The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Necesito unos minutos fuera para respirar el aire frío de marzo, los principios de septiembre se perciben en el olor dulzón de algunas plantas que están floreciendo contra las paredes del cobertizo que uso para armar los mejunjes y atender a los vagabundos del norte que se acercan en estos días porque han oído hablar de un sanador que no cura con magia, porque no puedo hacerles entrar a la casa donde un hombre descansa en sus últimas. Lo menos que puedo hacer por él es ofrecerle una habitación donde tenga un poco de paz, aunque en las pocas ocasiones en que se encontró lúcido, no hizo más que lamentarse en voz alta y dictarme una carta más de las muchas que ha intentado escribir a su familia con sus fuerzas rotas. Puedo entender lo que es cargar con tantos arrepentimientos que el cuerpo mismo sufre esa tortura, porque he llegado a la conclusión de que la gravedad de su enfermedad se debe a la derrota que pesa sobre él por el abandono a su familia, que se la ha devuelto con la misma crueldad al no acudir a la despedida que les pidió. Es un hombre con la necesidad de pedir perdón atragantado en la garganta y lo está matando.

¿Te costó conseguirlo?— le pregunto a Dressler cuando lo veo aparecer como una sombra que se recorta en la noche hasta que veo nítidamente su rostro. Lo saludo con una palmada en el hombro y lo estrecho brevemente en un medio abrazo, porque en estos años de soledad ha sido mi compañía más constante, lo más cercano a la figura de un hijo con su ir y venir trayéndome los medicamentos que él sabe cómo conseguir gracias a sus dotes de ladrón, y es lo único que puedo usar para mi trabajo, por más que mantenga el engaño de ser un sanador que no usa varita porque se me ha hecho imposible conseguirla. Mentiras que se creen, porque ninguno de mis pacientes tampoco es tan generoso como para ofrecerme las varitas que logran conseguir, es de los botines que más mezquinan.

Creo que esta es su última noche— le informo a Dressler, que sabe de los meses que pasé velando a este hombre. No quiero aún entrar a la casa, demoro mi mirada en un cielo sin estrellas. —Morirá sin ver a su hija, y eso… puedo entenderlo— comparto la misma angustia, porque no puedo confiar en mi mente por síntomas que también se reconocer, aunque no son graves comparados con los que sufre este hombre. Coloco mi mano sobre el hombro del muchacho que tengo enfrente, joven a mi lado, por más que tenga cuarenta años. —¿Has sabido algo de tus hijos en estos días?— insisto en que no acepte la perdida de contacto con ellos, porque cuando se pierde cosas, es difícil recuperarlo luego. Y no hay nada como ver que el pasado se aleja, se aleja cada vez más, arrasado por el olvido. No nuestro. Sino de los otros.
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Los putos dementores me están haciendo la vida imposible, cada vez me cuesta más hacer los asaltos y volver a casa con el alma en su lugar ¿Cuánto más voy a aguantar de esa forma? Para colmo mis piernas y pulmones me pasan cada vez más factura por los esfuerzos realizados y eso me deja en gran desventaja con respecto, por ejemplo, al flamante escuadrón de licántropos con el que hora cuenta el ministerio. Hoy hay luna llena así que la situación no podría haber sido peor. Pero por fin estoy en el doce otra vez, sano y salvo y con la mercancía que Adam me pidió. Ésta vez tuve muchas ganas de rechazar el trabajo pero tengo una reputación que mantener y no quiero que se esté diciendo por las calles que ya no soy capaz de conseguir cualquier cosa.

- Siempre me cuesta, pero lo hago de todas formas - respondo y también le doy un rápido abrazo a modo de saludo. Trabajo hace tanto con éste médico que ya olvidé por qué comencé a hacerlo en primer lugar. Quizás porque me recuerda a mis padres, ellos que con tanta dedicación ayudaron a la gente durante toda su vida solo para ser marcados como traidores cuando no pudieron hacer uso de una varita. A veces me siento tentado de preguntar a Adam si llegó a conocerlos, pero algo me detiene pues no sé si quiero tener una charla sobre todo lo que fueron y ya no podrán ser.

