OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
Cierre de Temas
Magnar A. Aminoff
Registro General
Erik Haywood
It's a matter of blood [0.4]
Laurence B. Dickens
The Langdons [0.2]
Phoenix D. Langdon
Band of Blood [2.4]
Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
Birdie É. Barlowe
Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
Williams, Ezra Avery
The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
ÚLTIMOS
TEMAS
TEMAS
Muggles & Squibs
5000 G
5000 G
Extranjeros
4000 G
4000 G
Miembros de Defensa
5000 G
5000 G
Estudiantes
4000 G
4000 G
Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
01.09¿Quieren crearse un nuevo personaje? Aquí pueden encontrar las búsquedas de nuestros usuarios.
31.03No olviden revisar sus MP y pasar por el boletín oficial para ponerse al día con los sucesos de Neopanem.
31.03¡Hay nuevas habilidades disponibles! Podrán leer más sobre ellas aquí.
31.03Estudiantes, ¡los estamos buscando! Pasen a revisar nuestra nueva búsqueda Aquí.
"Vamos, idiota, no te va a suceder absolutamente nada, ¿okay?, tienes que calmarte, estas personas no saben quién eres". La chica se repetía esto una y otra vez en un intento desesperado por calmarse, temía que alguna persona saliese de la nada y la reconociese, pues seguro no eran muy bien recibidos los del capitolio por esos lares, y menos una persona cuyos padres trabajan en el mismísimo ministerio en el departamento de seguridad mágica, sus padres que de manera "ilegal" también extorsionaron a varias personas con dinero y las forzaron al exilio. Ella no debía de ser famosa como ellos, pero nada estaba seguro.
No...un momento. Casi había olvidado que ya había estado en el norte cuando era una adolescente trabajando de prostituta, en ese entonces se veía más como una veela con su cabello dorado y rizado, y luego cuando estaba en prisión trató con muchas personas de este bajo mundo, hizo tratos, formó alguno que otro lazo pero nada demasiado fuerte. Pensaba...si Magnar, el presidente, se acordaba de ella por su cabello gris, había sido una buena decisión ponerse una peluca y un estilo un poco menos elegante o que demostrase posición, algo un poco más rebelde. Esperaba que no se acordasen de ella pues en prisión nunca llevaba maquillaje y de joven no se maquillaba así...joder, tenía que repasar todas y cada una de las opciones y lo estaba haciendo caminando por todo el centro de una calle del distrito 5 como una idiota.
"Idiota, idiota, mil veces idiota, ¿qué esperabas? ¿qué saliese de la nada un traidor a saludarte y ofrecerte su ayuda? tienes que ser extremadamente estúpida para andar con tanta tranquilidad e ingenuidad por un lugar como este, es más, ¿qué es lo que siquiera estás haciendo acá?". Su consciencia tenía razón, no tenía que estar allí, no era una buena idea en absoluto. Pero ella deseaba conocer el estilo de vida de dichos distritos, ver qué tan cruel era la vida con las personas que vivían allí, y, si era posible, vivir la experiencia por un día. No porque le pareciese divertido un tour o quisiese compadecerlos, si no porque para poder estar segura de sus propias ideas, para ver qué podía hacer para ayudar, NECESITABA vivir como ellos. Ya luego aparecería en el distrito 1 de una vez y de allí de nuevo al Capitolio, no planificaba quedarse mucho tiempo.
Le hizo caso a su consciencia y se fue acercando más hacia una acera, pensando, no se dio cuenta de que frente a ella había un letrero de metal y se dio en toda la frente con este, cayendo de bruces al suelo, con un dolor contundente en su cabeza, tocó su frente, no tenía sangre ni un hueco, nada, solo debía de quedar un moretón, pero su cabeza ya estaba empezando a sentirse revuelta. Tenía suerte de haberse pegado bien la peluca porque cualquiera que la hubiese escuchado saldría a verla, tirada en el suelo. ¿Alucinando?. sí...ya estaba viendo dragones por todos lados y esa noche se había quedado sin droga.
No...un momento. Casi había olvidado que ya había estado en el norte cuando era una adolescente trabajando de prostituta, en ese entonces se veía más como una veela con su cabello dorado y rizado, y luego cuando estaba en prisión trató con muchas personas de este bajo mundo, hizo tratos, formó alguno que otro lazo pero nada demasiado fuerte. Pensaba...si Magnar, el presidente, se acordaba de ella por su cabello gris, había sido una buena decisión ponerse una peluca y un estilo un poco menos elegante o que demostrase posición, algo un poco más rebelde. Esperaba que no se acordasen de ella pues en prisión nunca llevaba maquillaje y de joven no se maquillaba así...joder, tenía que repasar todas y cada una de las opciones y lo estaba haciendo caminando por todo el centro de una calle del distrito 5 como una idiota.
"Idiota, idiota, mil veces idiota, ¿qué esperabas? ¿qué saliese de la nada un traidor a saludarte y ofrecerte su ayuda? tienes que ser extremadamente estúpida para andar con tanta tranquilidad e ingenuidad por un lugar como este, es más, ¿qué es lo que siquiera estás haciendo acá?". Su consciencia tenía razón, no tenía que estar allí, no era una buena idea en absoluto. Pero ella deseaba conocer el estilo de vida de dichos distritos, ver qué tan cruel era la vida con las personas que vivían allí, y, si era posible, vivir la experiencia por un día. No porque le pareciese divertido un tour o quisiese compadecerlos, si no porque para poder estar segura de sus propias ideas, para ver qué podía hacer para ayudar, NECESITABA vivir como ellos. Ya luego aparecería en el distrito 1 de una vez y de allí de nuevo al Capitolio, no planificaba quedarse mucho tiempo.
Le hizo caso a su consciencia y se fue acercando más hacia una acera, pensando, no se dio cuenta de que frente a ella había un letrero de metal y se dio en toda la frente con este, cayendo de bruces al suelo, con un dolor contundente en su cabeza, tocó su frente, no tenía sangre ni un hueco, nada, solo debía de quedar un moretón, pero su cabeza ya estaba empezando a sentirse revuelta. Tenía suerte de haberse pegado bien la peluca porque cualquiera que la hubiese escuchado saldría a verla, tirada en el suelo. ¿Alucinando?. sí...ya estaba viendo dragones por todos lados y esa noche se había quedado sin droga.
Una de las primeras cosas que noto al andarme por las calles más estrechas del distrito cinco, es que mi cabello blanco no llama tanto la atención como solía sucederme en el Capitolio, donde más de una vez me habían preguntado disimuladamente por mi ascendencia cuando todavía era reprobable tener sangre heredera de alguna criatura mágica, aquí es de lo menos raro que se puede ver. Sigo moviéndome lo menos posible de todas maneras por estos lados, no tengo antecedentes como para llamar la atención de aurores, lo que me preocupa es dar un mal paso y llevarlos hacia las personas que he comenzado a frecuentar que sí tienen prontuarios. ¿Quién no en estos distritos?
