The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kennedy Wang
Abril

No pude volver al refugio de la Red Neopanem por algo tan sencillo y estúpido que no puedo creerlo... No puedo volver porque no recuerdo dónde está. La confusión me tiene preocupada porque es una especie de vacío en cada uno de los recuerdos, como si mi cerebro se apagara en el segundo antes de decidir hacia dónde caminar y se volviese a encender justo cuando estoy adentro, es muy frustrante. Podría describirlo a la perfección por dentro, la gran sala de estar, las habitaciones en ambos pisos, los viejos muebles que son lo mejor que pudo encontrarse en el distrito cinco. Por el tamaño deduzco que es una vieja fábrica pero ese es el problema, el distrito cinco está lleno de ellas.

Para mi suerte o desgracia no me he encontrado con ningún miembro de la Red. El tipo del bar en el que me estoy quedando cree que estoy refugiándome del gobierno, ya luego le agradeceré por sus servicios entregándolo a algún escuadrón por esconder a una enemiga pública del gobierno, una falsa, pero él no sabe eso. Digo suerte porque no sabría como justificarme, tampoco qué decir respecto a la desaparición de Jefferson o la mía en los últimos meses... Ha pasado tanto, quizás ni siquiera están vivos y estoy preocupándome por nada.

Pero no puedo quedarme todo el día encerrada en una sucia habitación arriba de un bar, así que me pongo la capucha y salgo a caminar en busca de respuestas. Quizás la memoria muscular finalmente me lleve a la fábrica indicada, o al menos hacia dónde pueda encontrar un rostro conocido que pueda ser de ayuda... Usaré el viaje para inventar una historia apropiada, algo así como que acompañé a Jefferson y su hijo a la frontera en dónde los atraparon, pero tuve que mantenerme escondida para no traerlos directo a nuestro escondite.

Doblo por una esquina con la varita bien sujeta en el bolsillo de mi capa y me paro en seco al reconocer a una de las aurores que estaba en el falso intercambio de rehenes, no recuerdo su nombre pero sí su posición y eso es suficiente para alarmarme.
Kennedy Wang
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
No me gusta cuando me mueven hacia el norte, en especial por las caras de pocos amigos que saben muy bien quiénes son los rostros habituales en la zona y quiénes no, no importa si vistes un uniforme o si vas simplemente de civil. Tengo la varita debajo de la delgada capa que sirve para cubrir la brisa primaveral, apago el móvil en lo que acabo de chequear que las cosas en casa están en orden y retomo la ruta, esa que debo terminar de recorrer antes de que se acabe el día. ¿Cómo es posible que la lista de los más buscados siga tan completa, cuando los meses pasan y la seguridad no hace otra cosa que aumentar? ¿Cuándo vamos a poder dar toda esta locura por terminada?

Paso por delante de una mujer de aspecto andrajoso que extiende su mano hacia mí en petición de alguna moneda, pero no puedo hacer otra cosa que no sea ignorarla cuando una figura que dobla la esquina con una capucha que me hace mirarla dos veces. No puedo ver su rostro completo, pero el corte de su mandíbula es suficiente como para llamar mi atención y, a pesar de que no acelero mi paso, mis piernas se tornan un poco más firmes. ¿No es Kennedy Wang? La respuesta llega por sí sola cuando, en lugar de seguir hacia delante, se detiene en seco y enciende mi alarma contra la gente mal disimulada. Apenas me volteo cuando le lanzo un galeón a la anciana y acomodo casualmente un mechón despeinado de mi coleta, por lo que retomo mi caminata como si mi concentración no estuviese puesta en la figura a pocos metros de distancia.

Lo lamento, señora — le sonrío amablemente, moviendo mis hombros al tratar de demostrar con un estiramiento de mi cuello que soy algo más alta y atlética que ella — Sé que será una molestia, pero hay actividad sospechosa en la zona y necesitaría de su identificación — sin ir más lejos, remuevo mi capa para enseñarle la mía, la cual me indica como una auror de la fuerza de seguridad de la nación — Sólo le costará unos segundos, luego puede continuar su camino.
Rose S. Harkness
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Kennedy Wang
De verdad lamento que la anciana no entretenga por unos segundos más a la auror, pero por otro lado agradezco que salga de la escena para dejarnos solas pues así podré hacer lo que tenga que hacer ¿Pero qué sería eso? No puedo enfrentarla porque eso terminará con el trato que tengo en marcha y no tengo ánimos de volver a las celdas una vez más ¡No quiero verlas nunca más en mi vida! La base se ha convertido en una especie de sitio de reinicio, como un videojuego, que cuando pierdes una vida te lleva al último sitio guardado.

