The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Es otra mañana en la que me despierto llorando, las pesadillas de todo lo que viene pasando en el norte se mezclan con cosas a las que creí estar sobreponiéndome. Escondo mi cara en la almohada para no despertar a Mimi mientras trato de callar los sollozos, necesito sacarlos fuera aunque haya pasado días en los que apenas podía hablar por encontrarme afónica. Consigo dormirme, y aunque escucho cuando se mueve por el departamento al despertar, simulo seguir haciéndolo al oír que sale. Ayer me sentía mejor como para salir de la cama y retomar algunas cosas pendientes, hoy me cubro la cabeza con la manta para quedarme entre las sábanas. Paso horas con mi brazo doblado bajo la almohada, mirando a la pared que nunca terminamos de pintar con Mimi, a la nada misma. No logro encontrar fuerza en mi cuerpo para darme la vuelta, mucho menos para levantarme y preparar algo de comer. Mimi va a enojarse luego, tenemos pocas cosas, pero eso nunca ha sido excusa para saltarnos una comida. Tendré que esperar a que vuelva, que tire de mí para conseguir que me siente con la espalda contra la pared y pueda sacarme el pelo de la cara, meterme alguna fruta en la boca.

Para la tarde me he quedado sin lágrimas, sigo con los ojos enrojecidos y unas ojeras marcadas que me apena ver en el espejo circular que sostengo en mis manos, cuando recuerdo que es el cumpleaños de Kendrick y lo mínimo que puedo hacer es ir a saludarlo. Peleo con el peine al desenredar los mechones de cabello, echo de menos tenerlo más corto como cuando estaba en el Capitolio, apenas rozando mis hombros. Me pican los ojos al pensar en mi casa, como me ocurre en estos días. No me siento lista para hablar con mi madre así que no le contesto las llamadas, mucho menos con mi padre. No es como si tuviera algo que decirle a ellos. Si hay algo que extraño es como era todo antes, cuando me encerraba en mi dormitorio a dibujar o iba a la academia, o sino organizaba mi ropa colocando alguna prenda de color entre los tonos grises, echo de menos mi rutina tranquila, las conversaciones ocasionales y clandestinas con Mimi eran toda la emoción que rompía con mi estilo monótono de vida. Suelto el peine sobre la cama para cubrir mis párpados con el dorso de las manos, a ver si así puedo frenar la nueva ola de llanto.

Espero en la misma terraza en la que sus tíos interrumpieron nuestra cita para comenzar una noche cargada de tanta mala suerte, que cuesta hablar sobre ella aunque haya cosas que no fueron tan malas. No me molesta aguardar porque eso me da unos minutos de más para tratar de encontrarme en mí un poco de mi viejo ánimo, de lo que no creo que nadie me culpe, en general los ánimos de todos están por los suelos y el aire está tan denso que presagia cosas peores. Rayo el suelo con la suela de mis zapatillas en un garabato sin sentido, la camiseta blanca que llevo puesta se me hizo lo más alegre entre mis opciones grises de atuendo, lo malo es que vista de pies a cabeza casi parezco un fantasma. —Quería hacerte un pastel, pero se me quemó— miento al verlo llegar, lo digo como saludo porque me siento en falta por no juntar las energías como para darle algo hecho por mí. —Te traje un chocolate— le entrego la última barra que me quedaba guardada de lo que me mandó mi madre hace un tiempo cuando se lo pedí para Ava.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No todos los días cumples diecisiete años y, mucho menos, te haces mayor de edad acorde a las leyes que revolotean por NeoPanem en estos días. Durante quince años, mi cumpleaños fue motivo de celebración y solía esperar esta fecha para realizar diferentes actividades con mis amigos, como pasar la tarde en el lago o realizar picnics que duraban toda la tarde. El año pasado, no obstante, lo pasé encerrado en el departamento de Lea, con la vaga visita de Delilah. Hoy las cosas han empeorado y todavía no sé muy bien cómo acepté el intentar festejarlo, aunque sea solo una cena improvisada para no dejarlo pasar. Ben dijo algo sobre cervezas sobrantes y creo que es más porque todos necesitan embriagarse y no por un festejo en sí. No los culpo, yo tampoco sé muy bien qué se supone que sucederá ahora. ¿Nos rendimos? ¿Contraatacamos? ¿Cómo lo haremos? No solo hemos perdido amigos, sino también aliados entre las personas que se llevaron. Aminoff y los suyos juegan sucio y, por un momento, creo que están llevando la delantera.

