VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Paso horas viendo lo que dicen las noticias sobre los disturbios que estallaron en más de un distrito y encuentro uno que resume bastante bien todo lo que ocurrió en esa primera semana en que nos sorprendió a todos esa reacción violenta que habla de un descontento reprimido. No es como si hubiera muchas cosas que hacer en el distrito cinco, mi tiempo lo vuelco a dibujar en un cuaderno de hojas lisas que se va llenando pronto por esta nueva especie de encierro, no confío en los ánimos de la gente como aventurarme a salir a las calles más de lo indispensable, nada de hacer recorridos turísticos para conocer el barrio. En vistas de que estos últimos dos años en el Royal me los pasé quemando pestañas en códigos de leyes y el resto de mis horas libres pintando en el instituto de arte, no me fio de mi destreza con la varita para saber cómo actuar de encontrarme en un alboroto.
Y como el pronóstico dice que habrá varios, que me he colocado del lado de la frontera en la que habrá un alboroto como pan de cada día, acepto los consejos que el tío Ben pueda darme. Entiendo que es algo así como el tío de Ken y sé que es el primo de Mimi, pero Mimi no es la tía de Ken. No sé bien cómo funcionan las relaciones de parentesco cuando no están en realidad emparentados por sangre. Porque también podría ser algo así como el hermano mayor de Ken, pero la hermana mayor o algo así de Ken es Ava, y que yo sepa ellos no son hermanos ni están casados. Mis ojos examinan el rostro del hombre como si lo hiciera objeto de una prueba extraña de genética invisible. —¿Tú y Ken serían algo así como… tío y sobrino, hermano mayor o hermano menor, padre joven e hijo adolescente, abuelo y nieto…?— pregunto, considero que es lo que me aclarará más rápido los vínculos de esta familia que si tuviera que darle un apellido sería “Catorce”.
Tiro de los mechones de la punta de mi trenza para asegurarla, me recomendaron que viniera con algo cómodo y esa consigna puedo cumplirla porque con el calor que va subiendo estos días, agradezco poder estar con una camiseta liviana sin mangas y unos pantalones cortos. Dentro de la fábrica se siente bastante la humedad, que el cuello ya lo tengo con gotas de transpiración. No es la misma fábrica que usan los de la radio como albergue, pero está cerca. El espacio principal es tan amplio que tengo miedo de alzar mucho la voz y se escuche el eco. Limpio con mi zapatilla un poco del polvo del suelo, pero quedan varias capas por debajo. —Entonces… ¿qué haremos? ¿Y es un mal momento… histórico… como para decir que no me gustan las armas de fuego?— digo con cierta vacilación. —No tengo nada contra los arcos y las ballestas, pero lo que requiere de balas como que no…— musito con mi voz decayendo.
Y como el pronóstico dice que habrá varios, que me he colocado del lado de la frontera en la que habrá un alboroto como pan de cada día, acepto los consejos que el tío Ben pueda darme. Entiendo que es algo así como el tío de Ken y sé que es el primo de Mimi, pero Mimi no es la tía de Ken. No sé bien cómo funcionan las relaciones de parentesco cuando no están en realidad emparentados por sangre. Porque también podría ser algo así como el hermano mayor de Ken, pero la hermana mayor o algo así de Ken es Ava, y que yo sepa ellos no son hermanos ni están casados. Mis ojos examinan el rostro del hombre como si lo hiciera objeto de una prueba extraña de genética invisible. —¿Tú y Ken serían algo así como… tío y sobrino, hermano mayor o hermano menor, padre joven e hijo adolescente, abuelo y nieto…?— pregunto, considero que es lo que me aclarará más rápido los vínculos de esta familia que si tuviera que darle un apellido sería “Catorce”.
Tiro de los mechones de la punta de mi trenza para asegurarla, me recomendaron que viniera con algo cómodo y esa consigna puedo cumplirla porque con el calor que va subiendo estos días, agradezco poder estar con una camiseta liviana sin mangas y unos pantalones cortos. Dentro de la fábrica se siente bastante la humedad, que el cuello ya lo tengo con gotas de transpiración. No es la misma fábrica que usan los de la radio como albergue, pero está cerca. El espacio principal es tan amplio que tengo miedo de alzar mucho la voz y se escuche el eco. Limpio con mi zapatilla un poco del polvo del suelo, pero quedan varias capas por debajo. —Entonces… ¿qué haremos? ¿Y es un mal momento… histórico… como para decir que no me gustan las armas de fuego?— digo con cierta vacilación. —No tengo nada contra los arcos y las ballestas, pero lo que requiere de balas como que no…— musito con mi voz decayendo.
La capa de invisibilidad que usamos para movernos por el distrito se encuentra justo al lado de la mochila de la cual tengo que sacar algunas de las armas que usaremos el día de hoy, si es que consigo que esta chica agarre alguna; no parece tener el espíritu de alguien que podría ver en el campo de batalla, para variar, incluso cuando sé que tenemos que preparar a los nuevos en el mismo entrenamiento que los que vinimos del catorce hemos tenido durante toda la vida. Su pregunta sobre Kendrick y yo hace que levante la mirada en su dirección, tengo las cejas vagamente arqueadas pero se disimulan entre lo despeinado de mi flequillo. No conozco mucho a Synnove Lackberg, pero Ava y su boca floca me han dado un panorama básico de lo que tengo que saber sobre ella y el chico que la trajo aquí. Dudo no haberme dado cuenta por mí mismo con el correr del tiempo, porque no soy un experto pero tampoco soy ciego y reconozco cuando Kendrick se encuentra embobado por alguien. Lo he visto babear por Delilah durante toda su vida como para no reconocer cuando su atención se ha desviado — Conocí a la madre de Ken antes de que diera a luz y lo he cuidado desde que es un bebé, así que me llama “tío”, eso es todo. Si te interesa, su primera palabra fue “popó” y se hizo pis encima a los seis años. Tal vez sean datos de utilidad alguna vez — como no puedo contenerme, pongo toda mi atención en el reflejo de uno de mis cuchillos para no delatar lo falso de mi desinterés — ¿Y tú? ¿Eres su nueva amiga, su dueña, su novia? — el enano va a odiarme por esto cuando se entere.
Sacudo la cabeza, porque a pesar de que tengo el rifle sé que es muy ruidoso como para usarlo aquí — Sin intenciones de ofender, pero los magos son unos cobardes, así que nunca irán al contacto físico si pueden evitarlo. Y si pierdes tu varita, debes tener otras opciones para contraatacar a la distancia — sin ir más lejos, lo que saco del bolso es el arma más cómoda para la gente como ella. La ballesta de mano es pequeña, tiene un botón que disparará la flecha sin tener que tensar demasiado el arco, ese mismo que es automático gracias a los avances de la tecnología — Ava adora usar estas — le explico, tendiéndosela junto a un pequeño puñado de flechas — Aunque antes de empezar, me gustaría saber si estás dispuesta a esto. Quiero decir… dices que no te gustan las balas, pero no hay mucha diferencia entre disparar un arma de fuego a esto. El resultado es el mismo: hacer sangrar a tu oponente. Y debes creerme cuando te digo que ellos buscarán hacerte sangrar a ti — porque es lo que hacen, sin importar lo dulce que luzcas.
Eso me lleva a mirarla, analizar cada mechón de su pelo plateado, de sus facciones de niña a pesar de que parece algo mayor que el resto. Tengo que suspirar con fuerza, sintiendo como se me caen los hombros — Synnove, si no estás lista, no hay ningún problema en ello. No todo el mundo puede hacer este tipo de cosas y es totalmente respetable que tengas tus tiempos — si debemos esperar a que se haga la idea, tal vez sea demasiado tarde, pero tampoco torturarla como lo han hecho conmigo.
Sacudo la cabeza, porque a pesar de que tengo el rifle sé que es muy ruidoso como para usarlo aquí — Sin intenciones de ofender, pero los magos son unos cobardes, así que nunca irán al contacto físico si pueden evitarlo. Y si pierdes tu varita, debes tener otras opciones para contraatacar a la distancia — sin ir más lejos, lo que saco del bolso es el arma más cómoda para la gente como ella. La ballesta de mano es pequeña, tiene un botón que disparará la flecha sin tener que tensar demasiado el arco, ese mismo que es automático gracias a los avances de la tecnología — Ava adora usar estas — le explico, tendiéndosela junto a un pequeño puñado de flechas — Aunque antes de empezar, me gustaría saber si estás dispuesta a esto. Quiero decir… dices que no te gustan las balas, pero no hay mucha diferencia entre disparar un arma de fuego a esto. El resultado es el mismo: hacer sangrar a tu oponente. Y debes creerme cuando te digo que ellos buscarán hacerte sangrar a ti — porque es lo que hacen, sin importar lo dulce que luzcas.
Eso me lleva a mirarla, analizar cada mechón de su pelo plateado, de sus facciones de niña a pesar de que parece algo mayor que el resto. Tengo que suspirar con fuerza, sintiendo como se me caen los hombros — Synnove, si no estás lista, no hay ningún problema en ello. No todo el mundo puede hacer este tipo de cosas y es totalmente respetable que tengas tus tiempos — si debemos esperar a que se haga la idea, tal vez sea demasiado tarde, pero tampoco torturarla como lo han hecho conmigo.
Froto mi barbilla con el pulgar tratando de pensar en qué situación me podría ser de utilidad contar con información como esa. —Podría usarlo como pregunta de seguridad si alguna vez alguien se hace pasar por Ken. No, mejor, se lo preguntaré cada vez que lo vea así me aseguraré de saber que siempre estoy hablando con el Ken real— decido, ambos sabemos que ese interrogatorio de saludo lo va a tener rojo de la vergüenza. Hacerlo una o dos veces para ver su reacción y que se le sonrojen las orejas puede ser divertido, pero no lo haría una práctica habitual de tortura y no se lo contaría a nadie más, su tío Ben en ese sentido es un poco desleal. Siento que está queriendo avergonzarlo delante de una chica -yo soy esa chica-. Levanto mi barbilla y lo acompaño con mi dedo índice en alto. —Soy su mejor amiga. Él mismo me lo dijo, muy claro, soy la mejor— digo, puntualizando cada palabra con orgullo, me da un estatus diferente al de “una nueva amiga”, creo que tampoco soy su novia y por un momento dudo a qué se refiere con dueña, ¡ah, cierto! ¡que fue mi mascota! Se me confunden un poco las líneas entre categorías. —A no ser que tenga varias mejores amigas— musito, frunciendo la unión de mis cejas, porque entonces no sé qué soy. Hasta donde sé soy su mejor amiga.
