The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kenna Richards
Jefe de Aurores
3 de noviembre

He llegado a casa bastante cansada por el trabajo y con ganas de tomarme un par de cervezas. Pero el panorama cuando he llegado ha sido bastante desolador, porque mi padre ha empezado a beber hace rato y ahora está medio dormido, con un botellín de cerveza a medias en la mano, tumbado en el sofá, con la tele encendida. Hago una mueca y, con la varita, hago levitar los botellines vacíos hasta la cocina, donde se meten en el contenedor de vidrio. Se han terminado para mí las noches bebiendo y pasándolo bien hasta las tantas, porque ahora el toque de queda hace que todo el mundo tenga que abandonar las calles a partir de las once. Pero hay algunas cosas buenas, supongo, como que ya no habrá turnos de noche. Porque los hacen los dementores, algo que me genera, personalmente, una ansiedad bastante curiosa. Pero bueno. Es más seguridad, al fin y al cabo.

Entre esas cosas buenas, sin embargo, está también que, cumpliendo con lo que dijo, Riley me ha llamado hace un rato y me ha invitado a su casa. Me ha dicho algo de un juego que no he terminado de entender, pero me ha parecido bien. Y ahora, viendo cómo están las cosas en mi propia casa, me parece todavía mejor. Me meto en la ducha, porque llevo todo el día trabajando y debo oler a rayos, y me aseo conscientemente, buscando en el agua que cae sobre mi cabeza una sensación de calma que necesito demasiado. Cuando salgo me pongo algo de ropa. Ropa de abrigo, porque ya empieza a hacer frío. Unos pantalones largos, unos botines, una camiseta, un jersey encima de la camiseta, una chaqueta encima del jersey. A capas, como las cebollas, como solía decir mi madre. Cojo mi teléfono, mi identificación, mi cartera y las llaves y lo guardo todo en el bolsillo izquierdo. En el derecho llevo mi varita.

Cuando salgo de casa enrosco alrededor de mi cuello una bufanda de color granate y empiezo a andar hacia la casa de Riley. Podría aparecerme ahí directamente, pero me apetece un paseo. Siempre me ha gustado el frío, y el aire gélido parece despertarme aún más. La sensación de pinchazos en el rostro, de frío que me hiela entera y me obliga a mantenerme en movimiento... Me hace sentir viva. No tengo claro que sea del todo sano, no sé qué opinaría un terapeuta, pero a mí me gusta. Termino colocándome los guantes en ambas manos. Al cabo de unos minutos llego a casa de Riley. Subo las escaleras con agilidad y presiono el botón del timbre.

Oigo pasos al otro lado y me abre la puerta la elfina doméstica. Sonrío, tratando de recordar su nombre —Eres Amanita, ¿verdad?— la elfina sonríe y asiente, observándome con dos ojos enormes y muy, muy abiertos. Me froto las manos, con frío, y sonrío —¿Está Riley? He quedado con él— le digo, mientras nubes de vaho salen de mi boca. Ella asiente y me hace pasar, para cerrar la puerta a mis espaldas y salir pitando a buscar al hombre. Mientras, yo empiezo a quitarme la ropa de abrigo, porque dentro de la morada la temperatura es significativamente más cálida.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
Antes de la sobredosis sentía como si todo el mundo a mi alrededor corriera sin dejarme ser parte de él, era un extraño en la realidad y la posibilidad de incorporarme parecía tan lejana como la idea de encontrarme completamente sobrio. Estaba deprimido, todas las emociones negativas se potenciaban entre sí, como una cadena imposible de romper en la cual una cosa llevaba a la otra. Luego de mi rehabilitación creí que ya no me sentiría así pero volví a hacerlo cuando un dementor pasó por la ventana de mi habitación hace dos noches. Escuché el comunicado de Aminoff pero no esperaba ver a las criaturas tan pronto.

Ese día permanecí toda la noche despierto mirando la pared. Recordándome una y otra vez las razones por las cuales debo mantenerme sobrio y no entregarme a las drogas. Porque bien podría fumarme un hongo machacado para eliminar la tristeza pero sé que a largo plazo no es la solución. Al final llegué a la conclusión de que no es bueno para mí estar solo durante ésta etapa, no sé cuánto durará así que será mejor hacer unos cambios.

Siempre tuve la esperanza de que algún día Lara y yo pudiésemos vivir juntos, pero esa posibilidad se ha desvanecido por completo, ahora tiene una familia y ya no puedo contar con ella... Debe cuidar de ellos, no puede cuidar de mí también. Si llamo a su madre terminará enterándose eventualmente y probablemente se aparezca aquí así que elimino la idea por completo. Tendré que conformarme con salir de día y encontrar alguien con quién divertirme de vez en cuando, mi primera opción para eso es Kenna.

