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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Diciembre

    Quedan un par de horas antes del toque de queda y no puedo pasarlas con una copa en la mano mirando el fuego de la chimenea. Sí tengo unas cuantas cosas que pensar y procesar pero no es algo que se pueda hacer en soledad ni mucho menos con alcohol. Me siento agotada de tratar el asunto como si fuese un negocio, intento justificarlo con lógica pero me es imposible siendo que los sentimientos se escabullen para des organizarlo todo, causar caos en mi cabeza y dándome ganas de llorar como no lo he hecho en años. No puedo permitir eso ya que puede que sea un camino de ida y ahora necesito ser más fuerte que nunca ya que la ciencia de Neopanem depende de mí.

    Tomo la tableta junto al sofá e intento concentrarme en algunos presupuestos, pero mi mente divaga tras leer las primeras líneas así que desisto de hacerlo en solitario. Cuando estaba en la escuela a veces necesitaba ir a la biblioteca a estudiar pues la sola presencia de los demás me empujaba a mantenerme concentrada. Ahora no puedo hacer exactamente eso así que recurro al equivalente ministerial que sería ir a visitar a alguno de mis vecinos para hacer el trabajo juntos. Espero que Nicholas no esté ocupado pues lo que tengo entre manos también le compete.

    El invierno está llegando y eso se nota, o quizás solo es la presencia de los dementores en las calles por las noches. De una forma o de otra me pongo mi abrigo más pesado y completo el atuendo con un gorro de lana gris. Camino unas cuadras hasta que llego a la mansión del ministro de salud, hombre que de haberle dado otro rumbo a mi vida, podría ser mi jefe en este preciso instante. Pero no, es mi colega, y eso me da la tranquilidad de que todo lo que he hecho en el pasado ha valido la pena.

    Toco el timbre de la entrada y aguardo con las manos en los bolsillos y los hombros elevados para proteger mi cuello del frío viento. No hay forma de que ésto sea por la época, sin duda son los nuevos vigilantes que absorben el calor de todo el país.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    No hay día que no la pase atendiendo un teléfono o anotando algo en mi portafolios mientras mi secretario se encarga de traerme un buen café cargado, porque es lo único capaz de mantenerme con la cabeza concentrada por más de un tiempo que no se consideraría sano de seguir trabajando en un hospital. Todavía recuerdo el día que hice la broma de que aceptar este puesto de trabajo no sería peor que tres noches seguidas de guardia, y qué equivocado estaba cuando lo dije porque en este preciso instante cambiaría el traje por la bata sin pensármelo dos veces, o una siquiera. Tampoco siento que esté haciendo un mejor trabajo de lo que hizo el anterior ministro, no cuando los fondos han caído tan en picado en las últimas semanas que el montón de folios que ocupan las quejas por parte del personal es superior, y con creces, al que constituye la nueva ronda de admitidos en el sistema de trabajo.

    Para variar, cuando llego a casa después de una larga jornada de reuniones y de aprobar presupuestos, mi hijo no se encuentra en casa. No sé a dónde va la mayor parte del tiempo porque cuando se supone que debería decírmelo yo tampoco me encuentro en la mansión, de forma que la comunicación ha sido bastante escasa las últimas semanas. Quiero creer que está estudiando, o al menos, haciendo algo productivo que no sea salir todas las tardes con sus amigos, aunque tal y como están las cosas creo que lo mejor es que mantenga la cabeza en ese tipo de cosas mejor que centrarse en otros problemas que no hemos llegado a discutir, como los dementores en las calles y otros tantos cambios más que no me he animado a discutir porque no se me antoja llegar a casa y ponerme a conversar sobre cosas con las que yo tampoco estoy de acuerdo.

    Aprovecho la soledad para acomodarme en el salón, estirando mis piernas sobre la mesita que queda frente al sofá sin apenas pensar en quitarme los zapatos primero. Ninkey enseguida se queja de eso, pero como no puede hacer más que quejarse tampoco lo tomo como una novedad. En su lugar, envío a la elfina para que vaya a preparar algo de beber en lo que me dispongo a leer las últimas noticias en la pantalla de mi teléfono, como si no las hubiera visto ya. A veces pienso que este nuevo puesto de trabajo está chupando todo interés por algo que no sea laboral. El timbre de la puerta resuena antes de que pueda ponerme a la lectura, y por costumbre espero a que sea la elfa doméstica la que atienda la puerta, pero como recuerdo que ha bajado a la cocina tengo que levantarme yo mismo para abrirla. — ¡Silas! No esperaba verte por aquí, hace un frío terrible pasa. — Digo al momento de encontrarme con el rostro blanquecino de mi amiga y nueva ministra de investigación. Lo cierto es que Silas y yo trabajamos juntos en varios de sus proyectos sobre inmunología, cuando yo era más joven e inexperto y los ensayos clínicos se me hacían más interesantes que tratar pacientes en sí. — Tu aspecto me dice que no traes muy buenas noticias, ¿me equivoco? ¿quieres tomar algo? — Tenemos la confianza suficiente como para que no se tome mi comentario como una intromisión a su intimidad, por lo que mientras la hago pasar para que se acomode le ofrezco algo para tomar, que siempre viene bien para pasar el mal trago.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    No pasa mucho hasta que Nicholas se acerca a abrirme la puerta. Me sorprende que sea él y no su elfina, pero al menos me quita el dilema de la cabeza de si debería conseguir a uno o no. Soy una persona bastante organizada y no quiero tener más narices de las necesarias dando vueltas en mi nueva casa, hay proyectos demasiado secretos que no puedo poner en riesgo y por eso he descartado completamente comprar a un esclavo. Si bien los humanos son seres inferiores, no dejan de ser pensantes, como los centauros y los fantasmas, que podrían poner en riesgo todo mi trabajo con el solo hecho de abrir la boca.

