VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Con un simple movimiento de la varita, abrió la lata de atún y colocó el contenido dentro del plato, del gato más feo del mundo entero. Sus maullidos ya lo estaban volviendo loco y en verdad necesitaba un poco de silencio.
De la heladera sacó una manzana, la lavó y le dio un gran mordisco, al tiempo que apoyaba la espalda baja en la mesada, para observar su alrededor.
La pequeña casa estaba hecha un desastre, ropa sucia por todos lados, platos de semanas sin lavar, incluso si entrecerraba los ojos, podía ver algunas telas de araña nuevas entre las cortinas. Su hermana lo habría matado, pero no podía porque estaba muerta.
Arrojó el corazón de la fruta al cesto de basura, estaba tan repleto que este rodó y cayó al suelo. Ese fue el limite, no podía continuar viviendo así.
Una hora más tarde, con su hogar ordenado y limpio, se vistió en el uniforme del trabajo, guardó la varita en el cinturón y uso la aparición para llegar a la entrada del Ministerio.
Los últimos días, luego de la misión de ataque al Distrito terrorista, Julian había estado internado. Según los médicos aún no estaba listo para volver a su labor como auror, pero él se encargó de firmar los papeles haciéndose responsable. No iba a seguir acostado en esa horrenda cama, no podía.
Con las manos dentro de los bolsillos, una gafas de sol demasiado oscuras y el cabello todavía húmedo, caminó a través de las personas con la cabeza gacha.
Dentro del elevador presionó el botón del piso correspondiente y esperó una eternidad hasta que las puertas volvieron a abrirse.
Antes de llegar a su despacho, recibió palmadas de sus compañeros, felicitaciones por la gran hazaña e invitaciones para ver el próximo partido de Quidditch en sus casa. Aunque devolvió la sonrisa, por dentro sólo sentía impotencia y vergüenza. Había cometido una estupidez, había bajado la guardia y por eso acabó inconsciente gracias al hechizo de un niño. Un maldito niño o niña, no estaba seguro. Lo que si sabía con certeza es que nadie se enteraría de eso, ahora más que nunca volvería a entrenar.
Se quitó la chaqueta, dejó las gafas sobre el escritorio y entrelazando sus dedos, estiró los brazos hacia adelante. —¿Planeas estar todo el día haciendo el papeleo?— Le preguntó al cazador que ingresaba cargando pilas de carpetas y folios.
Tomó asiento y estiró las piernas, acomodando las pesadas botas encima de la mesa. —Porque quiero entrenar un poco y me vendría bien un buen duelo.— Esa fue su forma de dar los buenos días y finalizó con un intento de sonrisa.
De la heladera sacó una manzana, la lavó y le dio un gran mordisco, al tiempo que apoyaba la espalda baja en la mesada, para observar su alrededor.
La pequeña casa estaba hecha un desastre, ropa sucia por todos lados, platos de semanas sin lavar, incluso si entrecerraba los ojos, podía ver algunas telas de araña nuevas entre las cortinas. Su hermana lo habría matado, pero no podía porque estaba muerta.
Arrojó el corazón de la fruta al cesto de basura, estaba tan repleto que este rodó y cayó al suelo. Ese fue el limite, no podía continuar viviendo así.
Una hora más tarde, con su hogar ordenado y limpio, se vistió en el uniforme del trabajo, guardó la varita en el cinturón y uso la aparición para llegar a la entrada del Ministerio.
Los últimos días, luego de la misión de ataque al Distrito terrorista, Julian había estado internado. Según los médicos aún no estaba listo para volver a su labor como auror, pero él se encargó de firmar los papeles haciéndose responsable. No iba a seguir acostado en esa horrenda cama, no podía.
Con las manos dentro de los bolsillos, una gafas de sol demasiado oscuras y el cabello todavía húmedo, caminó a través de las personas con la cabeza gacha.
Dentro del elevador presionó el botón del piso correspondiente y esperó una eternidad hasta que las puertas volvieron a abrirse.