Estoy con los lentes de realidad virtual puestos cuando escucho el timbre. Estos juegos son un buen sustitutos para las drogas ya que me permiten ir a mundos menos complicados sin inyectarme nada en las venas. En este caso estoy recorriendo un bosque, uno que no coincide con el paisaje real de mi casa pues mientras sigo el camino termino chocándome con la chimenea moderna que está prendida - Mierda - maldigo al sentir el calor contra mis manos. Jugar en movimiento no es una buena idea.

Me pongo los lentes sobre la frente y voy en busca de la joven auror a quien recibo con una sonrisa - ¿Cómo estás, Kenna? - pregunto fregándome los brazos pues al abrir la puerta ha entrado una corriente de aire. Aquí está tan cálido que solo llevo una camiseta negra y unos jeans ¡Hasta voy descalzo! - Estaba con un juego de realidad virtual, por eso no abrí... ¿Amanita ha sido amable? - claro que sí, siempre lo es.
Riley Kavalier
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Cuando veo llegar a Riley llegar una sonrisa agradable aparece en mis labios. Me hace sentir cómoda, y eso es algo que aprecio mucho en las personas, porque... Bueno, porque no destaco por ser alguien que consiga sentirse cómoda con mucha gente. Termino de deshacerme de la primera capa de ropa de abrigo y miro a mi alrededor, buscando dónde dejarlo —¿Dónde puedo...?— digo, agradeciendo cada vez más el calor que desprende la morada de Riley.

Entonces me doy cuenta de que no he respondido a su pregunta. A nada de lo que me ha dicho, realmente. Sacudo la cabeza y le dedico una sonrisa —Estoy... Bueno, bastante bien, dentro de lo que cabe. Con todo lo que está pasando... No lo sé. No sé hasta qué punto puede una decir que está "bien"— reflexiono en voz alta, pensando en todo lo que está pasando y cambiando a pasos de gigante a nivel social, y sin estar muy segura de que sean cambios buenos. Le quito importancia con un gesto de mano, porque tampoco he venido aquí a soltarle el discursito político —¿Y tú? ¿Cómo estás?— le pregunto, queriendo también interesarme por él.

Me doy cuenta, entonces, de que tal vez es la primera vez que quedamos conscientemente sin estar yo borracha o sin tener la intención de estarlo en algún punto. Y es raro, la verdad. Se me hace raro. Pero, en general, se me hace raro quedar con gente sin fines alcohólicos, últimamente, así que supongo que es normal que me sienta así —Amanita ha sido muy amable, sí. ¿Hace mucho que la tienes?— le pregunto, curiosa. En mi casa teníamos a Sun, pero cuando mi madre murió mi padre no quiso que siguiera ahí. Nunca sabré si la regaló, la echó o le dio la libertad. Tampoco me paro mucho a pensarlo, solamente sé que ahora tengo que ponerme yo las lavadoras y limpiar los platos cuando termino de comer.

Señalo las gafas que lleva en la frente con una sonrisa, curiosa —Así que realidad virtual, ¿eh?— ladeo la cabeza, alzando las cejas al mismo tiempo, queriendo entender de qué se trata todo eso —¿Es interesante? ¿Me vas a dejar probarlo?— pregunto, sintiendo la emoción propia de un niño pequeño que descubre un juguete que tiene otra persona y se muere de ganas de probarlo.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
Me apresuro a tomar su ropa de abrigo cuando pregunta y la llevo hasta el pequeño armario que hay junto a la puerta para esas cosas. Cuelgo cada cosa con cuidado y enciendo la mini calefacción que hay adentro para que cada cosa mantenga su temperatura, así no sentirá frío cuando quiera irse de mi casa. Mientras escucho su respuesta y hago una mueca de espaldas porque sé a qué se refiere, ha sido un gran cambio para todos y sería preocupante que alguien lo esté llevando de manera natural, un sociópata probablemente - Triste - respondo de forma honesta encogiéndome de hombros - Tener tanto dementor dando suelta me deja así - eso y mi pasado pues lo que lo hemos pasado mal lo sentimos más fuerte.

Ya de vuelta mirándola de frente sonrío al escuchar que Amanita ha sido amable. Intento hacer memoria para recordar desde cuándo la tengo pero no logro descifrarlo, en mi defensa me la pasaba drogado en esos momentos y se ha vuelto tan indispensable que siento que me ha acompañado durante toda la vida, es mi amiga más que mi elfina y la liberaría de no estar casi completamente seguro de que no podría tolerar su pérdida - Le puse Amanita que es el nombre de un hongo venenoso... Eso dice mucho de mi estado cuando llegó así que no lo recuerdo - respondo a modo de broma entre risas.

