OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mediados de mayo
Dejó el libro sobre la cama cuando su mente desconectó por completo de las líneas escritas en el mismo. Trataba de mantener ocupada su mente en cosas como aquella, leyendo un libro cualquiera o mirando por la ventana ir y venir las sombras tanto de día como de noche. En el norte todos tenían cosas que esconder y eran raras las personas que no caminaban con capuchas sobre su cabeza o con la mirada fija en el suelo. Allí era donde había acabado ella también. Sus decisiones la habían llevado hasta allí y convertido en lo que era. Algo que no deseaba, que no quería entender ni tener de su lado. Sabía que la suerte nunca estuvo de su parte, pero no que sabotearía su vida a la menor oportunidad.
Sus pasos recorrieron la habitación, otra vez, sintiéndose encerrada. La agobiaba y estresaba no poder ir donde estaba Kyle, tener que mantener cierta distancia con él, aunque no hiciera más que pensar en acortarla. No era seguro que estuvieran juntos. Uno buscado por la justicia y la otra, supuestamente, muerta. Una especie de bomba que podría estallar en cualquier momento. Se odiaba por ello. Nadie podía acostumbrarse a no poder proteger a los suyos; había perdida a su madre, su hermana, frente a sus propios ojos mientras se encontraba atrapada en una jaula. Temía que pudiera odiarla por no haber conseguido proteger a su madre y tampoco poder hacerlo con él. Lamió sus resecos labios, dejándose caer sentada sobre la cama y estirado las piernas al frente con la mirada fija en la punta de sus zapatos. Necesitaba regresar al cuatro para conseguir tener sus cosas de regreso. Puede que ir al apartamento de Robbie fuera una salida más que aceptable.
Su mirada se volvió hacia la puerta, tentada de cruzarla y probar suerte a un par de metros de distancia. Si no lo había asustado demasiado quizás estaría dispuesto a ayudarla, ¿no? Entrelazó las manos y dejó que todo el aire escapara de sus labios en un largo y pesado suspiro que duró apenas unos instantes puesto que el sonido de unas llaves entrando en la cerradura activaron todas sus alarmas y provocaron que se pusiera en pie de inmediato. Manteniéndose a cierta distancia de la puerta. Ni siquiera tenía su varita con ella, era completamente inútil. Mas, para su sorpresa, aunque no debería haberlo sido, apareció la joven que la había dejado alojarse allí cuando se encontraron por primera vez. —Holly— su voz denotó una sorpresa que no trató de disimular en absoluto. No supo que más decir, solo se mantuvo a cierta distancia de ella, observándola con desconfianza. La dejaba estar allí pero no eran más que extrañas la una con la otra.
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Sé que ahora lo tengo todo, cuando hace algunos meses no tenía nada. He crecido en el mismo lugar que ahora mismo me observa como si fuese una extranjera, cuando todos sabemos que las nuevas oportunidades son una enorme mentira que no todos han aceptado. Conozco el norte mucho mejor de lo que podría conocer cualquier sitio del Capitolio, soy una de las tantas personas que han crecido en un NeoPanem liderado por los magos sin recuerdo de otra cosa. Por eso mismo ni siquiera dudo en lo que mis pasos avanzan con fuerza sobre la acera, acercándome al pequeño sitio que supo ser mi hogar cuando no poseía un departamento en un distrito aceptable. Mi pequeña mochila decora mi espalda como lo hace de costumbre, oculta por la cortina de pelo que voy sacudiendo en mi andar tan firme.
Han pasado muchas cosas estas últimas semanas. He conocido facetas de algunas personas que no sabía que existían, supe encontrarme con una parte de mí que tampoco estoy segura de cómo voy a acoplar a una vida que estoy aceptando, poco a poco, como la mía. ¿No se supone que estoy en el ministerio para ayudar a que las cosas sean mejores? Bueno, pues eso hago, aunque quizá a sus espaldas y no como ellos quisieran. Tener a Arianne escondida debe ser una de esas cosas que posiblemente me harían acabar en prisión o, peor, enjuiciada. ¿Y me importa? Ya ni estoy segura. Pero las veelas nos ayudamos entre nosotras, nos guste o no, porque supimos ser empujadas del resto del mundo al no ser como ellos. Esas cosas no cambian, ni aunque yo sea una persona completamente legal ahora y ella… bueno, no.
Abro la puerta de la pequeña habitación con un golpeteo de mis llaves oxidadas y me encuentro con la figura delgada de mi invitada a unos metros, mi pequeño y enorme secreto. Cierro detrás de mí con un vistazo veloz en busca de testigos y meto la mano dentro de mi short de jean, ese que delata el enorme calor que está haciendo en estos días tan cercanos al verano — Arianne — le devuelvo el saludo. Descuelgo con rapidez mi mochila para colocarla sobre un viejo escritorio, la abro y empiezo a revolver, poniendo sobre el mismo unos libros y algunos tuppers de comida fresca — Te aconsejo guardarlo en la nevera — que no es más que una porquería pequeña, pero sirve para mantener la comida fresca… durante un tiempito. Prenso mis labios, ladeando la cabeza para echarle un vistazo — El calor aquí es insoportable — digo repentinamente con suavidad — Puedo buscar el modo de encontrar un ventilador y traerlo si lo necesitarás el próximo verano… si sigues queriendo quedarte. ¿Has pensado qué quieres hacer? — sé que para ella no debe ser de mi incumbencia, pero si estoy ocultándola y traficando comida para ella, hay cosas que debo saber.
Han pasado muchas cosas estas últimas semanas. He conocido facetas de algunas personas que no sabía que existían, supe encontrarme con una parte de mí que tampoco estoy segura de cómo voy a acoplar a una vida que estoy aceptando, poco a poco, como la mía. ¿No se supone que estoy en el ministerio para ayudar a que las cosas sean mejores? Bueno, pues eso hago, aunque quizá a sus espaldas y no como ellos quisieran. Tener a Arianne escondida debe ser una de esas cosas que posiblemente me harían acabar en prisión o, peor, enjuiciada. ¿Y me importa? Ya ni estoy segura. Pero las veelas nos ayudamos entre nosotras, nos guste o no, porque supimos ser empujadas del resto del mundo al no ser como ellos. Esas cosas no cambian, ni aunque yo sea una persona completamente legal ahora y ella… bueno, no.
Abro la puerta de la pequeña habitación con un golpeteo de mis llaves oxidadas y me encuentro con la figura delgada de mi invitada a unos metros, mi pequeño y enorme secreto. Cierro detrás de mí con un vistazo veloz en busca de testigos y meto la mano dentro de mi short de jean, ese que delata el enorme calor que está haciendo en estos días tan cercanos al verano — Arianne — le devuelvo el saludo. Descuelgo con rapidez mi mochila para colocarla sobre un viejo escritorio, la abro y empiezo a revolver, poniendo sobre el mismo unos libros y algunos tuppers de comida fresca — Te aconsejo guardarlo en la nevera — que no es más que una porquería pequeña, pero sirve para mantener la comida fresca… durante un tiempito. Prenso mis labios, ladeando la cabeza para echarle un vistazo — El calor aquí es insoportable — digo repentinamente con suavidad — Puedo buscar el modo de encontrar un ventilador y traerlo si lo necesitarás el próximo verano… si sigues queriendo quedarte. ¿Has pensado qué quieres hacer? — sé que para ella no debe ser de mi incumbencia, pero si estoy ocultándola y traficando comida para ella, hay cosas que debo saber.