Por eso acepto tan entusiasta la idea de ver a Synnove, allí donde podemos alejarnos de nuestros compañeros y pasar un rato entre nosotros, quizá conseguir algo de lo que perdimos. No estoy loco, estoy seguro de que ella también ha notado de que las cosas cambiaron y no creo saber muy bien la razón. Tal vez fue nuestro mal intento de tener sexo, quizá se siente incómoda porque no puede decirme que no le ha gustado o siempre existe la posibilidad de que fue la reacción de su madre. ¿O es que todo lo que estuvo sucediendo en estas semanas fue demasiado para ella y ahora se arrepiente de estar conmigo? No, no tengo que pensar en esas cosas. ¡Es Syv! Siempre supimos contarnos todo, no debo ser tan fatalista.

Se me van un poco esos sentimientos positivos cuando me encuentro con su aura de muerte en medio de una terraza soleada, a pesar de que el viento nos indica que las temperaturas están comenzando a bajar, poco a poco, amenazando con desnudar a los árboles. Me fuerzo a sonreírle y mis pasos son cuidadosos cuando me acerco a ella, hay algo que me dice que besarla es una mala idea. Me conformo con tomar la barra, la cual golpeteo suavemente contra la palma contraria — Gracias… No esperaba un pastel de todas formas — no puedo culparla, no es como si alguien pudiera concentrarse en cocinar en estos días. Desenvuelvo el dulce, el cual parto a la mitad para tenderle un trozo en lo que me recargo contra el borde de la terraza — ¿Quieres…? Pensé que podíamos hacer algo. No lo sé, jugar a las cartas o… — me encojo de hombros en lo que mastico el borde de la barra, apenas sintiendo el sabor del chocolate — Te he extrañado — no fuimos la mejor compañía el uno del otro, eso hay que admitirlo. Solo sucedió demasiado.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Hubiera tenido un gusto fatal de todas formas, si fuera algo hecho por mí…— suspiro, salvo que consiguiera hacerle un pastel con espinacas y zanahorias. Todo lo que implique poner algo que pretende ser comestible al fuego, no es lo mío. Si bien eso nunca importó, su pastel lo fuimos comiendo por partes los días siguientes a mi cumpleaños, hasta que mi madre decidió hacerlo desaparecer después de una única probada por miedo a que yo acabara intoxicada, ya que veía que seguía sacándolo del refrigerador. Tenemos ese tipo de buenos recuerdos en casa de mis padres, en ocasiones siento que venir al norte fue como cruzar al otro lado del espejo y todo cambió al poner un pie aquí, nosotros también. Nada que no hubiera empezado a cambiar de por sí cuando estábamos en el Capitolio, la diferencia estaba en el entorno, es poca consciencia que tenía de la guerra que aquí en el norte entra a tu casa avasallando puertas.

¿Podemos…? No sé, ¿solo sentarnos a hablar un rato?— le pido en vez de traer las cartas. Caigo al suelo con mi peso que acomodo en un principio sobre mis tobillos, hasta que voy estirando mis piernas para quedar sentada contra la baranda que usa de respaldo, así puedo agachar la mirada a mis manos que van tironeando de los hilos sueltos del ruedo de mi pantalón corto. Me fijo de reojo en el pedazo de chocolate que me ofrece. —Es tu regalo— insisto, es lo que consigue darle como compensación y me siento mal de que también quiera compartirlo. Bajo mis ojos con culpa cuando lo escucho y no es miento al contestarle. —Yo también te eché de menos, esto días han sido…— rodeo mis rodillas con los brazos al acercarlos a mi pecho, coloco mi mentón sobre estas. —No me he sentido yo misma— es la mejor manera que encuentro para hablar de los días grises que he tenido.

