The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
El único motivo por el cual sé que es mi cumpleaños es porque la televisión lo dice. No, no anuncia precisamente que estoy pasando a tener dieciséis, pero sí me dice la fecha de hoy y no puedo evitar sentir cierta amargura al verme solo. No porque me importe el cumplir años, sino porque recuerdo muy bien las experiencias anteriores sobre este día y lo diferente que fueron. Las tortas improvisadas, los juegos en el lago o los picnics en los cuales nos permitían comer un poquito más de lo normal por ser un cumpleaños. Hoy estoy cumpliendo años y mi única compañía es mi sombra y el pastel invisible de mis sueños, porque ni loco me atrevo a preparar uno. Siento que si lo hago, haré explotar la cocina y sé muy bien que Lea me mataría.

Después de una ducha más larga de lo normal en la cual, juro, no intenté ahogarme, me quedo tendido en el sofá meditando todas las cosas que hice mal en mi corta e inexperta vida. Obviando que maté a mi madre este día hace dieciséis años, para variar; me encantaría que Ava no me hubiera dicho esa información ahora que lo pienso, me hace sentir mucho más amargado. Debe ser por eso que apenas reacciono cuando oigo que alguien llama a la puerta y me quedo estático, a sabiendas de que no debo abrir porque Lea tiene llaves y si es alguien más, simplemente no es bienvenido. No puedo ir abriéndole a cualquiera, si consideramos que me están buscando en la televisión. ¿Se imaginan si vas a buscar azúcar y tu vecino es el chico que aparece como enemigo público número dos? Ni hablar. Menos mal que no divulgaron mi apellido real, sino sería un desmadre.

El problema cae en que llaman a la puerta más de una vez y yo me voy hundiendo entre los almohadones, hasta que oigo una voz llamándome y me incorporo con la rapidez de alguien que recibió una patada en el culo. ¿Esa es...? Me quedo aferrado al respaldar a medio camino, con el corazón acelerado. ¿Hace cuánto que no veo a Delilah? Lo último que recuerdo fue despedirme rápidamente el día del atentado, cuando aún estábamos en el loft de la red y de eso ha pasado más de un mes. El secuestro, mi huida... ¿Y jamás he vuelto a verla? ¿Qué hace aquí, justo hoy? No estoy siendo racional cuando me levanto y abro la puerta solo un poco, encontrándome con sus ojos del otro lado, lo que me hace soltar el aire contenido en algo parecido a un jadeo alegre — Eres tú... — no pienso en la posibilidad de alguna trampa cuando abro del todo y tiro de ella para hacerla entrar. Empujo la puerta para volverla a cerrar pero mis ojos están clavados en ella, sintiéndome ahogado por todas las cosas que quiero y necesito decir luego de todo lo que ha pasado. Lo único que consigo hacer es abrazarla, tal vez mucho más fuerte de lo habitual y me siento empezar a llorar, por lo que contengo las lágrimas — Lo siento, lo siento tanto... — por haber caído el día del atentado, por haber sido torturado, por no haber regresado al loft cuando me rescataron y jamás darle ninguna explicación. Por las cosas que le rompí en el pasado, por ser un cobarde, por todo.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
Kendrick ha estado conmigo desde que tengo memoria, excepto de un mes hacia acá. Solo podía pensar en que hoy era su cumpleaños y en que él siempre recordaba el mío; en que me daba regalos, aunque fueran solo ir a hablar con Echo para sacarnos un día libre, o ir al lago. Esos recuerdos era a los que me aferraba por las noches cuando le echaba mucho de menos y la realidad de que él fuera un Black me golpeaba. Costaba asimilar algo como eso cuando habíamos estudiado a ese gobierno como si fueran monstruos, incluso peores que los asesinos que estaban en el poder ahora; pero intentaba recordar que todos se redimen de una manera u otra. Kendrick sigue siendo Kendrick, por mucha sangre Black que lleve entre sus venas. Nunca ha sido como ellos.

Nunca le dejaría ser como ellos.