Antes de llegar a su despacho, recibió palmadas de sus compañeros, felicitaciones por la gran hazaña e invitaciones para ver el próximo partido de Quidditch en sus casa. Aunque devolvió la sonrisa, por dentro sólo sentía impotencia y vergüenza. Había cometido una estupidez, había bajado la guardia y por eso acabó inconsciente gracias al hechizo de un niño. Un maldito niño o niña, no estaba seguro. Lo que si sabía con certeza es que nadie se enteraría de eso, ahora más que nunca volvería a entrenar.
Se quitó la chaqueta, dejó las gafas sobre el escritorio y entrelazando sus dedos, estiró los brazos hacia adelante. —¿Planeas estar todo el día haciendo el papeleo?— Le preguntó al cazador que ingresaba cargando pilas de carpetas y folios.
Tomó asiento y estiró las piernas, acomodando las pesadas botas encima de la mesa. —Porque quiero entrenar un poco y me vendría bien un buen duelo.— Esa fue su forma de dar los buenos días y finalizó con un intento de sonrisa.
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Bebo lo que queda de mi café y bajo la mirada al fondo de su vaso. Las gotas marrones que quedaron las hago girar formando manchas imposibles de interpretar. Lo son para mí que nunca comprendí los manuales de adivinación y la verdadera utilidad de aprender ese arte. Esa mancha pequeña a la izquierda parece una llave… Alguien llamándome por mi apellido me saca de mi ensimismamiento y me recompongo en la silla para alzar la mirada hacia la mujer con el ceño fruncido, que me deja un par de carpetas en brazos para que tenga de qué ocuparse en vez de estar como un cuerpo inútil en la sala. No tengo una réplica honesta a eso, así que me hago cargo de la tarea y me encamino hacia las oficinas donde tengo que entregar los archivos.
Una de mis cejas se dispara hacia arriba en mi frente al oír el saludo del auror en la sala que acababa de entrar. Aplasto los papeles que quedan sueltos en el escritorio cuando bajo las carpetas y me inclino sobre ésta, sosteniéndome del borde con las manos. —¿Se acabaron las vacaciones para los aurores, Burke? — pregunto. La victoria sobre el distrito oculto que tantas horas de sueño le había quitado al escuadrón, los había sumido en una euforia que se palpó en la base varios días después, con una inquietud latente entre todos porque abandonarse a la sensación de triunfo es de incautos. La actitud de dormir sobre laureles nunca fue de mi agrado, por lo que contaba con toda mi colaboración. —Por mi parte, no tengo problema. Solo ten en cuenta que los cazadores nos regimos por normas de duelo un poco diferente a la de los aurores— aclaro. Le hago una seña para salir de la oficina en dirección a una de las salas de entrenamiento. No hará falta cambiarnos, los dos portamos el uniforme que también usamos en el campo.
No pienso que los aurores lo tengan más fácil con sus contrincantes habituales, que respeten el orden de turnos y se estrechen las manos al acabar. Pero los contrincantes de los cazadores son bestias en los días normales. Atravieso la sala que encuentro vacía y aguardo en el otro extremo de la alfombra a que Burke tome su posición, hay bancas metálicas en los lados cuando se invita a más colegas a presencias las prácticas. Desabotono mi chaleco y extraigo mi varita de un bolsillo interno. Con mi otra mano hago un movimiento para indicarle que le cedo el turno de comenzar.
Una de mis cejas se dispara hacia arriba en mi frente al oír el saludo del auror en la sala que acababa de entrar. Aplasto los papeles que quedan sueltos en el escritorio cuando bajo las carpetas y me inclino sobre ésta, sosteniéndome del borde con las manos. —¿Se acabaron las vacaciones para los aurores, Burke? — pregunto. La victoria sobre el distrito oculto que tantas horas de sueño le había quitado al escuadrón, los había sumido en una euforia que se palpó en la base varios días después, con una inquietud latente entre todos porque abandonarse a la sensación de triunfo es de incautos. La actitud de dormir sobre laureles nunca fue de mi agrado, por lo que contaba con toda mi colaboración. —Por mi parte, no tengo problema. Solo ten en cuenta que los cazadores nos regimos por normas de duelo un poco diferente a la de los aurores— aclaro. Le hago una seña para salir de la oficina en dirección a una de las salas de entrenamiento. No hará falta cambiarnos, los dos portamos el uniforme que también usamos en el campo.
