VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Aburrido, todo era sumamente aburrido. Había transcurrido más de una hora desde su temprana llegada a casa y esta vez no fue por su culpa...Bueno, tal vez sólo un poco, ¿Pero cómo esperaban los profesores que estuviera concentrada en las clases con las fiestas tan cerca?
Por supuesto que Maeve le ayudó con la distracción, mientras que Lëia se encargaba de introducir hojas de Alihotsy en el almuerzo de los maestros e incluso en el de algunos alumnos y para evitar sospechas, también ella masticó hasta que las incontrolables risas aparecieron a través de todo el comedor. Travesura realizada.
Los minutos pasaron y al notar que había esperado a sus padres más de dos horas, decidió usar su celular para llamar al tío Colin. Él seguro que la acompañaba.
La conversación no alcanzó los cinco minutos y cuando presionó el botón rojo para cortar la llamada, la sonrisa ya se había dibujado de nuevo en su rostro. No todo estaba perdido.
Corrió hacia su dormitorio, se quitó el uniforme escolar y se vistió con unos sencillos y cómodos jeans, una abrigada camiseta y un suave suéter de cuello alto. Un simple movimiento de su varita bastó para peinar sus revoltosos cabellos en dos trenzas invertidas y cargando su sombrero, bufanda, guantes y patines, bajó deslizándose por el barandal de las escaleras.
Al abrochar los últimos botones de su abrigo y asegurarse que tenía todo lo necesario para una increíble tarde, programó el traslador de la sala y lo tocó.
Parpadeó un par de veces para que sus pupilas se adaptaran al cambio de luz y hundió las manos en el interior de los bolsillos antes de comenzar a caminar. No estaba lejos del punto de encuentro.
No le gustaba mucho el clima frío, sin embargo la idea de volver a patinar sobre el hielo y ver al tío Colin intentándolo, fue tentador.
Como no había señal alguna del cazador cuando llegó a la pista, tomó asiento en una de las bancas cercanas y se entretuvo observando las decoraciones y las luces, también la música y las caídas que hacían reír a los visitantes mantuvo su atención durante unos minutos.
Cuando un vendedor se acercó para ofrecer dulces y bebidas calientes, Alexandra se negó y disculpó con rapidez. —Muchas gracias pero estoy bien.
Aprovechando el tiempo libre, se quitó las zapatillas y comenzó a colocarse los patines. Colin no podía tardar demasiado, él siempre era muy puntual.
Por supuesto que Maeve le ayudó con la distracción, mientras que Lëia se encargaba de introducir hojas de Alihotsy en el almuerzo de los maestros e incluso en el de algunos alumnos y para evitar sospechas, también ella masticó hasta que las incontrolables risas aparecieron a través de todo el comedor. Travesura realizada.
Los minutos pasaron y al notar que había esperado a sus padres más de dos horas, decidió usar su celular para llamar al tío Colin. Él seguro que la acompañaba.
La conversación no alcanzó los cinco minutos y cuando presionó el botón rojo para cortar la llamada, la sonrisa ya se había dibujado de nuevo en su rostro. No todo estaba perdido.
Corrió hacia su dormitorio, se quitó el uniforme escolar y se vistió con unos sencillos y cómodos jeans, una abrigada camiseta y un suave suéter de cuello alto. Un simple movimiento de su varita bastó para peinar sus revoltosos cabellos en dos trenzas invertidas y cargando su sombrero, bufanda, guantes y patines, bajó deslizándose por el barandal de las escaleras.
Al abrochar los últimos botones de su abrigo y asegurarse que tenía todo lo necesario para una increíble tarde, programó el traslador de la sala y lo tocó.
Parpadeó un par de veces para que sus pupilas se adaptaran al cambio de luz y hundió las manos en el interior de los bolsillos antes de comenzar a caminar. No estaba lejos del punto de encuentro.
No le gustaba mucho el clima frío, sin embargo la idea de volver a patinar sobre el hielo y ver al tío Colin intentándolo, fue tentador.
Como no había señal alguna del cazador cuando llegó a la pista, tomó asiento en una de las bancas cercanas y se entretuvo observando las decoraciones y las luces, también la música y las caídas que hacían reír a los visitantes mantuvo su atención durante unos minutos.
