The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
La única razón por la cual estoy caminando por el pasillo a oscuras, en medio de la madrugada, es porque la habitación de Simon no es el mejor sitio para dormir desde que se marchó. Hay una sensación incómoda, posiblemente ligada a la culpa que me da el saber que no estoy haciendo bien mi trabajo y aún no podemos encontrarlo, así que regresar a la casa se siente como fallar en mis pobres intentos. Y aunque Ivar se ha marchado a la cama, posiblemente derrotado aunque no lo diga, yo no regreso a la cama que he estado ocupando aunque sea en forma canina. Me deslizo hasta empujar la puerta entreabierta de la rubia de la casa y asomo el hocico, chequeando que en efecto está dormida. ¿Qué hora es? ¿Ha pasado mucho desde esta mañana, cuando tuvimos que marcharnos? ¿Estoy dejando de lado nuestro propio proyecto y, sobre todo, el estado de ánimo de una persona que sé que ha estado para mí?

Me adentro en el dormitorio y tengo que transformarme nuevamente en humano para poder cerrar la puerta sin producir ningún sonido. Bien, creo que Amalie no va a enterarse de nada de esto, lo que me vendría muy mal porque es el último de los problemas que necesitamos ahora. Maldigo entre dientes cuando, en camino hasta el lecho, me choco con la silla del escritorio que ha quedado más despegada de lo normal de su sitio frente al mueble y me quedo quieto, parando la oreja como si no quisiera fastidiar a Syv, cuando sé que acabaré por hacerlo de todos modos. ¿No estoy aquí para algo por el estilo? Solo espero que no quiera hacer una nueva maratón depresiva, que es sábado y eso significa que podemos trasnochar y últimamente es sinónimo de depresión colectiva. Al menos, como perro puedo echarme siestas que nadie me reprocha.

Me quito las zapatillas y las medias, subo los pies a su cama y le doy un suave empujoncito para que me haga algo de espacio — No quiero dormir solo — es mi única excusa cuando se revuelve y creo que me está prestando atención de manera consciente. Aunque me acuesto por primera vez de costado, acabo dando la vuelta para quedar con la vista en el techo y los brazos cruzados fuertemente sobre mi pecho. Me mastico la punta de la lengua antes de hablar — ¿Alguna vez tendremos un fin de semana normal o es mucho pedir? — ni siquiera los tranquilos han sido normales, nadie lo calificaría así si tomamos en cuenta que soy un muchacho que se supone que es su mascota. En busca de mayor calor, me meto las manos bajo las axilas — Si quieres, podemos hacer algo, como robar comida de la cocina y escuchar música. Solo no me hagas ver más de tus historias rosas o voy a cortarme las bolas con un sectumsempra — lo pienso un momento y ladeo la cabeza en su dirección, tratando de verla a pesar de las penumbras — Hasta dejaré que me pintes las uñas si se te antoja — que ya me lo ha insinuado una vez que me pilló aburrido viendo sus esmaltes y, bueno, ahora mismo no tengo nada que perder. ¿Que mal me puede hacer?
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Invitado
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El teléfono al caer al suelo hace un ruido seco que me saca el sueño, me he movido por el sonido de las patas de la silla al arrastrarse por las baldosas y, un momento, la silla no tendría que moverse. El pensamiento repentino de que pudiera ser un fantasma no tiene nada que ver con lo que estuve mirando antes de quedarme dormida, me avergüenza lo mucho que he consumido de películas y novelas basura en estos días que me daban los bajones de ánimo al final del día. Los primeros días traté de resignarme a que me excluyeran de la búsqueda de Simon, después de mantener el optimismo de que aparecería más temprano que tarde, luego venía la angustia de que seguía desaparecido y por mucho que mi madre dijera de que no era una niña para tratar al perro como mi mejor amigo, lo hice partícipe de todos en esos momentos en que en vez de atorarme con comida chatarra como lo hace la gente normal, yo lo hacía con declaraciones cursis de amor y uno que otro rechazo así como el de Elizabeth y Hardy con la lluvia de fondo, historietas que habré leído cuando tenía doce y también volví a leer ese blog de chismes de la bruja chismosa, un poco de astrología para saber en qué año de la rueda estoy. Cada quien sabe que basura le hace un mimo al alma cuando tiene sus ratos de deprimirse.

Por poco no sigo a mi teléfono al suelo cuando escucho la voz de Ken después de sentir cómo la cama se hunde con su peso y no quiero replantearme con el sueño todavía en los ojos, por qué tiene todo el sentido del mundo que lo haga cuando está transformado en perro, pero que lo haga en su forma humana no. Froto mi cara con fuerza como para espabilarme del todo y me incorporo a medias en la cama, no puedo contestar a su pregunta porque no la entiendo. Mis labios entreabiertos se quedan a medio decir una opinión sobre el hecho de que quiera quedarse a dormir, pero los planes que propone hacen parecer más urgente un comentario cualquiera, que esa aclaración. —Es contradictorio que te opongas a ver mis películas románticas y por otro lado me pidas que te pinte las uñas, ¿algo que contarme? ¿Dudas que tengas sobre…? Soy tu amiga, no voy juzgarte—, ¿es el sueño lo que me hace plantearle esto o tener que explicarme cómo puede ser que meterse entre las sábanas sea tan natural para él y yo estoy a un centímetro de caerme si me muevo un poco más? No voy a poder dormirse así, ni aunque quiera, necesito ponerme a hacer algo que rompa con la incomodidad que al parecer solo yo siento.

Giro con mucho cuidado de la gravedad y enciendo la luz de la mesita de noche, saco mis pies descalzos de la sábana para ir en puntitas hasta mi tocador donde tengo algunos esmaltes. Vuelvo a mi lado de la cama para sentarse sobre la manta –un momento, no tengo lado, mi cama es toda mi cama- y le muestro los colores en los que puede elegir, un azul eléctrico, un rojo sangre y un amarillo. —¿Cuál prefieres?— pregunto, un poco después llega la siguiente pregunta. —¿Por qué no quieres dormir solo?— me aclaro la garganta, pero creo que de todas maneras se siente en mi tono cierta incomodidad. — Le tuve que decir a mamá, cuando preguntó por qué a veces se escucha que hablo con alguien en mi dormitorio, que son videollamadas con un amigo y me dio la charla— cuento, vuelvo a carraspear al volver al punto. — Si quieres puedes quedarte un rato… ¡No, no te estoy echando!— aclaro, para que no sienta que actúo mal en algo que sé que no lo hace con intención, porque… bueno, Es Ken. —Puedes quedarte… pero es raro que un chico y una chica… ya, eso.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Por un momento no comprendo de qué me está hablando, hasta que mis ojos se abren como huevos — No tengo dudas sobre nada, solo era para pasar el rato. ¿Aquí sí tienen eso de dividir demasiado lo que es para niña y para niño? Crecí en un sitio donde teníamos que compartir todo, no es como que me importe demasiado… — vamos, que mi crianza se basó en escuchar a Eowyn hablar sobre los tríos imaginarios de mis tíos y buscar entretenimientos que podamos compartir todos juntos, no importa el género o el tamaño. Nadie puede decir que en el catorce no existían las mentes abiertas. Me desconecto de esos recuerdos cuando enciende la luz y tengo que cubrirme los ojos con una mano, presiono los párpados cerrados hasta que siento que me duele poco el pestañear y puedo enfocarla mejor en lo que abandona la cama y se acerca al escritorio.

Obligo a mi cuerpo a reaccionar y me apoyo en el colchón para tomar asiento, usando la cabecera de la cama como respaldo. Tuerzo la boca en lo que medito cuál elegir y le señalo el azul — Es deprimente — digo con simpleza, aunque sé que va a darse cuenta de que no estoy siendo totalmente honesto, así que opto por explicarme mejor — Pienso demasiado por las noches y no tengo a Simon para que me entretenga. Además… bueno, sé que tampoco estás bien — no quiero sonar como que la estoy acusando, por suerte para mí ella cambia de tema a uno que, a decir la verdad, me sorprende. No entiendo a qué quiere ir con todo esto, hasta que empieza a tomar forma y sentido. ¿Soy yo o estoy empezando a ponerme como un tomate? — ¡No, no! Yo no… nosotros no… — por favor, que ella ya lo sabe, no es como si no fuese consciente sobre lo que hacemos o dejamos de hacer. Paso mis manos sobre la nuca que siento hervir y sacudo un poco la cabeza — Si quieres puedo marcharme. No es como si quisiera… bueno, no te estoy diciendo fea, pero tú sabes. ¿Acaso no tienes amigos varones? No todo tiene que terminar en sexo — ¿No? Intento meditarlo un poco. Obviemos que no me he acostado jamás con nadie, no me he interesado en todas las chicas que se me cruzaron. Para mí, eso es una prueba irrefutable de que la amistad entre el hombre y la mujer existe.

