The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Dirty paws · Ken
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Invitado
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Recuerdo del primer mensaje :

De todas las cosas que papá podría hacerle a mamá, traerle un perro a la casa creo que es de las peores. Un perro tiene, bueno, pelos. También patas, ¡patas que se pueden llenar de tierra, barro o pintura! ¡Y dejar todo el departamento hecho una mugre! Y en esta casa todo reluce en el blanco impoluto de las baldosas, las paredes y algunos muebles. Puedo decir en defensa del perro, por ende de mi padre, que al menos eligió uno con colores que combinaran con toda la decoración. —Lo siento, no podrás quedarte con nosotros…— le explico al perro, rascándole por debajo de su hocico, acuclillada frente a él. —Mamá es alérgica a los gatos— digo, como esperando que me entendiera. Como puede ofenderse si es cierto que los perros y los gatos son enemigos por naturaleza, me corrijo de inmediato. —¡No! ¡No quiero decir que seas un gato! “Gato” es la palabra que usa para referirse a todas las mascotas en general— aclaro, es la conclusión a la que llegué con casi veinte años.

Mamá es… bueno, especial... y no en el buen sentido— murmuro, desviando la mirada de los ojos del perro que son bien delineados como los de un humano, no canicas negras como los perros en su mayoría. Por ese rasgo, entre otros, chillé de emoción nada más ver que papá trajo un border collie. Son considerados los perros mestizos más inteligentes, lo sé. Sé mucho sobre mascotas porque nunca tuve una. Poso mi vista sobre la puerta cerrada del despacho de mi padre en la casa, a través de la cual se escucha una discusión que trata de mantenerse en susurros. —Y papá a veces es… bueno, un tonto— suspiro. Pese a la baja temperatura en el exterior, el interior de la casa está ambientada por un calor artificial y puedo andar sin zapatos como acostumbro, pero con medias, que tampoco soy tan descuidada. —Y yo soy Synnove y tengo un hermano menor llamado Simon. ¿Cuál es tu nombre?— me presento, con una sonrisa acompañando a esa pregunta que sé que no me responderá, pero me gusta eso de buscar en el perro un indicio de algo que me diga cómo llamarlo.

Rasco con efusión la bufanda blanca alrededor de su garganta, ¿no es lo lindo de tener un perro peludo? Lo malo es que seguro ¡está lleno de pulgas! ¡Bichos! ¡Bacterias! Son los enemigos de mamá, en esta casa no hay parásitos, si es que a veces me pregunto si mi cabello no es tan blanco y mi piel tan pálida por esa manía suya de tener que limpiarlo todo con tres hechizos sobre la misma superficie. —¿Te quieres quedar, verdad? ¡Pobre! No creo que mi madre te eche justo cuando falta tan poco para Navidad—. Nadie que tenga corazón lo haría, y contrario a lo que pude haber pensado alguna vez, mi madre lo tiene. Tal vez lo de traer un perro sea otra manera de mi padre de ayudarla, la veo tratando de hacer las cosas mejor. De mi padre, en cambio… todavía lo veo con sus salidas sospechosas, con muchos secretos de los que acabo por enterarme de labios de otras personas y me pregunto si cambiará alguna vez. Suspiro otra vez por encima de la cabeza del perro y me pongo de pie. —Ven, ¡vamos!— golpeo la palma de mi mano contra mi muslo así tiene la indicación de seguirme. —Te mostraré la casa— miento, que aunque sea un perro y me digan que no entiendo, no le diré abiertamente que lo llevo a tomarse un baño. Chasqueo mis dedos para ir marcándole el paso desde la sala hacia el pasillo más angosto que va uniendo los dormitorios, el mío y el de Simon enfrentados, hasta la tercera puerta a la derecha que apenas entreabro. —¡Oye! ¡Voy a mostrarte el mejor lugar de esta casa! ¡Hay un montón, pero un montón de galletas y pelotitas ahí dentro!
Anonymous
Invitado
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Si hablo de mi padre con esa honestidad debe ser porque estamos dentro de estas paredes, porque su presencia en mi espacio es tan tranquila como sería la de un perro bien educado, sacando de que no es lo que esperaba de alguien que está empapelando la ciudad como el mayor peligro existente en el presente. —No sé si soy lo que más le importa— contesto, puede pensar que estoy actuando como una niña por decir a esta edad cosas que a decir verdad, las pensaba cuando tenía diez años y si no las decía es porque amaba ciegamente a mis padres como para poner en palabras de que a veces me sentía dolida por su culpa. —Así como hay niños y chicos que lo necesitan, papá también los necesita a ellos. Le hace sentirse bien, útil, que está haciendo algo bueno, creo. Le hace sentirse amado, también le ayuda a amarse a sí mismo, le da una extraña felicidad. Pero necesita de eso…— susurro. —Necesita de chicos por rescatar. Y hay otros, sus propios hijos, que los acomoda en algún lugar seguro de su mente, vuelve allí siempre que puede para convencerse a sí mismo de que están bien—. No sólo pienso en mí, también lo hizo con Jakobe, quizás algo similar con Simon. —Y no sé si podrás entenderme, sé que viviste por mucho tiempo en un distrito aislado, y de todas maneras, has conocido más lugares que yo. Pero en ocasiones, quedarte en un lugar, dentro de una burbuja, no salva a nadie de sufrir— le explico.

