The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
Septiembre, primer día de clases. Año 2441.

Muchas cosas pasaron este verano. En primer lugar crecí unos cuantos centímetros y no puedo creer que ya estoy cerca del metro ochenta, mi cabello ya no queda desprolijo al saltar en todas direcciones sino que me da un aspecto rebelde que me encanta. Mi voz ya no suena como si tuviera un silbato atragantado en la garganta, sino que sueno como un casi adulto al que deben tomar en serio. Pero otras cosas pasaron y no fueron tan amigables... Creí que podría solucionarlo quedándome en casa, con la compañía de mi hermano que no tiene más que pensamientos agradables en su cabeza, pero hoy ha llegado la hora de regresar al colegio y enfrentar quien sabe qué allí.

Ni bien llego al tumulto de gente las voces empiezan a aparecer en mi cabeza, una tras otra contándome cosas que no quiero saber. Escucho el miedo de algunos por los juegos, también las ganas que tienen otros de ser seleccionados como tributos ¿Qué demonios les pasa? Mis intentos por cubrirme los oídos y dejar de escucharlos no hacen mucho, sino que elevan el volumen de los que notan mi comportamiento extraño haciéndome llegar toda clase de teorías, una más estúpida que la otra sobre el por qué de mis acciones.

-¡Cállense! - pido y frunzo el ceño con la esperanza de que haciendo fuerza las cosas se calmen pero no ocurre. Una nueva palabra comienza a sonar en mi cabeza "Esquizofrenia" - ¡No estoy loco! - me defiendo de esos pensamientos ajenos pero no hacen más que lanzar leña al fuego. No es esquizofrenia, es legeremancia, una habilidad maravillosa que tengo que ocultar si no quiero que me cataloguen como mago, es un secreto, mis padres me han explicado las mil y una razones que tengo para resistir esto.

Ya sin tolerar más me hecho a correr lo más lejos que puedo hasta que encuentro una plaza vacía, no hay más que un árbol en el centro y lo uso de apoyo para mi espalda cuando me dejo caer en el suelo. Se me escapan unas cuantas lágrimas de alivio pues por fin se han callado las voces. No sé como aguantarlo, no estoy listo para tener las mentes de todos dentro de mi cráneo ¿Acaso tengo que vivir apartado de ahora en más? ¿Qué tal si me eligen para los juegos? ¿Deberé leer la mente de todos allí? Quizás sea una ventaja pero suena a sufrimiento por 23 y no me agrada.
Viktor R. Carstairs
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Legeremens - Carlie IqWaPzg
Invitado
Invitado
Lo cierto es que estaba agotado, y eso que apenas acababa de empezar. Y es que esa noche había estado haciendo prácticas desde la caída del sol hasta casi su salida… turno doble de prácticas. Por mucho que me gustase lo que había escogido estudiar —aunque no era lo que más me apasionaba, pues eso no podría estudiarlo—, me cansaba como todo el mundo.

Medicina era una profesión muy sacrificada y yo estaba cien por cien dispuesto a dedicarme a ella con toda mi pasión, pero nada de eso me quitaba el sueño que tenía. Sin embargo, cuando llegué a casa y fui a echarme una siesta para descansar un poco antes de tener que volver a meter la cabeza en los libros para el repaso previo a las prácticas que me gustaba hacer, puse la cabeza en la almohada y así me quedé. No fui capaz de quedarme dormido.

No soportaba quedarme dando vueltas en la cama, por lo que volví a levantarme y salí de casa, sin acordarme siquiera de peinarme, para dar un paseo bien largo. Era frustrante tener sueño y no poder dormir, pero ya me había pasado múltiples veces desde que había empezado a estudiar en la universidad… y no sólo ahí, también me ocurría a veces cuando estaba en edad de poder ser enviado a los juegos… daba gracias de haberme salvado.

En mi paseo por el distrito vi a un chico correr como alma que lleva el diablo hacia la plaza. Curioso, me acerqué, fue entonces cuando vi que estaba llorando.