Aún siento un extraño bochorno que me calienta las orejas, pero me atrevo a mirarla a la cara, a pesar de que la luz cálida le remarca algunas sombras. No sé dónde poner las manos, así que las apoyo en las rodillas para que las tenga en un fácil alcance — ¿Alguna vez lo hiciste? — pregunto, de puro metiche — Lea y yo nos besamos… un par de veces. Y algunas cosas más, pero nunca llegamos a hacer nada más serio — es mi única experiencia, al menos que valga la pena mencionar. Ella es mayor, debería tener algo más que aportar — Tu Dave... — obvio que intensifico el tono de burla — ...no me creyó capaz de lograrlo. Solo tuve que comentárselo para que ella quiera que nos quitemos la ropa — obvio que las cosas no terminaron bien ese día y no hubo mucho avance en los siguientes, pero son detalles que ella no debe saber.
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Invitado
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Decir que me cuesta imaginar el tipo de crianza que Ken habrá recibido es quedarse corto, eso que me considero una persona con mucha imaginación. Hay ocasiones en las que se nota más que en otras de que tuvimos una educación casi que opuesta, sé que la mía ha sido particular con una madre para lo que todo debe ser clasificado para que respete un orden. Primero eres clasificado, luego existes. Cada cosa en mi vida tenía un lugar definido, hubo reglas para todo, dividir los juguetes entre los que correspondían y los que no, también fueron parte. Tal vez no siguiendo una distinción tan sexista, porque siendo científica, mi madre me inculcó en la confianza de que siendo mujer también podría imponerme en lo que fuera y en parte por eso estudié leyes. Si lo pienso en retrospectiva hacia mi infancia, hay una connotación muy psicológica de por qué estudio leyes. Supongo que será una de esas noches en las que desvariaremos con Ken sobre la vida y el universo.  

Puedo sentirme identificada con la palabra que elige para definir como han sido estos días sin mi hermano en la casa, tardo en pensar si dormir solo no hace también que se llene de pensamientos tristes sobre todo lo que ha pasado. Kendrick tiene un pasado de muchas más heridas de la que se debería a su edad. Por eso, sé que no ha venido con otras intenciones que no sean la de tener alguien con quien pasar el rato. Me han enseñado ciertas normas sobre cómo deben ser las cosas, pero con él toca hacer excepciones porque es muy diferente a todo lo que conozco. —¡Lo sé! ¡Lo sé!— le aclaro, no hace falta decir nada más, en serio. Ni siquiera lo pondré en palabras, como puedo trato de sobreponerme al nerviosismo de la situación en sí y quiero reírme cuando en tres oraciones hace un rejunte de ideas, no sé a cuál de todas contestar. —No creo ser fea, Ken. El rechazo real o no de un chico no cambia la percepción que tengo de mí misma— se lo aseguro, por mucho que pueda criticarle a mi madre sobre sus maneras, eso también es algo que puedo agradecerle por las veces en que me hizo sentar delante del mismo tocador en el que estaban los esmaltes y lo que uso para maquillarme, no con la intención de gustar a alguien más, sino a mí. —Y sí tengo amigos varones, así que créeme que sé que no todo termina en sexo. Pero con mis amigos suelo sentarme a comer palomitas en un sillón— aclaro con mucho cuidado, no sé cómo decirle qué está mal de compartir una cama, cuando ha estado durmiendo aquí antes como perro y ¿qué tiene de diferente a una pijamada o un campamento? No lo sé, el que no seamos niños tal vez.

Puedes quedarte, en serio— se lo concedo, puedo hacer una excepción. Tiendo mi mano hacia delante para que me ofrezca la suya y así pueda empezar a pintarle las uñas con el esmalte azul eléctrico que acabo de abrir. Será un contraste bonito con lo rojo que está, no quiero pensar en el calor propio que me subió por la garganta, me sonrojo fácil por mi tono de piel así que no hace falta hacer comentarios al respecto. —¿Besaste a Lea…?— si lo repito es por la sensación de confidencia que se ha dado de pronto, no sé si por este acto universal de pintarse las uñas que tiene ese efecto en todas las personas. —¿Qué otras cosas?— pregunto, me sale espontáneo curiosear en algo así, no sé por qué estoy susurrando como si esperara todos los detalles de un chisme que lo tiene como partícipe. Se abren un poco más grandes cuando menciona a Dave, esto es el chisme completo. Y que alguien celebre mi habilidad de que le pinte dos uñas sin que me tiemble el pulso con lo poco que me cuenta, pero da mucho material para imaginar. —¡Aaaaah, ya! ¡Te has liado con Lea!— ahora sí, dejo salir mi sorpresa. —No lo entiendo bien de todos modos, qué pinta Dave en esto, ni qué fue lo que le dijiste a Lea…— sacudo la cabeza con la mirada gacha sobre su mano que coloqué mientras tanto en mi rodilla para poder manipular el frasco de esmalte. Alzo mis ojos hacia él para que me lo explique, porque se me ha formado una arruga de duda entre las cejas. —¿Lo hiciste porque Lea te gustaba, no? Por eso la besaste y todo lo demás.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Lo intento, pero sé que no hay manera en la cual pueda comprender a las chicas. Si con sus amigos pasa tiempo en el sofá y conmigo en su cama, no sé si verlo como un lugar privilegiado en su confianza o que estoy abusando de ella — Podemos traer palomitas si eso se te hace más familiar — sugiero, aunque la sonrisa pone en evidencia que estoy intentando hacer una broma de esto y no la situación extrañamente incómoda que se ha formado. ¿Por qué, si no es la primera vez que me recuesto con alguien? Es solo inocente compañía, no es como si le estuviese pispeando nada… lo que me lleva a bajar la vista por inercia y acabo desviando la mirada con algo de violencia, así que realmente ruego que no se esté fijando en esos detalles.

Busco sentirme un poco más tranquilo frente a su permiso y me centro nomas en cómo sujeta mi mano para empezar a pintar las uñas. El esmalte se siente frío, como un ligero cosquilleo que podría ignorar si no fuese porque me concentro en eso para no burlarme del pequeño factor de que ha decidido ignorar mi pregunta principal — Ajá — respondo, con un revoleo de los ojos cuando exige detalles que en otro momento consideraría morbosos — Ya sabes, esas cosas… — al menos, lo capta de inmediato y eso me ahorra algo de tiempo. Estiro el cuello para poder ir viendo lo que está haciendo, pero como me ha acomodado en su rodilla, tengo que estirar también parte de mi torso — Dave me retó a que no podría besarla nunca y yo le aposté a que sí lo haría, es todo — hay más detalles, pero no me considero la persona adecuada para decirle que su caprichito quiere besuquearse con su mejor amiga. Por más que no le duela o importe, son intimidades ajenas que a mí no me corresponde divulgar — Y no es como si… no creo haber sentido cosas por ella. ¿Nunca tuviste el impulso y la curiosidad de besarte o manosearte con alguien? Solo te atrae físicamente y se llevan bien y las cosas solo pasan… — siempre tuve en claro que era algo natural, que sucedería tarde o temprano. Delilah siempre me produjo nervios especiales, sé que estaban ligados a algo más sentimental. ¿Pero Lea? Despertaba otra clase de cosas en mí, en especial dentro de mis pantalones.

Cuando creo que ha terminado con esa mano, la giro en mi dirección y doblo los dedos para poder ver cómo se ven; no están tan mal, aunque estoy seguro de que Ivar me hará preguntas si llega a verlo — Fue la primera vez que vi a una chica sin sostén. Ya sabes, real y de cerca. No pensé que una chica como ella, ya sabes… así de atractiva se fije en mí alguna vez como para dejar que la toque siquiera — sigo diciendo que fue un golpe de suerte. Estábamos aburridos y encontramos un modo para entretenernos, bastante placentero a decir verdad. Solo porque vi que Syv lo hace, me soplo las uñas — ¿A quién le traes ganas? Tiene que haber alguien — y me niego que me diga que Dave es el único al cual ha mirado de esa forma.
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Espera— pido que se tome un minuto para que me conteste una duda que se escucha en un tono reprobador cuando la planteo, — ¿apostaron por una chica?—. Si lo digo así, tengo que admitir que no es algo que me esperara de Dave, mucho menos de Ken, que se ve tan… ninguno de los dos se ve como un par de idiotas que se jugarían a algo y meterían a una chica en eso, lo he visto mucho en la escuela, he salido con compañeros cuando tuvimos la edad para beber, y he detestado cada una de esas situaciones en las que presencié lo burdos y abusivos que pueden ser. Sin embargo, me dijo que bastó con que se lo dijera a Lea para que ella aceptara, así que… —Pero se lo dijiste, a Lea. Ella estuvo de acuerdo, ¿no?— estoy reordenando los hechos de una manera en la que pueda entenderlo, que encaje más con la idea que tengo de Ken. Porque no creo poder justificar cada cosa que sale de las normas que me gusta que se respeten, sólo porque las ignore o las haga desde… no sé, la ingenuidad… si bien lo que me cuenta tiene poco que ver con la ingenuidad y mucho con lo que pasa entre todos los adolescentes.