Aflojo el agarre de la almohada para hacerla a un lado, saco mis piernas de la cama para ponerme de pie y hago un repaso de él con mis ojos. —Tienes una espinaca en los dientes— apunto, es mi manera de romper el clima que se instaló en que lo hice escucha de problemas internos con los que no tiene por qué cargar, a pesar de su rol como mascota. —Así que…— agradezco el cambio de tema, aunque sigo pensando que hay una manera en que tiene de plantear las cosas que sigue siendo ligeramente ofensivo. —¿Crees que no tengo aspiraciones más allá de recitar leyes en una oficina?—. Su insinuación de insulto hacia los líderes me recuerda que estoy hablando, más allá del chico que aspira a ser mi mascota, con quien desciende de una familia de antiguos líderes. —¿Tú a qué aspiras?— le pregunto, cruzando mis brazos frente a mi pecho y esperando a que me conteste. Por mi parte, muevo la barbilla hacia la pared y le digo: —Yo seré una gran artista, por supuesto. Retrataré cien rostros, no, mil rostros. Será la exposición más grande de retratos que se haya visto alguna vez. Y todos se preguntarán cuál es el rostro que está detrás de todos esos rostros, entonces me mostraré. Viviré toda mi vida para mi arte. ¿Las leyes? Eso es solo un pasatiempo.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Siento que está hablando de temas muy personales a los cuales no puedo aportar nada porque no la conozco, no sé mucho de su familia y tampoco vengo de un sitio convencional como para tener una idea aproximada de cómo deberían ser las cosas. No sé cómo ver al señor Lackberg después de las declaraciones de su hija, que parece una niña con sensación de abandono en medio de una casa que se ve perfecta a simple vista. Supongo que ninguna familia lo es, para variar — Bueno… me mantuvieron en una burbuja mucho tiempo — le confieso. No solo por haberme ocultado la verdad sobre mi familia, sino porque el catorce me mantenía seguro, pero no sería para siempre. Había un mundo entero allá afuera y sé que no estaba preparado para ello — Hay personas con buenas intenciones que cometen actos errados y lastiman en base a ello. La burbuja en la cual trataban de cuidarte se rompe y te das cuenta de que estás… bueno, desnudo — no todas las herramientas son útiles y las manos se lastiman con demasiada facilidad cada vez que intentas atrapar alguna salida. Quizá esto es crecer de la manera más cruel.

Me llevo la lengua entre los dientes en busca de la espinaca que ella señala y no puedo encontrar, porque soy un montón de rastros de comida que todavía no termino de pasar. No quiero ser ofensivo así que me encojo de hombros, pero lo que pregunta me deja vacilante — No lo sé… — sé que he estado dudoso sobre qué hacer a continuación, pero he llegado a no plantearme nada a largo plazo — Antes quería ser explorador. En el catorce, los exploradores eran los encargados de buscar provisiones, refugios y nuevos territorios de caza. Ellos podían ver todo el exterior y yo… bueno, quería ser como ellos. Creía que eran geniales, pero ahora… — me rasco la palma de una mano con los dedos contrarios, como si buscase quitarme una basurita — No creo tener oportunidad de pensar en un futuro, ¿no crees? Tu gente no parece estar muy dispuesta a absolver mis cargos — en otras palabras, no tengo un futuro que no incluya estar huyendo, al menos que las cosas cambien. Pero hay que ser realistas…