    Ingreso a su hogar y me quito el sombrero. Me saca la ficha en un instante y no sé si es su tono amable o el hecho de que sea alguien a quien conozco desde hace años, pero soy incapaz de responder inmediatamente. He trabajado con él y nos llevamos bien, nos entendemos en ese ámbito... Dudo haber peleado alguna vez e incluso charlamos sobre nuestros hijos en el pasado. Por todo eso no logro responder y en cambio esas malas noticias me suben por la garganta hasta que mis ojos se humedecen.

    No digo nada, solo abro mis manos y doy a entender con el llanto que las cosas no están nada bien. ¿Por qué lloro? Pues quizás porque he perdido a mi hija para siempre, quien ha sido la única persona que he tenido al lado desde que tengo 20 años. Porque no solo la entregué, sino que sugerí que merece el beso de un dementor y lo peor de todo, sigo creyendo que tomé la decisión correcta... Pero tengo que llorar, debo hacerlo porque pese a todo soy madre y nadie es de piedra, ni siquiera yo.

    - Vino está bien - respondo intentando ignorar las lágrimas pero están ahí, sobre mis mejillas - Quería hablar contigo sobre unos proyectos que tengo y cómo podríamos ahorrar dinero en ensayos si conseguimos el permiso de algunos pacientes para usar las pociones en ellos - continúo como si el llanto no estuviese ocurriendo. Eso he hecho siempre, ignorar la emociones y seguir adelante aunque éstas se manifiesten de forma física.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    No debería ser yo quien hace esto, pero al tratarse de una amiga ni siquiera me importa cuando me permito el ayudarla a quitarse su abrigo, recogiendo con ello también su gorro para posarlos en algún lugar donde no moleste para que Ninkey lo pueda recoger después y acomodarlo donde sea. Es obvio que tiene mal aspecto, no solo la palidez que siempre portan sus mejillas al tener una tez tan blanca, sino porque sus ojos también parecen resaltar más que de costumbre, lo que me hace preguntarme si ha estado llorando esta tarde. Me atrevería a preguntar con más detalle si no fuera porque la experiencia me ha dicho que Silas no es una mujer a la que le emocione hablar de sentimientos y siempre la he visto cómo alguien que prefiere dejar los sentimentalismos a un lado.

    No obstante, en contraposición con el semblante serio y fuerte al que acostumbro a ver en ella, me encuentro con una mujer a la que le está costando controlar las lágrimas. Eso enciende una alarma en mi interior que me hace fruncir el ceño en preocupación, tomándome la libertad de posar mis manos sobre sus brazos y darle una caricia suave a los mismos. — Hey, ¿qué ocurre? Si no fuera porque te conozco de hace años diría que jamás te he visto en este estado. — Intento bromear, aunque no digo que sea mi movimiento más acertado dado su aspecto. Y es que lo cierto es que son muy pocas las veces que he podido contemplar a Silas fuera de su armadura, profesionalidad a un lado, y hasta creo atreverme a decir que nunca la he visto derramar una lágrima, al menos no por asuntos de gravedad.

