TEMAS
No podía solo explicar en la escuela que soy un año más grande de lo que figura en los papeles así que opté por la segunda mejor opción y eso era rendir estúpidos exámenes que demuestren lo inteligente que soy para que me dejen avanzar cursos. Funcionó bien, pero me temo que la escuela me sigue entusiasmando lo mismo que antes sino es que menos. ¿Cómo podría preocuparme por esas cosas siendo que mi padre está muriendo? ¿Si en un par de días el presidente va a enviar a un montón de personas a un coliseo para que se maten entre sí como si fuésemos una especie subcivilizada? A veces creo que lo somos, pero tampoco para montar un show al respecto. Estoy cansado de eso, estoy cansado de todo, así que prefiero concentrarme en buscar una solución a lo que sea que tiene Ivar.
Revolví de arriba a abajo la biblioteca del Royal en vacaciones, también la biblioteca nacional y ahora que comenzaron las clases no puedo ir hasta la biblioteca del Prince por las tardes y cursar en el Capitolio por las mañanas. Ya no veo la hora de tener edad suficiente para aparecerme y dejar de depender del tren, pero falta mucho para eso, incluso teniendo en cuenta los meses demás que ahora se me agregaron.
Por suerte encontré una solución. Había un pequeño programa de intercambio que me permitiría ir al Prince uno cuantos días a estudiar así que los tomé sin dudarlo un segundo. La verdad es que no sé que clase de enfoque tienen, tampoco me interesa si es mejor o peor que el Royal... Lo único que me interesa son sus libros y quizás ponerme más en contacto con gente un poco más real y no como la manga de estúpidos que veo en los distritos más altos.
- Hey, estoy de intercambio del Royal, mi nombre es Simon - me presento con el primer tipo que veo en la biblioteca - Estoy algo perdido con los estantes y eso - no puedo simplemente pedirle al bibliotecario que me lleve a la sección de libros prohibidos - ¿Me darías una mano?


Resoplo por dentro, no voy a meterme con él por interrumpir mis pensamientos, tiene una expresión severa que lo hace ver bastante mayor por cierto y como si fuera a darme un golpe si me niego a ayudarlo, puro prejuicio. —No puedo dártela, porque la necesitaría luego para acomodar los libros que los más pequeños dejan regados por ahí — me explico, —puedo guiarte sin que recurramos a la extirpación de miembros, vamos— echo mi silla hacía atrás para pararme a su lado así lo guío en el desorden que, seamos honestos, es esta biblioteca. Estamos en el Prince, bienvenidos.
Hay quienes dicen que cuando la ministra Leblanc nos visita, ni siquiera es ella, sino su secretaria tras beber una multijugos. Nadie quiere que el polvo de una escuela de segunda se pegue a los zapatos de un ministro. —Así que Simon del Royal, ¿algo puntual que estés buscando? Tenemos astronomía, aritmomancia, artes adivinatorias…— voy señalando los carteles de cada sección, —alquimia, esos libros están que si los tocas se hacen polvo…— comento en voz baja. —Soy Leo, por cierto. Si un libro te ataca, me llamas y trataré de ayudarte. No prometo nada, trataré.

- Busco ser sanador, así que estoy haciendo una investigación sobre heridas por maldiciones - miento a la vez que camino esquivando una pila que parece estar a punto de caer, aunque puede que esté encantada y por eso no lo hace... Tengo que decir que me gusta más que la biblioteca de mi propia escuela, allí está todo perfectamente acomodado y no hay lugar para sorpresas. Aquí siento que cualquier día podría agarrar un libro con siglos de historia y comenzar una aventura extraordinaria.
-Gracias por la ayuda Leo del Prince - agradezco con una inclinación de cabeza un poco exagerada, solo para burlarme de las formalidades de éste chico - Creo poder luchar contra mis propios libros, solo necesito ayuda para conocer el terreno ¿Alguna vez viajaste? - pregunto curioso - Esta es la primera vez que voy tan lejos, literalmente es lo más lejos posible de casa.


—No, nunca he viajado— es mi respuesta más rápida, entonces escucho lo que me dice. —¿Te refieres desde tu casa a esta escuela?— tenemos conceptos muy distintos de distancia y viajes. —Si te refieres a eso, he vivido con mi madre un tiempo en el Capitolio—. Es todo lo opuesto al distrito en el que vivía con mi padre. Me meto entre dos estantes inestables y sacudo el polvo sobre los títulos de algunos tomos con mi varita. —Hechizos de protección contra artes oscuras— agarro el primer libro que tengo a mano, —Llevarte a la sección de herbología o pociones como otros aficionados a la medimagia es pérdida de tiempo si tienes muy claro tu interés por revertir maldiciones, mejor leer sobre ellas, ¿no?— levanto mi brazo para tomar otro manual. —Un tratado sobre anatomía y magia... tiene ilustraciones…— comento al pasar rápidamente las hojas.