No, nunca me ha pasado— respondo, convencida de lo que digo, incluso le sostengo la mirada pese a la poca a la luz puede ver que hablo en serio. —Necesito sentir afecto por la otra persona para buscar el contacto, para que quiera que me bese o me abrace— explico, retomando mi tarea de acabar con las uñas de su mano retirando la pintura azul que se salió de los bordes de sus uñas. —Si me toca una persona por la que no siento algo así, no me provoca nada, salvo… rechazo— digo, no quiero traer recuerdos a mi mente porque los cubrí con muchos, muchos otros pensamientos más agradables, después de esa infantil satisfacción que me dio mi mejor amiga de encargarse de lo que sucedió la última vez que salí con compañeros de la especialidad. Y por algo fue la última. —No lo sé, tal vez todos los experimentamos de manera distinta…— digo, no quiero que suene a disculpa, pero así se oye.

Me saca una sonrisa que se sienta halagado de que una chica se fije en él y sigo con mi tarea de dar color a su otra mano, después de echar una segunda mirada a mi trabajo acabado en la primera. Y lo que sigue después es una carcajada, no puedo creer que me pregunte algo así a bocajarro, no sé por qué si es que no tiene tapujos en sincerarse conmigo. Temo que la próxima vez que vea a Mimi y tenga la libertad de hacerle preguntas sin interferencias en pantalla, la acosaré con preguntas de este tipo para que pueda darme su opinión de chica. —En serio, Ken. No tengo eso de querer besar chicos de la nada y todas esas tonterías que digo sobre Dave son sólo eso, tonterías. No iría a su casa a darle un beso de la nada…— lo tomo como algo sobre lo que podemos bromear, pero mi concentración en sus uñas se vuelve más intensa. —Sí me ha pasado eso que te dije que a veces… me encariño mucho con alguien, y tal vez me confunda un poco sobre lo que siento… si esa persona, bueno…— me callo, si sigo sólo voy a enredarme más. Suspiro para ser clara y no me arriesgo a pintar nada hasta no sacar de mi mente lo que tengo que decir. —Detesto que esto sea una contradicción a lo que dije hace un rato, pero sí que me gusta un amigo. Pero… es cosa mía, nada serio— no tengo por qué hacerlo, pero agito el esmalte y lo golpeo contra mi palma. — ¿Lea es la única chica que te ha gustado?— pregunto con la esperanza de que lo anterior solo lo deje pasar.
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Kendrick O. Black
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No. Solo me apostó a que no lograría que me bese — no es algo tan malo, quiero creer — Y claro. Ella me besó primero, yo ya lo daba por perdido — lo digo con todo el dramatismo que necesita una historia como esta, porque en verdad me había dado por vencido sin siquiera intentarlo. ¡Lo que es la vida! En un momento te encuentras apostando a que nunca vas a besar a fulana y luego fulana te está besuqueando con mucha intensidad en una cama. Mejor ni me pongo a pensar en los detalles, porque creo que perderé la concentración y el hilo de la conversación y eso que Svy me dice algo que me deja mirándola con la confusión pintada en la cara — ¿Nunca? — siento que no debería de creerle, pero lo hago a pesar de la decepción. Me gustaría poder comprender lo que está diciendo, pero creo que estoy en una edad en lo que lo único que quiero es algo de contacto físico y comer papas fritas. Asumo que tiene razón, que todos lo vivimos de manera diferente y solo me encojo de hombros; a veces olvido que ella es mayor y, tal vez, ya ha pasado por esto tomando otra ruta.

Su carcajada me toma desprevenido, pero aún así me pinta la sonrisa más tranquila que he soltado en días. Al menos me explica un poco mejor sus no sentimientos por David, lo que no impide que siga soltando una risita entre dientes como un completo idiota — ¿Ni aunque te apueste a hacerlo? — que es un chiste, lo dejo en claro al alzar mi mano libre en son de paz. Vuelvo a apoyar las dos manos para que ella sea libre de hacer lo que tenga que hacer, pero es cómo empieza a hablar lo que me provoca el olvidarme de mi sesión de manicura — ¿Quién te gusta? — creo que lo pregunto demasiado rápido, con un atropello metiche que me incomoda un poco. Incluso, clavo los ojos en mis uñas como si el color que están tomando fuese de lo más interesante, a pesar de lo oscuro que se ve por la iluminación reducida — Prometo no contarle a nadie. ¿A quién podría, de todos modos? ¿Al caniche del otro piso? — así de triste es mi vida social.

No tengo que pensar esa respuesta, pero el formularla en mi mente hace que vuelva a echarme hacia atrás con un suspiro largo y tendido — Delilah Looper — se me escapa hasta un tono risueño y la sonrisa de lado es prácticamente tímida — Crecimos como hermanos, bajo el mismo techo. Estuve loco por ella toda la vida y creo que nunca me gustará alguien así, no de la misma forma. Tú sabes, solo tienes un amor de infancia y todas esas tonterías — no me considero un romántico, tampoco creo que la gente se enamore de una sola persona para siempre, sino que conoce gente que marca una etapa. Lilah fue eso para mí, sé que no dejará de hacerme sudar de los nervios ni aunque tenga ochenta años — Pero no sucedió nada. Ella está con la red y yo… bueno, estoy aquí contigo. Esa es toda mi vida amorosa resumida, al menos que quieras contar que Beverly está obsesionada conmigo y me robó mi primer beso — o al menos, lo estaba. ¿Qué será de ella ahora? ¿Qué es de todos mis amigos, a quienes he dejado de ver? ¿Qué será de Kyle y de Jared? Me miro las uñas porque me ayuda a centrarme en algo que no sea la amargura que siempre se acumula como un nudo en mi garganta — Eso es todo. No crecí con demasiado material, éramos pocos niños y pude rescatar algunas revistas para adultos de las muchas tonterías que había en el almacén, así que no tengo mucho más que contar. ¿Cómo fue tu primer beso? — solo porque ahora me entró la duda, la miro con la obvia sospecha de que no lo ha dado.
Kendrick O. Black
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Nunca apostaría sobre algo así— contesto pese a que está hablando en broma, puedo empezar a contar cuántas veces en la noche puedo decir la palabra «nunca» con la que parece que me he encariñado, la he tenido rondando en mi mente tanto tiempo como una barrera que me marcaba hasta donde estaba permitido avanzar y la ponga en mi boca como verdades que me sorprendo de decir por la vocación que tiene Ken de preguntarlo todo. Todo. TODO. ¿No puede sólo dejarlo pasar? —Ese caniche podría contarle al beagle del parque, ese beagle al pastor ingles de la otra cuadra, y así difundirlo como rumor canino que llegará hasta este chico en cuestión…— trato de dar por terminado el tema, evito poner un nombre entre nosotros a toda costa y me hace sentir un poco culpable que conteste con tanta honestidad abierta sobre las chicas que conoció, con detalles que me recuerdan a esas películas que lo obligo a ver.

Se tiene un único primer amor, es cierto— lo digo así, conmovida de que haya querido así a una niña, por mi parte trato de no pensarlo así. Puedo comenzar a suponer que estos amores están condenados a la nada, pero el recuerdo que deja en cada uno es tan distinto, que él cree que no podría olvidarlo nunca y yo espero todo lo contrario. Me da gracia que crea que es poco por lo que ha pasado, callo lo que podría decir de mí, que es aún menos. Y la pregunta temida llega, sabía que lo acabaría preguntando, pongo los ojos en blanco y suspiro. Puesto que está cómodo tendido en la cama, me ocupo de mis manos para pintarlas con el mismo azul que usé para él, será aún más contrastante con lo blanca que es mi piel. Pero nunca como con el rojo, que en serio se ve como sangre cuando lo uso.

Eso que te dije sobre que para besar a alguien necesito sentir afecto, sí me paso…— confieso, que no es una confesión en sí, eso viene después. —Tenía tu edad, un poco menos. Desperdicié mi primer amor en una persona que no podía tocar, estaba para mí y lo quería de veras, me moría de ganas de besarlo, de todas esas cosas…— murmuro, —pero era nuestro esclavo y sabes lo que hubiera pasado si lo hubiera intentando siquiera, era muy frustrante, y sí, tal vez un día cualquiera lo hubiera besado, habría acabado mal para todos— omito deliberadamente el final de la historia, no es una que hubiera pensado que la volvería a contar a nadie, se supone que ya lo superé, que quedó atrás y soy tan precisa al deslizar la pintura por mis uñas que se puede decir que ya ni siquiera me inmuta o es que en serio aprendí a reprimir todo muy bien.
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Kendrick O. Black
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Me siento ligeramente frustrado, lo demuestro con un ruedo de ojos y un resoplido que me hace vibrar los labios con un sonido que me recuerda a un globo desinflándose — Como digas, pero no entiendo qué tiene de malo que te guste alguien — creí que nos habíamos contado cosas peores, como que uno es un animago ilegal que se escapa de la justicia porque van a colgarlo por portación de apellido, peeeero si no está cómoda conmigo yo no puedo hacer nada al respecto. Me pregunto si será ese el primer amor del que habla, pero algo me dice que debo descartar esa idea. Además, no quiero rondar mucho en el tema porque sé que Lilah me sigue doliendo en alguna parte, en esa que todavía se quiere aferrar al niño que fui y que tanto me cuesta reconocer, aunque no ha pasado aún un año entero. ¿Tanto he crecido? ¿Tanto he cambiado?