Acerco mi muñeca a la nariz para cubrir mi rostro en parte al sentir que vuelve a picar el llanto detrás de mis ojos. —Y con todo esto que ha pasado, no me siento con las fuerzas como para pararme a tu lado y pelear. No es que haya dejado de creer, no, sigo creyendo y quiero seguir siendo parte de esto, apoyar del modo en el que pueda, con las fuerzas que tenga… pero no me siento capaz de… ser la persona que necesitas a tu lado para afrontar toda esta mierda que el Ministerio lanzó sobre nosotros y actuar— digo, aunque él nunca me pidió que sea de una u otra manera, aunque se notara lo fuera de lugar que estaba en todo esto. —Perdón por no haber estado estos días contigo, estuve pensando en tantas cosas y…— quiero poder contarle todo lo que paso por mi mente, lo que nos llevaría horas, en cambio lo resumo con la conclusión a la que llegué. —Quería venir a estar contigo, celebrar tu cumpleaños, que tomaras por primera vez una cerveza de manera legal— me limpio con los dedos una lágrima, —y aun estando contigo, me sigo sintiendo fatal. No tiene que ver contigo, es… algo mío, soy yo— aclaro para que sus inseguridades no lo hagan víctima.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Solo hablar, puedo hacer eso, aunque esa petición delata lo que ya sospechaba y no sé muy bien qué hacer con sus pocos ánimos. Jamás he sido bueno animando a las personas, mucho menos cuando ellas no ponen de su parte porque su estado no es el mejor que puedan pedir — Y yo quiero que comas conmigo — insisto, moviendo vagamente el chocolate cerca de ella como si de esa manera pudiera tentarla, cosa que sé que no va a funcionar. Al menos me ha extrañado, eso es un punto. Echo un vistazo alrededor antes de tomar asiento a su lado, no muy seguro de que esto de sentarme con la chica que te gusta haya funcionado bien en los dieciséis de octubre. Tal vez es una tradición que implementé el año pasado con Delilah sin darme cuenta, aunque creo que pasaron demasiadas cosas desde entonces. Por ejemplo, los últimos días, esos que parecen atormentar a Syv y solo puedo darle la razón con un rebote suave de mi cabeza — Todos hemos estado raros — en el Capitolio el aire es completamente diferente, pero incluso estando allí no me siento seguro. Vine aquí con intenciones de pasar mi cumpleaños sin estar encerrado en soledad y, siendo honesto, es mucho más asfixiante.

Lo que me toma por sorpresa es todo ese discurso que sale de ella y que casi hace que me atragante con el chocolate, el que tengo que pasar con una palmada en mi pecho para darlo por terminado — Syv, no digas esas cosas — sé que es una interrupción demasiado trillada, pero es lo primero que me nace. Creo que he sonado incluso un poco desesperado a pesar de no alzar la voz — No necesito… Yo no quiero que seas otra persona, no pretendo que seas un estandarte de la revolución. Yo… quiero esto, al final del día — estiro una mano que pide permiso hasta tocar la suya, no muy seguro de si tomarla o no — Eres lo más normal que tengo y eso me encanta. Me haces bien, sin siquiera intentarlo y creo que ni siquiera puedes verlo… — porque Amalie se equivoca, yo no necesito a alguien que esté hecha para lo mismo que yo, sino quien pueda bajar la marea cuando todo se esté desbordando. No sé cómo hacer que ella lo vea, porque creo que es imposible pasarle mis ojos.

Meneo la cabeza en lo que fuerzo una sonrisa que pretende consolarla, pero que sé que no servirá de mucho — ¿Quieres alejarte un tiempo de aquí? — sugiero, sé que no es algo que ella deseara pero tal vez es lo que necesita. Me inclino, dejando un beso tímido en su hombro — Podemos irnos. Puedes ir al Capitolio unos días, tus padres lo entenderán. O conseguiremos un sitio en un distrito más tranquilo, donde nadie se fije en ti y en un perro pulgoso. Puedes ser parte de esto sin tener que sufrir de primera mano, pero no pienses jamás que no eres suficiente. Para mí lo eres — tal vez no es lo que ella está necesitando, pero es lo único que puedo darle. Un consuelo, un apoyo y lo que ella desee tomar.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Lo sé, no me pides que sea alguien más. No podría ser alguien más aunque quisiera. Y tampoco es que quiera que cambie en algo en ti porque yo no… puedo— esa palabra me sale con mucha dificultad, acompañada de una exhalación honda que toma forma entre nosotros, rozo el dorso de su mano con la mía sin llegar a tomarla. «No puedo», esa es la definición. No es que no quiera, quería venir a estar con él este día. Lo que no puedo, por mucho que haga el esfuerzo, es sentir algo diferente a la melancolía que vengo arrastrando estos días como una capa pesada que cubre mi espíritu. —No hay modo de que te haga bien estos días, así como me siento…— lo contradigo, soy una persona distinta estos días, no creo tener algo bueno que dar o compartir con los demás. Mimi me deja que esté tirada en la cama, es mi amiga y creo que ambas podemos esperar a que se me pase, sea el tiempo que sea. Me sucede con Ken que no puedo pedirle lo mismo, si fuéramos solamente amigos podría pedirle que aguarde unas semanas, que hablaremos luego como lo hacíamos siempre. Pero se siente mal estar con él, tratar de desearle un feliz cumpleaños, y que mi mente se la pase repitiendo el rostro de Zach en la televisión para que vuelva a traer al presente un montón de recuerdos que no sabía que seguían ahí, por una culpa que sigue punzándome en el pecho.