    Hago un gesto con la mano en dirección a la elfina cuando la veo aparecer por el pasillo, esperando que haya escuchado a la mujer y no tenga que repetir el comunicado. De paso se lleva el abrigo y puedo acomodar a mi invitada haciéndola pasar al salón, mostrándole el sofá con una mano por si quiere sentarse. Suelto un suspiro en lo que pongo los ojos un segundo en blanco al escuchar que pasa directamente al trabajo, y me pregunto por qué siempre parezco estar rodeado de mujeres a las que le gusta tanto el despacho. — Solo tú eres capaz de seguir hablando de trabajo cuando es evidente que algo va mal. — Aunque ahora que lo pienso dos veces, creo que es una buena forma de distraerse para no pensar en ello. — No voy a mentirte, Silas, ambos sabemos que los fondos para investigación en sanidad están en números rojos. — Me volteo cuando aparece Ninkey con la bebida y le tiendo a mi acompañante una copa para después llenarla de vino y hacer lo mismo con la mía, posando la botella sobre la mesa enana de la sala. — De hecho, tenía pensado comentarte el rechazar la mayor parte de los ensayos clínicos, aquellos que tengan más de un cincuenta por ciento de probabilidad de fracasar, no estamos como para perder dinero a lo bobo. — Que eso no incluye aquellos proyectos en los que trabajamos juntos y que siguen en pie porque, bueno, ser ministro debe tener alguna ventaja y en este caso, mantener lo nuestro entra en parte de esos beneficios. — Pero si has encontrado una manera de hacerlo funcionar dentro del sector… soy todo oídos. ¿Qué tienes en mente? — Le doy un trago a mi copa para posarla en el borde de la estantería de libros y apoyarme en la misma con una brazo, mirándola.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Su tacto me tranquiliza un poco y sus palabras me roban una sonrisa algo triste. Ni siquiera yo me he visto en éste estado en años. Creo que la última vez que lloré de ésta forma fue cuando dejé a Veza por primera vez en su cuna, cuando tuve que volver a casa luego de haberla tenido y darme cuenta de lo difícil que serían las cosas para nosotras. Recuerdo haber encontrado fuerza en esas pequeñas manos cerradas sobre las sábanas pues si ella había tenido la fuerza para nacer y yo para llevarla en mi vientre por nueve meses pese a que no tenía por qué hacerlo, podríamos resolver la vida. Y lo hicimos hasta ahora. No quiero ni pensarlo pero luego de lo que le dije quizás hasta ella habría preferido no nacer en primer lugar.

    Sigo a Nicholas hasta el salón y tomo asiento en el sofá que me indica con los tobillos cruzados a un costado. Es un bonito lugar, acogedor, y si bien es tan amplia como mi casa puede sentirse la presencia del antiguo sanador empapada por todos los rincones. Tal vez algún día pueda hacer lo mismo con mi propia esencia, que con solo entrar la gente sepa que es mi lugar - Y solo tú puedes creer que me sacarás algo sobre mi vida privada solo porque estoy llorando - retruco con una sonrisa y me apresuro a secar las lágrimas con el dorso se mi mano.

    Todos los departamentos hemos quedado en números rojos gracias al desvío de fondos para el departamento menos efectivo de todos. Es un golpe duro pero no podemos quedarnos en el suelo y observar como de apoco nos vamos hundiendo. Estoy por ampliar en detalles cuando la elfina llega con el vino y Nicholas me sirve una copa. Espero solo lo suficiente para no parecer una desesperada antes de tomarla de la mesa y dar el primer trago. Es relajante y me ayuda a recuperar un poco la compostura, o al menos a eliminar el nudo en la garganta que se había formado antes.

    - De obtener un resultado positivo en algunos de esos ensayos tendríamos métodos más efectivos y por ende menos gastos en ciertas cosas - respondo luego de aclararme la garganta - Los verdaderos gastos están en las primeras etapas clínicas, si pudiésemos saltarlos e ir directamente al ensayo en el paciente - no le agradará, el es médico antes que científica como yo - Lo sé, no es del todo ético pero esas personas están desesperadas y aceptarán cualquier cosa que les ofrezcamos... Aun si no están comprobados los efectos adversos - ya con las dosis adecuadas podríamos hacer un tratamiento adecuado. De todas formas están muriendo ¿Qué más pueden perder? - Con los recortes no tienes presupuesto para mantener a tantos con los cuidados que necesitan ¿No? Estás descuidándolos de todas formas.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Ese comentario me saca la sonrisa más natural hasta ahora, porque tiene toda la razón del mundo y no sé en qué momento se me ocurrió siquiera que fuera a ablandarse de un día para otro. — Bueno, pero fue un buen intento. — Me atrevo a bromear, manteniendo la sonrisa en mis labios por el tiempo que le toma acomodarse en el sofá. No quiero ser invasivo, en especial con una mujer como ella, que nunca sabes por dónde te va a salir. Confío en que si quiere hablar de ello lo hará cuando se sienta cómoda, llevamos demasiados años de colaborar juntos en proyectos como para no saber que presionarla va a resultar en desastre. Conozco por haber trabajado en un hospital por más tiempo del que recuerdo contar que a veces es mejor dejar que las personas tomen la iniciativa de hablar sobre lo que les perturba cuando ellos se encuentren preparados para hacerlo, sin obligar. No pretendo tratar a Silas como uno de mis antiguos pacientes, pero tampoco creo que sea el momento adecuado para indagar cuándo se la ve tan afectada.