Entreabro mis labios para quejarme de que los magos no son cobardes, si bien no soy el mejor ejemplo de valentía. —Pero Ken es mago y él no parece cobarde— apunto, no es que quiera ponerme a contradecir al adulto que me enseñará a defenderme y atacar al poco de empezar, lo hago en un tono suave que va tanteando el terreno. El punto lo entiendo, tengo que buscar algo que me venga bien para disparar a distancia, y siendo honesta, tengo más confianza en la puntería que pueda practicar y no tanto a la fuerza en mis nudillos. Su mención a Ava no se la dejo pasar. —¿Amber, Alice, Ava y tú son todos algo así como los tíos de Ken?— pregunto, sigo tratando de acomodarlo todo como un árbol familiar para entender los vínculos que hay entre ellos. No es más que una distracción a lo que está a la vista y a su pregunta que me hace mirarlo en silencio, pestañeo un par de veces sin decir palabra. —Es diferente— insisto, —no sé bien cómo, pero sé que son cosas distintas. Cuando veo armas, aunque no sean usadas, parecen incitar a la violencia... en cambio otras cosas como los arcos o los sables parecen… armas más nobles, si es que tal cosa existe…— tiro de mi boca en una sonrisa, es contradictorio hablar de un arma que sea noble precisamente.
Examino la ballesta que me muestra tras dar unos pasos que me colocan cerca y puedo mirarla desde distintos ángulos, sigo con mis ojos puestos en ésta cuando le contesto apenas acaba de hablar. —No creo que la gente que busque hacerme sangrar me pregunte si estoy lista antes de disparar, tío Ben— se lo señalo, —¿y a qué te refieres con “este tipo de cosas”? ¿Aprender a defenderme? ¿Crees que sea mejor que solo deje que las cosas pasen y si me tienen que lastimar que así lo hagan solo porque no estoy lista para ser quien lastime a otra persona?— inquiero. Estiro mis manos para que me ofrezca la ballesta. —No creo que haya un tiempo marcado en mi calendario que destine a aprender a usar un arma. El único tiempo que importa es este, y no existe tal cosa como estar listo— se lo dije a Ken, así que no tengo problemas en repetírselo a su tío con una paciencia serena, porque no vine hasta aquí para darme media vuelta a los tres minutos porque alguien más grande, más viejo y con más experiencia me juzgó con una mirada y no me vio hecha para esto, —lo haces, pruebas que tan bueno o tan malo eres, si puedes hacerlo o no, pero no creo que las cosas malas que nos puedan ocurrir en la vida nos pregunten si estamos listos. ¿No es todo lo contrario? Es decir, cuando pasas algo malo recién sabes que era algo que podías superar. ¿Me muestras cómo funciona?
Entreabro mis labios para quejarme de que los magos no son cobardes, si bien no soy el mejor ejemplo de valentía. —Pero Ken es mago y él no parece cobarde— apunto, no es que quiera ponerme a contradecir al adulto que me enseñará a defenderme y atacar al poco de empezar, lo hago en un tono suave que va tanteando el terreno. El punto lo entiendo, tengo que buscar algo que me venga bien para disparar a distancia, y siendo honesta, tengo más confianza en la puntería que pueda practicar y no tanto a la fuerza en mis nudillos. Su mención a Ava no se la dejo pasar. —¿Amber, Alice, Ava y tú son todos algo así como los tíos de Ken?— pregunto, sigo tratando de acomodarlo todo como un árbol familiar para entender los vínculos que hay entre ellos. No es más que una distracción a lo que está a la vista y a su pregunta que me hace mirarlo en silencio, pestañeo un par de veces sin decir palabra. —Es diferente— insisto, —no sé bien cómo, pero sé que son cosas distintas. Cuando veo armas, aunque no sean usadas, parecen incitar a la violencia... en cambio otras cosas como los arcos o los sables parecen… armas más nobles, si es que tal cosa existe…— tiro de mi boca en una sonrisa, es contradictorio hablar de un arma que sea noble precisamente.
Examino la ballesta que me muestra tras dar unos pasos que me colocan cerca y puedo mirarla desde distintos ángulos, sigo con mis ojos puestos en ésta cuando le contesto apenas acaba de hablar. —No creo que la gente que busque hacerme sangrar me pregunte si estoy lista antes de disparar, tío Ben— se lo señalo, —¿y a qué te refieres con “este tipo de cosas”? ¿Aprender a defenderme? ¿Crees que sea mejor que solo deje que las cosas pasen y si me tienen que lastimar que así lo hagan solo porque no estoy lista para ser quien lastime a otra persona?— inquiero. Estiro mis manos para que me ofrezca la ballesta. —No creo que haya un tiempo marcado en mi calendario que destine a aprender a usar un arma. El único tiempo que importa es este, y no existe tal cosa como estar listo— se lo dije a Ken, así que no tengo problemas en repetírselo a su tío con una paciencia serena, porque no vine hasta aquí para darme media vuelta a los tres minutos porque alguien más grande, más viejo y con más experiencia me juzgó con una mirada y no me vio hecha para esto, —lo haces, pruebas que tan bueno o tan malo eres, si puedes hacerlo o no, pero no creo que las cosas malas que nos puedan ocurrir en la vida nos pregunten si estamos listos. ¿No es todo lo contrario? Es decir, cuando pasas algo malo recién sabes que era algo que podías superar. ¿Me muestras cómo funciona?
Se me disparan las cejas en dirección al techo y sonrío sin poder contenerme — No sé en qué quedó su relación con Delilah, así que es muy probable que seas la mejor — me encojo de hombros, la visión de lo que fue su infancia ha quedado muy lejos de lo que vivimos hoy en día. Ninguno de los niños que ha crecido en el catorce se encuentra en el mismo sitio que hace un año atrás, salir al mundo no solo los ha puesto en diferentes escenarios sino también los ha obligado a relacionarse con personas nuevas. No todo va a quedarse en un mismo sitio, eso es obvio.
¿Por qué la gente me deja los chistes tan servidos, cuando se supone que soy un adulto maduro en una situación de entrenamiento? — Ken es impulsivo, pero esto no es sobre él. ¿Cómo te acercarás a golpear a un mago que te está apuntando con la varita? La distancia siempre será más segura, al menos que no te quede otra opción — que tenemos que concentrarnos en lo importante, en su modo de supervivencia, no en lo que haría o no su “mejor amigo”. Tengo que contarle todo esto a Ava más tarde, lo cual es un poco irónico porque ella toma este momento para mencionarla — Algo por el estilo. Todos nos cuidamos entre todos, aunque Seth y yo nos encargamos de ciertas partes de su crianza y entrenamiento que han culminado con él siguiéndonos a todos lados. Aunque si quieres agradarle, siempre debes llevarte bien con Ava — no tendría que sonar a un consejo pícaro, pero lo hace. ¡Vamos, que conozco al mocoso desde que era un feto, se lo debo!
— Un arma es un arma. La diferencia entre las pistolas y las armas blancas es que las últimas se ven más bonitas, hasta parecen sacadas de una novela — en ese sentido, puedo entenderla, pero creo que a nadie le importa lo que te diga o no tu método de defensa si es lo que evita que alguien acabe contigo. Me bastan un par de palabras para comprender por qué a Kendrick le agrada esta chica, dejo que tome la ballesta con una pequeña sonrisa asomándose por un costado de mi boca — Hay personas que no se creen capaces de hacer esto. No puedo juzgar a nadie por no querer tomar un arma, porque hay cosas que vienen de la mano de la lucha que tienen que ver con lo que uno va a acabar por convertirse. No todos somos los mismos cuando las luchan van pasando y tú solo te encuentras allí, con las manos sucias — porque aquí todos sabemos que estamos en guerra, la inocencia se ha perdido y nadie puede catalogarse bajo su ala. Ni siquiera los más pequeños.
Sin ir más lejos, le doy la espalda y acabo de apilar algunas cajas a una distancia considerable, creando la altura digna de un blanco no muy complicado — No pretenderé que le apuntes a ningún círculo en tu primera práctica. Me basta con que puedas disparar a la caja central, nada de las de arriba, abajo o costados — me explico, doy algunos pasos hacia atrás para poder darle el espacio — En batalla no tendrás un objetivo fijo y apuntarle a la cabeza o algún órgano vital será más complicado, así que mi primer consejo es siempre apuntar a lastimar más que matar. Cuando tu oponente está herido, es más fácil de rematar. Esa ballesta es automática — señalo con el mentón, pero acomodo sus dedos con sumo cuidado para que no se le escape la flecha en cuanto ayudo a que se encuentre en posición — Solo deberás colocar, ajustar y disparar. Es de lo más rápido para recargar en batalla y por su tamaño, no será difícil que la controles. ¿Quieres intentar?
¿Por qué la gente me deja los chistes tan servidos, cuando se supone que soy un adulto maduro en una situación de entrenamiento? — Ken es impulsivo, pero esto no es sobre él. ¿Cómo te acercarás a golpear a un mago que te está apuntando con la varita? La distancia siempre será más segura, al menos que no te quede otra opción — que tenemos que concentrarnos en lo importante, en su modo de supervivencia, no en lo que haría o no su “mejor amigo”. Tengo que contarle todo esto a Ava más tarde, lo cual es un poco irónico porque ella toma este momento para mencionarla — Algo por el estilo. Todos nos cuidamos entre todos, aunque Seth y yo nos encargamos de ciertas partes de su crianza y entrenamiento que han culminado con él siguiéndonos a todos lados. Aunque si quieres agradarle, siempre debes llevarte bien con Ava — no tendría que sonar a un consejo pícaro, pero lo hace. ¡Vamos, que conozco al mocoso desde que era un feto, se lo debo!
— Un arma es un arma. La diferencia entre las pistolas y las armas blancas es que las últimas se ven más bonitas, hasta parecen sacadas de una novela — en ese sentido, puedo entenderla, pero creo que a nadie le importa lo que te diga o no tu método de defensa si es lo que evita que alguien acabe contigo. Me bastan un par de palabras para comprender por qué a Kendrick le agrada esta chica, dejo que tome la ballesta con una pequeña sonrisa asomándose por un costado de mi boca — Hay personas que no se creen capaces de hacer esto. No puedo juzgar a nadie por no querer tomar un arma, porque hay cosas que vienen de la mano de la lucha que tienen que ver con lo que uno va a acabar por convertirse. No todos somos los mismos cuando las luchan van pasando y tú solo te encuentras allí, con las manos sucias — porque aquí todos sabemos que estamos en guerra, la inocencia se ha perdido y nadie puede catalogarse bajo su ala. Ni siquiera los más pequeños.
Sin ir más lejos, le doy la espalda y acabo de apilar algunas cajas a una distancia considerable, creando la altura digna de un blanco no muy complicado — No pretenderé que le apuntes a ningún círculo en tu primera práctica. Me basta con que puedas disparar a la caja central, nada de las de arriba, abajo o costados — me explico, doy algunos pasos hacia atrás para poder darle el espacio — En batalla no tendrás un objetivo fijo y apuntarle a la cabeza o algún órgano vital será más complicado, así que mi primer consejo es siempre apuntar a lastimar más que matar. Cuando tu oponente está herido, es más fácil de rematar. Esa ballesta es automática — señalo con el mentón, pero acomodo sus dedos con sumo cuidado para que no se le escape la flecha en cuanto ayudo a que se encuentre en posición — Solo deberás colocar, ajustar y disparar. Es de lo más rápido para recargar en batalla y por su tamaño, no será difícil que la controles. ¿Quieres intentar?
