The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Han pasado dos días desde aquella noche desastrosa en la que se suponía que debía ser una noche tranquila y de celebración; dos días en los que me he estado sintiendo culpable por haberme marchado antes del trabajo y haber dejado a Arianne allí sola. En realidad, había estado a punto de ir con Maeve, pero por diversas circunstancias, al final la cosa se canceló y me quedé viéndolo todo desde la comodidad del sofá. Al principio pensaba que Arianne se habría marchado antes de que las celebraciones empezasen, pero cuando comenzaron las explosiones y pude verla entre la gente, fue como si el mundo se me cayera encima. No sé por qué estaba ahí porque no suele querer ir a ese tipo de cosas, razón por la que yo muchas veces me quedo en casa, porque es mi mejor amiga y no voy a ir para estar solo... pero estaba ahí. Si a eso le sumamos que me he distanciado un poco más de ella desde lo que pasó con Benedict, es incluso peor. Podría haber muerto, como ha pasado con muchos, o haber acabado secuestrada, y yo no habría estado ahí para ayudarla a salvarse. Pero supongo que no podría haber hecho gran cosa, porque si se han llevado a dos ministros, incluso al de defensa, ¿qué habría podido hacer yo para ayudar a mi amiga?

He dejado dos días antes de decidirme a ir a su casa y ver cómo está. Teniendo en cuenta que no es la primera vez que pasa por un evento traumático de tales circunstancias, y que yo mismo también he tenido que vivir alguno, sé que lo mejor es no agobiar y dejar un margen de tiempo. ¿El problema? Que hay muchas cosas que no comprendo, como por ejemplo quién era aquel niño al que estaba ayudando con aquella acromántula, porque no parecía tratarle como a simple desconocido. No sé cómo lo encontró porque en las imágenes que retransmitieron ya estaba directamente con él cuando los vi juntos, así que supongo que me perdí algo entremedias.

Me cambio de ropa con lo primero que pillo y me dirijo hacia su casa, que está a escasos metros de la mía, y pico un par de veces al timbre. La mirada se me va automáticamente hacia el suelo mientras espero que abra, y aprieto los puños, un poco nervioso. ¿Qué le dices a alguien que acaba de pasar por algo así? No me da tiempo a pensar mucho más antes de que abra la puerta y yo alce la mirada hacia esos ojos azules verdosos que también conozco. — ¿Puedo pasar? — pregunto, sin apartar la mirada en ningún momento, como si eso fuera a servir de algo y a transmitirme más tranquilidad. Pero no funciona.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
«Las hojas crujían a su paso, su cabello y brazos se enredaban con las ramas, algunas incluso arañaban sus brazos mientras trataba de hacerse paso. Ante ella se abrió un camino por el que avanzó sin pensárselo dos veces. Sus pies casi ni pisaban la tierra, sus pisadas no quedaban marcadas en el barro. La respiración de la rubia era acelerada, si se escuchaba con cuidado, incluso, se podrían llegar a escuchar los fuertes latidos de su corazón; el músculo trataba de bombear sangre a toda velocidad. Boom, boom. Tragó una parte de la saliva que quedó atorada en su garganta y le provocó fuertes toses. Miró nuevamente tras de sí, percatándose de que no podía ver a quien le perseguía, que había conseguido perderlo de vista. Por el momento.

El sonido de un riachuelo la atrajo, saliéndose del camino para integrarse, de nuevo, en la espesura del bosque. Jadeó de dolor cuando sus pies descalzos tropezaron con unas zarzas y la hicieron caer, rodó un par de metros; pero no tardando demasiado en volver a ponerse en pie y seguir corriendo. Cuando un figura apareció frente a ella. Una niña de cabellos rubios, blanca como la luna y temblorosa que retrocedió en el mismo momento que pisó el pequeño claro. Las lágrimas recorrían el rostro de la pequeña que seguía retrocediendo en busca de alejarse de ella. Su mano se alzó, apuntando a la pequeña con la varita. —Sectumsempra— surgió de sus labios; con decisión, rabia y necesidad.»


—¡No!— gritó incorporándose de la cama. Un sudor frío le recorría la espalda y empapaba sus rubios rizos, su respiración era acelerada y su corazón latía con rapidez. Alzó las manos frente a ella, percatándose del leve temblor que se había apoderado de éstas, bajándolas y apretándolas con fuerza contra la colcha en un vano intento de que el temblor desapareciera. Cerró los ojos, sintiendo el sudor bajar por ambos lados de su rostro, antes de salir de la cama de un salto. Necesitaba refrescarse, despertarse del todo, sacar aquella pesadilla de su cabeza. Trató de llegar a oscuras hasta la puerta de su habitación, tropezando tanto con la mesilla como con la cómoda en su camino.

El agua fría chocó contra su cara, provocando un escalofrío que la recorrió desde el nacimiento del cabello hasta los dedos de los pies. Frotó con fuerza su rostro una, dos y hasta tres veces, antes de alzar la mirada y observarse al otro lado del espejo. Si cerraba los ojos durante unos segundos podía volver a ver a aquella niña frente a ella, temblorosa, aterrorizada, asustada. De ella. El aire tardó en alcanzar sus pulmones cuando trató de tomar una  profunda respiración, apoyando las manos sobre el lavabo y volviendo a bajar la mirada. —Sal de ahí, Arianne, ¿qué se supone que estás haciendo?— masculló a duras penas, apretando los dedos en torno a la superficie hasta que comenzaron a dolerle. Respiró profundamente un par de veces en un intento de volver a sus constantes normales, cuando escuchó sonar el timbre.