Ileana me había llamado un par de horas antes de comer y desaparecido del distrito cinco antes de que pudiera preguntar que era lo que quería. Hasta el momento, solo había salido del cinco junto a Dave, así que no pude evitar esa sensación de pánico que se me sobrevino al pecho cuando estábamos en un lugar que no conocía. Ella tocó la puerta y se desvaneció apenas explicándome lo que pasaba, pero me quedó bastante claro que al otro lado de la puerta estaba Kendrick y eso era todo lo que necesitaba saber. No me importaba el donde.

Se me hizo un nudo en la garganta por cada segundo que pasaba sin abrir, a pesar de que insistí, a pesar de que me pegué a la puerta intentando escuchar el interior. Sé que está escondido y sé por qué, así que no le podía reprochar que desconfiara, mucho más ahora, que el apelllido Black era como una diana a su espalda. — ¿Ken? — Llamó, en voz muy baja. Tenía miedo de que la oyera quien no era; aunque no era raro en ella,a costumbrada a tenerle miedo a todo. — Ken, soy yo. Ábreme. —  Casi me deshago al verlo aunque fuera por la pequeña rendija que abrió. Una calidez se me extendió en el pecho y las lágrimas me emborronaron la vista.

Trastabillo un poco cuando tira de mi de forma tan repentina pero ese pequeño vacío del pecho que me da momentáneamente al creer que me caía, se evapora de inmediato cuando me abraza. Verlo llorar hace que se me encoja el corazón y por un instante estoy a punto de echarme a llorar también yo; al final no lo hago pero no sé si es porque ya no me quedan lágrimas de verdad después de todas las noches ahogándolas contra mi almohada, o porque hay una parte de mi que siente que no puedo desmoronarme si quiero mantener a Kendrick entero. Al final, no puedo aguantar el peso de los dos y caemos hacia el suelo, me golpeo un codo pero me da igual, sus brazos me presionan demasiado, pero esto tampoco me importa; la caída la detiene un poco la pared que tengo a mis espaldas y aunque ambos estamos en una posición bastante incómoda, no me importa. Solo le devuelvo el abrazo; solo le acaricio la cabeza. Enredo mis dedos en su pelo y muevo mi pulgar. Cierro los ojos e intento convencerme de que eso es real. De que él es real. — Shh, no importa. Hoy es tu cumpleaños. Hoy te lo perdono todo. — hice todo mi esfuerzo para que no se me quebrara la voz al hablar, sobretodo porque sentía que la que debería pedir disculpas era yo. Por ser demasiado cobarde para mantenernos a todos juntos; por no haber cuidado de él cuando debería haberlo hecho, cuando se lo había prometido a Echo.

Aunque no sabía porqué mierda había hecho una promesa a sí cuando no podía cuidarme ni yo misma.

A ratos se me entrecortaba la respiración cuando las lágrimas amenazaban con salir y tenía ganas de abandonarme a ellas, pero las resistí como pude. Mordiéndome el labio, enterrando mi rostro contra su cabello, pensando en la promesa que me había hecho a mi misma de no volver a llorar... incluso si era difícil sintiendo el calor de sus lágrimas empapándome la ropa. — Ya no llores más... estás bien, y eso es lo que importa. Además acabarás por hacerme llorar también y ya sabes que yo cuando empiezo no puedo parar — acabé aquella frase en una risa bastante cómica; una mezcla entre una tristeza retenida a punta de fuerza de voluntad y la voz algo grave.


Llevé mis manos a una de sus mejillas y la limpié. — ¿Por qué te escondes de nosotros? Sé que estás enfadado pero ¿también conmigo?
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Mi llanto no hubiera salido con tanta intensidad si no fuera por el modo en el cual me abraza, lo suficientemente fuerte como para que su peso no me soporte y ambos caemos al suelo con un peso algo muerto, el cual trato de evitar apoyando brevemente una mano en la pared, esfuerzo que no sirve demasiado. Tampoco me importa. Lilah está aquí, está conmigo, puedo abrazarla y llorar en ella mientras sus dedos tocan mi pelo y las cosas me recuerdan a casa, aunque estemos en el otro extremo de cómo todo solía ser. Ya no somos los niños de los juegos y los cuentos, ya no somos los peques de Echo. Ella siempre tuvo su apellido, yo ahora tengo el mío a pesar de que me niego a tomarlo como propio. Ese pensamiento me hace llorar más fuerte incluso cuando me pide que me perdona, que no llore, que hoy las cosas no importan. Importa tanto...