Le sonrío cuando demuestra su determinación, aunque me cuesta un poco imaginar de lo que está hablando — ¿Cómo es una exposición de arte? Jamás he visto nada de eso — confieso y… ah, ahí está la espinaca. Me paso el dorso de la mano por la boca tras tragar y creo que ya he quedado enteramente limpio cuando sigo hablando — Es mejor que las leyes. Tienen una constitución de mierda, si me permites decirlo. ¿Cómo planean mantener un sistema tan limitado en el tiempo? Las cartas siempre se les terminarán volviendo en contra, la gente no se calla para siempre. Quiero decir… bueno, lo que pasó en el ministerio en septiembre… — me siento repentinamente incómodo con haber sacado este tema. Me muevo para apoyarme en el borde de la cama y ponerme de pie — ¿Quieres enseñarme a dibujar? Lo máximo que he conseguido hacer en mi vida son palitos y una casa con chimenea. Creo que se me dan mejor los deportes que las artes… — lo que me lleva a pensar — Quizá podría hacer algo con eso en el futuro, cuando tú te encargues de cambiar las leyes de porquería y las cosas sean un poquito mejores — vale, que estoy delirando, hace poco tuve fiebre y la tos no se acaba. No pueden culparme.
Kendrick O. Black
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Invitado
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He llegado a creer que es conveniente tener presente que todas las personas pueden lastimar, no es algo exclusivo de quienes juzgamos como malos, también los que se consideran amables hacen cosas que pueden herir a otros. ¿Cómo se sentiría mi papá si supiera lo que opino de él? Seguramente lo lastimaría, puedo imaginar su semblante sombrío, sus ojos que se transparentan a pesar de lo oscuros que son para hacerme ver que se siente angustiado por mi culpa  y sus labios me dicen que sólo intenta hacer algo bueno por los demás. Todo lastima, sea dentro o fuera de la burbuja. —¿Sabes que la primera respiración de un bebé es su primera experiencia de dolor?— le pregunto, con mi mirada gacha y mi voz chocando contra mi pecho. —Como nunca han usado los pulmones, activarlos le provoca dolor. Lloran por dolor. Porque respirar les provocó dolor—. La habitación está demasiado llena de la luz del día que entra por el ventanal que da a un parque cercano. —Vivir lastima, respirar lo hace. Las respiraciones son recordatorios de que estamos vivos y también de que sentimos dolor—. Sea dentro o fuera, de cualquier burbuja.

A mi parecer, una persona que no tiene aspiraciones propias, no tiene derecho a inmiscuirse en las aspiraciones de los demás. Es una cuestión de respeto, modales que se debería tener por cortesía. —Mi gente…— repito esas dos palabras, porque podría perdonarle que no sepa qué hacer con su vida, lo que dijo sobre los exploradores fue interesante y lamento que esos planes hayan caducado, pero creo que se está abusando de su condición de víctima de este país que lo tacha como un criminal, para venir a decirnos que está bien y que está mal, y todo lo que hemos quitado. —¿De qué país soy soberana que tengo mi propia gente y no me enteré?— pregunto, puede que esté actuando exageradamente a la defensiva, casi que estoy siendo grosera con él. Si yo tuviera voz en algunos de los juicios que se llevan a cabo del ministerio, me gustaría poder opinar sobre quienes merecen un castigo real y qué personas son inocentes o que siendo culpables deberían tener una segunda oportunidad, no me gusta que lo haga sonar como que somos todos nosotros quienes lo hemos condenado. ¿Acaso no está en esta casa? No lo hemos llevado con los aurores.

