TEMAS
Me doy cuenta de que estoy otra vez con la mente divagando y la mirada perdida cuando el memo volador me da en la cabeza, clavándose entre mi cabello. Me sobresalto en lo que lo quito con cuidado de mi alta cola de caballo, mis dedos despliegan el papel con rapidez y me encuentro con la caligrafía inconfundible de mi jefe exigiendo… más papeles sobre el control de criaturas mágicas aprobadas legalmente. ¿Esos no los tenía Verónica o de nuevo se está confundiendo nuestros nombres? Que sé que somos todas veelas, pero no nos veo tan parecidas. Bufo, lo hago bolita y lo lanzo al cesto de basura, que nadie va a venir a revisar mis papeles a ver qué es lo que ando botando o no.
Toqueteo la pantalla táctil de mi computadora para empezar a buscar los archivos que el ministro Powell está reclamando, cuando unos ojos por encima de mi cubículo hacen que dé un bote. ¿Por qué los licántropos son tan espeluznantes cuando se lo proponen? — Hasselbach — la saludo con toda la educación que soy capaz, aunque desvío la mirada a la pantalla con la excusa de mi trabajo, es imposible esconder que hay algo en ella que me pone los pelos de punta. No sé qué es, pero tiendo a adjudicarlo a su simple estado biológico — Si necesita alguna documentación, estoy segura de que mi compañera puede atenderla. Powell anda insistente con algunos documentos, usted ya sabe… — revoleo los ojos con una complicidad falsa, como si quejarnos de un superior fuese algo que al menos tenemos en común.


Si alguien creía que iba a quedarme en mi casa martirizándome por ser a quien también se le escapó el chico Black de los dedos, sería alguien que no sabe lo poco que me gusta perder el tiempo. Por eso mismo, evito la mesa de ciertas veelas para ir sin vueltas hacia la de esta chica, Callahan creo. —Prefiero esperar a que termines de apretar el botón de enviar a tener una conversación de una hora con tu compañera que tartamudea al verme y tener que venir una segunda vez, porque todas las explicaciones que me ha dado son incorrectas—. Dos minutos es nada, ¿cuánto necesita para reunir la supuesta documentación y mandarla? Ya hice este viaje a las oficinas con mis botas dejando tierra sobre sus baldosas impolutas, así que me conviene aprovecharlo. —Necesito saber cuáles son los requerimientos para que una menor de edad se incorpore al escuadrón— se lo digo sin más, obligando a que me preste su atención cuando acabe de jugar en el aire con su dedo.

Mi dedo se detiene en el aire a pocos centímetros de la pantalla y desvío la mirada hacia ella — Menor de edad… ¿De cuántos años estamos hablando? — que ya me vi a un ejército de niños lobo mordiendo los pies de los rebeldes y no sé si es patético o perturbador. Ni siquiera me molesto en buscar la documentación, muevo mi cuello al enderezarme y sigo dando los toques que necesito para terminar con mi tarea — Los mayores de quince años pueden ingresar con permisos de sus padres, madres o tutores, sin abandonar sus estudios y comprometiéndose a un entrenamiento intensivo que se completará cuando sigan la especialización en defensa civil. El mayor a cargo además deberá firmar unos cuantos documentos que den a entender que comprende a los riesgos que el menor será expuesto y que su vida se encuentra a servicio del gobierno. ¿Eso sirve? — me giro hacia ella en cuanto acabo, que no se note que quitármela de encima es mi prioridad. Me rasco el cuello, girándome en busca de un montón de papeles en lo que arrastro mi silla hacia el otro extremo, bastante cercano, de mi cubículo — Tengo los formularios por aquí… — murmuro — No sabía que usted tenía hijos — ¿Los tiene? Pobres criaturas.


Callahan por lo menos sabe de qué va su trabajo sin necesidad de estar repasando apuntes o levantando el teléfono para consultar a alguien más. No me invitó a sentarme, ni tampoco pienso hacerlo, así que recargo mi cadera al borde de su escritorio y con los brazos cruzados espero a que termine de recordarme el protocolo. Lo que me interesa está en lo último que me dice. —Vine precisamente a pedirte uno— contesto, aguardando el formulario. —Es una chica de dieciseis años, fue mordida hace poco. Necesito que puedas buscarme sus registros también, en su momento tenía poca información. Pedí que lo mantuvieran en reserva por ser menor. La mordió un licántropo del norte, supongo que uno de los renegados a Magnar…— presiono el puente de mi nariz con los dedos al fruncir el entrecejo por el estrés que me causa lo burocrático y como una adolescente puede hacer un lío de eso, esperando que su padre no se entere.
Me fijo en la chica, en lo delicado de su rostro, como veela repudiado en el norte lo hubiera pasado bastante mal si es que ya no lo pasó. La belleza es una gran virtud y a la vez, un gran peligro para quien la muestra en los lugares donde todo lo bello es usado y abusado. —¿Cuántos años tienes, por cierto? Te ves muy joven para estar sentada en una oficina, ¿no preferirías dedicarte exclusivamente a estudiar en el Royal?— le consulto, que entiendo la parte de que tengamos cierto deber de devolver un poco el favor recibido, pero no es obligatorio o no debería serlo, ya vendrá el momento para devolver favores, sé que vendrá.