Mimi me ha dicho que tenga cuidado, que pase de largo a la mayoría de las cosas extrañas o sospechosas que vea, pero no he cruzado un par de distritos como para quedarme encerrada en el monoambiente que compartimos, como lo hacía antes en el departamento de mi familia en el Capitolio. Cuando alzo mi mirada a las fachadas de los edificios, mucho más pobres que aquellos del distrito del que vengo, es notoria la diferencia. Sé que debo fingir que no he visto nada cuando una mujer con una cabellera mucho más atípica que la mía, se choca contra uno de esos inoportunos carteles. Tengo la clara orden de seguir de lado, estos distritos no son sitios donde se deba demostrar amabilidad. Me advirtieron de ladrones y estafadores, yo no…
—¡¿Estás bien?!— pregunto con preocupación al acuclillarme cerca de la mujer, tiendo mi mano hacia ella para que tenga en qué apoyarse y pueda ponerse de pie. —¿Te sientes bien? ¿Estás mareada? ¿Has bebido algo? — esto último lo consulto indecisa, no quiero entrometerme. — Ven, sostente en mí— me ofrezco, estirando mi brazo todo lo largo que es alrededor de su cintura para ayudarla a incorporarse. ¿Qué me habían dicho de que tenga cuidado sobre…? Bueno, ya, qué se le va a hacer. —¿Puedes estarte de pie?— sigo abrumándola de preguntas para cerciorarme de que esté mejor.
Mimi me ha dicho que tenga cuidado, que pase de largo a la mayoría de las cosas extrañas o sospechosas que vea, pero no he cruzado un par de distritos como para quedarme encerrada en el monoambiente que compartimos, como lo hacía antes en el departamento de mi familia en el Capitolio. Cuando alzo mi mirada a las fachadas de los edificios, mucho más pobres que aquellos del distrito del que vengo, es notoria la diferencia. Sé que debo fingir que no he visto nada cuando una mujer con una cabellera mucho más atípica que la mía, se choca contra uno de esos inoportunos carteles. Tengo la clara orden de seguir de lado, estos distritos no son sitios donde se deba demostrar amabilidad. Me advirtieron de ladrones y estafadores, yo no…
—¡¿Estás bien?!— pregunto con preocupación al acuclillarme cerca de la mujer, tiendo mi mano hacia ella para que tenga en qué apoyarse y pueda ponerse de pie. —¿Te sientes bien? ¿Estás mareada? ¿Has bebido algo? — esto último lo consulto indecisa, no quiero entrometerme. — Ven, sostente en mí— me ofrezco, estirando mi brazo todo lo largo que es alrededor de su cintura para ayudarla a incorporarse. ¿Qué me habían dicho de que tenga cuidado sobre…? Bueno, ya, qué se le va a hacer. —¿Puedes estarte de pie?— sigo abrumándola de preguntas para cerciorarme de que esté mejor.
Dolor, dolor. Y el shock del momento ni siquiera le permitía sacar su varita de su bota para hacer algún tipo de hechizo sanador, solo estaba allí tirada en el suelo viendo el oscuro cielo, muy distinto al del capitolio que solía ser azul y bonito, es como si todo el ambiente del lugar afectara también al cielo, como si él también se sintiese triste, abandonado, desolado y gris al igual que todo en el distrito 5. Solo podía verlo fijamente, sus ojos entreabiertos pues empezaba a marearse aún más, de verdad...ni siquiera requería drogas para alucinar porque además de los dragones que danzaban a su alrededor, sus favoritos, bolas de fuego chinas, había también un unicornio corriendo en círculos y una chica de cabellos dorados acercándose a ella.
Ya estaba empezando a alucinar que tenía una hermana y todo, quizá al llegar a su casa le pediría a sus padres que tuvieran sexo y le dieran una hermana, ahora quería una, demonios. No...no lo haría, eso estaba muy mal, el solo imaginárselos en el acto le dio arcadas...internas, porque su cuerpo aún no terminaba de reaccionar. En serio...aquél letrero tenía que tener algún tipo de alucinógeno que se adentra en tu organismo a través de la piel porque no era normal que viese tantas estupideces por un golpe revuelve cerebros. ¿Sería que las drogas del dia anterior al anterior al anterior a ese le seguían haciendo efecto? tenían que ser muy buenas o ellla muy débil para seguir bajo sus efectos tras tanto tiempo o debían de tener una capacidad reactivadora oculta.
La chica, sin embargo, parecía ser lo único real entre las cosas que veía porque no solo le hablaba con preocupación, si no que parecía ser completamente sólida, pues le estaba ofreciendo su mano. Logró alzar su mano para tomar la de ella, sorpresivamente, y estuvo feliz de ver que era real y le ofrecía ayuda. Encontró su propia voz después de unos segundos, ya el shock inmediato del golpe se le estaba pasando un poco, aunque ahora los dragones estaban arrastrándose por el suelo. — Yo...estoy bien. — no, no lo estaba, pero no quería preocuparla mucho. — Solo fue un golpe que...auch. — se tocó la frente e inmediatamente sintió una punzada de dolor que avivó los colores de los dragones. — ...En serio...¿de quién son esos dragones. — movió la mano hacia la nada, por un momento los creyó reales. — Digo...olvida eso, creo que estoy viendo cosas. — rió, intentando calmarse y se agarró de la chica, no sabía a dónde la llevaría, pero quería confiar en la bondad de las personas fuera de su mundo conocido. Logró ponerse de pie y caminar, pero los dragones la estaban persiguiendo, su cuerpo estaba relativamente bien pero su mente se había jodido momentáneamente, esperaba dejar de ver cosas extrañas una vez le dejara de doler la cabeza.
Ya estaba empezando a alucinar que tenía una hermana y todo, quizá al llegar a su casa le pediría a sus padres que tuvieran sexo y le dieran una hermana, ahora quería una, demonios. No...no lo haría, eso estaba muy mal, el solo imaginárselos en el acto le dio arcadas...internas, porque su cuerpo aún no terminaba de reaccionar. En serio...aquél letrero tenía que tener algún tipo de alucinógeno que se adentra en tu organismo a través de la piel porque no era normal que viese tantas estupideces por un golpe revuelve cerebros. ¿Sería que las drogas del dia anterior al anterior al anterior a ese le seguían haciendo efecto? tenían que ser muy buenas o ellla muy débil para seguir bajo sus efectos tras tanto tiempo o debían de tener una capacidad reactivadora oculta.
La chica, sin embargo, parecía ser lo único real entre las cosas que veía porque no solo le hablaba con preocupación, si no que parecía ser completamente sólida, pues le estaba ofreciendo su mano. Logró alzar su mano para tomar la de ella, sorpresivamente, y estuvo feliz de ver que era real y le ofrecía ayuda. Encontró su propia voz después de unos segundos, ya el shock inmediato del golpe se le estaba pasando un poco, aunque ahora los dragones estaban arrastrándose por el suelo. — Yo...estoy bien. — no, no lo estaba, pero no quería preocuparla mucho. — Solo fue un golpe que...auch. — se tocó la frente e inmediatamente sintió una punzada de dolor que avivó los colores de los dragones. — ...En serio...¿de quién son esos dragones. — movió la mano hacia la nada, por un momento los creyó reales. — Digo...olvida eso, creo que estoy viendo cosas. — rió, intentando calmarse y se agarró de la chica, no sabía a dónde la llevaría, pero quería confiar en la bondad de las personas fuera de su mundo conocido. Logró ponerse de pie y caminar, pero los dragones la estaban persiguiendo, su cuerpo estaba relativamente bien pero su mente se había jodido momentáneamente, esperaba dejar de ver cosas extrañas una vez le dejara de doler la cabeza.