Se acerca a mí y por suerte deja el drama de lado para ir por la forma más pacífica de decirle a alguien que está en problemas. Ahora mismo desearía tener una identificación falsa, estoy segura de que pasaría pues no es un secreto que los caucásicos creen que los asiáticos somos todos iguales, por más única que sea mi voz, mi rostro es bastante común - De acuerdo - intento sonar tranquila y saco mi identificación verdadera del bolsillo, pero antes de enseñársela agrego algo más - Si tienes poción de la verdad podremos ahorrarnos un gran problema... Pero pese al nombre que leerás ahí, no soy quien crees que soy.

Saco mi mano del bolsillo de la varita y la alzo para mostrar que no tengo intenciones de pelear, solo le enseño la identificación con los labios apretados y me aparto unos pasos antes de que pueda reaccionar de manera violenta, porque eso hicieron la última vez. Recuerdo que ni siquiera me dieron oportunidad de explicarme, solo me lanzaron hechizos y me llevaron cual costal de papas a la celda de la que Hans me sacó - Estuviste en el intercambio ¿Cierto? También estuve ahí, pero mi misión era volver a reunir información, como siempre lo he hecho... Estoy de su lado - explico sin apartar mis ojos de los suyos, con la esperanza de que vea la verdad - Sí, soy Kennedy Wang, pero no la rebelde que el pueblo debe creer que soy.
Kennedy Wang
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Me han enseñado a desconfiar, no sólo en el trabajo sino en la vida que he llevado hasta llegar a este punto. Digamos que nos movemos en una sociedad donde las apariencias viven engañando, que eso lo sé bien, y las cosas han empeorado con los anuncios de guerra de hace meses. Todos los días me levanto con el miedo de que se arme una batalla en la calle, pero eso no quiere decir que debo perder los estribos cuando una mujer me tiende su identificación sin poner resistencia; lo bueno de estos casos, es que me han enseñado a identificar las falsas. Arqueo una ceja en su dirección y giro su documento para poder leer el nombre que, en efecto, ya sospechaba que encontraría ahí. Aprieto con más fuerza mi varita y agudizo mis sentidos, porque esta gente es escurridiza y complicada — No tengo una poción de la verdad conmigo, pero debes creerme cuando te digo que mis amigos podrían obtener cualquier verdad en tan solo unos segundos — sea por pócimas o medios más violentos, esos que tan poca gracia me hacen y a los cuales creo que no hace falta llegar.

No comprendo muy bien lo que está diciendo, porque absolutamente nadie me ha avisado de una espía infiltrada en el bando de los rebeldes y, por mal que me pese, uno de los mejores amigos de mi esposo es un jodido ministro. Bien, sé que Hans no puede revelar los secretos confidenciales del estado a nadie, pero… ¿Siquiera Lara lo sabrá? Porque creo que deberían ponernos en aviso. Le devuelvo la identificación con los labios apretados — ¿Y por qué te torturaron como a los demás? Estuve ahí, las cámaras enseñan todo — ¿Tan grande tendría que ser su teatro? — Pero si me mientes, lo sabré en segundos. Quédate quieta y con las manos donde pueda verlas — le señalo la pared con la varita y, sin dejar de apuntar, busco mi móvil en el bolsillo. Me lo llevo a la oreja tras marcar el número del padrino de mi hijo, pero mis ojos siguen puestos en ella — ¿Con quién trabajas? ¿Riorden? — porque si hay toda una misión paralela que nos andan ocultando, voy a matarlos. ¿Y por qué este hombre no atiende? ¿Tanto le cuesta dejar de acomodarse el cabello dos segundos?
Rose S. Harkness
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Kennedy Wang
Alzo las cejas pues me consta que sus amigos podrían sacarle la verdad a cualquiera, para eso los entrenan ¿No? Yo simplemente no podría andar por ahí torturando gente... Por eso me gusta el trabajo que tengo, solo tengo que actuar y reunir información lo cual es tan valioso que usar la fuerza bruta - Esperemos no tener que llegar a medidas tan extremas para probar lo que digo - respondo amablemente con una sonrisa ¿Estoy actuando ahora? Sí. Porque no soy estúpida, a los funcionarios les gusta que les muestren respeto.