- ¿Última noche? ¿Me enviaste a buscarle medicinas a un tipo que se va a morir en las próximas 24 horas? - pregunto genuinamente indignado mientras le tiendo la mochila con las medicinas. Bueno, si no sirven para él seguro que la usará para alguien más, otra persona sin cura que solo necesite hacer sus últimos días en la tierra un poco más llevaderos. Aún así no puedo permanecer mucho más tiempo enojado con el moribundo, porque yo también tengo una hija a quien me gustaría ver no solo en mi lecho de muerte, sino que cada día, pero me arrebataron ese derecho junto a muchos otros más.

- Jen publicó algo de que su actor favorito desapareció, estaba muy bella en la foto - respondo sonriente - Se podía ver a Brian en el fondo, es igual a mí, tiene mi cabello, eso debe traer loca a la madre - agrego orgulloso de mis pequeños, aunque no los tenga conmigo son míos, lo dicen sus rostros - Pero noticias directas que no sean robadas de internet... No. El último informe fue hace como un mes ya - admito con el tono de voz un poco más apagado.
Anonymous
Invitado
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Sí, así parece— respondo con un suspiro, porque el encargo se lo hice hace unos días sabiendo que este hombre no hacía más que empeorar, despierto cada mañana con la certeza en mi mente de que no pasará la noche, y sin embargo, me pongo en movimiento, lo atiendo, procuro lo posible para hacerle llevadero hasta el último de sus minutos. ¿Qué otra cosa puedo hacer? No puedo solo pararme a su lado en la casa, viendo escasear los medicamentos hasta acabarse y aguardar a que la agonía consuma lo poco que le queda de sus fuerzas. —¿Podrías hacer algo así, Dressler?— le pregunto, con la confianza que tengo por los años que nos distancian. —¿Quedarte al lado de un hombre viéndolo morir y sin hacer nada?—. No entro al dilema de cuánto arriesgaría de mi vida por una causa perdida, el muchacho podría decirme que es lo que hizo al buscar esos medicamentos, pero sabemos que por su oficio poco noble, se hubiera arriesgado por una cosa u otra. La vida en el norte es así.

Rompe con mi semblante apesadumbrado por la situación que me espera dentro de la casa, el que me hable de sus hijos, esos chicos a los que fui dando rostros más o menos definidos en mi mente por la necesidad de dar forma a sus anécdotas. Seré un solitario por elección, pero noticias del mundo tan banales como la de una adolescente que sufre por un amor de televisión, me sacan una sonrisa nostálgica por tiempos despreocupados que no recuerdo. No recuerdo que tan pronto perdí en mi vida la capacidad de tomarme todo a la ligera, responsabilidades y cargas muy pesadas me hundieron los hombros a una edad temprana. Una constante seguidilla de pérdidas, que me ha dejado sin nada. —Lo lamento— murmuro, lo hago de corazón, puedo verme un tanto proyectado en él hace un par de años. También es otro hombre que lo ha perdido todo. —Algún día serán lo suficientemente grandes como para venir a buscarte por sus propios pies, y sé que el norte no tiene las vistas más bonitas, pero hay reencuentros necesarios y poco importa el lugar—. Y estar dentro de las ciudades acomodadas de Neopanem, a nadie hace inmune en fechas recientes a las desgracias que se van sucediendo.