Ruedo los ojos ante la pregunta y la tomo de la mano para que me acompañe hasta la sala en donde tengo todo preparado - ¿Qué clase de anfitrión crees que soy? Tengo unas para tí - respondo una vez que llego al sofá para entregárselas - Hay varios escenarios, podemos visitar el que tú quieras e incluso jugar a algo... - aunque no sé que tan conveniente sea ésto ya que seguro en la emoción terminaremos dando vuelta la casa. Bueno, quizás lo vale ya que todo lo material se recupera y no hay herida por videojuegos que un sanador no pueda controlar - Es mi nueva forma de escapar del mundo - explico ayudándola a colocárselo.
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Triste, dice. Y me siento como si pudiera entenderle perfectamente. Cada uno con lo suyo, por supuesto, pero los dementores nos joden bastante, a la gente como nosotros. He bebido más alcohol solo estos días que en las pasadas semanas, me parece, porque inevitablemente mi madre ha estado más presente que nunca en mi cabeza. Entre el frío del invierno que se acerca y la sensación de frialdad de los nuevos patrullas de las calles... No nos va bien. No nos va nada bien —Ya... Te entiendo. De verdad, es... Comprendo la sensación— le digo, sincera, dejando una caricia suave en su brazo, como queriendo mostrarle, como puedo, que aunque la situación sea una mierda puede contar conmigo, porque comprendo la situación.

Esbozo una leve sonrisa en mi rostro cuando habla del origen del nombre de su elfa. Un hongo venenoso. Dice mucho de su situación en ese entonces, pero también dice mucho de su situación ahora —Si ayuda, creo que le queda muy bien el nombre. Y se la ve contenta en tu casa. He visto elfos realmente miserables, ella... Bueno, parece que le gusta este lugar— le digo, con una sonrisa amable.

Sigo a Riley, su mano tomando la mía, y cuando llegamos al sofá y me da unas gafas de realidad virtual sonrío ampliamente —¡Oh, genial! ¿Tienes alguna recomendación? Me dejaré guiar por el experto...— le digo, divertida. Antes de que me ayude a colocármelas paseo la mirada por la estancia, cómoda —Oye, tienes una casa muy bonita. Tienes que enseñármela más luego, me muero de curiosidad— le digo, sonriendo.

Cuando dice que es su nueva forma de escapar del mundo siento un cosquilleo por la espalda, que me sube por toda la columna. Porque la gente que supera malos hábitos y encuentra formas nuevas y sanas de tener lo que antes encontraban castigando su cuerpo... Les admiro. Mucho. Yo simplemente me refugio en el alcohol cuando necesito no pensar en algo, pero bueno, lo mío es diferente. Yo no tengo una adicción, yo simplemente tengo mucho estrés encima —¿Cómo funciona esto? Jamás he usado unas, creo. No para jugar, digo. Para cosas de entrenamientos sí— inquiero, curiosa.
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Riley Kavalier
Le dedico una sonrisa cuando me dice que comprende cómo se siente, quizás podríamos hablar de eso luego porque una parte de mí quiere y necesita hacerlo, sacarlo de una vez del pecho para así lidiar con el sentimiento más fácilmente. De verdad no sé qué pasaba por la cabeza del presidente cuando consideró que era una buena idea tener a toda la población bajo el efecto de la presencia de tan oscuras criatura, quizás porque nos quiere maleables, a su disposición presas del miedo... Y está funcionando.

- Intento tratarla lo mejor que puedo pero a veces me siento culpable de todas formas - admito con una mueca - Solía tener un esclavo también pero... Bueno, no funcionó - nunca estuve de acuerdo con tener a Andrew pero las cosas pasan por algo. Si mi padre no me lo hubiese regalado habría estado solo el día de la sobredosis y probablemente no estaría aquí ahora mismo - Me salvó la vida - siento la necesidad de aclarar. Nuestros caminos se separaron pero jamás olvidaré eso, estoy en una deuda eterna con él.

Hago una mueca pensando qué juego poner pero su pedido me da una idea que quizás no es muy buena pero puede funcionar. Por supuesto que tuve mi momento de aburrimiento y decidí modificar uno de los juegos poniendo como escenario mi nueva casa, recuerdo que la idea principal era poder pasear por ella pensando sin tener que moverme de la cama y luego terminé agregándole unos cuántos detalles para que sea más entretenido.

- Ah pero podemos hacer un recorrido semi virtual
- sugiero buscando el menú el escenario de mi creación - Es bonita, sí, pero creo que es demasiado para mí... Solía vivir en el distrito 3, en una casa de dimensiones normales para una persona sola pero aquí me excedí un poco - solo somos Amanita y yo, se siente vacía la mayor parte del tiempo pese a que intento moverme por todos lados para, de alguna forma, mantenerla activa.