Cuando menciona las torturas me da una puntada en la cabeza que hace que me doble ligeramente hacia adelante. Me quejo en voz alta pero luego de unos segundos logro volver a erguirme - ¿De qué tortura hablas? ¿Cuando me llevaron a la base luego del atentado? - pregunto aún con una mueca de dolor - Creo que editaron los videos, no lo sé - intento responder pues lo único que yo recuerdo de mi estancia allí es que intenté sacar información de Ferdia Wallace y al final el estúpido no me dijo nada.

Debe ser la mala alimentación y el poco sueño que me generan el malestar ¿Tanto cuesta ponerme de encubierto en un sitio decente? Con agua caliente al menos... Es todo lo que pido. Pero de momento no me queda más que obedecer así que voy con las manos en alto contra la pared y suspiro cuando me pregunta para quién trabajo - Powell - respondo con honestidad - Y mientras corroboras mi historia ¿Tendrás algo para el dolor? Me está matando la cabeza - pido pero casi de inmediato el dolor cesa - Hace unos meses dejé que tus compañeros me "capturaran" - comento para pasar el rato - Pero ya me estoy cansando de éste jueguito, no me dejan hacer mi trabajo.
Kennedy Wang
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Su confusión me confunde a mí, creo que se me nota cuando la miro de pies a cabeza como si quisiera saber cómo es que se atreve a tomarme el pelo con eso — Nadie habría editado absolutamente nada, esos son archivos grabados de lo más importantes. ¿Por qué editarían documentos que podrían afectar a nuestra investigación? — no encuentro la lógica y eso que me han enseñado a utilizarla, en especial en situaciones sospechosas. ¿Es esto otro mal movimiento de nuestros superiores? ¿A dónde llegaremos, si planean que hagamos un trabajo teniendo la mitad de la información?

Y obvio, mi frustración se acentúa cuando menciona al ministro en el cual más se supone que puedo confiar y que jamás ha soltado ni una palabra. ¿Cómo es posible que ha cenado en mi casa, hemos conversado de su vida, y jamás me ha dicho algo tan importante para la seguridad de nuestras familias? — ¿La cabeza? ¿Me crees que soy un botiquín andante? — primero el veritaserum, ahora una pastilla. Hans no responde mi llamado, así que meneo la cabeza y jugueteo con la varita cerca del centro de su garganta — Mientras Powell se digna a aparecer… — una sacudida, el patronus sale disparado hacia el aire para enviar un mensaje claro. Si no me atiende el teléfono, me contestará de cualquier manera — Me dirás todo lo que tienes para que confíe en ti. ¿Por qué Powell no diría nada sobre esto? No me considero alguien de bajo rango, hay hilos de tu historia que no tienen sentido. Así que… ¿Qué tal si me ilustras? Nadie puede mantener un cuento con detalles sin equivocarse.
Rose S. Harkness
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Kennedy Wang
Ella es la auror en la conversación, así que si no logra entender a sus superiores yo menos voy a hacerlo que soy empleada por ellos pero de forma ilegal. Tiene razón en eso, no deberían editar videos que son valiosos para la investigación pero quizás en el riesgo beneficio les convenía mantener mi identidad a salvo. A mi solo me dan la misión, nunca pregunto por los detalles y la verdad es que debería hacerlo - Dije que no lo sé, no tengo nada que ver con lo que pasa de las puertas del ministerio para adentro, yo trabajo afuera - dejo salir de mala gana porque cuanto más lo pienso, más duele.

Me encojo de hombros con su retórica porque la verdad es que para mí era muy común andar con una farmacia en la cartera en los días en los que podía comportarme como la ciudadana libre que debería ser. Pero ya no necesito la pastilla con urgencia así que dejo pasar el tema para concentrarme en lo siguiente - Por mucho que me gustaría, no puedo explicar las razones de Powell porque no tengo el don de meterme en su cabeza. Y no es de los que comparten el por qué de sus acciones, al menos no conmigo - respondo mirando de reojo como el patronus se aleja. Un patronus... Se me eriza la piel pero no comprendo por qué.