Ey, chico, ¿qué te ocurre? ¿Te puedo ayudar?

Por dentro sólo podía lamentar verle sufrir, aunque fuese desconocido, sobre todo porque era muy joven. Incluso me agaché a su lado para estar más a su altura, aunque estaba seguro de que de pie él sería más alto que yo.
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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
Respiro una, dos, tres veces y al final logro calmarme. Pronto mi cuerpo también vuelve a la calma por el pique desde la escuela hasta aquí pero por alguna razón las lágrimas siguen allí. Yo no soy así, no soy una niña pequeña que anda llorando por los rincones ¿Por qué ahora? No puedo dejar que Rowie me vea de esta forma, eso seguro, ya que se preocuparía de más y eso no es bueno para nadie. Aún recuerdo aquella vez que me rompí la pierna jugando al soccer con los vecinos... El pobre no se apartó de mi lado y eso que aún estaba en pañales.

El silencio se ve interrumpido por una nueva voz, pero esta no es acusadora así que logro contenerla por unos momentos. Cada vez se hace más fuerte hasta que escucho pensamientos un poco preocupados por mí así que me giro a verlo pues claramente se acerca a hablarme - Estoy bien - me apresuro a responder con un tono quizás demasiado brusco ¿Por qué soy así? El tipo solo está intentando ser amable- Sí, soy bastante alto - respondo luego pero caigo tarde en la cuenta de que no dijo aquello en voz alta.

Aprieto fuerte los párpados y me muerdo la lengua pues esta clase de comportamientos son los que me llevarán a morir en los juegos mágicos catalogado de mago. No quiero ni pensar en eso - Crecí este verano y todos me lo dicen - intento arreglarlo por el camino - Entonces antes de que me digas algo te lo digo yo, si soy alto - y dicho eso me pongo de pie de un salto y limpio las lágrimas de mis mejillas - ¿Quién eres? Nunca te he visto - pregunto luego con desconfianza.
Viktor R. Carstairs
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Invitado
Invitado
Me sorprendió el tono con el que me contestó. Me habría esperado algo más tembloroso o lloroso, pero no aquello. Aun así, tampoco me pareció tan raro una vez pasada la primera impresión, pues los adolescentes solían ser así… la pubertad era difícil, pero más lo era en un mundo en el que había que esperar cada año si no morirías al siguiente hasta cumplir la mayoría de edad… yo aún tenía pesadillas recordando aquello, aún tenía miedo al pensar en ello, aún se me partía el corazón viendo cómo enviaban a niños y jóvenes a los juegos.

Era horrible. Y eso que yo no había ido nunca a la arena… sabía perfectamente que de haber sido seleccionado habría perecido allí y, seguramente, de los primeros, porque yo no habría sido capaz de matar a nadie… yo estaba hecho para curar, para salvar, no para quitar vidas. Sacudí la cabeza, centrándome en la conversación, pues había otra cosa que me había sorprendido aún más que su brusquedad al contestarme. Y es que había dicho algo respecto a su altura. Yo no le había dicho nada.

¿Cómo iba a decirte algo de tu altura? No te conozco… es muy diferente a que quiera ayudarte. Es evidente que no estás bien, pero si no quieres ayuda no voy a insistir —dije amablemente, no quería agobiarlo, sobre todo porque ni siquiera nos conocíamos—. Me llamo James Car… James Mackenzie, pero puedes llamarme Jim si quieres —respondí—. Vivo a unas calles de aquí. Supongo que te has escapado de clase.
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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
Resoplo y ruedo los ojos pues no necesito que un extraño venga a decirme que no estoy bien ¡Ya lo sé! ¡Maldita sea! De estar bien estaría durmiéndome en el fondo del salón de clases y no llorando debajo del árbol más apartado que pude encontrar en el distrito - No creo que puedas ayudarme - respondo a lo que dice aun con el ceño fruncido, pero mi voz suena mucho más amable que antes. Quizás sus intensiones son buenas pero a no ser que tenga el secreto para que los legeremantes apaguen las voces, será difícil. Ni mis padres lo saben y ellos son magos...