Por poco una carcajada rompe con mi semblante de profunda preocupación, tengo que apretar mis labios para reprimirla, porque tengo toda la impresión de que al tío Ben le gusta meter en aprietos a Ken y por añadidura me regala un comentario que es tranquilizador solo en parte. Meneo mi cabeza para dejar correr el tema, ya las presentaciones están hechas. Me concentro en lo que pueda enseñarme, tomo sus consejos como las indicaciones que debo seguir, si dice que la distancia es lo seguro, me mantendrá a distancia. No importa que tan lejos esté de un mago al atacar, seguirá siendo un paso más cerca de lo que estoy acostumbrada, y es que creo que a la única persona que tuve que atacar alguna vez fue a mi hermano menor por culpa de esos alucinógenos del funeral. Simon es, sin dudas, el niño más inteligente que conozco, pero que me haya vencido en ese duelo es una llamada de atención lo suficientemente grande pendiendo sobre mi cabeza para que deje la varita a un lado y lo intente con la ballesta de mano, tal vez me vaya mejor.
—¿Tengo que caerle bien a Ava? Ya conseguiste que me ponga nerviosa— digo haciendo una mueca, no por la chica en sí, sino por el hecho de sentir esa presión a mi espalda de que hay una persona a la que debo agradarle. —¿Es por eso que me estás enseñando a usar una ballesta cuando me dijiste que ella las adora? ¿Eso es lo que hará? ¿Tendré que competir con ella o evaluará mi carácter a partir de mi puntería?— pregunto, y lo estoy preguntando en serio, en mi mente tiene todo el sentido que personas que se formaron en medio de luchas obligadas, te juzguen a partir de que tan buena eres en ello. Ah, bien, ya lo vi, tan claro. Me mandarán de vuelta a casa, fue un gusto conocerlos.
No vuelvo a decirle nada sobre por qué un arma y no otra, lo siguiente es lo que consigue mi atención. Eso sobre las personas en las que vamos a convertirnos. —Puede que parezca muy joven y un poco desorientada en todo esto, tío Ben— digo con mi mano en alto mostrándole mi palma, así le pido un momento para que me deje hablar. —Pero sé bien quién soy y quién seré, eso no va a cambiar porque tenga que sostener un arma en mis manos cuando todo Neopanem está en situación de guerra. Porque la guerra es eso para mí, una circunstancia de vida, no mi vida. Y las circunstancias nos cambian, nos forman, es cierto. Pero cuando sabes bien quién eres, lo mantienes pese a las circunstancias. Por eso…— sigo, midiendo el peso de la ballesta en mis manos, —puedes darle la misma arma a tres personas y cada una la usará de una manera distinta.
Me acomodo en dirección al lugar donde va apilando las cajas y separo un poco mis pies, calculando con la mirada qué tan lejos me encuentro, trato de que sea una distancia que podría replicarse en una pelea. —Colocar, ajustar, disparar. La caja central. Creo que lo tengo— repito sus indicaciones para dar la orden a mis dedos de que se familiaricen con la ballesta, los siento temblorosos por los nervios de errar, que de todas maneras sería comprensible si sucede. —Por supuesto— contesto, cuando considero que todo está en condiciones para disparar, sería un poco decepcionante estar solo practicando la pose. Respiro por mis labios entreabiertos al tratar de colocar la caja central en foco. —¡Vaya!— me sorprendo más que nadie al darle a la caja, tal vez no en el centro, pero sin salirme de su borde, ya cuenta como una herida en el enemigo imaginario —suerte de principiante, supongo.
—¿Tengo que caerle bien a Ava? Ya conseguiste que me ponga nerviosa— digo haciendo una mueca, no por la chica en sí, sino por el hecho de sentir esa presión a mi espalda de que hay una persona a la que debo agradarle. —¿Es por eso que me estás enseñando a usar una ballesta cuando me dijiste que ella las adora? ¿Eso es lo que hará? ¿Tendré que competir con ella o evaluará mi carácter a partir de mi puntería?— pregunto, y lo estoy preguntando en serio, en mi mente tiene todo el sentido que personas que se formaron en medio de luchas obligadas, te juzguen a partir de que tan buena eres en ello. Ah, bien, ya lo vi, tan claro. Me mandarán de vuelta a casa, fue un gusto conocerlos.
No vuelvo a decirle nada sobre por qué un arma y no otra, lo siguiente es lo que consigue mi atención. Eso sobre las personas en las que vamos a convertirnos. —Puede que parezca muy joven y un poco desorientada en todo esto, tío Ben— digo con mi mano en alto mostrándole mi palma, así le pido un momento para que me deje hablar. —Pero sé bien quién soy y quién seré, eso no va a cambiar porque tenga que sostener un arma en mis manos cuando todo Neopanem está en situación de guerra. Porque la guerra es eso para mí, una circunstancia de vida, no mi vida. Y las circunstancias nos cambian, nos forman, es cierto. Pero cuando sabes bien quién eres, lo mantienes pese a las circunstancias. Por eso…— sigo, midiendo el peso de la ballesta en mis manos, —puedes darle la misma arma a tres personas y cada una la usará de una manera distinta.
Me acomodo en dirección al lugar donde va apilando las cajas y separo un poco mis pies, calculando con la mirada qué tan lejos me encuentro, trato de que sea una distancia que podría replicarse en una pelea. —Colocar, ajustar, disparar. La caja central. Creo que lo tengo— repito sus indicaciones para dar la orden a mis dedos de que se familiaricen con la ballesta, los siento temblorosos por los nervios de errar, que de todas maneras sería comprensible si sucede. —Por supuesto— contesto, cuando considero que todo está en condiciones para disparar, sería un poco decepcionante estar solo practicando la pose. Respiro por mis labios entreabiertos al tratar de colocar la caja central en foco. —¡Vaya!— me sorprendo más que nadie al darle a la caja, tal vez no en el centro, pero sin salirme de su borde, ya cuenta como una herida en el enemigo imaginario —suerte de principiante, supongo.
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— No. Creo que se contentará con que tengas un poco de actitud y eso es todo. ¿No es momento para decirte que Ken es el niño de sus ojos? — por favor, ni sé para qué he pasado los treinta. Me apresuro a levantar las manos para pedirle un momento y busco suavizar mi expresión — Solo estoy bromeando, a veces los viejos lo hacemos. Ava tiene carácter, pero es una buena persona. No tendrá nada en tu contra al menos que te lo ganes a pulso y dudo bastante que eso ocurra — no la conozco, pero puedo decir que le otorgo mi voto de confianza. Por algo ha decidido estar aquí, en lugar de continuar con las comodidades del Capitolio. Y si tuvo a Ken viviendo bajo su techo todo este tiempo sin entregarlo, me gusta pensar que no lo está utilizando.
No puedo decir que no tiene parte de razón, pero también recuerdo pensar muy parecido hace mucho tiempo, cuando todavía no cargaba conmigo un montón de cicatrices internas que han quedado por sanar. La diferencia es que yo era mucho más pequeño que ella, pero creo que ahora mismo eso no importa — No eres quien eras hace diez años y no serás la misma persona en otros diez — me explico, manteniendo el tono de simple debate — Las experiencias te moldean, te hacen más fuerte o más vulnerable. Podemos aferrarnos a nuestros ideales, a nuestras creencias, pero con cada herida, hay más por sanar. Y en las guerras… bueno, las balas no se curan con vendas pequeñas. Cómo elijas usar tu varita o tus armas vendrá de ti — no hay muchas opciones cuando sales de casa y decides pelear porque, al fin y al cabo, saliste por una razón. Los golpes se encuentran allí, aguardando.
Creo que lo tiene todo, se lo confirmo con un asentimiento de la cabeza y me recargo en una de las mugrosas columnas, aguardando con los brazos cruzados. Lo que no me espero es el sonido que indica que le ha dado, dejando la flecha insertada en el cartón y mis ojos abiertos de par en par — Nada mal — le concedo — ¿Por qué no pruebas darle en las piernas? — asumo que me comprenderá, las cajas inferiores deberían darle un terreno similar — Te recomiendo no tardar en recargar, debes aprender a hacerlo rápido en medio del estruendo y el apuro. A veces es bueno hacer caer a tu oponente con heridas en las extremidades, en especial aquellas que les limiten el movimiento. Eres bruja, yo no podré enseñarte nada sobre tus ataques principales con magia, pero si pierdes tu varita debes saber que hacer. ¿Alguna vez estuviste en una pelea escolar o algo similar? — sé lo que va a responder, lo puedo oler, pero aún así intento explicarme — No sé qué tan rápidos son tus reflejos, pero podemos trabajarlo. Y si tienes alguna duda… bueno, no tendré problema en ayudarte con eso. ¿Tienes alguna? — me palmeo la panza, alzando una ceja en su dirección — Siempre puedes pagarme con comida. Me gustan los pastelitos — bromeo, torciendo la boca hacia un lado en una sonrisa.
No puedo decir que no tiene parte de razón, pero también recuerdo pensar muy parecido hace mucho tiempo, cuando todavía no cargaba conmigo un montón de cicatrices internas que han quedado por sanar. La diferencia es que yo era mucho más pequeño que ella, pero creo que ahora mismo eso no importa — No eres quien eras hace diez años y no serás la misma persona en otros diez — me explico, manteniendo el tono de simple debate — Las experiencias te moldean, te hacen más fuerte o más vulnerable. Podemos aferrarnos a nuestros ideales, a nuestras creencias, pero con cada herida, hay más por sanar. Y en las guerras… bueno, las balas no se curan con vendas pequeñas. Cómo elijas usar tu varita o tus armas vendrá de ti — no hay muchas opciones cuando sales de casa y decides pelear porque, al fin y al cabo, saliste por una razón. Los golpes se encuentran allí, aguardando.