    Me paso el dorso de la mano justo por debajo de la nariz cuando empieza con su explicación sobre lo que quiere hacer con los ensayos, siéndome imposible disimular la mueca que se escapa de mis labios. — No es tan sencillo… Para obtener un resultado acertado se necesitan de muchas pruebas previas, precisamente esas para las que no tenemos un duro porque como dices, las primeras etapas son las más costosas. — Entiendo su punto, de querer ahorrar dinero, pero no veo como saltándonos las estadísticas básicas vamos a conseguirlo. — Hacer algo así conlleva muchos riesgos, Silas, creo que eres consciente de ello, y que nos traerá problemas a la larga. — Puede que ahora, tal y como estén las cosas, haya muchos desesperados, pero, ¿qué hay de las familias que salgan perdiendo? No habrá forma de recompensar su pérdida, y nos culparán por no haber tomado las precauciones suficientes.

    Con un suspiro elevo mi copa para darle un trago al líquido, lo necesito para escuchar las palabras de Silas sin que a mi yo de hace unos años le dé una embolia. Porque en el fondo sé que lleva una parte de razón, en especial en estos tiempos difíciles en los cuales hay que tomar decisiones radicales para obtener el bien mayor. — Supongamos en un primer supuesto que lo hacemos, seleccionamos a un grupo de pacientes, los candidatos más apropiados para el tratamiento según las estadísticas y características del grupo. Y en este supuesto el resultado es negativo, todos mueren. — Hablo como si se tratara de algo que ya ha ocurrido y yo simplemente fuera el narrador de los acontecimientos, aunque mentiría si dijera que no se me eriza el vello de la piel con cada palabra. — ¿Quién se ofrecería para el siguiente? Siguiendo un poco la lógica, no lo haría nadie. — Extiendo una mano en el aire para señalar mi punto, llevándome nuevamente el cristal a los labios para después negar con la cabeza. — No podemos simplemente usarlos como eso, firmarán los primeros, pero los que vengan después te aseguro que no estarán tan dispuestos. — Estarán desesperados, pero valoran su vida antes que la novedad de un tratamiento que pueda fallar a la primera de cambio. — Tiene que haber una forma de reducir el presupuesto sin cargarse la parte esencial del ensayo. — Me separo de la estantería, para pasearme delante de ella pensativo en mis propias palabras.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Sí que fue un buen intento y, aunque no lo diré en voz alta, es el intento más exitoso que ha tenido alguien desde que he dejado de ser una adolescente. Quizás algún día pueda abrirme de forma en que el llanto corresponda a mis palabras, pueda quitarme la mochila que llevo hace años y respirar una bocanada de aire puro sin pensar en cómo eso va a repercutir en mi vida de aquí a diez años. Pero el día que lo haga probablemente sea el día de mi muerte o el día en que deje de estar orgullosa de mí misma. Sería por necesidad pero me odiaría por mostrarme débil, soy humana, es una posibilidad, una que espero que no llegue nunca.

    Comprendo lo que dice y asiento pues si lo vemos a través del libro que nos han enseñado, hay más consecuencias que beneficios. Pero... Es gente que va a morir de todas formas, si apresuramos el proceso estaríamos ahorrándonos un montón de gastos paliativos y de usar las pociones directamente en los casos que se necesitan podríamos corregirlos en solo uno o dos intentos hasta que quede perfecto. Por no decir que nos ahorraría muchísimo tiempo y con eso, dinero. Solo hay que mirarlo con corazón frío, uno que creo que Nicholas no tiene, así que no será sencillo hacerlo comprender.

    La respuesta que me da luego es más lógica de lo que esperaba, por un momento pensé que diría que no podemos dejarlos morir y cosas como esas pero no es así. Incluso una sonrisita aparece en mi rostro y lo miro un poco orgullosa de su evolución, sí se merece el puesto en el que está y quizás estuve subestimando su blando corazón - No la tendremos tan fácil, claro que tenemos que poner algo de nuestra parte para que las cosas funcionen - todos los pasos a seguir fueron creados por alguien adaptando las normas a la época. En un primer lugar no importaba el humano, luego no importaba el animal, luego importaban ambos y fue cuando más nos estancamos y ahora... es hora de un nuevo cambio de paradigma.

    Me pongo de pie y comienzo a caminar con él con la copa en la mano. Me mojo los labios antes de hablar y respiro profundo - Debemos adaptar el protocolo para que se necesite la menor cantidad de pacientes posible - comienzo con el ceño fruncido y mi mirada perdida entre los muebles - Ajustar la cantidad de casos o dividirlos en diferentes etapas pero que todos firmen al mismo tiempo - eso podría funcionar - Con sus firmas al comenzar el ensayo ya no se podrán echar atrás - no sería engañarlos tampoco ya que estarían advertidos de que la muerte es una posibilidad, más temprana o tardía - No seas pesimista, Nicholas, no todos tienen por qué morir, quizás sirva para salvar a la mayoría de ellos.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Sé de sobra lo que requiere un puesto como el que tengo, pero eso no significa que esté de acuerdo con las decisiones que debo tomar en ocasiones para que la sanidad de este país no se convierta en una marea del desastre. No es la primera vez que alguien me recuerda la mentalidad fría que se debe tener en estos casos, porque creo ser el primero en hacerlo cada mañana cuando se me imponen situaciones con las que no estaría dispuesto a ser partícipe de continuar siendo un sanador corriente. Pero no he escalado hasta aquí para tirar la toalla a la primera de cambio, y tengo a gente a mi cargo a quien no puedo decepcionar, incluso si ello conlleva romper un poco con mis propias normas y la ética moral con la que suelo mirar al papeleo de cada mañana.

