… quiero poder ser dueña de mi propia vida, y no veo como la escuela va a ayudarme con eso. — nunca lo hizo, a fin de cuentas, pero esta vez, tengo al menos una excusa por la cual tirar. Y es que no hay mal que por bien no venga.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
- Es casi que tierno que creas que tengo el poder suficiente para hacer que Elo haga algo, de verdad. - Con ella no funcionaban las súplicas, ni los pucheros, ni las indirectas, ni las directas. Hacía lo que le parecía, y si no le parecía pues no lo hacía. ¿Sabía cuánto tiempo había tratado de que se juntara con mi padre? Era lógico, se conocían desde hace una eternidad, ¿pero alguien me escuchó?, no. No sabía que había pasado para que cambiasen de opinión al respecto de su situación sentimental, pero sea lo que fuese, si Elo no hubiera querido, nada habría pasado. Supongo que mal que mal, esa debe haber sido la lógica de mi padre.

- Entonces lo ocultaste adrede.- Es un reproche que no suena todo lo dolido que debería, porque es Mae, y como dije era mi mejor amiga. - Si fuera todo lo persuasivo que debería, ni siquiera hubieras pensado en no decírmelo. Vamos Maeve, dejando de lado mis pucheros o lo que yo crea. Eres tú la que no se da el suficiente mérito. - Tomo su mentón y guío su mirada para que se encuentre con la mía, tal vez si se ve reflejada podría ver todo su potencial. - Tienes futuro por tí misma, no por lo que digan los profesores o por las calificaciones en tu libreta. Pero si no te permites aunque sea terminar segundo curso, te cerrarás adelante muchas puertas cuando ahora tienes la llave en la mano. - ¿Cómo le hacía entender a una persona negada a verse en el espejo que es mucho mejor de lo que ella misma piensa? - Eres una persona terriblemente lista, solamente no quieres hacer el esfuerzo de permitirte verlo también. - Acaricio su mandíbula con la yema de mis dedos y me atrevo a estirarme para picotear sus labios un segundo.

Me frustra el no poder entender su situación y maldigo al no haber sido yo el que terminó siendo mordido aquella noche. - Tienes razón y no me corresponde el decirte cómo debes vivir tu vida. También me parece que haces bien al tomarte el tiempo para decidir qué hacer. - La dejo masticar los cereales a su gusto, y quiero separarme para poder preparar el desayuno que le acababa de prometer, pero no lo hago porque creo que se merece mi total e indiscutible atención en estos momentos. - Pero no te encasilles así cuando la gente todavía está en un período nuevo de comprensión y aceptación. En lo que a mí respecta, la única diferencia que tenemos tú y yo es la de nuestro sexo. Y si el resto no puede aceptarte por quién eres, en vez de por lo que eres… pues se lo pierden ellos. - Si quieres dejar la escuela y lo consigues sin recurrir a nada ilegal, prometo hasta hacerte una fiesta de despedida si así lo deseas. Pero no me apartes ni te guardes estas cosas dentro. Son las que más nos carcomen luego.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Suelto una carcajada incrédula, aunque no me sale lo fuerte que me gustaría porque soy yo misma quién se mete un puñado de cereales en la boca. — ¿En serio crees que todo esto es porque no me doy el suficiente mérito? Qué va, sabes que no tengo problema con reconocer aquello en lo que destaco, te aseguro que mi autoestima sigue intacta. — ¿lo hago en serio o es que simplemente a mí me parece tierno la manera que tiene de preocuparse por lo que siento? Bah, creo que es un poco combinación de ambas, y aun así, me atrevo a picarle el mentón con una mano, tirando de su barbilla hacia arriba con una sonrisa de oreja a oreja. Así de convincente soy por las mañanas. — No tienes que sentirte mal porque te lo haya ocultado, si lo hice es precisamente porque no le doy importancia alguna, no la que le daría mi padre de saberlo, al menos. El día que quiera… no sé, raparme el pelo o probar la cocaína ahí sí te pediré opinión, serás el primero en saberlo, seguro. — sigo sonriendo. Tal vez debería dejar las bromas a un lado cuando él parece tan serio, ¿pero quién soy yo si no vacilo sobre mi propia vida y pésima toma de decisiones?

