VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Es puro protocolo, un trámite completamente innecesario, pero levantar sospechos hoy en día en el cuerpo de Aurores es, sin duda, algo a lo que no quiero arriesgarme. Que la vida en el Capitolio va a empezar a sentirse más preocupante que de costumbre es una realidad. Sin embargo, pese a todo, el mundo no parece darse cuenta de la gravedad de la situación. Y lo sé porque todo el mundo actúa como si lo normal fuese todo lo que está pasando, cuando en el fondo todo es un efecto colateral del juego de poder que el gobierno lleva empleando desde que atajaron el control absoluto de una nación que, por días, yo pensaba próspera y libre de tentaciones. Ni siquiera la imagen de mi padre me ha enternecido suficiente para que me muestre preocupado. Es por eso que la revisión de seguridad de las varitas se está llevando a cabo, y esa es la sencilla razón por la que me encuentro abandonando el despacho de Riorden cuando todo el proceso ha acabado.
Ataviado con una gabardina y un semblante serio, doy gala de mi gesto despreocupado y saludo al par de personas que, fuera, esperan su turno con una paciencia envidiable. Les sonrío, adecuándome a la tensión que se ha propiciado en todo el Ministerio, y guardo mi varita tan pronto como soy consciente de que no es necesaria llevarla en ristre a todos lados. Eso no genera más que una tensión en el cuerpo del resto de empleados que, al saberme miembro del grupo de aurores, no duda en que la llevo fuera por algo. La sola idea de pensarlo me hace reír internamente. De mi imaginación de mierda nace una imagen desvergonzada y, a ratos, lasciva. Debería dejar de ser tan desinteresado.
Camino un par de pasos hasta que mis pies se detienen a observar a una figura que, ajena al resto, no parece estar pasando por su mejor momento. Lo conozco, nos conocemos. Riley no parece encontrarse bien. Al menos no cuando su semblante es más serio de lo normal, y teniendo en cuenta de que eso es continuamente... suelto un suspiro. No me preocupa, no soy quién para interesarme por los problemas ajenos, pero el científico siempre ha sido peculiar hasta para presentarse. Un nuevo suspiro, ¿de qué me molestaré tanto? El pasillo, cubierto por carteles de aquellos rebeldes más buscados, me hace detenerme en la figura del chico que sigue a la imagen de Stephanie Black. Alzo una ceja, frunciendo el ceño ante lo que sé y el resto desconoce, y presto entonces toda mi atención en Riley con los brazos cruzados.
—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunto, un tanto indiferente, mientras busco de alguna manera que Kavalier se percate de mi presencia—. Si estás buscando el despacho de Riorden lo tienes ahí al lado —argumento, señalando con mi índice el camino que dirige hasta el despacho del ministro. La figura parece hacerse cada vez más pequeña y yo no sé exactamente cómo tratarlo. Estoy por ponerme de cuclillas para enfrentar mi rostro al suyo, pero no lo veo tan necesario, ¿o sí?
—¿Estás bien? Deberías dormir más, tanto laboratorio te va a fundir el cerebro —Ruedo los ojos, un tanto apabullado. Las ratas de laboratorio son necesarias, no lo niego. Pero ver un poco más el Sol durante las mañanas es, sin duda, algo que necesitan. O terminarán perdiendo la cordura. Capaz que Riley está en pleno proceso de hacerlo.
Ataviado con una gabardina y un semblante serio, doy gala de mi gesto despreocupado y saludo al par de personas que, fuera, esperan su turno con una paciencia envidiable. Les sonrío, adecuándome a la tensión que se ha propiciado en todo el Ministerio, y guardo mi varita tan pronto como soy consciente de que no es necesaria llevarla en ristre a todos lados. Eso no genera más que una tensión en el cuerpo del resto de empleados que, al saberme miembro del grupo de aurores, no duda en que la llevo fuera por algo. La sola idea de pensarlo me hace reír internamente. De mi imaginación de mierda nace una imagen desvergonzada y, a ratos, lasciva. Debería dejar de ser tan desinteresado.
Camino un par de pasos hasta que mis pies se detienen a observar a una figura que, ajena al resto, no parece estar pasando por su mejor momento. Lo conozco, nos conocemos. Riley no parece encontrarse bien. Al menos no cuando su semblante es más serio de lo normal, y teniendo en cuenta de que eso es continuamente... suelto un suspiro. No me preocupa, no soy quién para interesarme por los problemas ajenos, pero el científico siempre ha sido peculiar hasta para presentarse. Un nuevo suspiro, ¿de qué me molestaré tanto? El pasillo, cubierto por carteles de aquellos rebeldes más buscados, me hace detenerme en la figura del chico que sigue a la imagen de Stephanie Black. Alzo una ceja, frunciendo el ceño ante lo que sé y el resto desconoce, y presto entonces toda mi atención en Riley con los brazos cruzados.
—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunto, un tanto indiferente, mientras busco de alguna manera que Kavalier se percate de mi presencia—. Si estás buscando el despacho de Riorden lo tienes ahí al lado —argumento, señalando con mi índice el camino que dirige hasta el despacho del ministro. La figura parece hacerse cada vez más pequeña y yo no sé exactamente cómo tratarlo. Estoy por ponerme de cuclillas para enfrentar mi rostro al suyo, pero no lo veo tan necesario, ¿o sí?
—¿Estás bien? Deberías dormir más, tanto laboratorio te va a fundir el cerebro —Ruedo los ojos, un tanto apabullado. Las ratas de laboratorio son necesarias, no lo niego. Pero ver un poco más el Sol durante las mañanas es, sin duda, algo que necesitan. O terminarán perdiendo la cordura. Capaz que Riley está en pleno proceso de hacerlo.
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Estoy intentando ser alguien diferente al que era hace un par de meses, alguien más fuerte, enterado de lo que ocurre y entregado a la seguridad de su país pero ni bien escucho las primeras palabras en el Wizengamot sé que estoy intentando ir demasiado rápido. Me apena no tener a nadie a mi lado y siento que estoy fallando en todo el asunto de la independencia ¿Qué clase de persona no puede aguantar un corto juicio? Incluso uno en el que se declara abiertamente la guerra...
No me quedo a la quema pues eso ya sería pedir demasiado, en cambio deambulo por los pasillos del nuevo ministerio hasta encontrar mi nuevo laboratorio. Es diferente al anterior, más limpio y ordenado aunque estoy seguro de que eso solo se debe a que es la primera vez que lo piso. Hay una gran mesa en el centro que sirve para las proyecciones holográficas y un gran escritorio que supongo es donde trabajaré. Debo comenzar por algún sitio pero no tengo idea de dónde... Estamos en guerra así que será mejor concentrarme en ayudar a los aurores, reparar mi error del pasado por el cuál jamás encontraron ni siquiera los cuerpos de ese escuadrón desaparecido.