Comprendo que su suerte le haga ver cómo que todo está mal aquí, pero no me surge darle la razón de manera espontánea. —«Tienen una constitución de mierda, si me permites decirlo»— repito, haciendo que mi voz se escuche más profunda, mucho más que la suya incluso. —¿Te has dado cuenta que pecas un poco de arrogante en ocasiones, verdad?— se lo pregunto sin vueltas, si vamos a tener una relación a largo plazo como mascota y dueña, creo que es bueno ir apuntándonos mentalmente ciertos rasgos de carácter en el otro. Él podrá decir de mí que soy una llorona, una que se queja de todo, claro. —Tendremos que trabajar en ello si voy a enseñarte un poco de magia y otro poco de dibujo— decido, que si soy una alumna aplicada, me tengo confianza como maestra. —Y en una exposición de arte…— retomo esa pregunta que no contesté, —todas las obras de un artista están a la vista en un salón muy elegante, son un cuadro al lado del otro, la gente va a verlos y a dar sus críticas. No sé si pronto, pero algún día en este mundo podremos disfrutar de algo tan sencillo como el arte de una persona. Esas cosas se están perdiendo…— le explico, como si fuera parte de la instrucción que le debo dar para que sepa a qué atenerse en esta vida, cuando en todos sus años, creo que ha pasado por más experiencias que yo para saber qué esperar.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Es un poco pesimista — apenas es un susurro, mi comentario no quita que tenga parte de la razón. Me gusta estar vivo, pero a veces me pregunto qué tanto vale la pena si mi existencia está limitada a acciones ajenas que manejarán el transcurso de las cosas. Muchas cosas duelen, incluso más que respirar. Que se tome a la tremenda mi comentario me obliga a fruncir el entrecejo en lo que me volteo, darle la espalda me sirve para no ponerme nervioso y encuentro el uso de mis manos en estirar la cama que hemos arrugado con nuestro peso — Debes dejar de tomarte todo tan literal. Me refiero a… tú sabes, los civiles normales de este país que apuntan con el dedo y se tragan todo lo que los políticos digan por televisión — me pone un poco enfermo darme cuenta de que esa misma gente son quienes deberían estar bajo mi cuidado si las cosas habrían sido diferentes. Lo bueno de volver a toser es que me hace cubrirme la boca y me trago cualquier comentario al respecto.

No sé que me hace mirarla peor, si su burla o que me llame creído en toda la cara — Si decir la verdad me vuelve arrogante pues bien, soy un arrogante. No es mi culpa que los demás sigan normas demasiado egoístas solo porque fueron beneficiados con ellas — ya, debería calmarme un poco, no estoy aquí para insultar cada parte de su estilo de vida sin una pizca de respeto por la amabilidad que han demostrado conmigo, incluso sin saberlo. De la cama, paso la mirada a los retratos en un intento de imaginar lo que me está explicando, pero me cuesta un poco hacerme un escenario que se asemeje a lo que supongo que debe ser la realidad. Las cosas jamás son cómo me las imagino y eso que he hecho cientos de preguntas; por ejemplo, el distrito tres fue muy distinto a lo que tenía en mi cabeza después de los cientos de relatos que le saqué a Ava a la fuerza — ¿Por qué dices que se pierden? Tengo entendido que el arte es la expresión de una persona y las personas siempre buscan el modo de expresarse. Es como… una de esas cosas que vienen incluidas en el paquete — o eso me gusta pensar, pero no siempre viví en la gran ciudad. Estoy acostumbrado a lo simple, para variar.

Soy incapaz de contenerme y me asomo por la ventana, pegando la frente a un vidrio helado que me permite ver las calles por las cuales nadie camina. Una vez más, el encierro será mi salvación y no podré quejarme de ello. Intento contener la picazón de la garganta al aclararme un poco, pero acabo reprimiendo algunos mocos y eso hace que una mueca delate que me han llegado al cerebro — ¿Crees que alguna vez haya un cambio? ¿Un espacio para gente como yo? — si tanto defiende las leyes, debe tener una idea más positiva sobre ellas.
Kendrick O. Black
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Tal vez mi gente no se traga todo lo que ve por televisión, estás siendo un poco estrecho de miras en juzgar a las personas— se lo señalo, —La gente piensa lo que mira, lo analiza a partir de sus propias experiencias de vida. Sacan sus propias conclusiones. Ninguno está siguiendo ciegamente el dedo con el que apunta cada nuevo líder—. Se lo dice la chica que creció en la orbe de cristal que es el Capitolio, que tuvo demasiado tiempo a solas para dar vueltas hasta marear a sus pensamientos, que quizás no salió de casa, pero cuya casa se vio atravesada por personas que se volvieron significativas para mí. —Pero si tienes un líder que se impone a través del miedo, ya sea desplegando aurores o cazadores, bombardeando distritos, u otro que te pone dementores o licántropos en cada esquina, disculpa que no estemos en la acera poniendo en voz alta nuestros desacuerdos con esas políticas— le explico, siendo un poco de lo arrogante que le acuso a él.