Cuando un vendedor se acercó para ofrecer dulces y bebidas calientes, Alexandra se negó y disculpó con rapidez. —Muchas gracias pero estoy bien.
Aprovechando el tiempo libre, se quitó las zapatillas y comenzó a colocarse los patines. Colin no podía tardar demasiado, él siempre era muy puntual.
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Tenía que ser un sitio que no estuviera demasiado lejos del departamento, la cercanía siempre da una tranquilidad que no se tiene pese a saber que somos capaces de aparecernos y desaparecernos en segundos, pero con una niña sola en casa, ¿cuánto lío podría encontrar al cabo de media hora? Si todo iba bien, la charla con mi sobrina no tenía que durar tanto, prefería contarle la verdad a simplemente dejar que la encontrara en mi sala. Necesitaba que su sorpresa inicial fuera conmigo, no delante de Hanna, podría sentirse un poco herida saber que estuve guardándola como un secreto a revelar en Navidad, cuando obligatoriamente la familia se reuniría. Tenerla allí se sentía como estar conteniendo a un hipogrifo dentro de un caja, en algún momento todos se darían cuenta, quería comenzar con quien esperaba que fuera mi aliada.
—Hola, Lele. ¿Esperaste mucho?— la saludo al sentarme a su lado e imitarla en el trabajo de tirar de los cordones de mis botas para reemplazarlas por un par de patines. La campera que tengo puesto encima de un par de pulóveres sirve para sobrellevar el frío, tan cerca como estamos de la pista de hielo. Podría traer a Hanna aquí a que su prima le enseñe a patinar, si no sabe cómo, una vez que todo sea dicho. —Lamento no haber podido quedar contigo antes y las excusas…— murmuro. No tenía por qué reconocer en voz alta que eran excusas, mi trabajo como cazador en realidad nunca lo fue, es una verdad indiscutible de que es a lo que primero que dedico todo mi tiempo… o al menos era así, hasta no hace mucho.
—Estuve demasiado ocupado con… bueno, una criatura… un poco diferente a las que estoy acostumbrado…— comienzo, parándome de la banca para probar mi equilibrio sobre los patines y estiro mi mano hacia ella para ayudarla a hacer lo mismo. —Me gustaría que la conozcas, tal vez hoy— vacilo, soltándola. Pruebo deslizarme en la pista en un arco que raya el suelo y espero a que se acerque, son apenas unos segundos en que acomodo las ideas en mi mente, para no darle más vueltas. —Tengo una hija— confieso, acercándome a ella otra vez. —Y no, tus padres no lo saben.
—Hola, Lele. ¿Esperaste mucho?— la saludo al sentarme a su lado e imitarla en el trabajo de tirar de los cordones de mis botas para reemplazarlas por un par de patines. La campera que tengo puesto encima de un par de pulóveres sirve para sobrellevar el frío, tan cerca como estamos de la pista de hielo. Podría traer a Hanna aquí a que su prima le enseñe a patinar, si no sabe cómo, una vez que todo sea dicho. —Lamento no haber podido quedar contigo antes y las excusas…— murmuro. No tenía por qué reconocer en voz alta que eran excusas, mi trabajo como cazador en realidad nunca lo fue, es una verdad indiscutible de que es a lo que primero que dedico todo mi tiempo… o al menos era así, hasta no hace mucho.
—Estuve demasiado ocupado con… bueno, una criatura… un poco diferente a las que estoy acostumbrado…— comienzo, parándome de la banca para probar mi equilibrio sobre los patines y estiro mi mano hacia ella para ayudarla a hacer lo mismo. —Me gustaría que la conozcas, tal vez hoy— vacilo, soltándola. Pruebo deslizarme en la pista en un arco que raya el suelo y espero a que se acerque, son apenas unos segundos en que acomodo las ideas en mi mente, para no darle más vueltas. —Tengo una hija— confieso, acercándome a ella otra vez. —Y no, tus padres no lo saben.