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En ocasiones ni siquiera recordaba que era una mera invitada allí, una especie de inquilina que no pagaba un alquiler porque, legalmente, no estaba viva. Trataba de tomárselo con humor, pensar en que era una nueva oportunidad de comenzar de nuevo en otro lugar, pero había cosas que no era capaz de olvidar o perdonar, y que no iba a hacer con facilidad. Mucho menos cuando cada músculo de su cuerpo se tensaba ante el mero recuerdo de todo lo ocurrido. El modo en el que trabajaba el cerebro humano era un completo misterio para ella, siempre lo odió por esconder cosas de ella, luego por mostrárselas… ahora, simplemente, lo entendía en cierta medida. Era mucho peor el desconocimiento que el conocimiento. Sabiendo se podía gestionar de un modo u otro, de la otra forma estaba a completa merced de los demás.
La observó mientras sacaba algunos bultos del interior de su mochila, interesándose ligeramente en éstos pero no acercándose para saber qué era exactamente lo que había traído hasta que la sacó de dudas al hablar de guardar las cosas en la nevera. Había estado consiguiendo unos alimentos de modo casual, pero lo cierto es que su estómago estaba demasiado cerrado como para alimentarse con normalidad. Giró el rostro hacia la entreabierta ventana, cubierta por un par de cortinas que permitían que un débil haz de luz solar entrara, a la par que tratara de regular el caldeado ambiente de la habitación. —Estoy bien con el calor— habló entonces. No estaba ni mal ni bien, solo lo toleraba y trataba de compensar con habituales salidas nocturnas a la terraza superior en busca de algo de aire nuevo. Pero la segunda pregunta era mucho más complicada de contestar. ¿Había pensado que iba a hacer? En absoluto, el tiempo la había atropellado.
Ni siquiera comprendía del todo que estaba pasando con ella, a controlar lo que le estaba sucediendo, cuando también tenía que pensar en qué hacer después. —Estoy tratando de acostumbrarme a esto— dijo en un inicio — Pensaba que me habían dado una paliza y tirado aquí— frunció los labios en una risa que soltó como exhalación —, pero resulta que me asesinaron y ahora ni soy ni tengo nada de la persona que era antes— agregó, asintiendo lentamente con la cabeza a sus palabras. Decirlas en voz alta se sentía tan mal como tenerlas encerradas dentro. —Ni siquiera creo que quiera seguir viviendo si esto es lo que voy a tener—. Aquella ira contenida la estaba matando; la incertidumbre y el haberlo perdido todo. Sus decisiones la habían llevado hasta allí, no era culpa de nadie más, pero había sido lo suficientemente ilusa como para pensar que las cosas podrían ser mejor en algún aspecto.
La observó mientras sacaba algunos bultos del interior de su mochila, interesándose ligeramente en éstos pero no acercándose para saber qué era exactamente lo que había traído hasta que la sacó de dudas al hablar de guardar las cosas en la nevera. Había estado consiguiendo unos alimentos de modo casual, pero lo cierto es que su estómago estaba demasiado cerrado como para alimentarse con normalidad. Giró el rostro hacia la entreabierta ventana, cubierta por un par de cortinas que permitían que un débil haz de luz solar entrara, a la par que tratara de regular el caldeado ambiente de la habitación. —Estoy bien con el calor— habló entonces. No estaba ni mal ni bien, solo lo toleraba y trataba de compensar con habituales salidas nocturnas a la terraza superior en busca de algo de aire nuevo. Pero la segunda pregunta era mucho más complicada de contestar. ¿Había pensado que iba a hacer? En absoluto, el tiempo la había atropellado.
Ni siquiera comprendía del todo que estaba pasando con ella, a controlar lo que le estaba sucediendo, cuando también tenía que pensar en qué hacer después. —Estoy tratando de acostumbrarme a esto— dijo en un inicio — Pensaba que me habían dado una paliza y tirado aquí— frunció los labios en una risa que soltó como exhalación —, pero resulta que me asesinaron y ahora ni soy ni tengo nada de la persona que era antes— agregó, asintiendo lentamente con la cabeza a sus palabras. Decirlas en voz alta se sentía tan mal como tenerlas encerradas dentro. —Ni siquiera creo que quiera seguir viviendo si esto es lo que voy a tener—. Aquella ira contenida la estaba matando; la incertidumbre y el haberlo perdido todo. Sus decisiones la habían llevado hasta allí, no era culpa de nadie más, pero había sido lo suficientemente ilusa como para pensar que las cosas podrían ser mejor en algún aspecto.
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Mis dedos acarician con suavidad la cubierta de uno de los libros, tratando de no poner ninguna cara a las cosas que me está contando y que me resultan tan familiares. Sé muy bien cómo se siente, los primeros días de ser una veela siempre son confusos, las preguntas se amontonan y explotan dentro de tu cabeza de una manera que jamás puedes contestarlas y lo único que encuentras es una pila de frustraciones al finalizar todos los días. Pero han pasado meses, debería saber que no puede quedarse encerrada para siempre, rumiando dudas a las cuales no está buscando una respuesta concreta. No me siento con la confianza de sacudirla como lo haría con una amiga, tampoco es que tenga tantas, pero siento que su vida social está un poco muerta, tanto como ella, si vale la pena la ironía. Y ahí es donde alguien debería entrar a dar una opinión, por poco que le pueda llegar a gustar.
— Si estás aquí, es por alguna razón — suena muy hipócrita viniendo de mí, así que suspiro con pesadez y me giro hacia ella mientras me cruzo de brazos sobre el pecho, ladeando la cabeza al mirarla — La estarás buscando durante mucho tiempo, pero nadie con una muerte pacífica vuelve como una de nosotras. Ahora mismo eres alguien mucho más poderoso de lo que solías ser, o de lo que muchos siquiera pueden soñar — sé que eso no le debe importar, más de una vez quise renunciar a cualquier don con tal de tener una vida o una muerte normal. Me mordisqueo el labio inferior, no muy segura de hasta qué punto puedo llegar con ella — ¿Acaso pensaste si no tienes razones para estar aquí? ¿Alguien a quien cuidar? — no sé mucho sobre su vida, pero todo el mundo tiene a alguien… o al menos solía tenerlo.