Pasan las horas y al final termino haciendo nada. Decido ir al departamento de defensa para hacer mi revisión de varita pues es un trámite necesario pero tampoco logro llegar allí. Me quedo viendo los carteles de los buscados apoyando mi espalda contra la pared. Lara podría estar ahí si hubiese seguido con la estúpida idea de considerarlos inocentes... Pero también me apena ver niños ¿De verdad es necesario poner un precio por sus cabezas?
Mientras todos estos pensamientos cruzan por mi cabeza me deslizo por la pared hasta quedar sentado en el suelo, solo reacciono cuando la voz de Solberg me sobresalta y mi cerebro comienza a procesar una manera socialmente aceptable de responder. Creí que ya había superado ese asunto de la incomodidad pero al parecer los aurores fuertes y agradables a la vista siguen siendo un problema para mí - Sé dónde está solo... me estoy tomando un momento - respondo sin levantar los ojos para verlo.
Sonrío con lo siguiente y de alguna forma esas palabras me dan fuerzas para poder afrontar la conversación - Creo que hoy se me puede permitir estar fuera de mi eje, estamos en guerra - respondo luego alzando mi cabeza para buscar contacto visual. Debería levantarme así que elevo una mano para que me ayude a hacerlo o que se siente conmigo, lo que prefiera - Y por el contrario, estar en el laboratorio es lo único que me mantendrá cuerdo... Siempre concentrado en el trabajo, con una meta fija - aunque no estoy seguro de qué podría hacer ¿Armas quizás? - ¿Tú no estás nervioso?
No me quedo a la quema pues eso ya sería pedir demasiado, en cambio deambulo por los pasillos del nuevo ministerio hasta encontrar mi nuevo laboratorio. Es diferente al anterior, más limpio y ordenado aunque estoy seguro de que eso solo se debe a que es la primera vez que lo piso. Hay una gran mesa en el centro que sirve para las proyecciones holográficas y un gran escritorio que supongo es donde trabajaré. Debo comenzar por algún sitio pero no tengo idea de dónde... Estamos en guerra así que será mejor concentrarme en ayudar a los aurores, reparar mi error del pasado por el cuál jamás encontraron ni siquiera los cuerpos de ese escuadrón desaparecido.
Pasan las horas y al final termino haciendo nada. Decido ir al departamento de defensa para hacer mi revisión de varita pues es un trámite necesario pero tampoco logro llegar allí. Me quedo viendo los carteles de los buscados apoyando mi espalda contra la pared. Lara podría estar ahí si hubiese seguido con la estúpida idea de considerarlos inocentes... Pero también me apena ver niños ¿De verdad es necesario poner un precio por sus cabezas?
Mientras todos estos pensamientos cruzan por mi cabeza me deslizo por la pared hasta quedar sentado en el suelo, solo reacciono cuando la voz de Solberg me sobresalta y mi cerebro comienza a procesar una manera socialmente aceptable de responder. Creí que ya había superado ese asunto de la incomodidad pero al parecer los aurores fuertes y agradables a la vista siguen siendo un problema para mí - Sé dónde está solo... me estoy tomando un momento - respondo sin levantar los ojos para verlo.
Sonrío con lo siguiente y de alguna forma esas palabras me dan fuerzas para poder afrontar la conversación - Creo que hoy se me puede permitir estar fuera de mi eje, estamos en guerra - respondo luego alzando mi cabeza para buscar contacto visual. Debería levantarme así que elevo una mano para que me ayude a hacerlo o que se siente conmigo, lo que prefiera - Y por el contrario, estar en el laboratorio es lo único que me mantendrá cuerdo... Siempre concentrado en el trabajo, con una meta fija - aunque no estoy seguro de qué podría hacer ¿Armas quizás? - ¿Tú no estás nervioso?
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Por un momento temo que se vaya a echar a llorar. La situación sería un tanto decepcionante. Sin embargo, y aunque una parte de mí hubiese esperado eso mejor que tener que ver cómo su seriedad intenta apagar el sentido del humor que se ha instaurado en mi cerebro, Kavalier responde y yo simplemente me limito a observarlo. Como si supiese leer el lenguaje corporal. Tampoco hay que ser un hacha para saberlo. No se siente cómodo, desprende una negatividad absoluta y sus palabras suenan arrastradas aunque parece esforzarse por decirlas sin que suene deprimente.
Alzo ambas manos, que se plantan en mi nuca en un gesto despreocupado, y alzo una ceja con diversión cuando sus palabras siguen sonando y sé que he sido capaz de, al menos, conseguir que fuerce una sonrisa. —¿Estamos en guerra? Ni siquiera lo había notado, ¿no piensas que el mundo exagera más de la cuenta? —bromeo, con la intención de sacar aquel pensamiento de su cabeza. Sujeto su mano y cuando estoy por levantarlo, cambio de opinión y me siento justo en frente para observarlo de mejor manera—. Si lo que te preocupa es eso, Riley, puedo asegurarte de que no es tanto como lo plantean —miento esta vez. Es grave, todos lo sabemos, y sé que restarle importancia no ayudará a que me centre en mis tareas. Pero no es algo de lo que debamos preocuparnos hasta que se dé el primer ataque. Y, conociendo a los altos dirigentes, dudo mucho que se atrevan a dar el primer paso sin saber exactamente dónde se esconden.
—Si te digo que sí, eso haría que tú estés más nervioso, ¿verdad? —replico, con el ceño fruncido. Es obvio que la mayor de sus preocupaciones es la guerra. Jugueteo con mis propios dedos, tamborileándolos unos instantes, para luego continuar con lo que estaba diciendo—. Está bien, no lo estoy —aseguro, convencido, pues sé que no lo estoy y mis gestos son, sin duda, la clara imagen de la despreocupación aquel día—. No dejo pasar que todo se está jodiendo, eso tengo que reconocértelo pero... los nervios no nos harán llegar a ninguna parte —señalo entonces el conjunto de carteles con todos los buscados—. Hasta ellos deben saberlo, Riley. De otra manera no podrían vivir y terminarían entregándose —finalizo, colocándome un poco más cerca mientras llevo una de mis manos a su hombro. Lo he visto en las películas, transmite confianza y sonreír libera del todo a la persona que tienes delante de cualquier deje de inseguridad.
No sé si con Riley funcione.
Alzo ambas manos, que se plantan en mi nuca en un gesto despreocupado, y alzo una ceja con diversión cuando sus palabras siguen sonando y sé que he sido capaz de, al menos, conseguir que fuerce una sonrisa. —¿Estamos en guerra? Ni siquiera lo había notado, ¿no piensas que el mundo exagera más de la cuenta? —bromeo, con la intención de sacar aquel pensamiento de su cabeza. Sujeto su mano y cuando estoy por levantarlo, cambio de opinión y me siento justo en frente para observarlo de mejor manera—. Si lo que te preocupa es eso, Riley, puedo asegurarte de que no es tanto como lo plantean —miento esta vez. Es grave, todos lo sabemos, y sé que restarle importancia no ayudará a que me centre en mis tareas. Pero no es algo de lo que debamos preocuparnos hasta que se dé el primer ataque. Y, conociendo a los altos dirigentes, dudo mucho que se atrevan a dar el primer paso sin saber exactamente dónde se esconden.