Muerdo mis labios hasta el dolor, muevo mi cabeza de un lado al otro con un sollozo atragantado en mi garganta. —No necesito ir a otro lugar, el apartamento con Mimi es el único donde quiero estar. Me pone fría imaginar que pueda volver al Capitolio, como si todo esto no fuera más que una escapada irreal, creo que enloquecería de estar ahí. Y la casa de mi abuela está destruida, la viste. No hay lugar… no hay sitio seguro para ti con las redadas sin aviso de dementores y licántropos… y…— tomo pausas entre lo que digo, profundas inhalaciones que necesito porque estoy perdiendo la voz, mi mirada al buscar la suya es transparente, debe verse como esos lagos congelados que se van resquebrajando y el llanto está ahí, contenido. —No puedo estar contigo en estos momentos— lo digo, voy haciéndolo más claro, para él. —Necesito estar sola.

Mi mano se queda en el aire cuando refreno el impulso de tocarlo, podría ser un gesto contradictorio a lo que digo. Así que la retiro, la guardo dentro de la otra, estrujo mis dedos hasta ponerlos blancos. —Ken… lo lamento, después de lo que pasó, no puedo ver que esto siga igual que antes— no le digo qué de todo, bastante daño estoy haciendo como para decirle también que bastó una persona que ya no está para que dude de lo que tenemos. —Tal vez, hasta aquí llegamos. Esto era todo para nosotros. Y lamento, en serio lamento estar diciéndote esto en tu cumpleaños, pero estás cumpliendo diecisiete años...— vuelvo a llorar como la idiota que soy, con mi nariz enrojeciendo furiosamente así como mis mejillas, trato de esconderlo al cruzar un brazo por delante. —Esto fue un momento en nuestras vidas, habrán otros. Le seguirán muchos otros. Habrán otras personas, muchas otras personas. Esto será solo un recuerdo del que hablaremos cuando seamos más grandes, de algo que fue bonito… y dulce, durante el tiempo que duró— no puedo seguir por estar llorando con mis ojos puestos en él, pidiéndole perdón.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
He aprendido que cuando una persona rechaza todas tus opciones, es porque ya tienen una solución que no te están diciendo. Synnove se demora solo un momento en poner en palabras lo que ya estoy sospechando, porque lo único que puedo ver de todo lo que me está diciendo es que, simplemente, no quiere tenerme cerca — Ah — es lo único que puedo llegar a decir, no sé qué se supone que se dice cuando tu novia te escupe en la cara que la solución a sus problemas es encontrarse a solas, lo cual obviamente me excluye. ¿De qué exactamente? ¿De su tarde, de su semana, de su vida? ¿Por qué vino, si en definitiva no quiere estar conmigo? Tal vez solo lo está diciendo porque se siente triste, tal vez solo es cuestión de que las cosas se calmen, tal vez solo tengo que darle algo de espacio…

Esas ilusiones se destruyen en mil pedazos con solo un par de palabras — Espera, ¿me estás dejando? — se lo tengo que preguntar antes de que siga, parpadeo con fuerza porque la idea no se hace de un lugar en mi mente. ¿Me está cortando en mi cumpleaños? ¿Con qué excusa? Solo necesito comprenderlo bien, porque me parece que estoy escuchando entre un montón de ruido que me dificulta la comprensión. Levanto un dedo para pedir algo de tiempo — ¿Por qué haces esto? La pasamos bien… ¿No? — no quiero sonar atropellado, pero siento que tengo un nudo en la garganta que está tirando de mi voz hacia abajo y tengo que forzarme por hacerla salir — Como que no me interesa pensar en lo que vendrá después, si lo que tengo ahora me gusta. ¿Eso está mal? — ¿Acaso estoy equivocado, soy egoísta por sentirme a gusto con esto? ¿Solo soy yo el que aprendió a quererla de una manera diferente al resto?