¿Entramos?— le pregunto, guiándolo al interior de la casa que está iluminada por unas pocas lámparas de aceite, es el pago más elevado que suelo pedirme a quienes me visitan como pacientes. Cargo con su mochila en mis manos para ir sacando las cajas sobre la única mesa que hay en toda la habitación, los muebles están dispuestos en orden ocupando todo el espacio amplio. Hay una sola pared, que es la que aísla al dormitorio, cuya puerta está entreabierta para poder escuchar la respiración dificultosa del hombre que se extinguiendo en este mundo. —Aguárdame un momento— pido. Me asomo al marco para comprobar que está durmiendo, si tiene suerte la muerte le llegará así. Retiro de sus manos el pedazo de fotografía que estruja y observo a la niña de pelo negro abrazada a este mismo sujeto hace muchos años, me la llevo conmigo para alisarle los bordes. Dressler robando vistazos de fotografías de su hija por internet, este hombre aferrándose a una instantánea vieja. — Te pedí los medicamentos porque la otra opción que me queda es la de inyectarlo…— musito, tan bajo que queda entre nosotros y las penumbras de la cocina. —Nunca lo he hecho hasta ahora, no me siento capaz. Pero… ¿crees que sería lo más humano que podría hacer por él?— lo interrogo, buscando una segunda opinión necesaria, que en otro momento hubiera buscado en Alice. Le tiendo la fotografía de la niña cuyo nombre enlazado con el de su padre está escrito debajo con letra infantil.
Anonymous
Invitado
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Hago una mueca, casi odiándolo por hacer preguntas como esas en el medio del bosque del distrito 12 en donde debemos dar gracias por estar respirando un día más. Sé que me hace un desgraciado pensar lo que pienso, pero es lo que me ha mantenido con vida y lo que me mantendrá de la misma forma en el futuro... Puede que Adam sea un viejo melancólico, pero yo tengo dos muy buenas razones para seguir con vida - No, no me quedaría a su lado viéndolo morir - respondo al final metiendo las manos en los bolsillos del pantalón - Me iría al demonio porque es una carga y me concentraría en los vivos - finalizo la idea - Como un tiburón, siempre en movimiento. - me han llamado rata muchas veces y lamento admitir que me han enviado por el queso en la ratonera una vez más.

Lleno mis pulmones de aire y solo respondo con algo que intenta ser una sonrisa. Me gustaría que vinieran conmigo, es algo egoísta pero sueño con eso cada día. Pero también hay una realidad y es que no podría darles todo lo que tienen en el Capitolio con su madre... Probablemente terminaría enseñándoles a robar porque es todo lo que tenemos, serían los niños más queridos del mundo pero constantemente viviendo en peligro. En 17 años no he tenido un hogar fijo en el norte y con ellos no podría seguir así, los niños necesitan una cama, un lugar en donde hacer la tarea ¡Tarea! Ni siquiera podrían ir a la escuela.

- Sí, entremos - confirmo y lo sigo hacia su casa. Podría intentar algo así, pero parece inseguro... Quiero decir, cualquiera que quiera encontrar a Adam solo debe pedir la dirección correcta. Eso no debería existir, un sitio donde encontrarnos de forma segura. Hoy soy yo, pero mañana podría ser todo un escuadrón de aurores siguiendo a lo que a simple vista es un simple paciente - Podría conseguirte un generador, en el 9 hay cabañas que los tienen, pan comido - comento mientras camino por la única habitación disponible.

Puedo escuchar al tipo de fondo y su respiración lo dice todo. Está gaspeando, o al menos así parece, pero no debo olvidar que Adam sabe un poco más que yo al respecto así que si está considerando una inyección es porque aún le queda algo más que unos pocos minutos - Puedo ponerle una almohada en la cara si quieres, así no gastas una dosis - luego soy yo el que debe reponerlas.

Tomo la foto y frunzo el ceño porque el rostro me resulta familiar - ¿Cuál es el apellido de éste hombre? Conozco a la niña, estoy seguro de que la conozco- comento concentrado en recordar.
Anonymous
Invitado
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Es lo que se hace por aquí, no te detienes a ayudar a toda persona que encuentras tirada en la calle, con los pulmones rotos por una enfermedad o muriéndose de hambre, sigues de largo, no miras dos veces. Cada hombre tiene suficiente con su desgracia personal como para preocuparse por la de alguien más, salvo que hayas convertido la medicina en una manera de compensar todo lo malo que ha ocurrido y en cada paciente estés tratando de remediar lo que no pudiste por tu propia hija. Si estoy en esta cabaña remota también es porque me queda poca tolerancia para las personas en general, estando sanas son fuertes para seguir conquistando sus intereses, entonces no preocupo por ellos. Pero es cuando un hombre se queda tendido en el catre viejo donde dormía, imposibilitado de valerse por sí mismo a culpa de una enfermedad que lo ha torturado por más de una década, que puedo sentir lo que queda de mi amabilidad. —A alguien siempre le toca la tarea de encargarse de los muertos o de los que van a morir, nadie se desvanece en el aire. Y todos llegamos a ese momento—. Él es joven, la muerte es una preocupación de la que se puede escapar aun, lo que no sé es si algún día no me tocará también ser quien se encargue de su despedida.