Creo que lo tiene todo, se lo confirmo con un asentimiento de la cabeza y me recargo en una de las mugrosas columnas, aguardando con los brazos cruzados. Lo que no me espero es el sonido que indica que le ha dado, dejando la flecha insertada en el cartón y mis ojos abiertos de par en par — Nada mal — le concedo — ¿Por qué no pruebas darle en las piernas? — asumo que me comprenderá, las cajas inferiores deberían darle un terreno similar — Te recomiendo no tardar en recargar, debes aprender a hacerlo rápido en medio del estruendo y el apuro. A veces es bueno hacer caer a tu oponente con heridas en las extremidades, en especial aquellas que les limiten el movimiento. Eres bruja, yo no podré enseñarte nada sobre tus ataques principales con magia, pero si pierdes tu varita debes saber que hacer. ¿Alguna vez estuviste en una pelea escolar o algo similar? — sé lo que va a responder, lo puedo oler, pero aún así intento explicarme — No sé qué tan rápidos son tus reflejos, pero podemos trabajarlo. Y si tienes alguna duda… bueno, no tendré problema en ayudarte con eso. ¿Tienes alguna? — me palmeo la panza, alzando una ceja en su dirección — Siempre puedes pagarme con comida. Me gustan los pastelitos — bromeo, torciendo la boca hacia un lado en una sonrisa.
—Tengo muy poco de actitud, espero que alcance. Si me pide más, tendré que volver dentro de un tiempo a intentarlo de nuevo…— y puede parecer que soy yo la que bromea, lo serio de mi semblante deja en claro que no lo estoy haciendo. Al parecer no hará falta que me tome un tiempo para forjar actitud, Ava no será tan terrible como llegué a suponer por lo que me dijo con anterioridad, a menos que llegue a lastimar al niño de sus ojos. No soy tan tonta, no le haría algo así a alguien que tiene toda una familia que saben usar armas, pelear a cuerpo y un tío que mide cuatro metros. Y más importante que eso, no lastimaría a alguien que supo ser mi mejor amigo, él entre todas las personas no se lo merece.
Puedo jurárselo sin pestañear a Ava si acaso me lo pide, si es tan ceñuda como el tío Ben me temo que esa puede ser la única cosa que diga que tenga de su aprobación. —Puedo cambiar, crecer, herirme, sanarme, hacer duelos de mí misma y lo que dejo atrás más de una vez, pero siempre seré Synnove Lackberg— defiendo mi opinión con una mano en el pecho. —No hablo de creencias, ni opiniones, ni la razón por la que lucharé en cada ocasión si decido luchar, todo eso puede cambiar. Hablo de la esencia— sigo, y dejo caer mi brazo, —y no es algo a lo que podamos llegar a un acuerdo ahora mismo. Tendrá que ser dentro de diez años, entonces podemos volver a encontrarnos y veremos si sigo siendo o no quien sé que soy— decido.
Recargo la ballesta después del primer acierto, y como en esta oportunidad no está ayudándome, trató de encontrar por mi misma la manera de hacerlo. Por supuesto que me tardo un poco más haciéndolo por mi cuenta, tengo que salvar un error y recién entonces hacer un nuevo intento. —¿Hablas de golpear a alguien? No, siempre he creído que el diálogo y un tono de voz firme bastan. Me funcionaba bien en la escuela— respondo, ambos sabemos que no me voy a poner a hablarle a nadie con supuesta autoridad en medio de una pelea. ¿Lo sabe, verdad? En serio que no soy tan tonta. Sí, bien, puede ser que trate de dialogar siempre que haya oportunidad y se pueda salvar una situación sin que caiga en pelea. Pero en medio del fuego no lo haría. —Tengo una duda. ¿Cómo se trabajan los reflejos?— pregunto, enseñando mi palma para indicarle que necesito que partamos de lo básico, no sé qué otras dudas podría tener si no sé qué dudar. —Lo siento, no sé hacerlo. Puedo hacerte unos sándwiches de verduras, ¿te gustan? O sino… sé de un lugar donde venden café en cono, podría comprártelo— ofrezco para compensar mi pago.
Puedo jurárselo sin pestañear a Ava si acaso me lo pide, si es tan ceñuda como el tío Ben me temo que esa puede ser la única cosa que diga que tenga de su aprobación. —Puedo cambiar, crecer, herirme, sanarme, hacer duelos de mí misma y lo que dejo atrás más de una vez, pero siempre seré Synnove Lackberg— defiendo mi opinión con una mano en el pecho. —No hablo de creencias, ni opiniones, ni la razón por la que lucharé en cada ocasión si decido luchar, todo eso puede cambiar. Hablo de la esencia— sigo, y dejo caer mi brazo, —y no es algo a lo que podamos llegar a un acuerdo ahora mismo. Tendrá que ser dentro de diez años, entonces podemos volver a encontrarnos y veremos si sigo siendo o no quien sé que soy— decido.
Recargo la ballesta después del primer acierto, y como en esta oportunidad no está ayudándome, trató de encontrar por mi misma la manera de hacerlo. Por supuesto que me tardo un poco más haciéndolo por mi cuenta, tengo que salvar un error y recién entonces hacer un nuevo intento. —¿Hablas de golpear a alguien? No, siempre he creído que el diálogo y un tono de voz firme bastan. Me funcionaba bien en la escuela— respondo, ambos sabemos que no me voy a poner a hablarle a nadie con supuesta autoridad en medio de una pelea. ¿Lo sabe, verdad? En serio que no soy tan tonta. Sí, bien, puede ser que trate de dialogar siempre que haya oportunidad y se pueda salvar una situación sin que caiga en pelea. Pero en medio del fuego no lo haría. —Tengo una duda. ¿Cómo se trabajan los reflejos?— pregunto, enseñando mi palma para indicarle que necesito que partamos de lo básico, no sé qué otras dudas podría tener si no sé qué dudar. —Lo siento, no sé hacerlo. Puedo hacerte unos sándwiches de verduras, ¿te gustan? O sino… sé de un lugar donde venden café en cono, podría comprártelo— ofrezco para compensar mi pago.
Sé que continúo siendo Benedict Desmond Franco. Que el niño que creció en el distrito cuatro y que fue arrancado de su vida sigue estando en alguna parte de mí, pero apenas puedo reconocerlo. Hay partes que parecen pertenecer a un sueño dentro de otro sueño, porque he mutado, los escenarios y las compañías cambiaron y me encuentro en una página nueva con cada día que pasa, con cada pérdida que se me aferra a la piel, con cada sensación nueva. Aunque hay partes de mi esencia que jamás dejarán de ser lo que era, hay otras que evolucionaron y seguirán haciéndolo hasta que sea alguien nuevo que supo ser ese niño hace mucho tiempo. Synnove es joven, dudo que pueda comprenderlo cuando su camino recién está empezando a trazarse. Por eso mismo opto por no discutir, solo asiento y le fuerzo una sonrisa — En diez años lo hablaremos, entonces. Espero que para ese entonces podamos hablar en un sitio más agradable que este — si para ese entonces sigo vivo, de seguro me habré quedado calvo o canoso, las arrugas estarían adueñándose de mí y vaya a saber qué habrá sido del resto. Me gustaría pensar que ella estará bien.
— Claro, la escuela — intento que no se me note tanto la sonrisa, pero fallo patéticamente en ello. Ni siquiera amago a ayudarla con la ballesta, es lo suficientemente sencillo como para creer que no la cagará con solo dos movimientos, aunque mis ojos siguen el accionar de sus manos para no perderla de vista — Es solo práctica. Cuanto mejor descansada y más atenta te encuentres, te acabarás acostumbrando. En el catorce solíamos jugar mucho a los pases de pelota para asegurarnos que estuvieran atentos — se siente muy lejano, no he estado pensando mucho en el hecho de que ha pasado un año desde que nuestro hogar fue reducido a la nada. No puedo contenerme demasiado y me separo de la pared para volver junto a ella, pinchándole la espalda para que se pare derecha al momento de apuntar — ¿Cómo es eso de café en cono? — pregunto, más curioso que antojado — Los sándwiches suenan bien, aunque quizá le agregaría algo de carne salteada. Verás, a los licántropos nos cuesta un poco eso de ser vegetarianos… — aunque solo estoy bromeando, me entra una pequeña duda — Sabes que soy un hombre lobo, ¿verdad? — yo no se lo he dicho, pero no tengo idea de qué información ha decidido compartir Kendrick o no.
— Tengo una pregunta — no puedo contenerme, a pesar de que sé que debería quedarme callado para permitir que se concentre — ¿Cómo es que tú y Mimi son amigas? No es una ofensa ni nada por el estilo, pero no puedo verlas más que opuestas y no comprendo de dónde es que se conocen. Y aunque te estás adaptando bien, es curioso ver a las personas del Capitolio adaptándose a todo esto. Respira — la conversación se torna en un consejo, tomo una fuerte exhalación y la suelto con fuerza para demostrar mi punto — Cuando se trata de manejar armas nuevas, a veces está bueno conectarse con ellas. Úsala como una extensión de tu brazo, que tu agarre sea firme, así no solo evitarás fallar sino que tampoco se te sacudirá la mano con el disparo. Veremos si sigues teniendo suerte de principiante.
— Claro, la escuela — intento que no se me note tanto la sonrisa, pero fallo patéticamente en ello. Ni siquiera amago a ayudarla con la ballesta, es lo suficientemente sencillo como para creer que no la cagará con solo dos movimientos, aunque mis ojos siguen el accionar de sus manos para no perderla de vista — Es solo práctica. Cuanto mejor descansada y más atenta te encuentres, te acabarás acostumbrando. En el catorce solíamos jugar mucho a los pases de pelota para asegurarnos que estuvieran atentos — se siente muy lejano, no he estado pensando mucho en el hecho de que ha pasado un año desde que nuestro hogar fue reducido a la nada. No puedo contenerme demasiado y me separo de la pared para volver junto a ella, pinchándole la espalda para que se pare derecha al momento de apuntar — ¿Cómo es eso de café en cono? — pregunto, más curioso que antojado — Los sándwiches suenan bien, aunque quizá le agregaría algo de carne salteada. Verás, a los licántropos nos cuesta un poco eso de ser vegetarianos… — aunque solo estoy bromeando, me entra una pequeña duda — Sabes que soy un hombre lobo, ¿verdad? — yo no se lo he dicho, pero no tengo idea de qué información ha decidido compartir Kendrick o no.
— Tengo una pregunta — no puedo contenerme, a pesar de que sé que debería quedarme callado para permitir que se concentre — ¿Cómo es que tú y Mimi son amigas? No es una ofensa ni nada por el estilo, pero no puedo verlas más que opuestas y no comprendo de dónde es que se conocen. Y aunque te estás adaptando bien, es curioso ver a las personas del Capitolio adaptándose a todo esto. Respira — la conversación se torna en un consejo, tomo una fuerte exhalación y la suelto con fuerza para demostrar mi punto — Cuando se trata de manejar armas nuevas, a veces está bueno conectarse con ellas. Úsala como una extensión de tu brazo, que tu agarre sea firme, así no solo evitarás fallar sino que tampoco se te sacudirá la mano con el disparo. Veremos si sigues teniendo suerte de principiante.