—Si te digo que sí, eso haría que tú estés más nervioso, ¿verdad? —replico, con el ceño fruncido. Es obvio que la mayor de sus preocupaciones es la guerra. Jugueteo con mis propios dedos, tamborileándolos unos instantes, para luego continuar con lo que estaba diciendo—. Está bien, no lo estoy —aseguro, convencido, pues sé que no lo estoy y mis gestos son, sin duda, la clara imagen de la despreocupación aquel día—. No dejo pasar que todo se está jodiendo, eso tengo que reconocértelo pero... los nervios no nos harán llegar a ninguna parte —señalo entonces el conjunto de carteles con todos los buscados—. Hasta ellos deben saberlo, Riley. De otra manera no podrían vivir y terminarían entregándose —finalizo, colocándome un poco más cerca mientras llevo una de mis manos a su hombro. Lo he visto en las películas, transmite confianza y sonreír libera del todo a la persona que tienes delante de cualquier deje de inseguridad.
No sé si con Riley funcione.
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Ni bien lanzo mi pregunta la viva imagen de la despreocupación aparece frente a mí. Sé que está exagerando para marcar un punto pero de todas formas tengo que hacer fuerzas para no largar una risa sonora, así que simplemente elevo mis hombros y escondo mi cabeza entre ellos. Ya quisiera estar tan seguro de mí mismo como para bromear al respecto, quizás pueda intentarlo con mi propio ámbito de trabajo aunque no se me ocurre como - Tienes razón, faltan sirenas avisando bombardeos y carteles en las calles para reclutar soldados - sigo con su broma mirándolo con timidez.
Tanto sus palabras como el que use mi nombre ayudan para tranquilizarme un poco. Tiene razón, quizás le estoy dando demasiadas vueltas... Probablemente ni nos enteremos de las batallas si refuerzan la seguridad de la isla, los rebeldes no tienen la tecnología para hacer un ataque a distancia y dudo que el error de las festividades de Nimue se vuelva a repetir. Le dedico media sonrisa de agradecimiento y siento como mis hombros se relajan un poco.
Continúa el discurso y lo finaliza apoyando su mano en mi hombro a lo que respondo poniéndome tenso una vez más pero esta vez no por la guerra. Lo observo con los labios entreabiertos buscando respuesta pero no sale nada por algunos segundos, creo que me faltan varias salidas a bares para por fin actuar como una persona normal - Es fácil para ti decirlo... Eres un auror entrenado con buen estado... Ellos deberían temerte - respondo al final alzando una mano para tocar uno de sus brazos con mi dedo índice, es sorprendente a decir verdad - Pero otros dependemos de que personas como tú nos protejan y eso apesta - finalizo alzando mis propios brazos que si bien no están tan flacuchos como antaño gracias al trabajo de campo, no están ni cerca de parecerse a los de él.
Tanto sus palabras como el que use mi nombre ayudan para tranquilizarme un poco. Tiene razón, quizás le estoy dando demasiadas vueltas... Probablemente ni nos enteremos de las batallas si refuerzan la seguridad de la isla, los rebeldes no tienen la tecnología para hacer un ataque a distancia y dudo que el error de las festividades de Nimue se vuelva a repetir. Le dedico media sonrisa de agradecimiento y siento como mis hombros se relajan un poco.
Continúa el discurso y lo finaliza apoyando su mano en mi hombro a lo que respondo poniéndome tenso una vez más pero esta vez no por la guerra. Lo observo con los labios entreabiertos buscando respuesta pero no sale nada por algunos segundos, creo que me faltan varias salidas a bares para por fin actuar como una persona normal - Es fácil para ti decirlo... Eres un auror entrenado con buen estado... Ellos deberían temerte - respondo al final alzando una mano para tocar uno de sus brazos con mi dedo índice, es sorprendente a decir verdad - Pero otros dependemos de que personas como tú nos protejan y eso apesta - finalizo alzando mis propios brazos que si bien no están tan flacuchos como antaño gracias al trabajo de campo, no están ni cerca de parecerse a los de él.
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Encojo mi nariz con un deje de desilusión. Pensaba que las cosas serían fáciles pero aquellas cosas sólo pasaban en las películas. A la vista estaba. Mi gesto se sintió burdo, y mi mano desapareció del hombro de Riley tan pronto como sentía que su musculatura parecía tensarse. Encogí los hombros, escuchando con atención todo lo que tenía para decirme, mientras volvía a separar la distancia para no incomodarlo y, de alguna manera, echar a perder lo poco que he conseguido en escasos minutos. Si tuviéramos que preocuparnos de todas las cosas que pasan en NeoPanem, no existiríamos. Dejarnos vencer por el yugo de lo inevitable es algo que no debemos siquiera pensar. Y sin embargo Riley no parece entenderlo, pues aunque trata de sonar despreocupado, eso sólo queda en el intento. Es demasiado complicado hacer comprender al resto que no estoy preocupado no porque de verdad sienta que no tiene mayor importancia. Simplemente evito pensar mucho en ello porque, de lo contrario, correríamos como pollos desbocados por todo el ministerio.
—¿Es fácil? ¿Para los aurores? Oye, eso es un comentario muy egoísta por tu parte —bromeo, poniendo los ojos en blanco no obstante para hacerlo parecer más exagerado—. No podéis quedaros quietos esperando a que nosotros solucionemos todas las cosas, no es justo para ninguno —Y aquello si era verdad. Suponía, entonces, que era más un problema de confianza en sí mismo que de preocupación por lo que estaba por llegar.
—¿Sabes Riley? Todos tenemos nuestras debilidades, y éstas se muestran según qué tipo de circunstancias se estén dando. Es imposible no pensar que, en algún momento, alguno de nosotros falle. No comparto el gusto por los muggles, nos hicieron sufrir en el pasado, pero si de algo estoy convencido es de que eso es lo único que nos asemeja: fallamos, errar es de humanos —argumento, esperando que no se malentendieran mis palabras. Confío en que Kavalier no sería capaz de poner en mi boca palabras que yo no había dicho, pero nunca estaba de más mantener ciertas precauciones—. Y nosotros no dejamos de ser humanos, especiales, pero a fin de cuenta humanos —finalizo, con una sonrisa abierta de oreja a oreja—. Me temen por ésto —digo, sacando la varita que se muestra delante de sus ojos—, pero tú también tienes una, así que no es tan diferente. A tí también deberían temerte —respondo, escueto, incorporándome mientras tiendo mi mano para ayudarle a incorporarse.
—Y si no siempre puedes contar con la ayuda del resto, no estás sólo —ailento, sin perder la media sonrisa de mi rostro, volviendo a guardar la varita una vez más—. Entonces... no pienses que sólo porque nos tienen a nosotros no les hace falta el esfuerzo. Ustedes tienen la misma capacidad que el resto —inquirió—. Aunque es verdad que nosotros somos mucho mejores, que no se te suba a la cabeza —añado rápidamente, guiñándole un ojo travieso.