No se movió ni un ápice, permaneció allí, completamente inmóvil, ignorando la segunda llamada, y también la tercera, pero volviendo el rostro en dirección a la puerta del servicio cuando la cuarta vez sonó. Prensó los labios, arrastrando los pies por toda la vivienda, bajando las escaleras con desgana y dirigiéndose hacia la puerta que abrió sin mirar previamente quien podía estar al otro lado de ésta. Solo deseaba que quien fuera se hubiera cansado de tocar y ya se hubiera marchado. Pero no fue así. Se quedó allí parada frente a él unos segundos, no estando segura de su excusarse y cerrar la puerta o dejarlo pasar. Dejó ir parte del aire, retirándose hacia un lado para que entrara en casa, y cerrando la puerta tras de sí cuando lo hubo hecho.

Carraspeó, alejándose de la puerta y acercándose a él ligeramente. —¿Pasa… algo?— alcanzó a preguntar a duras penas, retirando la mirada hacia otro lado.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
La verdad es que he perdido la cuenta de las veces que he picado al timbre, y hasta a la puerta con la mano, cuando por fin se ha dignado a abrirme. Me tomo su gesto como una invitación a entrar y paso por su lado. Después, espero a que cierre la puerta, y me tomo la libertad de ir hacia el salón que tan bien conozco por todas las veces que he estado aquí. Quizá llevemos un tiempo algo más distanciados, pero hace dieciséis años que nos conocemos y eso no desaparece así como así. Nuestra conexión siempre ha sido tan estrecha que, a menudo, hasta yo mismo me he cuestionado si hay algo más entre nosotros que una simple amistad de mejores amigos. Mi madre me lo estuvo preguntando durante meses cuando llegó a casa, y Maeve también me hizo otra tanda de preguntas cuando se mudó conmigo y la adopté oficialmente. Pero ya me he acostumbrado tanto a nuestra rutina, a nuestras maneras de ser y todo lo que eso conlleva, que no me parece extraño y hasta me sorprende que la gente se confunda.

Y a pesar de todos los años que hace que nos conocemos, cuando la tengo frente a mí tras todo lo que ha pasado, me siento como si fuera una completa desconocida. — No exactamente — respondo al final. Pasan muchas cosas, pero no una que pueda soltarle así como así, con normalidad. — Ari... — empiezo a decir, pero me paro a media frase y cierro los ojos durante unos segundos. Después los abro para volver a centrar la mirada en esos ojos azules y cojo aire antes de continuar: — Siento no haber estado contigo la otra noche. ¿Estás bien? — Tengo que ordenar mis pensamientos para no soltarle una pregunta detrás de otra a pesar de que ganas no me falten. Es por eso, para dejarnos a ambos algo de tiempo, por lo que me siento en uno de los sillones de la estancia. Hago ver que inspecciono el salón como si fuera lo más interesante cuando realmente ni siquiera presto atención, y después formulo la pregunta que llevas días rondando mi cabeza constantemente: — ¿Quién era el chico con el que sales en las grabaciones? — Porque le vi secuestrar a un asistente social, e incluso al Ministro de Salud con dos niñas más. Después de saber que tuvo a Benedict Franco en su casa, tengo todavía más preguntas que me hacen pensar que, quizá, la política le importa más de lo que siempre he pensado. El problema es que está tratando con terroristas.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Puede que tuviera derecho a estar cabreada con él; haberle cerrado la puerta en la cara había sido una clara opción. Pero estaba realmente cansada de estar molesta con todo el mundo, simplemente quería tener algo de paz aunque solo fuera por unos segundos. Borrar todo lo que había en su mente; recuerdos buenos, malos… todo. Hacía demasiado tiempo que aquel tipo de pensamiento no se atrevía a dar la cara por su mente pero, desgraciadamente, llevaba dos días en los que era uno de los pocos a los que les permitía que vagase con libertad por su vida. Las cosas se habían enfriado entre ellos. No es que hubieran sido cercanos en el sentido estricto de la palabra, pero la relación que existía entre ambos era de un tipo diferente y curioso; extrañamente él era una de las personas que a las que le había permitido el acceso a su vida después de todo lo ocurrido, nadie más había tenido aquel pesado ‘privilegio’. Dejó que ambos brazos colgaran a los lados de su cuerpo, dedicándole una mirada cansada pero, a la par, interrogativa. —¿Qué es entonces?— preguntó sin dejar que él agregara nada más tras si negativa.

Hacía demasiado tiempo que no se permitía exteriorizar demasiado, siempre trataba de que sus ojos fueran lo más callados posibles pero, después del tiempo que transcurrió junto a Benedict, en cierto modo, aquella defensa se había ido desmoronando sin percatarse de ello. Los celestes ojos de la rubia se mostraron confusos apenas unos segundos. —No sabías lo que iba a pasar, no tienes porqué disculparte— contestó, evitando por completo la pregunta relativa a su estado. Ni ella misma sabía lo que sucedía en su interior, no estaba demasiado dispuesta a pronunciar antes nadie las dudas o temores que surgían cada vez que cerraba los ojos o trataba de conectar todos los recuerdos y conversaciones que mantuvo en la celebración. Lo siguió con la mirada, permaneciendo en el lugar durante unos minutos hasta que acabó avanzando y ocupando otro sillón de la salita.

