The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Yo nunca hago esto. Creo que esa es la principal razón por la que me sienta tan mal levantarme de repente de las escaleras del porche, que noto cómo todo el peso del universo cae sobre mis hombros al instante de poner los pies en el suelo. Por temor a darme de bruces contra los escalones, aunque más bien creo que es por impulso hacia atrás, me vuelvo a dejar caer sobre la madera con todo el peso de mi delgado cuerpo. Inclino mi cabeza hacia delante, con los codos sobre mis rodillas y con mis nudillos presionándome las sienes en un intento de mantener la mente centrada, pero es algo difícil de conseguir cuando llevo ingerida una botella entera de vodka, además de los tres cuartos de otra que voy en proceso de terminar, a palo seco, que la misma cabeza me da vueltas a niveles en los que me cuesta siquiera acertar a abrir los ojos. Llevo ya un rato de encontrarme físicamente mal, al punto en que lo más sensato sería parar, y aun así, a sabiendas de que debería dejar de beber, tiro de la cabeza hacia atrás al llevarme el borde de la botella a los labios.

No suelo beber tan a menudo, sí, un par de cervezas, alguna copa de vino que caiga por ahí, pero normalmente suele ser por diversión y disfrute, no porque tenga un verdadero motivo por el cual me apetezca convertirme en un ser inútil y demacrado, más de lo que ya me siento. Sobra decir que nunca he llegado a desperdiciarme tanto como ahora, no a esta magnitud, aunque no precisamente porque no haya tenido razones para hacerlo, que si vamos a ser honestos he tenido bastantes a lo largo de mi vida. Pero creo que esta es la única ocasión en la que tengo el dinero como para permitirme el lujo de comprar todo el alcohol que se me antoje, y eso que en el momento se trata únicamente de un par de botellas. Tampoco es que necesite de mucho más, es lo malo de ser tan esquelética, que cuando menos te lo esperas da un subidón que no lo ves venir y te deja peor de lo que estabas antes siquiera de empezar a beber, y si todavía lo mezclas con las pastillas que aun estoy tomando para el dolor, pues no compensa.

De todas formas hace tiempo que se me ha pasado la euforia del momento, lo cual creo que es bastante evidente por el modo que tengo de reaccionar al sonido de unas pisadas acercarse. El movimiento de mi cuerpo es tan lento que me planteo lo de estar moviéndome siquiera, pero asumo que lo hago cuando en mi campo visual diferencio la figura borrosa de Charles. Bueno, puede que le haya estado evitando los últimos días, lo suficiente como para haber comprado este tipo de alcohol en específico, que sabe que detesto, y ahorrarme sus miradas indiscretas en primer lugar. Pero hey, que mi padre se ha presentado en mi casa en plena celebración navideña, cargándose con toda la seguridad que he estado acumulando en los últimos meses, ha organizado un ataque terrorista contra el país desde la comodidad de donde sea que esté ahora mismo, y no solo eso, sino que encima yo lo he reconocido como tal. Creo que estoy en derecho de beber todo lo que se me antoje. — Ah, ya estás en casa, bien. — no recuerdo en el momento por qué es que estaba esperando a que llegara, pero creo que tenía algo importante que decir, es igual. Me levanto de golpe con la botella aun atajada entre mis dedos, no muy inteligente por mi parte porque me tambaleo enseguida al tropezar con mis propios pies, pero que tengo ganas de vomitar, aparentemente frío por el modo en que castañean mis dientes y se me antoja un baño, aunque es posible que no atine ni a encender el grifo de la bañera.

Trato de enfocar al suelo con mis ojos cuando mis pies se mueven para subir el escalón y estar a su mismo nivel, me paro frente a él con unos pasos torpes, elevando la mano que tengo cerrada en puño alrededor de la botella para darle un empujoncito en su pecho. — ¿Tú te avergüenzas de mí, Charlie? — es una pregunta bien seria que no sé como consigo poner en voz, porque creo que la misma se me va a quebrar al instante de abrir la boca. De igual forma, sigo. — Porque estoy segura de que mi hermano lo hace, aparte de odiarme pero creo que eso es obvio, he visto esa mirada más veces, de… ¿humillación? decepción, prff, algo así, y… creo que tú deberías hacerlo también. — muevo las cejas como tratando de encontrar la palabra adecuada, pero en realidad me sorprende que pueda siquiera articularlas viendo cómo voy, creo que de todas formas hablo un poco despacio, como arrastrando las palabras. — ¿Qué es lo que está tan mal conmigo que destrozo todo a mi alrededor? — mis ojos buscan los suyos, pero estoy demasiado nublada como para descifrar si hay alguna respuesta en ellos. — ¿Sabes qué? Olvídalo, no hace falta que contestes, voy a bañarme. — separo la mano, pegándole un trago a la botella en lo que me dirijo hacia la entrada a la casa. Con un poco de suerte me ahogo en el agua además de en alcohol.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Todavía no comprendo muy bien qué es lo que está pasando. Nadie puede juzgarme por estar teniendo días difíciles porque, vamos, resulta que mi suegro es algo así como el terrorista muggle que ha amenazado a la nación entera tras provocar un caos que nadie se veía venir. Como si eso fuera poco, Phoebe no está siendo ella misma la mayor parte del tiempo y no puedo hacer otra cosa que no sea estar preocupado, porque a veces siento que se consume delante de mí al punto de volverse irreconocible. Ya no sé cómo abordar el tema en casa porque temo decir algo incorrecto y tampoco estoy seguro de a quién pedirle ayuda. Tal vez debería hablar con Lara Scott, considerando que es la única que quizá está en una situación parecida a la mía, pero tampoco tenemos tanta confianza para llegar un día al trabajo y preguntarle sin reparos un “¿Cómo tratas con una pareja al punto del colapso nervioso y la depresión?”

Pues tampoco estoy para dramas. Sé que debo ser comprensivo, pero no puedes ayudar a alguien que parece no querer ser ayudado. Es por eso que arrastro los pies cuando me aparezco cerca de casa, demasiado cansado de un día agitado en el cual me han dado a entender que el presidente quiere conocer todos los artefactos disponibles en el departamento que puedan ser de uso para una guerra, y entonces veo como Phoebe es un desastre en el porche. ¿Me sorprende? No. Su voz me indica el estado de ebriedad que maneja incluso antes de que me acerque demasiado, por lo que tomo una postura algo más delicada al alzar mi mano, en un saludo dudoso — ¿Quién más iba a ser? — lo dejo caer con naturalidad, la mido con la mirada y estoy seguro de que debe apestar. Lo que no me espero es la actitud que tiene a continuación.

