The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Noviembre, 2469

Si le pido que me lleven con ellos, sé que lo harán. El temblor que baja por mis brazos hasta las manos enredadas sobre mi regazo sacude mi cuerpo entero, la exhalación que escapa por mis labios entreabiertos es el indicio de un ruego que se está asomando. Es la ausencia de mi voz la que me impide unir las palabras en el aire. No puedo irme. No importan los años en que esa tierra remota de la que me hablaba mi padre como si fuera un cuento, fuera el anhelo que me marcaba el norte de todos los caminos que pudiera elegir. No puedo irme porque este monoambiente compartido con Mimi se ha convertido en mi hogar, porque este distrito de marginados se ha vuelto mi lugar y porque le prometí a Kendrick que estaría con él cuando se colocara al frente para luchar por lo que cree justo para todos nosotros.

Se amontona un mar de lágrimas detrás de mis ojos que mi madre confunde con la tristeza de la despedida y como pocas veces lo ha hecho en mi vida, Amalie Lackberg tiene el gesto maternal de envolverme con sus brazos para frotar mi espalda. No promete que volverán, a ella tampoco le gustan las mentiras y las promesas imprecisas pueden terminar transformándose en estas. La cama diminuta que ocupa la mayor parte de este espacio es nuestra isla privada durante los minutos que también necesita para esconder de mí sus propias lágrimas, coloca su mentón sobre mi hombro así que me pierdo la vista de su rostro mostrando la angustia que por años se empeñó en ocultar detrás de un control sobre las cosas y pastillas. Me dice que en el norte está esa abuela, la protagonista del viejo relato de los Lackberg, de quien heredé mi cabello blanco y que podrá curar a mi padre de la enfermedad que yo no sabía que tenía, que lo está consumiendo desde que me fui de casa.

Tira de mí ese deseo de ir a buscar, como siempre dije que haría, ese rostro que me han dicho que es igual al mío. Pero no será en este presente, tal vez en algún futuro que todavía no puedo medir, mi norte pendiente que podré volver a buscar cuando haga todo lo que tenga que hacer donde estoy. Ignoro todas las recomendaciones de mi madre de que no siga a mis amigos a ciegas, que me mantenga alejada del peligro y que por bien trate de conservar mi mundo personal a salvo de las revueltas que pueda causar Kendrick Black. Toma mi silencio como lo que es, ella ha dicho lo que quería decir y yo no le diré mentiras, tampoco me gustan. Siento el roce de su beso en mi mejilla cuando rodea mi rostro con sus manos y me hace sentir la niña que protegía de la misma forma, la que colocaba dentro de una esfera perfecta de cristal. Cuando se va, sé que he perdido mucho más que su presencia, desaparece también quien hubiera puesto su cuerpo entre en un mundo que siempre lastima y yo. Me ha dejado aquí, sabiendo que estoy expuesta al daño y que no me haré a un lado si lo veo venir, y sé que le cuesta mucho más a ella que a mí cada paso que da hasta irse por completo. Tendría que ir con ellos, bajar corriendo la escalera para buscarla en la vereda y rogarle que me lleve. Pero este viaje es el de ellos, aun no es el tiempo del mío. Seguirá siendo un norte postergado.
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