—¿Segura de que lo estás?— pregunto una vez más, por pesada que pueda parecerle a la mujer. Por lo menos toma mi mano para que pueda ayudarla a incorporarse cuando no se ve muy capaz de sostenerse sobre sus pies, me preocupa de verdad que esté bajo los efectos de alguna sustancia de esas que Mimi también me advirtió que se pueden vender fácilmente en estos callejones. Puede que mi mayor pecado sea la ingenuidad, que por eso mismo sea tan precavida con todos los males posibles que acechan en las esquinas de un distrito que es nuevo para mí, y por ello también es que no puedo simplemente ignorar la ayuda que le pueda dar a una extraña que recibió un mal golpe.
Me saca una sonrisa inesperada que pregunte por dragones, curvo mis labios en un gesto más dulce hacia ella y la conduzco del brazo a uno de los peldaños que nos quedan cerca para que pueda sentarse allí, es la entrada a la puerta tapiada de un edificio así que salvo que venga algún vagabundo reclamándolo como su lugar, podemos sentarnos tranquilas al menos hasta que ella deje de sentir que el mundo gira. —¿Aceptaste de beber algo hace poco? ¿Comiste algo? Puede que te hayan dado algo que no te hizo bien…— comento, para no decir a bocajarro que tal vez la drogaron. En realidad no tengo manera de saberlo, es pura especulación. Quien sabe, tal vez se droga por gusto, esa chica que una vez me había ayudado en una salida me había dicho que hay gente que lo hace por qué sí.
Cuando la tengo debidamente sentada en el escalón, acerco mis dedos a su frente para medir que tanto le sobresale el moretón, puede que se le arme un chichón por el golpe. Tengo el impulso de sacar mi varita para probar algún hechizo de sanación, pero me detengo. Lo raro en estos distritos es que alguien tenga varita y funciona como una maldita señal roja que atrae atenciones que nadie quiere. —¿Cuántos dedos ves?— pregunto, colocando tres delante de su nariz. — ¿Recuerdas cómo te llamas? ¿Qué estás haciendo por aquí? ¿Si buscas a alguien?— consulto, más que nada como prueba para saber que está en todos sus sentidos, y entonces me doy cuenta de mi error. —Disculpa, no es mi intención ser invasiva, no hace falta que contestas… era para saber si puedes pensar con claridad— digo, y puesto que fui un poco entrometida, doy algo de mi parte también. —Soy Synnove, por cierto— y por un segundo vacilo, pero no me puedo quedar con la duda. —¿Tu cabello es así de blanco... en serio?
Me saca una sonrisa inesperada que pregunte por dragones, curvo mis labios en un gesto más dulce hacia ella y la conduzco del brazo a uno de los peldaños que nos quedan cerca para que pueda sentarse allí, es la entrada a la puerta tapiada de un edificio así que salvo que venga algún vagabundo reclamándolo como su lugar, podemos sentarnos tranquilas al menos hasta que ella deje de sentir que el mundo gira. —¿Aceptaste de beber algo hace poco? ¿Comiste algo? Puede que te hayan dado algo que no te hizo bien…— comento, para no decir a bocajarro que tal vez la drogaron. En realidad no tengo manera de saberlo, es pura especulación. Quien sabe, tal vez se droga por gusto, esa chica que una vez me había ayudado en una salida me había dicho que hay gente que lo hace por qué sí.
Cuando la tengo debidamente sentada en el escalón, acerco mis dedos a su frente para medir que tanto le sobresale el moretón, puede que se le arme un chichón por el golpe. Tengo el impulso de sacar mi varita para probar algún hechizo de sanación, pero me detengo. Lo raro en estos distritos es que alguien tenga varita y funciona como una maldita señal roja que atrae atenciones que nadie quiere. —¿Cuántos dedos ves?— pregunto, colocando tres delante de su nariz. — ¿Recuerdas cómo te llamas? ¿Qué estás haciendo por aquí? ¿Si buscas a alguien?— consulto, más que nada como prueba para saber que está en todos sus sentidos, y entonces me doy cuenta de mi error. —Disculpa, no es mi intención ser invasiva, no hace falta que contestas… era para saber si puedes pensar con claridad— digo, y puesto que fui un poco entrometida, doy algo de mi parte también. —Soy Synnove, por cierto— y por un segundo vacilo, pero no me puedo quedar con la duda. —¿Tu cabello es así de blanco... en serio?
Pero qué persona tan agradable, la iba a llevar a su casa y le daría de comer y...no, Dioni, no es una esclava ni una mascota, no te la puedes llevar. Y no parecía tampoco estar pasando mucha hambre, ¿sería que estaba, de hecho, teniendo una buena vida en el Norte? ¿Era eso posible? ¿No se morían todos de hambre?. Wow...de verdad tenía que aprender muchas cosas todavía, primero, al parecer no todos eran desagradables y al parecer tampoco eran un montón de ermitaños vestidos con sacos de papas. Su padre le había mentido.
O quizá solo fuese ella que se veía distinta. No...no podía ser así. Son personas, personas de verdad, usan ropa, zapatos, comen, salen. No son animales. Le costaba un poco sacarse la idea de las personas del Norte que le habían metido en la cabeza en el Capitolio. Finalmente sus pies pudieron descansar y se sentó al lado de la chica, intentando sostenerse del suelo con una mano para no caer. Los dragones uno a uno se estaba yendo pero aún se encontraba bastante mareada, casi al borde de empezar a vomitar. Esperaba que eso no sucediera porque el vómito le daba mucho asco y le causaba más vómito, mucho más si era el suyo mismo. Abrió la boca para responder a su pregunta sobre si había bebido algo pero solo se le salió una risa repentina. Ay, maldita sea, eso solo hizo que le doliese más la cabeza. Quería sacar su varita y remediarlo pero temía que eso la pusiese en riesgo. Alzó su mano y señaló sus dedos cuando esta los puso frente a ella. — A mí no me engañas... — comenzó y entrecerró los ojos, podía parecer hostil pero solo jugaba. — ...allí hay cinco dedos, los otros dos los tienes ocultos. — sonrió, satisfecha con su respuesta e intentó levantarse, ni siquiera sabía por qué pero volvió a caer sentada.
No respondió a ninguna de sus preguntas por el momento, principalmente porque por un segundo no recordaba a qué había ido para allá pero al final al escuchar lo de su cabello le sonrió, parecía ser solamente una chica curiosa, y a ella también le causaba curiosidad el color de cabello de ella. — Yo soy Lilith. — le dio su segundo nombre, el primero sonaba muy "elegante", y aún no sabía si podía tomarlo contra ella. Sin embargo, le otorgó suficiente confianza a su salvadora como para decirle lo otro. Al parecer...la peluca negra había desaparecido en algún momento — No realmente, está bastante decolorado, yo... — la miró, ya no había dragones y el mareo era más ligero, aunque el dolor de cabeza seguía allí. — Lo tengo como el tuyo, yendo un poco más hacia los tonos dorados que los plateados...cabellos dorados cual rayos de sol... — comenzó, una línea de un libro muggle que había leído.