Tenía la cabeza agachada y los dedos entumecidos por el frío, justo cuando la enorme figura de su tío tomó asiento junto a ella. Terminó de anudar los cordones de sus patines y con prisa se acomodó los guantes blancos con peluche celeste. —No mucho, Linli. Si me sorprendió que no estuvieras aquí diez minutos antes.— Bromeó con una enorme sonrisa dibujada en el rostro. Una que fue desapareciendo poco a poco, a medida que el cazador hablaba.
Lëia balanceó sus pies con la mirada clavada en el suelo y antes de responder, pensó muy bien en sus palabras. —No te preocupes, lo entiendo. Pero seré honesta y admitiré que me dolió, creí que eramos un equipo.— Soltó un pequeño suspiro. —Mamá y papá últimamente tienen mucho trabajo y...estoy todo el tiempo aburrida con Tyler, incluso el otro día me escapé de clases y conocí a mi futuro esposo justo cuando se mudaba a Europa y Riri ni siquiera lo notó.— Se encogió de hombros y al levantar la vista, aceptó la mano y se levantó dando un salto.
A diferencia de Colin, la castaña se sujetó al borde de la pista durante un par de minutos más y se deslizó con mucho cuidado sin girar. Cuando estuvo segura de tener el equilibrio necesario, se soltó y comenzó a patinar con los brazos extendidos hacia los lados, tratando de seguir a su tío.
La alegría regresó a su rostro, claro que estaba dispuesta a conocer una nueva criatura. —¿Un Mooncalf? No, ya sé...Un Opaleye de las Antípodas ¡No puedo creer que tengas un dragón!— Chilló con emoción.
Extendió su mano para tomar la del cazador, justo cuando la declaración salió de su boca.
La niña no alcanzó a sujetarse y ante el desconcierto que le produjo aquella nueva información, terminó tropezando y cayendo sobre la pista congelada. Dejó de sentir frío en sus nalgas y frunciendo el ceño ni siquiera intentó levantarse. —¿Una hija?— Preguntó cuando por fin encontró su voz. —¿También adoptaste a una niña como papá a Tyler?— No entendía nada de nada.
Lëia balanceó sus pies con la mirada clavada en el suelo y antes de responder, pensó muy bien en sus palabras. —No te preocupes, lo entiendo. Pero seré honesta y admitiré que me dolió, creí que eramos un equipo.— Soltó un pequeño suspiro. —Mamá y papá últimamente tienen mucho trabajo y...estoy todo el tiempo aburrida con Tyler, incluso el otro día me escapé de clases y conocí a mi futuro esposo justo cuando se mudaba a Europa y Riri ni siquiera lo notó.— Se encogió de hombros y al levantar la vista, aceptó la mano y se levantó dando un salto.
A diferencia de Colin, la castaña se sujetó al borde de la pista durante un par de minutos más y se deslizó con mucho cuidado sin girar. Cuando estuvo segura de tener el equilibrio necesario, se soltó y comenzó a patinar con los brazos extendidos hacia los lados, tratando de seguir a su tío.
La alegría regresó a su rostro, claro que estaba dispuesta a conocer una nueva criatura. —¿Un Mooncalf? No, ya sé...Un Opaleye de las Antípodas ¡No puedo creer que tengas un dragón!— Chilló con emoción.
Extendió su mano para tomar la del cazador, justo cuando la declaración salió de su boca.
La niña no alcanzó a sujetarse y ante el desconcierto que le produjo aquella nueva información, terminó tropezando y cayendo sobre la pista congelada. Dejó de sentir frío en sus nalgas y frunciendo el ceño ni siquiera intentó levantarse. —¿Una hija?— Preguntó cuando por fin encontró su voz. —¿También adoptaste a una niña como papá a Tyler?— No entendía nada de nada.