El golpecito en mi pecho no me afecta porque tiene los brazos muy delgados y un grado de alcohol preocupante en la sangre, pero sí me hace mirarla como si hubiera enloquecido. Que sí, a veces sospecho que lo ha hecho, pero ese es otro tema — ¿Cómo puedes decir tantas tonterías? — me quejo, trato de mantener un tono calmo para que los vecinos no escuchen y siento que estoy fallando, de nuevo. No debería dejarla caer nunca tan bajo, jamás — Ni tu hermano ni yo pensamos que eres una decepción, eso es algo que tú misma estás creando. No seas boba — intento quitarle la botella, pero como se la lleva de nuevo a los labios, fallo en mi manotazo. Bufo con frustración y me adelanto, porque pienso hacer uso de mi estatura de una buena vez y tomo su muñeca, tirando de ella para que vuelva a mirarme de frente y no alcance a la puerta — Escúchame bien, Phoebe. No hiciste nada malo y lo único en lo que te estás equivocando es en quedarte aquí, sintiendo lástima por ti misma. Sí, tuviste una vida difícil y tu padre es una basura, pero tienes cientos de cosas mucho mejores como para estar desperdiciando tus neuronas en vodka — es irónico que sea yo quien se lo dice, cuando he pasado gran parte de mi vida consumiendo alcohol. Quizá por eso lo digo con tanta seguridad.

Le arrebato la botella con la mano que tengo libre y aprovecho a arrastrarla conmigo dentro de la casa, ejerciendo fuerza en el brazo para que no sea capaz de ponerse a hacer capricho y dificulte mi tarea — Te darás un baño, sí, pero para bajarte la ebriedad y la peste. ¿Cómo siquiera se te ocurre que yo podría pensar esas cosas sobre ti? ¿Crees que estaría aquí si ese fuese el caso? — ya hemos pasado demasiada mierda juntos como para que me salga con esas ahora.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Muevo mis cejas hacia arriba en un gesto que no dice mucho por esa pregunta, pero que a la vez expresa mucho más de lo que hubiera podido decir con palabras. Creo que es evidente que son las visitas inesperadas que hemos tenido lo que me han hecho hacer esa clase de comentario, y casi estoy por remarcárselo cuando lo siguiente que dice hace que me ría con desgano y algo de ironía en la voz, porque parece haber dado en el clavo con sus palabras. — Ese es el problema, ¿no? Que solo sé decir tonterías, nunca cuando callar, siempre tengo que joderlo todo con mis estupideces. — no me importa tanto reconocerlo como el hecho de que lo esté haciendo con él, porque conoce mis errores mejor que nadie por el tiempo que hemos compartido juntos y ni siquiera me hace falta. — Volvamos al once, Charlie, allí estábamos mejor, a nadie le afecta que me equivoque. — ¿estábamos mejor? es obvio que no, pero es un consuelo que me saco de la manga porque sé que volver al norte no es una opción ahora que tengo al presidente con los ojos sobre nosotros. Tampoco lo digo en serio, él lo sabe, solo es mi borrachera depresiva hablando que me hace sonar como un completo desperdicio de persona.

Me quedo mirando la etiqueta de la botella, tratando de descifrar lo que pone en la letra pequeña con un análisis que no tiene mucho sentido, apenas puedo enfocar al propio suelo como para leer algo tan diminuto. Tampoco me interesa, ignoro sus palabras de consuelo porque sospecho, al menos en este estado, que solo se trata de eso: su manera de hacerme sentir mejor conmigo misma. No funciona, y es por eso que decido obviarlas, yéndome por otro lado. — Mmmm, ya. Yo también estaba un poco decepcionada de que no tuvieran tequila, pero al parecer aún no han repuesto de las peticiones navideñas y se ve que algunos sí tuvieron tiempo para celebrar. — vuelvo a soltar una risa entre dientes, aunque suena más bien a un resoplido, bastante patético porque me hace tambalear hacia atrás con los párpados un poco caídos. — Eeeeen fin, supongo que yo tengo que estar agradecida de que mi padre arruinara la Navidad y no mi boda, ¿no? — ¡boda! yo sé que tenía algo que decir al respecto, aunque se me olvida al momento de pensar que mi padre sería capaz de hacer algo así, aun está a tiempo.

No tiene mucha dificultad cuando tira de mi brazo hacia atrás, yo me dejo mover como un muñeco de trapo porque tampoco tengo la fuerza como para oponerle una resistencia, pero de todas formas aunque la tuviera no creo que en mi estado fuera capaz a usarla. — !Hey, eso es mío! — me quejo, estirando el brazo para alcanzar a robarle mi botella, un gesto que se queda bastante corto y patético dada la diferencia de tamaños. Bufo, un poco molesta, solo lo dejo estar porque no veo tres en un burro. ¿Desde cuando el suelo se mueve? — Vaya, alguien ha vuelto un poco gruñón del trabajo... — me atrevo a murmurar en lo que me zafa del brazo para entrar en la casa, volviendo a mi estrategia de ignorar cualquier intento de no hacer esto lo que es: una borrachera depresiva en condiciones. — Seguro que me despiden del mío, así que igual te conviene sonreír un poquito más para no terminar en la calle, porque si es por mí ya lo estaríamos. — y vuelta a sonar deprimente, pero dudo mucho que la gente quiera que la hija del muggle terrorista dé clases a sus hijos, y no faltará mucho para que aparezcan las quejas. Por otro lado tampoco sé que creer porque dudo mucho que Magnar vaya a dejarme ir a mi libre antojo ahora que básicamente nos he puesto en una situación complicada.

No sé muy bien a dónde vamos porque siento que estoy pisando nubes y la luz del interior de la casa no es suficiente para que mis ojos se centren en algo, pero asumo que llegamos al baño cuando escucho el ruido del agua. Me dejo resbalar cerca de la bañera, sentada sobre mis piernas, apoyándome sobre el borde con la barbilla y mi brazo para no caer de bruces contra el suelo por lo mareada que me encuentro. — ¿Sabes? Creo que ya empiezo a comprender cómo es que mi padre quiso deshacerse de mí. — comento muy, pero que muy, ida de conversación y de cabeza, estirando el brazo para acariciar con la punta de mis dedos el agua que empieza a acumularse dentro de la bañera. No sé si lo digo en serio o no, pero por un breve momento parece que sí lo hago.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Estás borracha como una cuba — es lo único que puedo decirle al respecto, porque no podemos regresar al once cuando posiblemente está bajo el ojo de halcón del gobierno y la seguridad por esa zona parece haberse disparado. Jamás he sido una persona muy racional y me he dejado llevar por impulsos, pero mi instinto de supervivencia me grita que debemos quedarnos aquí hasta que las aguas se calmen. ¿Podrá soportarlo o algún día llegaré para encontrarme con el peor de los escenarios? Pero parece que Phoebe tiene planes de sumirse en la miseria, cada comentario que suelta me golpea con una nueva preocupación y meneo la cabeza con suavidad, porque sigue girando sobre un tema que debería empezar a dejar atrás — Tu padre no arruinará la boda. Es más, no arruinará absolutamente nada más — porque no voy a permitirlo, puedo jurarlo como que nunca he dejado de ser Charles Benjamin a pesar de haberme cambiado el apellido.