—¿Es un mal momento para decir que nunca atrapaba el balón?— pregunto con un mueca de disculpa que arruga toda mi cara, —Según la profesora le tenía miedo, ¿te lo puedes creer? Si lo veía venir me asustaba y mi cuerpo se corría del trayecto para evitar atraparlo— se lo cuento con mi atención a medias en la ballesta para no acabar rebanándome el dedo, que es lo único que me falta. Si pierdo dedos durante las prácticas, mi futuro no es alentador. Además, los necesito para seguir dibujando. —Podía hacer otras cosas, no soy tan mala en deportes— o no tanto, no quiero ver cómo su cara se va llenando de desesperación porque lo hayan dejado a cargo de un caso perdido. Mi buena puntería es una clara muestra de que hay esperanzas en mí. —El café en cono es…— digo, haciendo una pausa para abrir unos segundos de suspenso. —El elixir de la juventud, lo mejor de dos mundos, helado y café— cada palabra la modulo con la solemnidad que se debe. —Es café… en cono— esa es la explicación más simple, tendré que dibujárselo luego, salvo que use la punta de la ballesta para hacer trazos en el piso sobre el que estamos parados, un poco sucio, pero el polvo sirve para que se vean mejor las líneas.
Tal vez después, cuando me recupere del segundo en que no digo nada para poder hacer coincidir en mi mente la imagen de este pelirrojo con lo que sé sobre licántropos, no puedo decir que estoy terriblemente impresionada y en un shock que me durará días… cuando se han vuelto parte del paisaje en el Capitolio como la nueva patrulla de seguridad y me crucé con uno en la escuela. Es hacer encajar lo que se del tío Ben con esta nueva información. —Creo que ese detalle me lo pasé de largo…— murmuro, otra vez le lanzo una mirada de disculpa. —Si sirve de algo, a mí también me costó ser vegetariana. Lo intenté por unos meses, pero terminé comiendo hamburguesas con mi hermano— relato, como si aquí lo importante fuera ser o no vegetarianos y no lo demás.
Carraspeo un poco para volver a ese tema con cierta incomodidad, tiro hacia atrás un mechón de cabello para acomodarlo detrás de mi oreja y en ese minuto en que dudo, hace virar el curso de mis pensamientos con su pregunta. —Nos conocimos en la escuela— contesto, no hay nada extraordinario como habernos encontrado por casualidad en medio del cosmos, cada una fuera de su planeta. A este punto me he distraído lo suficiente como para no entender por qué de pronto tengo que respirar, y entonces vuelvo a sentir el peso de la ballesta en mi palma. Asiento para hacerle saber que comprendo la consigna. —¿La tendré que llevar conmigo a todas partes por un tiempo?— consulto, es el modo en que se me ocurre que pueda conseguir ese entendimiento con una cosa, los vínculos se forman así, ¿no? —Mimi es muy distinta a mí, dice cosas que yo no alcanzo a pensar y siempre tiene una manera de verlo todo que yo no veo, por eso es mi amiga. Me tiene paciencia, me acepta en su casa y me da consejos de supervivencia… pero la vida en general. Todo esto es nuevo para mí y no sé cómo será para otras personas que vienen del Capitolio, solo puedo decir que no es fácil. Pero siempre que estés en un lugar por elección puedes hacer frente a los inconvenientes, si estás en un lugar que no te gusta o sintiéndote obligado… siempre será el lugar más feo del mundo aunque haya unicornios y esté Jerek Grimm— opino. Pruebo con un nuevo disparo así finjo que tengo mi concentración en ello al preguntar. —¿Hay algún lugar donde te gustaría estar? ¿El Capitolio?— inquiero, no quiero ser prejuiciosa en decir que no lo veo encajando ahí, porque ¡oye! fue amable al decir que yo estoy adaptando al cinco. —Ahora los licántropos pueden vivir donde quieran y más adelante, cuando todo esto acabe…— lo dejo abierto a posibilidades, que apuesto que habrán.
Tal vez después, cuando me recupere del segundo en que no digo nada para poder hacer coincidir en mi mente la imagen de este pelirrojo con lo que sé sobre licántropos, no puedo decir que estoy terriblemente impresionada y en un shock que me durará días… cuando se han vuelto parte del paisaje en el Capitolio como la nueva patrulla de seguridad y me crucé con uno en la escuela. Es hacer encajar lo que se del tío Ben con esta nueva información. —Creo que ese detalle me lo pasé de largo…— murmuro, otra vez le lanzo una mirada de disculpa. —Si sirve de algo, a mí también me costó ser vegetariana. Lo intenté por unos meses, pero terminé comiendo hamburguesas con mi hermano— relato, como si aquí lo importante fuera ser o no vegetarianos y no lo demás.
Carraspeo un poco para volver a ese tema con cierta incomodidad, tiro hacia atrás un mechón de cabello para acomodarlo detrás de mi oreja y en ese minuto en que dudo, hace virar el curso de mis pensamientos con su pregunta. —Nos conocimos en la escuela— contesto, no hay nada extraordinario como habernos encontrado por casualidad en medio del cosmos, cada una fuera de su planeta. A este punto me he distraído lo suficiente como para no entender por qué de pronto tengo que respirar, y entonces vuelvo a sentir el peso de la ballesta en mi palma. Asiento para hacerle saber que comprendo la consigna. —¿La tendré que llevar conmigo a todas partes por un tiempo?— consulto, es el modo en que se me ocurre que pueda conseguir ese entendimiento con una cosa, los vínculos se forman así, ¿no? —Mimi es muy distinta a mí, dice cosas que yo no alcanzo a pensar y siempre tiene una manera de verlo todo que yo no veo, por eso es mi amiga. Me tiene paciencia, me acepta en su casa y me da consejos de supervivencia… pero la vida en general. Todo esto es nuevo para mí y no sé cómo será para otras personas que vienen del Capitolio, solo puedo decir que no es fácil. Pero siempre que estés en un lugar por elección puedes hacer frente a los inconvenientes, si estás en un lugar que no te gusta o sintiéndote obligado… siempre será el lugar más feo del mundo aunque haya unicornios y esté Jerek Grimm— opino. Pruebo con un nuevo disparo así finjo que tengo mi concentración en ello al preguntar. —¿Hay algún lugar donde te gustaría estar? ¿El Capitolio?— inquiero, no quiero ser prejuiciosa en decir que no lo veo encajando ahí, porque ¡oye! fue amable al decir que yo estoy adaptando al cinco. —Ahora los licántropos pueden vivir donde quieran y más adelante, cuando todo esto acabe…— lo dejo abierto a posibilidades, que apuesto que habrán.
— Te lo creo. Yo era igual cuando iba a la escuela — lo cual ha sido una eternidad atrás, pero no es mentira cuando digo que no me destacaba en absolutamente nada; a decir verdad, siempre había sido un niño invisible hasta que acabé en los juegos y descubrir talentos, tanto como pulirlos, fue una exigencia de la vida y no algo completamente natural, así que no tomo nada de lo que me está contando como una verdadera preocupación — ¿Pero no se chorrea el cono? — bah, debe ser una de esas cosas extrañas que han inventado los magos y que ahora son tan populares, aunque a diferencia de otras, esta no suena tan mal. Lo que sí debe ser extraño es el mezclar charlas de helados con la licantropía, tengo que restarle importancia con un encogimiento de hombros porque no me ofende que no lo sepa ni que sea vegetariana, cosa que parece que no le ha funcionado — Las hamburguesas son difíciles de ignorar — y eso es todo.
La escuela, suena un punto demasiado simple, así que ni se lo discuto — No necesariamente. Pero debes acostumbrarte a usarla en los entrenamientos, a sostenerla, a cómo manejar su peso — le hago un gesto para indicarle que aún espero a que vuelva a disparar, que parece que tiene buena suerte pero también una muy fácil capacidad de distracción cuando llega el momento de soltar la lengua. No me espero la resolución siguiente, como si hubiese necesitado un momento para procesarlo antes de soltarlo. Mis ojos se centran en su perfil, hay algo en ella que me recuerda a las hadas de los cuentos que tanto le gustaban a Beverly. Debe ser el cabello plateado, que tan bien va con su aura blanca — No sé quién es Jerek Grimm — admito, si alguna vez lo supe lo he olvidado y eso significa que no le di importancia alguna — Pero me parece bien que te encuentres donde creas que debes estar. Tener esa clase de convencimiento es un tipo de valor que no todo el mundo puede tener y lo encuentro sumamente respetable. Creo que eres bastante bad-ass por haber hecho lo que hiciste. Mimi no parece ser una persona que no sepa elegir a sus amistades y si Ken quiso traerte… bueno, digamos que siempre lo vi juntándose más con aquellos que pensaba que valían la pena.
Lo que no me espero es esa pregunta que me lleva de una patada a una celda con dos personas indeseables. Creo que he dejado de respirar por un momento, los nervios me recuerdan que nadie tiene por qué saberlo y mucho menos ella, pero aún así la incomodidad es imposible de eliminar — El cuatro. Jamás me ha gustado el Capitolio — no tengo los mejores recuerdos de esa ciudad, para variar — Pero crecí en el cuatro, es mi hogar. A pesar de todo lo que ha pasado, si tuviese que regresar a algún sitio, siempre sería allí. Una casa frente a la playa, un bote y posiblemente ponerme el taller mecánico de la familia una vez más. Es lo que hubiera sido si no fuese porque las cosas nunca salen como uno espera — aquí todos teníamos otros deseos, otras ilusiones y alguien decidió que debían quitárnoslas de las manos. Sé que Magnar me ha dado la oportunidad de conseguirlo, pero… ¿A qué precio? — Si todo sale bien, les prometo una tarde de pesca y un fogón en la arena. Con mi padre y Seth hicimos varias de ellas, con pescado recién obtenido del mar. Tiene su propio encanto — y si le sumas papas fritas, es aún mejor. Ni siquiera sé por qué, pero la necesidad de no pensar en ello me obliga a tomar mi propia ballesta y disparo, dando en la caja señalada y espero que ella haga lo mismo.
La escuela, suena un punto demasiado simple, así que ni se lo discuto — No necesariamente. Pero debes acostumbrarte a usarla en los entrenamientos, a sostenerla, a cómo manejar su peso — le hago un gesto para indicarle que aún espero a que vuelva a disparar, que parece que tiene buena suerte pero también una muy fácil capacidad de distracción cuando llega el momento de soltar la lengua. No me espero la resolución siguiente, como si hubiese necesitado un momento para procesarlo antes de soltarlo. Mis ojos se centran en su perfil, hay algo en ella que me recuerda a las hadas de los cuentos que tanto le gustaban a Beverly. Debe ser el cabello plateado, que tan bien va con su aura blanca — No sé quién es Jerek Grimm — admito, si alguna vez lo supe lo he olvidado y eso significa que no le di importancia alguna — Pero me parece bien que te encuentres donde creas que debes estar. Tener esa clase de convencimiento es un tipo de valor que no todo el mundo puede tener y lo encuentro sumamente respetable. Creo que eres bastante bad-ass por haber hecho lo que hiciste. Mimi no parece ser una persona que no sepa elegir a sus amistades y si Ken quiso traerte… bueno, digamos que siempre lo vi juntándose más con aquellos que pensaba que valían la pena.