Escucho su presentación e inclino la cabeza hacia un costado cuando queda a mitad de un nombre y sonrío al escucharlo entero en mi mente. Bueno, quizás no es todo malo y creo que esta es la primera sonrisa en todo el verano - Un placer, Carlisle... Carlie suena mejor - bromeo con él pero me arrepiento de inmediato pues lo estoy haciendo de nuevo ¿Es que no puedo mantener la boca cerrada? Pareciera que tengo algo pinchándome en el culo que me obliga a decir todos los secretos que llegan a mi cabeza. Aunque en mi defensa ¿Qué clase de nombre es Carlisle?

- Soy Viktor R. Carstairs - me presento encogiéndome de hombros. Probablemente eso termine con mi anonimato pues mis padres son las personas más sociables de todo el 11. No tienen un negocio importante ni nada pero en cada esquina parecen armar una amistad nueva. No sé por qué yo no soy así, supongo que Rowie se llevó todos los dotes de sociable - Y sí, me escapé de clases. Me falta solo un año para terminar así que no es la gran cosa ¿Qué podrían enseñarme que ya no sé?
Viktor R. Carstairs
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Invitado
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Definitivamente el chico estaba bastante molesto: primero resopló y puso los ojos en blanco. Y ya cuando dijo que no creía que pudiese ayudarlo con aquel ceño fruncido, si bien su tono no era tan desagradable como la vez anterior, me quedó más que claro. Iba a despedirme para marcharme y dejarlo tranquilo cuando lo vi sonreír y después escuché aquello. Mis ojos se abrieron de par en par. ¡Me había llamado Carlisle! Era imposible que hubiese sacado eso de la nada, mi segundo nombre no era uno muy común.

Antes de decir nada, miré a todas partes intentando no ser demasiado llamativo o sospechoso, pues no quería que nadie se nos acercara y nos pillase en una conversación furtiva. Entonces me acerqué un poco más a él, sin pensar que eso pudiese incomodarlo, pues sólo estaba centrado en mi reciente averiguación.

Ten cuidado con esas cosas, Viktor, podría pasarte con un muggle… —le dije con cierta preocupación en el rostro y un volumen de voz bajo— No te he dicho que me llamo Carlisle, así que debes de ser un legeremante. ¿Puedes controlarlo? ¿O quizá es por eso que te has ido de clase tan pronto? —seguía usando la voz baja porque no podía permitir que nadie supiera que ambos éramos magos.

Ya después de un momento de preocupación inicial, pude darme cuenta de que había dicho “Carstairs”. Conocía ese apellido, eran personas muy agradables y queridas en el distrito 11, no sabía que también eran magos… o quizá no lo eran. Después de todo, la magia no siempre se heredaba directamente de los progenitores.
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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
Ohhh... Mierda. Para ser alguien tan cerrado hablo demasiado sobre las cosas que pasan por mi cabeza. Se me para el corazón por un momento hasta que dice que es es mago también y puedo respirar con tranquilidad. Me he salvado, por poco, pero no es una victoria pues acabo de revelarle a un completo desconocido que tengo una habilidad que podría ser usada para el bien o para el mal. Conociéndome sería para el mal o al menos esa versión tendrá el público para que crean que soy mas rudo de lo que en realidad soy.

El tipo se acerca y lo observo desde arriba con una ceja en alto. De acuerdo, es un secreto, debemos tener cuidado pero no parece haber nadie a kilómetros a la redonda, además es un horario no muy concurrido pues están todos trabajando o en la escuela - Si te acercas un poco más terminaré besándote - bromeo con una sonrisa traviesa. De acuerdo, no debería bromear así con alguien mayor, ya veo que de verdad lo hace y luego mis padres lo denuncian por abuso o algo así. Que tanto... Coquetear con chicos mayores es más divertido, además debo empezar a hacer uso de mi look adolescente ahora que dejé de ser un intento alien de humano.

