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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Lyra E. Pearson
    Fugitivo
    15 de junio de 2.468

    Eden arrastró los pies hasta la zona del jardín en la que todo el mundo salía a comer cuando hacía buen tiempo. Y era el caso. El sol resplandecía y el tiempo acompañaba el humor de los alumnos que, por lo general, parecía bastante positivo. La rubia cargaba en una mano la bolsa con su almuerzo dentro y trataba de localizar un lugar a la sombra en el que refugiarse hasta que se diera el momento de la realidad. Encontró, con alivio, un árbol bastante grande que ofrecía una sombra envidiable y, por suerte, vacía. Lyra se dirigió con rapidez al espacio y acampó, veloz, como reclamando esa sombra. Al fin y al cabo, a Roger le encantaba el sol. No la encontraría en una sombra, no con el día que hacía. Estaría con sus amigotes, celebrando el inicio casi inminente del verano.

    Lyra se frotó el rostro, cansada. Tenía que hacerlo antes de las vacaciones. Tenía que hacerlo, a ser posible, ese mismo día. Tenía que dejarle, y eso lo tenía clarísimo. Lo que no tenía tan claro era el cómo. ¿En el colegio? ¿En su casa? ¿En la calle? ¿En un bar? ¿Solos, delante de alguien? Demasiadas preguntas para una situación a la que Lyra no se había tenido que enfrentar jamás. Al fin y al cabo llevaba desde los catorce años compartiendo demasiado con ese muchacho, y de repente... Bueno. El darse cuenta de su nivel de estupidez estaba afectando. No le apetecía salir con un supremacista que menospreciaba de forma ya-no-tan sutil en demasiadas ocasiones por no ser... Bueno, por no ser tan rica como él, tan bien posicionada socialmente... Por ser mujer, en parte. Casi todos los gestos de Roger apestaban a un paternalismo que cada vez le daba más pereza tener que soportar. Y la solución era cortar por lo sano.

    Se disponía a empezar a comerse su ensalada cuando, a unos metros, vio a una compañera. Dudó durante unos segundos antes de llamarla, pero pensándolo con frialdad, le iría bien poder hablar del tema con alguien. Al fin y al cabo, había tomado la decisión de poner punto final a una relación de cuatro años. Se decía rápido, pero era algo serio. Así que levantó la mano y le hizo señas a la muchacha —¡Lea! ¡Lea, ven!— le gritó, avisándola y señalando la sombra en la que se encontraba, como ofreciendo a su amiga el mejor lugar de los jardines.
    Lyra E. Pearson
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    V. Ileana Jensen
    Colocó la diestra, a modo de visera, sobre sus ojos. El sol parecía querer molestarla con un día demasiado caluroso para la época en la que se encontraban. ¿Tanto calor en junio? Nadie podía negar el cambio climático, se estaban cargando el planeta en muchos sentidos. Bostezó, alzando los brazos hacia el cielo en busca de estirar sus acortados músculos. Le molestaba tener que pasar tantas horas sentada en un pupitre si tenía en cuenta que no podría estudiar lo que quisiera al terminar el curso.

    Caminó arrastrando los pies, buscando a Syv con la mirada, hasta que dió con la misma. Se encaramó en su espalda, robándole la manzana que sujetaba y pellizcandole en la mejilla antes de bajarse de un salto. Aunque no permaneció demasiado a su lado. Las conversaciones sobre pinturas, exposiciones y disolventes no eran algo de lo que disfrutara, por lo que se despidió de la misma con un sonoro palmeo en el trasero, huyendo acto seguido. Rió durante el tiempo que se alejaba, llevándose la manzana a la boca cuando escuchó su apodo. Aquel que ya usaba demasiada gente. Era cierto que le concedía confianza a cualquiera y era lo suficientemente risueña y amable como para que se lo tomaran a la ligera pero... El mote que le había puesto Mimi lo consideraba como algo sagrado.

    Volvió el rostro hacia ambos lados, cegada por el sol pero no lo suficiente como para no percatarse de la presencia de Eden. Sus gesticulaciones hicieron que alzara una ceja, con sorpresa, saludándola con la mano libre y terminando de morder la fruta. —Edén— saludó encaminándose en su dirección. Sabía de sobra que acentuaba de manera incorrecta su nombre pero, como nunca la había corregido, se tomaba la confianza para seguir haciéndolo.—¿Operación bikini?— preguntó señalando su ensala, antes de dejarse caer a su lado y estirando las piernas al frente. Mordió la manzana, dejándola clavada en sus dientes y aprovechando para sacar una goma con la que recogió su cabello en un intento de coleta alta. —Ofio ek xalof— trató de hablar terminado de morder la fruta y masticando con total tranquilidad.
    V. Ileana Jensen
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    Lyra E. Pearson
    Fugitivo
    La muchacha, a la que sin duda alguna llamaba amiga a esas alturas, empezó a andar hacia ella, y Lyra sonrió. La mala pronunciación de su segundo nombre, y el hecho de usarlo, era un privilegio que Lyra permitía a muy pocas personas. Y, si todo iba viene, en unas horas una de esas personas dejaría de tener dicho privilegio. Ileana se sentó a su lado entonces. La rubia la observó con una sonrisa divertida cuando recibió la pregunta incumbiendo su ensalada y negó con la cabeza, antes de meterse un trozo de tomate en la boca. Masticó a conciencia y, cuando tragó, levantó la mirada hacia Ileana —Como si lo necesitara— bromeó, guiñándole el ojo —. Pero con el calor... Entran bien, las ensaladas. Si me como ahora un plato de pasta me tengo que arrastrar hasta las clases de la tarde— sentenció, con una risa divertida ocupando sus labios.

    Dejó el tenedor dentro del recipiente de la ensalada y con la diestra agarró su botella de agua fría. Con la mano libre se abanicó, como dándole la razón a su amiga —Es realmente terrible. Solamente tengo ganas de ir a la playa— dijo, para luego beber un trago de agua. Al terminar le tendió la botella a su amiga —¿Quieres? Hay que estar hidratada— le recordó, haciendo uso sobre su conciencia sanitaria, o lo que tenía de ella. Sabía que si no bebía agua con el calor le podría coger una insolación o un golpe de calor, y no hacía falta ser un Jefe de Área de Salud para entender que eso no era bueno.