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Diez minutos antes con una puntualidad que en estos días me ha costado mantener, por no decir que fracasé en más de una ocasión, y es que estar pendiente de las comidas de una niña me tiene como una presencia sin vida en cualquier otro lugar que no sea ese departamento que cobró la dimensión de una casa. No sé cómo ordenar todo en mi día a día sin que se desbarate, caminando y moviéndome con la mitad de mi atención, lo que en parte es mi culpa porque postergué demasiado el hablar sobre la existencia de Hanna con mi familia. Puedo contar con nadie más que mi sobrina se habrá percatado de mi ausencia más marcada, lo que me hace notar con un sentimiento de culpa que me embarga entero. —Lo lamento, en serio. No era mi intención hacerte a un lado— suspiro, lo que me dice de sus padres es comprensible también, con todo lo que ha pasado y por los puestos que ocupan, tienen más trabajo del que yo podría quejarme. Razones de más por las que agradezco quedarme en mi lugar cómodo como cazador.
—¿Te escapaste de clases?— eso sí no se lo dejo pasar, es la primera de una seguidilla de cosas que involucran un futuro esposo y a Europa que me tienen parpadeando con confusión. —No se puede ir a Europa así como así… es…— balbuceo, algo muy dentro de mí se oprime dolorosamente. —Peligroso— suelto con un suspiro, apartando momentáneamente mi mirada de ella porque son otros los pensamientos que vengo esquivando desde hace meses que nada tienen que ver con lo que está pasando ahora. La preocupación por la niña que quedó a mi cargo ayudó mucho a que vayan ocupando un sitio cada vez más apartado de mi mente, que hasta puedo fingir que no están. No pensar en el viejo continente, ni tampoco en las personas que quedaron allí.
Sino concentrarme en la personita que estaba ocupando todos los espacios de mi casa, esa criatura extraña de la que le hablo a Lëia, que tiene un poco de mooncalf, también un poco de dragón. Pero se parece más a una… hija. Nuestra familia se ha complicado en lazos de una manera en la que no encuentro sencillo explicarle de dónde saqué una niña de diez años. —No… sí…— me contradigo a mí mismo, —Es mi hija biológica, pero la conocí hace poco y tengo que hacer los trámites para que sea una Weynart— aclaro, lo más concreto que puedo, deslizándome hacia ella para poder tomar sus manos y ayudarla a recuperar el control de los patines. Mantengo sus manos sujetas aun cuando está de pie. —Su mamá murió hace poco, era una mujer con la que salí hace unos años hasta que ella tomó decisiones que nos llevaron por caminos separados—. Solo eso, personas que crees dejar atrás y de pronto salen de la nada para trastocarte todo y hacer que le encuentres un nuevo orden a las cosas. —Tendré que decírselo al resto de los Weynart, pero…—. Elijo confiar primero en ella que sigue ostentando con orgullo el apellido de su madre. —Su madre fue una repudiada y ella vivió entre repudiados todo este tiempo, en cambio nuestra familia…— es todo lo contrario.
—¿Te escapaste de clases?— eso sí no se lo dejo pasar, es la primera de una seguidilla de cosas que involucran un futuro esposo y a Europa que me tienen parpadeando con confusión. —No se puede ir a Europa así como así… es…— balbuceo, algo muy dentro de mí se oprime dolorosamente. —Peligroso— suelto con un suspiro, apartando momentáneamente mi mirada de ella porque son otros los pensamientos que vengo esquivando desde hace meses que nada tienen que ver con lo que está pasando ahora. La preocupación por la niña que quedó a mi cargo ayudó mucho a que vayan ocupando un sitio cada vez más apartado de mi mente, que hasta puedo fingir que no están. No pensar en el viejo continente, ni tampoco en las personas que quedaron allí.
Sino concentrarme en la personita que estaba ocupando todos los espacios de mi casa, esa criatura extraña de la que le hablo a Lëia, que tiene un poco de mooncalf, también un poco de dragón. Pero se parece más a una… hija. Nuestra familia se ha complicado en lazos de una manera en la que no encuentro sencillo explicarle de dónde saqué una niña de diez años. —No… sí…— me contradigo a mí mismo, —Es mi hija biológica, pero la conocí hace poco y tengo que hacer los trámites para que sea una Weynart— aclaro, lo más concreto que puedo, deslizándome hacia ella para poder tomar sus manos y ayudarla a recuperar el control de los patines. Mantengo sus manos sujetas aun cuando está de pie. —Su mamá murió hace poco, era una mujer con la que salí hace unos años hasta que ella tomó decisiones que nos llevaron por caminos separados—. Solo eso, personas que crees dejar atrás y de pronto salen de la nada para trastocarte todo y hacer que le encuentres un nuevo orden a las cosas. —Tendré que decírselo al resto de los Weynart, pero…—. Elijo confiar primero en ella que sigue ostentando con orgullo el apellido de su madre. —Su madre fue una repudiada y ella vivió entre repudiados todo este tiempo, en cambio nuestra familia…— es todo lo contrario.