Me quedo callado a sus quejas, lo único en lo que puedo pensar es cómo guiarla hasta el baño principal sin que se coma un escalón en lo que la muevo con facilidad, rodando mis ojos en señal de cansancio porque sí, vine gruñón del trabajo y espero que comprenda que tengo todo el derecho a hacerlo, si cuando llego encuentro a mi prometida pasada de copas porque ya no sabe cómo solucionar su vida y ese conocimiento se escapa de mis capacidades — No van a despedirte — es lo único que atino a decir en lo que la suelto y empiezo con la preparación del baño. El vapor, poco a poco, empieza a inundar la habitación y, debo decirlo, con el clima exterior es un cambio agradable que espero que ayude a calmar su cabeza.

No es hasta que la veo arrodillada de esa manera tan penosa que decido el calmarme un poco. Me arremango para ponerme en cuclillas frente a ella y apoyo las manos en sus hombros, busco su mirada con un movimiento de mi cabeza y trato, por todos los medios, no sentir cómo su imagen me destruye. Porque sé que tendremos tiempos complicados y yo no puedo hacer nada que ser su apoyo, rogando que no se hunda a pesar de que mis capacidades de salvamento son nulas — Phee, tu padre te dejó porque es un bueno para nada que no tenía ni idea de lo mucho que estaba desperdiciando — aseguro, calmando el tono de mi voz — No debes esperar buenas acciones de malas personas y tú solo eres una buena persona a la cual le pasaron cosas terribles. Y por eso sé que si hay alguien que puede ser fuerte con todo lo que está sucediendo, eres tú — pellizco su camisa y tiro de ella, buscando quitártela por la cabeza para que no se empape también la ropa. La acomodo a un lado y le tiendo la mano para ayudarle a incorporarse — Nadie se irá a ningún lado y yo no te pedí matrimonio para salir corriendo a la primera en la cual aparezca un suegro desquiciado. ¿Estoy asustado? Pues obvio, pero más estoy preocupado. Ahora… ¿Dejarás de beber por hoy y me ayudarás con la ducha? Porque no quiero meterte a la fuerza.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sí, estoy borracha, y como una cuba, lo reconozco porque de no estarlo no tendría tan pocas preocupaciones en el cuerpo. No que ahora no las tenga, pero mi modo de sobrellevarlas es mucho más liviano que de haber estado sobria. Ahora puedo reírme a mi propia costa con la excusa de que no estoy pensando recto, ya mañana tendré tiempo de inquietarme por los problemas que hoy he decidido ahogar en alcohol. — No, no lo hará. — afirmo. Él no lo sabe todavía, pero hay un fundamento bastante concreto por el cual digo esas palabras con tanta seguridad, incluso cuando me tiembla el labio y no soy capaz a sumar dos más dos. Suelto algo parecido a un bufido seguido de un ya tan rápido que se entremezclan, cuando confirma que no me van a despedir, a lo que me obligo a callarme la boca después porque me atraviesa una sensación desagradable en el estómago y tengo que llevarme el dorso de la mano a los labios. Mi propio aliento rebota contra mi nariz y mi boca, sabiéndome a alcohol a unos niveles que no deben ser sanos.

Tan pronto como me dejo caer en el suelo, tengo el rostro de Charles tan cerca de mí que por un momento me cuesta enfocarle por la poca distancia, y me toma por los hombros con la intención de que le brinde toda la atención que poseo. Que viene siendo bastante poca ahora que me encuentro ladeando la cabeza y moviendo los ojos hacia un lado porque sus palabras son difíciles de tragar. No porque no tengan sentido, sino porque me cuesta creerlas. No soy una persona fuerte, de serlo no estaría aquí sentada, sin ser capaz de sostener casi mi propia cabeza, con el cuerpo tan intoxicado que parece mentira que hace unas horas fuera una persona completamente diferente. No se lo digo, creo que mi silencio sirve como respuesta. Ni siquiera me quejo cuando me veo obligada a estirar los brazos para que la camisa salga por mi cabeza, parece una tarea demasiado complicada para hacerlo yo sola, lo que sí hago es mirarle con fastidio al bufar. — Tú me robaste la botella. — respondo, como breve recordatorio a que si he dejado de beber, ha sido completa y exclusivamente culpa suya.

No obstante, agarro su mano cuando me la ofrece para ponerme en pie con esfuerzo, porque el cambio de posición me hace girar un poco la sala y me toma unos segundos el ubicarme. No sé como lo hago para quitarme los pantalones y el resto de ropa interior con una mano mientras con la otro me sujeto de su brazo, dejándola tal cual la tiro al suelo porque no me voy a poner a ordenar en este preciso momento. Apenas siento que el agua esté caliente porque hace tiempo que el alcohol me ha nublado de esa capacidad, aunque sí tengo que admitir que para cuando me siento en la bañera se siente demasiado bien después de haber pasado horas en la helada de fuera. Me abrazo mis propios brazos, inclinándome para apoyar la mejilla sobre mis rodillas dobladas y quedar mirando a mi prometido. — ¿Sabes una cosa, Charlie? He estado pensando… — porque sí, además de dedicarme a beber también estuve pensando un tanto, ebria, pero pensando a fin de cuentas. — Hace no tanto tiempo me dijiste que no sabías si ibas a ser suficiente para hacerme feliz. Nunca me planteé no serlo para ti porque si decidiste hacer esto conmigo supuse que sería por alguna razón en concreto, más allá de querer acostarte conmigo o porque te aguante por más de dos horas. — me atrevo a sonreír con algo de guasa, aunque se trata de una sonrisa más bien triste al caérseme un poco los párpados, que me sorprende que pueda ligar tantas palabras seguidas. — A lo que voy con esto es que… siento que estás tolerando más de lo que deberías solo por ser yo, y no lo mereces. Tú no tienes por qué soportar mi mierda, mucho menos ahora. — ya no solo me refiero a mis obvios problemas paternales, ni lo que eso conlleva después de lo que ha pasado, ni siquiera a mi hermano que por poco no se lo come en la cena de Navidad, sino porque yo en mí misma cargo con demasiada basura en los hombros como para que él tenga que arrastrarse por ella también. Esto mismo no es más que un ejemplo claro de eso.