Ya estoy abriendo el sistema para buscar a quien sea que tenga que encontrar, cuando su pregunta hace que mis ojos suban hacia ella. Siempre he intentado mantenerme al margen de socializar con licántropos, creo que mis pocas excepciones las ha obtenido Santiago en mis momentos de simpatía absoluta. No me olvido lo que su escuadrón le hizo a Locki, por muy legal que sea a sus ojos — Diecinueve — contesto con simpleza — Pero algunos de nosotros tenemos que mantenernos por nuestra cuenta y el ministerio, muy amablemente, nos ha tomado como parte de su nuevo programa de integración — la sonrisa que le enseño no se muestra en el resto de mi cara, incluso creo que es más bien un tiró con mis labios — Pero no se preocupe, no trabajo jornada completa. El Royal ocupa gran parte de mi tiempo — entre estudios que no me sirven de nada pero que me mantienen con el culo aquí sentado, como muestra que incluso ahora no tengo total libertad de elegir sobre mi futuro, pero ese es otro tema.
No puedo evitarlo. Apoyo un codo sobre el escritorio así mi mano puede sostener con facilidad mi mentón, en lo que mis ojos se entornan vagamente al fijarme en ella — Si yo soy muy joven para trabajar en el ministerio, esta chica debería serlo aún más para sumarse a un escuadrón de defensa civil — acoto con un tono de total inocencia — Digo… ¿No son ustedes los que tienen la tarea de hacer cosas como pelear en el frente cuando todo se descontrola? He oído que tú misma estuviste en el mismo despacho con Kendrick Black. Mi jefe terminó en el hospital al borde de la muerte… ¿Y esta chica está decidiendo el mismo camino? — obvio que no, no es como si hubiera cientos de opciones para gente como nosotras.


Callahan no es la primera joven a la que estoy preguntándole por qué no está en la escuela en vez de estar aquí y una sonrisa resignada me cruza el rostro. Cierto, seguimos siendo marginados detrás de tantos derechos, nadie cambia la historia de vida de estos chicos que vienen del norte. —Muy amablemente— lo repito, palabras que viene bien tener presentes en todo momento. —Me alegro— lo digo de verdad, una escuela puede ser un sitio de encierro para quienes no la conocen, pero es un pendiente pesado cuando pasan los años para una persona que alguna vez dijo que quería dedicarse a la medicina. No ser parte de un escuadrón de soldados. Circunstancias y elecciones, tejiéndose entre sí para ser quienes somos al final. Espero a que la chica termine de dar su apreciación sobre las cosas antes de comentar.
—Kendrick Black tiene dieciséis años, si los cálculos no me fallan— digo, —y terminé en el hospital por su causa— lo digo como una obviedad conocida por todos. —Esta chica está decidiendo ese camino, sí. De la misma manera en que te pregunto a ti si estudias además de trabajar, ¿quién puede decidirnos que tan jóvenes son para estar al frente o detrás de un escritorio? ¿Y si esas son sus elecciones? Tenemos a un adolescente dando órdenes desde el distrito más grande de Neopanem. Pedir un formulario para sumar a una chica de dieceseís a mi escuadrón y empezar a entrenarla para defender lo que nos queda, no me parece tan descabellado. ¿No te asusta un poco el avance de los rebeldes… como para preguntar también que podrías hacer tu como veela?— y le echo una mirada que la examina, a ella, a todo el orden de la oficina tras su espalda. —¿O te contestas con un escritorio?

— Diecisiete — corrijo de inmediato, lo que sería más sospechoso si no fuera porque ha estado en las noticias en más de una ocasión y eso me da la excusa a tener ese conocimiento — Legalmente es un adulto que está luchando por lo que él es correcto y no sabemos cómo se manejan como para tener el entrenamiento suficiente para lograr lo que hicieron. O quizá el chico solo es bueno en la magia — me encojo de hombros, que tampoco he hablado con ellos como para saber qué trucos tienen bajo la manga — Me parece terrible nomas que los niños sean los que tienen que salir a dar la cara porque los adultos no son suficiente para la lucha, eso es todo — me encojo de hombros, en cierto modo no es solamente una excusa. Hay cierta preocupación genuina, esa que nace de la duda de a quienes terminarán gobernando si todos se mueren durante las batallas. ¿Y los niños tienen que pagar?
Aprieto el botón que inicia la impresión de los registros de Maeve y hago tronar los dedos en lo que su duda me llega y obliga a reaccionar con una vaga sonrisa. Conozco los reproches, muchos de los que nos temen tienden a apuntarnos gracias a los dones que otros podrían simplemente desear — No hay un escuadrón de veelas, eso deberías reclamarlo al ministro Weynart y al ministro Powell — le señalo con total calma — Pero creo que es una cuestión de control. Ustedes son amenazantes una vez al mes, nosotras podemos ser peligrosas las veinticuatro horas. ¿Quién querría darle herramientas de batalla a criaturas que se te pueden poner en contra tras años de miserias? — al menos, es como yo lo veo. No tengo idea de lo que pasa por la mente de Aminoff, pero no parece ser la persona que arriesgaría su culo más de lo necesario — No soy una guerrera, señorita Hasselbach. Ya he muerto una vez, como para hacerlo de nuevo solo para hacer el trabajo sucio de aquellos que no quieren arrugarse los trajes. Mientras no me lo pidan exclusivamente, me quedaré en mi escritorio tratando de ayudar a aquellos que todavía están buscando su lugar en este bello e injusto mundo. ¿O eso me hace una egoísta? — tomo las hojas del registro de la niña y las coloco sobre el escritorio, aún sin despegar la vista de ella.