    Se frotó las manos, nerviosamente, mientras paseaba su mirada por los jardines en busca de Roger. Le localizó, como no, charlando con sus amigotes al sol, y entornó los ojos —¿Puedo contarte algo?— le dijo a Lea, girando todo su cuerpo hacia ella para darle una seriedad nueva a la situación. Si había alguien con quién quería compartir lo que estaba a punto de pasar era ella. Al fin y al cabo, la relación entre la rubia y Roger no había hecho ningún bien para la amistad entre las dos —Quiero dejar a Roger y necesito a alguien que me diga que es lo correcto y que ya era hora— confesó, con una mueca de vergüenza cruzando su rostro pero con total sinceridad.
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    V. Ileana Jensen
    Sujetó la manzana entre sus rodillas, apoyando la espalda contra el tronco del árbol y alzando el rostro hacia el cielo con los ojos cerrados. Tomó un par de profundas respiraciones, dejando que los rayos de sol que se filtraban entre las tupidas ramas, vagaran por su rostro. Volvió el rostro en su dirección, abriendo solo un ojo para mirarla de soslayo; tuvo que parpadear en un par de ocasiones antes de abrir ambos sin ser cegada por la repentina claridad. Asintió, divertida. —Las clases de la tarde siempre son un dolor de cabeza, no importa si es verano, invierno o lo que comas— apostilló con gracia, haciendo un gesto con la mano que denotaba el poco interés que tenía en las mismas.

    Se reincorporó, tomando la manzana y volviendo a morderla, con las piernas cruzadas y el codo de la diestra apoyado contra el muslo. Inclinándose al frente para seguir con la mirada el ir y venir de los otros alumnos del Royal, masticando lentamente al fruta que antes le había robado a Syv. —¿Te sigue gustando la playa?— preguntó sin mirarla, suspirando. Era el lugar idóneo para llenarse de arena, quemarse o que algún idiota tratara de entrar descaradamente. Aún así se podía convertir en un buen lugar si se iba con amistades y alguna botella bien fría guardada en una nevera. Esbozó una sonrisa, girándose hacia ella, dispuesta a preguntarle si quería ir durante el verano, cuando recordó la razón por la que la relación entre ambas se había enfriado. Chasqueó la lengualengua, negando con la cabeza a su ofrecimiento. Sacó el teléfono de un pequeño bolsillo falso que había cosido en el interior de la parte baja de la falda del uniforme, chequeándolo con despreocupación y solo mirándola de nuevo cuando habló.

    Cuando lo hizo, la mirada de la rubia no estaba, ni mucho menos, en ella, sino posada en algún lugar que las rodeaba. La siguió encontrándose con la figura de un grupo de chicos entre los que se encontraba alguien que destacaba entre los demás. ¿Los supericos brillaban? Quizás lo hacía por la cantidad de potingues que se ponía en esa cara suya. Dejó salir el aire por la nariz, provocando un ruidito que molestia cuando éste salió. —¿No estás con tu noviecito? Seguro que le duele la mano de sostener su propia botella de agua— se burló, esbozando una sonrisa de molestia. Mas no duró demasiado en sus labios. Alejó su mirar del joven, regresando a Eden con una expresión inexcrutable por la cantidad de sentimientos que quería reflejar en un solo segundo. —Que suerte que pasara por aquí, ¿no?— rió con ganas, apoyando la mano detrás de su cuerpo y dejando el peso de su cuerpo sobre ésta. —Ese Neandertal debería estar congelado en el centro de algún iceberg y no con alguien como tú—. Fue todo lo que dijo, encogiendose de hombros. Podía... No, no podía ni siquiera comprender a las mujeres que buscaban un elemento como él. —Es lo correcto y ya era hora—  agregó, girando el rostro hacia ella con una sonrisa burlona en los labios. —Si quieres lo arrastro hasta aquí— propuso, divertida.
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    Lyra E. Pearson
    Fugitivo
    No podía estar de acuerdo con lo que decía Lea. A ella las clases de la tarde le gustaban, igual que le gustaban la mayoría de clases que atendía. Pero su compañera no era conocida por asistir fervientemente a todas las asignaturas y sesiones, así que su comentario tampoco sorprendió demasiado a Lyra. Comió un poco más y levantó la vista ante la pregunta de la playa. Solamente asintió, escondiendo la leve nostalgia que le despertaba todo eso. Porque la playa la transportaba a momentos muy felices de su infancia y adolescencia, pero... Pero ya no era lo mismo.

    Que Lea se refiriera a Roger como "ese Neandertal", lejos de molestar a la rubia, le arrancó una risotada. Se sintió algo halagada, también, al ver que Lea pensaba que podía... Bueno, conseguir algo mejor. A alguien mejor. Y, tal y como necesitaba, las palabras de apoyo llegaron de los labios de Lea. Tomó una bocanada de aire, sabiendo que era inútil intentar disimular el alivio que le suponía eso (no porque necesitara valoración de nadie, sino porque realmente necesitaba sentir que no estaba loca por querer mandarle a la mierda), y le dedicó una sonrisa a su amiga.

    Una amiga que, con la energía que la caracterizaba, se ofreció a arrastrar al susodicho hasta el paradero de la rubia. Lyra negó rápidamente con la cabeza, con las mejillas ligeramente rosadas por la situación —No, no, ni de coña— contestó, rápidamente —. Es decir, me daría mucha, muchísima satisfacción ver algo así, lo reconozco. Pero me da mucha pereza pensar que sus amigotes se van a poner gallitos y... Uf. No— añadió, negando con la cabeza. No, los hombres enfadados eran más de lo que la cabeza de Lyra podía gestionar en esos momentos. No le hacía falta añadirlo a su lista de preocupaciones y complicaciones —Además, es algo que quiero hacer yo sola. Solamente necesitaba sentir algo de apoyo, ahora que medio colegio va a pensarse que se me ha ido la olla— aclaró, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja, mientras sus ojos se desviaban hacia donde se encontraba Roger —Me termino la ensalada y voy— sentenció, tratando de sonar segura de sí misma.
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    V. Ileana Jensen
    Durante aquel año terminaría su educación básica, lo cierto es que habían sido buenos años; lo verdaderamente malo estaba por venir. Verse obligada a estudiar finanzas era algo que detestaba, otra razón que tenía contra su madre, por lo que una parte de su cabeza no quería terminar. Bostezó con amplitud, apoyando ambos manos tras su cuerpo y dejando que todo su peso reposara sobre éstas. No viéndose capaz de reprimir la divertida sonrisa que tironeaba de sus labios desde hacía un par de segundos; aquellos que habían transcurrido desde que le informó que dejaría a Roger.