Una vez que encuentro lo que deseo en el menú, la tomo del brazo para saber dónde se encuentra y me pongo los lentes. Inmediatamente aparece frente a mí el mismo escenario en dónde estaba antes, solo que sin Kenna y repleto de criaturas mágicas por todos los rincones. Un micropuff pasa corriendo frente a mí, también frente a ella en su propia realidad virtual, y luego noto que es porque un kappa lo está siguiendo - ¿Qué tal el recorrido así? La casa no está tan vacía y triste de ésta forma - comento atreviéndome a dar los primeros pasos. Las dimensiones son exactamente iguales asi que técnicamente deberíamos ser capaces de recorrer todo el lugar sin chocarnos con nada - Ven, vamos arriba, programé un dragón en el baño.
Riley Kavalier
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Cuando habla de su esclavo, diciendo que no funcionó, le miro con curiosidad. Pero se nota que no quiere hablar del tema, así que le quito importancia con un gesto de mano —No tenemos que hablar de eso— le digo, consciente de que hay situaciones en las que es mejor no forzar. Y ha dicho que le salvó la vida, así que tuvo que ser algo fuerte. Y yo con el tiempo he aprendido que hay algunas heridas en las que mejor no hurgar, no voy a sacarle el tema hasta que él quiera. Y si no quiere nunca, pues no pasa nada. Podemos llevarnos bien igual, aunque no conozca toda su mierda, ni él toda la mía.

Levanto las cejas, divertida con la idea, cuando propone hacer un recorrido virtual. Y escucharle hablar de su casa me resulta algo gracioso —Yo he sufrido lo contrario. He vivido toda mi vida en el Capitolio, y cuando quise independizarme... Bueno. Todas las casas de los distritos en los que miraba se me hacían pequeñas— explicó, divertida —Y ahora que estoy buscando de nuevo... Pues imagina. Estoy en la misma situación. Pero con los precios que hay, tampoco puedo permitirme todavía tener una casa para mí sola en el Capitolio— le digo, distraída. Me centro de nuevo en la idea del recorrido semi virtual, porque no me apetece darle muchas vueltas al hecho que estoy sentenciada a seguir viviendo con mi padre hasta que tenga suficiente dinero ahorrado, que eso va a ser dentro de mucho.

Me ajusto las gafas con cuidado y le miro, divertida. O, como mínimo, muevo la cabeza en su dirección, siguiendo el sonido de su voz. Siento como me toma del brazo en el momento en el que, ante mis ojos, aparecen distintas criaturas mágicas. Me río, maravillada, siguiendo con la mirada a un kappa que persigue algo. Esto es muy divertido —¿Lo has programado todo tú. ¡Es impresionante!— le digo, contenta, sin querer soltarme de su brazo. Más por miedo a chocarme contra él si dejo de saber dónde está que otra cosa.

Caminamos hacia el piso de arriba. La casa es bastante impresionante, comparado con todos los sitios que he estado buscando yo por los distritos. Cuando llegamos arriba miro la puerta de lo que parece ser el baño y aprieto suavemente el brazo de Riley, como para que vea que le estoy hablando a él —¿Qué tipo de dragón es el que has programado en el baño?— pregunto, curiosa, también queriendo saber qué me encontraré cuando abra la puerta —Lo que he visto por ahora es genial. Tienes una casa muy bonita, Riley. Y... Bueno, las criaturas la hacen más divertida, no lo voy a negar— sonrío, contenta —¿Alguna vez te has chocado con Amanita mientras hacías esto?— pregunto, entonces, divertida con la idea.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
Sonrío con lo que dice porque tuve ese dilema a los 18 años, pero recuerdo que tenía tantas ganas de dejar mi casa que agarré el primer lugar en el distrito 3 que mi modesto sueldo como científico nuevo me permitía pagar. De todas formas mi casa en el 3 era bonita, tenía dos pisos y habitaciones suficientes como para que cada cosa tuviese su lugar. Creo que por eso también siento la casa demasiado grande ahora, porque no necesito una pequeña huerta escondida en donde cultivar los hondos alucinógenos, tampoco necesito una habitación especial para drogarme sin poner en riesgo nada ni a mí mismo. No extraño esas cosas.

Tardo un poco en procesar sus últimas palabras y la idea se me ocurre demasiado tarde como para sugerirla en ese momento. Ella no está bien en su casa, definitivamente tiene que dejar de beber tanto alcohol y para eso necesita alguien con ella que la controle. Yo también necesito alguien que me mantenga alejado de las posibles recaídas y ¿qué mejor que una auror para un poco de mano dura? Además la casa es grande y no me gusta estar solo con tanto dementor dando vuelta. La conozco hace poco pero hubo una época en la que la gente compartía piso con desconocidos y así comenzaban grandes amistades... Aunque la nuestra ya comenzó de antes me parece.