Entrelazó las manos sobre sus piernas, permaneciendo en completo silencio hasta que él se decidió a romperlo de un modo que no le gustó demasiado. Las preguntas estaban a la orden del día. Todo el mundo tenía alguna para ella. —¿Te envía el Ministro?— cuestionó ella como respuesta automática. Pocas personas sabían de donde había salido Benedict, y Jasper era una de ellas, por no decir el que había provocado que supieran donde estaba. —Tengo demasiadas cosas en las que pensar como para tener que lidiar ahora mismo con un interrogatorio, Jasper— continuó, dejando que su mirada se posara sobre una de las estanterías repletas de libros que había en la salita.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Me acomodo mejor en el sillón, no porque esté incómodo, sino porque los nervios provocan que tenga la necesidad de moverme. Por un instante me planteo decirle que mejor hablamos en otro momento, que tengo que pasarme por casa porque he recordado que Maeve me pidió alguna tontería, pero al final, consigo calmarme un poco y volver a centrar la mirada. Que diga que no tengo nada por lo que disculparme no ayuda, porque no es así, incluso aunque estemos hablando de cosas distintas. Cuando delaté a Benedict Franco no pensé en ella, en que lo más probable era que la cuestionasen. Fui egoísta e idiota porque esperaba que solo se lo llevaran y que creyeran que lo confundió con un esclavo normal por alguna razón. Pero trabajando en el Wizengamot, a veces no es tan difícil acceder a cierta información y sé que nuestro jefe, el Ministro Powell, pidió hablar con ella pocos días después. No sé qué hablaron, ni tampoco tengo pensado preguntarle, pero fuera lo que fuese, al menos está aquí y sigue conservando su trabajo.

— Pero si hubiera estado, podría haberte ayudado — acabo diciendo al final. No me refiero a nada en específico, ni a las criaturas que, asustadas por las bombas, salieron corriendo y volando a atacar a los asistentes, ni tampoco a esa gente que plantó las bombas y a los que muchos se enfrentaron... ella incluida. La cuestión es que no comprendo por qué tuvo un enfrentamiento con una mujer mientras que con ese chico pareció entablar una conversación, y tampoco parece muy dispuesta a aclarar mis dudas. Y no le culpo, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado entre nosotros en estos últimos meses.

Me rasco la cabeza mientras mantengo la mirada hacia ella, no muy seguro ni de cómo soy capaz de mantener el contacto visual hablando de esto. Cuando escucho su pregunta paro de rascarme, pero todavía con la mano entre el pelo, frunzo el ceño porque, a pesar de todo, no me esperaba que fuera tan directa ni que me cuestionara así. Si no se fía de mí, ¿para qué me deja entrar? Quizá nuestra amistad está más perdida de lo que imaginaba, aunque me niego a pensar eso. — No es un interrogatorio. Solo quiero saber quién es para ayudarte, nada más — digo. Dejo caer la mano sobre mis rodillas y suspiro. Entendería que no se fiara de mí, pero de verdad que no vengo con intenciones ocultas. — No he hablado con Hans Powell en mi vida, Ari, ni tampoco seguiría sus órdenes así como así. Me da igual quién sea. — Si delaté a Benedict fue porque pensaba que mi mejor amiga estaba en peligro, nada más.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La relación entre ambos se había enriado, distaba demasiado de aquella de la que habían disfrutado meses atrás. Quizás nunca habían sido del tipo de amigos que se contaran todo pero la confianza que existía entre ambos conseguía que no fueran necesarias más explicaciones de las necesarias, una confianza que parecía haberse resquebrajado poco a poco, con el paso de los días en los que la interacción entre ambos se había tornado en nula. No podía negar que era algo que la molestaba y no quería que persistiera en el tiempo, pero se encontraba equilibrado con el hecho de haberla traicionado sin pensárselo dos veces.

Cruzó las piernas con cuidado, bajando y subiendo las manos por sus piernas. En el momento la idea cruzó su cabeza, el hecho de que hubieran estado juntos habría sido, ciertamente, aliviador para ella. Mas después de lo ocurrido no estaba del todo segura de ello, mucho menos tras sus preguntas en relación a las imágenes de la rubia que se reflejaron en la pantalla. Todo el mundo quería saber algo y, sin habérselo propuesto, parecía que todos pensaban que era un pozo de sabiduría o a saber qué. Lo cierto es que no tenía ni la menor idea de nada, y tampoco quería estar enterada. —No era nadie, pero gracias por tu ofrecimiento— habló, cruzando los brazos y acomodándose mejor en el sillón, acabando con el cuerpo ligeramente inclinado al frente, en su dirección.