Lo que no me espero es esa pregunta que me lleva de una patada a una celda con dos personas indeseables. Creo que he dejado de respirar por un momento, los nervios me recuerdan que nadie tiene por qué saberlo y mucho menos ella, pero aún así la incomodidad es imposible de eliminar — El cuatro. Jamás me ha gustado el Capitolio — no tengo los mejores recuerdos de esa ciudad, para variar — Pero crecí en el cuatro, es mi hogar. A pesar de todo lo que ha pasado, si tuviese que regresar a algún sitio, siempre sería allí. Una casa frente a la playa, un bote y posiblemente ponerme el taller mecánico de la familia una vez más. Es lo que hubiera sido si no fuese porque las cosas nunca salen como uno espera — aquí todos teníamos otros deseos, otras ilusiones y alguien decidió que debían quitárnoslas de las manos. Sé que Magnar me ha dado la oportunidad de conseguirlo, pero… ¿A qué precio? — Si todo sale bien, les prometo una tarde de pesca y un fogón en la arena. Con mi padre y Seth hicimos varias de ellas, con pescado recién obtenido del mar. Tiene su propio encanto — y si le sumas papas fritas, es aún mejor. Ni siquiera sé por qué, pero la necesidad de no pensar en ello me obliga a tomar mi propia ballesta y disparo, dando en la caja señalada y espero que ella haga lo mismo.
Definitivamente llevaré la ballesta a todos lados, no creo que a Mimi le moleste que ande con una por la casa. La hago girar entre mis dedos para seguir apropiándome de cada una de sus características así no cometo errores tontos y evitables, me daría mucha vergüenza que eso pasara, vuelvo a sentir eso de que tengo algo que demostrar y ese algo es sobre todas las cosas, que también puedo estar aquí, con ellos. Y me falta tanto para que así sea que vuelvo a reírme entre dientes, mordiendo una carcajada que quiere salir de mis labios, me acerco para darle un codazo en su costilla que es donde alcanza mi codo, que parada a su lado se ve mucho más alto. —No he hecho más que un primer tiro exitoso de pura suerte con la ballesta, no es para tanto— le quito importancia a lo otro, que dejar mi casa no es algo en lo que quiera pensar demasiado, sabía que era algo que quería, debía y tenía que hacer, y que no volveré, puedo ir a muchos otros lugares a partir de este, pero a casa no regresaré. —Tienes que guardar los halagos para cuando haga algo más memorable, ¿o si no qué me dirás entonces?— pregunto, cruzo mis brazos alrededor de mi cintura y me cuido de que la ballesta quede apuntando a la nada. —Además, si eres demasiado amable conmigo voy a pensar que te gusto, y uno,— alzo mi dedo índice al comenzar a enumerar, —soy muy joven para ti, y dos— levanto otro dedo para acompañar, —eso podría meterte en problemas con Ken y no quiero que luego andes con un moretón por mi culpa— bromeo a punto de largarme a reír y el doy una palmadita en el hombro para volver a mi posición de tiro delante de las cajas de cartón, pero es él quien lo hace.
Cuesta un poco imaginar que alguien del Catorce haya vivido alguna vez en uno de los distritos que conocemos, el mito de ese distrito invisible les da a todos ellos algo así como el aire de fantasmas, como si hubieran surgido de la niebla y tomado forma en hombres, mujeres y adolescentes reales, de carne y hueso. Me fijo en como sus manos sujetan el arma para imitarlo luego y sigo escuchando lo que me cuenta. —Suena a buen plan— contesto cuando acabo, si no dije palabra antes era para no interrumpirlo, también sus pausas de silencio decían algo y trato de ser respetuosa con su historia. —No suele gustarme ir a la playa en verano, en vacaciones hay muchas personas también. Pero sí me gusta el mar, algún día podríamos hacer eso de tener un fogón a la noche. ¿Y sabes que más me gustaría hacer? Poder meter una bola de luz dentro de un frasco y arrojarlo, el mar siempre me ha parecido muy grande y deben haber muchas orillas lejos de la nuestra. Si arrojas algo así y alguien más lo encuentra, ¿no sería genial?— me explayo en mi idea con emoción y espero contagiársela, no tengo nada contra los pescados asados a leña, pero esto me entusiasma más. Planto mis pies a su lado para responder a su indicación silenciosa de que vuelva a lanzar y lleno mi pecho de aire mientras calculo el tiro. —¿Hay algo en el distrito cuatro que te gustaría recuperar? ¿Alguna cosa? Podría ir y buscarla— me ofrezco y entonces disparo. —Oh— suspiro cuando veo que fallo. —Todavía no estoy lista para conocer a Ava.
Cuesta un poco imaginar que alguien del Catorce haya vivido alguna vez en uno de los distritos que conocemos, el mito de ese distrito invisible les da a todos ellos algo así como el aire de fantasmas, como si hubieran surgido de la niebla y tomado forma en hombres, mujeres y adolescentes reales, de carne y hueso. Me fijo en como sus manos sujetan el arma para imitarlo luego y sigo escuchando lo que me cuenta. —Suena a buen plan— contesto cuando acabo, si no dije palabra antes era para no interrumpirlo, también sus pausas de silencio decían algo y trato de ser respetuosa con su historia. —No suele gustarme ir a la playa en verano, en vacaciones hay muchas personas también. Pero sí me gusta el mar, algún día podríamos hacer eso de tener un fogón a la noche. ¿Y sabes que más me gustaría hacer? Poder meter una bola de luz dentro de un frasco y arrojarlo, el mar siempre me ha parecido muy grande y deben haber muchas orillas lejos de la nuestra. Si arrojas algo así y alguien más lo encuentra, ¿no sería genial?— me explayo en mi idea con emoción y espero contagiársela, no tengo nada contra los pescados asados a leña, pero esto me entusiasma más. Planto mis pies a su lado para responder a su indicación silenciosa de que vuelva a lanzar y lleno mi pecho de aire mientras calculo el tiro. —¿Hay algo en el distrito cuatro que te gustaría recuperar? ¿Alguna cosa? Podría ir y buscarla— me ofrezco y entonces disparo. —Oh— suspiro cuando veo que fallo. —Todavía no estoy lista para conocer a Ava.
El miembro 'Synnove A. Lackberg' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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No comprendo muy bien el análisis de los halagos porque, en mi opinión, éstos sólo se dan cuando se creen correctos y salen naturalmente. Lo que no me espero son los puntos que lleva a remarcar y, honestamente, no sé si sentirme bien o mal porque por un momento lo único que me importa es que creo que acaba de llamarme viejo. ¿Ya tengo arrugas? Me tanteo la barba apenas crecida como si de esa manera pudiese descubrir si tengo canas, se me ha arqueado una ceja y es su palmadita la que me hace sonreír forzadamente hacia un lado como si me hubiese hecho gracia su broma — Más allá de la edad, no le quitaría la chica a Kendrick. Y no es porque tenga miedo de la posibilidad de un golpe, sino porque sé de buena fuente de que le gustas — lo que me lleva a mirarla con la picardía en el movimiento de mis cejas y una sonrisa cargada de mofa — ¿O sea que sí eres su novia? ¿O todo esto es un término nuevo de “mejores amigos”? — sí, ya puedo sentir a Kendrick echándome toda la bronca más tarde por entrometerme, pero hay tentaciones difíciles de ignorar.
— ¿Una bola de luz? ¿No es que lo que se arroja al mar son cartas? — pregunto con mera curiosidad — Lo único que arrojé al mar fue una caja musical. Me la regaló mi hermana durante los juegos y bueno, cuando ella murió y yo regresé, no quise seguir teniéndola. Pero mi padre una vez me dijo que había encontrado un cofre lleno de antigüedades sin nombre ni mensajes. Tengo entendido que se lo dio al antiguo vendedor de reliquias del distrito, así que jamás llegué a inspeccionarlo, pero me gustaba imaginar de dónde habían venido. Son historias viejas — remato, porque sé que tal vez solo estoy diciendo un montón de tonterías sin importancia, pero es lo que puedo aportar a su pequeña ilusión sobre el mar.
Me toma desprevenido su ofrecimiento, así que me demoro un momento en darme cuenta de que ha fallado — Recarga y vuelve a intentar. No lo dudes demasiado — aconsejo, apoyo la ballesta en mi hombro y meneo la cabeza, chasqueando la lengua — Nah. Todo lo que tuve en el cuatro se perdió. La casa le pertenece a otra familia, las tumbas han quedado aún más ocultas y las memorias solo quedaron para mí. Es solo un sitio con un montón de fantasmas y a veces creo que solo tengo añoranza de lo que fue, no de lo que es. ¿Tú crees que el Capitolio era tu lugar o dónde te irías de poder hacerlo? Debe haber algún sitio que te hace ilusión, además del sector de gente aprobada de Ava — y, para variar, me tomo el atrevimiento de darle un codazo amistoso.
— ¿Una bola de luz? ¿No es que lo que se arroja al mar son cartas? — pregunto con mera curiosidad — Lo único que arrojé al mar fue una caja musical. Me la regaló mi hermana durante los juegos y bueno, cuando ella murió y yo regresé, no quise seguir teniéndola. Pero mi padre una vez me dijo que había encontrado un cofre lleno de antigüedades sin nombre ni mensajes. Tengo entendido que se lo dio al antiguo vendedor de reliquias del distrito, así que jamás llegué a inspeccionarlo, pero me gustaba imaginar de dónde habían venido. Son historias viejas — remato, porque sé que tal vez solo estoy diciendo un montón de tonterías sin importancia, pero es lo que puedo aportar a su pequeña ilusión sobre el mar.
Me toma desprevenido su ofrecimiento, así que me demoro un momento en darme cuenta de que ha fallado — Recarga y vuelve a intentar. No lo dudes demasiado — aconsejo, apoyo la ballesta en mi hombro y meneo la cabeza, chasqueando la lengua — Nah. Todo lo que tuve en el cuatro se perdió. La casa le pertenece a otra familia, las tumbas han quedado aún más ocultas y las memorias solo quedaron para mí. Es solo un sitio con un montón de fantasmas y a veces creo que solo tengo añoranza de lo que fue, no de lo que es. ¿Tú crees que el Capitolio era tu lugar o dónde te irías de poder hacerlo? Debe haber algún sitio que te hace ilusión, además del sector de gente aprobada de Ava — y, para variar, me tomo el atrevimiento de darle un codazo amistoso.