    Escucho sus propuestas mientras paseo por la sala, en algún momento meto las manos en los bolsillos de mi pantalón y jugueteo con los dedos dentro de la tela en un movimiento que me permite centrar mis pensamientos en sus palabras. — Supongo que… podemos hacer un sondeo de quiénes son más apropiados para cada ensayo, juntar a los pacientes con las mismas características y clasificarlos como aptos o no aptos según los datos que tire la base. — No es muy diferente a lo que hemos hecho desde siempre, pero con un poco menos de presupuesto y unos tiempos que requieren de medidas rigurosas, hay que ajustar con un poco más de conciencia y aferrarnos a la idea de que esto pueda salir bien. — Tú eres la ministra, y no hace mucho que trabajas con los mejores científicos del país, si queremos asegurarnos de salvar a la mayoría de los que acepten a firmar para participar en el ensayo, quizás puedan hacer una simulación de resultados en base a cada uno de los grupos. — Aunque no sé hasta qué punto eso no nos va a costar más dinero, que es justo lo contrario a lo que estamos intentando conseguir, solo estoy tirando ideas que se me ocurren después de un día ajetreado y moledor en el ministerio.

    Lo que dice al final me hace soltar aire por la nariz en un gesto que culmina con una sonrisa leve, casi apenada porque hasta el momento no me había dado cuenta de lo bajo que estoy en confianzas. Deben de ser los dementores que de seguro ya se están preparando para vigilar las calles lo que está produciendo que mi ánimo esté un poco bajo. — Lo sé, lo sé, solo espero que estemos haciendo lo correcto, que por querer salvar a algunos a toda costa no nos estemos cargando el sistema. — Porque no me gusta el hecho de que se haya utilizado más recursos en un departamento que ya de últimas no estaba triunfando mucho y se desisten a invertir más dinero en otros que sí lo merecen, si no es porque lo llevo yo, porque se trata de la vida de muchas personas. — No están las cosas como para demostrar que somos una panda de ineptos que ni saben cuidar de los suyos, ya sabes. — Repito casi las mismas palabras del presidente, alzando mis cejas hacia arriba una vez, que ella no sabe lo que ocurrió en la junta después de su “coronación” como heredero del país, aunque seguro alguien ya se ha ocupado en informarla al respecto.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Poco a poco la idea va tomando forma y honestamente me conformo con que no esté en contra, quizás no muestra entusiasmo pero puedo trabajar con lo que me ofrece. Ahora mismo no estoy de ánimos para un enfrentamiento de trabajo, sino que necesito meter mi mente en algo y Nicholas me está ayudando. Se lo agradezco en silencio, con una mirada que ni siquiera va dirigida hacia él. Supongo que también me tocará agradecer a los científicos que trabajan en los proyectos pues sin ellos ésta conversación ni siquiera existiría.

    - Una simulación nos llevaría tiempo y ninguna computadora puede emular lo que ocurrirá en realidad - respondo pues por eso me gusta más lo relacionado a la biología que la tecnología. Es una lástima ya que la parte de ingeniería tiene buenas ideas pero... no es mi campo, les doy el presupuesto justo y necesario, incluso menos, pues prefiero reservar lo que tenemos para aquello que creo que nos puede ayudar más. La hora de pelear guerras con armas ya terminó, eso deja demasiadas bajas.

    Escucho lo que dice y me cuesta ocultar la sonrisa pues me ha llegado esa línea y sé lo que ha significado en esa reunión de ministros cuyo desenlace me permitió acceder al puesto que tengo ahora. Magnar no fue muy amable con la gestión anterior, pero diablos que le demostraremos que nosotros somos mejores - No lo tomes personal, no se puede arreglar en un par de meses el desastre causado durante años - pues Nicholas asumió hace poco relativamente, incluso Powell, llevará tiempo rearmar el ministerio.

    - Podemos hacer algo mejor, Nicholas - comienzo acercándome a él, quizás apretando demasiado la copa de vino - Somos inteligentes, responsables y quizás yo un poco arrogante por estar diciéndolo - agrego con media sonrisa - Si trabajamos en equipo dudo que metamos la pata, ningún gobierno es perfecto pero sin duda seremos mejores que los que estaban antes porque estamos preparados - la experiencia nos ha dado el puesto que tenemos, no un arreglo o una cara bonita.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Tengo que darle la razón con un asentimiento de cabeza, suspirando por enésima vez esta noche como recurso natural al que recurre mi cuerpo al no cumplir con las expectativas de lo que tenía preparado para esta administración de presupuesto. No obstante, su comentario me saca una sonrisa ladina mientras la miro de lado. — Siempre fuiste un poco arrogante, Silas, pero siempre has sabido como salirte con la tuya. — Bromeo, que no espero que se lo tome demasiado a pecho a pesar de que los dos sabemos que no se trata de una mujer a la que le guste dárselas de mosca muerta. — No sé hasta qué punto podemos estar preparados para lo que se avecina pero… — Algo en mi cabeza se enciende cuando propone lo de trabajar en equipo en una variable que hasta ahora no me había propuesto jugar porque nunca fue mi trabajo hacerlo, pero ahora que soy ministro y nuestras vidas están en juego desde más de un bando, tengo que golpearme la barbilla con dos dedos seriamente en lo que formulo mi propuesta en la cabeza.