Lo único que consigue que yo reaccione es que me haga esa pregunta. No es su risa que me recuerda a un llanto ni todo lo que sale de su boca. Es que tengo que apartarme un poco y mirarla entre mis lágrimas para saber que ella nunca me mentiría, que era tan ignorante como yo y que jamás podría enojarme con quien estuvo siempre conmigo, soportando mis ideas aunque fuesen solo eso, ideas. Grandes para un niño, bobas para los adultos — No, yo no... — apenas tengo un hilo de voz, así que me aclaro la garganta — Jamás podría enojarme contigo — es asqueroso saber que es verdad. Quiero decir, no soy tonto y reconozco que cuando era un mocoso me la pasaba mirando lo que ella hacía y cómo lo hacía. Solía pensar que Delilah era la niña con el pelo más lindo y aunque tomarle la mano siempre fue algo normal porque crecimos juntos como hermanos adoptivos, nunca dejó de producirme un cosquilleo especial. Lo que sí es nuevo es el modo en el cual paso mis dedos por su mejilla, tratando de limpiar las lágrimas que son un reflejo de las mías al imitar el gesto que ella tiene conmigo — Solo... No puedo regresar y no quiero que me encuentren. Ese no es mi lugar, Lilah — no cuando me mintieron toda la vida y esa mentira podría ponerlos en peligro. Y aún así... — No tengo idea de cuál es, la verdad.

Me separo con el cuidado de no aplastarla y apoyo las manos en el piso y la pared para impulsarme un poco, hasta conseguir sentarme y recargo la espalda contra la puerta por la cual ella misma ha entrado. La miro como si fuese un espejismo, no muy seguro de que esté aquí conmigo a pesar de haberla tocado hace segundos — Cuando estaba en la prisión, cuando ellos... — se me quiebra la voz, porque creo que a ella no sería capaz de contarle todo lo que me hicieron. Bajo la mirada hacia mis manos, las cuales uno con inquietud — Pensé mucho en ti. De verdad te extrañé y creí que... bueno, que jamás volvería a verte y que no podría... — no me atrevo a completar esa frase, así que muevo las manos y mis ojos regresan a ella — Sabes que soy un Black, supongo — tengo entendido que todos en la red lo saben, los del 14 no debería ser una excepción. Solo espero que eso no la aleje de mí.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
No quería, pero le dejé ir. Resbalé mis manos hasta que su cuerpo dejó de estar a mi alcance y me acomodé mejor en el suelo, cruzando solo una de mis piernas y doblando la otra. Mi pie tocaba el suyo, justo en el talón, y evitaba que resbalara hasta que quedara extendida mi pierna por completo. Sonreí cuando me dijo que no estaba enfadado conmigo y extendí mi mano para tomar la suya. Solo alcancé dos de sus dedos, pero los presioné suavemente para aligerar su carga mientras hablaba.  Me limité a escucharle y a acercarme un poco más, intentando entender que había hecho. Sabía que estaba enfadados porque todos le habían mentido acerca de su procedencia, pero ¿iba a estar así toda la vida?¿Es porque no te lo dijeron desde el principio? — Ojalá Echo hubiera confiado en mi y me lo hubiera dicho, así tal vez habría puesto mucho más empeño en que Kendrick nunca sintiera curiosidad más allá de las cuatro paredes hipotéticas en las que estaban encerrados.