O quizá solo fuese ella que se veía distinta. No...no podía ser así. Son personas, personas de verdad, usan ropa, zapatos, comen, salen. No son animales. Le costaba un poco sacarse la idea de las personas del Norte que le habían metido en la cabeza en el Capitolio. Finalmente sus pies pudieron descansar y se sentó al lado de la chica, intentando sostenerse del suelo con una mano para no caer. Los dragones uno a uno se estaba yendo pero aún se encontraba bastante mareada, casi al borde de empezar a vomitar. Esperaba que eso no sucediera porque el vómito le daba mucho asco y le causaba más vómito, mucho más si era el suyo mismo. Abrió la boca para responder a su pregunta sobre si había bebido algo pero solo se le salió una risa repentina. Ay, maldita sea, eso solo hizo que le doliese más la cabeza. Quería sacar su varita y remediarlo pero temía que eso la pusiese en riesgo. Alzó su mano y señaló sus dedos cuando esta los puso frente a ella. — A mí no me engañas... — comenzó y entrecerró los ojos, podía parecer hostil pero solo jugaba. — ...allí hay cinco dedos, los otros dos los tienes ocultos. — sonrió, satisfecha con su respuesta e intentó levantarse, ni siquiera sabía por qué pero volvió a caer sentada.
No respondió a ninguna de sus preguntas por el momento, principalmente porque por un segundo no recordaba a qué había ido para allá pero al final al escuchar lo de su cabello le sonrió, parecía ser solamente una chica curiosa, y a ella también le causaba curiosidad el color de cabello de ella. — Yo soy Lilith. — le dio su segundo nombre, el primero sonaba muy "elegante", y aún no sabía si podía tomarlo contra ella. Sin embargo, le otorgó suficiente confianza a su salvadora como para decirle lo otro. Al parecer...la peluca negra había desaparecido en algún momento — No realmente, está bastante decolorado, yo... — la miró, ya no había dragones y el mareo era más ligero, aunque el dolor de cabeza seguía allí. — Lo tengo como el tuyo, yendo un poco más hacia los tonos dorados que los plateados...cabellos dorados cual rayos de sol... — comenzó, una línea de un libro muggle que había leído.
Sonrío como aprobación a su respuesta, me guardo lo de «chica lista» porque sigue siendo una extraña con la que no puedo abusar de confianza en una conversación casual. Deja pasar el resto de todas mis preguntas, pero con esa primera respuesta tengo la seguridad de que se encuentra bien, su cerebro parece estar recomponiéndose de la contusión. Si es capaz de encontrar humor y una contestación ingeniosa para darme, debe estar bien. Me abrazo a mis rodillas al estar sentada en el peldaño y me cosquillean los dedos por el interés que me causa el tono de su cabello debajo de esa peluca que se le ha descolocado. —Lilith como la luna negra— comento, y sonrío un poco más, porque mi nombre significa “obsequio del sol”, cuando ambas tenemos un cabello que tiende más al pálido de la luna llena. Asiento con mi barbilla a la explicación que me da, me muerdo el labio inferior con los dientes porque la curiosidad me hace querer saber más.
Una vez leí sobre cómo entre un montón de cosas que tenemos a la vista, reparamos en detalles que nos significan algo, y en todo lo que es su atuendo, el tono de su cabello es lo que me llama la atención, creo que por ser demasiado consciente del tono del mío. — Mi bisabuela era veela— se lo digo sin más, no tiene caso ocultárselo, aquí tampoco es tabú confesar algo así. Muchos fueron repudiados por esa sangre mestiza, y es reciente el permiso que se les concedió para que volviera a reincorporarse a la sociedad, un permiso con sus claros y oscuros. —Ya no heredé ni una pizca de la sangre, pero sí el cabello que es casi blanco— cuento, y pienso en cómo eso llegó a darme el mote de albina por parte de mi mejor amiga. —¿Quieres que te ayude a reacomodarte la peluca?— me ofrezco, —Salvo que lo hagas porque te gusta, no entiendo por qué esconderías tu cabello— y me muerdo la lengua antes de volver a preguntar si está buscando a alguien o qué la trae por aquí. —¿Sabes? De lejos me diste la impresión de ser una mujer más grande, ahora que te miro de sangre no te ves muy mayor…— apunto.
Una vez leí sobre cómo entre un montón de cosas que tenemos a la vista, reparamos en detalles que nos significan algo, y en todo lo que es su atuendo, el tono de su cabello es lo que me llama la atención, creo que por ser demasiado consciente del tono del mío. — Mi bisabuela era veela— se lo digo sin más, no tiene caso ocultárselo, aquí tampoco es tabú confesar algo así. Muchos fueron repudiados por esa sangre mestiza, y es reciente el permiso que se les concedió para que volviera a reincorporarse a la sociedad, un permiso con sus claros y oscuros. —Ya no heredé ni una pizca de la sangre, pero sí el cabello que es casi blanco— cuento, y pienso en cómo eso llegó a darme el mote de albina por parte de mi mejor amiga. —¿Quieres que te ayude a reacomodarte la peluca?— me ofrezco, —Salvo que lo hagas porque te gusta, no entiendo por qué esconderías tu cabello— y me muerdo la lengua antes de volver a preguntar si está buscando a alguien o qué la trae por aquí. —¿Sabes? De lejos me diste la impresión de ser una mujer más grande, ahora que te miro de sangre no te ves muy mayor…— apunto.
De hecho su nombre sabía ella a ciencia cierta que su madre se lo había puesto pues era gran fan de un ocultista muggle de hacía muchos años atrás llamado Aleister Crowley. Este llamó a una de sus hijas de tal manera y según lo que le había dicho era el nombre de un tipo de diosa o demonio, para los muggles, no estaba realmente segura de cuál de las dos se suponía que era pero era importante para el satanismo y repudiada por el catolicismo. Tampoco le explicó muy bien qué era el catolicismo pero del satanismo sí conocía. Siempre le preguntó a su madre de dónde sacó las tendencias hacia cosas muggles como su historia y literatura, pero nunca le dijo nada, y sabía que de su abuela no podía ser porque era purista hasta la médula.
En honor a estas historias que a pesar de ser contadas por una persona que se las arregló toda su vida para hacerle daño, le habían llegado a ser de sumo interés, fue que nombró a su gato Aleister. A quién no se llevó en su viaje a pesar de cuánto él deseaba ir porque temía ponerlo en peligro, aunque daría su vida por él no sabía si podían atraparlo y matarlo en el acto, no deseaba que eso sucediera pues era lo más preciado para ella en ese mundo. Tampoco usó su propia forma de gato para andar por las calles pues desconocía cómo funcionaban por allí y no sabía si podían descubrirla mientras usaba su animagia y luego intentar sacarle información. Si la descubrían aurores no sería problema pues tenía certificado y podía decir que estaba espiando a los rebeldes bajo esa forma, pero no sabría cómo explicarles a los habitantes que estaba allí para entenderlos mejor y que estos le creyeran a una chica sangre pura y "reconocida" del Capitolio.
Alzó ambas cejas, al parecer la chica confió en ella para decirle eso, así que no sintió necesidad de ocultarle. — Mi abuela es una veela, continúa viva aún, por ahí probablemente comiéndose vivo a algún hombre en el capitolio probablemente. — se mordió el labio, siquiera mencionar el capitolio podría ser algo muy muy malo, la chica parecía buena, así que confiaría en que no la juzgaría por nada. Es más, quizá ella misma fuese de allá igual. Negó con la cabeza, parecía que no la joderían por su cabello allí, parecía. — No, tranquila, creo que ya no importa, además, me gusta mucho mi cabello así. — finalmente logró pararse, solo quedaba ahora el dolor, eso sí no era pasajero. Suspiró y llevó su mano a su bota, sacando su larga y estilizada varita. Le guiñó un ojo y lanzó un hechizo para aliviar el dolor. — Esto queda entre nosotras y...tengo veintitrés años, ¿tú?