Acomodo un poco mis brazos, bajando un poco la mirada en lo que un temblor me recorre el cuerpo. — Una vez le dije a mi hermano que nuestro padre estaba defectuoso, la primera excusa que encontré para intentar explicar su comportamiento dentro de una cabeza que lo veía todo demasiado rosa, y quizás esa niña en el momento no se dio cuenta de que podía ser ella la que estaba un poco corrompida por todo lo que ocurrió, porque parece que tiene un radar para atraer a las desgracias, y por eso precisamente sabe que no quiere tener a los que ama cerca. — es evidente que son las palabras de alguien que ha bebido más de la cuenta, que de estar un poquitito más sobria quizás no le estaría rogando que se aleje de mí, utilizando la tercera persona como si se tratara de un cuento de niños para hacer de la historia un poco menos mía. Me atrevo a confrontar sus ojos, unos que brillan por el reflejo del agua además de por mi pésimo enfoque al tener la mente ahogada en alcohol. — Te amo, Charlie, lo suficiente como para no quererte cerca de mi padre, porque ese hombre lo único que sabe hacer y ocasionar es daño, nunca le importaron las consecuencias si él sale ganando y nunca lo van a hacer, pero tú no serás una. Y si para conseguir eso la solución es que te alejes de mí y de mi familia, pues… — he perdido la mirada en algún punto lejos de su rostro al no poder terminar la frase, porque no quiero que se marche, quiero que se quede conmigo, pero sé que eso es un pensamiento egoísta, que me hace pensar qué tanto estoy dispuesta a perder por las elecciones de mi padre, esas que dije que no me representaban, pero que aquí estoy, suplicándole a mi prometido que se aparte porque tengo miedo de lo que pueda sucederle si se queda. Estiro uno de mis delgados brazos para acariciar su mejilla con dedos mojados y pasearme con calma por el contorno de su mandíbula. — No dejaré que arruine lo que más quiero.— no más veces.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Tomo las cosas de quién vienen: de una mujer pasada por alcohol. Por eso solo le sonrío cuando empieza con nuevas tonterías y me arremango, así soy libre de darle un suave empujoncito que busca colocarla bajo el chorro de agua — Demonios, me descubriste. Estoy contigo porque me soportas en las dos horas que me toma conseguir que te acuestes conmigo — ironizo y, bobamente, me pregunto si alguna vez me llevó tanto tiempo desde que estamos juntos; bueno, no es importante en un momento como éste. Me ayudo con la mano para desviar un poco la ducha y conseguir que las gotas le den en la espalda, por lo que meto los dedos entre su cabello y lo sacudo para empezar a mojar su cabeza. Quizá la estoy tratando como una niña, pero a veces sospecho que Phoebe no ha dejado de serlo, en alguna parte de su ser. Como si aún fuese la cría que espera que su padre vuelva por ella, en un camino frío y solitario — Phee, cállate. Soportaré la mierda que se me antoje, ya me estoy volviendo un experto en ello. ¿Acaso tú viste la clase de vida que he llevado? — no recuerdo haber tenido compañías fáciles y, con la cantidad de tragedias en el once, su vida es casi un cuento de hadas. Creo que no hace falta que diga que no me iré a ningún lado, queda implícito en la manera en la cual mi manera de lavarle el cabello se torna un poco más demandante.

Poco a poco, me salpico menos y es porque lo que va saliendo de su boca va tomando sentido con cada oración, Me atrevo, a desgano, a mirarla a los ojos y retarla a que me diga que no está hablando en serio, porque me resulta una completa estupidez. Y me duele, muchísimo, porque sé que no es ella la que dice estas cosas, son sus miedos secundados por el alcohol y sus caricias contradicen sus dichos — A ver si entendí — comienzo, me recargo en el borde de la bañera y la observo entre el vapor que se alza entre nosotros — Estás cortando conmigo porque tienes miedo de que yo sea otra de las fallas de tu padre. Pues déjame decirte una cosa, eso es una excusa de cuarta y no es suficiente como para que me vaya — aún así, puedo sentir la presión en mi cabeza que me indica que mis intentos de ser amable están a punto de ser pateados por mi parte más sensible, esa que intenta demostrar que soy capaz de hacer un berrinche solo para hacerle notar sus errores — Si me amas de verdad, deberías respetar mis decisiones de quedarme contigo porque quiero hacerlo y no porque debo. La vida no es una telenovela, Phoebe. No tienes que alejarme cuando yo quiero ser tu apoyo. Fuimos amigos antes que amantes, ¿lo recuerdas? ¿Pretendes que simplemente me marche y te olvide, así como así? — puedo ser muchas cosas, pero desalmado no es una de ellas. Me estiro sobre el borde de la bañera y tomo su mentón con una sola mano, obligándola a que me mire a los ojos — Dime que quieres que me vaya y lo haré, solo si de verdad veo que lo dices en serio. Sino, deberás soportarme hasta que dejes de decir estupideces y comprendas que soy tu compañero, para bien o para mal. Y no hay ningún Hermann Powell que pueda asustarme.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me estremezco un poco para cuando el agua empieza a caer sobre mi espalda, caliente sobre un piel que se ha quedado fría a causa de la temperatura del exterior, por lo que me froto los brazos con pesadez para que mi cuerpo se vaya acostumbrando al cambio. Me quedo muda mientras sus manos se encargan de mojar mi cabello, atendiendo a su petición de callarme, pero también porque estoy demasiado concentrada en tratar de mantener los párpados abiertos. Siento el agua en mi cabeza entremezclarse con la sensación pesada de su interior, mientras gotea por el resto de mi cuerpo cuando cae, lo que me hace pensar en lo bien que se sentiría hundirme por completo en el agua. Tampoco tengo intención de contestar a eso porque me paro a pensar en la vida que solíamos llevar en el once, allá por los veinte, y me siento un poco patética por haber siquiera propuesto el volver allí como solución a mis problemas.

Le miro con algo más de atención cuando parece haber entendido mis palabras, las cuales no estoy muy segura de haber pronunciado con claridad suficiente, pero su reacción me responde con que sí ha sido así. Bajo la mano que estaba entretenida acariciando su piel para sujetarme del borde de la bañera, aunque no pasan muchos segundos antes de que la devuelva al agua. — Charlie... — empiezo, ya con la voz bastante cortada al no querer que las lágrimas que tanto me han costado retener salgan ahora, por lo que ladeo la cabeza un poco hacia atrás con intención de apartar su mirada y conseguir ese efecto. — Es que no deberías, tú... ¿qué hubiera pasado de haber estado tú allí? — sabe de lo que le estoy hablando, no hace falta que lo mire para que comprenda a lo que me refiero. No hay más que ver cómo le afectó a mi hermano la estrategia de mi padre, el efecto que tuvo en cientos de personas, algunas llegando a la propia muerte. — Te estoy pidiendo que te alejes, no porque no quiera que te quedes conmigo, sino porque yo sí tengo miedo de lo que pueda ocurrirte si no lo haces, ¿entiendes? Mi padre... si él llegara a hacerte daño... yo... — bueno, es evidente que ya se me acabó toda lucidez cuando empiezo a desvariar con lo que digo, trastabillando como si no pudiera poner en palabras lo que pienso. Que tampoco es que pueda, ese es el problema, que lo estoy pensando demasiado.