Hasta siento que la he molestado con mi curiosidad impertinente y dudo en si debo pedir disculpas o no, es obvio que no lo hago. ¡Que me está pintando las uñas a mitad de la noche! En lógica, eso es un pase libre a que me meta en su vida de cotilla — ¡Lo sabía! — no sé por qué festejo, si hasta estaba apostando que es una chica totalmente casta, pero tampoco me podía creer que no hubiera hecho nada de nada. Lo que sí no me espero es que hable de su esclavo y soy plenamente consciente de cómo se me va patinando la sonrisa hasta que desaparece totalmente de mi cara. Cuando ella termina de hablar, el silencio se adueña del dormitorio y temo que incluso sea capaz de escuchar cómo desliza el esmalte por sus uñas — Lo lamento — es lo único que atino a decir en algún punto — Nunca voy a comprender por qué prohíben esas cosas. ¿Por qué alguien no puede querer a otro alguien, cuando la sangre solo es… sangre? — en otras palabras, un líquido carmesí sin ningún valor.

Siento que ya la he invadido demasiado, así que no puedo tocarla para demostrarle mi apoyo. Me quedo viendo cómo es que acaba de pintar su mano con suma facilidad y estoy seguro que, de hacerlo yo, el acolchado sería un montón de esmalte azul — O sea que tú nunca… — me aferro de lo más inmaduro de la conversación y le dedico una sonrisita que busca ser traviesa — Eres extraña, Syv. No es un mal sentido, pero me sorprende porque siempre me he rodeado de adolescentes que se dejan llevar demasiado — cuando no fue mi generación, fue la anterior. ¡Y Ava era un muy buen ejemplo! — ¿Y no sientes siquiera curiosidad? Ya sé, entendí que no deseas hacerlo porque sí o lo que sea, pero es que… es natural, todos lo deseamos en algún momento. Creo que paso gran parte de mi día con ello en la cabeza, de verdad. ¡Y ni siquiera es mi culpa, solo sale! — porque tampoco tengo mucho con qué entretenerme. Cuando no estoy siendo un perro rastreador en el norte, sea con Simon o Stephanie, estoy encerrado aquí durante horas. La imaginación se va sola — A veces me gustaría poder salir como muestran en la televisión. Tú sabes, a fiestas o bares, nunca pude ver nada de eso. Ni siquiera sé si alguna vez podré — debe ser por eso que llama mi atención. Me rasco el costado de una de las uñas, tratando de quitar un poco del esmalte que se salió del lugar — Si alguna vez te interesa, solo tengo a Kyle para presentarte. Sus rulos son espantosos, pero te caerá bien — intento bromear, pero la sonrisa desganada deja en claro que no puedo evitar cierta añoranza.
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Si puede estar muy mal que alguien te guste, aunque no lo crea por el amigo del que me niego a hablarle, sino por historias que vienen desde antes y de las que nadie hablé en su momento tampoco. Ken es la segunda persona a la que se lo cuento de esta forma, la primera fue Sami que me inspiró esa misma confianza a abrirme con él y sentir que contaba con alguien que estaba ahí para escuchar. A mis padres no se lo dije, tampoco creo equivocarme al suponer que lo saben de todas maneras, no aceptas devolver a un esclavo así como así, por capricho de una chica que apenas está entrando a la adolescencia. —No fue un primer amor como el que tuviste con Delilah Looper, lo siento más bien como que se lo di a la persona equivocada. Y no, no lo digo por la sangre, porque fuera esclavo, o sí, por todo eso, fue un desgastante primer amor que lo tenía todo en contra y era chica para enfrentarme a todo eso…— por mal que suene, por muchas películas que mire en que los protagonistas se juran que irían contra viento y marea por su amor, no estoy hecha para ese papel. Coloco una mano en mi pecho, con tres uñas pintadas de azul, allí donde siento que mi corazón va latiendo lento y tranquilo. —Ya no siento nada por él, y tengo la esperanza de que conocer a alguien que me gustará un montón, mucho más. El primer amor es sólo eso, el primero de otros— digo, —el que importa realmente es el último.

Sé que soy extraña, así como sé que azul le sienta bien a mis uñas que van tomando una por una ese tono hasta que no queda ninguna. Repito ese gesto de soplar sobre ellas para que se sequen, como le vi hacer a Ken hace un momento, más que nada por costumbre, lo cierto es que se secan en unos segundos y no hace falta hacerlo. —Quizá crecí con demasiadas normas— respondo, sé que es una justificación parcial, el resultado de una crianza así tan sobreprotectora por parte de mi madre y el contraste con la manera complaciente de mi padre podría haber sido tan diferente. No digo nada más porque no creo poder tener una respuesta inmediata a cada cosa que me dice, entiendo que Ken pone en su boca lo primero que se le pasa por la mente y yo estoy tres veces dándole vueltas al mismo pensamiento. —Claro que también pienso en el sexo, tampoco soy tan extraña— se lo tengo que decir para que no empiece a preocuparse por mí, que al final parecerá que soy yo la que viene de algún sitio perdido en el mundo y no él, que vivió en uno invisible y con tantas libertades toda su vida. — Y para la curiosidad hay libros y películas, podría recomendarte un par si quieres, aunque sé que te refieres a experimentarlo, no imaginarlo. Esta es la cuestión…— acomodo mis codos sobre mis rodillas para una postura cómoda, —puede que este amigo del que te hablo haga que me pregunte qué tan genial sería besarlo cuando me abraza para consolarme, pero hay algo que se llama control. No todo son hormonas, también hay sentimientos, Ken. Y me gustaría hacerlo con alguien de quien no sólo esté enamorada, sino que esté enamorado de mí. ¿Es poner el listón muy alto? Quizá, prefiero que sea así, a llevarme la decepción de que la curiosidad no me lleve a nada que me haga sentir…— y ese es el punto final, no espero que lo entienda, pero es mi manera de ver y experimentar las cosas.

Para su interés en conocer bares y salir con gente de su edad, creo que podemos encontrar algo en común. —Te llevaré un día— prometo, — y no, no será en tu forma de perro, así que no es una promesa vacía. Te llevaré a bailar algún día y como en esos sitios hay poca luz, con que te pongas una gorra y una campera pesada, estarás tranquilo—. ¿Si es un riesgo? ¿Qué hace uno más? Me parece el más inocente de todos a los que se expone cada día. —¿Kyle Overstrand?— cuando lo digo la sonrisa se me sale de la cara, no puedo reprimir la risa. No conozco su nombre por haberlo encontrado en Wizzardface precisamente, sino porque también está en carteles de buscados. ¡Me está ofreciendo a uno de sus amigos señalados por el gobierno! Pero sé que lo hace con buena intención. —Es muy guapo, no te lo niego, con todos esos rulos. El problema es que creo que no es mucho más grande tú, ¿no? Gracias de todos modos— se lo agradezco en serio.
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Nunca habría pensado que el amor pudiera ser tan complicado. Sí, sé que he suspirando y lloriqueado por Delilah toda mi vida, pero jamás lo vi como un sufrimiento. Ahora que lo veo a la distancia, sin estar junto a ella por un largo periodo de tiempo, puedo decir que era un sentimiento tan puro que podría llamarlo infantil. Lo que Syv me describe suena más a un corazón roto — El último — repito en apenas un murmullo, tomo esa idea que tiene y me pregunto si alguna vez sabré lo que es eso. ¿Y qué si sus predicciones se cumplen y no vivo demasiado? ¿Quién sería el último? ¿Y llegaré a verlo alguna vez?

Las normas es lo de menos, yo también las tenía... — aunque estoy seguro de que no se parecían en absoluto a las suyas, que he visto a su madre. Me alivia un poco que no soy el único con hormonas en la habitación, aunque no me esperaba su ofrecimiento y me saca una risa que tengo que acallar con el dorso de mi brazo — ¿Me estás ofreciendo pornografía? — intento sonar escandalizado, pero la sonrisa que le dedico deja en claro que sí estoy aceptando su oferta. Al menos sí hay alguien que le revuelve lo que sea que tengamos en la sangre, en parte solo aumenta mi curiosidad, pero no voy a ponerme en fastidioso cuando ha dejado en claro que no quiere decirme absolutamente nada sobre él — No lo sé, suena demasiado ideal. Pero si es lo que te hace sentir cómoda... — alzo mis hombros con exageración y los dejo caer rápidamente — Siempre creí que mi primera vez sería con Lilah, si ella se fijaba en mí. Pero las cosas cambian, jamás pensé que saldría del catorce y tendría un mundo nuevo de posibilidades. Depende de cómo lo veamos, nuestras creencias cambian. Será cuando y con quien tenga que ser — mientras no sea en prisión con algún abusivo, creo que estaré satisfecho.