—Disculpas aceptadas.— La expresión de confusión en el rostro de su tío le dibujó una sonrisa traviesa y a la vez divertida, pero el recuerdo de la triste partida de Jerek la borró de inmediato. —Como si tú nunca lo hiciste...— Reclamó, restandole importancia a su escapada, al tiempo que tomaba la mano del adulto y se ponía en pie, tratando de mantener el equilibrio sobre los patines de hielo. —Bueno, llegas tarde porque él ya se fue, ¿no viste mi nueva foto de perfil?— Ladeando la cabeza, lo observó pensativa durante un par de largos segundos. Él había estado en las tierras lejanas, su padre biológico también ¿En serio describía su hogar con esa única palabra? —¿Peligroso? ¿En Europa hay dementores también? Papá le dijo a Ty que están para protegernos y sé que es mentira.— Preguntó demostrando por primera vez, que no estaba de acuerdo con todo lo que los miembros de su familia decían y con las decisiones que Magnar tomó desde su ocupación como presidente.
Al ingresar a la pista de hielo, evitando a los patinadores con mayor experiencia, Lëia comenzó a deslizarse con lentitud y mucho cuidado. Hacía tiempo que no utilizaba los patines y eso lo demostró cuando terminó sentada de culo sobre la superficie congelada. En su defensa, no fue la adaptación, sino la enorme noticia que su tío le contó.
Gracias al cazador consiguió ponerse en pie mientras escuchaba la triste historia y como todo era muy confuso, decidió sujetarse con fuerza a los brazos masculinos hasta estar segura de que no volvería a caer.
No tenía palabras, sentía mucha pena por la pequeña y también por Linli, pero también un poco de celos egoístas. —Creo que dejaré el colegio y abriré mi propia guardería Weynart. Así ganaré más dinero.— Bromeó con una tímida y pequeña sonrisa.
Alexandra soltó el agarre para comenzar a patinar, esta vez a una velocidad decente y al advertir que su tío la seguía, giró el cuerpo y continuó avanzando de espaldas para poder conversar de frente a él. —Por eso me preguntaste lo de ser padre el día de los waffles...Será complicado, Linli, pero podrás hacerte cargo de ella y si necesitas algo, yo te ayudaré. Estoy segura de que a Tyler también le agradará conocer a su nueva prima.— Murmuró algo agitada por el ejercicio. —Nuestra familia es unida, la recibirán con cariño y en cuanto a lo demás...No es asunto de ellos.— Disminuyó un poco la rapidez del deslizamiento sobre el hielo.
El frío de la pista ya había teñido sus mejillas y nariz de rosa, también quería recuperar el aliento, por lo tanto avanzó casi a paso tortuga. —Todos tienen sus metidas de pata, secretos y...creencias. Que no te afecte eso.— Se encogió de hombros y sonrió. —¿Cuándo la conoceré?
Al ingresar a la pista de hielo, evitando a los patinadores con mayor experiencia, Lëia comenzó a deslizarse con lentitud y mucho cuidado. Hacía tiempo que no utilizaba los patines y eso lo demostró cuando terminó sentada de culo sobre la superficie congelada. En su defensa, no fue la adaptación, sino la enorme noticia que su tío le contó.
Gracias al cazador consiguió ponerse en pie mientras escuchaba la triste historia y como todo era muy confuso, decidió sujetarse con fuerza a los brazos masculinos hasta estar segura de que no volvería a caer.
No tenía palabras, sentía mucha pena por la pequeña y también por Linli, pero también un poco de celos egoístas. —Creo que dejaré el colegio y abriré mi propia guardería Weynart. Así ganaré más dinero.— Bromeó con una tímida y pequeña sonrisa.