Se pasa el momento y decido comentarlo más tarde. Ahora solo me uno a las risas y confirmo con un casi inaudible "Ajá" a su pregunta. Sí es muy divertido, como ir al zoológico pero sin tener que ver a las pobres criaturas encerradas. Aquí puede que sean virtuales pero no lo parecen e incluso se ven felices correteando de un lado para el otro, como si estuviesen en su hábitat natural y no en una elegante casa comprada por un científico a quien le sobraba el dinero.

Subo las escaleras con cuidado, eso siempre es peligroso pues puede que la programación sea exacta, pero con moverse solo un centímetro todo, podría caer rodando sin previo aviso - Un colacuerno húngaro, fui a lo grande - respondo entre risas lamentando no poder ver su expresión ahora mismo, pero por el tono de su voz puedo deducir que está siendo honesta, por eso y por su agarre para no perderse - Amanita sabe que cuando tengo ésto puesto debe mantenerse alejada a un radio de dos metros - bromeo aunque de verdad lo hace, creo que es una norma que jamás hemos dicho en voz alta pero está implícita.

Llegamos al baño y al abrir la puerta nos recibe el sonido y la imagen de un enorme dragón acurrucado que no duda en lanzarnos una bola de fuego. Me lanzo hacia atrás como idiota y termino cayendo de trasero contra la pared opuesta, sin poder dejar de reirme - Y eso que ya sabía que venía - logro decir entre el dolor de panza que las risas me han generado. Al final termino sacándome las gafas y la casa vuelve al silencio y vacío de siempre, mi risa se apaga.

- Sin las criaturas mágicas dando vuelta es bastante más aburrida... Y la compré así que no hay que pagar renta - comienzo con mi pensamiento de antes, con algo de miedo ya que podría resultarle una malísima idea - Podrías... Ya sabes... Solo si quieres, no tema decir que no... Pero... ¿Te gustaría? ¿Mudarte aquí? Podría ser divertido - sugiero finalmente encogiéndome de hombros.
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Suelto un silbido de admiración cuando dice que el dragón que ha programado en el baño es un colacuerno húngaro. No se ha contentado con un dragón pequeñito, no, ha programado uno de los más peligrosos. Ir al baño es mucho más emocionante así, sin duda. Cuando abre la puerta el dragón nos ataca con una bola de fuego enorme. Admirada por los efectos visuales y el nivel de programación que tiene todo esto dejo que la llamarada choque contra mi pecho y se deshaga en cientos de llamas y chispas. Es admirable, sin duda, precioso.

Cuando estoy a punto de halagar el nivel de la animación, oigo un golpe a mis espaldas y me saco las gafas rápidamente para ver a Riley recuperando el equilibrio. Me echo a reír, divertida con la situación, y me acerco a él para ayudarle a mantener el equilibrio —Por Merlín, ten cuidado— le digo, entre risas. Él termina sacándose sus gafas también y yo le observo, riendo con él, muy cómoda con todo esto, con la situación y con él —Oh, ¿la has pagado entera? Qué bien— le sonrío, con sinceridad, contenta de que haya podido permitírselo.

Pero entonces me propone que me mude con él. Abro mucho los ojos, sorprendida con su oferta —Espera, ¿qué? ¿Lo dices de verdad?— pregunto, pestañeando rápidamente, como recuperándome de la sorpresa. Sonrío, con una pequeña ilusión creciendo en la boca de mi estómago. Porque estamos hablando de una casa preciosa, en un barrio bonito, cerca del trabajo, sin mi padre pero sin estar sola, y con una persona que es buena, genuinamente buena, que desprende luz, casi —Riley, ¿estás seguro?— pregunto, no sin cierta emoción en mi tono de voz —Es decir, a mi me encantaría. De verdad— le aseguro, sonriente.

Ni puedo ni quiero evitarlo, así que me acerco a él y le doy un abrazo. Siempre se me han dado bien los abrazos, o eso me han dicho, y él se merece uno de oso —Puedo pagar el agua, la luz, lo que sea. Puedo pagarte algo cada mes, como un alquiler— empiezo a decir, rápidamente —Es decir... Estás siendo muy amable. Mucho. Cocino bien, también te lo puedo compensar con eso— añado, con algo de nerviosismo, porque lo que está pasando es una de esas cosas que ocurren de repente y son tan buenas que cuestan de asimilar.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
Quedo que queda en claro que ella es mucho más valiente que yo. Por la posición en la que ha quedado puedo deducir que no se ha movido ni un solo centímetro al ver el dragón en el baño y ni siquiera cuando éste ha lanzado la bola de fuego. Aunque lo tomaré como un desafío, quizás luego pueda programar "La casa de terror de Riley" con fantasmas, demonios y mucha menos luz o "La casa de los boggarts" con lo miedo más ridículos de todos o "La casa del resplandor de Riley" por esa película extraña que ví una vez, no es muy conocida pero me encantó.