Podría funcionar, ¿me cobrarías muy caro?— inquiero a su oferta de conseguirme un generador, en serio que el pago que recibo por mis servicios es mínimo, nadie viene aquí a sorprenderme con un manojo de galeones y si alguien lo hiciera sería tan sospechoso, no estoy seguro de querer involucrarme otra vez con personas de esa calaña. La ayuda que el mismo Dressler me dio hace unos años a través del contacto que entabló Anne, por lo que le debo literalmente la vida, me salvó de quedar en deuda con gente mucho más complicada, no digo que él no lo sea por necesidad, a todos nos endurece el norte. Pero lo prefiero a otras compañías. —No, no consideraré ese trato entre los que doy a mis pacientes— descarto su otra sugerencia, no acabaré con la agonía de este hombre de ese modo, cuando el riesgo de asfixia es un episodio de desesperación cada vez que le asalta. Tengo una responsabilidad sobre estas personas, por las que nunca me comportaría con ellos de maneras en que se podría esperar en las calles violentas o en las mismas situaciones límites en las que alguna vez me encontré, en que se trató de matar o morir. Esto es diferente, somos criaturas complejas, no seguimos un único patrón para todo.

Scott— contesto a su duda, —y debes estar confundiéndote con la niña, habrás visto una muy parecida, ésta tendría más de treinta años ahora— sigo, examinando la fotografía que le ofrecí para que se familiarice con el rostro de quien está irreconocible en la cama, consumidas todas sus fuerzas, incapaz de alimentarse por sí mismo. —Se fue de la casa cuando le dieron el diagnóstico, su familia ya estuvo sufriendo desde antes sus síntomas sin saberlo…—. Una depresión cada vez más marcada, comportamientos que lo hacían entrar en conflicto, la posibilidad de que acabara en suicidio. Estaba condenado por una enfermedad que iría matando lentamente su cerebro, intentó cuidar a su familia de sí mismo, y eso que dijo Dressler, de ser una carga inconveniente. Lo único que le reprobaría es aquello que está tratando de remediar y no puede, porque su hija no aparece. —Lara Scott—, señalo al nombre escrito por la niña al pie de la fotografía. —Sé que esto se sale de lo que te pido generalmente, pero si puedes buscar información de tus hijos por internet. ¿Crees que también podrías hallarla a ella o a su madre?— pregunto. Bordeo de la mesa de la cocina para dejarme caer con todo mi peso en la silla. —¿Quieres algo para tomar? Tengo un vino que me robé hace unos años, es cierto que cuanto más viejo sabe mejor o será que ya me acostumbré a su sabor asqueroso.
Anonymous
Invitado
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Pongo los ojos en blanco pues con cada palabra me confirma que solo es un viejo melancólico que terminará ahogándose en su propia poesía. No, es una de las leyes de la termodinámica ¿No? La materia no puede crearse ni destruirse, solo se transforma... O algo así. Mierda, hace tanto que no hablo de esas cosas con la gente que ya estoy empezando a olvidar los datos de ciencia antiguos. El punto es que su paciente va a morir y pronto se convertirá en comida para los gusanos, nomas tiene que alejarse lo suficiente de él como para que el olor a muerto no llegue - ¿Planeas prepararle un funeral? Puedo decir unas palabras - pregunto irónicamente - Señores hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar la vida de insertenombredelmuertoaquí que ahora descansará en la gloria del inexistente dios, amén - bromeo usando una voz más grave de la habitual.

Rápidamente repaso todo lo que necesitaría para meterme a alguna casa del 9 y robarme su generador, en realidad no es mucho aunque tal vez sería conveniente disponer de algún medio para transportar el objeto que sea más resistente que mis piernas... Porque una cosa es correr entre callejones y pasadizos, otra absolutamente distinta ir por las colinas con un aparatejo al hombro esperando que los aurores no lleguen a atraparte - Depende de cuánto me cueste conseguirlo, te cobraré el estrés emocional que me lleve conseguirlo - bromeo con una sonrisa. Puede confiar en que seré justo, nos conocemos desde hace años y no estafo a nadie a no ser que haya sido un completo estúpido conmigo.