Con un movimiento digno de alguien que ha tomado una resolución, tomo el primer libro de ficción y me acerco para tendérselo — Es sobre una bruja revolucionaria del siglo XV. No tiene muchos giros argumentales, pero su línea de pensamiento sobre la vida y la muerte es bastante interesante — tal vez desanima un poco que acabe en la hoguera, pero ese es otro tema — Mira, Arianne, sé que probablemente no quieras escuchar estas cosas trilladas, pero ahora mismo tienes dos opciones: o te rindes o tomas lo que tienes. No serás la persona que eras antes, pero poco a poco… puedes encontrar algo que te recuerde a ella. No todo está perdido — sentirá, por mucho tiempo, que su alma no le pertenece, hasta que encuentras esas pequeñas cosas que te vuelven humana… y todo tiene un poco más de sentido.
— Si estás aquí, es por alguna razón — suena muy hipócrita viniendo de mí, así que suspiro con pesadez y me giro hacia ella mientras me cruzo de brazos sobre el pecho, ladeando la cabeza al mirarla — La estarás buscando durante mucho tiempo, pero nadie con una muerte pacífica vuelve como una de nosotras. Ahora mismo eres alguien mucho más poderoso de lo que solías ser, o de lo que muchos siquiera pueden soñar — sé que eso no le debe importar, más de una vez quise renunciar a cualquier don con tal de tener una vida o una muerte normal. Me mordisqueo el labio inferior, no muy segura de hasta qué punto puedo llegar con ella — ¿Acaso pensaste si no tienes razones para estar aquí? ¿Alguien a quien cuidar? — no sé mucho sobre su vida, pero todo el mundo tiene a alguien… o al menos solía tenerlo.
Con un movimiento digno de alguien que ha tomado una resolución, tomo el primer libro de ficción y me acerco para tendérselo — Es sobre una bruja revolucionaria del siglo XV. No tiene muchos giros argumentales, pero su línea de pensamiento sobre la vida y la muerte es bastante interesante — tal vez desanima un poco que acabe en la hoguera, pero ese es otro tema — Mira, Arianne, sé que probablemente no quieras escuchar estas cosas trilladas, pero ahora mismo tienes dos opciones: o te rindes o tomas lo que tienes. No serás la persona que eras antes, pero poco a poco… puedes encontrar algo que te recuerde a ella. No todo está perdido — sentirá, por mucho tiempo, que su alma no le pertenece, hasta que encuentras esas pequeñas cosas que te vuelven humana… y todo tiene un poco más de sentido.
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Las cosas cambiaban del papel a la realidad, ella bien lo sabía. Había pasado los últimos seis años de su vida aplicando unas leyes en las que quería creer, algunas que pensaba justas si se hubieran utilizado de la forma indicada. Pero, en la realidad, nada era como todos pensaban. En el pasado había sido tanto testigo como sujeto de todas las irregularidades que formaban parte del día a día dentro del Wizengamot, por no decir del Gobierno. Por ello pensó que nunca nada podría volver a sorprenderla, pero, como en otras tantas ocasiones, se volvía a equivocar. Todos tuvieron que estudiarlas en su etapa escolar, puede que incluso encontrarse con alguna novela en la que las mencionaban o daban protagonismo, pero estaba alejado de la realidad. Nadie, que no hubiera pasado por ello, podía comprenderlo. Ni siquiera siendo sujeto podía alcanzarse a entender que sucedía dentro de su cuerpo; como reaccionar a los cambios físicos pero, sobre todo, psíquicos.
Un sonoro suspiro escapó de sus labios, cruzándose de brazos y apoyándose ligeramente contra la pared. Una razón para estar allí. Ni siquiera había tenido una razón para seguir viviendo, solo había actuado con temeridad durante el último año. —Si hubiera querido algo de poder solo habría tenido que lamer un par de culos estando con vida; nunca me ha importado el poder ni ser superior a los demás—. En realidad odiaba el poder, todos se convertían en seres detestables cuando lo deseaban, y mucho más cuando lo conseguían. Antes existían cosas que la molestaba pero toleraba, desde que estaba allí no era capaz de hacerlo. Solo se sentía mal con todo. Tragó el aire. Astrid confió en ella, fue en busca de su ayuda y la rechazó sin pensarlo dos veces, queriendo únicamente salvarse a sí misma. Y ahora sus sobrinos estaban solos. Ni siquiera se sintió capaz de contarle a Kyle, cuando se encontraron, lo que realmente sucedió aquel día.
Tomó el libro, aprovechando que había acabado alejándose de los tuppers para acercarse a éstos, escuchándola mientras hablaba del hilo argumental del tomo. Asintió lentamente, jugueteando con las páginas de un lado para otro, estaba un poco cansada de leer siempre los mismos y la ayudaría a distraerse en su ‘cautiverio’. —No sé cómo gestionar lo que tengo— reconoció sin darle demasiadas vueltas. Nunca había tenido problemas en reconocer sus carencias. —Hacía poco tiempo que volvía a sentirme… bien conmigo misma; y ahora tengo esto. Entiendo lo que estás tratando de decir, no es un punto y final, es un punto y aparte. Pero, ¿ahora trato de hacerme responsable de mis sobrinos? ¿Me uno a alguna causa? ¿Intento tener una nueva vida? ¿Me quedo aquí encerrada por miedo a que alguien me vea y sepa quién soy?— mordisqueó la punta de su lengua con clara frustración. Solo eran pensamientos que habían ido de un lado para otro dentro de su cabeza. Las cosas, quizás, habrían sido algo más sencillas si no hubiera sido un ‘rostro reconocible’ o hubiera muerto a manos de unos matones y no de un auror. —Creo que sigo aquí porque el mundo quiere seguir divirtiéndose conmigo—. Dejó el libro a un lado y tomó algunas de las cajitas para llevarlas hasta el pequeño refrigerador.
Un sonoro suspiro escapó de sus labios, cruzándose de brazos y apoyándose ligeramente contra la pared. Una razón para estar allí. Ni siquiera había tenido una razón para seguir viviendo, solo había actuado con temeridad durante el último año. —Si hubiera querido algo de poder solo habría tenido que lamer un par de culos estando con vida; nunca me ha importado el poder ni ser superior a los demás—. En realidad odiaba el poder, todos se convertían en seres detestables cuando lo deseaban, y mucho más cuando lo conseguían. Antes existían cosas que la molestaba pero toleraba, desde que estaba allí no era capaz de hacerlo. Solo se sentía mal con todo. Tragó el aire. Astrid confió en ella, fue en busca de su ayuda y la rechazó sin pensarlo dos veces, queriendo únicamente salvarse a sí misma. Y ahora sus sobrinos estaban solos. Ni siquiera se sintió capaz de contarle a Kyle, cuando se encontraron, lo que realmente sucedió aquel día.