No puedo soportarlo, me pongo de pie con la urgencia de estar lejos de ella a pesar de querer tomar sus manos, estrujarlas entre mí y sacudirla para que entre en razón. No hago nada de eso y en su lugar trato de calmarme con pasos que me mueven por el espacio, en lo que noto como el nudo se va transformando en llanto contenido — ¿Es por lo que dijo tu madre? ¿Tienes miedo de lo que pueda pasar? Porque los dementores no podrán con nosotros, si es lo que te preocupa — es el miedo momentáneo, es eso. O no. Me freno en seco frente a ella, con la respiración acelerada en lo que busco ordenar ideas que acaban estallando por su cuenta — ¿Siquiera me quieres? — no sé de dónde saco el valor para hacer esa pregunta, suena débil y mis ojos se siente vidriosos cuando busco ver su cara, a ver si de alguna manera se delata — Me refiero, quererme de verdad. ¿O solo fui alguien con quien experimentar cosas nuevas hasta querer pasar de página? ¿Una excusa nueva o algo así?— porque yo estaba ahí, era la opción fácil. ¿Quieres saber lo que es meterle mano a alguien, lo que es perder la virginidad? Pues toma al chico que vive bajo tu techo, que está dispuesto a hacerlo y solo descártalo cuando las cosas se ponen feas. No debería pensar en ello, pero me es imposible cuando me relamo los labios con frustración y puedo sentir las lágrimas traicioneras en lo que resoplo. Debí haberlo sabido antes.
Kendrick O. Black
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Invitado
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No puedo seguir con esto, Ken— es lo que contesto a su duda de si todo lo que digo es porque estoy terminando con él, no creo que haya otras palabras más precisas que decirle que no puedo continuar, me encontré con este punto a partir del cual no puedo avanzar y cuando lo descubra, será después de un tiempo que pasaré arrastrando de mí misma, no quiero arrastrarlo también a él para acabar en un final peor. Hacerlo ahora lo detiene todo, como un reloj que queda sepultado bajo nieve, nos permite conservar nuestros recuerdos intactos, hablar de lo que vivimos juntos como algo bueno, antes de que la persona que soy desde que murió Zachary, se encargue de darnos momentos que luego lamentaremos. No me lo pone fácil, tampoco esperaba que lo hiciera.

Escondo mi rostro contra mis muñecas, respiro contra la piel que se va mojando con las lágrimas. Me falla la voz cuando dice que esto que tenemos ahora es en lo que puede pensar, si tengo que ser honesta, estoy demasiado confundida con todo lo que pasa por mi mente y lo que siento, como para poder decirle lo mismo. Sé que lo quiero, pero es una parte de mí entre un montón de otras, que estoy tratando de entender para darle un sentido a todo y a mí misma. —No tiene que ver con mi madre, ni con los dementores— endurezco mi tono al contestarle, lo saco de ese error con un meneo de mi barbilla y quito con la mano una lágrima que se desliza por ahí, me doy cuenta que alzar mis ojos para dar énfasis a mis palabras no es algo que tendría que haber hecho, porque eso me expone al tener que contestar su otra pregunta. —Antes que nada eres mi amigo y siempre te voy a querer como mi amigo— lo digo con una vehemencia que puestas sobre otras palabras podrían revertir esta situación, en cambio creo esta vez sirven para remarcar un punto final que yo decidí.