—¿Te lo dijo él?— pregunto, no fingiré sorpresa si me dice que así fue, si fue capaz de ponerse a gritar que estaba enamorada de Dave, no sería raro que contara estas cosas y no recuerdo que hayamos quedado tampoco en que esto sería secreto. Si algo no hicimos fue definir algo así como nombre para esto, esta vez sí vacilo y se nota por cómo me tiembla el labio, cuando vuelve a preguntarme si somos novios. —No lo sé— contesto, dando un manotazo algo brusco para echar un mechón de cabello blanco hacia atrás a causa del nerviosismo. —Si te gusta alguien y también le gustas a esa persona, si pasan tiempo juntos y de vez en cuando se besan. ¿Eso quiere decir que son novios?— consulto, que es el adulto aquí, y me arriesgué a decir que soy mucho joven sin conocer con certeza su edad. ¿Cuánto tendrá? ¿Treinta y cinco? ¿Cuarenta? —¿Tienes novia, tío Ben?— si me lo pregunta a mí, no se puede salvar él de la pregunta.
Escucho lo que me cuenta sobre aquella cajita de música que debe haberse hundido en el mar, para ser encontrada por alguna criatura acuática, me hace evocar algo que no llego a poner en mis labios porque no viene a cuento y sigo su relato sobre esos tesoros de las profundidades que a veces vuelven a la superficie. Mi tiro se sale de su dirección, lo que confirma que el primer intento fue suerte de principiante. Para evitarme ese tiempo de duda que al parecer no ayuda, recargo lo más a prisa que mis dedos mi permiten para volver a disparar*. —Lo lamento— murmuro, es triste añorar un lugar por todo lo que fue, sucede lo mismo que con las personas, también los lugares cambian con el tiempo y no se puede esperar que sean iguales a cuando nos fuimos. —¿Y por qué no esperanza por todo lo que podría ser? ¿Te animarías a pensar en el Cuatro como ese lugar? Si se pierde todo lo que se tuvo una vez, eso marca un nuevo punto de inicio, de todo lo que podrías tener a partir de ese punto…— opino, lo hago con cautela porque entiendo que podría haber sido un dolor muy grande en su momento y que todavía lo hace, escondido dentro.
—Me encantaría estar en ese sector, claro, pero mis ambiciones sobre lugares van un poco más lejos— le sonrío de costado al bromear sobre contar con la preferencia de Ava, no es mi intención, pero empiezo a sentirme ansiosa por saber cómo le caeré o si me considerará una inútil de pocas habilidades para sumarse a esto. —El Capitolio fue el lugar en el que crecí y es donde tuvo que ser, pero toda la vida lo sentí más como una esfera que mis padres construyeron para mí, algo que me mantenía a salvo de todo lo que estaba ocurriendo. Mi casa en realidad está muy lejos, de donde provenimos los Lackbergs. No lo sé si lo entenderás, pero hay personas que aun naciendo en un lugar, tenemos el convencimiento de que pertenecemos a un hogar que está lejos, que en realidad si el destino de quienes estuvieron antes que nosotros no se hubiera torcido, habríamos nacido ahí… y ese lugar te llama, te dice que vuelvas a casa— explico con toda tranquilidad, si dice que no lo entiende, no es algo que pueda ofenderme, es lo normal.
Escucho lo que me cuenta sobre aquella cajita de música que debe haberse hundido en el mar, para ser encontrada por alguna criatura acuática, me hace evocar algo que no llego a poner en mis labios porque no viene a cuento y sigo su relato sobre esos tesoros de las profundidades que a veces vuelven a la superficie. Mi tiro se sale de su dirección, lo que confirma que el primer intento fue suerte de principiante. Para evitarme ese tiempo de duda que al parecer no ayuda, recargo lo más a prisa que mis dedos mi permiten para volver a disparar*. —Lo lamento— murmuro, es triste añorar un lugar por todo lo que fue, sucede lo mismo que con las personas, también los lugares cambian con el tiempo y no se puede esperar que sean iguales a cuando nos fuimos. —¿Y por qué no esperanza por todo lo que podría ser? ¿Te animarías a pensar en el Cuatro como ese lugar? Si se pierde todo lo que se tuvo una vez, eso marca un nuevo punto de inicio, de todo lo que podrías tener a partir de ese punto…— opino, lo hago con cautela porque entiendo que podría haber sido un dolor muy grande en su momento y que todavía lo hace, escondido dentro.
—Me encantaría estar en ese sector, claro, pero mis ambiciones sobre lugares van un poco más lejos— le sonrío de costado al bromear sobre contar con la preferencia de Ava, no es mi intención, pero empiezo a sentirme ansiosa por saber cómo le caeré o si me considerará una inútil de pocas habilidades para sumarse a esto. —El Capitolio fue el lugar en el que crecí y es donde tuvo que ser, pero toda la vida lo sentí más como una esfera que mis padres construyeron para mí, algo que me mantenía a salvo de todo lo que estaba ocurriendo. Mi casa en realidad está muy lejos, de donde provenimos los Lackbergs. No lo sé si lo entenderás, pero hay personas que aun naciendo en un lugar, tenemos el convencimiento de que pertenecemos a un hogar que está lejos, que en realidad si el destino de quienes estuvieron antes que nosotros no se hubiera torcido, habríamos nacido ahí… y ese lugar te llama, te dice que vuelvas a casa— explico con toda tranquilidad, si dice que no lo entiende, no es algo que pueda ofenderme, es lo normal.
Ahora el que vacila soy yo. ¿Estaré dejando en evidencia a Ava por haberme contado todo o nadie se molestará si soy honesto? — No… — dudoso, la mido con la mirada, preguntándome qué tanto contará si se da la oportunidad — Kendrick pidió consejo y me llegó la data, es todo — sin nombres quedo limpio, aunque sospecho que encontrar a la culpable no es muy difícil. Lo que no me espero es ese momento efímero en el cual parece que soy el adulto que da consejos amorosos, no sé si porque mi vida siempre ha sido un desastre en ese sentido o porque se trata de una chica que apenas conozco y el chico que he ayudado a criar desde que era un bebé llorón. Intento pensarlo con suma calma, quitando los nombres de la ecuación — Eso depende de lo que ustedes acuerden. Pueden ser novios o simples amigos con derechos. En algún momento, hay ciertas cosas que tienen que pactarse para evitar malos entendidos — lo cual es un poco irónico viniendo de mí. Ese ataque espejo me hace sonreír, no muy sorprendido de ello — No — digo simplemente, mis pensamientos sobre el tema no serán algo que hablaré con ella. En especial porque hay cosas que aún no tengo en claro como para dar un veredicto.
Siempre he pensado en el cuatro como ese punto fijo al cual debería regresar si las cosas tuviesen la necesidad de volver a empezar, como si se tratase de la marca de salida hacia cualquier dirección. Es dónde todo comenzó, me gusta pensar que será donde todo va a terminar, como un ciclo que va en círculos hasta que el orden sea restaurado. Creo que ahí es dónde reside el mayor problema: ¿Se acabará alguna vez? — Creo que pensaré en el cuatro como una nueva opción cuando la guerra termine. Ahora mismo, es más una fantasía o un sueño demasiado lejano como para desearlo — porque cuando llega la realidad, esa fastidiosa caprichosa, es más doloroso afrontarla de ese modo. Si no piensas en lo que estás perdiendo, es más sencillo andar.
Puedo reírme de la broma sobre Ava, pero es lo siguiente lo que capta en verdad mi atención. Siento que Synnove es una de esas personas que hubiesen disfrutado del catorce, de sus campos, de los paisajes nevados del invierno y la silueta de las montañas recortándose a lo lejos. Se siente como un mundo tan ajeno, muy lejos de lo gris y oscuro de las ciudades del norte de NeoPanem, que siento que nadie pertenece a este lugar en realidad — ¿Y dónde está ese lugar? — pregunto, en verdad hay un tinte de curiosidad en mi voz — ¿No pensaste que tal vez tuviste que dejar el Capitolio para dar el primer paso en su busca? Quizá, aquí te encuentres con los materiales que te permitan recorrer tu camino. No sé si hay un destino escrito, si es así tengo la teoría de que al mío le gusta reírse en mi cara. Lo que sí siento es que, al final, las cosas siempre acaban cayendo de manera que uno termina exactamente dónde debería estar, con la compañía adecuada. Las piezas se mueven solas porque… es natural, es energía, o como desees llamarlo — y si estamos todos juntos en esto, como un grupo de inadaptados que necesitan sostenerse la mano, lo haremos hasta que se abra un nuevo camino.
Siempre he pensado en el cuatro como ese punto fijo al cual debería regresar si las cosas tuviesen la necesidad de volver a empezar, como si se tratase de la marca de salida hacia cualquier dirección. Es dónde todo comenzó, me gusta pensar que será donde todo va a terminar, como un ciclo que va en círculos hasta que el orden sea restaurado. Creo que ahí es dónde reside el mayor problema: ¿Se acabará alguna vez? — Creo que pensaré en el cuatro como una nueva opción cuando la guerra termine. Ahora mismo, es más una fantasía o un sueño demasiado lejano como para desearlo — porque cuando llega la realidad, esa fastidiosa caprichosa, es más doloroso afrontarla de ese modo. Si no piensas en lo que estás perdiendo, es más sencillo andar.
Puedo reírme de la broma sobre Ava, pero es lo siguiente lo que capta en verdad mi atención. Siento que Synnove es una de esas personas que hubiesen disfrutado del catorce, de sus campos, de los paisajes nevados del invierno y la silueta de las montañas recortándose a lo lejos. Se siente como un mundo tan ajeno, muy lejos de lo gris y oscuro de las ciudades del norte de NeoPanem, que siento que nadie pertenece a este lugar en realidad — ¿Y dónde está ese lugar? — pregunto, en verdad hay un tinte de curiosidad en mi voz — ¿No pensaste que tal vez tuviste que dejar el Capitolio para dar el primer paso en su busca? Quizá, aquí te encuentres con los materiales que te permitan recorrer tu camino. No sé si hay un destino escrito, si es así tengo la teoría de que al mío le gusta reírse en mi cara. Lo que sí siento es que, al final, las cosas siempre acaban cayendo de manera que uno termina exactamente dónde debería estar, con la compañía adecuada. Las piezas se mueven solas porque… es natural, es energía, o como desees llamarlo — y si estamos todos juntos en esto, como un grupo de inadaptados que necesitan sostenerse la mano, lo haremos hasta que se abra un nuevo camino.
No somos tantos como para lo que ocurra con alguien, no llega a oídos de otros, y tuve una demostración de primera para saber que hay personas del catorce que se preocupan por Ken, no es raro que presten oído si hay algo que se pueda decir de mí, irónicamente en su grupo soy yo la extranjera, cuando son ellos los que han venido a estos distritos desde otro que se creyó un mito por años. —Tendré que preguntárselo la próxima vez que lo vea entonces, la verdad es que cuando lo hablamos todo pareció quedar tan claro que no pensé en preguntar más. Me habían dicho que las relaciones eran complicadas y también solía verlo en las películas, pero no es así con Ken— le explico, su respuesta tan simple de un «no» me anima a explayarme un poco más. —Solo decimos lo que sentimos y también lo que pensamos, entonces todo está claro—. Por lógica de las películas que solíamos mirar juntos para matar las horas de encierro en la casa, cuando las cosas se dan así es porque luego terceros en discordia, alguno tiene una enfermedad terminal o se desata una guerra que manda al protagonista al frente de batalla. Puesto que ya tenemos una guerra en curso, creo que no debo preocuparme por lo demás.