—¿Es fácil? ¿Para los aurores? Oye, eso es un comentario muy egoísta por tu parte —bromeo, poniendo los ojos en blanco no obstante para hacerlo parecer más exagerado—. No podéis quedaros quietos esperando a que nosotros solucionemos todas las cosas, no es justo para ninguno —Y aquello si era verdad. Suponía, entonces, que era más un problema de confianza en sí mismo que de preocupación por lo que estaba por llegar.
—¿Sabes Riley? Todos tenemos nuestras debilidades, y éstas se muestran según qué tipo de circunstancias se estén dando. Es imposible no pensar que, en algún momento, alguno de nosotros falle. No comparto el gusto por los muggles, nos hicieron sufrir en el pasado, pero si de algo estoy convencido es de que eso es lo único que nos asemeja: fallamos, errar es de humanos —argumento, esperando que no se malentendieran mis palabras. Confío en que Kavalier no sería capaz de poner en mi boca palabras que yo no había dicho, pero nunca estaba de más mantener ciertas precauciones—. Y nosotros no dejamos de ser humanos, especiales, pero a fin de cuenta humanos —finalizo, con una sonrisa abierta de oreja a oreja—. Me temen por ésto —digo, sacando la varita que se muestra delante de sus ojos—, pero tú también tienes una, así que no es tan diferente. A tí también deberían temerte —respondo, escueto, incorporándome mientras tiendo mi mano para ayudarle a incorporarse.
—Y si no siempre puedes contar con la ayuda del resto, no estás sólo —ailento, sin perder la media sonrisa de mi rostro, volviendo a guardar la varita una vez más—. Entonces... no pienses que sólo porque nos tienen a nosotros no les hace falta el esfuerzo. Ustedes tienen la misma capacidad que el resto —inquirió—. Aunque es verdad que nosotros somos mucho mejores, que no se te suba a la cabeza —añado rápidamente, guiñándole un ojo travieso.
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Ni bien me devuelve mi espacio personal caigo en la cuenta de que estuve conteniendo el aire todo ese tiempo. Es una idiotez, el auror solo está intentando ayudar y de verdad lo aprecio... No muchos, por no decir que nadie, se toma la molestia de llevar tranquilidad de ésta forma a los ciudadanos normales y solo debería tomarlo como tal, como una mano ayudando en un mundo que se ha desmoronado tal que ya resulta difícil encontrar a aquellos que alguna vez fueron amigos. Que va, en realidad tenía dos amigas y con ambas las cosas se han vuelto raras, no puedo recurrir a ellas para éstas crisis existenciales, ya no más.
- No me refería a eso - reprocho aunque otra sonrisa se me escapa. Claro que haré algo para ayudarlos, un traje nuevo, escudos, rastreadores, guantes anti expelliarmus para que no importa con quién se enfrenten jamás pierdan sus varias ¡Hey! De hecho esa es una muy buena idea así que saco mi pequeño anotador del bolsillo de mi chaqueta y una lapicera del bolsillo trasero de mi pantalón para hacer rápidas anotaciones al respecto. Solo me lleva unos segundos y cada uno de los elementos vuelven a estar guardados en su lugar - ¿Ves? Ya tengo algo nuevo para ustedes.
Una charla con Jakobe hace unos meses me habría ahorrado unos cuántos problemas, de verdad, quizás tenerlo en mi adolescencia me habría convertido en un hombre completamente diferente pero supongo que las personas llegan en el momento necesario y es ahora cuando necesito escuchar el perdón aunque sea de una persona que no tuvo nada que ver con el problema inicial. Claro que somos humanos y erramos, yo era un humano con una gran debilidad que ya he logrado dejar atrás pero si por alguna circunstancia vuelvo a fallar, eso no me hace un inútil como solía pensarlo - No solo tengo una varita - respondo con una sonrisa traviesa mientras tomo su ayuda para incorporarme y hago que las lámparas del pasillo se apaguen por un segundo antes de volver a prenderse - De momento solo hago trucos de feria, pero sé que puedo entrenarlo - comento encogiéndome de hombros. Lo haré.
Vuelvo a sonreír una vez más con lo que dice y por alguna razón hasta me siento avergonzado por haber pensado aquello en un momento. Es extraño pero siento la necesidad de agradecer sus palabras con un abrazo, al demonio, lo hago. El contacto solo dura lo que tardo en darle unas palmadas pero es suficiente para mí - Y serán mejores después de que los equipe con lo mejor de lo mejor - agrego con una confianza recuperada - Aunque será difícil conseguir permisos ahora que Annie ya no... está - mierda, creo que es el primer momento en el que me pongo a pensar en mi fallecida jefa ¡Ahora falta que muera Hans y estamos listos! No, no puedo desearle la muerte a alguien - Ustedes también tienen nuevo jefe ¿No?- pregunto haciendo un ademán para que vayamos juntos a en dirección a la oficina de Riorden, supongo que él también se dirigía hacia allí.
- No me refería a eso - reprocho aunque otra sonrisa se me escapa. Claro que haré algo para ayudarlos, un traje nuevo, escudos, rastreadores, guantes anti expelliarmus para que no importa con quién se enfrenten jamás pierdan sus varias ¡Hey! De hecho esa es una muy buena idea así que saco mi pequeño anotador del bolsillo de mi chaqueta y una lapicera del bolsillo trasero de mi pantalón para hacer rápidas anotaciones al respecto. Solo me lleva unos segundos y cada uno de los elementos vuelven a estar guardados en su lugar - ¿Ves? Ya tengo algo nuevo para ustedes.
Una charla con Jakobe hace unos meses me habría ahorrado unos cuántos problemas, de verdad, quizás tenerlo en mi adolescencia me habría convertido en un hombre completamente diferente pero supongo que las personas llegan en el momento necesario y es ahora cuando necesito escuchar el perdón aunque sea de una persona que no tuvo nada que ver con el problema inicial. Claro que somos humanos y erramos, yo era un humano con una gran debilidad que ya he logrado dejar atrás pero si por alguna circunstancia vuelvo a fallar, eso no me hace un inútil como solía pensarlo - No solo tengo una varita - respondo con una sonrisa traviesa mientras tomo su ayuda para incorporarme y hago que las lámparas del pasillo se apaguen por un segundo antes de volver a prenderse - De momento solo hago trucos de feria, pero sé que puedo entrenarlo - comento encogiéndome de hombros. Lo haré.
Vuelvo a sonreír una vez más con lo que dice y por alguna razón hasta me siento avergonzado por haber pensado aquello en un momento. Es extraño pero siento la necesidad de agradecer sus palabras con un abrazo, al demonio, lo hago. El contacto solo dura lo que tardo en darle unas palmadas pero es suficiente para mí - Y serán mejores después de que los equipe con lo mejor de lo mejor - agrego con una confianza recuperada - Aunque será difícil conseguir permisos ahora que Annie ya no... está - mierda, creo que es el primer momento en el que me pongo a pensar en mi fallecida jefa ¡Ahora falta que muera Hans y estamos listos! No, no puedo desearle la muerte a alguien - Ustedes también tienen nuevo jefe ¿No?- pregunto haciendo un ademán para que vayamos juntos a en dirección a la oficina de Riorden, supongo que él también se dirigía hacia allí.