Tomó el libro, aprovechando que había acabado alejándose de los tuppers para acercarse a éstos, escuchándola mientras hablaba del hilo argumental del tomo. Asintió lentamente, jugueteando con las páginas de un lado para otro, estaba un poco cansada de leer siempre los mismos y la ayudaría a distraerse en su ‘cautiverio’. —No sé cómo gestionar lo que tengo— reconoció sin darle demasiadas vueltas. Nunca había tenido problemas en reconocer sus carencias. —Hacía poco tiempo que volvía a sentirme… bien conmigo misma; y ahora tengo esto. Entiendo lo que estás tratando de decir, no es un punto y final, es un punto y aparte. Pero, ¿ahora trato de hacerme responsable de mis sobrinos? ¿Me uno a alguna causa? ¿Intento tener una nueva vida? ¿Me quedo aquí encerrada por miedo a que alguien me vea y sepa quién soy?— mordisqueó la punta de su lengua con clara frustración. Solo eran pensamientos que habían ido de un lado para otro dentro de su cabeza. Las cosas, quizás, habrían sido algo más sencillas si no hubiera sido un ‘rostro reconocible’ o hubiera muerto a manos de unos matones y no de un auror. —Creo que sigo aquí porque el mundo quiere seguir divirtiéndose conmigo—. Dejó el libro a un lado y tomó algunas de las cajitas para llevarlas hasta el pequeño refrigerador.
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— ¿Alguien lo sabe? — intento ponerle un poco de humor a un tema tan amargo, sonrío a pesar del sarcasmo — Nadie sabe cómo gestionar lo que tiene, no importa su condición. Aunque sé que todo esto puede sobrepasar a cualquiera, es solo… ¿Ir paso por paso? — nadie sabe cuál es el significado de nuestra condición, puede poner en duda todo aquello que podemos llegar a considerar con respecto a lo que sabemos de la vida misma. Yo era mucho más chica que ella cuando me encontré sola y recién transformada, pero tampoco puedo juzgarla cuando no sé mucho sobre quién solía ser, más allá de lo poco que he conseguido. Al menos tiene una lista de opciones, es mucho más de lo que yo tenía y, en cierto modo, siento que ahí está la respuesta. Vacilo porque no quiero ser una metida, doy algunos golpes entre mis propios dedos y mordisqueo mis labios. Mi silencio no sirve de mucho, tengo que negar un par de veces antes de dar unos pasos hacia ella.
Abro la nevera para ayudarle, agradezco que el cabello me cubra el rostro cuando vuelvo a hablar — ¿No pensaste que tal vez estás aquí porque tus sobrinos necesitan de ti? ¿Porque aún hay causas por las cuales pelear? Hay muertes que no son en vano. Tal vez no soy la persona más indicada para decírtelo, pero quizá deberías hacer que la tuya tenga sentido. Cuando estaba sola… — bajo un poco el tono de mi voz, trato de no sentirme tan pesada como mi pecho, que parece empujarme hacia abajo — Me preguntaba todos los días qué hacía aquí. Me gustaba pensar que había alguna razón por la cual me merecía esto, incluso cuando no lo deseaba. Tal vez no hay nadie allá afuera que dependa de mí, tal vez ni siquiera tengo a nadie que me importe lo suficiente, pero creo que… he podido encontrar algo parecido a ese camino — porque al final, puedo ayudar. Como nunca creí que lo haría.
Acomodo algunas latas que van a durar más que algunos tuppers y pongo un dedo sobre una de las botellas para chequear que tan fría está el agua dentro — No puedes vivir encerrada por miedo, el miedo paraliza. Y en lugar de dejar que el mundo se divierta contigo, deberías ser tú quien se divierta con el mundo. ¿Qué harías ahora mismo si no tuvieras ese miedo? — Porque al final, ese será el camino que tendrá que tomar.
Abro la nevera para ayudarle, agradezco que el cabello me cubra el rostro cuando vuelvo a hablar — ¿No pensaste que tal vez estás aquí porque tus sobrinos necesitan de ti? ¿Porque aún hay causas por las cuales pelear? Hay muertes que no son en vano. Tal vez no soy la persona más indicada para decírtelo, pero quizá deberías hacer que la tuya tenga sentido. Cuando estaba sola… — bajo un poco el tono de mi voz, trato de no sentirme tan pesada como mi pecho, que parece empujarme hacia abajo — Me preguntaba todos los días qué hacía aquí. Me gustaba pensar que había alguna razón por la cual me merecía esto, incluso cuando no lo deseaba. Tal vez no hay nadie allá afuera que dependa de mí, tal vez ni siquiera tengo a nadie que me importe lo suficiente, pero creo que… he podido encontrar algo parecido a ese camino — porque al final, puedo ayudar. Como nunca creí que lo haría.
Acomodo algunas latas que van a durar más que algunos tuppers y pongo un dedo sobre una de las botellas para chequear que tan fría está el agua dentro — No puedes vivir encerrada por miedo, el miedo paraliza. Y en lugar de dejar que el mundo se divierta contigo, deberías ser tú quien se divierta con el mundo. ¿Qué harías ahora mismo si no tuvieras ese miedo? — Porque al final, ese será el camino que tendrá que tomar.
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Sonrió, tenue, girando el libro entre sus dedos y leyendo la contraportada en un intento de distraer su mente. Lo cierto era que leer era lo que había conseguido que no se lanzara desde la terraza, mantenerse ocupada para no pensar demasiado en lo que estaba ocurriendo; lo que le estaba ocurriendo. Seguía siendo la misma persona pero no se reconocía en absoluto. Asintió lentamente a sus palabras. Era extraño recibir lecciones de alguien varios años menor que ella; recibir lecciones de vida, de su nueva vida. Pero también lo comprendía. Nunca rechazó consejos sin importar de quiénes vinieran y, teniendo en cuenta la situación, Holly era alguien de quien podía aprender. Pero, ¿quería hacerlo? Algunos aspectos habían cambiado pero, por fuera, seguía siendo exactamente igual, puede que incluso también por dentro, pero no llegaba a sentirse de la misma forma; y aquello era lo que realmente la preocupaba. Se inclinó frente a la nevera, organizando los tuppers en el interior de la misma, mirando de soslayo a Holly.
Era demasiado que asimilar de una sola tirada. Algo que no era capaz de hacer, al menos no de momento. —¿Nada te ataba aquí?— preguntó entonces, terminando de apilar el último envase y reincorporándose. Era joven, obviamente tenía muchas salidas y el abanico de opciones era infinito; ella, por su parte, ¿qué le quedaba realmente? Chasqueó la lengua, contrariada. —¿Nunca pensaste que preferirías haberte quedado donde estabas?— irrumpió de nuevo —Es decir, no sé cómo era tu vida antes de que acabaras convirtiéndote en esto, pero la mía era una basura. A veces no sé si odio haber despertado así o haber despertado— comentó con completa naturalidad. Nunca había sido buena hablando con los demás, mucho menos con desconocidos y de sus temas personales; pero sentía aquella extraña conexión que no podía explicar.