    No tiene nada que ver con lo que ha venido a tratar Silas en primer lugar, o quizás sí e incluso podamos matar dos pájaros de un tiro, pero de hacerlo sería sacrificar a los nuestros y no pienso tirar por ese lado, aunque sea por un bien mayor. — ¿Nunca te han llamado especial atención las guerras biológicas? — Le pregunto, como para empezar a tratar un tema delicado sabiendo que tiene una idea de por dónde voy a tirar. — ¿No es cierto que nuestros departamentos rara vez son utilizados con fines bélicos? — Sí, sí, lejos de las armas que puedan ser modificadas con tecnología o qué sé yo cuantas otras cosas más habrán inventado ya los científicos para aventajar a los nuestros, pero yo me refiero al sentido estricto de la palabra biología, algo que creo que a los dos siempre nos ha tomado interés. — Bueno, creo que se ha demostrado que la guerra tal y como la conocemos no ha funcionado, solo falta que Aminoff ponga a gigantes en las calles, ya de seguro los va a enviar a luchar, pero a nosotros nunca se nos ha tenido en cuenta. — Me encojo de hombros, casi restándole importancia al asunto como si no le hubiera prestado mucha atención hasta ahora.

    Sabes que no entra dentro de mis principios el acabar con la vida de nadie, me convertí en médico precisamente para hacer lo contrario, pero esta clase de gente, que pone bombas a nuestros ciudadanos, ya dejaron claro hace tiempo que no juegan con ética, ni moral. — Explico, moviéndome un poco por el espacio para evitar que el repentino calor que me acecha el pecho se acumule en mis pulmones. — Yo no estoy dispuesto a que esas personas se acerquen siquiera a rozar la vida de mi hijo, como estoy seguro de que tú como madre también compartes el sentimiento. — Bueno, a mi hijo o cualquier otro familiar, sin necesidad de que ponga en evidencia la cantidad de vidas mágicas que se perderían en caso de no lanzar bien nuestras cartas. — Pero tú y yo, Silas, podemos hacer que la biología, la ciencia, tenga mucho más peso en la guerra de lo que la ha tenido nunca. Eso es algo que ellos nunca van a poder usar contra nosotros. — No tienen los medios, ni las cabezas como para hacerlo posible, podríamos hasta presentarle un anteproyecto al presidente si lo preparamos y organizamos como se debe. — Si es una locura dímelo, probablemente tenga que hacer una consulta o dos con la almohada. — Me animo a bromear, que quizás por ahí me he emocionado con la idea de algo para lo que lo más seguro es que tampoco tengamos presupuesto.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Sonrío orgullosa pues la falsa modestia es para los perdedores, es decir aquellos que tienen potencial para lograr lo que quieran pero no tienen la convicción suficiente para tomarlo. Porque con trabajo y tiempo todo llega. Supe formar un plan cuando decidí qué quería hacer con mi vida y si bien tuve que esperar la muerte de dos altos cargos... la merecida recompensa llegó. No siento vergüenza por eso ni tampoco puedo atribuirme completamente la victoria ya que yo no tuve nada que ver con eso pero ¿Lo habría hecho? En unos años, quizás. Mi paciencia no es eterna, por eso estudié medicina en primer lugar... Para estar del otro lado.

    Estoy de espalda cuando las palabras mágicas llegan a mis oídos ¿Estoy escuchando bien? ¿Nicholas Helmuth me está proponiendo una guerra biológica? La sonrisa aparece lentamente pero firme sobre mi rostro, puedo sentir el entusiasmo en todo mi cuerpo y de no ser porque lo conozco hace demasiados años, iría a darle un beso ahora mismo pues esto vale más que una propuesta de casamiento para mí... No era la única pensándolo ¡Gracias a Morgana! Lo que para mí siempre fue la solución a todos nuestros problemas al fin aparece en la mente de alguien más.

    - Eso es porque no saben ver el potencial en la biología, buscan armar el arma más grande para acabar con todos cuando podría solucionarse con algo no visible a los ojos - por fin me doy vuelta para entablar contacto visual. Intento controlar la sonrisa pero me empiezan a doler las mejillas. Falta poco para navidad y trabajar en algo así sería el mejor regalo... Tan bien me siento que ya casi no duele lo ocurrido con Veza ¿Cómo iba a seguir preocupándome con eso cuando el mejor proyecto de mi vida aparece sobre la mesa?