De entre todos los riesgos que tomamos, la idea de ir a una discoteca no parecía ser uno probable. La miro como si sospechara de su locura, aunque acabo señalandola con un dedo acusador — Te tomaré la palabra. Espero que haya alcohol — lo cual puede ser muy irresponsable, pero solo se es joven una vez. Ruedo un poco los ojos ante su risa, pero no puedo ocultar la sonrisa que me curva una de las comisuras — ¡Solo me lleva una semana! Además, hace cinco minutos temías el tenerme en tu cama, como si la edad no importase. No somos niños — el mover mi mano hace que mis dedos choquen con mi rodilla y me echo un vistazo, porque creo que ha quedado una marca en el esmalte, así que se lo enseño — ¿Lo dejamos así o quieres arreglarlo? — consulto y le echo un vistazo de costado —¿Kyle te parece guapo? ¿Por qué? ¿Qué es lo que les atrae a las chicas? — quizá debería empezar a tomar nota.
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El último, con el que te quedas— se lo aclaro, es un tema en el que podría explayarme mucho más, darme el gusto de explicarle esas cosas que en mi cabeza tienen todo el sentido del mundo, decido no hacerlo. En todo caso, lo que puedo compartirle para su propia curiosidad son un arsenal de novelas y un par de series que duran tres temporadas de drama romántico con lo que tendría para entretenerse todas estas noches en que no quiere pensar en cosas tristes por dormir solo. —Claro, pornografía de calidad, nada de esas cosas burdas que se pasan los chicos entre sí— digo, disimulando la sonrisa que quiere hacer curva mis labios, porque necesito saber cuánto lee de una de estas novelas antes de darse cuenta que es puro drama. —¿Qué tiene de ideal que dos personas se enamoren?— pregunto, con toda la simpleza que esta duda auténtica se merece, en serio que no le veo lo complicado a esto, pese a que no conozco mucha gente de mi edad que me diga que le ha pasado. Tienen una opinión más parecida a la de Ken, dicen eso de dejarse llevar, hablando de compromisos sin ataduras porque todos somos jóvenes y libres, y luego pasa, no puedes entrar al cubículo del retrete en el baño de la escuela porque una chica está llorando por alguien que se ha convertido en un imbécil.

Salgo de la cama para ir por las novelas que tengo apiladas en el escritorio, contra la pared, mientras escucho lo que parece que es un pensamiento que ha madurado por dentro, si le hago caso podría significar que si salgo de mi zona segura, conozco más personas y vivo experiencias distintas a las de mi dia a dia, podría cambiar en mi manera de ver las cosas. —Probablemente así sea, todos cambiamos— no me molesta tener que darle la razón, —tengo veinte años y por el momento elijo seguir creyendo que me enamoraré, cuando llegue a los treinta años y si volvemos a encontrarnos, te diré en que creo en ese entonces— otra promesa más, la coloco sobre la cama así como los tres libros de tapas discretas que elegí para él, ninguna de las portadas es demasiado reveladora del contenido. —Habrá alcohol, mientras podamos volver sobre nuestros pies a la casa, dejaré que tomes bajo mi control. Lo haremos cuando Simon vuelva, ¿de acuerdo?— propongo, no dejo que la nota de angustia se filtre en mi voz, estoy convencida de que encontrarán a mi hermano.

¡No te tenía miedo!— me defiendo, con un grito un poco agudo pese a lo bajo que suena. —Fue confuso por un momento, nada más que eso...— recalco, es una respuesta débil, no digo nada más porque sería dar vueltas y decir cosas sobre las que no llegaríamos a ningún acuerdo. Me ocupo de esa uña que ha arruinado para tener en qué colocar mi mirada, asi se me pasa el calor en las mejillas. No me ayudo a mi misma al responder lo que opino de su amigo. —Si, me parece guapo. Y tal vez si lo conozco me guste, ¿no? La edad podría no importar si me impresiona lo suficiente, pero tendría que suceder algo como eso, sino lo vería como un chico más y con unos años menos, se siente equivocado— me tardo bastante en encontrar una manera de decirlo, no diré que los veo como niños porque no lo son y con todo lo que han vivido, no dudo que sean más maduros también. Paso otra capa de esmalte para arreglar su uña, en vez de hacer todo el proceso de retirar la pintura y reemplazar. —¿Quiere que te diga que nos atrae a grandes rasgos? Porque cada chica tiene su tipo o ni siquiera lo tiene, es todo bastante al azar. Hay chicas a las que les importa el atractivo, claro. Pero no es lo más importante, muéstrate cómo eres y así encontrarás a quien busca algo así. No me refiero a que reveles tu identidad, por favor, no. Sino a tu personalidad. Siempre habrá alguien a quien le gustes así como eres.
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¿Qué tiene de ideal que dos personas se enamoren? No me siento capaz de responder sobre un sentimiento que no estoy seguro de haber experimentado, ni siquiera desde un lado solitario — No todo el mundo lo hace con una persona con quien se enamora. Creo que el sexo y el amor no van de la mano, al menos no siempre — al menos, eso es lo que he aprendido con las muchas charlas, en especial de la boca de Beverly y su obsesión con las novelas. ¿Quién puede salir con la mente limpia después de haber pasado años escuchando a las Redford? — Pero si es lo que tú crees y quieres, allá tú — no me queda otra opción que respetarlo, aunque personalmente no estoy seguro de poder esperar a que simplemente alguien me corresponda. ¿De quién voy a enamorarme, cuando vivo transformado en un animal? ¿De la chihuahua que siempre acompaña a la verdulera? Decidido, moriré solo y virgen.

Cruzarnos dentro de diez años significa que no estaremos en contacto en el intermedio, lo que no sé muy bien cómo tomar porque hoy en día es todo tan inestable que no me siento capaz de corregirla y decirle que no hará falta, porque estaré ahí para ver cómo va cambiando su forma de pensar. ¿Qué será de mí cuando tenga veintiséis? ¿Cómo me veré, dónde estaré, seguiré huyendo? — De seguro estarás casada con un sujeto estirado y tendrás un niño muy blanco — bromeo en son de burla, a pesar de que le sonrío ampliamente. Observo los libros que coloca sobre la cama y tengo que torcer un poco la cabeza para chequear los títulos, aunque mi lectura es interrumpida por su fe en la aparición de su hermano. Trago algo de saliva — Te tomo la palabra. ¿Dónde se puede ir hoy en día sin la molestia de los dementores? — tengo entendido que no hay problemas mientras sepan dónde aparecerse, pero las calles están prohibidas y solo quedan abiertos los lugares exclusivos o clandestinos. Doble riesgo, para variar.

¿Confuso? — repito y me obligo a quedarme quieto para que el esmalte que ella está arreglando no termine en toda la cama, pero sino sacudiría las manos — Ni que me hubiese metido desnudo en tu cama. ¿Me crees capaz de…? — quizá ella está algo rosada, pero estoy seguro de que yo me pongo colorado a pesar de pretender verme natural — Si quisiera acostarme contigo, ya te lo hubiera dicho — busco bromear y quitarle importancia, pero creo que los dos sabemos que es una enorme mentira. ¡Vamos, si soy un cobarde cuando se trata de chicas! Y Syv es Syv, lo último que me falta es traicionar la confianza de Ivar tirándome a su hija — Kyle te agradaría. Hasta creo que se llevarían bien — por un momento me planteo el escenario y me doy cuenta de que estoy arrugando la nariz en señal de disgusto. ¿Y qué si se gustan en serio y me dejan de lado? No, ni hablar, no voy a introducirlos — Jamás me vi atractivo. Bueno, me tengo confianza en otras cosas, pero soy bajito y mis orejas son inmensas. Siempre pensé que a las chicas le gustan más… machos — ¿Esa es la palabra que estaba buscando? No, pero es la primera que se me viene a la mente — Syv, no puedo conocer a alguien a quien le guste sin mostrarle mi identidad. ¿Qué les va a gustar? ¿Tu perro? — le sonrío, aunque no es con verdadera alegría. Tampoco podría mentirle a alguien que me agrade, es un poco más complicado que eso.

Estiro la mano que no tiene esmalte fresco y agarro uno de sus libros, aunque la cubierta no me dice mucho que digamos — ¿Qué es esto? ¿Lees novelas eróticas? — lo apoyo contra mi rodilla y paso algunas hojas, sonriendo con algo más de honestidad — ¿Hay gente a la cual esto le estimula de verdad? Beverly estaba obsesionada con ellas y se la pasaba diciendo que sabía más de sexo que los demás solo por eso. No creí que fuesen tu estilo — lo que me hace mirarla con ojos menos juzgadores a su aparente tranquilidad.
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No, claro, no siempre van juntos. Pero es lindo si van juntos, ¿no crees?— le pregunto, dando más vueltas sobre lo mismo. Hay un tono marcado de diversión en mi sonrisa al mostrársela, con los libros en mis manos, esos que hablan de amores trágicos, desesperados y se hacen muchas promesas de eternidad, eso sí es ficción, pero esto no es. —Estoy hablando de amor, Ken. No de… ¡si hasta los unicornios existen! No te estoy hablando de un imposible, es real. Todos lo encontramos un día— me reafirmo en mi postura, de la que no voy a moverme, no en este presente, dentro de unos años podremos sentarnos a hablar otra vez, tal vez en un contexto diferente y no a la madrugada en mi habitación, sobre si es real o estoy creyéndome una fantasía. No lo creo, si vivimos en un mundo donde tantas cosas son posibles, ¿por qué esto no? —Probablemente— contesto, —un hombre aburrido y dos niños pálidos. No quiero tener un único hijo, tampoco más de dos— se lo digo con la insinuación de una risa en mi voz, que ninguno de nosotros tiene una bola mágica para saber si será así, el futuro es un cuadro difícil de capturar, pero cada día vamos dando una pincelada de un color diferente.