Solo dices tonterías. — le dije, y tomé su mano para ponerla sobre mis piernas en cuanto estuve lo bastante cerca. El dorso de mi mano derecha estaba apoyada en mi muslo, mis dedos enredados en los suyos, y la izquierda cubriendo la de él. — Nosotros siempre seremos tu lugar. — presioné mis manos con fuerza contra las suyas cuando mencionó la prisión e incluso tuve el impulso de dejar de respirar. Absorbí aire y lo dejé dentro de mis pulmones hasta que no resistí más. Yo había estado escondida en el distrito cinco todo el tiempo, y hasta mucho después ni siquiera sabía que él estaba en peligro; me sentí mala persona y horrible, por no enterarme de nada de lo que le pasaba a la gente a la que quería.

Agaché la cabeza y la ladeé ligeramente asintiendo de forma suave cuando me preguntó si sabía que era un Black. A esas alturas ya había digerido la noticia pero seguía pareciéndome algo irreal. — Para mi siempre serás un Duane. — fue todo lo que opiné, porque al fin y al cabo ¿que iba a decirle? Todo lo que sabía de los Black era horrible y ni en mis peores pesadillas quería creer que Kendrick podía ser capaz de todo lo que hicieron ellos, y más.

Recordaba a Arlreth decir siempre que las generaciones posteriores siempre eran mejores que sus predecesoras, lo había dicho en otro contexto con otra intención, pero ahora eso me hacía pensar en si Kendrick sería más cruel que cualquier otro black que hubiera pisado el mundo... Hasta que pensaba en "mejores" como algo positivo. Quizá se convirtiera en el primer Black que salvaba el mundo.

Esa idea me gustaba más.

También sé que ese apellido te pone una diana en la espalda. — eso era lo que más aterrada me tenía. Si yo estuviera en su posición, rechazaría con cada fibra de mi ser ese apellido. — Y que depende de ti, al fin y al cabo. ¿No? Nadie te obliga a ser un Black. Puedes ser solo tú. Y volver a casa. Sé que sientes que todos te mintieron pero ahora que sabes el peligro que corres, ¿no crees que lo hicieron por una buena razón? te mantenían a salvo.
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Conozco a Delilah lo suficiente como para saber que tratará de solucionar esto. Siempre ha demostrado que posee una paciencia superior a la mía y una necesidad de paz que no coincide con los tiempos actuales y, aunque intente entenderme, sé que al final no lo hará. Puede tratar de encontrar una lógica, pero son cosas dentro de mi mente que tengo que solucionar yo solo — Es porque no me lo dijeron y punto. Ya era lo suficientemente grande como para entenderlo y callarme — me quitaron la posibilidad de elegir qué hacer con esa información, de escoger un camino propio. Me obligaron a recorrer el sendero que ellos eligieron para mí y no me dieron otra opción, como si no fuese merecedor de una. Entiendo su preocupación pero... ¿No pensaron en las consecuencias que tendría el ser ignorante en algo como esto?

Me derrito un poco con la manera que tiene de sostener mi mano y la dejo muerta para que haga con ella lo que quiera, recargo un poco mejor la espalda en la puerta y me concentro más en mirar su perfil que en escuchar lo que me dice. No dirá nada nuevo y he pasado diez días en prisión pensando que no volvería a verla, así que me he ganado el derecho de mirarla un poquito de más — Yo no... — quiero enojarme y decirle que mi lugar no es allí donde me mintieron, pero no puedo decirlo, quizá por la punzada que me da en el medio del pecho. Lo bueno de todo esto es que su asentimiento me ahorra el tener que explicarle lo de mi sangre y me sonrío vagamente por sus palabras, enrosco los dedos suavidad para jugar con los suyos — Gracias — digo simplemente. Ser un Black no es una idea que me atraiga, el máximo poder al cual aspiré en mi vida fue el ser el líder de los exploradores en el distrito catorce o ganar un estúpido duelo infantil. Me doy cuenta de que he sido un niño hasta hace poco y mis actitudes me demostraron que debía madurar, pero no pensé que sería de esta manera. No quiero ser parte de la guerra de alguien más y de todos modos hay algo que me retiene aquí, lejos de la calma y seguridad de una familia.