- Sí, vivo en el Capitolio - respondo luego con tono más relajado. Así que tiene padres divorciados, no sé si eso encaja en lo que eran Ivar y Robin pero podría decirse que tenemos algo en común - Yo también solía vivir con mi madre y ahora vivo con mi padre, pero porque ella murió - sino seguiría en aquella casa, no cabe duda, con mi habitación, diversión, cuentos y aventuras que inventábamos con mamá.
Tomo el libro que tiene en sus manos y le doy unas hojeadas rápidas antes de que mencione el siguiente. Parece un buen ejemplar para comenzar, aunque antes de planear una defensa necesito aprender de qué maldición se trata - La mejor defensa es un buen ataque ¿No crees? Debería comenzar por conocer las maldiciones posibles antes de intentar romperlas - comento con una sonrisa inocente y le quieto el otro libro de las manos para ponerlo sobre la pila que comienzo a armar sobre mi antebrazo izquierdo - ¿Has pensado en ser bibliotecario? Se te da bien.


—Lamento lo de tu madre— es un comentario al pasar, así tal como él lo dijo, lo estrictamente educado con un chico que en dos minutos de platica no me ha hecho nada para que lo desaire. —Mis padres están separados y estoy en un punto de mi vida en que ninguno de los dos sabe si quiere hacerse cargo de mí. Todos te quieren de bebé, cuando te conviertes en un problema real empiezan a ver departamentos a los que te puedan patear…— lo hago parecer la típica rencilla de hijo adolescente que ocupa espacio. —Y tengo hermanos, el problema es que ellos están durmiendo bajo un puente— no sé en realidad donde están, tal vez lo que digo sea cierto. —Es una broma— aclaro para el chico, tampoco quiero hacerlo parte de mis desgracias familiares.
Chasqueo la lengua y devuelvo el libro en mano con cierta brusquedad al estante, golpeando el fondo. —No me interesa ser bibliotecario y no me suele agradar que las personas en base a dos minutos de conocerte, te den consejos sobre lo que tendrías que ser. Me alegro por ti si lo tienes tan claro, en serio, sanador especializado en maldiciones a los… ¿quince años?— tiene rasgos bastante marcados para ser un niño, tacho lo de hace un rato de juzgarlo como de primero o segundo. —Espero que no te ofenda, es solo el típico de comentarios que molesta cuando, a decir verdad, haces de todo y nada te interesa. ¿Encontraste algo que te sirva?— cambio de tema para volverlo a él y a su libro. —Hay un profesor que echaron hace un tiempo de aquí del Prince, bah, lo trasladaron al Royal. ¿Thornfield? Es experimentador de hechizos, ¿por qué no hablas con él? Solía dar tutorías personales aquí, a mí me agradaba. Solo y leyendo libros no sé que tanto puedas avanzar.

Escucho lo que cuenta sobre su vida intentando no hacer muecas a medida que avanza. Ya se lo ve grandecito así que podría ir abandonando esa necesidad de ser querido por sus padres, debe ser cosa de los hijos de divorciados. Aunque... En teoría, yo también fui uno. Debí haberlo sospechado entonces pues no hay pareja separada que se lleve tan bien como lo hacían Ivar y Robin. Claramente lo que había entre ellos no era nada romántico, pero en su momento no lo pude ver.
- Necesitas aprender a bromear, Leo - recomiendo con las cejas en alto - También tengo hermanos que podrían o no estar durmiendo debajo de un puente - se supone que sus nombres deben seguir siendo un secreto así que no digo más que eso. De verdad dudo que Jakobe esté en algún sitio que no sea de lujo ahora mismo, hace meses que no lo veo... Más precisamente desde que lo sé. Y Moira sí debe estar bajo un puente porque la sobrepoblación de la fábrica la estaba matando, pero con un almohadón de plumas rosas y una colcha tan brillante como bola de boliche.
La repentina hostilidad me sorprende, tanto que llevo los libros a mi pecho y me giro esperando escuchar el remate del descargo. Claro, está en la crisis del fin de la escuela, se supone que tiene que empezar a ser un adulto y no sabe como hacerlo... Es bastante común, una etapa psicológica de todos los seres humanos que espero esquivar de la mejor manera posible - O rey del drama, eso también se te da bien - comento con el mismo tono de antes - Y tengo 14, cumplo los quince en dos meses - informo volviendo a concentrarme en los ejemplares.
-Si estuviese interesado en lo que saben los profesores, iría a escucharlos en las clases - esta vez me toca a mí ser un poco hostil. Además... Los profesores del Royal saben que no tengo ni la más mínima pizca de interés en dedicarme a la sanación así que no se tragarían la mentira y dudo que las maldiciones estén en la extra currícula aceptable para un estudiante de segundo - Fui alumno de él el año pasado, supongo que puedo tantear el terreno de todas formas - intentando no se pierde nada - Si viviste en el Capitolio, entonces conoces el Royal ¿Cuál prefieres?