    No sentía animadversión hacia los hombres, ella misma había tenido alguna corta historia con alguno, pero los que querían controlarlo todo y lucir de la persona que tenían al lado como si de un trofeo se tratara... Era algo que no soportaba. Y no solamente al estúpido que actuara así, sino también a la que soportara la situación cuando no tenía obligación de hacerlo. Las personas pasivas estaban fuera de su conocimiento, y tampoco quería alcanzar a conocerlas. Ni entenderlas. Ni tenerlas cerca. Chasqueó la lengua con molestia, alternando, en un par de ocasiones, sus castaños ojos entre el grupito y Lyra. —Si se ponen gallitos siempre podemos convertirlos en unos de verdad— contestó con gracia. Seguro que tenían algún hechizo bajo la chistera que pudiera convertirlos en aquellos animales en abrir y cerrar de ojos. La mera idea se le hacía demasiado tentadora... pero no allí, fuera podría hacer lo que quisiera, pero las cuatro paredes del Royal se asemejaban a una cárcel que no duraría en comunicarle a su madre su actitud, y, por más que ninguna se interesara en excesivo por la otra, tampoco quería que llegara a sus oídos tales movidas. —Ese es tu problema— acabó agregando —, siempre te da pereza. Temes la confrontación y, simplemente, dejas que te lleve la corriente—. Por que un par de imbéciles adolescentes le dijeran alguna tontería no se iba a acabar el mundo. Ella, por su parte, ni loca renunciaría a la oportunidad de avergonzarlo frente a todos los presentes.

    Se encogió de hombros, acompañando aquel gesto con un movimiento de cabeza que la invitaba a ir donde se encontraban. —La mitad del Colegio solo quiere atrapar un buen partidazo para vivir del cuento— comentó. Quizás algunos pensarían que se le había ido la olla, pero  no tardarían demasiado en lanzarse a su cuello, o en hacerlo él. Se acercó a ella, tomando un trozo de tomate entre sus dedos y metiéndoselo en la boca para que se apresurara. Quería ver la escena y si tenían que volver a clases era probable que se olvidar de lo mismo. —¿Cuánto tiempo crees que tardará en buscar otro hoyo?— preguntó, descarada, con tono burlón. Alejando la mano de ella y mordiendo su manzana con despreocupación. ¿Acaso no era aquello lo que todos lo de su edad tenían en la cabeza?
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    Lyra E. Pearson
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    Una sonrisa discreta asomó entre los labios de la rubia cuando su amiga planteó la posibilidad de convertir a los amigos gallitos de Roger en gallos de verdad. Y deseó poder hacerlo, deseó poder convertir a hombres pesados en gallos en vez de tener que aguantarles haciendo sus gilipolleces de personas cargadas de un exceso de testosterona que resultaba más que molesto. Lyra estaba realmente harta de toda esa testosterona, de las masculinidades frágiles y del tener que hacerse la débil para no herir los sentimientos de su novio. Su novio, que pronto dejaría de serlo.

    Levantó la mirada de su ensalada, sorprendida, al escuchar la acusación de Lea. Pestañeó un par de veces, perpleja ante la tajante sinceridad, y negó con la cabeza —Eso no es cierto. No temo la confrontación— se quejó, haciendo una mueca —Pero... Pero estamos en un colegio donde todo el mundo conoce a todo el mundo. Y él es demasiado popular, y...— apretó los labios, molesta con su propia relfexión. Percatándose de que había estado evitando una confrontación por su deseo de mantener la paz... Pero que era una confrontación que anhelaba por encima de todas las cosas. Guardó los restos de su ensalada en la bolsa que traía y se miró las uñas unos segundos antes de levantar la mirada hacia su compañera —Oh, y Roger es un partidazo. Si no contamos su personalidad arrogante, su actitud de superioridad y el hecho de que trata a su pareja como si fuera estúpida— dijo, sardónica. No, las mansiones y las comidas caras y el ambiente privilegiado no compensaba para nada toda esa mierda. Se incorporó y dejó su bolsa al lado de Lea —No creo que tarde ni dos semanas, la verdad. ¿Me vigilas la bolsa un minuto?— y, sin esperar respuesta, sabiendo que si se paraba a pensarlo no lo haría, Lyra se dirigió hacia el que todavía se creía su novio.

    Cuando llegó donde estaba Roger, Lyra esquivó con una mueca el beso que él quiso darle —Hemos terminado— dijo, simplemente —. No soporto más estar contigo, sinceramente. Han sido años bonitos, pero últimamente... No hay quien te aguante. Así que... Bueno. Eso es todo. Te dejo. Adiós— y se alejó de él. Tras unos segundos empezó a escuchar la voz de Roger llamándola, gritando su nombre, y no pudo evitar reírse entre dientes por la sensación de alivio y libertad que ocupó todo su cuerpo. Aceleró el paso hasta llegar a Lea —Vayámonos de aquí, por favor— le pidió, aunque incapaz de parar de reír. Había dejado a Roger. Por fin.
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    Rodó los ojos molesta. No temía la confrontación pero si lo que pensaran los demás. O lo que él pudiera decir. Era mucho más divertido y tajante avergonzarlo delante de sus amigos y de los curiosos que pudieran acercarse al sentir cierta tensión en el lugar. Pero no sería ella la que le dijera como tenía que concluir un noviazgo de.. ¿Cuántos años? Una burrada probablemente. Rascó su frente antes de hacer un gesto con sus dedos que significaba que no agregaría comentario alguno a sus palabras. Cada persona era un mundo, y el de Eden era demasiado bonito como para querer hundirselo. —Solo piensa en que este año acabamos la educación obligatoria— propuso, al final, alzando las cejas como una clara insinuación de que terminar a lo grande era algo espectacular.