    Toda la emoción se apaga cuando menciona en voz alta lo que haría como madre. Vaya, que manera de cortar el rollo que tiene éste hombre. Hasta hace un momento me sentía volando entre las nubes ya hora la culpa me vuelve a invadir. No, no lo haría por Veza porque ella ahora está en las otras filas... Aunque creo que le advertiría de hacer un ataque de ésta magnitud, o al menos la noquearía y encerraría a salvo hasta que todo pase.

    -Si tu almohada te dice que es una mala idea iré yo misma a arrojarla por la ventana - respondo con una sonrisa traviesa pues no dejaré que nada quite la idea de su cabeza - Me dedico a eso, Nick, toda la vida me la pasé recortando genomas para hacer los virus lo más útiles posibles - la idea está en mi cabeza hace años. Solo espero la orden para lanzar todo mi arsenal, o mejor dicho perfeccionarlo hasta que uno de lo bichos sea capaz de alcanzar su objetivo - Solo tenemos que agarrar eso que los diferencia de nosotros y convertirlo en el blanco de ataque... Primera ola y adiós no mágicos - explico con voz grave - Segunda ola y adiós rebeldes con varita, con una correcta cuarentena, por supuesto.

    En las condiciones en las que viven, expandir cualquier cosa será pan comido.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Y cuánta razón tiene cuando dice que en su mayoría se preocupan por construir el arma más poderosa jamás inventada, sin ser conscientes de que hay muchas otras opciones que no han barajado, y me atrevo a decir que se debe principalmente a que el efecto de un virus es mucho menos explosivo que los destrozos que pueda ocasionar una bomba. Les interesa extender el miedo entre la población del norte, que sepan que en cualquier momento les puede caer algo encima, cuando existe un método mucho más silencioso y eficaz que sirva para acabar con la peste que amenaza con invadirnos. — Desde luego, sería algo que no se esperarían, cuando todos estén mirando hacia arriba en busca de aerodeslizadores preparados para bombearlos, nadie pensará que el agua que beben pueda estar infectado, o su comida contaminada. — Menos están para tirar alimento cuando no tendrán ni pan que llevarse a la boca, y la desesperación no deja lugar al razonamiento. Es una idea cualquiera, dado que son infinitas las posibilidades que tenemos de hacer de esto una jugada maestra que los derribe sin que siquiera se lo esperen, lo que me lleva a pensar por cada segundo que pasa que es nuestra mejor opción si queremos librarnos de esta plaga que poco a poco está infectando a nuestra nación. Y no hay mejor cosa para acabar con ella que el propio exterminador diseñado por los mejores científicos del país.

    Me es inevitable no reírme por lo bajo al escuchar su respuesta, a sabiendas de que la imagen que debo dar difiere mucho de aquel joven que pisó por primera vez un laboratorio de medicina. No hubiera imaginado en su día que terminaría siendo jefe de área, mucho menos ministro de salud, motivo por el cual ahora estoy aquí, imaginando escenarios en mi cabeza que asustarían a más de un novicio. Pero situaciones extremas requieren de medidas aún más intensas. — Entonces tenemos trabajo que hacer, ¿no crees? Si vamos a darle la mejor oportunidad a esto no hay tiempo que perder, y entre tú y yo creo que podemos conseguir la audiencia suficiente como para hacerlo posible. — Somos las caras más nuevas en el ministerio, sí, pero no por eso nuestra opinión va a influir menos que la del que lleva una eternidad en el puesto. Magnar mismo dijo que esta iba a ser una época de cambio, pues el cambio ha llegado, y es hora de darle paso a una nueva era en la que la biología tenga cierta importancia militar. — Para esa primera ola podríamos utilizar a algún esclavo que esté en venta, hacer análisis, descubrir qué es a lo que son más vulnerables y los efectos que conlleva en su cuerpo. Por el bien de nuestra gente. — De todas maneras, si nadie los ha comprado hasta ahora será por algún motivo, porque no sirvan ya para hacer las tareas más básicas o por mera desobediencia. De las dos formas tienen más utilidad entre nosotros que en un mercado mugroso donde solo están esperando a morir.
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Magnar está jugando una partida interesante ahora, pero creo que el problema de todos los gobiernos es que intentan mantener al enemigo con la menor educación, aislados para que no se metan en los asuntos que no corresponden pero así solo han creado a un montón de monos salvajes que golpean con garrote, pero que golpean a fin de cuentas. El miedo de ser atacados existe, pero hasta el más bruto puede defenderse de un auror si se entrena o de un dementor si practica el patronus lo suficiente... ¿Un virus? ¿Qué van a hacer contra eso? ¿Diseñar una vacuna? No tienen los materiales y no tienen las mentes para hacerlo pues, hasta donde sé, las mejores mentes están del lado de los magos, no tienen chance, es la solución y espero que nuestro presidente sea capaz de verlo pronto.