—Gracias, lo tendré en cuenta— es mi respuesta dicha en tono de contestador automático, sacudo mis hombros como para sacarme esa molesta sensación de que hago de algo pequeño una cosa demasiado grande, supongo que sería un buen bibliotecario también si solo asintiera con la cabeza y me guardara mi opinión al respecto. Razón de más, por la que no creo que pudiera serlo. No creo, que se yo, quizás si lo sea. No todos a los quince años definimos lo que queremos ser, reprimo las ganas de soltar un silbido de admiración.
—Siendo experimentador de hechizos, pensé que podía interesarte una charla con él en privado, no decía que tomaras más notas de sus clases. Pero si te ha parecido un tonto, bueno, que se le va a hacer…— lamentablemente, el hombre suele causar esa impresión en la gente que no le juega a favor, opaca todo lo inteligente que pueda ser en ciertos aspectos. Mi padre que lo tiene de colega solía hablar de esto, a él no lo nombro porque antes preferiría comer cucarachas. —Y me quedo con el Prince. Los estirados del Royal se obsesionan tanto con ser el estudiante número uno y se paran como autómatas para pasar por la puerta del ministerio luego, que creo que lo brillantes que puedan ser, tapa un poco lo parecidos que todos terminan siendo entre sí. Ninguno se corre del margen. Ser original requiere un poco de rebeldía y que te importen poco las bajas calificaciones, después de todo si quieres hacer algo distinto, será algo que tus profesores no conozcan y obviamente reprobarán. Me gusta del Prince que estamos al margen, vivimos en este.

- Los tiempos de cenas en una mesa grande y charlas pasivo agresivas han quedado atrás - sigo con su idea intentando imaginar lo que habría sido algo así para los Lackberg. Primero Jakobe reprochando el abandono, luego Moira sacando a todos de quicio, Ivar maldiciendo por no haberse hecho una vasectomía a tiempo y probablemente Synnove intentando salvar lo insalvable. Pensándolo bien... Vivir eso sería mucho mejor que no saber dónde están cada uno ahora mismo.
La descripción que da del Royal es de lo más acertada así que voy asintiendo con cada una de sus palabras - De repente siento encajaría mejor aquí que allá - confieso con los ojos clavados en una pila de libros. Si hay algo que no quiero es aprender solo lo que ellos quieran enseñarme, me gusta ir por mi propio camino aunque casi me cueste el año por no asistir a las clases suficientes... Se nota que el Prince no solo está al margen sino que también tiene más libertad - Quizás considere cambiarme aquí para el tercer curso - si es que el mundo no ha ardido en llamas para ese entonces - Porque por mucho que me gustaría tirar la escuela al demonio, sé que debo terminarla para... ser alguien.


Para dejarlo en claro, doy unos pasos hacia un ejemplar de biografías de magos ilustres del último siglo, aburridos libros de historia mágica que tenía en casa para leer y admito con culpa que me he leído muchos de estos. Soy un hijo de profesor, mal que mal. Cuando creces en una casa donde estos manuales abundan en las paredes, llega a interesarte siendo niño lo que puedan llegar a decir y las ilustraciones eran bonitas, el rostro de cada mago ocupa una página entera. —Puedes estar en un montón de lugares y seguir siendo nadie, eso no determina nada. Siempre depende de uno, así que aquí o en el Royal, si quieres ser el sanador más joven en todo Neopanem, dependerá en gran parte de ti y en menor medida de donde estés…— digo, colocando el libro que elegí en sus manos. —Y si no me necesitas más, dejo que te diviertas revisando estos libros. Cualquier duda, ya sabes, me chiflas. Y si un libro te muerde, gritas mi nombre. ¿Entendido?— le doy otra palmada en el hombro al alejarme.

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