En honor a estas historias que a pesar de ser contadas por una persona que se las arregló toda su vida para hacerle daño, le habían llegado a ser de sumo interés, fue que nombró a su gato Aleister. A quién no se llevó en su viaje a pesar de cuánto él deseaba ir porque temía ponerlo en peligro, aunque daría su vida por él no sabía si podían atraparlo y matarlo en el acto, no deseaba que eso sucediera pues era lo más preciado para ella en ese mundo. Tampoco usó su propia forma de gato para andar por las calles pues desconocía cómo funcionaban por allí y no sabía si podían descubrirla mientras usaba su animagia y luego intentar sacarle información. Si la descubrían aurores no sería problema pues tenía certificado y podía decir que estaba espiando a los rebeldes bajo esa forma, pero no sabría cómo explicarles a los habitantes que estaba allí para entenderlos mejor y que estos le creyeran a una chica sangre pura y "reconocida" del Capitolio.
Alzó ambas cejas, al parecer la chica confió en ella para decirle eso, así que no sintió necesidad de ocultarle. — Mi abuela es una veela, continúa viva aún, por ahí probablemente comiéndose vivo a algún hombre en el capitolio probablemente. — se mordió el labio, siquiera mencionar el capitolio podría ser algo muy muy malo, la chica parecía buena, así que confiaría en que no la juzgaría por nada. Es más, quizá ella misma fuese de allá igual. Negó con la cabeza, parecía que no la joderían por su cabello allí, parecía. — No, tranquila, creo que ya no importa, además, me gusta mucho mi cabello así. — finalmente logró pararse, solo quedaba ahora el dolor, eso sí no era pasajero. Suspiró y llevó su mano a su bota, sacando su larga y estilizada varita. Le guiñó un ojo y lanzó un hechizo para aliviar el dolor. — Esto queda entre nosotras y...tengo veintitrés años, ¿tú?
Mi sorpresa es auténtica cuando se curvan mis cejas hasta casi chocar con el nacimiento de mi cabello, porque todavía no me sobrepongo a la impresión de saber que hay veelas en el Capitolio y otros distritos cuando no hasta hace mucho eran parias, decir que se descendía de ellas era ponerse en la mira de críticas. Fue Magnar Aminoff hace unos meses quien decretó que todas las criaturas mágicas podrían reintegrarse, abriendo las puertas que Jamie Niniadis cerró para ellos hace quince años, prácticamente toda mi vida y como crecí en el Capitolio, el paisaje que conozco es muy distinto. Quiero tomarme a broma lo que dice de su abuela, por las dudas no le pregunto si esa es su intención y tampoco me río. Son criaturas poderosas para mí, las admiro, pero sabemos que también pueden ser feroces.
—Queda entre nosotras— repito sus palabras con un asentimiento al ver que ha sacado una varita de su bota, sé por pauta tácita en estos distritos de repudiados es no andar de lleva y trae con ningún chisme, y también mencionar que se ha visto a tal o cual persona, podría ser exponerla. Y no sé qué la trae al norte, si es que vive aquí, el por qué de lo extraño de su atuendo cuando aquí hay personas que a veces van apenas con lo justo o si esa varita es suya o la ha robado. —¿Veintitrés?— pregunto, —Sí que eres demasiado joven— sigo, eso quiere decir que apenas me lleva tres años, no somos tan lejanas en edad. Por alguna extraña prudencia, me guardo de decirle cuántos años tengo. —¿Te sientes mejor como para caminar? Si estás un poco desorientada, puedo acompañarte. Suelo salir a caminar para conocer un poco mejor el distrito— cierro mi boca inmediatamente al darme cuenta que le estoy dejando saber que no soy de aquí. —¿Tú eres de aquí o andar juntas sería arriesgarnos a perdernos? Porque me han dicho que no es bonito perderse por aquí. ¿Esa varita… cómo la conseguiste?— pregunto finalmente.
—Queda entre nosotras— repito sus palabras con un asentimiento al ver que ha sacado una varita de su bota, sé por pauta tácita en estos distritos de repudiados es no andar de lleva y trae con ningún chisme, y también mencionar que se ha visto a tal o cual persona, podría ser exponerla. Y no sé qué la trae al norte, si es que vive aquí, el por qué de lo extraño de su atuendo cuando aquí hay personas que a veces van apenas con lo justo o si esa varita es suya o la ha robado. —¿Veintitrés?— pregunto, —Sí que eres demasiado joven— sigo, eso quiere decir que apenas me lleva tres años, no somos tan lejanas en edad. Por alguna extraña prudencia, me guardo de decirle cuántos años tengo. —¿Te sientes mejor como para caminar? Si estás un poco desorientada, puedo acompañarte. Suelo salir a caminar para conocer un poco mejor el distrito— cierro mi boca inmediatamente al darme cuenta que le estoy dejando saber que no soy de aquí. —¿Tú eres de aquí o andar juntas sería arriesgarnos a perdernos? Porque me han dicho que no es bonito perderse por aquí. ¿Esa varita… cómo la conseguiste?— pregunto finalmente.
Sonrió al ver como todo parecía sorprenderle, parecía ser una chica de unos diecisiete o dieciocho años. No podía estar segura pero tenía una forma de actuar bastante juvenil, realmente, le gustaba, era refrescante. Le recordaba a algunos de sus alumnos. La mayoría de las personas que conocía vivían en una nube de pesadumbrez y dolor eternos, solo pensando en lo peor. Y en sí mismos. Sí...la gente del capitolio no solía agradarle mucho. A pesar de parecer inteligentes, cultos y decentes eran bastantes una mierda de personas o marionetas faltas de personalidad. Qué triste que a ella le tocase parecer una cuando estaba cerca de las autoridades.
— Bueno, serán veinticuatro en un mes, feliz cumpleaños adelantado a mí y que no me maten antes de poder cumplirlos. — rió, aunque por dentro sí tenía un poco de miedo. Sí seguía todas las reglas no se vería en malas situaciones, pero por desgracia ya estaba rompiéndolas todas desde antes, durante, y ahora, después de salir de la cárcel. Asintió con la cabeza, ya se sentía muchísimo mejor, quizá el efecto del golpe era lo que le había puesto a ver dragones porque se sentía completamente sobria ya. Sin alucinaciones, ni mareo, ni dolor, nada. Sin embargo casi se cayó de nuevo al escuchar a la chica preguntar. — Eres muy curiosa, ¿no? ¿sabías que la curiosidad mató al gato? — diciendo esto apuntó su varita hacia ella, sonriendo de medio lado. Pero luego la bajó y rió. — Eso, señorita, es información clasificada. — guardó de nuevo la peculiar, hermosa y estilizada varita en su bota, ofreciéndole su brazo a la joven para caminar juntas.
— No soy del 5, así que diría que nos arriesgamos a perdernos bastante, y mi sentido de la orientación es nulo así que nos arriesgamos aún más. Adelante. A ver cómo es todo por acá.
— Bueno, serán veinticuatro en un mes, feliz cumpleaños adelantado a mí y que no me maten antes de poder cumplirlos. — rió, aunque por dentro sí tenía un poco de miedo. Sí seguía todas las reglas no se vería en malas situaciones, pero por desgracia ya estaba rompiéndolas todas desde antes, durante, y ahora, después de salir de la cárcel. Asintió con la cabeza, ya se sentía muchísimo mejor, quizá el efecto del golpe era lo que le había puesto a ver dragones porque se sentía completamente sobria ya. Sin alucinaciones, ni mareo, ni dolor, nada. Sin embargo casi se cayó de nuevo al escuchar a la chica preguntar. — Eres muy curiosa, ¿no? ¿sabías que la curiosidad mató al gato? — diciendo esto apuntó su varita hacia ella, sonriendo de medio lado. Pero luego la bajó y rió. — Eso, señorita, es información clasificada. — guardó de nuevo la peculiar, hermosa y estilizada varita en su bota, ofreciéndole su brazo a la joven para caminar juntas.