    Esbozó una emocionada sonrisa, doblando las piernas y apoyando las manos contra las rodillas. Su espalda se mantuvo recta, observando al joven en la distancia, escudriñandolo de arriba a abajo un par de veces. —Venga, seguro que tiene que ser extraordinariamente bueno en algo...— habló, volviendo el rostro hacia ella mientras recogía sus cosas. —Quizás se convierta en un buen partido para mi si es bueno en lo que tengo en mente— se burló, empujandole con una mano cuando se levantó, animándola a que fuera. Tomó la bolsa, colocándola cerca suya, y siguió con la mirada la dirección que tomaba Eden.

    Lo que hubiera dado por tener el oído fino como el de un gato, así hubiera podido escuchar las palabras concretas que pronunció ya que, desde la distancia que se encontraba, ni los labios podía tratar de leer... sin contar con que se encontraba de espaldas y veía mas interesante su culo. Fueron los gritos con su nombre lo que llamaron su atención, regresando los pies a la tierra y casi chocando con su compañera que llegaba hasta donde se encontraba. —Joder— masculló, sobresaltada —La ruptura más veloz de la historia, ¿por qué no lo has hecho por teléfono?—. Hacerlo de aquel modo era humillante... Pero la manera que había acabado eligiendo ella también.

    Se levantó del suelo, tomándose su tiempo en sacudir su falda y camisa. —Te invito a un helado— ofreció, acercándose a ella y pasando el brazo por encima de sus hombros, o al menos tratando dé, puesto que ya le había superado por un por de centímetros. —Dime la verdad... Roger se pone plantillas para tratar de ser tan alto como tú. Su actitud de superioridad no le puede permitir que alguien de eleve más que él ni siquiera en altura—. Otros hubieran tenido más tacto con la joven tras una ruptura pero la castaña no era como los demás, los pelos en la lengua eran algo que nunca existieron.
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    Lyra E. Pearson
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    Cuando llegó de nuevo al sitio donde se encontraba Ileana, el corazón le palpitaba a mil por hora como si quisiera abandonar su caja torácica. La joven sentía un subidón de adrenalina bastante considerable, por lo que cuando Lea le habló soltó una risa, mezcla de nervios y emoción —Sinceramente... Porque por teléfono me habría perdido la cara de todos sus amigos. Y la suya— bromeó. Los gritos del chico seguían, y Lyra agradeció al cielo una y mil veces que su amiga la tomara por los hombros y le propusiera invitarla a un helado —Por favor. Empezar mi nueva vida de soltera con un helado es el mejor plan de la historia— sentenció, pasando, a su vez, el brazo por la cintura de su amiga.

    En algún momento los gritos se apagaron. Y, pese al gran impulso de echar la vista hacia atrás y ver qué pasaba con Roger, Lyra se aguantó. Con la vista al frente y un orgullo nuevo y potente naciendo en el interior de su pecho, la rubia miró a su amiga —Pues la verdad es que nunca me he fijado en el interior de sus zapatos. Pero podría ser perfectamente, no me extrañaría para nada. Aunque tal vez todavía no ha dado el estirón... Pero su padre no es muy alto— reconoció, perdida en sus pensamientos durante unos instantes. Acababa de dejar al que había sido su novio durante casi cuatro años. O sin el casi. Su primer todo. Su primer beso, su primera vez, su primera pareja. Y, lejos de sentir tristeza, nostalgia o miedo, había en ella una euforia que apenas podía controlar.

    Dirigió la mirada hacia Lea de nuevo y esbozó una sonrisa divertida —Respecto a lo que decías antes... La respuesta es no— reconoció. ¿Cómo había aguantado tanto tiempo con alguien tan sumamente incapaz de encontrar algo como el clítoris? Sinceramente, no era tan difícil. Pero bueno, era todo parte del egoísmo que rodeaba a ese chaval —He tenido mil veces más orgasmos sola que con él. Solo buscaba acabar, y... No. No es un buen partido. Si buscas a alguien con dinero, tal vez sí. Pero si lo que quieres es pasarlo bien en la cama...— negó con la cabeza. Hablaba del tema sin vergüenza alguna, pero no era de extrañar. Sus padres eran muy abiertos con eso, a veces demasiado, y Lyra había crecido sintiendo total libertad sobre su cuerpo, explorándolo y conociéndolo. Claramente no como Roger. Pero, pensó con una sonrisa, por lo menos sabía que no necesitaba un hombre para pasarlo bien en la cama. Y esa misma noche pensaba darse un homenaje en honor a su renovada soltería.
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    V. Ileana Jensen
    Pasó el brazo por los hombros de la rubia, acercándola amigablemente hacia ella, y separando la mano para despedirse de Roger con un ligero movimiento de ésta. Nunca hubiera imaginado que iba a tener tanta diversión durante el descanso de aquel día; y eso que la castaña había salido quejándose del dichoso sol y caminado sin rumbo durante algunos minutos. Incluso dudó si acercarse a Eden cuando se lo indicó, pensando en saludarla e irse antes de que el pedante de su novio se dejara caer por allí. A su lado había evitado criticarlo durante todos los años de relación, algo de respeto le quedaba, pero, visto que no le había interesado su opinión sobre el tema en su momento... Acabó decantándose por alejarse de ella. Una pena.

    —De dos bolas— agregó con picardía, soltando una risotada y apretando un poco más a la rubia contra sí. Empujó, con la mano libre, la puerta de salida arrastrando con ella a la joven. —Tenemos... media hora— anunció con el brazo en alto para que ella pudiera ver la hora que se mostraba en su reloj de muñeca. Sonrió, tirando de ella por las calles, llevándola hacia una heladería que frecuentaba tanto por los helados como por quién los servía. No tenía remedio, las clases se pasaban más rápido cuando lo mantenía bajo su atenta mirada. —Aunque antes debo advertirte que respetes lo que es mío— le guiñó un ojo, divertida. Escuchandola mientras caminaba, acabando por descender el brazo desde sus hombros hasta rodear su cadera cuando se percató de que se estaba pegando a ella por culpa del calor.