Se me oprime un poco el pecho al pensar en Simon durmiendo en algún lugar sobrevolado por dementores, esos a los que dijo que quería enfrentarse y lo sufro, porque está solo, no podrá con ellos. Espero que prime en él su gran inteligente y controle su ansías de meterse en problemas, que escaparse de casa ya es de por sí un problema que a todos nos está costando resolver. Paso de una emoción a la otra, de la preocupación a sentir que mis mejillas vuelven a tomar color y lo bueno es que encuentro algo de lo que puedo reírme, la risa me sale sola, aunque estoy segura de que si se hubiera metido sin nada de ropa mi reacción habría sido otra, nada para reírse. —Eso hubiese sido muy atrevido de tu parte y no llegas a tanto—. Enfrío mi cara con las palmas de mis manos, espero que ayude porque no sé si en serio espera que conteste algo a lo que dice después. —Sí, claro, me lo dirías—, y no sé por qué cuando lo digo suena un poco como si me estuviera burlando de él, cuando mi intención es darle la razón. —Entonces espero conocerlo algún día—, es todo lo que digo a su oferta de presentarme a su amigo, creo que tengo por delante un par de meses más con Ken y la búsqueda de su tía, como para dar por hecho que serán varios lugares y las personas con las que me encontraré debido a él.

¡Ay, Ken! ¡No seas tonto! ¿Tú qué sabes si no hay una chica a la que le guste tus orejas? Y no lo digo porque a mí me gusta peinarlas cuando estás en tu forma de tu perro, ¡en serio! A la gente lo que generalmente le gusta son lo que nosotros consideramos un defecto— lo contradigo, no puedo creer que tenga esos complejos en los que resalta sus defectos cuando a mí se me hace más evidente que no tiene nada de feo. Meneo mi cabeza de un lado al otro, reprobadora. Y después me lleva la contraria con lo otro, así que creo que no me aclaré bien. —No, mira. Lo que te estoy diciendo es que a una chica, si le gustas en serio, le vas a gustar , sin nombre y sin apellido, sin pasado y sin futuro. Le va a gustar lo que dices, lo que haces y lo que piensas en voz alta— puntualizo, golpeando su pecho con mi uña recién pintada de azul. —Tienes que ser tú, solo tú. Y no, no en tu forma de perro, encontrarás chicas en tu camino. No de la manera tradicional. Pero tienes un largo camino por delante y encontrarás más de una que te va a gustar a ti también—. No es romanticismo, esas cosas pasan, todo el tiempo. No lo saqué de ningún libro y en todo caso, las novelas están basadas en historias que todos conocemos. Vuelvo a reírme por su interés en las novelas que dejé sobre la cama, mientras le contesto salto fuera de la cama una vez para ir al tocador donde hay gran un espejo circular en el que puedo verme desde la cintura para arriba. —Pues esa novela que agarraste se trata de un tipo que es político y por lo bajo tiene un par de negocios turbios, y hay una mujer que trabaja para él buscando a una persona, un chico. Porque mataron a toda la familia del chico y él sobrevivió, si aparece le jode todos los negocios, llega un momento en que te das cuenta que no lo jode solo a él, sino que hasta los altos jefes de Seguridad y la misma oficina presidencial no quieren que el chico aparezca. Dramón, dramón político. ¡Pero! Sí, léelo porque este político que te digo y la mujer se la pasan… haciendo los deberes. ¿Te quieres sentar aquí?— le señalo la banqueta donde espero que se siente.
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No, no llego a tanto, me da vergüenza decirle que las veces que he podido manosear a alguien me la pasaba pidiendo disculpas, permisos y opiniones. ¡Es que no sé muy bien cómo se hace! Y Lea era paciente conmigo, siempre me ayudó a saber dónde debía tocarla y cómo, marcando sus propios límites que me acostumbré a no traspasar. ¿Cómo será cuando lo haga con alguien diferente? ¿Cómo sabré lo que quiere de mí, si no tiene esa paciencia o delicadeza con mi inexperiencia? Solo asiento y dejo el tema ahí — Si así lo quieres… solo no me cambies porque no tengo tantos rulos como él — que no suelo ser feliz con los rizos que se me forman cuando hay demasiada humedad, pero si quisiera competir con los que tiene mi amigo, sé que perdería. No sé porqué, pero me paso una mano por el cabello y lo revuelvo un poco antes de aplastarlo.

¿Por qué a alguien le gustarían mis orejas? ¡Mira! — pongo los dedos detrás de ellas y las echo hacia delante como si fuesen dos aletas, las muevo y todo. Miro el dedito que me señala con algo de reproche porque siento que me está dando un sermón sobre romance, uno que me va pintando una línea ceñuda en el rostro — Siempre soy solo yo, tampoco es algo que me quite el sueño. Creo que hay cosas que me preocupan más que salir con alguien — como ver mi cara en televisión cada dos por tres y no en buenos términos — solo que a veces me gustaría… tú me entiendes, tener cosas así de simples o saber cómo es que son. ¿Y qué si pasan años y no tengo la oportunidad de invitar a salir a nadie? No quiero llegar a la adultez sin haber pasado por ciertas cosas — a veces, siento que vivo todo al revés. He tenido experiencias que muchas otras personas no, pero me han faltado las más básicas. No creo que ese sea un problema que Syv pueda resolverme a mitad de la noche.

Como ella sale de la cama, me permito estirar las piernas un poco y acomodo el libro de manera que puedo pasar las páginas más rápido, se me va pintando una sonrisita divertida y traviesa con cada palabra que va soltando — Pff… suena a un enrollo algo exagerado — cierro la tapa con mucho cuidado, pero me anoto que lo voy a leer cuando esté solo — No sabía que te gustaban esas cosas. ¿Le buscas los detalles morbositos? — muevo las cejas en señal de burla y me pongo de pie para obedecer a su petición. Con el libro apoyado en el tocador, tomo asiento y observo mi reflejo, demasiado pálido a pesar de la luz cálida; debe ser el cansancio, no puedo culpar a otra cosa. Aún así, paso mi atención a la desconfianza que me da la zona de sus maquillajes y doy algunos golpecitos sobre el borde del mueble con los dedos — ¿Vas a cortarme el cabello? Porque me gusta así como está — quizá tanto hablar de Kyle y su cabellera surgió un mal efecto. Por curiosidad, acerco lo que creo que es un pincel para la cara y me lo paso por la nariz, solo para sentir si es tan suave como creo — ¿O qué tienes en mente? — levanto la cabeza para mirarla y me recargo un poco en ella, siento que mi cuello se contractura un poco por la postura y de todas formas le sonrío — ¿Sabes? Si el sujeto misterioso que te gusta no se fija en ti, es un idiota y no vale la pena. Eres un buen partido, Syv. Si tuviéramos ocho años te tomaría la mano — bromeo y estiro mi trompa hacia adelante, con los ojos cerrados en exageración — Vas a tener que irle con la boquita así — suena que estoy hablando como un pez acogotado, cosa que se me quiebra al reírme entre dientes — Ya me dirás si te da resultado o no — que sé que no, pero siempre podemos bromear sobre ello.
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No te cambiaría, Ken. Seguirías siendo mi amigo, como Mimi también lo sigue siendo, pese a todo y aunque las cosas cambien, lo son— digo para darle la seguridad de que no lo dejaría de lado por un chico, tomo a Mimi como ejemplo porque me parece el mejor de todos, de todas maneras a Jakobe y a Nate también los sigo apreciando como amigos, pese a lo poco que los veo y en parte por la razón de tener como perro al chico que están buscando. Ellos no lo sabrían, pero no expondría a Ken a estar en la compañía de aurores, incomodidad sería lo mínimo que llegaría a sentir. Tal vez así como no sé si le presentaría a mis amigos, no sé qué opinarían los suyos de conocerme a mí que crecí en la burbuja del Capitolio y el mismo Kyle que menciona. Por mucha confianza que quiera transmitirle en sí mismo, a mí me surgen inseguridades cuando hago la tarea de mirarme desde los ojos de otras personas. Es una práctica que evito, por eso mi espejo es mío y de nadie más, me juzgo yo. No sé cómo enseñarle a Ken esto y de todas maneras haré el intento. —Tienes dieciséis años, ¿por qué piensas todo de manera tan fatalista? Saquemos de que es posible que mueras joven, ¡tal vez no! ¿Y podemos contar que ya tuviste un primer amor, besaste y tocaste a una chica? Yo digo que vas bien— le enseño mi sonrisa más amplia, esa que va con esta charla tan banal que deja fuera el montón de tragedias que lo tocó vivir en poco más de una década. Demasiado para tan poco tiempo, y en cambio yo… —¿A qué te refieres con salir? ¿A una cita o a tener una novia?— pregunto porque esa expresión tiene para mí un significado ambiguo.