Fuimos amigos antes que amantes, sí, asiento con la cabeza, pero tengo los ojos bien cerrados aguantándome las ganas de llorar y no tengo intención de abrirlos en ningún momento cercano. Ese momento llega cuando me toma por el mentón y ahora sí no me queda otra que mirarle fijamente a los ojos, a pesar de que trato de resistirme a ello moviendo mi barbilla de forma que mi mejilla termina rozando su mano. — Charles, por favor, sabes que no puedo... — ¿que no puedo qué? Decirle a la cara que se vaya como hace un minuto, cuando no le estaba mirando y no tenía que hacer un esfuerzo porque se tragara mis palabras pese a ser todo una mentira. Pero es una de esas mentiras que son necesarias cuando lo haces por el bien de las personas que quieres. Rodeo su muñeca de la mano que me sostiene con una de las mías para suavizar el agarre, intentando que me libere porque empiezo a sentir una opresión en el pecho que me hace inflarlo con más fuerza varias veces, para que me llegue el aire que ahora mismo siento que me falta. Y oh, no, aquí viene la cascada de lágrimas. — No te vayas, si me sigues queriendo, por favor, Charlie, te lo pido porque te q- — Sé que en algún momento después de esa contradicción a mis propias palabras anteriores rompo a llorar, pero apenas me doy cuenta porque el dolor en mi cabeza y en mi pecho es incluso más ruidoso que el agua que sigue cayendo del grifo. — Estoy bien, estoy bien, est... mañana estaré bien. — pierdo la cuenta de cuantas veces repito esa frase en susurros que se camuflan por mi propio sollozo junto con lo atacada de mi respiración, agobiada en la idea de que no puedo pararme a mí misma.
Phoebe M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Si hubiera estado ahí, no tendría importancia si era contigo o sin ti. Si van a dañarme, lo harán en cualquier parte. ¿O qué nos diferencia de los otros que también estuvieron en la línea de fuego? — ni ella ni ningún otro Powell fue el objetivo de su padre esa mañana, ese hombre no puede tocarnos y ella deberá comprender que no puede esquivar las desgracias por el resto de su vida. Pero obviamente, Phoebe cae en el llanto, uno renovado que yo no puedo detener aunque mis dedos peinen su cabello en un intento de calmar sus nervios. Por alta que sea, ahora mismo me parece minúscula y me llena de impotencia el no saber cómo ayudar, el tener el conocimiento que soy completamente inútil frente a traumas que no puedo barrer si ella insiste en dejarlos crecer. — ¿Alguna vez dejé de quererte? — mi sonrisa es algo lastimera. Paso una mano por su brazo, recorro las gotas que han salpicado su piel y le doy la razón, asiento mi cabeza en rebote a sus palabras con la seguridad de que puedo quedarme, porque nada de lo que me ha pedido tiene un verdadero sentido — Mañana estarás bien. Y el resto de tu vida lo tendrás con mi lado más insoportable recordándote por qué cosas deberías estar agradecida y cuales no tiene sentido seguir arrastrando. Y eso que te lo digo yo, el señor pesimista — uno de nosotros tiene que evitar una pequeña desgracia hogareña, para variar.

Me estiro para cerrar el grifo y paso la mano por el agua tibia que ha quedado a lo largo de la bañera, que poco a poco empieza a retirarse dejando un camino que refleja el brillo de la luz. Tomo sus brazos y me enderezo con intenciones de ponerla de pie con sumo cuidado, hasta que puedo estirarme y conseguir la toalla que coloco sobre sus hombros — ¿Ya estás mejor? — busco una respuesta honesta en mi mirada escrutadora y le doy un apretoncito para mostrarle mi apoyo al incitarle el salir de la bañera — Podemos ir a la cama y simplemente no hacer nada. Si quieres llorar, me quedaré contigo hasta que pares. Si deseas que te cuente sobre mi horrible día en el trabajo, también lo haré. Hasta puedo encargarme de la cena, si aún te queda algo de estómago. Solo no me pidas que me marche — porque quizá solo le he dado un anillo, pero para mí eso cuenta incluso más que una promesa. La hicimos cuando decidimos empezar de nuevo, dejar el norte y encontrarnos en el cuatro. Solo... — Recuerda que ya no estás sola, Phee. Ahora cuentas con un pequeño batallón para cubrirte las espaldas. Y así va a quedarse.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Lo que dice solo hace que incrementen mis sollozos, por mucho que esté tratando de llevarlos a un final en el que el único punto muerto que encuentro son unos segundos de tranquilidad antes de volver a sentir como el pecho va a explotarme con cara respiración. Y es que me siento patética en mi propia desgracia, porque no sé que me ocurre dentro de la cabeza para haber podido rechazar su confianza y asegurarla ni dos segundos después, como si nada de lo que haya dicho en este estado tenga algún sentido en realidad. Que no lo tiene, el que esté llorando sin razón, o con razón, depende de por dónde se mire, define bastante bien lo que está teniendo lugar dentro de mi cabeza, esa que ahora mismo retumba con cada pensamiento.

Sé que su comentario me saca una risa camuflada por las lágrimas, porque no hace tanto que él era el pesimista y yo la consoladora nata que pensaba que todo iría bien, siempre y cuando estuviéramos juntos. No sé en qué momento se invirtieron las tornas, pero eso me hace mirarle una vez el mar de lágrimas ha frenado y solo queda el movimiento reflejo de mi pecho al tratar de controlar mi respiración. — Lamento todo esto, Chuck, de veras, tú estás haciendo todo lo posible para que esto salga bien mientras yo solo estoy haciendo lo opuesto. — muevo un poco mis cejas, acompañadas del movimiento de mis ojos al buscar su mirada. — No esperaba nada de esto, me ha caído de golpe y no he sabido como reaccionar, no como se esperaría, al menos. — trato de excusarme, al menos, todo lo que permite el hecho de que mi mente siga un poco aturdida, pero no al mismo nivel que antes, eso seguro. El agua es lo que ha tenido ese efecto, aunque la misma deja de caer sobre mí al momento de apagarse el grifo, lo que me deja desprotegida durante el tiempo en que la bañera se vacía. Con su ayuda consigo ponerme en pie y recibo la toalla con un pequeño agradecimiento que sale de mis labios en lo que la acomodo más a mi cuerpo y me rodeo con ella. — Sobreviviré. — es una broma algo fuera de lugar dado que sigo un poco ida y probablemente el aliento me siga apestando a alcohol, pero al menos consigo esbozar una diminuta sonrisa que le sirva como respuesta.

Cualquiera de esas opciones me sirve, menos la de llorar, creo que he tenido suficiente derroche por hoy, la cama suena bien. — por hoy y espero que por mucho tiempo. Lo evidencio cuando utilizo las esquinas de la toalla para pasármelas por el rostro y secármelo del agua, no solo de las lágrimas sino de la que le ha caído por la propia ducha. Salgo de la bañera con cuidado de no resbalarme, apretando la toalla algo más contra mí cuando el contraste de no tener el agua caliente sobre mi piel choca contra la misma y me quedo observando su figura cuando murmura esas palabras, las mismas que yo he dicho no hace más de unos minutos. — Charlie, yo... no te pediré que te marches, jamás otra vez volverás a escuchar salir eso de mi boca, sé que he dicho muchas estupideces hoy, mañana probablemente no las recuerde y no sé si eso lo hará peor o mejor, solo quiero que sepas que... te quiero más de lo que podría querer a nadie, fuiste mi mejor amigo antes de ser mi prometido y no querría que fuera diferente. Si dije algo como eso fue solo porque tengo miedo de que algo te ocurra, y no poder evitarlo o remediarlo, ¿entiendes? — elimino la distancia que hay entre nosotros, que no es mucha, solo para tenerle un poco más cerca. — Sé que hay cosas que debo dejar atrás, pero me está costando más de lo que creía, ¿sabes? — porque no esperaba que los fantasmas fueran a perseguirme hasta esta edad, básicamente. Terminaré por enterrarlo, sé que puedo hacerlo, solo necesito tiempo, la pregunta es: ¿cuánto?