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Es su comentario reprobatorio el que me hace ver, de alguna manera, que parece estar tranquilizándose poco a poco. Alzo mi cabeza para tratar de ver qué es lo que está anotando en su libreta. Resulta curioso pensar que le he dado una idea con mi sola presencia, y mi ego interno se ve acrecentado por la sola idea de que no me hace falta más que dar un discurso motivador para proponerle planes y artilugios que podríamos usar como método de defensa. Porque a eso se dedica, ¿cierto? Un nuevo laboratorio... venga, que hasta yo me sentiría como un niño pequeño de saber que tengo despacho nuevo.
—Y sólo has necesitado que te diga un par de cosas, en qué puesto nos dejas a los demás si eres tan inteligente —comento, con la sonrisa despreocupada en mis labios. La luz se apaga y mi cuerpo se tensa automáticamente, hasta que vuelven a encenderse y veo con claridad el rostro del científico. Ladeo la cabeza, observando su varita, y luego pongo especial atención en las luces que acaba de apagar—. De verdad que sí, los chicos de mantenimiento van a tener doble trabajo esta noche —replico, señalando un par de focos que se han visto fundidos por el entusiasmo repentino de Kavalier. Suelto una carcajada, sin poder evitarlo, y el abrazo aunque desprevenido, baja mi guardia y correspondo dándole el par de palmadas que se merece.
¿Debería haber estudiado para psicólogo mágico o algo? ¿Acaso existe esa profesión?
—Algunos presentan síntomas de ser unos salvajes, lamentablemente ni eso somos capaces de evitar... —inquiero, con la mirada fija en sus ojos—. Siento mucho tu pérdida, ¿ha afectado eso a la normalidad en tu trabajo? —pregunto, con curiosidad. La muerte del jefe de aurores nos ha dejado en evidencia. No es algo que todos queramos reconocer a viva voz, pero ciertamente nos ha hecho ver que somos vulnerables cuando menos lo esperamos. Asiento a sus palabras, caminando con lentitud, acompañándolo. —Tan sólo espero que la próxima vez estemos más preparados —digo, a sabiendas de que mis intenciones son completamente diferentes. Ansiaba el puesto, de algún modo, me sentía claramente capacitado. La mención de Magnar para tomar el mismo no ha pasado desapercibida. Aquel lugar le correspondía a alguien... más capacitado. Entiendo que, a ratos, soy la viva imagen de la soberbia. No es mi culpa que mi padre sea un cabrón del que, indirectamente, he estado aprendiendo cuando menos lo he necesitado.
—Magnar tomó el puesto, al menos eso es lo que tengo entendido hasta la fecha —Pues todavía no he visto al que va a ser mi jefe en su puesto de trabajo, quizás en un par de días cuando se normalicen las cosas—. Tampoco estoy seguro de en qué se han basado, pero entiendo que será capaz de desempeñar su puesto como el anterior... o bueno, más efectivamente —Me permito bromear, soy un desgraciado. Reconocerlo abiertamente me ha hecho ser la persona que soy.
—Y sólo has necesitado que te diga un par de cosas, en qué puesto nos dejas a los demás si eres tan inteligente —comento, con la sonrisa despreocupada en mis labios. La luz se apaga y mi cuerpo se tensa automáticamente, hasta que vuelven a encenderse y veo con claridad el rostro del científico. Ladeo la cabeza, observando su varita, y luego pongo especial atención en las luces que acaba de apagar—. De verdad que sí, los chicos de mantenimiento van a tener doble trabajo esta noche —replico, señalando un par de focos que se han visto fundidos por el entusiasmo repentino de Kavalier. Suelto una carcajada, sin poder evitarlo, y el abrazo aunque desprevenido, baja mi guardia y correspondo dándole el par de palmadas que se merece.
¿Debería haber estudiado para psicólogo mágico o algo? ¿Acaso existe esa profesión?
—Algunos presentan síntomas de ser unos salvajes, lamentablemente ni eso somos capaces de evitar... —inquiero, con la mirada fija en sus ojos—. Siento mucho tu pérdida, ¿ha afectado eso a la normalidad en tu trabajo? —pregunto, con curiosidad. La muerte del jefe de aurores nos ha dejado en evidencia. No es algo que todos queramos reconocer a viva voz, pero ciertamente nos ha hecho ver que somos vulnerables cuando menos lo esperamos. Asiento a sus palabras, caminando con lentitud, acompañándolo. —Tan sólo espero que la próxima vez estemos más preparados —digo, a sabiendas de que mis intenciones son completamente diferentes. Ansiaba el puesto, de algún modo, me sentía claramente capacitado. La mención de Magnar para tomar el mismo no ha pasado desapercibida. Aquel lugar le correspondía a alguien... más capacitado. Entiendo que, a ratos, soy la viva imagen de la soberbia. No es mi culpa que mi padre sea un cabrón del que, indirectamente, he estado aprendiendo cuando menos lo he necesitado.
—Magnar tomó el puesto, al menos eso es lo que tengo entendido hasta la fecha —Pues todavía no he visto al que va a ser mi jefe en su puesto de trabajo, quizás en un par de días cuando se normalicen las cosas—. Tampoco estoy seguro de en qué se han basado, pero entiendo que será capaz de desempeñar su puesto como el anterior... o bueno, más efectivamente —Me permito bromear, soy un desgraciado. Reconocerlo abiertamente me ha hecho ser la persona que soy.
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El calor sube a mis mejillas con su comentario y solo me encojo de hombros. En realidad las mejores ideas nacen así, de la nada, de una charla con otra persona que no tiene absolutamente nada que ver con el proyecto, sin lenguaje científico... solo de una situación. Quizás la mejor idea hasta ahora haya sido comenzar a codearme con aurores, son la fuente de inspiración y podré sacar muchas ideas estando con ellos, así también podría ayudar a los cazadores y cerrar la boca de Colin Weynart, pero ahora ya que debe estar sensible por todo lo ocurrido, una semana interesante para esa familia sin dudas.
Observo las luces que han quedado sin encender y llevo una de mis manos a la frente, demonios. El ministerio está hecho de nuevo y ya he comenzado a romperlo una vez más. Sé que bromean a mis espaldas de que algún día haré explotar todo - bueno, esas bromas ahora serán consideradas de mal gusto - y espero que no tengan razón - Tengo que seguir practicando... Es mi bautismo al nuevo edificio - bromeo para quitarme la culpa que me invadió de repente. No es para tanto, solo son unos focos que necesitan un reparo del equipo de mantenimiento.
Dejo escapar el aire que una vez más estaba conteniendo y pienso con cuidado lo que voy a decir. En realidad no puedo decir que ha afectado mi trabajo ya que con todo lo sucedido no estuve trabajando, nadie en realidad, y los cambios comenzarán a notarse ahora ¿Quién tomará su puesto? Solo espero que no sea otro empresario como Notch Labors, admiro mucho a ese tipo por lo que ha hecho en el pasado pero se abrió del ministerio hace muchos años, de verdad no comprendo su iniciativa para tomar el puesto.