Claro que ella ya está muerta, tal vez mi punto no llegue a convencerla a ella como lo haría con otras personas. La escucho mientras habla, explicando su situación en todo esto y haciendo al final una pregunta que siempre va a ensancha mi sonrisa, porque la comprendo. —Cuando tenía tu edad tampoco era una guerrera, ¿sabes?—. ¿Por qué puedo recordarlo con tanta claridad, como si me esperara encontrar a esa muchacha en cualquier espejo? Sin embargo, el uniforme como parte de un escuadrón de seguridad me queda al talle. —La vida, las circunstancias, la mierda del mundo te obliga a volverte un soldado— es lo que creo que pasará con todos al final y al cabo, así que no me niego a empezar a entrenar a Maeve desde hoy, estoy preparada para las réplicas de su padre. — Así que sí, te hace una egoísta querer quedarte en tu silla, pero hazlo, sé egoísta todo el tiempo que puedas. Disfruta y abusa de ese tiempo. Porque al final todos algún día somos llamados a pelear…— tiendo mi brazo para mostrarle mi mano abierta así puede darme los papeles impresos. —Gracias, Callahan.

No puedo imaginarme a Rebecca Hasselbach como una persona de mi edad fuera del uniforme en el cual la veo todos los días, para mí su aura me huele a cualquier aire que puedas encontrar en el campo de batalla. No lo sé, nunca estuve en uno, pero puedo tratar de imaginarlo. Ella misma me habla de que la vida la ha llevado a este punto y se lo concedo con un asentimiento de la cabeza — Cuando llegue el día pelearé, espero que no tenga dudas de eso — solo no puedo asegurarle que lo haré bajo los mismos mandamientos. Le sonrío ante su agradecimiento y apoyo los codos en mi escritorio, frotando mis manos entre sí — Yo soy lo que soy por personas como usted — lo susurro, no es algo que quiera que mis compañeros escuchen — En el norte. Dos licántropos nos mataron a mi y a mi hermanito. ¿Y sabe una cosa? — mis ojos se pasean por su cara, los suyos no son tan turquesas como los míos, pero sí lo suficientemente claros como sentirlos fríos — Por años, los he odiado. Siento escalofríos cada vez que los tengo cerca y, aún así, he aprendido que necesitamos acostumbrarnos los unos a los otros para sobrevivir. Lo que quiero decir es que… — me relamo — Solo espero que no se equivoquen con esta guerra, porque temo el día que de tantos soldados, acabe por no quedar nadie. De ningún lado — mi odio sigue allí, pero hay cosas más importantes que el pasado. Me enderezo un poco — Solo digo que cuide a esta niña por el tiempo que pueda. Después de todo, es solo una niña.


Fuerzo mi sonrisa todo lo que puedo a su consejo de que cuide de Maeve, es ruin volver sobre la misma víctima dos veces, es abuso sobre el débil. La disculpo por tener la arrogancia de decirme qué hacer solo porque al fin y al cabo, soy la responsable de que esté sentado ahí y en primer lugar, de que haya muerto. —No lo sera siempre, por eso es necesario que aprender a pelear y defenderse— comento. —No queremos que ningún lobo la devore en callejones, ¿verdad? Eso sería muy cruel—. Termino de alinear las hojas con mis manos para que el formulario quede encima de los registros y con un asentimiento quedo de mi mentón a modo de despedida, le doy la espalda para no tener que proseguir con una conversación que no va a llevarnos a un lugar distinto al callejón en el que ya estuvimos una vez, y sabemos cómo acabó, que disfrute de la comodidad de su oficina, es el cielo posible que se merece después de que su vida humana fue despedazada. No tiene caso volver sobre los muertos, cuando hay vivos de los que todavía cabe preocuparse y poder enseñar a otra loba a ser más precavida con sus colmillos, esa es mi manera de cuidarla.

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