Escuchar su nombre le desagradaba, nunca habían sido demasiado afines, pero mucho menos cuando puso a su familia como una condición a que se mantuviera atenta a cualquier tipo de contacto que tuviera con los ‘rebeldes’. El reencuentro con Kyle había sido un error, ni siquiera apareció en su mente la posibilidad de que todo aquello pudiera estar siendo grabado. Aun así se encogió de hombros. —Vaya, ahora si estás dispuesto a preguntarme las cosas directamente—.  Su tonó denotó cierta amargura cuando habló. —¿En algún momento pensaste en las consecuencias que tendría que afrontar?— preguntó de súbito. Un duda que había estado rondado por su cabeza durante los casi seis meses previos a la conversación que estaban manteniendo. Por mucho que tratara de hacerlo no lo conseguía. —Fue decepcionante que en vez de acudir a mí, tú…— meneó la cabeza, sonriendo amargamente a la par que apoyaba la espalda contra el respaldo del sillón con los brazos cruzados bajo su pecho. Lo era. Y además demasiado.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Que hable con un deje de sarcasmo no hace más que incomodarme más, si es que era posible, y me siento como si fuera un crío de diez años sentado en un enorme sillón a quien sus padres vigilan para que meta la pata en cualquier momento tras haber mentido. Supongo que me lo merezco, por mucho que no quisiera que nada así pasase. Dejo que hable, y lo único que hago es mover la pierna de arriba a abajo, visiblemente nervioso. Me conoce, así que sabrá que obviamente no lo estoy pasando bien, pero ahora mismo eso no debe de importarle. Tampoco es que pueda quejarme, y la verdad es que prefiero escuchar y no hablar. Simplemente quiero intentar recuperar la confianza en nuestra amistad, por complicado que parezca ahora mismo.

Acabo por levantarme de un salto cuando me acusa de no haber acudido directamente a ella, y me paseo por el salón, yendo de un lado a otro y sin saber ni qué responder porque eso sí que no voy a tolerarlo. — ¿Acudir a ti? — Es lo primero que suelto, todavía sin quedarme quieto. — ¡Te pregunté que quién era, Ari! — hablo en un tono más elevado y me paro en seco para girarme y mirarla fijamente. — Pero me mentiste y me dijiste que simplemente, y por casualidad, era alguien que compartía el nombre de tu antiguo amigo humano. ¿De verdad creíste que era tan tonto? — cuestiono. Quizá en un primer momento no sospeché tanto, pero conforme las horas y días fueron pasando, vi que algo no me cuadraba e investigué las transacciones de las últimas semanas en el Mercado de Esclavos. Fue ahí cuando vi que realmente no le había comprado y que me había engañado. Asegurarme de que quizá era Benedict Franco fue lo más difícil, y cuando acudí al Gobierno, ni siquiera estaba seguro y avisé de ello para que le interrogasen antes de acusarle. — Pensaba que te estaba obligando a tenerle aquí y que por eso no me podías decir la verdad. ¿Qué querías que hiciera? — Porque es la única explicación que encontré a su mentira. ¿Por qué me iba a mentir si no? Sabe que nunca la hubiera delatado por ilegal que sea, pero sí iba a hacerlo si creía que estaba en peligro. Yo soy el primero que proviene de una familia de humanos y puedo comprender sus motivos, a pesar de que mi familia no esté en busca y captura como es el caso de Benedict.

Me dejo caer otra vez en el sillón y entierro la cabeza entre mis manos, intentando tranquilizarme y no salir dando un portazo. Una cosa es que esté enfadada, pero lo que no puede hacer es acusarme y decir que por qué no hablé con ella cuando fue lo primero que hice. — Nunca te habría delatado si me hubieras dicho la verdad — suelto, todavía con las manos sobre la cara. — Solo te pido que esta vez sí que confíes en mí, como quiero creer que has hecho siempre, y que me expliques por qué conocías a esa gente. — Y esta vez no me refiero solo al niño, sino a la mujer con la que peleó también.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La incredulidad se apoderó de sus expresiones cuando lo vió levantarse e ir de un lado para otro en la salón de su casa. Probablemente tratando de poner sus pensamientos en orden, uno que era más que obvio que no existía en absoluto. No habían excusas válidas ni comentarios que relajaran la situación. Se irguió en el sillón, siguiéndolo con la mirada esperando a que hablara o, al menos, volviera a tomar asiento. Detestaba cuando las personas no dejaban de moverse a su alrededor, la agobiaban y estresaban de una forma inimaginable. Y él lo sabía. Pero estaba claro que ambos estaban ignorando las reacciones de los demás, encontrándose  completamente inmersos en sus palabras y razones.

Una risa ahogada e irónica escapó de sus labios. Enredó los dedos de su diestra por su cabello, meneando la cabeza con exasperación. —¿Habrías preferido la verdad? ¿Qué te hubiera dicho que estaba aquí y hacerte partícipe de mis decisiones? ¿Por qué tenía que enredar a alguien más en lo que yo estaba haciendo? ¡En lo que yo había decidido!— hacía tiempo, puede que incluso años, que no alzaba la voz de aquel modo. La fría e impertérrita Arianne dejando de lado toda la fachada que la había rodeado durante demasiado tiempo. ¿Acaso no pensaba con la cabeza? Había querido darle la oportunidad de la duda, pensar que caviló las cosas mil veces antes de decidirse a ‘venderla’, pero escuchando sus palabras solo le daba a entender que fue un arrebato, un enfado por no haberle dicho la verdad, que él quería excusar con su seguridad. —Me alegro que te sientas mejor pensando que me estabas protegiendo— ironizó a más no poder, rodando los ojos —, que te sirva de excusa para mantener tu conciencia tranquila— siguió hablando en tono de acusación. No le gustaba discutir con nadie, menos con él, pero tenía demasiadas razones para hacerlo, demasiadas para estar cabreada y no tener que medir sus palabras ni un solo milímetro antes de pronunciarlas. ¿No quería la verdad? ¿Saber lo que pensaba? Bien, pues estaba dispuesta a contárselo.