— No soy del 5, así que diría que nos arriesgamos a perdernos bastante, y mi sentido de la orientación es nulo así que nos arriesgamos aún más. Adelante. A ver cómo es todo por acá.
Pese a la sonrisa de ánimo que le muestro, creo que todos podes sentir esa tensión en el aire a punto de cortarse y si esta chica vive el día a día de lo difícil que es subsistir en el norte, entiendo por qué pone en duda de si llegará viva a su próximo cumpleaños. Entiendo que las condiciones de vida en estos distritos es, en el mejor de los casos, algo llevadero. Nadie diría que está bien, que la vida es amable, solo soñando hablarían de lujos. Es todo lo que sabía que encontraría cuando decidí dejar el Capitolio para trasladarme al cinco y aprieto con fuerza mis labios cuando me contengo de señalar algo que falta, porque en muchos casos tampoco es algo que podamos conseguir por esos lados. No será una vida amable, pero sigo siendo optimista y tengo fe en que los días son como los pintamos. —Entonces celebremos por adelantado, te invito a un paseo por el cinco— digo.
Y la miro con un pestañeo lento cuando usa su varita para apuntarme, tengo la mía guardada por si la necesito. Pero si realmente la necesitara para defenderme de lo que sea, sabemos que daría lo mismo que tenga en manos la ramita seca de un árbol, no soy la más hábil en hechizos rápidos. Participaba en prácticas de duelo del Royal, de las que me fui retirando al concentrarme en el estudio teórico de las leyes. Si mi curiosidad me mete en problemas, me queda confiar en la amabilidad ajena y todavía recibo un poco de Lilith, porque baja su varita. —Pobre gato— murmuro, —si quieres, también puedes hacerme preguntas— me ofrezco, siempre he creído que es parte de conocer a alguien y no creo que volvamos a vernos después de hoy, pero quien sabe.
—Entonces… volviendo sobre lo que no es clasificado, ¿cómo es tu abuela veela? Siempre me han intrigado mucho, supongo que por oí de la mía, pero nunca la conocí. ¿Y tú… también tienes el encanto veela?— pregunto, si no me equivoco, por línea de descendencia todavía le tocaría heredar algunos dones. Mientras hablo avanzo por la acera con mi brazo enlazado al suyo, supongo que si alguien nos ve hasta podría apostar que somos hermanas que solo difieren en atuendo. Tengo que reconocer que me tranquiliza contar con una compañía cuando al doblar nos encontramos con un callejón con un par de puertas con letreros que ofrecen cosas a la venta, todo legal por lo que se puede leer, claro que son sólo letreros. Uno de los muros está pintado de colores estridentes, cuando mis ojos se acostumbran al diseño, puedo apreciar que se trata de un basilisco enrollado en sí mismo que protege un huevo violeta con un montón de detalles dentro, que no puedo ver a la distancia, pero parecen runas. —Escuché que pueden transformarse en varios animales eso es… estupendo— sigo con mi plática, —pero más allá de la fascinación que me causan, las veelas siempre me han provocado mucha pena. Como otras criaturas también,— no uso la palabra «bestia» porque no estoy de acuerdo con su uso, —han tenido que pasar por algo muy doloroso para luego cambiar. Hay muchas maneras de morir y seguir vivos, ¿te das cuenta? Y muchas veces pensamos en cómo cambia el cuerpo, juzgan a partir de eso, pero… en realidad lo que muchas veces se rompe es el espíritu y eso nadie lo ve—, pienso incluso en mi madre al decirlo, creo que es el ejemplo más cercano que tengo de alguien que se rompió en pedazos por dentro.
Y la miro con un pestañeo lento cuando usa su varita para apuntarme, tengo la mía guardada por si la necesito. Pero si realmente la necesitara para defenderme de lo que sea, sabemos que daría lo mismo que tenga en manos la ramita seca de un árbol, no soy la más hábil en hechizos rápidos. Participaba en prácticas de duelo del Royal, de las que me fui retirando al concentrarme en el estudio teórico de las leyes. Si mi curiosidad me mete en problemas, me queda confiar en la amabilidad ajena y todavía recibo un poco de Lilith, porque baja su varita. —Pobre gato— murmuro, —si quieres, también puedes hacerme preguntas— me ofrezco, siempre he creído que es parte de conocer a alguien y no creo que volvamos a vernos después de hoy, pero quien sabe.
—Entonces… volviendo sobre lo que no es clasificado, ¿cómo es tu abuela veela? Siempre me han intrigado mucho, supongo que por oí de la mía, pero nunca la conocí. ¿Y tú… también tienes el encanto veela?— pregunto, si no me equivoco, por línea de descendencia todavía le tocaría heredar algunos dones. Mientras hablo avanzo por la acera con mi brazo enlazado al suyo, supongo que si alguien nos ve hasta podría apostar que somos hermanas que solo difieren en atuendo. Tengo que reconocer que me tranquiliza contar con una compañía cuando al doblar nos encontramos con un callejón con un par de puertas con letreros que ofrecen cosas a la venta, todo legal por lo que se puede leer, claro que son sólo letreros. Uno de los muros está pintado de colores estridentes, cuando mis ojos se acostumbran al diseño, puedo apreciar que se trata de un basilisco enrollado en sí mismo que protege un huevo violeta con un montón de detalles dentro, que no puedo ver a la distancia, pero parecen runas. —Escuché que pueden transformarse en varios animales eso es… estupendo— sigo con mi plática, —pero más allá de la fascinación que me causan, las veelas siempre me han provocado mucha pena. Como otras criaturas también,— no uso la palabra «bestia» porque no estoy de acuerdo con su uso, —han tenido que pasar por algo muy doloroso para luego cambiar. Hay muchas maneras de morir y seguir vivos, ¿te das cuenta? Y muchas veces pensamos en cómo cambia el cuerpo, juzgan a partir de eso, pero… en realidad lo que muchas veces se rompe es el espíritu y eso nadie lo ve—, pienso incluso en mi madre al decirlo, creo que es el ejemplo más cercano que tengo de alguien que se rompió en pedazos por dentro.
Quizá había sido una broma un poco cruel el fingir que podía atacarla por preguntarle tantas cosas personales, sobre todo viendo dónde vivía y que ella obviamente no pertenecía allí. Parecía ser demasiado inocente, agradable, solidaria, ingenua y dulce para ser del norte, y a la vez demasiado para ser del Capitolio. No poseía la malicia y la prepotencia de muchos de los jóvenes del Capitolio, pero sí parecía ser inteligente aunque quizá demasiado confiada. Pensaba en que tendría que enseñarle a no confiar tan fácilmente en las personas. Así como ella pudo haberse topado con una persona mala, la chica también pudo haber sido engañada por algún falso auror o espía, apelando a su lado bueno para atraparla y llevarla a prisión como fugitiva.