Solo por un minuto, apoyo mi cabeza sobre su pecho, respiro el olor que está impregnado en su camisa como un aroma más y termino por depositar un beso ahí como disculpa a todo lo que ha tenido que aguantar nada más llegar del trabajo. — ¿Tan mal ha ido tu día? — me animo a preguntar, un poco más serena, por lo que levanto la mirada hacia sus ojos en busca de una respuesta. — Creo que nunca te lo dije, pero siempre quise que me lleves a la sala de las profecías. — ¿estará prohibido meter a civiles en un lugar como ese o podré aprovecharme? Siempre tuve curiosidad por saber cómo se vería un sitio así, siendo que la magia no lleva muchos años de ser liberada. La idea creció en mí desde que le dieron el trabajo, pero no es hasta ahora que recuerdo ponerla en palabras, no sé muy bien porqué, solo sé que se siente como natural que alguien como yo vaya allí.
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Puedo con eso de dejar de llorar, suena perfecto — le permito ser la que se limpie las lágrimas, quizá necesita un poco de eso para volver a ser un poquito ella misma. Por demás, me permite prestarle atención a sus palabras, las tomo como una pequeña promesa que le recordaré cuando vuelva a embriagarse y se transforme en una persona negativa que, espero, no sea su actitud permanente en una situación que sé que es mucho más grande que nosotros. Como civiles, no podemos hacer otra cosa que esperar que el resto lo solucione, porque una guerra no es cosa nuestra. Lo único que somos capaces de hacer es esperar y ser un apoyo, mantenernos seguros, lejos de los problemas — Nada va a ocurrirme, Phee — es una promesa que sé que ya he hecho, pero siento que debo recordársela, aunque sea con suavidad tal y como si fuese una niña diciendo una tontería — Todos debemos dejar el pasado atrás y sé que es posible, porque no es como si todo el mundo tuviese la misma capacidad de procesarlo y aceptarlo. Solo no te pierdas en el camino — porque siento que no podré traerla de regreso si eso sucede.

Su abrazo humedece mi ropa, pero estoy lejos de presentar una queja. La aprieto contra mi y aprovecho a frotar su espalda en una caricia que busca calmar sus nervios, regresarla a lo que suele ser cuando está sobria y no esta sombra de su persona — Pudo ser peor. Estaban algo intensos con el tema de los giratiempos y nos obligaron a hacer un inventario para mantenerlos bajo extrema seguridad. Solo estoy un poco cansado y necesito que mi cerebro se desconecte por unos segundos — cosa que ella no ha hecho fácil. No planeo echárselo en cara, me conformo con un beso quedo en su cabeza y estoy dispuesto a empujarla para ir al dormitorio cuando su pregunta me deja confundido. Puedo ver mi rostro fruncido en el reflejo empañado del espejo, lo que también me permite tener una visión de su rostro — ¿Para qué quieres ir ahí? ¿Hay alguna profecía que hayas hecho que pueda estar en esa habitación? — no he seguido su carrera con mucha insistencia, siempre sentí que su videncia merecía respeto — Supongo que deberías conseguir un permiso especial, al menos que quieras colarte de manera ilegal. ¿Es tan importante?
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No puedes prometer eso. — sé que mi voz suena algo más cruda de lo que pretendo en realidad, me disculpo con un movimiento leve de mi cabeza que es más para mí que para él, como forma de relajar mis nervios antes de que vuelva a explotar. Ya no solo me refiero a su promesa como algo que ahora la inminente guerra declara como endeble, sino también a que uno nunca sabe lo que puede ocurrir en el día de mañana, ni por muchas cartas ni por muchas sensaciones amargas de estómago, que creo que es esa misma inestabilidad en este extraño pacto que hemos decidido tomar entre nosotros lo que me lleva a la preocupación extrema por lo que no soy capaz de controlar, incrementado por todo lo que ha pasado en las últimas semanas. No estoy segura de si perderme por el camino es lo primero que debería hacer para encontrarme de vuelta, o lo último. — Lo haré, lo dejaré atrás cuando sea bajo mis términos, hay muchas cosas que me he permitido abandonar a lo largo de mi vida y no planeo enterrarlas a medias. — empezando por mi padre, siguiendo por Andrew y todo lo que estando sobria no me atrevo a hacer porque le prometí a mi hermano que mantendría un perfil bajo a partir de ahora. Probablemente mañana no recuerde nada de lo que he dicho, que mis palabras ahora mismo tienen la misma fecha de caducidad que lo que resta de alcohol en mis venas, o puede que me equivoque, lo que sí sé es que en el momento se siente demasiado bien el poder asegurar que será bajo mis condiciones como dicte mi futuro.

Apoyo mi mejilla sobre su pecho, dejando la cabeza reposar en el espacio entre su cuello y su clavícula, sintiéndome ligeramente culpable por ser la molesta interrupción a su descanso aparte de lo obvio y eso es que estoy empapando su camisa con mi pelo mojado, pero tampoco tengo intenciones de moverme y eso también me hace un poco egoísta dentro de lo culpable. — Tal vez. — respondo simplemente, hasta que su mirada penetrante me obliga a que yo también eleve un poco la cabeza en su dirección. — No sé si importante, eso es lo que quiero averiguar. Creo que alguna vez te lo mencioné hace ya tiempo, pero verás... recuerdas cuando fue el cambio de gobierno, todo lo que se hizo para tratar de demostrar quién poseía magia y quién no, te conté que mi suerte había sido la de una profecía en el momento y lugar adecuado, incluso antes siquiera de saber que era vidente. — supongo que lo recuerda, que haya salido de mis labios porque digamos que no hay mucho entretenimiento en el norte y las charlas suelen ser la opción de distracción por excelencia, antes de ser amantes y de que ese tiempo lo dedicáramos a otras cosas, pero creo que me he explicado. — Quiero saber lo que decía, o a quién está dirigida, o a qué, o... algo. ¿Y si es importante? — apenas tenía trece o catorce años como mucho, no le hubieran dado tanta relevancia de ser una nimiedad.