Alexandra soltó el agarre para comenzar a patinar, esta vez a una velocidad decente y al advertir que su tío la seguía, giró el cuerpo y continuó avanzando de espaldas para poder conversar de frente a él. —Por eso me preguntaste lo de ser padre el día de los waffles...Será complicado, Linli, pero podrás hacerte cargo de ella y si necesitas algo, yo te ayudaré. Estoy segura de que a Tyler también le agradará conocer a su nueva prima.— Murmuró algo agitada por el ejercicio. —Nuestra familia es unida, la recibirán con cariño y en cuanto a lo demás...No es asunto de ellos.— Disminuyó un poco la rapidez del deslizamiento sobre el hielo.
El frío de la pista ya había teñido sus mejillas y nariz de rosa, también quería recuperar el aliento, por lo tanto avanzó casi a paso tortuga. —Todos tienen sus metidas de pata, secretos y...creencias. Que no te afecte eso.— Se encogió de hombros y sonrió. —¿Cuándo la conoceré?
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Procuro hacer memoria de si en mi breve tiempo en el Royal, hice algo como escaparme, y si bien no llegué a ser un estudiante de honores por falta de empeño, tampoco tenía manchas en mi expediente. Nunca hice otra cosa que seguir las normas que me marcaban, creo que es porque pensaba que así debía ser, apoyaba también a todo lo que mi familia decía, porque toda la vida los he amado más que a nada. Por eso fue tan fuerte la decepción que sufrí al saber que me unía a Riorden algo más cercano que una relación de primos. A la edad de mi sobrina, no me habría mostrado tan abiertamente en desacuerdo con lo que decían los padres que me criaron, su actitud hace que frunza un poco el ceño y si lo suavizo, es porque de niño sí tenía mis escapadas por ese lugar que llamo peligroso. —Lamento ese romance tan breve, Lele. Pero te quedará el recuerdo y una gran historia para contar a tus nietos, sobre ese muchacho que escapó al continente— bromeo con ella, tirando de mis labios en una sonrisa. Como si los recuerdos sirvieran para algo más que no sea para amargarnos y eso lo escondo en mi expresión, el cambio de tema nos lleva a algo que deja atrás su travesura.
Asiento con mi mentón, adoptando cierta gravedad en mi semblante. —Quería decírtelo ese día, pero no sabía siquiera donde estaba ella. La había llevado a un orfanato— le cuento, sigo rehuyendo de un encuentro con Ivar Lackberg, que creo que al menos le debo para agradecerle el que se pusieran en contacto conmigo. — No sé si es que yo soy tan pesimista, no sé cómo sentirme de que te lo tomes tan bien…—. Porque le estoy diciendo que esta niña se ha criado en un ambiente diametralmente distinto al de la isla ministerial, fuera de todo eso que conocemos los Weynart desde que se hizo justicia por nuestra familia, Hanna ha salido de un lugar que ninguno de nosotros querría para sus hijos. Eso que dice a lo último me hace entender por qué lo acepta de la manera en que lo hace. Me acerco a ella con mis patines rayando el hielo y la envuelvo con mis brazos. —Te pagaré muy bien si abres esa guardería tuya, te podrás comprar un montón de escobas de competición— sonrío, atrayendo su cabeza hacia mi hombro para estrecharla por un momento en un abrazo. Vuelvo a soltarla para recuperar la distancia y echo una mirada fuera de la pista. —¿Ahora mismo? ¿Quieres ir? ¿Quieres que la traiga? Podríamos… llevarla o traer a Tyler también— propongo. Puede que sea un poco cobarde de mi parte como adulto que busque hacer un frente unido con los niños antes de encarar a los mayores.