Pero ya habrá tiempo para eso porque por el tono de su voz creo que sí quiere mudarse conmigo. Siento como mi propia sonrisa va avanzando con la de ella y asiento enérgicamente pues claro que hablo en serio, no se me ocurre idea mejor y que esté de acuerdo es un gran alivio, tanto que me dan ganas de saltar. Pero no llego a hacerlo ya que me envuelve en un abrazo al que correspondo con ganas, aún sonriendo pues quizás para ella signifique tener una casa bonita pero para mí es no tener que estar más solo en casa.

- No hace falta que pagues nada, nos dividiremos lo de la comida y eso - aseguro restándole importancia pues de verdad el asunto económico me trae sin cuidado - Aunque que sepas cocinar es un alivio, quizás entre Amanita y tú puedan hacer que deje de ser un desastre - bromeo. Tanta cocina tengo para nada porque si de mi dependiese jamás saldría de las hamburguesas - Aunque no lo tomes como compensación, si vives aquí también es tu casa - aclaro con las manos en alto.

Creo que ya no hacen falta criaturas mágicas virtuales para aportarle algo de emoción al recorrido pues de repente ya no se siente todo tan vacío ¡Tengo que mostrarle dónde sería su habitación! Así que la tomo de la mano una vez más pero esta vez voy dando un trote alegre por el pasillo - ¡Tatarará! - presento abriendo la puerta que da frente a mi propio cuarto - Calefacción, aire acondicionado, el wifi llega a la perfección y podemos instalarle lo que quieras - comento entrando al lugar en donde hay una gran cama de dos plazas sobre una tarima, un armario incrustado en la pared que bien podría pasar por otro cuarto - No sé que demonios tenía en la cabeza cuando compré algo tan grande - admito rascándome la nuca, creo que me pudo la emoción del dinero.
Riley Kavalier
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Me siento como si estuviera flotando en una nube, de pura felicidad. Lo que semanas antes me había causado mucha ansiedad y preocupación era ahora una oferta maravillosa. No solamente se me ofrecía la posibilidad de irme de casa de mi padre, sino que era para ir a vivir con alguien como Riley. Me río, emocionada —Oh, pero es lo justo. Si tú tienes la casa, yo puedo pagar el resto. De verdad, es... Es una oportunidad genial. De verdad— aplaudo un poco, con alegría, y miro a mi alrededor. Voy a vivir aquí. Realmente me voy a mudar con Riley. Está pasando. Estoy tomando esta decisión y no podría estar más contenta.

Sonrío ampliamente, mirándole —Oh, te pienso dar clases de cocina. Dame tres meses y cocinarás mejor que un chef. Vamos a aprovechar tu cocina para aprender y para cocinar cosas deliciosas— le propongo, contenta. Intento no dejarme llevar mucho por la emoción. Quién sabe, si me pongo demasiado activa tal vez se lo piensa dos veces y retira la oferta. Y no tengo ningunas ganas de que eso pase, es decir... No viendo la casa en la que se me ha ofrecido vivir.

Cuando me toma de la mano y me lleva por la casa soy incapaz de no ir mirando a mi alrededor, emocionada con todo. Hasta que llegamos a una puerta, que abre de golpe. Esto sería mi cuarto. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes, permitiéndome fantasear durante unos segundos sobre la posibilidad de, realmente, mudarme aquí. Mudarme con él. Entro en el cuarto y doy un par de vueltas sobre mí misma, abriendo los brazos y extendiéndolos —Es genial. Me encanta— voy hacia el armario y, al abrirlo, me echo a reír —Aunque creo que en la vida tendré suficiente ropa como para llenar esto— añado, entre risas, antes de volver hacia él. No sé cómo voy a poder agradecerle esto. Y, por lo que me ha contado, seguro que a él también le va bien estar con alguien. No vivir solo. Tener compañía en momentos en los que su mente recupere experiencias pasadas y momentos desagradables.

Me coloco el pelo detrás de las orejas, despejando mi rostro, y le miro con una sonrisa —Estoy demasiado emocionada como para decir algo con sentido, pero... ¿Qué te parece si vamos preparándolo durante las próximas semanas? Si me voy de casa de un día para otro a mi padre le dará un infarto, y no queremos eso— digo, alzando ambas cejas —Así que... No lo sé, ¿un mes de transición, o el tiempo que haga falta? Las mudanzas también pueden ser muy pesadas si se hacen de golpe— reflexiono, con una pequeña mueca, recordando las que he vivido a lo largo de mi vida.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
No digo más al respecto pues preocuparnos por el dinero ahora sería arruinar el clima festivo que de repente se forma en el pasillo. No sé cuál es el protocolo de compañeros de casa, siempre he vivido solo y antes de eso mis padres pagaban por absolutamente todo. Tengo la sensación de que entre ésto y el toque de queda ahora me sobrará el dinero del mes y terminaré gastándolo en gomitas y juegos de mesa ¡Juegos de mesa! Ahora tendré alguien con quien jugar cada vez que quiera, incluso por las noches pues estará aquí justo al frente de mi habitación.