Arqueó ambas cejas, retrocediendo hasta acabar apoyada contra la escueta encimera. En realidad siempre vivió encerrada, nunca conoció lo que era la verdadera libertad ni la había experimentado en primera persona. ¿Qué haría si no tuviera consigo el constante miedo que la paralizaba? Arrugó los labios, alejando la mirada de ella. —Iba a huir— concedió, sintiendo su voz salir más débil de lo esperado. Carraspeó. —No quería seguir viviendo bajo este sistema. Quería encontrar una salida. Pero no era real, la salida que ‘tenía’ solo era producto de mi imaginación— ¿Qué si no? Vivir una vida normal era una utopía que todos soñaban pero nadie alcanzaba. Ni siquiera quería ser feliz.
Sonrió a duras penas, cruzando los brazos bajo su pecho. —¿Cómo lo controlas? Todo… el enfado. Hay muchas cosas que me molestan, pero nunca han llegado a cabrearme de ésta forma. A veces no puedo ni controlarlo—. Era una de las cosas que más le molestaba, el constante bullicio carcomiéndola por dentro.
Era demasiado que asimilar de una sola tirada. Algo que no era capaz de hacer, al menos no de momento. —¿Nada te ataba aquí?— preguntó entonces, terminando de apilar el último envase y reincorporándose. Era joven, obviamente tenía muchas salidas y el abanico de opciones era infinito; ella, por su parte, ¿qué le quedaba realmente? Chasqueó la lengua, contrariada. —¿Nunca pensaste que preferirías haberte quedado donde estabas?— irrumpió de nuevo —Es decir, no sé cómo era tu vida antes de que acabaras convirtiéndote en esto, pero la mía era una basura. A veces no sé si odio haber despertado así o haber despertado— comentó con completa naturalidad. Nunca había sido buena hablando con los demás, mucho menos con desconocidos y de sus temas personales; pero sentía aquella extraña conexión que no podía explicar.
Arqueó ambas cejas, retrocediendo hasta acabar apoyada contra la escueta encimera. En realidad siempre vivió encerrada, nunca conoció lo que era la verdadera libertad ni la había experimentado en primera persona. ¿Qué haría si no tuviera consigo el constante miedo que la paralizaba? Arrugó los labios, alejando la mirada de ella. —Iba a huir— concedió, sintiendo su voz salir más débil de lo esperado. Carraspeó. —No quería seguir viviendo bajo este sistema. Quería encontrar una salida. Pero no era real, la salida que ‘tenía’ solo era producto de mi imaginación— ¿Qué si no? Vivir una vida normal era una utopía que todos soñaban pero nadie alcanzaba. Ni siquiera quería ser feliz.
Sonrió a duras penas, cruzando los brazos bajo su pecho. —¿Cómo lo controlas? Todo… el enfado. Hay muchas cosas que me molestan, pero nunca han llegado a cabrearme de ésta forma. A veces no puedo ni controlarlo—. Era una de las cosas que más le molestaba, el constante bullicio carcomiéndola por dentro.
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Sacudo la cabeza, me tardo un momento en poner en palabras lo que se me cruza por la mente. Sé que son pensamientos amargos, no estoy segura de cuánto ella desea saber de la historia, pero si estamos siendo honestas la una con la otra, no podemos dejarlo pasar — No tenía a nadie aquí antes, salvo alguna que otra amistad que se fue perdiendo con el tiempo. He aprendido que no puedes poner a otros por delante de ti, es una especie de ley básica en la supervivencia del norte. El único que en verdad me importaba era mi hermanito y murió, la misma noche en la que yo morí. Y sin él… ¿Qué razón tenía el quedarme? — vagué por mucho tiempo, hay cosas del norte que extraño y que, a su vez, prefiero haber dejado atrás — Durante mucho tiempo pensé que regresé para vengarme en su nombre. Ahora no estoy tan segura — ¿Haber acabado con los derechos de los licántropos entre mis manos era sólo otra señal irónica del destino o tenía una razón de ser?
Cierro la nevera con mucho cuidado en lo que oigo cómo es que pensaba escapar, lo que me hace sonreír un poco al comprender algo más a la persona que tengo bajo mi techo — ¿Por qué dices eso? Al menos que tu salida fuese asesinar al presidente con una cuchara de plástico, creo que todas las salidas son factibles. ¿A dónde pensabas huir? ¿Pensabas irte con tus sobrinos? Porque parece que tenías un montón de planes, no veo por qué no podrías seguir con ellos. Sé que no es lo mismo y que será difícil cargar con todo esto, pero no tienes que ser tan dura contigo misma. Al final… acaba por consumirte — poco a poco voy perdiendo la voz, tengo que obligarme a voltear hacia ella para no demostrar el peso que eso me coloca en mis hombros. No me siento una persona alegre, sé que muchas veces solo me estoy esforzando para no dejarme caer, pero eso no es lo que ella necesita ahora.
Me río de mala gana, apoyo las manos en la mesada y me impulso para dar el salto que me acomoda allí, con las piernas colgando — Solía estar más enfadada — admito. Golpeteo los dedos en el borde, ayudando a encogerme de hombros — No quería estar aquí, no quería estar viva cuando mi hermano no había tenido la oportunidad, creía que era cruel. Pero cuando lo aceptas, cuando abrazas todo lo que eres y comprendes que puedes hacer cosas con ello… — chasqueo los dedos, apenas los siento arder cuando la pequeña bola de fuego se va creando hasta que la atrapo dentro de un puño y se extingue con un pequeño hilo de humo — Sé que soy una sombra de lo que solía ser, pero si estoy aquí, si me lo merezco, le sacaré jugo a ello. Seré la mejor sombra que pueda ser. El mundo está tan enfermo que no viene mal que alguien desee serlo.
Cierro la nevera con mucho cuidado en lo que oigo cómo es que pensaba escapar, lo que me hace sonreír un poco al comprender algo más a la persona que tengo bajo mi techo — ¿Por qué dices eso? Al menos que tu salida fuese asesinar al presidente con una cuchara de plástico, creo que todas las salidas son factibles. ¿A dónde pensabas huir? ¿Pensabas irte con tus sobrinos? Porque parece que tenías un montón de planes, no veo por qué no podrías seguir con ellos. Sé que no es lo mismo y que será difícil cargar con todo esto, pero no tienes que ser tan dura contigo misma. Al final… acaba por consumirte — poco a poco voy perdiendo la voz, tengo que obligarme a voltear hacia ella para no demostrar el peso que eso me coloca en mis hombros. No me siento una persona alegre, sé que muchas veces solo me estoy esforzando para no dejarme caer, pero eso no es lo que ella necesita ahora.