¡Oh! Quizá ese haya sido mi problema todo este tiempo, que soy demasiado lista para el resto, me lo creería si no fuera porque tengo comprobado que no es así, así que solo sonrío por las caricias y me quedo con el sabor de sus labios por un segundo corto. — Ah, ¿que el mundo es capaz de ser comprensivo y aceptar a todos? — me burlo, no con la misma gracia que haría de no estar hablando con el hijo de un ministro, que soy consciente de que hay algunos temas que no hacen falta tocar. No quiero tener que entrar en detalles, pero creo que también me hace falta recordarle un punto, alzando una de mis cejas a modo de especificación. — Ya pero tú no te transformas en un monstruo una vez por mes, ¿verdad? —  bufo, mi intención de no ponerme en mala onda se ve un poco afectada por esa replica, así que suspiro, librándome mis pulmones del aire acumulado.

Poso los cereales a un lado y me bajo de la encimera, quedando atrapada entre la misma y su cuerpo por un momento, pero poco me tardo en colarme por debajo de uno de sus brazos, ventajas de ser un tapón. — Nunca me ha importado lo que piensen de mí, eso creo que lo sabes, pero hay una diferencia entre criticar por deporte qué sé yo, el peinado que lleve una compañera, y hacerlo cuando sabes que la que se sienta a tu lado tiene garras por las noches. — explico, en mi camino de menos de un metro a la nevera para tomar la jarra de zumo y apañar un vaso cualquiera, sirviéndome. — Llámalo actitud escapista, si quieres, pero si puedo hacer esto con Rebecca para que me respeten, lo haré, no tiene nada que ver con ideales siquiera, sino con valor propio. — tomo del líquido y vuelvo a apoyar el cristal sobre la encimera, echándole un vistazo rápido.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
Sabía que no tenía problema en reconocer sus puntos fuertes, así como también creía reconocer que se subestimaba en todo aquello en lo que no tenía talento natural. Y si bien luego decía que era yo el que ponía caras o adoptaba expresiones convincentes, ella misma no se quedaba atrás con sus sonrisas y sus toques cuidados. - ¿Antes o después de que lo hagas? - Es una consulta válida, prefería tratar de frenarla a tiempo antes que lidiar con las consecuencias. No me molestaría que se rape la cabeza, pero la cocaína era otro tema y esperaba que de verdad, de verdad hablase conmigo antes de que esa idea se cruce por su cabeza. ¿debería preocuparme desde ahora? - Sabes que seré el idiota que te frene antes de una, y te acompañe antes de la otra, ¿no? ¿Cómo me vería con la cabeza pelada?

Tengo que admitir que su lógica seca tiene un punto, y por más de que me gustaría controlar la opinión del resto, no está en mis manos el poder hacerlo. No cuando hasta hace poco más de un año todas las criaturas como aquella en la que se transformaba eran repudiadas y dejadas de lado. - No todos, ¿pero no estamos tratando de llegar a eso? - La gente le tiene miedo a lo desconocido, eso es todo. - Puedes decirte monstruo todo lo que quieras, pero eso no hará que me lo crea de ninguna manera. Maeve, no lo eres. - ¿Qué era yo entonces por no haber evitado que la mordieran? No… Suspiro, sabía que era una pelea que no podía entender, y mucho menos ganar. Pero a mis ojos solo era Maeve, nadie más que Maeve.

- Entonces crees que necesitas hacerte valer como criatura, incluso antes que como persona. Maeve, tú lo dijiste. Te conviertes una vez al mes, los treinta o veintinueve días restantes siguues siendo una adolescente común y corrientes, sin garras ni colmillos. - Podía llamarse escapista todo lo que quisiera, pero solo parecía estar buscando una justificación para un lado de ella. - No me gustaría que te arriesgues todos los días, a cambio de un respeto que pareces creer que no te mereces a menos que hagas algo que deje huella. - En vista de que va a buscar algo de jugo, me doy cuenta que puedo hacer valer mi ofrecimiento. -¿Dónde guardas el pan? Puedo hacer unas tostadas o algo de café si quieres.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Sonrío de lado con gracia por esa especificación que hace bien, si no me río por lo siguiente es porque en serio estoy tratando de imaginarlo sin un solo cabello en la cabeza. — Afortunadamente para ti, no hay nada que puedas hacerte que vaya a quedarte mal. Probablemente solo lo convertirías en una nueva moda o algo así, al día siguiente aparecerían todos los chicos de clase con la cabeza rapada. — me mofo, aunque no creo que esté diciendo nada que sea mentira, ¿o no es cierto? Oliver tiene esa peculiar capacidad para caer bien a todo el mundo, si no se muestra líder es precisamente porque es demasiado modesto para tomar el puesto, pero es obvio que todas las personas de la clase piensan que es un tipo genial. Como si pudiera hacerme una mejor idea así, tomo los mechones que le caen por la frente, o no llegan a caerle por los rizos, y tiro de ellos hacia atrás para aplanarle la cabeza, aunque termino por recoger el pelo en un moñito en lo alto de su cabeza. — Así, así te pareces a Mathilda con sus lacitos. — que no es como si la bebé tuviera poco pelo.