Río pues si termino cocinando dentro de tres meses el cambio será absoluto, me habré convertido en una persona completamente diferente a la que era antes de la sobredosis y lo digo como un sueño hecho realidad. Un Riley capaz de socializar, de dar órdenes, de expresar sus sentimientos, luchar ¡Y cocinar! - ¿Sabes hacer dedos de pescado con crema? No sé si es una comida real pero suena delicioso - pregunto pensando en cuál podría ser nuestro primer intento en la cocina.

Cuando llegamos, observo como recorre la habitación abrazando mi cuerpo y me recuerda un poco a mí mismo cuando compré mi primera casa en el tres, esa mucho más pequeña que no era la gran cosa pero era mía y por eso estaba sumamente fascinado - Oh, yo tengo uno igual y tiene más planos de proyectos que ropa - confieso encogiéndome de hombros. Aunque sí tengo bastantes prendas, me gusta vestir elegante cuando puedo y tengo una gran colección de indumentaria inútil que compré en convenciones hace no muchos años atrás - Y Amanita te dirá que tengo disfraces, pero no le creas - advierto con los ojos abiertos como platos, espero que jamás se le ocurra hurgar allí.

Trae un poco de realidad al asunto cuando sugiere una mudanza gradual, estoy de acuerdo pues nada funciona si se hace de forma brusca, menos la rehabilitación que para eso tuve que atarme de piernas y manos pues no quedaba otra para salir adelante - De acuerdo, me parece una buena idea - comento con una mueca, pensativo. Mientras tanto busco en mis bolsillos la llave de la casa y luego de eso hago un encantamiento para replicarla - Suelo pasar mucho tiempo en el ministerio así que siéntete libre de mudarte a tu ritmo, cada cosa nueva que vea por aquí me alegrará el día seguramente - digo entregándole el pequeño objeto con una sonrisa. Que nadie me diga que esta no es la mejor idea del mundo.
Riley Kavalier
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
La mirada que le dedico a Riley no deja lugar a duda alguna. Pero es que lo que me acaba de proponer es un poco... ¿Raro? Tuerzo el gesto, negando un poco con la cabeza —¿Dedos de pescado con crema? ¿En qué momento eso suena delicioso? A mí me suena más a... Indigesto— reconozco, riendo —. Pero si hay alguna noche que llego con un par de copas de más, seguro que podrás convencerme de que lo pruebe. Quién sabe— bromeo, sonriendo. Es decir, sería hipócrita por mi parte decir que no a algo nuevo cuando siempre me enorgullezco de estar abierta a cosas nuevas. Así que aunque esa cosa nueva suene realmente asquerosa, supongo que por Riley puedo hacerlo. Es decir, literalmente me está dando un nuevo hogar. Unos dedos de pescado con crema al lado de eso no son nada.

Una sonrisa divertida ocupa mis labios cuando habla de su armario —Oh, haces que tenga ganas de preguntarle a Amanita acerca de esos disfraces— bromeo, divertida. Vuelvo a mirar el que será mi armario, sabiendo que va a quedar lleno de ropa de deporte y ropa cómoda para entrenar e ir a trabajar. Las aurores no vamos a trabajar precisamente en traje, y bajo la túnica en invierno es mejor llevar ropa que facilite la mobilidad. Tal vez hasta pueda guardar mi bicicleta estática y mi elíptica dentro del armario, para sacarlo solamente cuando me ponga a hacer ejercicio, en vez de tenerlo enmedio de mi habitación como pasa ahora mismo.

Camino hacia él cuando veo cómo duplica la llave, y cuando me da la que, a partir de ahora, será mi copia, sonrío abiertamente. Poso la pieza de metal sobre mis labios y le doy un beso, como mostrando que pienso darle a esta casa todo mi amor —Gracias, Riley. Muchas gracias— le digo, verdaderamente emocionada —, cuidaré esta casa con todo mi corazón. Y yo también paso muchas horas en el trabajo últimamente, pero me iré mudando poco a poco— le aseguro, contenta. Me froto la mejilla y le miro, de repente, sonriendo, pensando en algo —Podríamos cenar juntos algún día cada semana. O algunos días. Así yo empiezo a pasar más tiempo fuera de casa de mi padre, más tiempo aquí, avanzo con la mudanza y tú vas viendo cómo cocino y lo bien que te va a ir tenerme en casa— bromeo, sonriendo, pero contenta con la idea de poder establecer algo así para ir haciendo la transición.
Kenna Richards
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Riley Kavalier
Abro la boca para protestar pero nada con lógica se me ocurre para defender mi idea de menú. Al final termino haciendo un puchero que se vuelve real cuando dice que podría probarlos un día que vuelva pasada de copas. Es una auror, sabe cuidarse sola, pero aquella vez que la encontré estaba tan perdida que de seguro se le habría pasado el toque de queda de existir uno en ese entonces. No quiero que le pase nada malo... Pero tampoco sé cómo ayudar, o quizás sí - Oye, no dejaré que vayas sola cuando planees pasarte de copas - murmuro mirando al suelo, quizás estoy siendo demasiado molesto - Si no me quieres allí esperaré afuera hasta que salgas, pero te traeré a salvo - agrego algo avergonzado. No quiero que termine como yo, merece algo mucho mejor.