- No puedo - respondo cruzándome de brazos. No me agrada nada tener que admitir algo así en voz alta pero ¿Quién sabe? Quizás eso de hablar a corazón abierto y ser honesto con alguien más a parte del espejo sirve de algo. Como una terapia en dónde no tengo que pagar absolutamente nada ¡Ja! Pobre tipo desconocido que lo usaré de psicólogo, igual parece una buena persona... De esos a los que puedes picarlos con el dedo en la mejilla y no te dirán nada en absoluto.

Lo tomo de la mano para que se siente conmigo al pie del árbol y pongo mis pensamientos en orden para que mi nuevo psicólogo a la fuerza me entienda - No quiero escucharlos, todos tienen cosas negativas en la cabeza que no quiero saber... Las gente no es honesta ¿Sabes? Se guardan lo peor para ellos - comienzo dejando caer mis hombros y mirando el cielo pensativo - Los odio.
Viktor R. Carstairs
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Invitado
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Mis ojos se abrieron de par en par cuando escuché aquellas palabras viniendo de un crío de ¿cuánto? ¿Catorce, quince años? mostrando aquella sonrisa que no hizo más que provocarme un escalofrío. Yo tenía veintidós años y él era un adolescente menor de edad… ¿cómo se le pasaba por la cabeza decirme aquí? Después de la reacción en mi rostro, me aparté inmediatamente de él, espantado. Nunca nadie había intentado ligar conmigo, mucho menos un chico tan joven… intenté pensar que no había hablado él, sino las hormonas, para no comerme la cabeza durante más tiempo con eso. Después de todo… yo sólo me había acercado a ayudar.

Y, en efecto, el chico necesitaba ayuda. Entonces caí en que yo no tenía ni idea de cómo dársela. No era legeremante, así que no sabía cómo lidiar con aquello. Lo más que podía hacer era intentar aplicar algún método médico… o aconsejarle hacer yoga, alguna cosa que estimulase su mente y la dejase libre de pensamientos externos, ajenos. A menudo las personas se enfrascaban en sus problemas y preocupaciones y no conseguían avanzar, quizá un método bueno para eso podía serlo también para un legeremante.

Casi sin darme cuenta, me había tomado de la mano. Hice un esfuerzo por no apartarme de nuevo, pues el chico ya no parecía estar siendo controlado por las hormonas. Me senté a su lado, guardando un poco las distancias, y lo observé y escuché mientras él se explicaba. Se le veía muy frustrado… y enfadado con el mundo. Podía entenderlo. No por experiencia propia, pues yo era más de aceptar lo que ocurría y tratar de seguir adelante, pero siempre me había caracterizado por saber ponerme en el lugar de los demás.

Muchas personas son malas —expliqué, mirando hacia el frente, colocando las manos sobre mis piernas dobladas delante de mi pecho—. Pero, sin duda, la mayoría cuando calla “lo peor” es porque no quiere herir a los demás. A veces creemos que sólo queremos la verdad, que es lo único que importa, pero a menudo saber esa información sólo nos hace daño. Y al final es en vano, porque la verdad de una persona no es nunca la verdad absoluta, así que ¿para qué hacer daño a los demás con algo que no es indiscutible? —dije y suspiré levemente— Es normal que la gente piense muchas cosas feas… porque vivimos en un mundo en el que debemos callar para no morir.
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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
Creo que me pongo todo rojo de contener la carcajada al escuchar lo que pasa por su mente cuando le digo que voy a besarlo ¡Calma, vaquero! Era solo un chiste... Pero de solo ver su espanto me dan ganas de hacerlo realmente. No lo hago, él está siendo bueno conmigo y lo último que quiero es echarlo a perder por abusar del poder del que me estoy quejando. Aunque ya que le espanta tanto que sea menor de edad quizás pueda volver a intentarlo en unos cuántos años, sí, definitivamente lo haré. Vivimos en el mismo distrito así que no se me será difícil encontrarlo.