La sonrisa regresa a aparecer en mi rostro, esta vez no hay rastro de broma, pero sí de ironía. — Ya sé que tú no, pero ese no es el punto. El punto está en que… olvídalo. — ¿en qué estaba pensando siquiera? Quedan añares para que eso suceda, ¿por qué me estoy preocupando por eso ahora? Supongo que es inevitable, pensar que todos a mi alrededor avanzarán con sus vidas mientras yo me quedaré estancada en esto para siempre. Oliver tendrá su propia vida, estudiará y luego se graduará para terminar si no es Karina con una Karina 2.0, se casará con ella y tendrá hijos, los verá crecer hasta que ellos mismos tengan sus propios críos y entonces Helmuth podrá retirarse a la tumba con la tranquilidad de haber vivido la vida que se esperaba para él y que en el fondo, todo el mundo quiere. Prff, yo seré la tía que se emborracha en las fiestas y a la que invitan para entretener a los sobrinos, siempre hay una de esas. También es la que todos recuerdan por hacer el ridículo.

Ahora sí siento que estoy empezando a molestarme, quizá sea agravado por el hecho de que falta poco para una nueva luna llena y mis emociones se encuentran intensificadas al cuadrado, si no es al cubo. Cierro los ojos para tratar de calmarme en lo que tomo aire por la nariz. — ¿Es que no te das cuenta? Hoy las criaturas son aceptadas porque un loco al que yo tengo que agradecer se sienta en el trono, pero mañana habrá otro y quizá todo vuelva a cambiar. No puedo depender de que “la gente no acepta lo desconocido” cuando siempre hemos estado presentes, solo que no han querido mirar y prefirieron apartar la mirada. — ni sé como me incluyo en el grupo con tanta facilidad, supongo que me he acostumbrado a formar parte de él después de todo. — Pretendo ganarme un lugar porque uno no puede estar seguro de que no te vayan a patear de ahí de un día para otro. — él no lo entendería. Hijo de ministro, tiene la vida solucionada. ¡y no se lo estoy echando en cara! Le quiero, si acaso le envidio por tener lo que tiene y encima ser un bonachón de narices. ¿Por qué no pudo ser un cretino hijo de ricos como otros tantos de clase? — Está en es ese armarito. — ¿y por qué de repente mi voz se escucha como un hilito agudo? Venga hombre, ¿en serio te vas a poner a llorar? Ni de coña, Maeve, ni que tuvieras la regla.
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Oliver T. Helmuth
- Te diría que gracias, ¿pero ver estas orejas todo el tiempo?- Me tomo con ambas manos de los lóbulos, tironeando de ellas al saber que ciertamente me vería ridículo. No querría imponer jamás ese tipo de moda, pese a que estoy en desacuerdo con su concepción de que realmente tengo tanta influencia en la gente. - Tomaré eso como un cumplido. O aún mejor, me dejaré crecer el pelo tanto como ella, y solo lo cortaré cuando ella lo haga, ¿qué dices? - La bebé era adorable, y mientras que el flequillo no me cayera sobre los ojos el largo de mi pelo me daba completamente igual.

¿Cómo se supone que debía olvidar lo que estaba diciendo si todavía no lo entendía? No era una cuestión que pudiese descartar así de fácil. Maeve era una persona en la que confiaba y a la que quería, ¿cuál era el problema en explicarme las cosas? No era el tipo más brillante de todos, pero me sentía impotente al no tener idea de cómo ayudarla. O más bien, no sabía como encontrarle la solución a un problema que no había logrado plantear en un primer lugar. Mae seguía siendo Mae. Ser lobo una vez al mes no debía condicionarla en nada.