Somos eso, Ken. Somos alguien con quien estar y pasar el rato hasta que llega el momento, porque siempre llega, de pasar página— sigo con cierto nerviosismo, es lo que me provocan sus repentinas acusaciones, si no es mi madre metiéndose entre nosotros o los dementores, es que lo estaba usando. Está buscando razones donde no debe, en ninguna de sus suposiciones está la respuesta y cada vez me cierro más a dársela. —¿Excusa de qué?— se lo pregunto al no entender a qué se refiere. Desde mi sitio en el suelo levanto la vista hacía él, mis brazos tiesos a los lados de mi cuerpo, no creo encontrar la fuerza en mis piernas para ponerme de pie. —Esta no es la primera vez, ni para ti, ni para mí. Esta vez no, de dejar a alguien que te gusta atrás. Se pasa página, siempre se hace— insisto, uso con intención su modo de expresarse sobre esto. — Besarnos, tener una cita, hacer el amor, que juntes todas las primeras veces en una misma persona no quiere decir que vaya a ser la única. La vida no es así, es larga, tediosa y te obliga a estar moviéndote, a cambiar de personas— agito las manos con impaciencia al querer que me comprenda, cuando es un hecho que siempre tuvimos maneras muy distintas de ver las cosas. Me rindo al colocarlas sobre mis rodillas, tengo que cerrar los ojos al modular lentamente: —El corazón tampoco está hecho para querer a una sola persona.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Creo que ahí está, lo peor que podría decirme ahora mismo. ¡Me está tratando de simplemente un amigo! ¡Me está descartando con demasiada facilidad, como si lo que pasamos juntos no tuviera ningún valor! — ¿Y qué si no quiero que me quieras como un amigo? — suelto, ni siquiera lo medito antes de que se me escape — Porque puedes ser mi amiga, pero sé muy bien que no es cómo yo te quiero hoy — si solo la quisiera como una amiga, no estaría sintiendo que me está estrujando todo por dentro con sus propias manos hasta hacerme sentir miserable. He sentido muchas clases de dolor en mi vida, pero pocas me han dejado tan desalentado como algo que debería ser tan tonto después de todo. Estoy acostumbrado a los golpes, pero por alguna razón esto duele demasiado, tal vez porque no lo creí de ella. Que sea Synnove quien me hiere a consciencia lo hace totalmente peor.

Así que me usaste — eso es lo que logro entender de lo que está diciendo, jamás hubo una intención real conmigo, solo el entretenimiento. Me llevo las manos al pelo con un bufido, porque lo que me está diciendo es tan frío, tan desalmado, que no comprendo como es la misma persona que me hacía ver un montón de películas rosas sobre amores eternos cuando estábamos aburridos. Jamás me consideré un romántico, pero creo que tengo mejor tacto y mejores intenciones que ella — ¡La diferencia es que las personas se separan porque ya no se quieren, no porque una simplemente decide…! ¡No lo sé! — porque no tengo idea de lo que está pasando, ya empecé a llorar y el modo en el cual mi voz empieza a sonar más alta me hace dudar en si alguien podrá escucharnos o no — Creí que estábamos en otra página, que tú te sentías de la misma manera que yo. Hubiera seguido contigo, te acompañaría a dónde quieras… y resulta que para ti jamás fue así. Soy solo la primera página — una que se llevó sus primeras experiencias y después será solo un recuerdo del cual pueda reírse.

Me limpio con manos apresuradas y nerviosas, pero estoy seguro de que mi rostro se ha enrojecido — ¿Acaso quieres a otra persona, es eso? — que la he visto hablar con mucha gente, no me sorprendería que cualquiera de los sujetos mayores que yo pudieran llamarle la atención. Presiono los dedos contra mis párpados y me obligo a tomar aire, buscando una paz que soy incapaz de alcanzar — De verdad… sé que no puedo decidir por ti y reclamas ese derecho al ser libre de dejarme, pero no lo comparto. Y creo que eso es lo que en verdad me mata. Porque pensé que tú… que tú y yo… bueno, pensé que tú me veías. A mí. Sin los problemas — es difícil, ser fácil en un segundo y tomar una sinceridad bruta que de destruye con facilidad. Vuelvo a mirarla cuando puedo respirar más calmo, parpadeando para quitarme las lágrimas de los ojos — En verdad pensé que fuiste mi primer amor de verdad. Gracias por al menos dejarme ver que fui un idiota por siquiera pensar algo así.
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Esto es lo que hace que sea tan complicado, se vuelve un todo o nada por culpa de haber creído que podíamos partir de ser amigos hacia algo más. De pronto me encuentro sin nada si lo pierdo, porque no puede ver como yo que hay algo que nos sigue perteneciendo y en parte lo entiendo, por un tiempo sería doloroso estar cerca y mantener la distancia de amigos, cuando fuimos saltando todas las fronteras. Pero es lo que tengo en este momento para darle, lo que espero y necesito de él, lo demás prefiero soltarlo antes que romperlo, aunque se sienta como estoy haciéndole pedazos con los míos. —¡No te usé!— grito, no puedo dejar que sea eso lo piense, también me ofende que lo diga como para conseguir que me ponga de pie. —¿Eso es lo que crees que soy y lo que hago?— lo increpo con rabia, —¿alguien que solo te usó porque estabas al alcance?— pregunto, porque si esa es la opinión que tiene de mí debe ser que nunca escuchó todo lo que le dije sobre que quería algo más que estar con alguien solo por estar. —Esto no es juego en el que te gustó una chica más grande que tú y te descartó porque se aburrió de jugar contigo— se lo digo crudamente si eso es lo que piensa. —Nunca fue así, no para nosotros.