La pesadez que se forma en mi interior se relaja un poco al pensar en los disfraces que tengo. Por empezar el traje de capitán de la Fyendfire, también las alas y el maquillaje del personaje de Jerek Grimm, también una vieja máscara que me dijeron que era de un ejército que estaba en Europa hace siglos, uno liderado por Voldemort. Todo esto sin contar el traje medieval, las orejas de extraterrestre y... Por favor, tengo que quemar todo es cuánto antes si quiero se un adulto hecho y derecho - Soy un friki, inútil sería querer ocultártelo si vas a vivir conmigo - me rindo al final con una sonrisa.

Una sonrisa de oreja a oreja aparece en mi rostro cuando propone las cenas. Será maravillo contar con ella a plazo corto y no quiero sonar demasiado entusiasmado al proponer cuatro o cinco cenas a la semana - Es una idea fantástica - coincido haciendo un ademán para que volvamos a la parte baja de la casa, si vamos a cocinar en éstos días será mejor ver qué es lo que hay y qué es lo que falta - Le diré a Amanita que prepare la habitación para que te quedes cuando prefieras y si necesitas ayuda para traer cajas o lo que sea, cuenta conmigo - que el gimnasio no sea en vano, podría usar magia pero últimamente encuentro satisfacción en el esfuerzo físico - Y ya que no te entusiasman los dedos de pescado... podríamos comenzar por pizza hechas en casa ¿Qué te parece? Nunca he probado.
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Kenna Richards
Jefe de Aurores
Experimento una mezcla de ternura e incomodidad cuando dice que no dejará que vaya sola si planeo pasarme de copas. Le acaricio el brazo con cariño y le sonrío —Eres muy amable, Riley. De verdad. Solamente espero que... Que no haga falta que me tengas que volver a traer aquí en según qué condiciones— digo, algo avergonzada —La verdad es que no he vuelto a emborracharme tanto desde ese día— le digo, queriendo que se quede tranquilo. Es decir, la puntualización es importante. No he vuelto a emborracharme tanto. He bebido, por supuesto, y mucho, pero sin llegar a ese nivel. Ese día... Ese día era un tema a parte. Ahora bebo de forma más discreta.

Me hace cierta gracia que me reconozca que es un friki, como si fuera algo que me hubiera estado ocultando —Oh, ¿lo eres? Madre mía, Riley, no me había dado cuenta. Es decir... Lo estabas ocultando muy bien con todo el tema de las mil y una criaturas mágicas programadas por ti en un juego de realidad virtual en tu propia casa— bromeo, socarrona, acariciándole el brazo con un gesto de cariño. No me molesta nada vivir con un friki, al revés. En mi casa todos lo éramos un poco. Jugábamos juntos a juegos de mesa, leíamos, mirábamos películas y series... Pero todo se terminó con la muerte de mi madre, cuando la actividad familiar mutó a empezar a beber alcohol en compañía. Y la verdad es que lo echo de menos.

Mi idea de las cenas parece gustarle. Y me alivia bastante, puesto que no es solamente una separación gradual para mi padre, también lo es para mí, y saber que voy a poder empezar a pasar noches con Riley a partir de ahora suena demasiado bien —Tendré en cuenta tu oferta por lo de las cajas. Y... Y le daré las gracias a Amanita también— digo rápidamente, con una sonrisa en los labios. Cuando propone preparar pizzas asiento, entusiasmada con la idea —¡Me parece genial! Hasta podemos hacer nosotros la masa, es realmente divertido. Y podemos poner los ingredientes que queramos... Sí, sí, compro. Me gusta la idea. Sí. Cenaremos pizza casera— afirmo, contenta. Y solamente las ganas que tengo de algo tan banal como preparar una cena son una señal de que voy a pasármelo en grande viviendo aquí, compartiendo piso con alguien como él.

Y, mientras regreso a casa, pese a que el frío está volviendo y el invierno está llegando, siento dentro de mí una calidez y una alegría que echaba mucho de menos.
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