Sus dedos se crisparon en torno a los reposabrazos del sillón que ocupaba, manteniendo la mirada fija en él incluso cuando pareció relajarse y se dejó caer sobre el sillón que había ocupado inicialmente. —El hecho de que asumieras que estaba haciendo algo mal es lo que más me molesta— pronunció como toda respuesta posible a sus palabras. —No tengo nada que explicar, esto no se basa en la confianza que pudiera existir entre nosotros, sino en que es mi problema. No el tuyo, Jasper—. Lo que había ocurrido en Nimué no tenía nada que ver, aquello solo fue una casualidad.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Aprieto el puño con todas mis fuerzas hasta el punto de que los nudillos se me tornan exageradamente blancos, pero no le presto atención a eso. Lo cierto es que ni siquiera le hago el caso que debería a la que durante más de quince años ha sido mi mejor amiga, una persona totalmente indispensable para mí... y ahora no sé en qué se ha convertido nuestra relación. Al final, la rabia puede conmigo y acabo golpeando mi pierna con la mano; incluso ignoro el dolor que siento porque ha sido un buen golpe. — ¡Porque el mundo no gira alrededor de ti, Ari! — le suelto bruscamente. — Te guste o no, hay otras personas en tu día a día. ¿No pensaste en ellos cuando decidiste traer a una de las personas más buscadas de todo el país a tu casa? — Jamie Niniadis siempre ha estado obsesionada con encontrarle, y hay rumores de que su hijo Seth ha estado todos estos años escondido con él en el distrito 14. Motivos no le faltaban como madre, supongo, independientemente de los métodos que haya utilizado para encontrarle. — Y ahora mira lo que ha hecho con sus amigos: bombardear el Ministerio. Podríamos haber muerto. — Trabajamos ahí; si lo hubieran hecho un par de horas antes, ninguno de los dos estaría vivo ahora. Por no hablar de los cientos de personas que han matado, o de que incluso han secuestrado a dos de nuestros ministros.

Suelto un bufido cuando me provoca hablándome, otra vez, con sarcasmo en referencia a mis intenciones de protegerla. — Lo creas o no, quería protegerte. No conozco ese tío más allá de lo que tú me has contado y de lo que he visto en las noticias, no tenía por qué delatarlo si no creía que iba a hacerte daño — me sincero, aunque lo más probable es que no vaya a servir de nada, igual que todo lo que he dicho hasta ahora. Lo que me molesta también es que crea que lo hice porque supuestamente lo vi mal cuando realmente no es así... o al menos no del todo. Lo veo mal por la persona que es, pero por lo que acaban de hacer en el festival de Nimue. Si no hubiera hecho nada, me arrepentiría de verdad y me disculparía en condiciones. — La cuestión es que te habría ayudado si simplemente me hubieras dicho la verdad. Sé lo que es tener gente humana que te importa. — No sé cómo lo hubiera hecho, pero al menos lo habría intentado. Sin embargo, prefirió encerrarse en mí misma y dejarme a un margen incluso sabiendo lo que opino de estas cosas. — Me tiré años buscando a mi madre, y todavía no he encontrado a mi prima. Así que sí, me molesta que no me lo dijeras y que pongas de excusa que la verdad en este caso podía traerme problemas. — Quizá lo hizo por mi bien, pero entonces no me conoce tanto si piensa que no arriesgaría mi vida por ella. — Viste que sospechaba y preferiste ignorarlo — le recuerdo otra vez. — ¿Qué habrías hecho en mi lugar? — Porque hablar desde un lado es muy fácil, pero ponerse en la piel del otro no lo es tanto.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Cuando dos personas discutían llegaba un momento en el que o las posturas se acercaban o acababan alejándose definitivamente. Y ninguno de los dos parecía querer ceder en tener la razón. Él tenía sus razones, observaba todo desde su perspectiva, y la rubia hacía lo propio desde la suya. Arqueó ambas cejas, en su boca se formó una pequeña ‘o’ que quiso hacer desaparecer con unas palabras que quedaron en el más profundo silencio. —¡Él también es alguien que está dentro de mi vida!— le recriminó entonces. Claro que lo había pensado, las personas que la rodeaban eran pocas pero importantes, por ello había tratado de mantenerlas alejadas de todo aquel embrollo, que no tuvieran el más mínimo dato que pudiera arriesgar su vida. Y todo, probablemente, habría acabado bien de no ser por sus estúpidas y precipitadas conclusiones. Apretó los labios, frustrada y cabreada. No podía negar que aquel pensamiento había cruzado su cabeza en el mismo momento en el que tomó una ducha y sus ideas consiguieron aclararse, al menos ligeramente. Pero no quería darle demasiadas vueltas, no quería atar los cabos que la llevaran a la misma conclusión que Jasper. Se negaba a ello por mucho que su raciocinio le gritara. —¿Tienes alguna prueba de que tuvo algo que ver?— consiguió pronunciar después de unos minutos de silencio. —Si es así yo misma trataré de encontrarlo y juzgarlo por sus crímenes— continuó enfrentando su mirada con la de él —, pero si no es así actúa como un profesional y no lo acuses.— agregó. Su voz se volvió algo más fría cuando terminó de hablar. No negaba que tuviera aquella duda, y que posiblemente siempre la fuera a tener porque no podría contrastarla con él, pero no iba a permitir que se sobrepasara de aquel modo.