Respiro hondo, pero no contengo el resoplido que delata que no estoy de acuerdo con ella — ¿Llamas al distrito cinco nuestra casa? Porque sigo creyendo que a nuestro hogar lo quemaron hace meses y no tenemos uno — le recuerdo, mi voz suena un poco más dura de lo que esperaba y me obligo a tranquilizarme para poder seguir hablando — Necesito hacer esto, Lilah. Ellos querrán luchar una guerra de la cual no sé si quiero ser parte y para eso necesito conocerme a mí mismo. Me di cuenta de que no sé nada sobre nada — aprender de mi familia es un buen lugar para empezar y no podré hacerlo encerrado con ellos. Hay tanto que no puedo decirle sin que pegue el grito al cielo o se preocupe. Ladeo la cabeza para ver nuestras manos unidas y muevo la mía, busco acariciar su palma con mis dedos. Sí, ahí está, ese cosquilleo estomacal tan familiar pero que se ha torcido un poco. Creo que se ha apagado porque me di cuenta de que hay cosas que no son tan importantes. ¿Qué importancia tiene que me guste una chica cuando hay problemas más grandes? Me hace sentir un tonto y, sin embargo, he pensado mucho en ella en el tiempo que estuvimos separados. Creí que iba a morirme y que jamás pude decirle absolutamente nada. Ahora me enfrento a la idea de que no nos veremos seguido, tal vez me maten mañana y temo no perdonarmelo en forma de fantasma. Quizá es momento de cerrar el círculo, poder aceptar algo que me he tragado durante años para poder continuar. Dejar al niño que se preocupaba por ella atrás y tomar el manto de otras responsabilidades. Todo eso que dicen que incluye el crecer.

Lilah... — siento la boca seca apenas empezar y soy incapaz de levantar la mirada. Creo que he empezado a tomar un color rosado, cosa que espero que no sea verdad porque el solo calor que empieza que subir es un poco bochornoso — Hay algo que siempre quise decirte. Es que... ¿Recuerdas cuando éramos niños y te regalaba hojas caídas? Tú decías que te las daba para que puedas señalar las páginas de tus libros, pero... bueno, no era mi idea — diablos, es una explicación muy cursi. Me rasco el flequillo con la mano que tengo libre y trato de respirar hondo, porque ya no puedo dar marcha atrás. Vamos, he peleado con aurores y un troll, no debería estar temblandome la voz por ella — En realidad quería una excusa para que te acuerdes de mí, ya sabes. Te gustaban y cuántas más tuvieras... — me encojo de hombros y sacudo la mano como si estuviera explicando algo obvio, que creo que no lo es. ¿Cómo hace la gente para confesarse sin morirse en el intento? De verdad, siento que voy a estallar — Lo que quiero decir es que...yo, es que tú... me gustas. Ya sabes, de gustar gustar. Ha sido así desde que tengo memoria — decidido, debo ser un tomate porque me siento arder. ¿Es normal que me esté latiendo el corazón como si hubiera corrido una maratón? — Solo creí que tenías que saberlo — deslizo mi mano para soltarla y me abrazo a mí mismo, bajando la mirada. No puedo creer que acabo de hacer esto.
Kendrick O. Black
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Delilah A. Looper
Fugitivo
No estaba de acuerdo con él ¿cómo estarlo? esa estúpida idea de querer saberlo todo sobre su familia siempre le hizo daño, y si yo hubiera estado en su lugar habría preferido que estuvieran callados. Pero Kendrick siempre fue ese tipo de persona. El que no huye de una casa donde dicen que hay un fantasma, sino se mete a investigar si es verdad. El que es capaz de construir un barco para llegar hasta el fin del mundo y salir de un distrito que, en algún momento, se le quedó pequeño.

Un suspiro sale de mis labios y no le refuto nada, a pesar de que es lo que que quiero hacer. Solo procuro centrarme en no echarme a llorar y en disfrutar del alivio que siento en el cuerpo ahora que sé que está bien y no sigue perdido allí en medio de la nada donde cualquiera podría haberle cortado la cabeza por ser quien es. — ¿Qué? Claro que no — mis palabras salieron atropelladas de inmediato en cuanto la acusación de considerar el cinco como nuestra casa salió de los suyos; pero como él siguió hablando dudó que él hubiera escuchado algo. De todas formas ¿qué iba a decir? él tenía razón, quemaron nuestro hogar hace meses y nunca podremos regresar allí sin que una parte de nosotros muera en cada mirada del lugar en el que crecimos; o que nos lleven a los recuerdos de las personas que ya no están.