    - Y la mejor parte es que no podrán curar, porque nuestro ataque será tan masivo que ni siquiera les dará tiempo para averiguar qué los está comiendo por dentro - agrego a sus palabras con una sonrisa cargada de entusiasmo, el mismo lo siento en los ojos como una niña pequeña a la que han invitado al mejor parque de diversiones del mundo. De solo imaginar el plan llevado a cabo me dan ganas de abrir una champagna y ver todo desde la televisión mientras tomo un baño. La victoria definitiva.

    Me alegra que quiera poner en marcha sus planes ahora, pero creo que primero debo ponerlo al día con mis anteriores investigaciones ya que inútil sería comenzar de cero cundo ya tengo tanta información reunida - Tranquilo, señor Helmuth, primero debería conocer lo que ya está hecho - que es más de la mitad podría decir - Tengo algunos modelos en mi laboratorio, por suerte sobrevivieron a la explosión intactos sino ya estaríamos todos muertos hace algunas semanas - o quizás antes, en realidad no tuve la oportunidad de probarlos en humanos - Lo de los esclavos suena bien, tendríamos que conseguir varios con diferentes características y así elegir el virus que mejor se adapte a ellos... También estoy en proceso de conseguir squibs pero esos son más difíciles de conseguir.
    Silas Jensen
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Sí, puede que se me haya subido un poco la cabeza en los últimos minutos, y lo más sensato sería dejar los trámites de trabajo para cuando no haya estado trabajando durante tantas horas seguidas, solo para llegar a casa y continuar hablando de guerras, unas que no puedo ganar desde el sofá de mi hogar. Por eso mismo sonrío, elevo un poco mis manos en señal de pausa a mí mismo al escuchar sus palabras, tomándome un trago de la copa como lo que necesito para relajar la garganta. — Olvidaba que estoy hablando contigo, Silas. — bromeo, que lo más probable es que esta mujer ya tenga preparado en su laboratorio un estudio completo de las distintas drogas y virus que puedan tener un efecto de magnitud importante. En ocasiones Silas Jensen da mucho que pensar, porque creo conocerla por los años que trabajamos juntos, pero también me produce un pequeño escalofrío el imaginar que siempre puede sacar algo de la manga que juegue a su favor de forma inesperada. Supongo que esa es una de las razones por las que Aminoff la consideró para el puesto después de lo que ocurrió con Labors.

    Miraré en mi agenda para concretar una cita en la que podamos hablar más detenidamente sobre esto, puedo pasarme para ver en lo que estás trabajando si tengo un hueco libre antes esta semana, así podremos comenzar a elaborar una idea. — de esas sé que tiene muchas, pero también hay otras cosas que ninguno de los dos se ha atrevido a poner en palabras, como el hecho de que si pretendemos exponer una guerra biológica, hay gente inocente que saldrá afectada, niños en primer lugar. Puede que esté a favor de mantener a los muggles bajo raya, pero son ese tipo de detalles que me cuesta tolerar y que vamos a tener que arreglar, de una manera o de otra. No obstante, la guerra no parece muy lejana y solo nos queda estrechar el tiempo lo más que se nos permita para no caer de bruces contra el suelo, si no es por nosotros mismos, porque nuestro presidente se encargará de eliminarnos por cuenta propia si no lo hacemos.
    Nicholas E. Helmuth
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Un proyecto así tiene muchos puntos a discutir, eso no puedo negarlo, montones de cosas que me gustaría ignorar y pasar directamente la acción pero no es así como funciona. Por algo somos ministros y no unos simples funcionarios con ideas, porque debemos tomar las cosas con calma y ver más allá de la ciencia, sino que pensar en la política, en si las leyes estarán de nuestro lado y qué tan urgente es atacar qué sectores de la parte baja de la sociedad.

    Sin embargo ruedo los ojos pues no puedo imaginar una sola cosa que sea más importante que ésto como para que tenga que controlar en su agenda cuándo tiene un hueco libre. Aún así lo respeto, demasiado que se ha sumado a la montaña rusa cuando no lo esperaba, así que puedo tomarlo como una gran victoria e irme a casa con una sonrisa en el rostro. Ya sin pensar en lo que me trajo aquí en primer lugar, sin pensar en lo que ocurrió más temprano pues el mañana pinta de una manera asombrosa.

    - Creo que me iré retirando entonces - comento acercándome a la ventana en dónde veo a un dementor cruzando la calle, se ha pasado el toque de queda así que tendré que aparecerme en mi casa. Respiro profundo pues es un dolor de ovarios formar la imagen en la mente sin llevarse puesta una mesa, pero puedo hacerlo - Te espero lo antes posible, ésto es grande Nicholas, no lo retrases por un partido de golf - bromeo con él con una sonrisa antes de formar la imagen de la sala de mi mansión en mi mente y girar sobre mí misma para desaparecer.
    Silas Jensen
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