Me río de mala gana, apoyo las manos en la mesada y me impulso para dar el salto que me acomoda allí, con las piernas colgando — Solía estar más enfadada — admito. Golpeteo los dedos en el borde, ayudando a encogerme de hombros — No quería estar aquí, no quería estar viva cuando mi hermano no había tenido la oportunidad, creía que era cruel. Pero cuando lo aceptas, cuando abrazas todo lo que eres y comprendes que puedes hacer cosas con ello… — chasqueo los dedos, apenas los siento arder cuando la pequeña bola de fuego se va creando hasta que la atrapo dentro de un puño y se extingue con un pequeño hilo de humo — Sé que soy una sombra de lo que solía ser, pero si estoy aquí, si me lo merezco, le sacaré jugo a ello. Seré la mejor sombra que pueda ser. El mundo está tan enfermo que no viene mal que alguien desee serlo.
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No siempre había sido alguien indiferente con los demás; podía recordar con claridad su infancia, al menos la parte que quería recordar, en la cual siempre había estado interesada en los demás y sus problemas. Hasta que la vida la llevó por otros derroteros, unos en los que todo a su alrededor cambió y, por tanto, ella también lo hizo. Mas no había dejado de ser alguien que escuchaba con atención lo que decían los demás, trataba de entenderlo y buscar todos los recovecos de la intervención. Gafes del oficio. Del ex-oficio. Mantuvo su mirada fija en ella, escuchando con tranquilidad todo lo que tuvo que decir. Una extraña sensación la invadió. Desde que regresó no había sido capaz de mantenerse completamente en calma con alguien cerca, ni siquiera estando sola, por lo que se sintió relativamente bien a su lado. —Siento lo de tu hermano pequeño— una muequita de disculpa apareció en sus labios —¿Sabes quién lo hizo?— Había leído que la razón de ‘ser’ de una veela era vengarse, encontrar a los que la habían convertido en aquello, y quizás ella ya lo había hecho; aunque sus palabras consiguieron sacarla de sus pensamientos. —Estás tomando esto como una segunda oportunidad entonces. Una en la que hacer las cosas diferente o ser capaz de marcar aunque sea una pequeña diferencia— razonó más para sí misma que para que ella la escuchara.
Cruzó los brazos bajo el pecho, apoyándose contra la encimera y permaneciendo inmóvil durante unos instantes, habiendo alejado la mirada de su compañía y dejándola vagar por las amarillentas cortinas. Lo cierto es que había preferido no pensar demasiado en las razones por las que dejó su trabajo y acabó arriesgándose tanto, hasta haber acabado allí. —No lo sé, había dejado esa decisión a la otra parte. No soy buena haciendo planes a largo plazo, bueno, no soy buena haciendo planes en los que tengo que incluir a otras personas— contestó con una sonrisa triste. Se había acostumbrado a estar completamente sola, que nadie necesitara de ella ni necesitar a nadie. —Mis sobrinos estaban con sus padres, ahora su madre…— sus manos se deslizaron hasta acabar apresando el borde de la encimera, apresándola con fuerza. —su madre murió el día que me encerraron— acabó por agregar. El mero hecho de pensarlo conseguía que su pulso se acelerara y quisiera destrozar a Richards con sus propias manos. —Al final sólo soy una persona solitaria y pesimista que parece difícil de asesinar—. ¿Cuántas veces habían sido ya?
Bajó la mirada hasta sus manos, observando la pequeña bola de fuego aparecer y acabar por extinguirse entre sus dedos. Mantuvo la mirada allí unos instantes más. —En cierto modo es fácil para ti. Yo he sido asesinada por el Gobierno, ¿lo recuerdas? Además de que condené a la hoguera a un par de rebeldes, no creo que mi presencia sea bien recibida— chasqueó la lengua —Quise ser jueza para ayudar a los demás pero acabé convirtiéndome en un verdugo, parece que mis decisiones nunca han acabado saliendo tal y como esperaba— sonrió irónica. Así había, y era, su vida. Constantes idas y venidas sin sentido.
Cruzó los brazos bajo el pecho, apoyándose contra la encimera y permaneciendo inmóvil durante unos instantes, habiendo alejado la mirada de su compañía y dejándola vagar por las amarillentas cortinas. Lo cierto es que había preferido no pensar demasiado en las razones por las que dejó su trabajo y acabó arriesgándose tanto, hasta haber acabado allí. —No lo sé, había dejado esa decisión a la otra parte. No soy buena haciendo planes a largo plazo, bueno, no soy buena haciendo planes en los que tengo que incluir a otras personas— contestó con una sonrisa triste. Se había acostumbrado a estar completamente sola, que nadie necesitara de ella ni necesitar a nadie. —Mis sobrinos estaban con sus padres, ahora su madre…— sus manos se deslizaron hasta acabar apresando el borde de la encimera, apresándola con fuerza. —su madre murió el día que me encerraron— acabó por agregar. El mero hecho de pensarlo conseguía que su pulso se acelerara y quisiera destrozar a Richards con sus propias manos. —Al final sólo soy una persona solitaria y pesimista que parece difícil de asesinar—. ¿Cuántas veces habían sido ya?
Bajó la mirada hasta sus manos, observando la pequeña bola de fuego aparecer y acabar por extinguirse entre sus dedos. Mantuvo la mirada allí unos instantes más. —En cierto modo es fácil para ti. Yo he sido asesinada por el Gobierno, ¿lo recuerdas? Además de que condené a la hoguera a un par de rebeldes, no creo que mi presencia sea bien recibida— chasqueó la lengua —Quise ser jueza para ayudar a los demás pero acabé convirtiéndome en un verdugo, parece que mis decisiones nunca han acabado saliendo tal y como esperaba— sonrió irónica. Así había, y era, su vida. Constantes idas y venidas sin sentido.
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A pesar de que niego con la cabeza, hay algo en mi rostro que deja bien en claro la tensión que aprieta mi mandíbula — Eran licántropos y la luna estaba llena, eso es todo — han pasado años, pero aún siento que se me revuelve el estómago cuando lo pienso. No por ellos, por su aliento caliente, por el dolor de sus colmillos y lo que ocasionaron con eso. Sino porque siguen ahí, totalmente impunes, con sus derechos regresados cuando son un enorme peligro — Los odio. Son bestias, pero sé que no puedo… se supone que somos iguales a los ojos del nuevo sistema — si me vuelvo vil como ellos, no entiendo cómo se supone que sería una mejor persona. Intento sacudirme esas ideas, porque sé que no estamos hablando de mí ahora — Si tengo la oportunidad para hacer algo que valga la pena y no ser siempre una muerta de hambre, la tomaré. Pero no sé qué sucedería conmigo si logro averiguar quiénes han sido.
Creo que no soy la persona más indicada para decírselo y también tengo que admitir que su historia es un poco trágica y deprimente, pero aún así siento que es un ícono del pesimismo. Abro la boca con una disculpa frente a la muerte de su hermana o cuñada, pero solo consigo ladear la cabeza en su dirección para verla mejor. Se nota como una persona apagada, quizá chata, que se ha desinflado hasta ser solo alguien que respira porque la naturaleza la obliga. Tomo algo de aire y lo largo con fuerza al hablar — Si la vida se empeña en mantenerte de pie, por algo será. Quizá deberías averiguar por qué es tan caprichosa contigo y ya luego dar un veredicto al respecto — al menos, suena mejor que darse por vencida tan rápido.