- Y cómo sabes si ese lugar en el que te estás queriendo posicionar es el adecuado. Hablas de que luego puede venir alguien que vuelva a cambiar todo y a dejarlo patas para arriba, ¿y qué tan segura estás perteneciendo al escuadrón si ese es el caso? Puede llegar otro loco que considere que eres alguien valiosa, o puede llegar otro que te vea como escoria, ¿y será eso lo que te condicione a actuar? - No podíamos preveer el futuro, el juego político, la guerra en sí mismo, tendrían resultados que probablemente nadie pudiese suponer, pero eso no debía ser un condicional. - El futuro es incierto, pero eso no significa que tengas que casarte con una idea y aferrarte a ella como un salvavidas que no sabes si luego no te pincharán. ¿Sabes lo único que quiero para tí? Que seas feliz, sin la necesidad de andar preocupándote por estas cosas. Sabiendo que, a fin de cuentas, a las personas que nos importas no tienes que demostrarles nada, ni tienes que ganar ningún lugar. - Suspiro con resignación y sigo su indicación hasta el armario en el que me es fácil encontrar el pan. Ponerlo en la tostadora lleva segundos, y pese a que sé que debería encaminarme hacia la nevera, no logro que mis pies obedezcan y en su lugar vuelven a buscarla a ella. - No voy a presionarte, ni a decirte lo que tienes que hacer. Respetaré cualquier cosa que decidas, siempre y cuando no quieras dejarme de lado en ese proceso, ¿de acuerdo? - Y tomo sus mejillas entre mis manos, obligándola a mirarme a los ojos para que me de una respuesta que pueda evaluar como sincera cuando la pronuncie.
Oliver T. Helmuth
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No lo sé, ¿pero acaso alguien lo sabe? — bufo, más como un acto reflejo a tener que escucharle tener razón en ese aspecto. Parte de mi respuesta también consiste en encogerme tontamente de hombros, como si con ese gesto pudiera justificar mis acciones y no solo eso, sino ganar con esos motivos también. — Pero tú puedes decir que sigo siendo la misma de siempre, que ser… esto no me condiciona en lo más mínimo cuando no es así. No actúo igual, no soy igual que antes, por mucho que yo también quiera creerlo, me despierto por las mañanas pensando en los días que quedan para una nueva luna llena, y cuento los días que pasan después hasta que vuelvo a ser un poco yo misma, y luego vuelve a empezar todo el ciclo otra vez. — porque por si todavía fuera poco, ya no solo cuento con tener que lidiar con la transformación cada mes, sino con ser un ser hormonal adolescente que salta a la mínima y cada día está cambiando de parecer. Sufro dos alteraciones en mi cuerpo que pronto me acabarán por hacer explotar y todavía no se dan cuenta de que les estoy haciendo un favor queriendo alejarme de ciertos círculos sociales.

No preocuparme por estas cosas no es una opción que pueda valorar porque se han convertido en mi vida y, de acuerdo, puede que yo sea la primera en decir que hay que tomárselo con calma, pero eso era antes de convertirme y cuando mis preocupaciones se resumían a decidir qué snack coger para ver una serie en mi habitación. Tiene la suerte de que es dos veces yo y puede obligarme fácilmente a que le mire, aunque lo hago con una mueca en los labios. — ¿No vas a presionarme pero me estás haciendo el desayuno como chantaje para que vaya a la escuela? — alzo una ceja, regresando con ese comentario un poco más a lo que suelo ser yo por costumbre. — Te pones muy tierno cuando intentas convencerme de algo, ¿lo sabías? — me burlo, aunque de manera amable, casi como si me estuviera riendo de mí misma también. Al menos, es una manera de alejarle de la charla importante, esa que no tenemos por qué tener a las ocho de la mañana, a escasos días de luna llena.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
- No, nadie lo sabe. Y ese en parte es el punto de bueno… vivir. - Uno no podía prever por todo, y condicionarse solo por la aceptación que pudiera recibir o no, por un valor que no sabría si llegaría a tener en un mundo tan azaroso… No lo sé, si el planteo hubiera sido diferente y me habría convencido de que esa era su verdadera vocación, hubiera sido diferente. - De acuerdo, no eres exactamente la misma. Todos tenemos que cambiar y madurar, y a tí literalmente te forzaron a hacerlo. Pero el que tengas algo más en la mente por lo que preocuparte, debería ser algo que en algún momento termines aceptando. De verdad, de verdad que no puedo ver el que te transformes una vez por mes como algo que me genere rechazo. Nada más lejos de ello. - Tal vez no lo entendería jamás, porque haber estado ese día lo único que me hacía sentir ahora era culpa. Porque podría haber sido yo, y ella no tendría que estar cuestionándose, todo básicamente.

- Dije que no te presionaría, pero siempre y cuando puedas decirme que todo lo que haces lo hacer porque en verdad quieres hacerlo y crees que es lo correcto para tí. No por alguien más, o como el resto pueda verte. - Tal vez sea demasiado pedir, pero si con eso ganaba algo de tiempo… -De hecho, no. Ya es tarde, así que hoy me tomaré el día contigo, y ya veo que excusa puedo darle luego a Elo para que no te esté tan encima. Pico sus labios y dejo que mis manos bajen de su rostro hasta su cintura. - No funcionará para siempre, así que fijate luego qué haces porque estoy seguro de que no tardarán en decirle a tu padre.
Oliver T. Helmuth
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