- No creo que haya mucho que lamentar, la última vez que hablamos las cosas no quedaron precisamente bien - comento mirando el suelo con una mueca. Claro que podría interpretarse como un asunto pendiente pero en realidad no lo es, ella dejó muy en claro su punto de vista y opinión sobre mi valor en el ministerio - Y eso está por verse, creo que comenzaré con mi trabajo mañana y con todas las ganas, llevo demasiado de vacaciones - agrego con media sonrisa. Ha sido entretenido y revelador pero es hora de volver a lo que soy bueno, basta de cultivar papas las 24 horas del día - Estarán listos, eso seguro. Estaremos listos - me corrijo.
Alzo las cejas al escuchar el nombre del nuevo jefe pues no tengo ni idea de quién es. Quizás no conozco a todos los funcionarios del ministerio pero sí aquellos que están en boca de todos por destacarse o merecer un puesto más allá del que tienen - No ha sido algo justo ¿Verdad? - pregunto con una mueca. Menos mal que yo no aspiro a ser jefe de nada, profesionalmente hablando lo merecería pero mis habilidades de liderazgo van de nulas a mínimas - Seguro lo hará mejor... No lo tiene tan difícil, solo debe impedir que vuelen el ministerio otra vez y mantenerse vivo - sigo con la broma. Es demasiado pronto para bromear, lo sé, pero sí que ha tenido un desempeño desastroso.
Observo las luces que han quedado sin encender y llevo una de mis manos a la frente, demonios. El ministerio está hecho de nuevo y ya he comenzado a romperlo una vez más. Sé que bromean a mis espaldas de que algún día haré explotar todo - bueno, esas bromas ahora serán consideradas de mal gusto - y espero que no tengan razón - Tengo que seguir practicando... Es mi bautismo al nuevo edificio - bromeo para quitarme la culpa que me invadió de repente. No es para tanto, solo son unos focos que necesitan un reparo del equipo de mantenimiento.
Dejo escapar el aire que una vez más estaba conteniendo y pienso con cuidado lo que voy a decir. En realidad no puedo decir que ha afectado mi trabajo ya que con todo lo sucedido no estuve trabajando, nadie en realidad, y los cambios comenzarán a notarse ahora ¿Quién tomará su puesto? Solo espero que no sea otro empresario como Notch Labors, admiro mucho a ese tipo por lo que ha hecho en el pasado pero se abrió del ministerio hace muchos años, de verdad no comprendo su iniciativa para tomar el puesto.
- No creo que haya mucho que lamentar, la última vez que hablamos las cosas no quedaron precisamente bien - comento mirando el suelo con una mueca. Claro que podría interpretarse como un asunto pendiente pero en realidad no lo es, ella dejó muy en claro su punto de vista y opinión sobre mi valor en el ministerio - Y eso está por verse, creo que comenzaré con mi trabajo mañana y con todas las ganas, llevo demasiado de vacaciones - agrego con media sonrisa. Ha sido entretenido y revelador pero es hora de volver a lo que soy bueno, basta de cultivar papas las 24 horas del día - Estarán listos, eso seguro. Estaremos listos - me corrijo.
Alzo las cejas al escuchar el nombre del nuevo jefe pues no tengo ni idea de quién es. Quizás no conozco a todos los funcionarios del ministerio pero sí aquellos que están en boca de todos por destacarse o merecer un puesto más allá del que tienen - No ha sido algo justo ¿Verdad? - pregunto con una mueca. Menos mal que yo no aspiro a ser jefe de nada, profesionalmente hablando lo merecería pero mis habilidades de liderazgo van de nulas a mínimas - Seguro lo hará mejor... No lo tiene tan difícil, solo debe impedir que vuelen el ministerio otra vez y mantenerse vivo - sigo con la broma. Es demasiado pronto para bromear, lo sé, pero sí que ha tenido un desempeño desastroso.
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Un bautismo demasiado indecoroso hasta para él, que parece guardar siempre las formas. Sin embargo no digo nada, pues la mala intención no ha salido de su varita en ningún momento. Sólo intentaba hacer uso de su magia para demostrarme algo que ya de por sí sé. Los tontos no tienen varitas, no hay que ser muy inteligente para saber que Riley no lo es. Quien diga lo contrario... bueno, imbéciles hay en todas partes. Los Weynart lo saben demasiado bien.
Entorno los ojos al pasar por una de las zonas que él ha dejado poco iluminadas, esperando ver un ápice de culpa por lo que está diciendo o, al menos, redención. Riley parece el tipo de persona que se deja avasallar por cualquiera nada más que porque no se ve capaz de superar a sus propios maestros. En cuántas ocasiones el alumno siempre lo ha superado... queda en el olvido, a ratos, pensar que podría no sentirse cómodo con su puesto de trabajo. Pero su entusiasmo ha quedado demostrado al anotar cosas en su libreta, ¿no? No lo sé, tampoco vivo sin dormir por saberlo.
—Seguro que sí, no te hagas mucho de rogar. Seguro que Magnar ya lo está deseando —respondo a sus palabras, volviendo a posar ambas manos en mi nuca mientras caminamos. El pasillo tuerce unos centímetros y nos encontramos de frente a una pequeña sala de estar con varios sillones y butacas. El mundo mágico nunca ha escatimado en gastos, incluso en tiempos de guerra, y las tareas de reconstrucción del Ministerio han vuelto a dejar en claro la impetuosidad y la vanagloria a la que todos ostentamos. El rojo inconfundible del terciopelo y los cojines mullidos son la clara estampa de aquello. Hasta en la guerra pecamos de pretenciosos. —¿Algo es justo en realidad? —bromeo, sacudiendo la cabeza para estarle importancia—. Ni lo es ni deja de serlo, no confío en ciertos renombres que aparecen de la nada simplemente para tomar un puesto que, quizás, pertenezca mejor a otros en realidad —Abuso de la confianza, y de las palabras, pero rebusco en mi argumento para dejar en claro que, en realidad, es algo que me trae sin cuidados.
O eso parece.
—Supongo que es consciente de que debe ganarse nuestra confianza, o al menos actuar lo suficiente como para permitirse fallar sin que el resto salga a juzgarlo —tercio, pues sé que seré el primero que saldrá a reprochar. ¿Por qué no? Discordia, divina fuerza que pone a todo el mundo en contra de lo que piensan que está bien pero que en realidad está totalmente mal—. En cualquier caso, y dejando a un lado la explosión humorística —replico, poniendo una mueca inocente—, no está en ese puesto por su cara bonita. Nadie es nombrado Jefe de un departamento sin más, ¿verdad? No es como que el dinero, por ejemplo, compre cosas más allá de víveres y sustentos —Ruedo los ojos. No sé de dónde ha salido, ni cómo lo ha conseguido, pero me causa cierta curiosidad. Aunque Magnar, seguramente, podría decir exactamente lo mismo del resto.