—¿Protegerme comunicando al Ministerio que él estaba en mi casa?— cuestionó. El mero hecho de tener que pronunciar una pregunta como aquella le resultaba absurda, no tenía el menor sentido y no se lo encontraría. Había estado trabajando diariamente con ella en Wizengamot, si hubiera estado en un verdadero peligro lo habría sabido. —Dios, no…— comenzó a mascullar, frotándose los ojos con ambas manos, frustrada. —Sé que tienes gente humana que te importa, no he insinuado lo contrario. Pero no te podía contar esto.— habló con voz más calma, tratando de controlar el temperamento que creía más que enterrado en el pasado. —Y si pudiera volver atrás haría las cosas exactamente igual.— aseveró con seguridad. Puede que a él le molestara que no le hubiera confiado aquello, pero cada persona era un mundo completamente diferente; y él la conocía, o al menos eso creía, lo suficiente como para saber que no cambiaría de opinión. Nunca le había preguntado nada ni dudado de su criterio, ¿qué le estaba pasando entonces? —¿Ahora eres un adolescente? ¿Te vas a molestar porque no te conté algo que no te hubiera afectado en absoluto de no ser porque decidiste meter las narices?— acabó explotando de nuevo, apretando las piernas contra el sillón.

Se rió para después rodar los ojos y señalarlo con el dedo índice. —Habría esperado a que quisieras hablar conmigo—  puntualizó —, en eso se basaba nuestra relación. No nos contábamos todo porque confiábamos en las decisiones del otro y esperábamos, sin preguntar, a que nos quisiera contar lo que sucedía—. Bajó la mano cuando terminó de hablar, negando con la cabeza con decepción.
Arianne L. Brawn
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Suelto un bufido como respuesta a que el pelirrojo también forma parte de su vida, aunque me abstengo a rebatirlo. Ha estado desaparecido durante quince años por vete a saber dónde en ese estúpido distrito secreto, ¿por qué ha vuelto ahora? Seguro que necesitaba algo de ella, pero visto lo visto, no hay manera de convencer a Arianne de cómo debe de ser ese hombre realmente. A lo que sí que no puedo callarme es a lo de las pruebas, y suelto una risita irónica antes de hablar: — ¿Pruebas? No me hacen falta; le vi secuestrar al Ministro Weynart y llevárselo como si fuera un saco de patatas después de dejarlo inconsciente — replico. Solo con eso ya me basta para saber que no es tan inocente como ella quiere hacer ver, y también que lo más probable es que esté relacionado con esas bombas que podrían haber terminado con nuestras vidas si tan solo hubieran explotado un par de horas antes. — Me da igual si plantó él mismo las bombas o no, pero han matado a cientos de personas y está claro que tuvo algo que ver, sea en lo que sea. — Dudo que las colocase él teniendo en cuenta que es un humano buscado por todo el país, pero no tengo dudas de que conoce a las personas que las pusieron. Nos esperan unas buenas semanas de trabajo investigando todo para ver cómo pasó.

Mantengo el puño cerrado con todas mis fuerzas y le echo un rápido vistazo a mi pierna para ver que la zona donde me he golpeado hace unos minutos todavía está enrojecida, lo que provoca que me pique un poco, pero decido dejarlo a un lado cuando vuelve a sugerir que así no la estaba protegiendo. — Ya te lo he dicho, pensaba que te estaba obligando — repito por enésima vez. No quiere entenderme, pero tengo todo el tiempo del mundo para repetírselo una y otra vez. — Solo me gustaría saber cómo habrías actuado tú si hubiese sido al revés y hubieras pensado que estaba en peligro. — Tengo que morderme la lengua para no soltarle algo sobre que quizá me habría dejado de lado, viendo que, al parecer, quizá no le importo tanto como pensaba. No, está claro que ese tío debe de importarle más por traidor y asesino que sea.

Estiro las piernas y me dejo caer todavía más en el sillón, sin apartar la mirada de sus ojos azules en ningún momento, como si de esa manera fuera a conseguir comprenderla más. — No me habría molestado si no hubiera sido él y se tratase de cualquier otro humano. Si me lo hubieses dicho, nada de esto habría pasado porque te habría ayudado... Aunque luego me hubiera arrepentido, viendo lo que han hecho — respondo en referencia, otra vez, a las bombas del festival de Nimue. — Confío en ti, Ari, siempre lo he hecho... En quien no confío es en él. — Mi propia hija podría haber estado aquella noche en la fiesta, pero por suerte no lo estuvo. Desde luego que no soy un adolescente con una rabieta; soy un adulto con otras preocupaciones en mente.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No podía redebatirle en condiciones ya que una parte de ella pensaba lo mismo, que debía ser demasiada coincidencia que se encontraran todos en el mismo lugar, posiblemente queriendo venganza, culpar a toda la población por lo que sus gobernantes había decidido ejecutar. Aún recordaba las explosiones y el hecho de que ella había salido del Ministerio tan solo un par de minutos antes de que todo explotara a sus espaldas. Ella también había visto las imágenes, a fin de cuentas aún formaba parte del Wizengamot, y hubo varias que la molestaron en especial. Incluso su sobrino fue grabado llevándose a varias personas junto a otros niños, ¿también era culpable de la explosión? Era algo que no entraba en su cabeza por más vueltas que le diera al asunto. El mero hecho de pensar en él provocó que sus dedos se crisparan con molestia; el saber que estaba allí, que le habían permitido ir allí cuando sabían lo que pasaría, conseguía que su estómago se tornara del revés.