Asiento con mi mentón, adoptando cierta gravedad en mi semblante. —Quería decírtelo ese día, pero no sabía siquiera donde estaba ella. La había llevado a un orfanato— le cuento, sigo rehuyendo de un encuentro con Ivar Lackberg, que creo que al menos le debo para agradecerle el que se pusieran en contacto conmigo. — No sé si es que yo soy tan pesimista, no sé cómo sentirme de que te lo tomes tan bien…—. Porque le estoy diciendo que esta niña se ha criado en un ambiente diametralmente distinto al de la isla ministerial, fuera de todo eso que conocemos los Weynart desde que se hizo justicia por nuestra familia, Hanna ha salido de un lugar que ninguno de nosotros querría para sus hijos. Eso que dice a lo último me hace entender por qué lo acepta de la manera en que lo hace. Me acerco a ella con mis patines rayando el hielo y la envuelvo con mis brazos. —Te pagaré muy bien si abres esa guardería tuya, te podrás comprar un montón de escobas de competición— sonrío, atrayendo su cabeza hacia mi hombro para estrecharla por un momento en un abrazo. Vuelvo a soltarla para recuperar la distancia y echo una mirada fuera de la pista. —¿Ahora mismo? ¿Quieres ir? ¿Quieres que la traiga? Podríamos… llevarla o traer a Tyler también— propongo. Puede que sea un poco cobarde de mi parte como adulto que busque hacer un frente unido con los niños antes de encarar a los mayores.
Sus brazos la rodearon en un fuerte abrazo y ya nada importó.
Lëia sonrió de oreja a oreja y apoyando una de sus mejillas en el torso de su tío, cerró los ojos y soltó un ligero suspiro divertido. —Siempre has sido pesimista, es parte de tú encanto. Aún no entiendo como no tienes novia, eres como el "bad boy" de las películas que vuelve locas a todas y al final termina siendo una cosita toda adorable.— Con los dedos indices picó los costados del cazador, obviamente con la intensión de molestarlo.
La idea de una guardería y miles de escobas no era mala, pero estaba segura de que no soportaría estar rodeada de niños durante más de veinte minutos.
No respondió a su pregunta, se aferró la mano de Linli y comenzó a patinar de regreso hacia la salida de la pista de hielo.
Una vez sentada sobre el banco del público, se quitó los patines y se colocó las zapatillas, para posteriormente atar los cordones. —Andando.
Abrigada hasta más no poder, se ocultó debajo de la capucha llena de peluche en los bordes y caminó junto al cazador con dirección hacia su casa.
No planeaba decírselo a nadie, siempre creyó que podría mantener el secreto para si misma, pero tal vez con todo lo ocurrido en las últimas semanas, si necesitaba desahogarse para saber que había hecho lo correcto...O no. —Tío...— Murmuró con la voz temblorosa, algo asustada. —Yo...¿Qué pensarías si he ayudado a una de las personas que están en la lista de más buscados?— Preguntó aminorando la velocidad de sus pisadas. —Yo...no lo sabía, su cara apareció después y...no quiero entregarlo porque ahora si que no sé dónde está.
La presión que sentía en medio del pecho no desapareció y aterrada por observar los posibles gestos de desaprobación su tío favorito, mantuvo la mirada clavada en el suelo. Pfff, como si un montón de nieve fuera tan interesante.
Lëia sonrió de oreja a oreja y apoyando una de sus mejillas en el torso de su tío, cerró los ojos y soltó un ligero suspiro divertido. —Siempre has sido pesimista, es parte de tú encanto. Aún no entiendo como no tienes novia, eres como el "bad boy" de las películas que vuelve locas a todas y al final termina siendo una cosita toda adorable.— Con los dedos indices picó los costados del cazador, obviamente con la intensión de molestarlo.
La idea de una guardería y miles de escobas no era mala, pero estaba segura de que no soportaría estar rodeada de niños durante más de veinte minutos.
No respondió a su pregunta, se aferró la mano de Linli y comenzó a patinar de regreso hacia la salida de la pista de hielo.
Una vez sentada sobre el banco del público, se quitó los patines y se colocó las zapatillas, para posteriormente atar los cordones. —Andando.
Abrigada hasta más no poder, se ocultó debajo de la capucha llena de peluche en los bordes y caminó junto al cazador con dirección hacia su casa.