Ese dolor fue incrementando gradualmente y cuando él hizo énfasis en el necesito me rompí; aunque solo un poco. — ¿Por qué? — dejé escapar aquellas palabras en medio de un ruego y una súplica cargada de total frustración; el mismo tono de voz de una persona que sabe que está perdiendo una discusión y no tiene ni idea de como arreglarlo. — No importa. Puedes conocerte con nosotros, aquí, a...¿a salvo?. Interrumpí mis palabras al darme cuenta de que no tenían sentido alguno. Nadie estaba a salvo en Neopanem. No podía hacer una promesa así, ni siquiera aunque estuviera totalmente desesperada porque se quedara junto a mi.

Ese silencio que se formó entre ambos me estaba exasperando. Oía mi respiración entrecortada luchando contra las ganas de llorar cuando él dijo mi nombre. Giré mi rostro de inmediato, con una expresión que casi suplicaba que fuese a decirme que cambió de idea en esos pequeños segundos, incluso si yo no había hecho nada. Pero en vez de eso, cambió de tema; claro que recordaba las cosas de cuando eran niños y esas estúpidas hojas, ¿qué importaban ahora?

Quería que se quedara ¿y él hablaba de flores y de cuando eran pequeños? estaba irritada, sí; y algo desesperada, de la forma en la que Kendrick siempre me había desesperado por su forma de pensar, como si se echara todas las responsabilidades del mundo sobre sus hombros. Por eso no me di cuenta de por donde estaba llevando la conversación, ni de la manera torpe en la que acariciaba mi mano, que hacía que de alguna manera me vibrara el pecho y aliviar aun poco todo ese caos mental en el que estaba sumida. Debo admitir que jamás me esperé que Kendrick utilizara las palabras "me gustas" para hablar de mi. — ¿Yo? — Me sentí estúpida por preguntarlo, mientras mis mejillas se tornaban rojas; por un instante fue como haber recibido un chute de adrenalina y al segundo siguiente, esta se hubiera evaporado y se transformara en inseguridad de nuevo. Su mano dejó la mía, y fue como echar algo en falta que no sabías que necesitabas hasta que ya no lo tenías.

Después de lo que pareció una eternidad en la que me sentí congelada, mi mano chocó contra la mejilla de Kendrick en una fuerte bofetada que resonó por la casa e hizo sentir mi palma en carne viva. Al principio le miraba como si aquello me hubiera pillado por sorpresa, pero la segunda bofetada que le pegué, esta vez con la mano contraria, cambió mi expresión. El tercer golpe ya no fue contra su rostro, ya fue contra cualquier parte de su cuerpo porque parecía haberme dejado de importar donde lo golpeaba. Solo quería herirlo, de la misma manera que él lo había hecho conmigo sin saberlo. —¡no puedes hacer eso! ¡no puedes HACERME esto! — mi voz sonaba firme y segura, pero se desmoronó de forma muy repentina. Seguía pegándole justo cuando rompí a llorar. — ¡No puedes decirme que te gusto y luego dejarme sola! ¡no puedes! ¡eres un idiota! ¡idiota! ¡idiota! — ¿era así como se sentía un corazón romperse? — idiota! idiota idiota — fui perdiendo fuerza. Mis golpes fueron cada vez más suaves y cuando quise darme cuenta solo estaba aferrada a su ropa, cayéndome por piezas, justo como prometí que no haría. — No te vayas. No me dejes — Le supliqué justo cuando refugié mi rostro contra su pecho y mi mejilla empapaba su camisa con las lágrimas. Aquellas palabras  habían sonado como una despedida, de esas en las que le das la espalda a la gente a la que amas y no vuelves a mirar atrás jamás; esas donde sabes que perderás la vida y dices todo lo que necesitas decir para poder irte al otro lado sin deudas pendientes... y fue lo que me hizo recordar que él y yo habíamos estado juntos siempre; ¿cómo se supone que iba a vivir sin él ahora?
Delilah A. Looper
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Ella? Sí, ella, mis ojos lo responden incluso antes de siquiera poder decir algo que valga la pena. Sé muy bien que Delilah jamás se ha visto con los mismos ojos que yo lo he hecho durante toda la vida. Sé que se cree débil y sin sentido, como si careciera de los mismos valores o encantos que cualquier otra persona puede tener. Ella no se ha visto bajo mi lupa, desde el lado del niño que creció admirando su forma simple de ver la vida, de gozar su compañía, de usar las noches de verano contando estrellas y preguntándose a su lado cómo se verían desde la otra punta del mundo. Ella es tan especial como todas las buenas memorias y por eso debo dejarla ir.