- Se ve que aún te quedan escalones por subir - no puedo contenerme, pero es imprudente tratarla de esa forma, lo sé - De acuerdo, te lo explicaré - no me parece el mejor sitio para hacerlo pero no se ve a nadie de momento, ni siquiera la señora que nos acompañaba hace un momento - Hice un trato cuando todo se fue al demonio, hace años ya - intento armar una cronología pero me cuesta - El punto es que estuve infiltrada en el norte reuniendo información desde ese entonces, no debía actuar, solo reunir información - supongo que esa es mi excusa para los terribles resultados hasta el momento - Estaba a punto de volver a la fábrica de la red Neopanem, pero se han movido así que no sé dónde está el sitio - improviso pues no puedo decir que simplemente no lo recuerdo, no ayudaría a mi intención de convencerla.
Kennedy Wang
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
— Sí, bueno, Hans tiene sus manías — es una respuesta cargada de sarcasmo, a pesar de que estoy diciendo una verdad pura. Sé muy bien que los ministros no tienen las manos limpias, que llegan a esos sillones tan deseados por saber tratar con las personas correctas en los momentos idóneos. En un departamento tan delicado y posiblemente turbio como es el de Justicia, la persona que tiene que estar a cargo de ellos debe tener, obligatoriamente, unos cuantos secretos en la manga. Tanto Hans como su predecesor poseen trucos que no tienden a compartir, solo espero que no pongan en riesgo al resto de nosotros, en especial a aquellos que tenemos en común y que convierten todo esto en algo mucho más personal. Si Powell confía en las personas equivocadas y la caga, no tendré reparos en ir a golpear su puerta para echarle un grito o dos como la madre que no tiene y a veces siento que le hace falta.

Se me arquea una ceja por ese comentario que no contesto, pero creo que me basta con la mirada que le lanzo de pies a cabeza para dejar en claro que ella no tiene derecho a cuestionar mi puesto, cuando parece que está ocupando uno mucho más bajo y descartable que el mío. Al final, me paro más derecha y cruzo mis brazos con una paciencia infinita para darle la oportunidad de explicarse, con una historia tan vaga que me deja en silencio en busca de los detalles que hacen falta y que, por alguna razón, no me inspiran confianza. Dicen por ahí que las mujeres tenemos un sexto sentido, que olemos cuando algo parece estar mal… Pues bien, el mío ahora mismo tiene las antenas paradas — Déjame ver si entendí. Me estás diciendo que eres una doble espía, que Hans Powell te ha colocado en esa posición… ¿Hace años? ¿Cuándo él era solo un juez? — arqueo mis dos cejas, porque está claro que hay un error — No sabía que Hans tenía tanto poder hace años, al menos fuera del Wizengamot. ¿Qué querría un juez contigo y por qué manejaría un plan de esa escala, siendo...? Bueno, era bueno en su trabajo, pero no tenía el puesto necesario para tratar estas cosas — lo que pasó desde entonces es otro tema, lo he visto consumirse en esa oficina por años por la manía que tiene de pisar cabezas.

Aún así, he aprendido a no subestimarlo. Mis ojos buscan la verdad en el rostro de Wang, uno que parece no crisparse por los nervios de una mentira, pero que sigue causándome una mala sensación. Alzo mi celular para echarle un vistazo, pero no hay respuesta todavía y siento que debo solucionar esto por mi cuenta — Pues bien… — le sonrío forzadamente y me hago a un lado — Si eres quien tú dices que eres, no tendrás problema alguno en que te acompañe en busca de esa fábrica, ¿no es así? No intervendré en tu misión de pobre alma del norte, te lo aseguro — tuerzo un poco la boca en un puchero que busca fingir pena por los rebeldes — Pero no te perderé de vista hasta creerme tu historia, así que… ¿Por qué no me cuentas mejor dónde se supone que se esconden? ¿Una fábrica? Suena extenso para tratarse del cinco.
Rose S. Harkness
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Kennedy Wang
Asiento pues las fechas que maneja parecen ser correctas. Sí, hace unos años cuando Powell era un simple juez hizo un trato conmigo el cual se mantiene hasta ahora ¿Por qué no puede tomar la historia y aceptarla? Ni siquiera sé por qué las preguntas me frustran, siento enojo y quiero gritarle en la cara una explicación coherente que desgraciadamente no llega a mi cabeza. Solo sé que las cosas funcionaban así, no necesito más - Era una semi veela en un mundo en donde tenía dos opciones: aceptar o vivir como repudiada - cosa que de todas formas hice pero con ocasionales días de spa - Discúlpame por haber aceptado sin dudar o hacer preguntas - agrego con sarcasmo antes de poner los ojos en blanco.

Respiro profundo porque la verdad es que andar por los rincones del norte con una auror pisándote los talones no es una buena forma de dar el tour. Aquí tengo informantes, personas que creen que soy una rebelde así que no puedo arruinar esa fachada ya que simplemente perdería el valor a los ojos del ministerio. Pero no veo que tenga intenciones de dejarme sola así que supongo que tendré que aceptar sus condiciones. El problema es que no recuerdo dónde está la fábrica así que supongo que tendré que llevarla a otro sitio y solo fingir que era nuestro antiguo hogar. La fábrica de entrenamiento puede servir y quizás quede algo que corrobore mi historia.