Arqueo una ceja con algo de frialdad, porque no planeo enfadarme por su visión cuando no tiene la más puta idea de lo que tuve que pasar hasta llegar dónde estoy. Tengo que recordármelo antes de hablar — Si el gobierno te ha matado, es porque estabas más en su contra que a su favor — se lo digo como si fuese lo más lógico del mundo — ¿Quieres morir aquí encerrada? Pues hazlo, nadie te va a molestar. Pero no creo que lo más sensato sea sentarse en la ventana y ver pasar los años, cuando hay gente ahí afuera que te importa y, estoy segura, también te quiere. Al menos tú tienes eso, que es más de lo que yo tenía. En la vida hay que tomar riesgos, en especial cuando dices que no te queda nada por perder.
Creo que no soy la persona más indicada para decírselo y también tengo que admitir que su historia es un poco trágica y deprimente, pero aún así siento que es un ícono del pesimismo. Abro la boca con una disculpa frente a la muerte de su hermana o cuñada, pero solo consigo ladear la cabeza en su dirección para verla mejor. Se nota como una persona apagada, quizá chata, que se ha desinflado hasta ser solo alguien que respira porque la naturaleza la obliga. Tomo algo de aire y lo largo con fuerza al hablar — Si la vida se empeña en mantenerte de pie, por algo será. Quizá deberías averiguar por qué es tan caprichosa contigo y ya luego dar un veredicto al respecto — al menos, suena mejor que darse por vencida tan rápido.
Arqueo una ceja con algo de frialdad, porque no planeo enfadarme por su visión cuando no tiene la más puta idea de lo que tuve que pasar hasta llegar dónde estoy. Tengo que recordármelo antes de hablar — Si el gobierno te ha matado, es porque estabas más en su contra que a su favor — se lo digo como si fuese lo más lógico del mundo — ¿Quieres morir aquí encerrada? Pues hazlo, nadie te va a molestar. Pero no creo que lo más sensato sea sentarse en la ventana y ver pasar los años, cuando hay gente ahí afuera que te importa y, estoy segura, también te quiere. Al menos tú tienes eso, que es más de lo que yo tenía. En la vida hay que tomar riesgos, en especial cuando dices que no te queda nada por perder.
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Las lumbares de la rubia dieron contra la mesa cercana, por lo que apoyó las manos, entrecerrándolas en torno al linde de la misma, con la mirada fija en la ventana hasta que la volvió hacia ella. Su corazón se paró apenas un instante cuando escuchó la palabra licántropo. Una persona, un nombre con apellidos, acudió a su mente. Y por ello tuvo que obligarse a menear la cabeza, queriendo retirar los pensamientos de su mente. No podía ser, ¿verdad? Al fin y al cabo no tenían control sobre sus instintos cuando la luna se alzaba. Aunque tampoco lo defendería. —Están atados a su propia maldición— susurró apenas como respuesta. Holly tenía sus razones, le habían arrebatado a su hermano y su propia vida, cualquier cosa que dijera no sería correcta.
Le gustaban las personas con esperanza, aquellos eran los que cambiarían realmente las cosas, los que aún querían luchar por algo en la vida y preferían no bajar los brazos ante las adversidades.
Puede que ya no se sintiera como la misma persona, que algunas cosas hubieran cambiado dentro de ella, pero seguía manteniendo intacto aquel sexto sentido que había acabado desarrollando en su trabajo con el paso de los años. —Disculpa— pronunció antes de contestar a cualquiera de sus palabras. Nunca se había considerado del tipo de persona que hablaba a la ligera, su lengua había conseguido soltarse hacía poco más de un año, por lo que, en ocasiones, acababa equivocándose cuando hablaba. —Es obvio que no nos conocemos lo suficiente como para poder juzgarnos, o conocer todas las circunstancias que rodean nuestras situaciones— se mordisqueó el lateral de la lengua, prensando los labios durante apenas unos instantes. —Las personas que quiero tienen los suficientes problemas como para sumarme como uno más; sé perfectamente que no soy la reina de la esperanza o la positividad. Solo estoy tratando de entender lo que ha ocurrido, como controlarlo y como focalizarlo— continuó —. Prometo tratar de resolverlo pronto y no convertirme en un problema para ti— habló con sinceridad. No le quedaba nada que perder, pero lo cierto era que no quería seguir peleando. Aislarse, quizás tratar de salir del país y poder dejar atrás una historia como aquella.
Le gustaban las personas con esperanza, aquellos eran los que cambiarían realmente las cosas, los que aún querían luchar por algo en la vida y preferían no bajar los brazos ante las adversidades.
Puede que ya no se sintiera como la misma persona, que algunas cosas hubieran cambiado dentro de ella, pero seguía manteniendo intacto aquel sexto sentido que había acabado desarrollando en su trabajo con el paso de los años. —Disculpa— pronunció antes de contestar a cualquiera de sus palabras. Nunca se había considerado del tipo de persona que hablaba a la ligera, su lengua había conseguido soltarse hacía poco más de un año, por lo que, en ocasiones, acababa equivocándose cuando hablaba. —Es obvio que no nos conocemos lo suficiente como para poder juzgarnos, o conocer todas las circunstancias que rodean nuestras situaciones— se mordisqueó el lateral de la lengua, prensando los labios durante apenas unos instantes. —Las personas que quiero tienen los suficientes problemas como para sumarme como uno más; sé perfectamente que no soy la reina de la esperanza o la positividad. Solo estoy tratando de entender lo que ha ocurrido, como controlarlo y como focalizarlo— continuó —. Prometo tratar de resolverlo pronto y no convertirme en un problema para ti— habló con sinceridad. No le quedaba nada que perder, pero lo cierto era que no quería seguir peleando. Aislarse, quizás tratar de salir del país y poder dejar atrás una historia como aquella.
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Pocas cosas me avergüenzan, he aprendido a tener una lengua filosa y algo descarada con el correr de los años; tiende a suceder cuando estás sola y eres demasiado delgada como para que te vean como una amenaza. Aún así, puedo darme cuenta de que me he pasado de la línea invisible que nos separa al tenerla viviendo en mi antiguo hogar, a pesar de que no nos une ninguna relación de amistad. Pido disculpas alzando mis manos en el aire y bajo la cabeza, dejando en evidencia que no pienso discutir ni meterme en sus asuntos — Tienes razón — le concedo con toda la amabilidad que soy capaz de demostrar, no me cuesta recordar cuando yo estuve en su posición así que no puedo ser cruel con ella.