— ¿Es tan difícil conseguir ese permiso? Porque no es como que me venga bien hacer ilegalidades ahora mismo, menos dentro del propio ministerio... — muevo las cejas en desdén, separándome lo suficiente como para observar su rostro unos segundos antes de sacudir la cabeza. — ¿Sabes? Olvida que dije nada, estoy desvariando porque aun estoy borracha, solo no me apetece vomitar y creo que ahora sí puedo diferenciar el dormitorio del baño, vamos. — resoplo, no necesita cargar con más preocupaciones cuando es obvio que no es un buen momento para hablar de más trabajo. Acomodo un poco la toalla sobre mis hombros para después buscar su mano con mis dedos y entrelazarlos, tirando de él en dirección a la habitación. — Mi hermano va a tener una niña, por cierto. Tu sobrina, ¿seguro que no quieres salir corriendo? — ya, es una mala broma después de todo el discurso, pero teniendo en cuenta que no hace menos de un año aun estaba pensando en la idea de soportar a mi hermano como alguien de su familia, no me quiero ni imaginar lo que será ser tío de su bebé. Pensándolo mejor, creo que es mejor eso que el que su suegro sea algo así como un terrorista.
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¿Y si no es importante? No quiero decírselo, pero siento que una vez más se está aferrando a cosas que pasaron hace años. ¿Cómo le dices a alguien que debe dejar el pasado atrás, cuando parece que éste no hace otra cosa que llamar a su puerta para recordarle que jamás podrá hacerlo? ¿Cómo cuidas a alguien de sí mismo, de sus propios errores y de sus memorias tan crueles? Sé que Phoebe es mortífera para sí misma, tengo que abrazarla con un poco más de fuerza como si de esa manera pudiera cuidarla, aunque la mía será una protección vaga en comparación a todo lo que puede azotar a su puerta — ¿Y si no lo es? A veces creo que piensas demasiado en cosas que otros quizá ni siquiera nos percatamos — intento ser suave, la caricia que le doy en su espalda busca secundar mis buenas intenciones.

No puedo evitar dejar salir una risa sarcástica y la miro como si se estuviese olvidando de un detalle fundamental — Eres la hermana de uno de los ministros más respetados en este país — al menos, solía serlo. No sé cuánto ha disminuido su popularidad ahora que su padre ha hecho una aparición estelar en el funeral de Jamie Niniadis — ¿No crees que él podría conseguir cualquier tipo de permiso dentro del ministerio? O, al menos, comentárselo a Silas Jensen — tal vez a Phoebe se le olvida, pero de alguna manera u otra los Powell son una de las familias más poderosas de NeoPanem, un permiso para conseguir su propia profecía no debería ser complicado. Al fin y al cabo, como vidente se encuentra en todo su derecho.

Puedo decir que siento cierto alivio al poder dejar los problemas dentro del baño. La sigo sin reproches en dirección a la habitación y no hago otra cosa que controlar con mis manos que no tropiece, temiendo que todo termine mucho peor si sus extremidades siguen sin responder como las de una persona sobria. Sí me sorprende que salga a colación lo del bebé y, para mi desconcierto, la sonrisa que se me ensancha es bastante honesta — ¿Por qué querría salir corriendo? Es una buena noticia — que, si me la pongo a pensar, también sería lo mismo si fuese un varón. No sé qué tanto revuelvo con saber el sexo de un bebé, pero supongo que ahora le da un poquito más de forma real — Me alegra que al menos todavía existan este tipo de alegrías, Phee, especialmente para ti. Sé… bueno, sé lo mucho que te importa tu familia — porque sé que los ha perdido y volvieron a ella como una pequeña manada. Después de año de basura, sospecho que ahora puede sentir que pertenece a algo.

La habitación se encuentra en penumbras, pero no necesito encender una luz para saber cómo llegar a la cama. Mis brazos enroscan su cuerpo delgado de manera que podemos apegarnos, poco me importa la humedad de la toalla cuando nos dejo caer en el colchón donde apenas rebotamos y mis labios buscan besar el calor de su cuello. Siempre me ha gustado que Phoebe sea alta, mi cuerpo se acopla al suyo y acariciar la extensión de su piel suave se puede prolongar los instantes necesarios como para sentir cierta satisfacción — Phee… — mi voz suena dudosa, no estoy seguro de que pueda ver mis ojos a pesar de la luz que viene del pasillo — Si tuviéramos hijos… ¿Serías más feliz? ¿Es eso lo que quieres? — porque sé que perdimos la oportunidad hace un tiempo y ahora, en un mundo donde ella se siente tan perdida, no tengo idea de qué darle para llenar los huecos vacíos.
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Respondo a su insinuación con un ladeo de cabeza que me deja en posición de duda, meditando en silencio a lo que se refiere exactamente con eso de que pienso demasiado las cosas y reconozco en su voz que en este caso no se trata de ningún cumplido. Me conformo con secundar mi silencio como una contestación en sí misma, a lo que le sigue una pequeña mueca que si borro es por el contacto de sus manos. — No quiero pedirle cosas a mi hermano, siento que ya le he metido en suficientes problemas como para andar con peticiones que para él no vienen a cuento. — el tono de mi voz suena a resignación, lo cual no está muy lejos de ser la verdad cuando se trata de la poca confianza que tiene Hans en cosas como esta. — No me tomará en serio, como la última vez, dirá que no es importante y no puedo no darle la razón en eso, porque para él no significa nada. — tampoco creo que me lo vaya a negar si termino haciendo caso al consejo de Charlie, después de tanto tiempo sé que mi hermano no se ha puesto exquisito con mis peticiones, pero siento que en un momento como este, se consideraría abuso.

No le pongo tanto interés a mantener la toalla pegada a mi cuerpo cuando ingresamos en el dormitorio, me dejo envolver en sus brazos como el único calor que necesito para que el pelo mojado no interrumpa en escalofríos. Apenas es perceptible pero asiento con la cabeza cuando veo que a él también le parece una buena noticia, lo que me saca una sonrisa agradable además de por el cosquilleo de sus labios en mi cuello. — Sé que fue algo difícil para ti el incluir a Hans como parte de tu vida, si en el momento lo hiciste por mí es que tengo otra razón por la que agradecer que estés aquí, y… solo pensaba, antes únicamente lo conocías por lo que salía en la televisión. — me explico, mis manos se agarran de su camisa para atraer los botones de la misma hacia mí y voy desabotonándola con la lentitud de dedos torpes. — Solo me gustaría saber si tu opinión ha cambiado algo al respecto, ya sabes, ahora que vais a ser familia. — probablemente no es la mejor idea el preguntarle por mi hermano mientras desabrocho su ropa, pero tampoco tengo intenciones de parar y mis yemas acarician la piel de su torso con vehemencia.

Siento sus ojos sobre mí a pesar de estar a oscuras, razón por la que elevo un poco mis párpados para observar sus facciones reflejadas sobre la escasa luz del pasillo. — Sé que no lo hemos hecho en unos días, pero existen otras formas de pedirme que tengamos sexo, ¿sabías? — una que no incluya un embarazo. Se me escapa una risa entre dientes porque sé que él lo ha dicho con toda la seriedad que puedo vislumbrar en su rostro desde mi posición, esa misma que trato de disipar de su ser con una broma que me dura dos segundos, pues después de eso soy yo la que busca su mirada con rigurosidad. — Chuck, soy feliz contigo y con lo que tengo, es mucho más de lo que siquiera puedo procesar a diario, y hay veces en las que sigo pensando que no es real. — el tono de mi voz es calmo, segura de que mi aliento está chocando contra su piel por la cercanía del susurro. — Tener un bebé no cambiaría nada de eso, o quizás... quizás sí, pero no porque crea que no sea suficiente con esto. — creo que no necesito explicar a lo que me refiero, pero si viene al caso una de mis manos se desliza por su cuello para acariciar la piel de su nuca con mis dedos. Lo abarco a él, a nuestro matrimonio, a todas esas cosas que ahora tenemos juntos y que no pudimos optar a tener por separado. — Sí quiero tener hijos contigo, pero no porque te sientas forzado a dármelos porque pienses que es lo que va a hacerme más feliz, eso ya lo haces tú solo. Si tenemos hijos juntos deseo que sea porque lo escogimos ambos, porque sí creo que esta vez podríamos hacerlo mejor, o al menos... darles lo que en el once no hubiéramos podido. — es obvio que tendría miedo, de por qué escoger tener un hijo cuando si hay una guerra hoy, quién no garantiza que no la haya mañana, que los problemas del mundo no solo empiezan con la batalla, hay miles de cosas por las que podría salir mal, pero es que si me rijo por esa regla nunca acabaré teniendo hijos.