No planeaba decírselo a nadie, siempre creyó que podría mantener el secreto para si misma, pero tal vez con todo lo ocurrido en las últimas semanas, si necesitaba desahogarse para saber que había hecho lo correcto...O no. —Tío...— Murmuró con la voz temblorosa, algo asustada. —Yo...¿Qué pensarías si he ayudado a una de las personas que están en la lista de más buscados?— Preguntó aminorando la velocidad de sus pisadas. —Yo...no lo sabía, su cara apareció después y...no quiero entregarlo porque ahora si que no sé dónde está.
La presión que sentía en medio del pecho no desapareció y aterrada por observar los posibles gestos de desaprobación su tío favorito, mantuvo la mirada clavada en el suelo. Pfff, como si un montón de nieve fuera tan interesante.
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—Lele— la reprendo en un tono que disimula una sonrisa divertida que queda fuera de su vista por estar abrazándome, —estás diciendo tonterías—. Nunca he pensado dos veces en eso que me dice, hay cosas que simplemente no se dan para ciertas personas porque no estamos hechos para eso. Hubiera dicho lo mismo de ser padre, asegurar que se me da mejor ser tío, pero no otra cosa, y sin embargo, estoy tratando de hacerlo bien al cuidar a Hanna. Espero que mi sobrina tenga un par de consejos que me ayuden a seguir así, que me de la mano que necesito también, porque en general nuestra familia está muy ocupada con problemas que están agitando al país, que lo doméstico queda bastante relegado.
La sigo fuera de la pista de hielo para sacarnos los patines, mientras deshago los cordones reviso mi reloj para comprobar cuánto tiempo se ha quedado sola Hanna y es algo que me inquieta, como no debería, porque nunca he estado tan pendiente de otra persona. Tengo mi mente en ello, a punto de tomar la muñeca de Lëia para desaparecernos, cuando lo que me dice me detiene en seco, frío. Me olvido de la hora que acabo de checar y siento el cosquilleo en mi nuca por los recuerdos que se amontonan detrás de mis ojos, vuelvo a ver a Alice en ese galpón abandonado.
— Hablemos en otro sitio— murmuro, apartándonos de la pista para que no queden oídos cerca que puedan escucharnos, tampoco la quiero llevar al departamento porque prefiero tener esta conversación antes de que el tema de mi hija se imponga. Nos desaparezco, sólo para aparecer unos metros más allá, bajo la sombra de una columna por la que quedan las ramas secas de una enredadera. —¿Cómo pasó eso, Lele?— pregunto, no voy a ser tan hipócrita como para mostrarle desaprobación, así que mi tono es más de curiosidad y desconcierto. —¿Fue cuando estuviste presa en el norte?— murmuro, tratando de hacerme una idea de cómo ella, que es hija del ministro de Seguridad, puede estar vinculada con alguien así, y el problema que eso podría traerle con Riorden si no lo sabe.
La sigo fuera de la pista de hielo para sacarnos los patines, mientras deshago los cordones reviso mi reloj para comprobar cuánto tiempo se ha quedado sola Hanna y es algo que me inquieta, como no debería, porque nunca he estado tan pendiente de otra persona. Tengo mi mente en ello, a punto de tomar la muñeca de Lëia para desaparecernos, cuando lo que me dice me detiene en seco, frío. Me olvido de la hora que acabo de checar y siento el cosquilleo en mi nuca por los recuerdos que se amontonan detrás de mis ojos, vuelvo a ver a Alice en ese galpón abandonado.
— Hablemos en otro sitio— murmuro, apartándonos de la pista para que no queden oídos cerca que puedan escucharnos, tampoco la quiero llevar al departamento porque prefiero tener esta conversación antes de que el tema de mi hija se imponga. Nos desaparezco, sólo para aparecer unos metros más allá, bajo la sombra de una columna por la que quedan las ramas secas de una enredadera. —¿Cómo pasó eso, Lele?— pregunto, no voy a ser tan hipócrita como para mostrarle desaprobación, así que mi tono es más de curiosidad y desconcierto. —¿Fue cuando estuviste presa en el norte?— murmuro, tratando de hacerme una idea de cómo ella, que es hija del ministro de Seguridad, puede estar vinculada con alguien así, y el problema que eso podría traerle con Riorden si no lo sabe.
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