Mis ojos se llenan de sospecha, no digo nada porque sé que la gente en el norte tiene más problemas de los que se atreve a decir, a pesar de que no quiero preguntar qué clase de conflictos son esos. Ya me he metido en demasiados problemas como para sumarme un mayor conocimiento sobre una causa que aún me confunde. Me separo de la mesada con un salto y meneo la cabeza, dispuesta a dar por finalizada esta charla para no meter la pata — No eres un problema para ti. No somos demasiadas veelas, tenemos que protegernos las unas a las otras. No soy la mejor compañía del mundo, pero tienes que saber una cosa: siempre podrás contar conmigo — porque si no tengo a nadie, siempre me aferraré a lo más parecido que encontraré a mí. ¿No es mi deber el ayudar a alguien que está tan perdida como yo lo estuve?
Me acerco a la puerta, apoyo mis dedos en el picaporte y, aunque dudo, aún no la abro. Tengo que mordisquearme un poco los labios antes de girarme hacia ella una vez más — Solo no cometas el error de elegir en nombre de aquellos quienes te quieren. A veces, las buenas intenciones de las personas pueden sorprendernos. ¿O creías que alguien que no te conoce abriría las puertas de su hogar para cuidarte? — no soy el mejor ejemplo, pero es lo único que tengo. Si ella decide ver el vaso medio vacío es su problema, la verdad es que… siempre será solo un vaso.
Mis ojos se llenan de sospecha, no digo nada porque sé que la gente en el norte tiene más problemas de los que se atreve a decir, a pesar de que no quiero preguntar qué clase de conflictos son esos. Ya me he metido en demasiados problemas como para sumarme un mayor conocimiento sobre una causa que aún me confunde. Me separo de la mesada con un salto y meneo la cabeza, dispuesta a dar por finalizada esta charla para no meter la pata — No eres un problema para ti. No somos demasiadas veelas, tenemos que protegernos las unas a las otras. No soy la mejor compañía del mundo, pero tienes que saber una cosa: siempre podrás contar conmigo — porque si no tengo a nadie, siempre me aferraré a lo más parecido que encontraré a mí. ¿No es mi deber el ayudar a alguien que está tan perdida como yo lo estuve?
Me acerco a la puerta, apoyo mis dedos en el picaporte y, aunque dudo, aún no la abro. Tengo que mordisquearme un poco los labios antes de girarme hacia ella una vez más — Solo no cometas el error de elegir en nombre de aquellos quienes te quieren. A veces, las buenas intenciones de las personas pueden sorprendernos. ¿O creías que alguien que no te conoce abriría las puertas de su hogar para cuidarte? — no soy el mejor ejemplo, pero es lo único que tengo. Si ella decide ver el vaso medio vacío es su problema, la verdad es que… siempre será solo un vaso.
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Hasta después de muerta su ‘vida’ era un caos. Cuando estaba en el distrito cuatro había disfrutado de facilidades, tenido a su madre y hermano junto a ella. Se podría decir que lo había tenido todo hasta que lo echó a perder, ¿y por qué? Sólo porque… decidió a abrir los ojos. Puede que algo tarde, puede que de una forma incorrecta; pero lo había acabado haciendo. La realidad era clara, sabía que nada estaba bien a su alrededor pero, egoístamente, había preferido cerrar los ojos a la situación excusándose en no poder hacer nada contra ello, lo cual era verdad en cierto modo. Y ahora solo era otro caparazón más; otra persona vacía que el Gobierno había exprimido y tirado a la basura cuando se le había escapado de las manos.
Ni siquiera se había percatado de que sus ojos, algo cansados por el poco descanso, se habían cerrado ligeramente; no hasta que el débil golpeteo de los pies contrarios contra las baldosas consiguieron que alzara la mirada en su dirección. —Gracias— contestó deshaciendo el agarre que mantenía desde hacía algunos minutos. —Puede que ahora mismo no parezca de gran utilidad, incluso comprendería tu reticencia para confiar en mí. Pero también puedes contar conmigo— agregó —. Nunca olvido a las personas que me han ayudado— aseguró con plena serenidad. Bien lo sabían, todos los que alguna vez le tendieron la mano a la rubia nunca se vieron decepcionados con la respuesta posterior de la misma.
Se separó de la mesa, aproximándose allá donde reposaban los libros que la joven le había traído para que se distrajera y la miró de soslayo antes de tomar uno entre sus manos, volteándolo para leer la contraportada. Pasó un par de páginas. —Siento que a una edad tan corta te hayas visto empujada a ser una completa adulta. Que la sociedad en la que vivimos nos obligue a tener que tomar este tipo de decisiones… y nos castigue con dureza cuando escogemos el camino que no les interesa— comentó, cerrando el tomo y volviéndose hacia ella. —Puede que dé la impresión contraria, pero tomo a buen reguardo los consejos. Y los tuyos los tendré en cuenta. A fin de cuentas tú has pasado antes que yo por todo esto, no puedo tratar de ser una adulta que todo lo entiende cuando me estoy enfrentando a algo desconocido— declaró con sumo cuidado a la hora de elegir las palabras que pronunciaría.
—Practicaré eso del fuego— agregó con cierta diversión mientras extendía la diestra y trataba de hacer aparecer en la palma un fuego que nunca apareció. Chasqueó la lengua, algo frustrada, antes de recoger la mano. Roma no se hizo en un día, ¿cierto?
Ni siquiera se había percatado de que sus ojos, algo cansados por el poco descanso, se habían cerrado ligeramente; no hasta que el débil golpeteo de los pies contrarios contra las baldosas consiguieron que alzara la mirada en su dirección. —Gracias— contestó deshaciendo el agarre que mantenía desde hacía algunos minutos. —Puede que ahora mismo no parezca de gran utilidad, incluso comprendería tu reticencia para confiar en mí. Pero también puedes contar conmigo— agregó —. Nunca olvido a las personas que me han ayudado— aseguró con plena serenidad. Bien lo sabían, todos los que alguna vez le tendieron la mano a la rubia nunca se vieron decepcionados con la respuesta posterior de la misma.
Se separó de la mesa, aproximándose allá donde reposaban los libros que la joven le había traído para que se distrajera y la miró de soslayo antes de tomar uno entre sus manos, volteándolo para leer la contraportada. Pasó un par de páginas. —Siento que a una edad tan corta te hayas visto empujada a ser una completa adulta. Que la sociedad en la que vivimos nos obligue a tener que tomar este tipo de decisiones… y nos castigue con dureza cuando escogemos el camino que no les interesa— comentó, cerrando el tomo y volviéndose hacia ella. —Puede que dé la impresión contraria, pero tomo a buen reguardo los consejos. Y los tuyos los tendré en cuenta. A fin de cuentas tú has pasado antes que yo por todo esto, no puedo tratar de ser una adulta que todo lo entiende cuando me estoy enfrentando a algo desconocido— declaró con sumo cuidado a la hora de elegir las palabras que pronunciaría.
—Practicaré eso del fuego— agregó con cierta diversión mientras extendía la diestra y trataba de hacer aparecer en la palma un fuego que nunca apareció. Chasqueó la lengua, algo frustrada, antes de recoger la mano. Roma no se hizo en un día, ¿cierto?
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