Puso un dedo sobre su labio al escuchar eso y pensó, ¿qué pregunta podría tener para ella?, hmm... — Me sorprendió que fueses tan amable conmigo y me ayudases. ¿Es muy común conseguir gente torpe por acá tropezándose con letreros? ¿o es muy común que ayudes a las personas sin pensar en lo que esas personas podrían hacerte?. — esto lo dijo un poco más seria, no conocía mucho a la chica pero se notaba que era una muy buena persona, le agradaba, pero ya por haberla salvado no quería que le pasara nada. — Te agradezco muchísimo tu ayuda así que te daré un pequeño consejo. Siempre deberías desconfiar un poco de todos. No digo que no ayudes a nadie pero sí que te reserves de dar información personal a personas que acabas de conocer. ¿Cómo sabes que no soy una metamorfomaga que realmente es cazadora de veelas y solo llamo la atención de las personas pareciendo descendiente de una? — alzó una ceja, no quería que desconfiase realmente de ella, pero sí quería ayudarle a crear un pequeño muro para evitarse problemas.
Le pareció oler algo bastante bueno cuando llegaron a la calle en dónde habían varios vendedores. Allí sentía que no debía de tener tanto cuidado con lo que decía como en el capitolio así que no intentó hablar en susurros. — Ya que tú confiaste en mí, confiaré en ti. Quizá seas tú la espía metamorfomaga y yo la que esté en peligro así que de todas maneras ya estoy jodida. — bromeó...algo así. — Mi tatarabuela traicionó a la familia al ser sangre pura y dejar a su esposo de sangre pura para irse con un mago de sangre muggle. En ese entonces se fue a vivir con el muggle y se alejó de toda la familia. Tuvo una hija de sangre mestiza, quién decidió volver con la parte pura de nuestra familia. Ella conocía mucho sobre los muggles y los respetaba, sin embargo, prefería la familia de magos por lo cual no la tacharon de traidora como a mi tatarabuela. Le enseñó mucho sobre los muggles a su hermano, el hijo que tuvo mi tatarabuela con su ex esposo sangre pura. Este, es mi bisabuelo, mantuvo los conocimientos y al casarse con otra sangre pura también le enseñó a mi abuela, su única hija, sobre los muggles. Ella realmente no estaba muy interesada en ellos, solo en sus lujos, sus cosas, hasta que sus ojos se posaron en un humano sin magia alguna. — tiró de la chica un poco hacia un lado para acercarse al lugar de dónde salía aquél olor, ahora le rugía el estómago.
— En ese entonces ya estaba también casada con un sangre pura. Aprendió muchas cosas de él e incluso llegaron a engendrar un hijo, para el horror de mi familia quiénes la tomaron por traidora. Sin embargo un día el humano solo...enloqueció y decidió acabar con su vida, incluso cortando su cabeza y usándola de trofeo en su pared. Mi abuela renació como veela y sin piedad acabó con la vida de su esposo y por odio a sus propias decisiones también con la de su propio hijo. — ya se estaba tornando bastante oscura, no le gustaba mucho recordar esa historia. Le recordaba la falta de escrúpulos de su familia. — Tuvo otro hijo con su esposo y le perdonaron la traición, ignorando todo lo sucedido y diciendo que solo la mató un muggle loco que nada tenía que ver con ella. Este hijo es realmente mi mamá. Vengo de sangre irlandesa y de hecho, mi abuela era pelirroja de ojos color miel, mi abuelo de tez clara igual y también pelirrojo, ojos azules. Luego ella cambió al típico cabello dorado, piel pálida y ojos azules y pasando esto a mi madre y a mí. Mi padre es pálido de ojos azules y cabello oscuro así que realmente lo único fuera de lugar es el cabello dorado. — se encogió de hombros, soltándole así toda su historia familiar más cercana. — Mi abuela sigue siendo hermosa y parece más hermana de mi mamá que su madre, odia a cualquiera que no sea sangre pura y...eh, blanco. No es una gran persona realmente, nunca lo fue. Mi mamá es muy parecida a ella, solo que un poco más curvilínea y, al igual que mi abuela. Se enamoró de un muggle en un momento de su vida. Solo que ella no parece odiarlo, solo sentirse humillada. — tiró una vez más del brazo de ella y entraron al lugar, en dónde vio varios dulces que no llegaban a ser tan bonitos como los del capitolio pero parecían bastante interesantes y sabrosos. Pidió uno de cada uno y llevó a la chica ya casi arrastrada a una mesa. — Me quedan mis encantos y poder de seducción, la verdad. El físico casi perfecto y la elegancia y gracilidad aún la poseo pero...no en el día a día, solo en ocasiones especiales. — rió, la poseía aún cuando estaba completamente limpia, osea, casi nunca.
Puso un dedo sobre su labio al escuchar eso y pensó, ¿qué pregunta podría tener para ella?, hmm... — Me sorprendió que fueses tan amable conmigo y me ayudases. ¿Es muy común conseguir gente torpe por acá tropezándose con letreros? ¿o es muy común que ayudes a las personas sin pensar en lo que esas personas podrían hacerte?. — esto lo dijo un poco más seria, no conocía mucho a la chica pero se notaba que era una muy buena persona, le agradaba, pero ya por haberla salvado no quería que le pasara nada. — Te agradezco muchísimo tu ayuda así que te daré un pequeño consejo. Siempre deberías desconfiar un poco de todos. No digo que no ayudes a nadie pero sí que te reserves de dar información personal a personas que acabas de conocer. ¿Cómo sabes que no soy una metamorfomaga que realmente es cazadora de veelas y solo llamo la atención de las personas pareciendo descendiente de una? — alzó una ceja, no quería que desconfiase realmente de ella, pero sí quería ayudarle a crear un pequeño muro para evitarse problemas.
Le pareció oler algo bastante bueno cuando llegaron a la calle en dónde habían varios vendedores. Allí sentía que no debía de tener tanto cuidado con lo que decía como en el capitolio así que no intentó hablar en susurros. — Ya que tú confiaste en mí, confiaré en ti. Quizá seas tú la espía metamorfomaga y yo la que esté en peligro así que de todas maneras ya estoy jodida. — bromeó...algo así. — Mi tatarabuela traicionó a la familia al ser sangre pura y dejar a su esposo de sangre pura para irse con un mago de sangre muggle. En ese entonces se fue a vivir con el muggle y se alejó de toda la familia. Tuvo una hija de sangre mestiza, quién decidió volver con la parte pura de nuestra familia. Ella conocía mucho sobre los muggles y los respetaba, sin embargo, prefería la familia de magos por lo cual no la tacharon de traidora como a mi tatarabuela. Le enseñó mucho sobre los muggles a su hermano, el hijo que tuvo mi tatarabuela con su ex esposo sangre pura. Este, es mi bisabuelo, mantuvo los conocimientos y al casarse con otra sangre pura también le enseñó a mi abuela, su única hija, sobre los muggles. Ella realmente no estaba muy interesada en ellos, solo en sus lujos, sus cosas, hasta que sus ojos se posaron en un humano sin magia alguna. — tiró de la chica un poco hacia un lado para acercarse al lugar de dónde salía aquél olor, ahora le rugía el estómago.