Y quisiera decirle que no todas las personas se separan porque ya no se quieren, he vivido con mis padres como para saber que el corazón tiene sus maneras tan complejas de querer, que todas esas idealizaciones de un amor único y eterno que veíamos en maratones cursis mientras le peinaba con el cepillo sus orejas de perro, nada tienen que ver con una realidad en la que podemos llegar a sentir muchas cosas a la vez. Si necesitaba de esas historias era precisamente porque no creo que puedan vivir por fuera de la ficción. —No lo digas como si hubiera planeado esto desde un principio, como si hubiera tenido contadas tus malditas páginas, las que te correspondían en mi vida— digo, el enojo detiene mis lágrimas, las que quedan sobre mi piel se van secando. —Lo que trato de decirte es que la vida es así, comienzas cosas que no sabes cuándo acabarán, si acabarán o serán interrumpidas, que estas cosas pasan y también nos pasan a nosotros.

No soy tan crédula sobre la realidad de las cosas aunque lo parezca, trato de no contarme mentiras y con él nunca he sido otra cosa que honesta. — Si— contesto, mis puños caen contra mis muslos. —Quiero a alguien, quería a alguien… y murió. Murió como espectáculo para todo un país— mascullo estas palabras con el llanto que vuelve a estrangularme la garganta, de un manotazo me quito de los ojos esas lágrimas que se juntan entre mis pestañas. No digo nada a lo que me dice, espero a que termine para buscar aire con mi boca y poder responderle. —Te quiero, pero no sé si puedo decir que seas mi primer amor de verdad. Porque a él también lo quise y se sintió real en ese entonces, no hacía falta que él sintiera lo mismo para sentirme enamorada. Sé que también te pasará, mirarás hacía atrás, te darás cuenta que enamorarte comenzó mucho antes de conocerme… Y esto que nos pasa, te volverá a pasar dentro de unos años, todos cargamos con pasados llenos de sentimientos— se lo digo pese a lo corta que pueda ser nuestra vida en comparación a otras. —Sé que te quiero, pero también quise a esta persona y ahora que no está, me siento tan mal por todo lo que hice y no hice, dije y no dije, que no hago otra cosa que pensar en él. Y… no puedo estar contigo si todo lo que hago es pensar y echar de menos a alguien más— esto último lo digo con la mirada gacha por la culpa que también siento hacía él.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Muevo mis brazos en un encogimiento veloz de mis hombros, retándola a que me diga que estoy equivocado, cosa que obviamente hace porque creo que nadie en el mundo acepta tan abiertamente que ha usado a alguien más — ¿Entonces cómo fue? — porque lo único que puedo ver es que no he sido lo suficientemente bueno para ella, que no pude hacer algo tan simple como hacerla feliz. ¿Fui tan malo, un novio terrible? ¿Estoy destinado a fracasar en cualquier relación, porque hay algo más grande aguardando por mí como una condena? Y no, no creo que lo hubiera planeado desde el principio, pero ahora mismo siento que todo nuestro tiempo juntos fue demasiado corto y podría haber sido mucho más — Tú estás haciendo que sucedan, yo estaba bien… — ahí va, acabo de sonar como un niño caprichoso, pero… ¿está mal? ¿Es un error explicarme cómo me siento con lo que está decidiendo por los dos? No puedo retenerla, creo que lo peor es saber que no le rogaría porque si alguien ha decidido que no quiere estar contigo, no hay nada que puedas hacer con eso. Puedo patalear, poner mala cara y enseñar mi inconformismo, pero más allá de eso, sé que se ha terminado.

Lo que me toma por sorpresa es que conteste de manera afirmativa a una pregunta que en realidad no creí. Me quedo mudo como si me hubiera lanzado un maleficio silenciador y me encuentro con las manos vacías, recibiendo un golpe que me quiebra, que me ayuda a comprender un poco el mapa de las últimas semanas en base a lo que sé de ella. Esto es por el esclavo, por un Coliseo que mandó al muere a un grupo de personas que vimos por televisión y cuya trasmisión empecé con ella tomando mi mano, para después perderla. En más de un sentido. Y aunque hubiera notado que algo había cambiado, ninguna respuesta llegó con ella, solo una enorme pared de hielo que me dejó en claro que no soy recibido, porque tampoco soy suficiente como para curarla.

