TEMAS
Dejo pasar unos días, pocos a decir verdad. No enciendo la televisión pero en el ministerio y en la base sí lo hacen, así que no me pierdo de los detalles que me hacen pensar que hemos perdido más que terreno, sino en aquellos que me recuerdan que necesitamos una mejor estrategia militar. ¿Y qué puedo hacer yo, más que asentir con la cabeza, cuando no tengo un puesto que me permita dar órdenes o siquiera ideas? Mastico mi propia frustración hasta que opto por hacer lo que he estado pateando… y es chequear que mi ex prometida se encuentre entera.
Mi excusa es simple. Llevo conmigo una mochila cargada de sus pertenencias, paso de las flores, los bombones o los globos para desearle una buena recuperación. Me aparezco en el distrito dos justo frente de su casa, allí donde me demoro un buen rato hasta que me decido a tocar el timbre. Solo por inercia, busco una ventana para chequear mi reflejo y peinar el cabello. ¿Por qué lo hago? ¡Si esta mujer me ha visto de las peores maneras posibles! Me despego del cristal con toda la naturalidad que soy capaz de evocar en segundos justo antes de encontrarme con su rostro y, de alguna manera, consigo sonreír — Hey… — murmuro a modo de saludo. Mis ojos la analizan a gran velocidad, hasta regresar a los suyos — Te traje… — muevo los hombros para enseñarle la mochila — … Quería ver cómo te encontrabas después de lo que ha pasado. ¿Puedo pasar? — que si no me ha cerrado la puerta en la cara hasta ahora, ya lo tomo como una victoria.


No tengo tiempo para cambiarme y mucho menos para fingir otro estado que no fuese de lo más patético así que, viendo que no tengo salida, decido encontrarle otro enfoque a la situación. Uno que trata de decir “no me importa como me veo, porque no me importa como me veas, porque no me importas”. Y puedo decir que tengo éxito, hasta que abro la puerta y mi mueca segura cambia por una que no termino de identificar. Saludo levantando apenas una de mis manos en un gesto corto y frunzo los labios cuando me enseña la mochila como una excusa para venir a verme. - Qué atento de tu parte… - Ruedo los ojos tratando de reprimir el dejo mordaz que tiene mi voz, pero fallando estrepitosamente. Aún así, abro la puerta un poco más y me hago a un lado para dejarlo pasar.
No hay nadie en casa, mis hermanos se encuentran estudiando y mis padres están en el trabajo, pero él eso ya lo sabe. No era coincidencia que ambos tuviéramos el mismo día libre. Lo habíamos solicitado así poco después de habernos mudado juntos. - ¿Quieres algo para tomar? Todavía queda algo de café en la jarra. - Ofrezco tratando de sonar lo más amistosa que puedo. Es complicado, es complicado mirarlo a la cara en el trabajo, y es aún peor aquí. Al final suelto un suspiro resignado e interrumpo mis pasos hacia la cocina. Dándome vuelta para poder enfrentarlo con pocos ánimos. - ¿A qué viniste? De verdad… - Yo me encontraba bien, pudo verlo desde el momento en el que abrí la puerta. Sin embargo pidió pasar y yo como siempre acabo dejándolo. Porque incluso luego de todo, sigo teniendo muy difícil el decirle que no a nada.


Al menos me gano el poder pasar a su casa y ni tengo que mirar el entorno, conozco demasiado bien estas habitaciones por aquellas épocas en las cuales venía de visita hasta que decidimos que mudarnos juntos era la mejor opción para nuestra relación. Aún así, mis ojos buscan la presencia de alguien de su familia, porque no tengo ánimos de enfrentarme a aquellos que posiblemente me odien por el sufrimiento que le causé aún sin desearlo. Tal vez “desear” no sea la mejor palabra para decirlo — Un poco de café siempre es bienvenido — he aprendido a apegarme a la cafeína con mis años de entrenamiento y eso, sumado a una dieta cargada de nutrientes, siempre me hacen parecer como un adicto a la actividad física. Apoyo la mochila sobre el sofá y estoy dispuesto a enseñarle lo que tengo para ella, que su pregunta me detiene en seco.
Creí que era algo obvio. Mis dedos rozan el cierre y acabo por levantar los ojos hacia ella, alzando uno de mis hombros — No pude pasar. Me dejaron cuidando que las cosas no se descontrolen afuera y pensé que tendría que pelear cuando Magnar decidiera que podíamos sumarnos — le explico, hago un enorme esfuerzo para no irme a ese día, a esos olores — Me hubiera gustado ser de ayuda y, mal que mal, me sigo preocupando por ti. No es como si yo hubiera terminado esto — que va, tal vez fue mi culpa, pero son cosas diferentes. Me rasco la barbilla, raspándome los nudillos con los primeros indicios de una barba — Así que, aunque no te guste, quería ofrecerte mi ayuda si necesitas algo. Además, ya no soportaba tu vieja colección de novelas juntando polvo en mi rincón. No son mi estilo — añado, suavizando el tono hasta sonar aunque sea un poco bromista.