Todas las personas tienen contradicciones internas, son un propio mundo. Sé que a muchos les resulta fácil solo clasificar personas, en vez de tomarse en el tiempo para conocerlas, claro, a veces no hay ese tiempo…— lo dejo ahí, sí se siente como que le estoy echando un sermón. Aprieto mis dientes y me callo ante su réplica de que estamos a favor de los derechos que nos benefician, no porque le esté dando la razón, sino porque presiento que podría montarme en una discusión con él. Bastaría con decirle que yo sí cedería derechos, si se los pudiera dar a mi hermano que es hijo de esclavos, a Mimi que tiene que vivir como repudiada o a personas como Sami que ya no están. Pero tampoco me gustaría que perder a personas como Nate o Kobe si las cosas cambian y ellos están al frente, en la línea que los coloca delante de las balas.

Se pierden cuando estamos preocupados por otras cosas, sobrevivir por ejemplo…— tomo el cambio de tema, para tener algo que hacer camino hasta mi escritorio en lo que él va a espiar por la ventana a la calma que hay afuera en este día que te congela las orejas. —Nadie se detendría a ver el cuadro de nadie en una época en la que todos están corriendo para ponerse seguros o lo mejor es no salir de casa— sigo, trato de recordar dónde dejé mi varita y cuando la encuentro, seco lo que quedaba húmedo en mi ropa. Puedo fingirme ocupada en esa tarea como para no tener que contestar a su pregunta. Finalmente, lo hago. —Creo que los cambios son posibles si se trabaja en ellos, si se defiende la necesidad de nuevas leyes…—, recorro con mi mirada los dibujos, —Siempre que no se crea que es una causa perdida y acabemos por huir hacia algo que nos hace sentir bien, cómodos, satisfechos en nosotros mismos, con todo egoísmo hacia lo que pueda ser de los demás— pienso en voz alta, que es lo que estuve haciendo. No puedo prometerle que el mundo será mejor, si hasta ayer solo quería terminar la escuela por terminarla y encerrarme en mi arte. —¿Hay algún nombre de perro que te gustaría tener? ¿O… quieres que dejemos que elija mi hermano? Tal vez se enfade si se entera que ya te bauticé…— otra vez cambio de tema.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿De veras? Porque no recuerdo que la gente se haya opuesto a que quemen a dos personas sin posibilidad de juicio. Es más, hasta recuerdo que lo aplaudieron, pero bueno... — me encojo de hombros como si no tuviese idea de lo que estoy hablando — ¡Viva la justicia de este país! — sé que no tiene caso el discutir, ninguno de los dos podrá ver el mundo con los ojos del otro. No hay manera de que nuestras vidas hayan sido similares, incluso cuando parece que los dos hemos estado encerrados por más tiempo del que deberíamos.— Ese es el problema. Nadie nos ha dado tiempo, ni voz, ni una chance. Solo nos queman — suavizo un poco mi tono con cierta amargura. Bombas o fuego, solo les interesa volvernos ceniza.

Sobrevivir. Creo que no he pensado en otro verbo hace algunos meses, cuando se volvió lo único que he conseguido hacer. Esconderme, robar, sobrevivir —Quizá el arte es lo que necesitan para dejar de correr por cinco minutos. La guerra no debería quitarnos todo — no sé si es un consuelo para ella o para mí mismo. Ella quiere pintar, yo me pregunto si deberé ser un perro el resto de mi vida. Tal vez sí nos ha quitado gran parte de nosotros, pero me niego a ver el vaso vacío. Pongo una mano en el marco de la ventana cuando me giro a verla, me atrevo a sonreír a medias — Serías una buena abogada. Se necesita un poco más de variedad en el Ministerio para que dejen de tener una sola visión de cómo son las cosas en realidad. — he crecido con aquellos que ellos catalogan como asesinos y terroristas y no puedo verlos del mismo modo. Vamos... si hasta Beverly está en su lista de enemigos y una vez la vi llorar porque arranqué una planta sin pedirle disculpas primero.