Entorno los ojos al pasar por una de las zonas que él ha dejado poco iluminadas, esperando ver un ápice de culpa por lo que está diciendo o, al menos, redención. Riley parece el tipo de persona que se deja avasallar por cualquiera nada más que porque no se ve capaz de superar a sus propios maestros. En cuántas ocasiones el alumno siempre lo ha superado... queda en el olvido, a ratos, pensar que podría no sentirse cómodo con su puesto de trabajo. Pero su entusiasmo ha quedado demostrado al anotar cosas en su libreta, ¿no? No lo sé, tampoco vivo sin dormir por saberlo.
—Seguro que sí, no te hagas mucho de rogar. Seguro que Magnar ya lo está deseando —respondo a sus palabras, volviendo a posar ambas manos en mi nuca mientras caminamos. El pasillo tuerce unos centímetros y nos encontramos de frente a una pequeña sala de estar con varios sillones y butacas. El mundo mágico nunca ha escatimado en gastos, incluso en tiempos de guerra, y las tareas de reconstrucción del Ministerio han vuelto a dejar en claro la impetuosidad y la vanagloria a la que todos ostentamos. El rojo inconfundible del terciopelo y los cojines mullidos son la clara estampa de aquello. Hasta en la guerra pecamos de pretenciosos. —¿Algo es justo en realidad? —bromeo, sacudiendo la cabeza para estarle importancia—. Ni lo es ni deja de serlo, no confío en ciertos renombres que aparecen de la nada simplemente para tomar un puesto que, quizás, pertenezca mejor a otros en realidad —Abuso de la confianza, y de las palabras, pero rebusco en mi argumento para dejar en claro que, en realidad, es algo que me trae sin cuidados.
O eso parece.
—Supongo que es consciente de que debe ganarse nuestra confianza, o al menos actuar lo suficiente como para permitirse fallar sin que el resto salga a juzgarlo —tercio, pues sé que seré el primero que saldrá a reprochar. ¿Por qué no? Discordia, divina fuerza que pone a todo el mundo en contra de lo que piensan que está bien pero que en realidad está totalmente mal—. En cualquier caso, y dejando a un lado la explosión humorística —replico, poniendo una mueca inocente—, no está en ese puesto por su cara bonita. Nadie es nombrado Jefe de un departamento sin más, ¿verdad? No es como que el dinero, por ejemplo, compre cosas más allá de víveres y sustentos —Ruedo los ojos. No sé de dónde ha salido, ni cómo lo ha conseguido, pero me causa cierta curiosidad. Aunque Magnar, seguramente, podría decir exactamente lo mismo del resto.
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Seguimos el pasillo hasta llegar al descanso que nos permitirá entrar al despacho del ministro luego. Me resulta extraño ver más muebles que personas ya que con su aviso uno esperaría que todos corran a hacer un chequeo de varitas ¿O no? Quizás hemos tenido suerte de venir en un horario poco concurrido, me alegra pues no soy fan de las multitudes y de estar presentes otras personas no podríamos estar hablando tan libremente como lo hacemos ahora. Puede que sea un poco imprudente, del otro lado se encuentra Riorden y se encuentra en mi top 3 de personas más intimidantes de Neopanem, junto con Powell y la mismísima Jamie. Quizás deba agregar al tal Magnar a la lista... Aún no he tenido el gusto de conocerlo.
Escucho su descargo en silencio pues bien sé que a veces es necesario. Sin embargo me tensa saber que el responsable de esa elección podría salir en cualquier momento a darnos patadas en el trasero por cuestionar sus decisiones. Supongo que es cuestión de esperar y cuando escucho lo que dice sobre el dinero hago memoria de aquellos apellidos y nombres que manejaba mi padre - No creo que haya comprado el puesto - respondo honestamente sin mirarlo directamente. No es algo de lo que me guste alardear pero casi todos los apellidos de dinero pasaron por mi casa cuando era joven alguna vez. Mis padres los conocía a todos y de seguro conocería a Magnar de ser así.
Pero eso nos trae de nuevo al mismo problema ¿De dónde ha salido? Sacudo la cabeza pues no es algo que me incumba, no es mi departamento y a no ser que meta la pata de manera estrepitosa, no afectará para nada al departamento de ciencias. Hablando de eso, mi teléfono suena y llega una nueva notificación: Silas Jensen es la nueva jefa de mi departamento - Ahora ya se quién es mi nueva jefa - comento al auror enseñándole la pantalla - Ella sí se lo merece, la conozco, trabaja bien - al menos algo positivo en nuestro equipo - Me gusta considerarme un científico loco pero ella me gana... Y lo digo como un cumplido - me apresuro a agregar ya que las paredes escuchan y no quiero arrancar con el pie izquierdo - ¿Quieres pasar primero? Creo que tu revisión es más urgente que la mía.
Escucho su descargo en silencio pues bien sé que a veces es necesario. Sin embargo me tensa saber que el responsable de esa elección podría salir en cualquier momento a darnos patadas en el trasero por cuestionar sus decisiones. Supongo que es cuestión de esperar y cuando escucho lo que dice sobre el dinero hago memoria de aquellos apellidos y nombres que manejaba mi padre - No creo que haya comprado el puesto - respondo honestamente sin mirarlo directamente. No es algo de lo que me guste alardear pero casi todos los apellidos de dinero pasaron por mi casa cuando era joven alguna vez. Mis padres los conocía a todos y de seguro conocería a Magnar de ser así.
Pero eso nos trae de nuevo al mismo problema ¿De dónde ha salido? Sacudo la cabeza pues no es algo que me incumba, no es mi departamento y a no ser que meta la pata de manera estrepitosa, no afectará para nada al departamento de ciencias. Hablando de eso, mi teléfono suena y llega una nueva notificación: Silas Jensen es la nueva jefa de mi departamento - Ahora ya se quién es mi nueva jefa - comento al auror enseñándole la pantalla - Ella sí se lo merece, la conozco, trabaja bien - al menos algo positivo en nuestro equipo - Me gusta considerarme un científico loco pero ella me gana... Y lo digo como un cumplido - me apresuro a agregar ya que las paredes escuchan y no quiero arrancar con el pie izquierdo - ¿Quieres pasar primero? Creo que tu revisión es más urgente que la mía.
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Me encojo de hombros automáticamente pues tampoco podemos saberlo. No conocer a alguien no lo hace indiferente a las réplicas y cuestionamientos que podamos tener sobre esa persona. No juzgarlo sería estúpido por nuestra parte, aunque suene completamente irreverente y me cataloguen como un gilipollas en el intento. Como si de verdad tuviese en cuenta la opinión que tiene el resto sobre mi persona. No soy alguien que se deje avasallar con normalidad, y aunque evito los problemas en muchas ocasiones suelo estar metido en ellos. ¿Eso no me hace suficiente como para ostentar a un cargo que, en silencio, llevo meses deseando? Sacudo la cabeza, descartando mis pensamientos. No es prudente y estoy seguro de que Riley ya se ha dado cuenta de ello, por eso se mantiene respetuoso y trata de desviar la conversación a otro puerto.