— En ese entonces ya estaba también casada con un sangre pura. Aprendió muchas cosas de él e incluso llegaron a engendrar un hijo, para el horror de mi familia quiénes la tomaron por traidora. Sin embargo un día el humano solo...enloqueció y decidió acabar con su vida, incluso cortando su cabeza y usándola de trofeo en su pared. Mi abuela renació como veela y sin piedad acabó con la vida de su esposo y por odio a sus propias decisiones también con la de su propio hijo. — ya se estaba tornando bastante oscura, no le gustaba mucho recordar esa historia. Le recordaba la falta de escrúpulos de su familia. — Tuvo otro hijo con su esposo y le perdonaron la traición, ignorando todo lo sucedido y diciendo que solo la mató un muggle loco que nada tenía que ver con ella. Este hijo es realmente mi mamá. Vengo de sangre irlandesa y de hecho, mi abuela era pelirroja de ojos color miel, mi abuelo de tez clara igual y también pelirrojo, ojos azules. Luego ella cambió al típico cabello dorado, piel pálida y ojos azules y pasando esto a mi madre y a mí. Mi padre es pálido de ojos azules y cabello oscuro así que realmente lo único fuera de lugar es el cabello dorado. — se encogió de hombros, soltándole así toda su historia familiar más cercana. — Mi abuela sigue siendo hermosa y parece más hermana de mi mamá que su madre, odia a cualquiera que no sea sangre pura y...eh, blanco. No es una gran persona realmente, nunca lo fue. Mi mamá es muy parecida a ella, solo que un poco más curvilínea y, al igual que mi abuela. Se enamoró de un muggle en un momento de su vida. Solo que ella no parece odiarlo, solo sentirse humillada. — tiró una vez más del brazo de ella y entraron al lugar, en dónde vio varios dulces que no llegaban a ser tan bonitos como los del capitolio pero parecían bastante interesantes y sabrosos. Pidió uno de cada uno y llevó a la chica ya casi arrastrada a una mesa. — Me quedan mis encantos y poder de seducción, la verdad. El físico casi perfecto y la elegancia y gracilidad aún la poseo pero...no en el día a día, solo en ocasiones especiales. — rió, la poseía aún cuando estaba completamente limpia, osea, casi nunca.
—Si te soy honesta— comienzo, vacilando antes de seguir porque no quiero ofenderla. —La gente de por aquí no suele chocarse con letreros— contesto. Y tiro hacia arriba mis labios en una sonrisa incómoda, me hamaco en mis pies al responder. —Tengo presente lo que pueda pasarme, eso no quita que lo intente de todas maneras, hay gestos que se den de manera natural. Así como es difícil para una persona indiferente prestar su ayuda por primera vez sobre su orgullo, también es difícil para una persona pasar de largo y mirar hacia otro lado cuando siempre respondió al impulso de ayudar, sino lo hace, le pesa…— murmuro, compartiendo con ella tal vez más de lo que debería, como me señala poco después al recomendarme que mantenga mi distancia de las personas, y puesto que esta vez ya no dudo de que sus intenciones son buenas, asiento con la cabeza para recibir el consejo. —Gracias, supongo que tengo razón y es bueno que me lo recuerden— tuerzo un poco mi sonrisa a modo de disculpa, siento como si tuviera que disculparme. Me provoca una risa ligera que relaja mis hombros el que sea quien pueda creer que soy la espía y está en problemas conmigo.
El relato de su familia me atrapa por completo, de por sí mi debilidad sobre los complejos árboles genealógicos y las herencias que pasan de padres a hijos, que nada tiene que ver con fortunas, sino con destinos legales, me hace afinar los oídos para no perderme detalle de lo que me dice. Se me erizan los vellos del brazo cuando describe el asesinato de su abuela y me estremezco de pensar lo que hizo su esposo, la crueldad de exponerla como un trofeo. Habrá muchos juicios duros sobre las veelas, pero cuando hablo de espíritus rotos, tras pasar el umbral de la muerte y seguir encontrándonos vivos, también me refiero a ellas. Podrá decir Lilith que su abuela nunca fue del todo buena, y tal vez, no me ciego a pensar que todos tenemos algo bueno dentro por rescatar. No. Hay distintos grados de maldad en las personas, algunos tienen más propensión que otros a cometer crueldades, pero sigo creyendo en el perdón, en que todas las almas quebrantadas necesitan de algo que si no es perdón, al menos sea un alivio para sus tormentos.
—Es una historia muy fuerte — se lo digo, con cierta nota de admiración y detengo su muñeca antes de que pueda tomar alguno de esos dulces que están expuestos. —No hay muchas golosinas en el norte, Lilith. Si las venden no creo que sea para comerlas, sino para dárselas a alguien más, yo que tu tendría cuidado— digo, me advirtieron muy claro de las cosas que no debía comprar en callejones, podría tener desde diarreicos hasta gotas de filtros de seducción. —¿Cómo funcionan?— le pregunto, creo que hemos llegado a una confianza extraña en que la que sabemos que ninguna es una amenaza para la otra, y nos llevo un poco lejos del puesto de golosinas. —¿Crees que podrías enseñarme? Ya sé que no podría hacerlo como es porque no tengo el don, pero puedo intentar una imitación— me cosquillean un poco los dedos al pedirle algo así, pero la curiosidad es fuerte y puede que ella tenga razón, tal vez esté invocando problemas. —Quizá me sea útil viviendo por aquí. Verás, yo no tengo ningún talento particular, no en el sentido de que me sea útil viviendo aquí…— repito ese punto, —así que podría ser de ayuda conocer trucos así.
El relato de su familia me atrapa por completo, de por sí mi debilidad sobre los complejos árboles genealógicos y las herencias que pasan de padres a hijos, que nada tiene que ver con fortunas, sino con destinos legales, me hace afinar los oídos para no perderme detalle de lo que me dice. Se me erizan los vellos del brazo cuando describe el asesinato de su abuela y me estremezco de pensar lo que hizo su esposo, la crueldad de exponerla como un trofeo. Habrá muchos juicios duros sobre las veelas, pero cuando hablo de espíritus rotos, tras pasar el umbral de la muerte y seguir encontrándonos vivos, también me refiero a ellas. Podrá decir Lilith que su abuela nunca fue del todo buena, y tal vez, no me ciego a pensar que todos tenemos algo bueno dentro por rescatar. No. Hay distintos grados de maldad en las personas, algunos tienen más propensión que otros a cometer crueldades, pero sigo creyendo en el perdón, en que todas las almas quebrantadas necesitan de algo que si no es perdón, al menos sea un alivio para sus tormentos.
—Es una historia muy fuerte — se lo digo, con cierta nota de admiración y detengo su muñeca antes de que pueda tomar alguno de esos dulces que están expuestos. —No hay muchas golosinas en el norte, Lilith. Si las venden no creo que sea para comerlas, sino para dárselas a alguien más, yo que tu tendría cuidado— digo, me advirtieron muy claro de las cosas que no debía comprar en callejones, podría tener desde diarreicos hasta gotas de filtros de seducción. —¿Cómo funcionan?— le pregunto, creo que hemos llegado a una confianza extraña en que la que sabemos que ninguna es una amenaza para la otra, y nos llevo un poco lejos del puesto de golosinas. —¿Crees que podrías enseñarme? Ya sé que no podría hacerlo como es porque no tengo el don, pero puedo intentar una imitación— me cosquillean un poco los dedos al pedirle algo así, pero la curiosidad es fuerte y puede que ella tenga razón, tal vez esté invocando problemas. —Quizá me sea útil viviendo por aquí. Verás, yo no tengo ningún talento particular, no en el sentido de que me sea útil viviendo aquí…— repito ese punto, —así que podría ser de ayuda conocer trucos así.
No puedes responder a temas en este foro.