No pensé en ser bautizado como perro y la simple idea me saca una sonrisita divertida, me separo de la ventana para cruzarme de brazos sobre el pecho — Solo evitemos nombres ridículos como "Bobby", "Toby" o "Cheddar". ¿Tu hermano tiene muy mal gusto? — debería sentirme un poco más culpable de ver cómo es que se anda secando, pero ella se lo buscó al meterme mano deliberadamente. Me descruzo para tantearme, recordando que Ivar tiene mi varita y que deberé recuperarla luego — ¿Crees que tu madre habrá cedido o tendré que huir de aquí esta noche? Porque parece que va a empezar a nevar y... bueno, ya de por sí hace mucho frío. Ni el pelaje de perro puede contra una helada — si morir en la nieve era mi destino, me alegra saber que de momento podría evitarlo. Quiero decir... hubiera sido un final demasiado absurdo, incluso para mí.
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No todas las personas...—. ¿Qué caso tiene decirle nada? Con su sarcasmo me obliga a callar, a poner los ojos en blanco y sólo dejarlo ser. Me han dicho que hubo un tiempo en que los magos no podíamos aspirar a lo que tenemos en el presente, no lo recuerdo porque era demasiado niña en ese entonces, pero que la época de los Black fueron malas para nosotros, avanzamos hacia algo mejor, no todo tiene por qué ser visto como algo malo. Si tan sólo pudieramos ir viendo con qué de lo bueno podemos quedarnos e ir trabajando en lo otro, en que la gente tenga juicios donde defiendan sus causas y los castigos no sean únicamente para escarmiento general. -¿Siempre ha sido así, no?- sueno cansada más que enfadada. -Todos terminamos en el fuego. Porque nunca se trató de que seas mago, muggle, bestia, mestizo, puro, squib... si eres a quien el gobierno considera un enemigo, así acabas-. Puras ideas que no las pensaba hasta que mi mascota me las puso en debate, no es un tema que me agrade para darle largas, así que suspiro:—En esta casa no hablamos de política, te lo adelanto para que no metas la pata. Estamos apenas hablando un poco más que antes... pero de política nunca. Papá y mamá opinan opuesto— le aclaro, como consejo de supervivencia para la mascota de la familia Lackberg.

El arte tiene extraños efectos en las personas, pero no es un hechizo bajo el cual la locura de la gente pueda disiparse—, no creo que detenga el frenesí en el andar de la gente. —El arte, como todas las mejores cosas de la vida estará allí para quien quiera verlo, grande e inmenso, invisible si no quieren. Y muchas veces, la gente sólo no quieren verlo, se han vuelto ciegos y por eso son personas tristes...— divago, que por lo general son pensamientos que me reservo para mí, en algo tengo que pasar mi tiempo, y ahora tengo un par de orejas que están obligadas a escucharme porque necesita que lo esconda en mi habitación, hasta que mi madre ceda con la petición de quedarnos con él. Será un buen perro, aunque haya muchas cosas que enseñarle. —Gracias— contesto, sorprendida de su halago y otra vez desconfío de que se honesto. —Eres tierno, ¿te lo han dicho alguna vez? Alborotado y un poco boca suelta, pero compensas con ternura— se lo señalo. Y los nombres a los que se opone le sentarían bien, pero le dejaré la tarea a Simon. Nos estamos conociendo recien como para decir cómo es Simon y como mucho puedo arriesgar que sacará una idea de nombre de alguno de sus videojuegos. Puedo imaginar un Lackbergpet68. —Ya veremos— susurro, lo resolveremos después, hay otras cosas más urgentes ahora. —Si prometes que no husmearás en mis cajones ni buscarás mi diario íntimo, puedo ir a tratar de escuchar la discusión de mamá y papá— me ofrezco, no sería la primera vez que lo hago, desarrollé habilidades en esto.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Me basta solo un momento en su discurso artístico para hacerme la idea de que Syv debe ser la clase de persona que habla de cosas que no entiendo y me limito a quedarme callado de una buena vez, porque creo que se ha tornado todo demasiado profundo y no hay manera de que yo diga algo tan interesante como lo que sale de su boca. Me ahorro el preguntar si es por eso que el Capitolio se me hace tan triste, siento que sonaría demasiado infantil y solo respondo a todo su parloteo con un movimiento afirmativo de cabeza, como si quisiera darle la simple razón. Todo esto es un poco depresivo, supongo — Eh… ¿Gracias? — no sé si tomar la palabra “tierno” como un halago, no cuando viene de una chica no mucho más grande que yo; sí acepto lo de alborotado y boca suelta, jamás podría negar algo como eso — Es porque he comido muchos dulces cuando era niño — Bah, que broma idiota, debería golpearme por eso.