Evito su mirada cuando apego mi nariz a su mentón, repasándolo con la tranquilidad en que inspiro el olor de su piel al mismo tiempo que siento su respiración pausada sobre la mía. — A ti... ¿te gustaría? — beso su mentón con mis labios antes de hacer lo mismo con los suyos, atrayendo su pecho contra el mío en el proceso y entreabro un poco los párpados para observar sus ojos en la penumbra. Yo sé que tampoco me gustaría ser madre a los cuarenta, además de que eso suena peligroso y si me fue mal una vez, siendo ya joven, no quiero imaginarme lo que debe ser un embarazo a esa edad. Por un momento ese pensamiento me abruma, el suponer que podría ocurrir lo de la última vez, con todo lo que arrastró después.
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Sí, ser familia de un ministro no estaba en mis planes. Siempre he buscado alejarme de esa gente, de lo que se supone que fui dejando atrás por culpa de una madre que decidió que era mejor no tenernos y que ahora es una de las caras más famosas del país. Y aquí estoy, escuchando intimidades, siendo desnudado por una mujer ligada a las personas que siempre me hicieron poner una mala cara. Lo dejo ser, ayudo a quitarme la camisa y me atrevo a sonreír, aunque sea un poco — No es un mal sujeto. Se preocupa por ti y me ha ayudado a conseguir empleo, tal vez a regañadientes, pero lo hizo. No voy a sentarme a juzgar a tu familia, no cuando me han aceptado y necesitamos un mínimo apoyo con todo lo que está sucediendo — si hay una amenaza allá afuera, es mejor estar unidos que separados.

Por un momento, puedo reír a lo que dice y tomármelo con un dejo de humor, más allá de saber bien de dónde ha surgido mi duda. Me encuentro en una posición en la cual jamás he estado, tratando de dar y compartir una felicidad que no sé cómo alcanzarla, cuando estamos construyendo poco a poco con los ladrillos que se nos fueron topando en el camino. Hay uno que nos quitaron, pero siempre puede buscarse el modo de encontrar uno parecido, algo que cubra ese hueco. Pero al menos no me siento insuficiente, no del todo, cuando lo que dice me produce el dejar un beso en su mejilla y bajar por su cuello, pendiente de las palabras que flotan en el aire — Al menos, es bueno saber eso — porque puedo tomar lo que dice como una promesa y sentir que no estoy fallando.

Tengo que parpadear en un intento de verla mejor, a pesar de que sé que nada va a cambiar al menos que encienda la luz. Tardo un momento en encontrar una respuesta, uso ese tiempo en besar sus labios con un gesto cariñoso y superficial — Me gustaría, sí. Creo que hoy tenemos factores a nuestro favor, no como antes y tal vez tener hijos sea mucho más seguro aquí que en el once — no solo por sus oportunidades, sino porque nosotros estamos más maduros. No, no quiero pensar en la guerra, en el peligro que eso significaría. Me giro, busco apegarme a ella subiéndome sobre su cuerpo y encerrándola entre mis brazos, lo que me lleva a apoyar ambas manos a los costados de su rostro para poder verla mejor — Te pedí matrimonio porque quiero tener una vida contigo, con todo lo que eso incluye. Pero de momento me gustaría disfrutarnos, solo nosotros, hasta que el bebé llegue por su cuenta. Sé que podemos ser felices aquí, Phee. Sin profecías, sin amenazas, sin familiares que vengan a llamar a la puerta. Solo nosotros — y el resto del mundo, puede joderse. Vuelvo a besarla porque nadie me quitará lo bailado, ni los minutos en los cuales podemos ser simplemente nosotros, en busca de nuestra propia armonía. Eso es lo que vale la pena.
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Phoebe M. Powell
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No voy a recordarle la reacción que tuvo mi hermano a la revelación sobre nuestro compromiso, creo que eso daría marcha atrás al sentimiento de aceptación que tiene sobre mi familia, y aunque de a últimas he comprendido que se trató únicamente de uno de los arrebatos de desconfianza de Hans, tampoco sé qué tanto puede llegar a importarle su opinión a la hora de la verdad. Pero sé que sus palabras son honestas y eso me hace sonreír dentro de lo extraño que se siente toda esta locura, una que no hemos tenido problema en sostener, que tendremos que seguir haciendo de aquí a unos meses, cuando se haga real. No le voy a quitar la razón cuando dice que necesitamos de su apoyo, al final no es más que eso en lo que nos basamos para seguir adelante con lo que se nos caiga encima, a pesar de que me gusta pensar que solo nos necesitamos a nosotros mismos para llevarlo a cabo. Asiento con la cabeza, a sabiendas de pensar en mi familia como un caso aparte en cuanto a problemas internos, unos que está dispuesto a aceptar como si no fueran a tener repercusiones a futuro, y por eso es que me dedico a alargar el contacto con su boca, que es mucho más excitante que cualquiera de esos dramas.

Definitivamente es bueno saberlo, y también que yo misma lo reconozca después de las estupideces que he soltado esta tarde, esas que probablemente mañana no recuerde, quizás para mejor. Opto porque solo permanezcan con nosotros las promesas que se quedan atrapadas en la cercanía de nuestros cuerpos. Sus besos me recuerdan, una vez más, que solo necesito de esto para sentir que pertenezco a algo, que su cariño es suficiente para rellenar cualquier agujero negro que haya podido aparecer con los traumas del pasar de los años, porque sé que de esos tengo muchos y solo puedo rogar porque no se hagan demasiado grandes. Prefiero dejarme consumir por el calor de su piel, que sé que nunca va a resultar en un fastidio para mi respiración, no al menos de forma negativa. — Solo nosotros. — repito como afirmación a lo que dice, sonriendo sobre sus labios mientras acomodo mis piernas a su cuerpo y mis manos acarician su piel con lo seguro de que, al menos por ahora, podemos centrarnos en esto. Porque sé que arrastro muchos defectos conmigo, algunos que he ido acumulando con el tiempo y otros que he recogido más recientemente, pero con él espero poder cerrar esas cicatrices, no para olvidarlas, sino para que jamás vuelvan a abrirse. Al final, todas las heridas pueden sanar, solo es cuestión de encontrar la cura correcta.
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