El café no está del todo caliente, así que pongo la cafetera a funcionar nuevamente y separo dos tazas de la alacena. Creo que la bandeja debería estar al costado de la mesada, y cuando la encuentro no tardo en poner dos platos en ellas, las tazas y un par de cucharitas de plata que siempre han sido mis favoritas. Sabía que mamá tenía pensada heredármelas como regalo de bodas, pero eso no podrá ser ahora ya que… Suspiro, los bizcochos de la mañana todavía están bastante frescos, y las rodajas de pan se salen de la bolsa y se tuestan con una sencilla floritura de varita. El café está listo en los minutos que me toma completar la bandeja, y aunque ya antes había tomado frutas y algo de yogurt, no me vendría mal tener algo más de sustento en el estómago.
- Mira, agradezco tu preocupación por mí. De verdad. No voy a mentir y decir que tu ya no me importas, pero no…- Apoyo la bandeja sobre la mesita del comedor y tomo asiento en el sillón, invitándolo con un gesto a que haga lo mismo. - No puedes aparecerte así como si nada en casa de mis padres. Estoy tratando de ser todo lo adulta que puedo, pero me cuesta cuando todavía pareces no entender el por qué ya no estamos juntos. Y quiero hechizarte Perce… a ver si por fin puedes ver lo mucho que me duele que estés aquí, pero como siempre, no lo haré. -- Respiro profundo y tomo la taza que contiene más azúcar y crema de lo que debería, pero no estaba en humor de café amargo. - ¿Seguro que a tí no te pasó nada? Todavía yo misma siento que fui una inútil así que no creo que haya mucho que opinar al respecto.


Me viene bien el beber, incluso siendo una infusión caliente me permite el sentir que refresco la garganta. Apoyo la taza y estiro una mano para hacerme con una de las tostadas — ¿Además de sentir que todo por lo que luchamos se está desmoronando? No, Lex, no me sucede nada — me quedo con la mirada perdida en el trozo de pan que se suponía que iba a llevarme a la boca, como si en su corteza pudiera encontrar las respuestas a todas mis dudas y temores — Fuiste más útil que todos los que no tuvimos oportunidad siquiera de intentarlo. Aminoff estaba furioso, tú no lo viste — parecía que estaba listo para lanzarle un avada kedrava a cualquiera que se le metiera en el camino y estoy seguro de que se arrepiente de no haberlo hecho. Doy un mordisco y me cubro con una mano para evitar que se me caigan algunas migajas al suelo — El sistema no funciona. Lo único que nos hace pensar es que tienen a los aurores como carne de cañón y que no les importa lo que nos suceda, siempre vendrán otros para ocupar nuestro lugar. Solo espero que Monroe tenga buenas ideas para el departamento — parece que estoy sacando esperanzas de la galera. Trago, echándole un vistazo — ¿Pudiste oír algo de la negociación? Nadie nos ha dado detalles.


Al menos puedo sentirme más cómoda cuando nos trasladamos al ámbito profesional. ese en dónde puedo dejar cualquier cosa sentimental de lado y dedicarnos a la única relación que manteníamos actualmente: la de ser colegas unidos por la misma causa. - ¿Furioso? Yo había tenido al chiquillo Black enroscado en cuerdas, ¿sabes lo horrible que es estar tan cerca de algo y que se esfume entre tus dedos? - No solo había caído, sino que me había enterado que habíamos tenido que retirarnos de la manera más espantosa posible. - El sistema directamente está en ruinas, y puedes creer lo que quieras de Monroe, pero hasta que no vea cambios no voy a opinar al respecto. Tu o mi madre hubieran sido mucho mejores para ocupar ese puesto, y lo sabes. - Era solo el tema de la edad lo que se lo impedía a uno, y el de la licencia lo que se lo impedía a la otra. En el escuadrón no faltaba talento, faltaban ideas y Riorden Weynart lleva rato repitiendo esquemas que claramente no están sirviendo. Dudaba mucho que una jefa nueva fuera a cambiar mucho la situación si resultaba no tener carácter. - No he escuchado nada, creo que ni siquiera me adentré en el edificio, fui parte del equipo del exterior. - Aclaro al rememorar ese día y lo eterno que pareció por momentos.


Lo admito, me siento algo decepcionado de no tener información de primera mano y tendré que quedarme con los rumores, que no tengo contacto con nadie que haya estado ahí dentro y a Jack lo usaron de afilador de cuchillos. Intento no irme hacia esa imagen y la mueca que hago bien puede ser por el café y no por el disgusto en sí que me produce toda esta situación — Tengo fe en que aquellas personas tendrán su merecido, Lex. Ellos no son como tú y yo, no comprenden una mentalidad civilizada y todo esto no hace más que ponerse a nuestro favor. La gente, tarde o temprano, acabará por comprenderlo. Mientras tanto, solo nos queda el apoyarnos los unos a los otros — me estiro para darle una tímida palmada en los nudillos y le fuerzo una sonrisa. Peleados o no, hay algunos vínculos que jamás se rompen y en la guerra, no hay nada que pueda contra ello.


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