Momento… ¿Aún tienes un diario íntimo? — que me catalogue de boca floja una vez más, pero… — Creí que eso era cosa de niñas de once años. ¿No es un poco peligroso el tener todos tus pensamientos puestos ahí a mano de todo el mundo? ¿Y qué escribes de todas formas? — es más curioso que juzgador, así que pongo mi expresión más inocente y alzo las manos con las cejas arqueadas — Solo digo… ¿Al menos lo tienes con tinta invisible o alguna de esas cosas? No es que yo quiera leer… — porque en verdad no quiero, no debe tener nada allí que me interese, pero tanto aclararme hace que busque rápidamente cambiar de tema — Puedo quedarme aquí, si alguien viene me convierto en perro y ya, no hay de qué preocuparse. Prometo que no ocasionaré problemas — es un juramento real, uno de esos que me dan ganas de escupirme la mano y tendérsela para sellar un pacto de hermanos. No lo hago porque sospecho que ella lo rechazaría, pero sí me llevo una de las manos al corazón mientras la otra continúa en alto — Seré un buen perro, no morderé tus cosas, ni me comeré tu tarea ni haré pis en la alfombra. Y prometo, sobre todas las cosas, el no leer tu diario íntimo o husmear entre tu ropa interior, amén — porque al fin de cuentas, se lo debo. Por la comida, por el baño, por la ayuda recibida. Por no dejar que me vuelva otra alma perdida en un mundo nevado, demasiado amenazante como para pensar en sobrevivir otra noche. Lo que deba ser será y sé que, por ahora, estaré preparado para ello.
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Tal vez lo dije en broma, sin embargo su asalto de preguntas sobre la supuesta posesión de un diario íntimo me pone a la defensiva. —No hay una edad por ley en la que se deba abandonar un diario íntimo en la vida de ninguna persona. ¡Y no! No sólo escriben diarios las niñas. ¿Tú no llevas un diario? Si pensabas ser un explorador, ¿nunca pensaste en que deberías llevar notas de los lugares que visitaste?— le pregunto, porque si cree que las hojas de un cuaderno deben usarse solo para bosquejar sentimientos, es bueno aclararle que esa es una de las muchas cosas que se pueden hacer. Yo en mi diario escribo, dibujo, anoto ideas. —¡No te voy a decir qué escribo en mi diario! ¡Sino no sería íntimo! — se lo señalo como si fuera una obviedad, estoy segura de que no podrá encontrarlo donde sea que esté, así que me muerdo la lengua para no decirle nada de sí está o no escrito con tinta invisible. Cuando la necesidad de escribir es imperiosa, lo hago con lo que tengo a mano, así también los esbozos los hago con los lápices que tengo a mano, así que no todo está invisible. —Necesito donde colocar todos mis profundos pensamientos, ¿sabes? Por eso lleva un diario— y porque no conozco a muchas personas que quieran escucharlos. Pasarme hablando toda mi vida conmigo misma me llevó a buscar donde plasmar esas conversaciones para que salieran de mí.

Hago una mueca por cada cosa que dice que no haré, incluido lo de mi ropa interior. Perro morboso. —Si lo cumples, prometo comprarte galletas de esas que mejoran el aliento de los perros— digo, en lo que me parece que es un trato justo. —Y si escuchas algún sonido que te asuste, puedes esconderte debajo de la cama—. Por ejemplo, si mi madre irrumpe en la habitación con toda la intención de echar a la mascota non grata a una calle que pronto se cubrirá con las primeras nevadas, siempre puedo decir que el perro sólo se esfumó y tenerlo aquí hasta que pase Navidad, cuando sea menos cruel dejarlo a su suerte. Es que incluso si mi madre acepta que se quedé, no tengo idea de por cuanto tiempo será, por eso le echo un último vistazo al cerrar la puerta del dormitorio, no sea que solo se desvanezca cuando no esté. Me deslizo por el pasillo del departamento con el silencio que me confieren mis pies enfundados en medias y pego la oreja a la cerradura, como otras veces lo hice, aunque sean pocas las ocasiones en que se trate de una charla entre los dos, porque que se hablen todavía es una novedad.
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Dirty paws · Ken
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