- Desde que llegaron los niños hubo que conseguir un sitio más grande, ya no cabíamos todos en el loft - explico de mala gana. Odiaba ese lugar, era demasiado pequeño y más en los últimos días - Si no me hubiesen capturado tus compañeros no estaría perdida ahora... Supongo que podría volar y ver si consigo algo - propongo levantando mi mentón para mirarla al rostro - ¿Crees poder seguirme el ritmo desde tierra?
Kennedy Wang
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Hasta yo tengo algo de sangre de veela, menos que ella al parecer, así que no comprendo muy bien qué tanto afecta esa condición, al menos no en carne propia. Sé que he sido afortunada, me he movido entre personas que supieron contenerme incluso cuando el sistema entero parecía querer comerme viva. Hice lo que pude con la vida que se me dio, incluso cuando mis padres no hicieron otra cosa que decirme que el perdón nos haría mejores personas. Jamás podría haber sido una de esas personas, no importa cómo deba mancharme las manos… quizá solo en ese punto puedo comprenderla, aunque sea un poco — No te culpo. Solo… olvídalo — meneo la cabeza, me guardaré las sospechas para mí, al menos de momento.

Puedo ver cómo se exaspera, tampoco me importa demasiado, en especial porque la conversación se desvía a un tema que no me agrada demasiado. Tengo conocimientos de que los rebeldes tienen a un montón de niños en sus filas, así que me es imposible no preguntar al respecto — ¿De verdad quieren llevar a los niños a pelear? — porque no podré levantar la varita contra un mocoso, no cuando muchos de ellos parecen apenas estar rozando la pubertad. ¡Hasta hay una niña con carita angelical que vaya a saber por qué terminó ahí! — Eso es tan… desalmado y desesperado. ¿Ni siquiera son capaces de poner un alto al fuego, con tal de salvar a los suyos? ¿No quieren cuidar de sus hijos? — Si ella vive entre ellos, debería al menos conocer la naturaleza de esas personas. No creo que todo el mundo sea bueno o malo, pero sus valores… los veo dudosos.

No puedo, es más fuerte que yo y se me escapa la risa que intenté contener por dos segundos — ¿Y cómo puedo saber que no es una excusa para alejarte? — puedo sentir la vibración en mi pantalón, ni siquiera tengo que ver de quién se trata para saberlo. Lo tomo con rapidez y le enseño en nombre en pantalla — Solo necesito saber una cosa. Estas personas… ¿Valen siquiera la pena? ¿Es una guerra sin sentido o en verdad crees que tienen una mínima chance de hacernos daño? — hay que ver hasta cuando podremos seguir sacrificando cosas, incluyendonos a nosotros mismos.
Rose S. Harkness
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Kennedy Wang
Me encojo de hombros porque en realidad ya han llevado a los niños a pelear una vez. El problema es que esos muchachos son uno más cabeza dura que el otro y aunque les dieran la orden de quedarse en casa no lo harían. Aunque ahora están prácticamente a mi cargo así que, si logro encontrar la fábrica correcta, bien podría mantenerlos lejos de la línea de fuego. Son niños, no tienen por qué morir por las ideas locas de los más grandes... Podría llevarlos casualmente de viaje el día que planeen atacar y así librarme yo también del riesgo.

- Los dejaron conmigo y se fueron ¿Te parece que tiene corazón? - pregunto con un bufido. Conmigo que he estado afuera quien sabe cuánto ya así que ¿Qué me espera de regreso? Quizás prendieron fuego todo y por eso no encuentro el lugar... O se mataron entre ellos, lo cual es perfectamente posible - Y la verdad es que no estoy segura de los lazos de sangre que los unen, son una gran familia complicada - incluso más complicada que la que habíamos formado con la red antes de su llegada.

Me encojo de hombros porque es un riesgo que tendrá que tomar si no me cree. De todas formas Powell se encargará de decirle en algún momento que jugamos todos para el mismo equipo y ésto no será más que una anécdota divertida en la que, por una vez, una auror fue lo suficientemente inteligente como para comprender mi misión - ¿Un montón de granjeros, algunos sin magia y un montón de niños contra un ejército de magos? - pregunto cruzándome de brazos pues la respuesta es bastante obvia - No creo que puedan hacerles daño, pero estoy segura de que son lo suficientemente estúpidos como para intentarlo.
Kennedy Wang
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