Bien — mi voz intenta sonar firme a pesar de la congoja. Cierro las manos en un puño que busca contener el volcán interno que siento, me muestro tan digno como puedo cuando, en realidad, creo que me tiemblan las piernas — Está bien en claro que no puedo competir contra un fantasma y no lo haré — es la estúpida perfección de aquellos que ya no están, que nos consume para torturarnos, para verlos sobre una luz nueva que no habíamos notado antes porque no nos recordaban a nuestra mortalidad como ahora. Lo sé, he perdido a muchas personas, la diferencia es que no me había enamorado de ellos. Creo que sí lo hice de la persona equivocada y espero descubrir, con el tiempo, que solo fue un capricho — Pero yo estoy aquí, Syv. Yo estoy vivo, soy real y puedes tocarme hasta que… Tan solo mira lo que pasó — muevo una mano para abarcar el espacio, buscando señalar las calles más allá de la terraza que se encuentran silenciosas — Esta es la vida que tenemos y lo más probable, en mi caso, es que sea muy corta, hasta tú lo dijiste. No podemos detenernos sólo porque otras personas lo hicieron. Yo… — tengo que detenerme para limpiarme la nariz con un dorso rápido, a sabiendas de que el nudo ha regresado — Lamento mucho lo que sucedió, pero no andaré mendigando amor cuando todo puede acabarse mañana. Te di todo lo que pude ofrecerte y eso es todo — doy algunos pasos hacia atrás, más cerca de la puerta, más lejos de ella. Tengo que meter las manos en mis bolsillos en lo que bajo la mirada al tragar saliva, parpadeando para limpiar las lágrimas que no se atreven a caer — Gracias por el chocolate.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Fue…— tomo aire por la boca, me cuesta demasiado buscar mi voz para contestarle, tengo que tirar de esta con fuerza desde el fondo donde se encuentra, entre esas rendijas que se van formando al resquebrajarse algo dentro de mi pecho. —Fue bonito, dulce, torpe, de a ratos estúpido,— sorbo ruidosamente por la nariz al reprimir un sollozo, —no le cambiaría nada. Fue nuestro, perfecto a su manera. Fue…— me quedo con esa palabra, porque entre los dos soy quien está diciendo que hasta aquí llegué, cuando no había nada que le anticipara que este día llegaría, ni yo misma lo hubiera visto venir tiempo atrás. Simplemente pensé que éramos nosotros dentro de una esfera perfecta descubriendo el mundo a partir del otro, no era mi intención dejar entrar a nadie, la hubiera mantenido de haber podido, pero no somos solo nosotros y el mundo. Hay más, mucho más, afuera.

Y de alguna manera, las personas que dejamos atrás, encuentran su camino de regreso a nosotros, asaltando memorias para imponerse y haciendo reflejo del pasado sobre todo lo que forma parte del presente. No quiero mentirle, nunca le he mentido. Me duele sobre todo sentir que no estoy enteramente con él, que parte de mí sigue rondando en alguna parte, y no sé, no sé cómo salir de ahí. No sé cómo volver a él. No es justo esperar que asuma una vez más la tarea de consolarme cuando estos días me la paso llorando por alguien más. Quizá lo que espero es esto que hace, que me deje sola así como le pido, con mis fantasmas, deambulando en la angustia. Si eso es lo que espero no entiendo por qué el llanto vuelve a golpearme de lleno, con mucha más fuerza. Me quita el aire, boqueo al sentirme inmóvil en mi sitio, porque es lo más real que he tenido en la vida y tal vez no sé cómo agarrarme a eso. —No quiero hacerte daño o que esto duela más en el futuro— decirlo no tiene sentido, ni siquiera para mí, puedo ver lo lastimado que está. —Si la vida es así de corta no tiene sentido estar con alguien que no nos hace bien y yo no te haré bien—. Pero si hay algo que puedo reconocerle es que se mantiene lo suficientemente entero como para irse respetando lo que decidí por ambos y a mí me deja hecha pedazos, si es como elijo sentirme. Es como lo prefiero en verdad, no quiero oír cómo se pregunta qué ha hecho mal con su vieja inseguridad, sino que pueda ver que lo que tiene para dar es mucho, solo que eso ya no es para mí. Porque no puedo darle lo mismo en este momento. —¿Ken?— lo llamo aunque se haya ido, quizá en un rincón remoto y callado de esta tristeza no esperaba que se fuera.
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