    Entró en la heladería, saludando al joven con la mano y mandándole un beso, divertida. Luego se volvió hacia ella, soltandola y sentándose en uno de los sillones esquineros. —Vaya un capullo egoísta— comentó tomando la carta y acomodándose —Obviamente se trataba de falta de atención y desinterés— agregó —, tras tantos años lo mínimo era saber donde tocar para que vieras las estrellas— se burló, pasando páginas hasta que dió con una enorme copa de varios sabores. Colocó la carta ante ambas, señalandola con el dedo. —¿Compartimos?— propuso, clavando los codos en la mesa e inclinando el cuerpo hacia ella. Esbozó una pequeña sonrisa, golpeteando con el dedo la imagen que se mostraba en la página. —Por cierto, ¿y un chica?— cuestionó arqueando ambas cejas a la vez. Las mujeres se conocían entre ellas y sabían justo donde tenían que ir. No es que tuviera la experiencia de una experta... pero no podía negar que había compartido algún beso subido de tono.
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    Sentir el brazo de Lea rodeando su cadera la llenó de una sensación reconfortante que la tomó por sorpresa. Observó a su amiga con una sonrisa sincera y entraron en la heladería. Se había apoderado de ella una sensación de poder, de libertad, de querer recuperar todo lo que no había hecho en esos años encerrada en una relación tan horrible como la que había tenido. Arrepentida de haber sido capaz de ver lo horrible que era solamente durante los últimos meses que había durado. Hasta ese día.

    Cuando entraron al local, tomaron asiento en unos sillones muy, muy cómodos. Se encogió de hombros ante las observaciones de Lea hacia el funcionamiento del sexo en la ya inexistente pareja —Pues le costaba mucho, mucho, saber dónde tocar. Demasiado— dijo, con una mueca en los labios —. Falta de atención, desinterés y egoísmo. Pero también ignorancia. No sabía que las mujeres también nos masturbamos, se lo tuve que contar después de la primera vez que lo hicimos, porque no entendía cómo tenía que "ayudarme a terminar"— le contó, entornando los ojos. Recordaba muchas veladas de sexo frustrantes, tras las cuales ella visitaba la ducha y, por lo menos, conseguía pasarlo bien con el chorro a presión. Era una mujer de recursos.

    Asintió alegremente cuando Lea le propuso compartir un helado y paseó su mirada por las opciones —Compartamos, sí— dijo, pensativa, valorando las opciones —. ¿Chocolate y vainilla?— propuso, levantando la mirada hacia ella. Entonces vino la otra pregunta, una que no se esperaba para nada en ese momento —¿Una chica?— se le escapó una pequeña sonrisa, porque era un tema en el que había estado pensando bastante durante un buen tiempo, desde que se había dado cuenta de que también sentía atracción hacia ellas —No diría que no, la verdad— se encogió de hombros —¿Tu has estado con alguna?— preguntó entonces, con la curiosidad a flor de piel.
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    Asintió con la cabeza, pasando las hojas de la carta en busca de algo que poder compartir con su repentina acompañante. Había pasado de escuchar movidas relacionadas con la pintura y sus variantes, a hablar de temas sexuales. ¿Cuál de las dos era su favorita? Era fácil de saber. No es que pensara demasiado en el asunto, tenía más cosas en la cabeza, pero no podía negar que era un tema del que no se avergonzaba cuando tenía que abarcar. Cruzó las piernas y apoyó los brazos sobre la mesa, inclinándose al frente y terminando de escucharla, incluso esbozando una sonrisa de aprobación.

    Bajó la mirada a la copa elegida, asintiendo cuando comentó los sabores escogidos, y no tardó demasiado en alzar la mano para llamar al camarero, regresando su atención hacia ella tras sus palabras. Abrió la boca, dispuesta a contestar cuando llegaron para atenderlos, entonces se olvidó momentáneamente de su compañía y se deshizo en una sonrisa para el joven; tardando poco tiempo en indicarle qué querían. Quizás era un amor platónico, de aquellos que veías y te morías por apretarlo pero si acababas con la oportunidad de ello faltaba planeta para huir. Sonrió ante el pensamiento, fijándose entonces en Eden. —¿Eh?— preguntó inicialmente, meneando la cabeza hacia ambos lados para desahacerse del pasajero embotellamiento. —No he pasado más allá de besos y algún toqueteo— informó, con gesto pensativo —pero no me habría molestado pasar a la siguiente base. Es, simplemente... Algo normal— se encogió de hombros —aunque tiene el plus de saber que cosas pueden gustarte— agregó tomando una servilleta y doblandola varias veces.

    Estiró las piernas al frente, inclinándose hacia un lado cuando vió el helado llegar. —No había pensado en el hambre que tenía hasta ahora— reconoció con una sonrisa culpable colgando de sus labios, haciendo espacio para que la dejara allí y pudieran comenzar. —Toma— dijo tomando una de las cucharillas, tomando un poco de chocolate y acercandola a la boca contraria.
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    Lyra se quedó en silencio mientras dejaba que fuera Ileana la que pidiera el helado. Porque, al parecer, se moría de ganas de tener una pequeña interacción con el mozo que se dedicaba a atender al personal en aquel pequeño local. Sonrió, divertida con la actitud de su amiga. Siempre había sido una persona coqueta, pero es que parecía que se le fuera a caer la baba de un momento a otro. Cuando el muchacho se fue a por su pedido, Lyra se rió entre dientes —¿Por qué no le pides su número directamente?— bromeó, divertida.