Miro con detenimiento el texto que el científico ha recibido. Para pocas personas ha pasado desapercibida la presencia de Jensen en aquel departamento. Sin duda estoy convencido de que Riley habla con conocimiento, y que no suelta prenda aduladora nada más que por no meterse en un problema al pensar que de decir lo contrario alguien pueda escucharnos y meternos en un aprieto.
—Ustedes los científicos tenéis un humor demasiado peculiar, ¿cómo puede ser un cumplido llamaros locos entre vosotros? —pregunto, no con curiosidad sino con diversión. Definitivamente sé que no es una profesión que hubiese mellado hondo en mis gustos. Que me vean como un completo freak es algo que no me aterra, pero que si puedo evitar... al cuerno, el mero hecho de ponerle un pero a mi oración ya ha rebatido todos mis argumentos. Estamparía mi puño contra cualquiera que se atreviera siquiera a insinuarlo o a proponerlo.
Frunzo el ceño, a sabiendas que Riley no sabe de dónde venía antes de encontrarlo, y niego cediéndole el paso para que sea capaz de poner su varita en revisión. —Antes de encontrarte como un alma en pena desistiendo de todo el Ministerio, venía precisamente de ver a Weynart —le digo, a sabiendas de que quizás recordarle su estado depresivo de hace unos minutos no ayude mucho a darle la confianza o a quitarle el miedo que parece lleva siempre instaurado en el cuerpo—. La mía estaba en orden, o al menos eso creo, no le he visto rechistar en ningún momento —aclaro—. No será diferente con la tuya, no hay que tenerle miedo —comento, en voz baja, mientras tomo asiento en una de las grandes butacas y me desparramo encima dejando caer de cualquier manera mi cuerpo.
—Estaré aquí para cuando salgas, descuida —me encojo de hombros. No tengo nada mejor que hacer, quizás una siesta fuese un buen motivo pero puede esperar aunque sea un rato más.
Miro con detenimiento el texto que el científico ha recibido. Para pocas personas ha pasado desapercibida la presencia de Jensen en aquel departamento. Sin duda estoy convencido de que Riley habla con conocimiento, y que no suelta prenda aduladora nada más que por no meterse en un problema al pensar que de decir lo contrario alguien pueda escucharnos y meternos en un aprieto.
—Ustedes los científicos tenéis un humor demasiado peculiar, ¿cómo puede ser un cumplido llamaros locos entre vosotros? —pregunto, no con curiosidad sino con diversión. Definitivamente sé que no es una profesión que hubiese mellado hondo en mis gustos. Que me vean como un completo freak es algo que no me aterra, pero que si puedo evitar... al cuerno, el mero hecho de ponerle un pero a mi oración ya ha rebatido todos mis argumentos. Estamparía mi puño contra cualquiera que se atreviera siquiera a insinuarlo o a proponerlo.
Frunzo el ceño, a sabiendas que Riley no sabe de dónde venía antes de encontrarlo, y niego cediéndole el paso para que sea capaz de poner su varita en revisión. —Antes de encontrarte como un alma en pena desistiendo de todo el Ministerio, venía precisamente de ver a Weynart —le digo, a sabiendas de que quizás recordarle su estado depresivo de hace unos minutos no ayude mucho a darle la confianza o a quitarle el miedo que parece lleva siempre instaurado en el cuerpo—. La mía estaba en orden, o al menos eso creo, no le he visto rechistar en ningún momento —aclaro—. No será diferente con la tuya, no hay que tenerle miedo —comento, en voz baja, mientras tomo asiento en una de las grandes butacas y me desparramo encima dejando caer de cualquier manera mi cuerpo.
—Estaré aquí para cuando salgas, descuida —me encojo de hombros. No tengo nada mejor que hacer, quizás una siesta fuese un buen motivo pero puede esperar aunque sea un rato más.
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Se me escapa una risotada honesta que intento apagar lo antes posible dado el silencio que reina en el lugar. En realidad sí, los científicos tenemos un sentido del humor peculiar aunque quizás estaría mal ponernos a todos en la misma bolsa... Soy el estereotipo de científico en realidad, el niño marginado que creció disfrutando de películas de ciencia ficción cuando nadie más lo hacía, el que recibió burlas por el ser el más listo de la habitación, el que no tenía amigos... Así que luego de todo eso, no me molesta para nada ser un científico loco - Se necesita un poco de locura e imaginación para crear cosas ¿No crees? - pregunto encogiéndome de hombros. Me han llamado cosas peores.
Entrecierro los ojos e intento ofenderme cuando dice que me encontró como un alma en pena pero no puedo hacerlo, tiene razón y de no ser por él probablemente seguiría acurrucado contra la pared del pasillo. Así que solo hago una mueca y asiento al confirmar lo que pensaba hace un momento, también viene hasta aquí pero al parecer no a revisar su varita - No sé que tengo con los ministros... No es miedo, es una extraña mezcla entre querer que me trague la tierra y querer agradarles - confieso ya de cara a la puerta en la puerta. Menos con Powell, ya hemos cruzado esa etapa hace rato y ahora sé que no le agrado ni él me agradará ni en un millón de años. Se puede meter su cargo por dónde le quepa.
Sonrío cuando dice que estará aquí cuando salga y miro sobre mi hombro para darle un último vistazo. No dudo en que seguirá aquí pues de repente parece que su lugar en el mundo es el asiento en dónde se ha dejado caer. Quizás yo trabajo mucho pero el esfuerzo físico que hace el departamento de seguridad es único y su cansancio no es solo mental - Hey - digo antes de entrar y tomo mi teléfono del bolsillo para tirárselo - Mientras tanto pídenos algo para comer, yo invito - finalizo y con media sonrisa e ingreso al despacho de Riorden con una actitud renovada.
Entrecierro los ojos e intento ofenderme cuando dice que me encontró como un alma en pena pero no puedo hacerlo, tiene razón y de no ser por él probablemente seguiría acurrucado contra la pared del pasillo. Así que solo hago una mueca y asiento al confirmar lo que pensaba hace un momento, también viene hasta aquí pero al parecer no a revisar su varita - No sé que tengo con los ministros... No es miedo, es una extraña mezcla entre querer que me trague la tierra y querer agradarles - confieso ya de cara a la puerta en la puerta. Menos con Powell, ya hemos cruzado esa etapa hace rato y ahora sé que no le agrado ni él me agradará ni en un millón de años. Se puede meter su cargo por dónde le quepa.
Sonrío cuando dice que estará aquí cuando salga y miro sobre mi hombro para darle un último vistazo. No dudo en que seguirá aquí pues de repente parece que su lugar en el mundo es el asiento en dónde se ha dejado caer. Quizás yo trabajo mucho pero el esfuerzo físico que hace el departamento de seguridad es único y su cansancio no es solo mental - Hey - digo antes de entrar y tomo mi teléfono del bolsillo para tirárselo - Mientras tanto pídenos algo para comer, yo invito - finalizo y con media sonrisa e ingreso al despacho de Riorden con una actitud renovada.
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