Para ser un drama político, tengo que apretar mis labios para contener la risa al hablar de la novela que le presté. —Están por todos lados, no hace falta que busque mucho. Cuando lo termines, lo debatimos en una próxima sesión de manicura— me cuesta hablar sin romperme en una carcajada, si al final voy a conseguir arrastrar a Ken en mi depresión de consumo basura y fundar un club de lectoras desesperadas, con ruleros y esmaltes de colores chillantes. Para su suerte, lo de los ruleros es en sentido figurado. —Cuando era niña, me veía demasiado blanca y en la escuela me decían que parecía un fantasma. Mamá una vez me puso un vestido rojo para ir a una fiesta y me acomplejé muchísimo, porque me veían aún más pálida, como si estuviera muerta. Y cuando empecé a crecer quería un cabello más oscuro, como el de Mimi. Verme un poco más… normal. Mamá empezó a pararse conmigo en este espejo, hablábamos de todo lo que no me gustaba de lo que veía y luego de las cosas que sí, me decía todo lo que le gustaba de mí, y me dijo también que si había algo que no me gustaba lo podía cambiar…—. Del maquillaje disperso sobre el tocador tomo el labial rojo que siempre está listo, bastante gastado a esta altura, y lo uso para remarcar mi boca por más que sea la madrugada. —Llevó años, pero cuando dejé de mirarme al espejo y preguntarme qué defectos veían otros, y en cambio, me miré con mis propios ojos, me gustó mucho lo que vi, era hermosa para mi. Y por eso el rojo, es una reafirmación de cada día— le muestro el labial.

Se me escapa una carcajada por la manera en que frunce su boca después de lo que dice, y le robo el pincel que tiene en la mano para darle un golpecito suave con los pelos.  —Qué tonto eres, no haré algo así—, creo que lo sabe tan bien como yo. —Y no es un idiota, es un gran chico… que algún día conocerá a una gran chica— si hasta lo digo con una sonrisa, —que no soy yo. Pero seguiré siendo su amiga. No dejaré de serlo porque tenga una novia, aunque…— suspiro. Rodeo la banqueta para sentarme en la orilla de la cama, sosteniéndome con las manos del borde, así mis hombros se alzan hasta la altura de mi mentón. —Es auror, tal vez sí dejaríamos de ser amigos si llega a enterarse algún día que fuiste mi perro.
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Kendrick O. Black
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Suena como una lista un poco decente. Es más de lo que tenía hace un año — ¿En dónde estaba en esos tiempos? Además del catorce, eso es otro tema. Sé que he crecido, no solo física sino también mentalmente. Hay opiniones que antes no solía siquiera considerar, sé que soy lo más maduro que alguna vez fui y lo más inmaduro de lo que nunca seré. Supongo que tengo que darle la razón en cierto punto — Ya sabes, salir con alguien, verte de vez en cuando y compartir cosas… el concepto básico — porque es ese… ¿No? ¿O hay siquiera otro? No entiendo bien cual es la diferencia entre formalidades e informalidades, al fin y al cabo es lo mismo con o sin un título — Aunque creo que tengo ideas un poco trastocadas de lo que muchos parecen creer dentro de NeoPanem. Verás, siempre viví en un lugar con pocas personas, estaba seguro de que mi destino era crecer y juntarme con alguna de las chicas del catorce porque no habían otras opciones. Cuando esa burbuja se rompe… bueno, te hace volver a plantearte un montón de cosas que antes ni siquiera considerabas — ¿Ir a bailar? ¿Salir a tomar algo? Eran conceptos mitológicos.

Se me sale una risa boba e infantil, acepto su invitación a debatir los detalles pervertidos de su novela en lo que supongo que será otra noche de estas, si acabamos por hacerla una tradición tácita. Tal vez nos viene bien a los dos, para variar un poco. En desgracia para mí, parece que el moverme frente al espejo no tenía intenciones físicos pero sí psicológicos. Me cuesta el comprender el camino por el cual se mueve su declaración, es mi reflejo el que me enseña como lo que va diciendo va tomando sentido en mi cabeza y lo único que puedo ver es un rostro que no puedo maquillar con nada, ni siquiera con ese labial que le queda lo suficientemente bien como para que lo considere una parte más de ella misma. Quizá eso le sirva a ella, yo no estoy seguro de funcionar de la misma forma. La miro en su reflejo, pero acabo acercando mi rostro al cristal con la concentración en mis ojos entornados — Jamás me importó mucho mi apariencia. Pero ahora hay días en los que me gustaría… — no lo digo con palabras, paso la mano por delante de mi cara como si así pudiese borrarla para darme a entender. Creo que poco tiene que ver con autoestima y mucho con una identidad que no termino de descubrir. A veces, simplemente siento que no me pertenezco — Algún día me miraré al espejo y me veré entero, solo necesito tiempo — ella misma lo dijo, le costó años. Es uno de esos procesos que tendré que hacer solo.

La risa hace todo esto menos amargo, muevo una ceja en su dirección como si dudase de que lo que dice va en serio, pero se lo dejo pasar — ¿Por qué no? Tal vez le gustas y no te lo dice por miedo a que no sientas lo mismo — podría dar el ejemplo del miedo que he sentido durante años con Delilah y que tuve que decírselo para poder continuar, pero cualquier rastro de diversión o una mínima sonrisa se va desapareciendo hasta que siento que se me patinaron todas las emociones del rostro. Poco a poco, me voy encogiendo hasta estar con los brazos cruzados sobre el tocador y apoyo sobre ellos uno de mis pómulos, como si verla de esa manera pudiese ayudarme a comprender cómo es que a alguien como ella le puede gustar un auror. Espero que no se note que me quedo callado más tiempo del normal, pero siento que si abro la boca, el sonido que saldrá no será agradable. ¿No he luchado contra esa gente? ¿No ayudé al asesinato de algunos de ellos? Y obvio, alguien así la rechazaría si yo fuese algo real para el resto de las personas — Synnove… — encuentro mi voz con su nombre completo y creo que sueno cauteloso — No hay manera que esas personas sean buenas. Ellos… bueno, se entrenan de manera voluntaria para buscar a gente como yo — le sonrío sin una pizca de gracia, porque creo que es un poco obvio el punto que le estoy señalando — ¿Por qué serías siquiera amiga de él? Me estás ayudando a buscar a mi tía, teniéndome aquí estás rompiendo cientos de leyes que él tendría que respetar contra ti y tu familia y… — sacudo la cabeza, me enderezo en el asiento y mis ojos se desvían de los suyos para encontrarse con su reflejo en el espejo, notándose oscuros — Mereces algo mejor que eso. Al menos que para tu vida quieras casarte con alguien que trabaja para el ministerio, tener sus hijos perfectos para mandarlos al Royal y quedarte sin un perro — ¿Por qué me siento tan brutalmente traicionado por algo que debería ser una tontería? Encuentro la simple respuesta en dos segundos: porque no lo es.
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Todo es cuestión de tiempo— digo, dejando que tenga su propia conversación con el espejo y llegue el día en que pueda verse como mucho más que el chico con orejas grandes, en que incluso ese rasgo lo haga propio de su identidad, cuando sea esta la que pueda ver en el reflejo y reafirmarla ante todos, cada día. Yo hice este ejercicio tantas veces, que mi autoestima no vacila cuando doy por hecho que habrá en algún lugar una chica más adecuada para mi amigo, no es porque me vea como menos, todo lo contrario, tengo la capacidad de reconocer lo que hace grandes a otras personas y lo que tengo en claro es que así como hay personas que se enamoran y encajan como piezas de un puzzle, hay muchas otras que se encontrarán y desencontrarán, sé también que eso pasa más seguido. —¿Puede ser que tanto romanticismo de mi parte se te haya quedado?— pregunto en son de broma, porque cumple con su deber de amigo en decir lo que sea para darme una esperanza en lo que yo misma decidí que se ha perdido sin intentarlo, que convertí en una certeza.

Su tono serio no me lo espero, por poco creo que va a molestarse de que tengo un amigo auror, ¿acaso no le dicho que su secreto está a salvo? No lo entregaría a ninguno de los aurores que conozco, él ha llegado a ser un amigo real y cercano como para traicionarlo así. Por más que se me acuse de traición a la confianza o a los valores del lado de esas personas con las que he crecido, que son lo cotidiano y lo conocido para mí. —No puedo pensar en mi amigo como una mala persona si ha sido quien estuvo para consolarme cuando lo necesité. Sé que me aprecia y lo demostró siendo bueno conmigo— replico, me sujeto más fuerte al borde de la cama, arrugando un poco la manta con mis dientes y siento como mi mandíbula se tensa.  —Sé que eres una buena persona, te aprecio como amigo y estoy tratando de ayudarte, pero también estaría para él si me necesitara, porque también es una buena persona, conmigo lo es. ¿Por qué tendría que... elegir entre el uno y el otro si ambos son buenos para mí? No es como si tuviera que darle la espalda a él por darte la mano a tí— sigo, se forma una arruga ceñuda en mi frente. No decido quienes son los buenos o los malos en esta historia, ni me muevo entre posturas tan opuestas como las que seguro tiene uno por ser auror y el otro por… ser tantas cosas, un chico del 14 para empezar.