    Lea siguió hablando de sus experiencias. Se había besado y tocado con chicas, pero jamás había tenido sexo con ellas, o por lo menos Lyra lo entendió así. Y sintió una especie de cosquilleo en la base del estómago con la idea. Sus mejillas se sonrojaron levemente y miró a su amiga, sintiendo que, en ese momento, podía ser todo lo sincera que quisiera con ella. No traicionaría su confianza ni lo iría contando por ahí —Sinceramente... Es una de las razones por las que he decidido dejar a Roger— reconoció. Colocó un mechón de pelo rubio detrás de su oreja, en un gesto que pretendía disimular el nerviosismo que le causaba todo eso —Llevo ya un tiempo que me fijo mucho en algunas chicas, y... Y tal y como está todo, creo que no quiero volver a salir con chicos. Estoy cansadísima— confesó. Por su mente pasó Synnove Lackberg, una de las primeras chicas en las que se fijó con algo que ya superaba la admiración. Era de la misma especialización que Lea y era... Era simplemente impresionante. La miraba y, viendo el nivel de atracción que le despertaba, Lyra no podía evitar preguntarse podían existir mujeres heterosexuales u hombres homosexuales. Le resultaba impensable la posibilidad de mirar a esa chica y no sentir atracción.

    El helado llegando a la mesa sacó a la rubia de sus pensamientos y observó el dulce regalo que el camarero había dejado entre ellas dos —Esto tiene una pinta impresionante— dijo, divertida. Lea le acercó la cucharilla con un poco de helado de chocolate y Lyra abrió la boca, comiéndoselo y saboreándolo con una sonrisa en los labios —Y el sabor es impresionante también. Mira, prueba— le dijo, tomando ella una cucharilla con algo de helado y acercándola a los labios ajenos. Mientras compartían el helado de esa forma, Lyra quiso seguir indagando —Y... ¿Dónde has conocido a las chicas con las que te has besado? ¿Eran del Royal?— preguntó, en lo que era en realidad un "¿Dónde puedo conocer chicas que vayan a querer hacer cosas conmigo?" disfrazado.
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    Estiró las piernas al frente, apoyando la espalda contra el respaldo del cómodo sillón. —¿Qué te hace pensar que no lo tengo ya?— preguntó, divertida y con su mirada más pendiente de la marcha del joven que de Eden. —Por teléfono es mucho más complicado que se percate de mi plena predisposición— agregó, tamborileando con los dedos sobre la mesa y regresando la atención a ella, esbozando una inocente sonrisa dedicada solo a ella.

    No es que se enrollara con cualquiera; no era del tipo tal fácil. Pero tampoco negaría que era caprichosa. Alcanzaba a ser responsable con otros temas, pero le gustaba expandirse, a quién no le gustara como era que mirarse hacia otro lado, poco le importaba. Una repentina tos se hizo con ella, cortando su respiración y alterando sus boqueos en busca de aire. —¿Eres lesbiana?— preguntó directamente, sin tapujos, sin paños calientes o palabras que trataran de suavizar su pregunta. No había sacado conclusiones aceleradas; la rubia era la que dijo que era una de las razones por las que dejó a Roger. Blanco, en botella y fuera de un centro de donación de esperma. —Vaya, hoy estás siendo una caja de sorpresas— agregó a modo de burla, con gesto más que divertido y doblando por última vez la servilleta, la cual había tornado en forma de corazón, y que le ofreció a su compañera. —No voy a tratar de convencerte de la cantidad de cosas buenas que tienen los chicos— aseguró soltando el corazón cuando ella lo hubo tomado. Ni que pudiera convencerla de algo, aunque la verdad es que su experiencia con el sexo opuesto había sido catastrófico. —pero... ¿algunas chicas? ¿Como quién?— la curiosidad la mataba, incluso se inclinó más hacia ella, con los brazos extendidos en su dirección y tocando débilmente sus dedos, juguetona.

    Eden no era del tipo de persona que pudiera mirar mucho a los demás sin tener alrededor a su ahora ex-novio, por lo que debía de ser alguien de la escuela. Entrecerró los ojos, alejándose de ella cuando el helado llegó y le ofreció una cucharada del sabor de chocolate. Sonrió por sus palabras, tomando la cucharrilla que le ofreció y asistiendo mientras pasaba la lengua por sus labios. —Te lo dije— comentó, guiñándole un ojo antes de tomar del otro sabor y tomar un poco de aquel. Compartiendo el helado durante los segundos que fue el plato fuerte, lo que duró menos de lo esperado, y mucho menos ser interrumpida por su pregunta. Llevó el dorso de la mano a su boca, tratando de no reírse. —No esperaba este interés— habló, alzando un brazo en su dirección, limpiando con el dedo índice la comisura derecha de los labios de Eden para limpiarle el helado que se quedó allí, llevándoselo entonces a su boca. —La mayoría eran mayores que nosotras, las chicas ricas del Royal tienen que ser demasiado perfectas— apuntaló dejando que el dedo reposara sobre sus labios mientras hablaba. —¿Tanto quieres encontrar a alguien? ¿Te da igual quién sea?— cuestionó apoyando el codo sobre la mesa y reposando la mejilla contra la palma de su mano.
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    Fugitivo
    Por unos instantes, Lyra envidió la soltura de su compañera. Tantos años de monogamia habían hecho que se saltara la oportunidad de coquetear, de ligar, de pasarlo bien con todas las personas que quisiera. Y tenía la sensación que iba muy atrasada en esa materia. Viendo a Lea coqueteando con el camarero, oyéndola hablar de sus experiencias... Ella solamente se había besado con Roger. Solamente había mantenido relaciones sexuales con Roger. Y se sentía aburrida... Porque todo con Roger había terminado siendo aburrido. Quería aprender a soltarse. A destensarse. A poder tirar la caña a quien le gustase. Era un buen plan de futuro.

    Ante tal directa pregunta acerca de su orientación sexual, Eden apretó los labios. La pregunta la tomaba por sorpresa. Porque no lo tenía claro. Realmente todavía no se había tomado el tiempo de pensar en etiquetas, literalmente hacía menos de una hora que lo había dejado con su novio. Minutos. Y ahora ex-novio —No diría lesbiana— reflexionó. No, al fin y al cabo se sentía atraída por hombres. Sin ir más lejos, Roger era muy guapo. Y tenía un cuerpo de infarto. Luego también tenía una personalidad de mierda y follaba mal, pero guapo era. Mucho —Creo... Creo que bisexual— sí, si tuviera que elegir una etiqueta seria esa, probablemente, pese a su decisión de no querer salir con hombres en un buen tiempo. Ileana quería nombres, y las mejillas de Lyra recuperaron tonos vergonzosamente rosados. No quería confesar personas concretas, así que optó por jugar. Cogiendo el corazón de papel que le regalaba, Lyra le guiñó un ojo —Tú, por supuesto— dijo, con un tono de broma ambiguo, sin dejar claro qué nivel de seriedad había en eso.

    Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Lyra cuando Ileana no solamente le limpió algo de chocolate de a comisura de los labios, sino que además se lo comió ella. Ese juego entre ellas era nuevo. Se habían hecho mayores desde que su relación había cambiado por la entrada de Roger en la vida de Lyra, pero ese nuevo juego entre ellos... Le gustaba. Comió un poco más de helado y dejó que su lengua limpiara sus labios en un gesto delicado, pero manteniendo la mirada fija en su compañera —Oh, no, no es que me dé igual. Pero... Pero quiero divertirme, Lea. Llevo demasiado tiempo encerrada— porque así se había sentido en los últimos meses de relación con Roger. Encerrada. Levantó la mirada de nuevo hacia su amiga y esbozó una sonrisa traviesa —¿Con cuántas chicas has estado? ¿Te han gustado más que los chicos?— preguntó, sin preocuparse en ocultar la curiosidad que afloraba en cada poro de su piel. Mientras, sus pies rozaron los ajenos, acompañando ese juego que habían iniciado.
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    Había dos tipos de personas: las que se arriesgaban, y las que no. Por suerte ella era del primer grupo. En ocasiones estaba bien tener miedo, el mismo nos protegía de tomar decisiones que nos podrían hacer daño, pero también coartaban nuestra libertad. Y ella no iba a dejar que nadie lo hiciera. Por ello disfrutaba del momento, aprendía de sus errores y volvía a levantarse como si nada hubiera pasado. Muchos tendrían que aprender aquel aspecto. Esbozó una alegre sonrisa reclinandose y apoyando la espalda contra el respaldo del sillón, arqueando ambas cejas en un intento de fingir sorpresa. —¿Bisexual?— preguntó —¿Nunca te han dicho que esa orientación no existe? Que sólo son unos  viciosos que les gusta la carnaza— se burló en tono jocoso, dejando que una amplia sonrisa apareciera en sus labios, estirando los brazos hacia arriba y colocándolos detrás de su cabeza, con los dedos entrelazados.

    La risa raspó la garganta de la joven, bajando las manos y deslizandolas por la mesa en su dirección, parando antes de llegar a ella y tomando otra servilleta. —Ajá— contestó —, lo recordaré— bromeó alejándose, cogiendo la cucharilla y tomando un poco de helado de vainilla. Quizás habría acabado allí de todas formas, saltándose la primera clase de la tarde para tomar un helado; y estaba allí, solo que con una compañía inesperada y comiendo acelerada para no llegar tarde a la siguiente clase. Golpeteó con un dedo en sus labios, observándola en silencio, respirando por su boca e irguiendose en su lugar. —Curiosa forma de decirlo— contestó, frunciendo la nariz, pero meneando la cabeza para tomar un poco de helado. Paladeándolo cuidadosamente hasta que los pies contrarios se encontraron, tenues, con los suyos bajo la mesa.

    Estiró las piernas, atrapando las piernas contrarias entre las suyas y tratando de arrastrarla un poco hacia si. Siempre había visto a Eden como alguien tímido, al menos con los demás, por lo que su interés e insistencia sobre el tema de las chicas la sorprendía; no la desagradaba, pero la sorprendía. —He tenido acercamientos diferentes por los que no puedo compararlos— contestó, avanzando con uno de sus pies por las piernas de Eden hasta llegar a la mitad de su muslo, sonreír y alejarlas de ella. —Sólo un par, y hace... ¿Un año?— comentó con cierta duda, golpeteando con un par de dedos en el borde de la copa de helado. —Si quieres divertirte, o probar, podría hablarlo— agregó con un encogimiento de hombros. Era como con los chicos, siempre había un alma 'caritativa' que se ofrecía a enseñarte. —Aunque si quieres una cara y una mano amiga...— insinuó seria para luego reírse, poner dos dedos en la frente contraria y empujarla hacia atrás. —Más comer y menos hablar, que tenemos clases, pervertida— se burló entre risas.
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    Fugitivo
    Lyra no pudo evitar soltar una carcajada (que, pese a serlo, sonó bastante musical), y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, mirando a su compañera, con una sonrisa que oscilaba entre lo travieso y lo desafiante —Oh, pero eso es lo que soy. Una viciosa con ganas de carnaza— bromeó, tomando un poco más de helado de chocolate. Había en el interior de Lyra una quemazón, un impulso, una necesidad de salir de ese caparazón de buenaza que ella misma había creado para ocultarse, para camuflarse durante tantos años de rutinaria relación. Ansiaba una liberación, algo nuevo. Necesitaba sentirse ella misma, sabiendo que llevaba mucho tiempo sin serlo, ignorando sus verdaderos deseos.

    Las piernas de Lea la atraparon bajo la mesa y le dirigió una mirada divertida, sonriendo y participando en ese juego. Terminó enlazando sus piernas con las contrarias, y dejó que Lea le contara sus aventuras con mujeres, permitiéndole ese juego, ese avance de las piernas contrarias por las propias —Bueno, dos está bien— dijo, dudosa, porque sin duda dos era mejor que cero. Su cero. Esbozó una sonrisa jocosa cuanbdo se ofreció a hablarlo, que culminó alzando las cejas, con sorpresa, al recibir la insinuación (¿en broma?) de Lea. Se echó hacia atrás y tomó un poco más de helado, entre risas —No sé si la pervertida de esta conversación soy yo— bromeó, picándola.