Disparo, fallo. Recargo la ballesta, acierto. —No recuerdo donde lo leí una vez, decía algo así como: «urgente, denme un sueño, porque necesito un sueño para vivir». Se trataba de alguien que cumplió su sueño y le siguió el vacío, así que necesitaba de otro, desesperadamente, para seguir sintiéndose vivo. Somos así— digo, con tal convencimiento que dudo de este nada más decirlo, le echo una mirada cautelosa, que es mayor que yo y de entrada me ha dejado en claro que ve la vida de una manera distinta como para venir a darle consejos sacados de libros. —No se trata de llegar, sino de tener algo que nos motive a avanzar y los sueños sirven para eso. Son necesarios para eso, para poner un pie delante del otro…— termino de explicarme, recargo y vuelvo a acertar. ¿Si lloriqueo porque puede que a Ava si le caiga bien es muy patético de mi parte?
—Ese lugar está en…— me callo antes de dar la clásica respuesta de «en el verdadero norte», no quiero que parezca que le estoy contando un cuento. Dejo caer mi brazo con la ballesta apuntando al suelo y me volteo hacia él para mirarlo a los ojos cuando empiezo a trazar en mi mente ese mapa del que me hablaron alguna vez cuando era niña. —Pasando el mar, en el viejo continente, tienes que ir subiendo hacia las islas que están en el norte, seguir subiendo, donde cada vez hace más frío y los días se hacen más cortos. Los días son breves porque las noches son impresionantes, hay unas luces boreales que bajan por las cimas de las colinas. Ese lugar existe, lejos, hace falta recorrer mucho, pero… se puede llegar— asiento con mi barbilla, decidida. —No sé cuándo, quizás cuando tenga noventa años, no importa. Esas luces son… eso, energía… todos en el mundo estamos conectados por energía. La magia puede parecer cosa de unos pocos, no corre entre todos. Pero la energía es algo más puro y más poderoso que la magia, creo en eso que dices. En que nos encontramos con quienes tenemos que encontrarnos, porque tu energía llama a mi energía, nos lleva a los lugares donde debemos estar y, no, no es algo así como el destino. Porque no es algo que esté trazado, sino algo que conecta, después los caminos los vamos haciendo cada uno…— digo, aunque a veces haya personas como Ken que me hagan pensar si hay quienes sí nacen con un destino y luego personas como Mimi o mi padre o Simon que me hacen pensar que todo se trata de las elecciones que tomamos. —¿Te das cuenta que destino es una palabra que usamos tanto para un luguar como un trayecto de vida y a veces hasta pueden ser la misma cosa? Pero yo no creo tener un destino, por mucho me llame este lugar y sé que algún día estaré ahí, me da mucha paz saber que soy una persona sin destino.
*Aquí dados!
Disparo, fallo. Recargo la ballesta, acierto. —No recuerdo donde lo leí una vez, decía algo así como: «urgente, denme un sueño, porque necesito un sueño para vivir». Se trataba de alguien que cumplió su sueño y le siguió el vacío, así que necesitaba de otro, desesperadamente, para seguir sintiéndose vivo. Somos así— digo, con tal convencimiento que dudo de este nada más decirlo, le echo una mirada cautelosa, que es mayor que yo y de entrada me ha dejado en claro que ve la vida de una manera distinta como para venir a darle consejos sacados de libros. —No se trata de llegar, sino de tener algo que nos motive a avanzar y los sueños sirven para eso. Son necesarios para eso, para poner un pie delante del otro…— termino de explicarme, recargo y vuelvo a acertar. ¿Si lloriqueo porque puede que a Ava si le caiga bien es muy patético de mi parte?
—Ese lugar está en…— me callo antes de dar la clásica respuesta de «en el verdadero norte», no quiero que parezca que le estoy contando un cuento. Dejo caer mi brazo con la ballesta apuntando al suelo y me volteo hacia él para mirarlo a los ojos cuando empiezo a trazar en mi mente ese mapa del que me hablaron alguna vez cuando era niña. —Pasando el mar, en el viejo continente, tienes que ir subiendo hacia las islas que están en el norte, seguir subiendo, donde cada vez hace más frío y los días se hacen más cortos. Los días son breves porque las noches son impresionantes, hay unas luces boreales que bajan por las cimas de las colinas. Ese lugar existe, lejos, hace falta recorrer mucho, pero… se puede llegar— asiento con mi barbilla, decidida. —No sé cuándo, quizás cuando tenga noventa años, no importa. Esas luces son… eso, energía… todos en el mundo estamos conectados por energía. La magia puede parecer cosa de unos pocos, no corre entre todos. Pero la energía es algo más puro y más poderoso que la magia, creo en eso que dices. En que nos encontramos con quienes tenemos que encontrarnos, porque tu energía llama a mi energía, nos lleva a los lugares donde debemos estar y, no, no es algo así como el destino. Porque no es algo que esté trazado, sino algo que conecta, después los caminos los vamos haciendo cada uno…— digo, aunque a veces haya personas como Ken que me hagan pensar si hay quienes sí nacen con un destino y luego personas como Mimi o mi padre o Simon que me hacen pensar que todo se trata de las elecciones que tomamos. —¿Te das cuenta que destino es una palabra que usamos tanto para un luguar como un trayecto de vida y a veces hasta pueden ser la misma cosa? Pero yo no creo tener un destino, por mucho me llame este lugar y sé que algún día estaré ahí, me da mucha paz saber que soy una persona sin destino.
*Aquí dados!
— Más de una vez me he preguntado qué se supone que haré si todo se termina, si puedo retomar la vida que siempre he querido. Sospecho que jamás podría acostumbrarme a un ritmo tranquilo, no después de haber vivido de esta manera durante casi toda mi vida — antes del catorce estuvo la esclavitud, luego de los juegos, la tragedia en mi familia, la infancia arruinada. ¿Alguna vez me tomé un descanso de mí mismo? Sé que es imposible escapar de tu propia vida, he aprendido a vivir conmigo mismo incluso cuando me llevó mucho tiempo — Supongo que lo sabré cuando llegue el momento — es una resolución un poco pobre, pero es la mejor que tengo. Al menos, sus tiros son suficiente como para tener una excusa de no poseer una respuesta más elaborada, porque sospecho que debería consultarla con la almohada.
He pasado muchos años trabajando con mapas. Como explorador y luego jefe de área, aprendí a trazar caminos, imaginar más allá de lo que mis ojos alcanzaban a ver, seguir fácilmente la idea de un paisaje como los que me describe Synnove. Los puedo ver tan claramente que no entiendo cómo hago para no perderme en ello y seguirle la línea de su conversación, sospecho que me está hablando de algún sitio del norte de Europa, demasiado lejano como para darle cierta mística a su apariencia de niña de pelo blanco. Hay algo en ella que me recuerda a las ninfas, pero no me atrevo a preguntarle si hay algo así en las historias de su familia porque tal vez es una idea un poco infantil — Tú misma lo dijiste, pueden ser la misma cosa. Tal vez algunos lo llaman destino, otros lo apodan suerte. Supongo que es una de esas cosas que nadie jamás sabrá, así que solo tenemos que conformarnos con ir paso a paso para descubrirlo. Y si tu energía fue la que te atrajo hasta aquí… pues bienvenida seas — porque de alguna manera, una niña criada en el Capitolio terminó con un par de personajes particulares del catorce y todo se dio naturalmente. ¿Que ella podría haber tenido una vida normal en la gran ciudad? A pesar de haber sido una posibilidad, nunca lo sabremos.
Por un momento que parece algo más lento, mi mirada queda fija en las flechas que decoran las cajas. No digo nada cuando me adelanto para arrancarlas del cartón con un par de movimientos sin mucho esfuerzo — De verdad espero equivocarme con lo que te dije antes — confieso, aún dándole la espalda — De verdad me gustaría creer que todos ustedes seguirán siendo quienes son en el futuro. No veo más que un montón de potencial de adultos increíbles en cada uno de los más jóvenes que hoy se planta por lo que cree correcto. Y si pueden quedarse con quienes eran cuando lleguen a ser algo más, todo esto habrá valido la pena — regreso a ella para tenderle las flechas, sonriéndole con la invitación a que siga intentando. Y, de alguna manera, que también continúe creyendo en esa pequeña esperanza que, por ilusa que sea, me hace creer que no todo está tan podrido.
He pasado muchos años trabajando con mapas. Como explorador y luego jefe de área, aprendí a trazar caminos, imaginar más allá de lo que mis ojos alcanzaban a ver, seguir fácilmente la idea de un paisaje como los que me describe Synnove. Los puedo ver tan claramente que no entiendo cómo hago para no perderme en ello y seguirle la línea de su conversación, sospecho que me está hablando de algún sitio del norte de Europa, demasiado lejano como para darle cierta mística a su apariencia de niña de pelo blanco. Hay algo en ella que me recuerda a las ninfas, pero no me atrevo a preguntarle si hay algo así en las historias de su familia porque tal vez es una idea un poco infantil — Tú misma lo dijiste, pueden ser la misma cosa. Tal vez algunos lo llaman destino, otros lo apodan suerte. Supongo que es una de esas cosas que nadie jamás sabrá, así que solo tenemos que conformarnos con ir paso a paso para descubrirlo. Y si tu energía fue la que te atrajo hasta aquí… pues bienvenida seas — porque de alguna manera, una niña criada en el Capitolio terminó con un par de personajes particulares del catorce y todo se dio naturalmente. ¿Que ella podría haber tenido una vida normal en la gran ciudad? A pesar de haber sido una posibilidad, nunca lo sabremos.
Por un momento que parece algo más lento, mi mirada queda fija en las flechas que decoran las cajas. No digo nada cuando me adelanto para arrancarlas del cartón con un par de movimientos sin mucho esfuerzo — De verdad espero equivocarme con lo que te dije antes — confieso, aún dándole la espalda — De verdad me gustaría creer que todos ustedes seguirán siendo quienes son en el futuro. No veo más que un montón de potencial de adultos increíbles en cada uno de los más jóvenes que hoy se planta por lo que cree correcto. Y si pueden quedarse con quienes eran cuando lleguen a ser algo más, todo esto habrá valido la pena — regreso a ella para tenderle las flechas, sonriéndole con la invitación a que siga intentando. Y, de alguna manera, que también continúe creyendo en esa pequeña esperanza que, por ilusa que sea, me hace creer que no todo está tan podrido.
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