- Como sea, de todas formas se ve que está sufriendo ya - respondo a su negativa. Sin embargo cuando me revela su apellido y luego sigue con las aclaraciones, me arrepiento de la actitud de patán que tomé desde el principio. Claro que conozco a la niña, solo que cuando nos cruzamos ella estaba comenzando a convertirse en adulta y, según mis cálculos, tal y como dice ahora debe andar rondando por los treinta años - La conozco... Conozco a su hija - confieso con la voz mucho más apagada que antes.

- Si tienes una computadora puedo enviarle un mensaje ahora mismo, a ella o a la madre - ofrezco mirando la mesa sucia. Hace ya tiempo que no hablo con ella, pero creo que se acordará de mí y una cuenta falsa con las palabras justas creo que serán suficientes para que comprenda el verdadero mensaje. Y de querer contactar a la mayor creo que también puedo hacerlo, aunque quizás sea más complicado que escuche si no somos claros con ella - Siempre aceptaré lo que sea para tomar... Nunca se sabe si mañana habrá algo, aunque sea agua - digo distraído pues no puedo creer que se trata del padre de Lara, estoy en algo así como un shock - ¿Qué tiene?
Anonymous
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No estamos como para los lujos de un funeral— contesto, en todos territorios todo lo que se le puede ofrecer a un moribundo es una porción de tierra en los lindes del bosque para su descanso eterno, uno en el que tampoco creo, a lo que nos sigue lo imagino como una nada oscura en la que todos nos perdemos, nos extinguimos. Serán nuestros restos los que servirán de abono para una naturaleza que nos sobrevive por mucho daño que le hagamos, pero lo que somos se desvanece. —No creo en hacer esas cosas si no hay fe, y por otro lado, él tiene suficiente fe como para encomendar por su cuenta su alma. Sé que en su mayoría son delirios, pero no pasa una noche sin que me cuente un poco de cómo es el cielo y el infierno, parece especialmente preocupado de acabar en este último— se lo comparto a Dressler, a quien no tiene por qué importarle la perdida de razón de un moribundo, tiene otras cosas que le valen las arrugas que se le forman en la frente y los aurores pisando sus talones inquietan más que cualquier infierno que en última instancia es puro cuento.

¿La conoces? ¿Sigues en contacto con ella?— pregunto, por lo poco que pude obtener de Scott, su hija no está en estos territorios y que se relacione con repudiados me sorprende, tenía entendido que estaba segura con la madre de la que había quedado a cargo. Su esperanza de que haya una computadora funcionando en este lugar donde ni siquiera tengo un generador de electricidad, me saca una sonrisa. —Lo siento, no lo tengo— es todo lo que digo, conteniéndome de hacer cualquier broma inapropiada para la situación en que el aire se vuelve cada vez más pesado y necesito de un trago, por asqueroso que sea. Deambulo por la cocina buscando un par de vasos que no están del todo limpios y la botella que escondí detrás de unos paquetes.

Huntington, una enfermedad que hace de su mente su peor enemigo, hace que todo su cuerpo sufra. Son esas enfermedades que le hacen perder a uno todo el control sobre su cuerpo, consumirse en sí mismos, lentamente…—, golpeo la mesa con los vasos y saco con fuerza el tapón de la botella para verter un poco del líquido negro, —no sé por qué se preocupa por el infierno, lo que ha sufrido ya ha sido uno— murmuro, filosófico como siempre y peor aún con un poco de alcohol en la mano. —¿Lo peor de todo? Fue lo que eligió, tal vez quedarse con su familia lo hubiera hecho todo más tolerable, pero se apartó. Por eso…—, nadie me llama a meterme donde debo, y de todas maneras lo hago, —Nunca te apartes de tu familia, Dressler. Deja a tus hijos siempre un puente para que puedan llegar a ti. ¿Sabes? Yo también soy padre y no sé cómo carajos construir uno, dejé que las circunstancias simplemente nos fueran alejando hasta que quedó un abismo en el medio.
Anonymous
Invitado
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No todos los funerales tienen que ser lujosos y con rosas. El día que me muera quiero una pira, cualquiera con un machete puede conseguir la madera y solo se necesitaría alguien con fuerza para subir mi cuerpo y finalmente prenderlo fuego ¿Qué más se puede pedir? Cualquiera podría ir a lanzarme insultos o fingir que en algún momento le caí bien - Si muero antes que tú y por alguna razón mis hijos vienen al funeral... - porque yo si tendré uno - Quiero que los cuides ¿Sí? Que les des un abrazo de mi parte y les digas que los quise un montón - más que a mi propia vida, hasta alpha centauri ida y vuelta.