    Tras otra cucharada de helado alzó la mirada hasta toparse con los ojos contrarios y, desafiante, ladeó la cabeza —Además... No todo el mundo puede con... Esto— le guiñó un ojo, señalando su propio cuerpo. Es decir, Lyra tenía buena figura, se cuidaba de ello. Y si le servía para picar a su compañera y continuar ese juego, esa lucha de poderes, ese... Lo que fuera que estuvieran haciendo, pues lo aprovecharía. Se relamió los labios y luego se los secó con una servilleta de papel, sintiéndose cada vez más saciada por el dulce que estaban tomando. Sin duda había sido una buena idea dejarse llevar por Lea.
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    V. Ileana Jensen
    Lo cierto es que no podía reprimir las ganas de reír que sentía en aquel preciso instante. ¿De verdad era la misma persona con la que tuvo una amistad antaño? ¿La que estaba con aquel tío estirado de cojones? No pondría la mano en el fuego porque algo le decía que podría acabar quemándose. Sonrió, divertida, pero acompañando aquella sonrisa con un leve encogimiento de hombros. No era algo que contabilizara, tampoco a lo que le diera demasiada importancia; eran: personas. Le importaba un pimiento si eran hombres o mujeres, si la atracción existía no tenía ningún problema. Para qué reservarse con la que estaba cayendo fuera. Solo  quería disfrutar de su vida mientras tuviera tiempo de hacerlo porque, teniendo en cuenta en los lugares que se estaba metiendo y con las personas que estaba hablando, a saber cuándo podía acabar dando un paso en falso y cagándola.

    —¿Yo pervertida? Solo estaba siendo amable, no tomes mi propuesta sino quieres— habló, esbozando una media sonrisa que permaneció allí incluso cuando tomó otra cucharada de helado y dejó que la cucharilla de plástico permaneciera unos segundos más de los necesarios apoyada contra su labio inferior. Alzó una ceja, dejándola a un lado y alzando las manos para rehacer su coleta alta. Quizás debería acompañar su cambio de vida con un corte de cabello radical; ahorrarse el calor también entraba entre los pros de la misma. Se raspó la lengua con lo incisivos, lamiéndose el labio superior antes de sonreír, recorriéndola con la mirada de forma descarada. —Eso tendríamos que verlo— tentó, levantándose del lugar y haciéndole un gesto antes de encaminarse a la barra y pagar el helado, regresando a su lado y tomándola de la mano para que se levantara.

    Tirando de ella hasta el exterior. —Veamos…— comentó soltando su mano para colocarla en su mentón, inclinado la cabeza, recorriéndola lentamente con sus oscuros ojos. —Creo que yo puedo— propuso, acercándose, de súbito, demasiado a ella, colocando las manos sobre sus caderas, deslizándolas lentamente hasta entrelazarlas en su espalda, quedando los cuerpos de las dos jóvenes pegados. —No grites— advirtió en tono bajo, cerca de su rostro. En un abrir y cerrar de ojos tiró de ella hacia arriba, impulsándola hasta colocarla sobre  su hombro derecho. O Eden pesaba lo mismo que todos sus libros juntos o ella era una super heroína y estaba desaprovechando su sobrenatural poder. Cuando la falda de Eden chocó contra su cara se percató de algo, por lo que rodeó su cuerpo con la diestra, para evitar que se deslizara, y colocó la zurda, cuidadosamente, entre sus piernas, atrapando ambos extremos de la tela para que ningún ojo indecente viera más de lo necesario, pero manteniendo su mano a cierta distancia del cuerpo de ella. —Si consigo llevarte hasta el Royal me deberás algo que… ya pensaré— habló comenzando a hablar, sintiendo sus rodillas temblar pero no rindiéndose en absoluto.
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    Lyra E. Pearson
    Fugitivo
    Dejó que Lea pagara el helado, apuntando mentalmente que a lo próximo que fueran a tomar invitaría ella. Estar en compañía de la chica era algo que le estaba sentando genial. Tal vez porque llevaba mucho tiempo sin permitirse hacer algo así sin la presencia de su (ahora ex) novio, tal vez porque echaba de menos tener sus propias amistades, no sujetas a él... El caso es que Lyra sentía que, a ni una hora de haberlo dejado con el chico, ya estaba renaciendo una parte de ella que había parecido apagarse tiempo atrás, cuando empezó su relación de pareja. Cuando Lea regresó hacia ella y tomó su mano, la rubia esbozó una sonrisa y se dejó llevar, alegre, libre.

    Hubo algo en ese gesto que hizo que la piel de Lyra se erizara. No se quejó, en parte le divertía sentir la atenta mirada de su compañera clavada en su rostro, repasando sus facciones, analizándola. Esa diversión creció ante la afirmación de Lea, ante la cual Lyra alzó ambas cejas —¿Oh, crees que puedes de verdad?— y entonces las manos de su amiga, que se habían limitado a sujetar el cuerpo de Lyra, se movieron. No tuvo tiempo a preguntar por qué tendría que gritar, ante la advertencia de Lea de no hacerlo, porque antes de darse cuenta ya estaba sobre el hombro de su amiga, que la cargaba, y no pudo evitar un chillido que terminó en risas. Se agarró como pudo, con miedo a caer de cara al suelo, y notó como Lea se encargaba de que su falda no destapara demasiado sus intimidades, nadie quería eso en plena calle, la verdad —Si consigues llevarme hasta el Royal tendremos que hablar seriamente de dónde sacas toda esa fuerza— comentó, riéndose.

    Pero lo consiguió. Cuando llegaron al colegio, tras muchas advertencias de Lyra que oscilaban entre el "¿Seguro que puedes conmigo?" y el "Como me sueltes ahora y me caiga al suelo te mato", los pies de la rubia volvieron a tocar al suelo por fin. Miró a su amiga, cruzándose de brazos —Bueno, pues supongo que ahora te debo... Algo. Ya me dirás qué quieres— le guiñó el ojo, jovial. Las clases estaban a punto de empezar, por lo que se acercó a su amiga y la estrechó entre sus brazos —A la próxima invito yo— sentenció, con una sonrisa. En parte porque quería mostrar que ella también quería tener gestos amables con Lea, en parte queriendo dejar claro que tenía que haber una "próxima". Se lo había pasado demasiado bien como para no repetirlo.
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