Observo como se sienta a mi lado y sonrío con ternura pues es lo que provoca, no se lo ve cómodo para nada y parece más estar a punto de cenar con los mismísimos Black antes que charlando con un chico bajo un árbol. Le caería bien a mis padres, a ellos les gusta mantener las formas... Desgraciadamente les tocó alguien como yo de hijo así que no puedo satisfacerlos, al menos tienen a Rowie, él sí es todo un señorito. Pero en fin, al menos habla con la verdad y puedo leer como de verdad lo piensa.

- Pero a mí me lastiman de todas formas - intento refutar con el ceño fruncido y apretando incluso más los brazos sobre mi cuerpo. No quiero caerle bien a todo el mundo pero ¿Por qué no pueden ser un poco más tolerantes? Cómo por ejemplo Carlie quien por un poco más le agarra un paro cardíaco por mi broma pero no ha sido malo al respecto o Rowie quien se enfada cuando me como sus cereales pero jamás pasa al plano de lo agresivo.

- Solo espero no tener que ir a los juegos porque escuchar morir a todos debe ser... horrible - confieso mirando el suelo. Debo entrenar para mantener mi mente a raya, eso seguro, quizás haciéndolo con distracciones y apagando los sonidos uno a uno como si fueran voces. Al menos el sonido de la licuadora no me lastimará emocionalmente, tampoco el de la televisión - Bueno, mi verdad sí es absoluta y es que todos son idiotas - agrego con una sonrisa orgullosa - No tú, tú me caes bien - me apresuro a agregar y me levanto de un salto antes de que la situación se ponga más cursi - ¿Dónde vives? Te acompaño a casa. Aún no quiero volver.
Viktor R. Carstairs
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Legeremens - Carlie IqWaPzg
Invitado
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Suspiré levemente, no por fastidio, sino por compasión. Me lamentaba de que el chico sufriese en exceso porque, aparte de todo lo que nos sucedía como magos y como miembros de aquella sociedad tan estricta y horrible, encima tenía una habilidad que le hacía escuchar todo lo que pensaban los demás. Un día la controlaría, de eso estaba seguro, pero por el momento sabía que lo pasaría mal. Y yo nunca había tenido que soportar algo así, pero la adolescencia ya había sido suficientemente dura sin ella, así que tener miles de voces en tu cabeza con el añadido de tus propias preocupaciones debía de ser complicado de sobrellevar.

Lamento que te lastimen de cualquier modo —fue lo único que dije, porque pensé que no serviría de nada intentar convencerlo de algo, él pensaba de una forma y yo de otra, lo mejor que podía hacer era intentar apoyarlo y ya está—. Si en algún momento necesitas ayuda, puedes acudir a mí, no vivo muy lejos de aquí. No he pasado nunca por eso, pero… no me rindo fácilmente cuando se trata de ayudar a alguien que lo necesita —comenté con una sonrisa cándida y palmeé su hombro.

Pero el gesto desapareció de mi rostro cuando escuché lo que dijo después. Nadie debería pasar por algo así, sentir ese miedo, nunca, pero mucho menos siendo tan joven… Suspiré de nuevo, mirando hacia el suelo. Aunque no me dio tiempo a decirle nada al respecto y me hizo reír cuando dijo lo siguiente. No iba a contrariarlo en eso tampoco, los adolescentes comúnmente odiaban el mundo que los rodeaba y no era buena idea intentar convencerlos de que hicieran lo contrario. Además, había dicho que yo le caía bien, por lo que consiguió que una sonrisa se mantuviese en mi rostro.

Me alegro de caerte bien —comenté con tono afable—. Debería ser yo quien te acompañase de vuelta al instituto, Viktor, pero está bien; como te dije, no vivo muy lejos —dije y comencé a caminar hacia mi casa, no tardaríamos mucho en llegar.
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