Es raro encontrar un creyente en un mundo en donde solo existe la ciencia y la magia con fundamento científico, pero me pone a pensar. Probablemente ninguno de nosotros iría al cielo porque ese dios tiene reglas de lo más estúpidas y que de cumplirlas a todas tendría super población en su paraíso, y todos sabemos que nadie la pasa bien dónde hay mucha gente así que terminarían prefiriendo el infierno de todas formas. La tortura eterna... No puedo imaginar algo peor que lo que tenemos que soportar en vida.

- Conocí a Lara hace muchos años, una chica insoportable - respondo melancólicamente con una sonrisa - Pese a que intenté no mantener el contacto con ella, lo hice de todas formas pero ya hace tiempo que no la veo - años si la memoria no me falla, aunque el tiempo funciona de manera distinta viviendo aquí, un año parece un eternidad así que podría no ser tanto tiempo como creo.

Solo tengo que escuchar el nombre de la enfermedad para llevar mi mano al rostro y estirar mi barba hacia abajo. Morir de eso es horrible, pierdes incluso la identidad a manos de la locura y no importa junto a quién estés, nada te confortará. Como Adam dice y como curiosamente yo pensaba hace un momento, el infierno en vida o peor - Sigo luchando aunque me sacaron de la pelea, Adam - me defiendo cruzándome de brazos - ¿Tus hijos están en un sitio inalcanzable? ¿Son menores de edad? Porque eso pasa con los míos... No puedo pedirles que vengan porque son demasiado pequeños y no puedo ir hacia ellos porque están más allá de lo que un fugitivo puede llegar - incluso en el distrito 2 ya corría grandes riesgos - Pero puedes apostar que cuando tenga la oportunidad de ir, allí estaré en primera fila.
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Hecho— se lo prometo, ni siquiera pestañeo. Es una realidad que admitimos cada día que la vida y la muerte no se rige por leyes de edad, es tan probable que sea Dressler uno de los enfermos terminales a quienes debo acompañar hasta el último suspiro, como podría serlo cualquier otro. Yo mismo podría morir mañana mismo si una tropilla de aurores llegara echando abajo mi puerta, descubierta la identidad que este mismo chico me proveyó, y sin embargo, los días pasan, son a otros los que veo partir, que lo hagan en paz es la excepción. La muerte no tiene nada de digna, ni honorable, alcanzarla requiere pasar por dolor, romperse y así poder dar la bienvenida al final definitivo porque es el alivio necesario.

Escucho como sube la respiración del moribundo en mi cama en jadeos que lo vienen convulsionando desde hacía días. Si hago oídos sordos esta vez, es porque me intereso en escuchar lo que Dressler puede decirme de su hija, y espero que pueda recuperar un poco de ese contacto para darle la noticia, la parte importante al menos. Sobre sus hijos no tengo nada más que agregar, la promesa a su muerte está hecha, me guardo lo que podría decir de que mi hija porta el uniforme que la obligaría a entregarme y… que lo demás es sólo incertidumbre, rostros que no tengo idea de cómo se ven, ni siquiera tengo un nombre. Estoy buscando a alguien en un mundo de gente con la desesperación de quien se aferra a pistas y aun juntándolas todas, es insuficiente, no puedo armar el rompecabezas completo que me señale su paradero. Sólo me queda confiar en algo así como el destino, ese que nos encuentra a todos.

Mi vaso al chocar con la mesa suena como un golpe mudo, dejo de ignorar el sufrimiento del hombre que está en la habitación aledaña para encaminarme hacia allí y soportar, porque es una tortura a su manera, para los que tienen que esperar como espectadores que el dolor cese. Y es tan intolerable que el ruego pasa porque sea en serio la última vez, de que acabe de una buena vez por todas. Espero con mi hombro apoyado en el marco de la puerta, tengo las medicinas que trajo Dressler y maneras de tratar de anularle el trance, pero son provisiones que servirán a alguien más si las guardo, alguien que tenga esperanza. Porque las de este hombre se han ido todas. Veo como mueve los labios sin decir nada audible, sus ojos cerrados con tanta fuerza por contener el llanto que llega a mojar su rostro y eso mismo hace que sus respiraciones se compliquen, que deba interrumpir su ruego o su llamado, lo que sea, para tratar de capturar el aire que se le está escapando.