Lo examinó con la mirada. Pocas eran las ocasiones en las que se habían visto enfadados, muchas menos las que ambos discutían entre ellos. Puede que existieran puntos en los que no estuvieran del todo de acuerdo, se suscitaran discrepancias, pero no de tal intensidad como para llegar a alzar la voz y afianzarse en una postura que no pretendían abandonar. —Habría actuado igual— concedió sin dudarlo —, y sé que pensabas que yo lo estaba, pero no era así— siguió hablando dejando que escapara de entre sus labios un largo y pesada suspiro que la vació por completo. —De verdad, Jasper, ¿qué te dio a entender que lo estaba? ¿De verdad pensabas que un humano podría chantajearme o hacerme algo en mi propia casa? Si hubiera estado haciendo algo mal, ¿por qué te abrió la puerta sin pensarlo?— trató de razonar con él. Era un humano, solo necesitaba un hechizo para dejarlo fuera de juego, incluso podía haberlo presentado ella misma ante las Autoridades. Por más que intentara ponerse en su lugar, tratar de entenderlo con la información que tenía, no lo conseguía en absoluto.

Rodó los ojos, parecía que sabía que relacionar cosas pero se dejaba la mitad de los acontecimientos en el tintero. O al menos se dejaba los que no le interesaban. Si no hubiera ido al Ministerio no lo habrían capturado, no habrían encontrado el catorce y, por tanto, no habría acabado sucediendo el atentado del festival de Nimue. ¿Tenía que decir aquello en voz alta? Apretó los dientes, apoyando con fuerza la espalda contra el respaldo del sillón y fijando su claro mirar en él, manteniendo la distancia que ambos habían establecido desde el inicio. Él no parecía querer entender lo que le estaba diciendo. Era su problema y no quería meter a nadie más, y no se arrepentía de ello. —¿Qué tienes contra él? Me salvó, estoy aquí sentada porque me ayudó, y tú parece que solo quieres ver las cosas que hizo mal y no las buenas— negó con la cabeza lentamente, descruzando los brazos y apoyándolos sobre los reposabrazos. —No confías en mí, Jasper— susurró mordiéndose la lengua. Estaba cansada, no tenía más ganas de pelear con nadie, mucho menos con él. —Alice ha estado con ellos todos estos años— comentó suspirando. Había oído hablar de ella por sus palabras, incluso que la estuvo buscando, pero obviamente ella ya había estado muy lejos en ese tiempo.
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Jasper E. Davies
Miembro del Departamento de Justicia
Me tranquiliza un poco que reconozca, al final, que habría actuado igual. Eso es lo único que quería que entendiera, que consiguiera ponerse en mi lugar en ese sentido. Quizá parecí egoísta, pero tan solo lo hice porque de verdad creía que estaba en peligro. — No es un humano cualquiera — respondo, sin añadir nada más al respecto porque a estas alturas ya he opinado bien lo que opino sobre los actos del pelirrojo. Quizá no lo conozca, al menos no en el ámbito personal como ella, pero sí sé es todo lo que el Gobierno ha dicho de él durante más de una década. Puede que en cualquier otra situación hubiese dudado de la palabra política y le hubiera concedido el beneficio de la duda, pero después de ver lo que pasó en la celebración de Nimue... — Pensé que simplemente abrió la puerta para disimular, para hacer ver que todo iba bien y que no sospechase nada. — En aquel momento todo tenía sentido; lo que no puedo comprender, por mucho que trate de explicarlo, es que aceptase ella sola dejarle entrar en su casa. No quiero cuestionárselo más porque por fin parece que las aguas han empezado a calmarse, pero eso no significa que lo entienda.

Un bufido se escapa de mis labios a modo irónico cuando habla de cosas buenas y me cruzo de brazos, todavía con la mirada en sus ojos. — No digo que no haya hecho cosas buenas, como todos — empiezo a decir. Lo pienso realmente, pero la diferencia es que ahora es un adulto en sus treinta y no el crío que era cuando ella lo conoció. — La cuestión es que pesan más las malas cuando ha muerto tanta gente inocente. No sé qué hacían allí o qué pretendían conseguir, pero todo acabó en cientos de muertos. — Secuestrar a los ministros como hicieron lo dudo, porque muchos más de los suyos acabaron en manos de los nuestros. Matarlos podría ser para enseñar que tienen más poder del que pensamos. — Entiendo que bombardearon su hogar, pero eso no está justificado. — Incluso viendo mal lo que ha pasado, puedo ponerme en su piel, en la de que han perdido a seres queridos y sus casas. Sin embargo, matar por ello no está justificado porque sería un no parar si todos se fueran vengando así por lo que pierden.