Pero mis nervios se evaporan cuando lo que recibo como respuesta es una bofetada. La segunda me descoloca el rostro y, por algún motivo, siento que me lo merezco. No es hasta que empieza a golpearme entre insultos que tengo la necesidad de levantar las manos, intentar frenarla, llamar su nombre una y otra vez a ver si eso funciona para que reaccione. Pero ella llora, yo lloro y ni siquiera sé los motivos — ¡Lilah, por favor! ¡Detente! — pero no sirve, da un último golpe y se desarma de esa manera en la cual solo sirvo para rodearla con los brazos y quebrarme en llanto una vez más, dejando que mis lágrimas mojen su cabello, donde he apoyado una mejilla. La aprieto fuerte, como si eso fuese de utilidad para mantenerla aquí unos momentos más. Sus ruegos me hacen débil, tengo la horrible sensación de que debería pedirle que huya conmigo, pero sé que es una idea egoísta y queda descartada en un segundo. Si está conmigo, Delilah abandonaría la seguridad que le brinda el anonimato. Siempre pensé en el futuro, pero jamás creí que nos encontraría separados.

Mis manos acarician su pelo y patinan entre sus mechones como si de esa manera pudiese peinarla; es tan finito que se siente muy suave. Por un momento, hasta me siento mayor. Ser rechazado ya no me da miedo, me doy cuenta de que fue un temor sin sentido porque ella jamás me dejaría, incluso cuando no sintiera lo mismo. Siempre fuimos como la mitad del otro, a nuestro propio estilo — Debo dejarte para crecer — es un susurro agudo, demasiado ahogado en un llanto que no puedo contener — Es mi camino, Lilah. No puedo llevarte conmigo porque prefiero que te quedes a salvo. Que cuides a los demás, que me ayudes a dejar atrás… todo — porque de eso se trata. Hay que pasar página y no puedo hacerlo si sigo hundido en su párrafo. Mis manos se deslizan por su espalda hasta tomar las suyas, trato de apartarla para poder ver su rostro entre lágrimas y me pregunto quién de los dos debe tener los ojos más hinchados. Su nariz se ve roja, como una pequeña frutilla — Si te sirve de consuelo, estoy seguro de que ninguna otra chica me hará sentir lo que tú — intento bromear, pero sé que no sirve como tal. Hay un mundo entero allá afuera, pero sé que no hay más de una Delilah Looper. No voy a mentir, me muero por besarla de una vez. De saber qué se siente antes de cerrarle la puerta. Pero en su lugar, mi yo más cobarde y el que teme añorarla aún más si cruzo esa línea, se conforma con besar sus nudillos de forma cariñosa — Solo quiero que estés a salvo y me prometas que no harás nada estúpido. Volveremos a vernos alguna vez, eso espero. Y sino… bueno, recuérdame como el niño fastidioso de las hojas secas — no quiero decir que si eso sucede, será por culpa de que me han asesinado. Es la opción más factible, pero camuflo mis pensamientos sombríos preocupándome por limpiarle una lágrima bastante gruesa que decora una de sus pestañas — Lo lamento — estoy seguro de que lo haré toda la vida.
Kendrick O. Black
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