Una vez vi derrumbarse delante de mí a un hombre que asesiné con mis manos y la sangre me golpeó la nariz con su olor a óxido, desde entonces cada una de las muertes me traen a la memoria ese olor, inundando todo mi pecho y obligándome a suspirar para tratar de espantarlo. Vuelve a golpearme en la cara cuando el pecho de Lawrence se detiene, todas las fuerzas se desvanecen de un cuerpo que fue fornido y alto alguna vez. —Siempre me parecerá triste que «perdón» sea la última palabra que muchas personas tengamos para decir— murmuro, por si Dressler me escuchara. Con la cabeza gacha me giro hacia él, lo despido con un movimiento de mi mano en el aire. —Ya hiciste mucho con traerme esas medicinas y pasar por el estrés emocional de conseguirlas, mejor vuelve a lo tuyo, déjame que me encargue de esto a solas— le pido, no es una solicitud que pretenda lo contrario, así que lo repito, más severo. —Necesito hacerlo a solas, por favor. No tienes que quedarte, prefiero que te vayas—, porque es joven, porque tiene hijos chicos a los que se muere por ver y no puede, porque todavía tiene una esperanza de reunirse con ellos algún día y… que sea otras mierdas del mundo las que vea como repudiado, ladrón y embaucador. No que la muerte al final nos encuentra a todos solos, con la esperanza de algo que nunca pasó dándonos la estocada definitiva.
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Bebo lo que me trae mientras él sigue moviéndose por la habitación. No responde a mi pregunta, lo que hace que apriete los labios fuertes y tenga que vaciar el vaso para mantener mi boca cerrada y no seguir lanzando odio contra un sistema que está mal. Claro que su situación no es cómo la mía, soy de los que peor negocio obtuvieron con ese cambio de gobierno de mierda... Porque me obligaron a venir de éste lado cuando mi vida entera estaba del otro, porque daría cualquier cosa por ser uno de ellos y seguir junto a mis hijos pero no lo soy, soy nada a los ojos de los magos y lo único que puedo hacer es lamentarme hasta que alguien decida hacer volar algo más. Porque yo no voy a hacerlo solo, no soy suicida.

Adam se mete de nuevo a la habitación del enfermo y solo asomo la cabeza para ver lo que está pasando dentro. Su respiración agitada se corta finalmente y por un momento cruza por mi cabeza la estúpida idea de intentar reanimarlo ¿Para qué? ¿Para que pueda estar otro día tirado en la cama con las medicinas que le traje? No, es hora de que abandone el infierno y simplemente deje de existir. Es una lástima que solo seamos nosotros aquí, que no teníamos una conexión real con el hombre, pero Adam si será el encargado de decirle a su familia... A Lara.

Me repite dos veces que me vaya y me quedo confundido en la puerta de la habitación sin saber qué hacer realmente. No debería dejarlo solo porque nadie tendría que estarlo en una situación así, pero tampoco quiero contradecirlo... Es un hombre grande, sabe lo que es mejor para él y yo soy un estúpido por no salir corriendo en dirección opuesta y abandonar ésta casa con aura a muerte.

- Estaré en mi cucha, pactaré una reunión con la familia - informo y  giro sobre mis talones para salir del lugar. Sabe bien dónde puede encontrarme ésta semana así que probablemente reciba una visita suya en los próximos días. Ahora solo me queda hacer un trabajo y lo haré bien, sin dar detalles y sin intentar ser simpático que ya se que a veces me paso de confianza y termino perdiendo le tacto solo para aligerar la situación para mí.

Me acomodo el abrigo antes de meterme una vez más en el bosque y comenzar a correr rumbo al sitio que hace las veces de hogar para mí. No demasiado lejos de aquí, pero sí alejado del resto de la sociedad.
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