La mención de un nombre que conozco demasiado bien consigue que me incline hacia delante todo lo que puedo, y apoyo los codos sobre las rodillas para no caerme de cara contra el suelo. — ¿Mi prima? — pregunto incrédulo, a pesar de que sé perfectamente cuál va a ser su respuesta. Y es que no hay ninguna otra Alice a quien esté buscando, y llevo haciéndolo más de una década y ella lo sabe. — ¿Qué hace con ellos? ¿Cómo lo sabes? — Entiendo que no le quedó más remedio que huir cuando descubrieron que era humana; lo que no comprendo es por qué está con esa gente ni cómo Arianne lo sabe... Lo cual no debería sorprenderme, viendo que también habló con aquel chico que secuestró a uno de nuestros ministros y al jefe de los servicios sociales.
Jasper E. Davies
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Sus explicaciones escapaban de todo raciocinio, mas la rubia estaba lo suficientemente cansada como para no querer seguir  discutiendo. Estaba claro que Jasper no tenía una buena imagen de Benedict, y que aquello no cambiaría por más que tratara de hacerle razonar. Sus opiniones eran encontradas, no se le podía dar más vueltas al asunto, y no estaba dispuesta seguir dándoselas. No era como si necesitara su beneplácito para absolutamente nada; aunque no negaría que había conseguido instaurar la duda una esquinita de su cerebro, y la estaba molestando. Cruzó los brazos, observándolo desde la misma distancia. Un suspiro, cansado, surgió de sus labios e hizo que se removiera en el sillón. —¿De verdad eso es lo que piensas?— preguntó. —No defiendo ese tipo de actos, todas las actuaciones terroristas deben de ser castigadas, pero ¿cuántos humanos hemos condenado estos años?— resopló, chasqueando la lengua contra su mejilla y meneando la cabeza. —Mejor no me contestes, no quiero ni saber las cuentas— agregó bajando la mirada.

No podía defenderlos, ni lo haría si él había formado parte directa de los mismos, pero una parte de ella quería creerlo como fuere. Quiso levantarse de su asiento, moverse al menos, aunque no encontró la razón para hacerlo ni hacia donde ir, por lo que estiró las piernas al frente antes de mencionar el nombre de Alice y, por suerte, captar lo suficiente su atención como para que dejara a un lado al pelirrojo.

Arqueó ambas cejas. Sabía que había estado buscándola en el pasado, la rubia incluso trató de ayudarlo durante un tiempo, aunque no sabía si cesó en su intento cuándo consiguió dar, al menos, con su madre. Asintió. —Para qué seguir escondiendo cosas, ¿no?— dijo entonces, apoyando la espalda contra el sofá pero manteniendo las piernas estiradas. —Fui al Distrito 14 y estaba allí, aunque ya lo sabía porque Ben me habló de ella— comenzó a hablar, encogiendose ligeramente de hombros. Ambas habían coincidido en su adolescencia en el Capitolio, aunque ninguna le hubiera prestado más atención de la necesaria a la otra, y luego durante la noche pasada. —Has visto los vídeos, así que supongo que viste que alguien me atacó... fue ella— agregó pasando la lengua por su labio inferior, torciendo el gesto ante los recuerdos de aquellos minutos. —Creo que perdió a alguien importante en el bombardeo del 14— masculló. Otra cosa que se podría haber evitado si hubiera confiado o recurrido a ella, pero no se lo reclamaría, no quería volver nuevamente sobre sus pisadas.
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Jasper E. Davies
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Abro la boca para contestar, pero lo cierto es que ni siquiera sé qué decir al respecto; no en este caso cuando ella tiene razón. En parte me alivia que deje el tema de lado, que diga que no responda, porque por mucho que lo intente, no hay nada que pueda decir. Es la parte que más he odiado siempre de mi trabajo: condenar a gente que lo único que quiere es libertad y no vivir esclavizados. Sí, claro que pienso que durante años nos han tenido a los magos reprimidos simplemente por tener un gen mágico que ni siquiera hemos escogido, pero por mucha sangre mágica que corra por mis venas, también está la sangre muggle de mi familia materna. Es algo en lo que intento no pensar por mi propio bien, sobre todo desde que trabajo para el Wizengamot, pero siempre va a estar ahí presente. Y es precisamente ese vínculo el que me une a Alice. Es parte de mi familia materna, la hija de la hermana de mi madre, a quien perdí hace años. Sé que tenía una hija que rondaba el año y poco cuando desapareció, pero no volví a saber nada de ellas... hasta ahora, si de verdad es ella de quien Arianne está hablando.

Me dejo caer más en el sofá, como si de esa manera pudiera refugiarme de la realidad y evitar todo lo que conlleva lo que me está diciendo. — ¿Estás segura de que era ella? ¿Crees que podría hablar con ella? — Sé que ninguna de las dos preguntas tienen una respuesta fácil, pero por preguntar... Ni siquiera le cuestiono que por qué fue al 14, porque podría haber acabado muerta, pues sé que no va a servir de nada y que tampoco cabe la posibilidad de que vuelva a ir ese sitio después de lo que ha pasado. Me incorporo y vuelvo a poner la mirada sobre ella, con el ceño fruncido. Puedo notar la inquietud y preocupación, y aunque intento dejar todo a un lado, ahora mismo me es imposible, sobre todo cuando dice creer que perdió a alguien en el bombardeo del 14. Ese comentario provoca que me levante del sillón, deambule un poco por el salón otra vez, hasta que tras un suspiro, me paro en seco. — No puedo hacer esto ahora mismo. — Porque si de verdad es mi prima y ha perdido a alguien por la destrucción del 14, yo he tenido algo que ver por mucho que intente convencerme de que no. Me pellizco el puente de la nariz para aliviar la presión del momento, y al final, dejo caer los brazos, resignado. — Yo... tengo que irme. En otro momento hablaremos de esto. — Quizá no sea capaz de conversar sobre algo tan importante ahora mismo, no después de lo que me ha dicho y de la discusión que hemos tenido, pero en algún momento tendremos que hacerlo. Le echo un último vistazo, todavía con el ceño ligeramente fruncido, antes de encaminarme hacia la puerta para volver a casa.
Jasper E. Davies
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