Yo estoy formando mis propias opiniones a partir de lo que vivo, sé que el tiempo que pase con Ken influirá muchísimo en lo que espero del mundo en adelante, y creo oportuno señalar algo que está presente en todo momento. —Ken, sabes tan bien como yo, que mi vida está aquí, en el Capitolio. Este es el lugar al que regresaré después de que acabe tu búsqueda y tú decidas un nuevo destino que irremediablemente nos separará. Claro que todo lo que pasé contigo hará que desde aquí quiera cambiar las cosas, a mi manera, desde mi lugar. Y mientras tanto tú estarás por ahí, peleando en la línea del frente en todas las batallas…— lo digo así porque no sé bien cómo son las luchas en las que se involucran todos aquellos que quieren cambiar el gobierno de un país. —Y déjame decirte algo, el Capitolio no es muy distinto a lo que pensabas del 14, la vida a la que siempre regresaré está aquí y aunque me presentes a tu amigo Kyle, al final de todo volveré, me vincularé con personas de aquí, armaré mis planes a futuro aquí, muy probablemente me case con alguien del ministerio y sí, mis hijos irán al Royal. Esta es mi vida. Estarás aquí un tiempo, luego te irás. Te seguiré un tiempo, luego volveré. Pertenezco aquí.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
La risa que suelto es seca, amarga, sin una pizca de alegría. Sé que hay una línea que me separa de las personas como ella, no solo por haber crecido en un sitio muy diferente, sino porque me doy cuenta de que, al final, jamás estaremos en la misma postura. Mis necesidades no son las suyas, ella tiene una vida acomodada en el Capitolio mientras que el resto de nosotros rogamos por migajas solo porque alguien decidió que así debe ser. ¿Qué importa que su amigo la consuele, si después es quien saca su varita para atacarnos? Estoy seguro de que una acromántula cuida de sus crías, eso no quiere decir que su aguijón no sea venenoso — Porque los aurores hacen lo que creen que es correcto, en base a un sistema que es erróneo. ¿Eso no es suficiente como para alejarse de ellos? — me siento un poco egoísta, casi parece que le estoy haciendo una escena de celos que no tiene ni pies ni cabeza, pero que sorpresivamente me hace dar cuenta de cuál es mi rol en todo esto. Soy quien cree que la igualdad es posible, que he crecido con muggles, magos, criaturas y desamparados — No quiero que elijas entre él y yo, sino que… ¿Cómo puedes siquiera hablarle cuando sabes lo que hacen para vivir? — son exclusivamente de ese bando, el enemigo. ¿No se supone que acaba de decir que es mi amiga?

Entonces lo dice, suelta las palabras que me obligan a ponerme de pie y mirarla como si la barrera invisible ahora fuese de cemento. Su vida es una escalera perfecta, la mía es solo un tobogán por el cual no puedo trepar. El calor que me sube por la piel es muy diferente al anterior sonrojo, estoy seguro de que siento un nudo en la garganta y boqueo como pez fuera del agua hasta poder encontrar mi voz — ¿Esto es un juego para ti? ¿Me ayudas porque al final del día, puedes volver a la casa de mami y papi para que cubran tus trapos sucios? — quizá estoy siendo más venenoso de lo que debería, pero no puedo evitarlo. ¡Que estoy enfadado, por todos los cielos! Y no es solo enojo, hay algo que me presiona el pecho y se siente terrible. ¿Qué clase de extraño dolor es ese? — Para mí sí es real, Syv. ¿Cómo sé a qué le eres fiel, cuales son tus ideas, cuando sueñas con besuquearte con alguien que me mataría si eso le condiciona un ascenso? ¿En qué clase de persona te convierte, si puedes pasar por alto esos detalles en alguien solo porque “fue bueno contigo”? — sé que estoy subiendo el tono de mi voz y me es inevitable el mirar hacia la puerta. Y porque sé que empeorará, saco la varita y le lanzo un hechizo muffliato.

Jugueteo con la varita entre mis dedos, sosteniéndola de manera que termina haciendo equilibrio entre ellas por culpa de la presión de mis palmas. Ahora me siento patético por tener las uñas pintadas — ¿Cómo puedes decir que perteneces a un sitio donde las personas creen que quemar distritos y torturar a aquellos que consideran un error, está bien? — aún hay quemaduras en algunas zonas de mi piel, apenas se notan pero están ahí. Le echo la culpa a ese pensamiento y no a otras cosas el que sienta el picor de mis ojos — Sé que tú no eres como ellos, me lo demuestras todos los días. ¿Pero lo perdonarías si las cosas salen mal y tienes que quedarte? — me obligo a alzar la mirada hacia ella, tengo que tragar un poco de saliva — ¿O vendrías con Mimi, conmigo? Los dos sabemos que hay mucho más allá afuera, sin las estúpidas leyes que tanto te esfuerzas en memorizar. Siempre hay otra opción. No tiene que ser el auror del ministerio ni los hijos en el Royal. No tenemos por qué seguir el sistema que nos dijeron que es el adecuado para nosotros. Creo que eres lo suficientemente lista como para eso — al menos, es lo que elijo creer por solo cinco segundos. Se lo concedo.
Kendrick O. Black
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A su sonrisa amarga respondo con una mirada apenada y vulnerable a lo duro que puede llegar a ser con sus palabras, pero no retiraré lo dicho. —Para ser una persona que busca respuestas sobre su identidad y quiere ser más que un apellido, me sorprende que juzgues a las personas por su uniforme. No me apartaré de ellos porque no son sólo aurores para mí, son personas a las que estoy unida— sostengo, suelto la tela que tenía atrapada entre mis dedos por la tensión que se centré en los puños y me paro para quedar a su altura. No es una elección entre él y alguien a quien también considero un amigo, eso está claro. Es una elección mayor para la que todavía no tengo una respuesta, y cuando la tenga, tampoco será una que se coloque entre dos puntos opuestos. No se trata únicamente de Nate, habla de todos los aurores y entre ellos está también Jakobe. Nunca me apartaría de quien es mi hermano, nunca. Trago lo hiriente que puede ser, no retiro mi mirada de la discusión, que vea lo que me afecta y también que me escuche. —¿Crees que es un juego para nosotros cuidar en esta casa a alguien que el gobierno busca en primer lugar? ¿Me ves como alguien que participa en todas estas cosas un juego? Sabes por qué lo hago, porque creo en ti y en las cosas que dices, aunque en este momento… todo lo que dices es para lastimarme—. Elige la peor manera de describir esta situación, la más burda posible, por eso decido contestarle muy a mi manera, sabiendo que va a molestarle y con toda la simpleza que puedo a dar a mi voz, escondiendo lo rota y realzando lo desafiante. —Porque lo quiero— aguardo a cómo elige responder a eso. —Me convierte en esa clase de persona, en la que se encariña de lo bueno que puede encontrar en los demás.

Y que diga que soy todo lo ingenua que se puede ser, pero no conozco a las personas porque cómo se ven y se comportan entre el montón, sino por el momento en que se acercaron a mí y me demostraron lo buenas que podían ser, yo no olvido esos gestos que creo que revelan más del carácter de una persona o da una esperanza al menos. Como todo lo que me dice también me muestra aristas de su carácter de las que no sé si es consciente. —Porque este también es el sitio que me cuidó, es mi casa— contesto, tan sencillo como lo es, —y lamento, lamento mucho que hayas perdido la tuya, que de aquí haya salido la orden de destruirlo. Pero estás mirando el mundo y juzgando a las personas con todo el dolor y el enojo que sientes por eso, y si es así, espero que sigas sin querer gobernar cuando sepas que tanto te pesa ser un Black, porque serías un pésimo gobernante— lo remarco, con la garganta ardiendo y mis ojos también, que se van aguando haciéndolos mucho más claros. —Porque para líderes que han gobernado con un criterio de revancha, ya tuvimos un par. Si no eres capaz de ver a las personas por lo que son y de querer gobernar para todos, y no otra vez con la intención de marginar a los que llamas enemigos, prefiero… que te quedes como perro— al decirlo me cruzo de brazos, caigo con todo mi peso en la cama para ilustrar así dónde está mi sitio. Me tardo un minuto, dos minutos de maldito silencio, me guardo la respuesta enfadada de que me quedaré aquí, porque creo que debe haber alguien aquí para que el cambio también esté desde adentro. Y el cambio no llegue arrasando desde afuera, quemando este distrito. —Iría contigo y con Mimi— contesto, a pesar de todas las cosas que me dijo y que le dije, —para asegurarme que no seas un idiota. Iré con ustedes, luego volveré. Porque eso es lo que pasará… podemos ir afuera a luchar por todas las cosas en las que creemos o queremos, pero cuando todo acaba, hay un lugar al que regresamos. Y quiero ver desde aquí, desde mi casa, que las cosas cambian para mejor, para todos
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