No pienso que los aurores lo tengan más fácil con sus contrincantes habituales, que respeten el orden de turnos y se estrechen las manos al acabar. Pero los contrincantes de los cazadores son bestias en los días normales. Atravieso la sala que encuentro vacía y aguardo en el otro extremo de la alfombra a que Burke tome su posición, hay bancas metálicas en los lados cuando se invita a más colegas a presencias las prácticas. Desabotono mi chaleco y extraigo mi varita de un bolsillo interno. Con mi otra mano hago un movimiento para indicarle que le cedo el turno de comenzar.
Julian de inmediato bajó las botas al suelo y se acomodó en la silla con la espalda derecha, para poder estirarse y tomar la carpeta que le entregaba el cazador. Formularios que debía completar para la siguiente misión, suponía.
La respuesta le sacó una sonrisa ladeada. —Y bueno, en algún momento tenemos que volver para arreglar el desastre que hacen los cazadores.— Bromeó.
Con el ofrecimiento a duelo aceptado, caminó detrás de él y en cuanto alcanzó el ritmo de los pasos, le palmeó el hombro. —No te preocupes, sé que debe ser difícil pelear con alguien tan limpio y al final no tener que sacarse pulgas del cabello.
Al llegar a la sala de entrenamientos, el rubio se quitó el abrigo para quedar solo en camisa negra y sujetando la varita con su mano izquierda, aceptó la indicación.
Varios de sus compañeros tomaron asiento alrededor y de nuevo una pequeña sonrisa se formó en su rostro, cuando escuchó las apuestas entre los aurores y cazadores. Si estabas aburrido o corto de dinero, aquel juego de azar entre ambos cuerpos de defensa, era una buena solución y casi una tradición en el departamento.
El brujo realizó una reverencia y con un rápido movimiento de muñeca, conjuró el hechizo que había elegido para comenzar. No lo externó, uso la magia no verbal.
No pudo acertar.
La herida que lo había enviado al hospital, volvió a abrirse en su costado derecho en cuanto estiró el brazo y el encantamiento golpeó un par de centímetros lejos del cuerpo del cazador.
Excelente comienzo.
La respuesta le sacó una sonrisa ladeada. —Y bueno, en algún momento tenemos que volver para arreglar el desastre que hacen los cazadores.— Bromeó.
Con el ofrecimiento a duelo aceptado, caminó detrás de él y en cuanto alcanzó el ritmo de los pasos, le palmeó el hombro. —No te preocupes, sé que debe ser difícil pelear con alguien tan limpio y al final no tener que sacarse pulgas del cabello.
Al llegar a la sala de entrenamientos, el rubio se quitó el abrigo para quedar solo en camisa negra y sujetando la varita con su mano izquierda, aceptó la indicación.
Varios de sus compañeros tomaron asiento alrededor y de nuevo una pequeña sonrisa se formó en su rostro, cuando escuchó las apuestas entre los aurores y cazadores. Si estabas aburrido o corto de dinero, aquel juego de azar entre ambos cuerpos de defensa, era una buena solución y casi una tradición en el departamento.
El brujo realizó una reverencia y con un rápido movimiento de muñeca, conjuró el hechizo que había elegido para comenzar. No lo externó, uso la magia no verbal.
No pudo acertar.
La herida que lo había enviado al hospital, volvió a abrirse en su costado derecho en cuanto estiró el brazo y el encantamiento golpeó un par de centímetros lejos del cuerpo del cazador.
Excelente comienzo.
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Miro hacia él con una sonrisa forzada que cruza solo la mitad de mi rostro, no encuentro muy de mi agrado que hable del trabajo de los cazadores, por más que sea una pulla que se escucha seguido porque al pertenecer a escuadrones distintos, es natural que surja cierta rivalidad amistosa. Nos movemos en distintos ambientes, se podría pensar que no hay nada que podamos aportar a los otros, a no ser porque a mí me viene bien probarme con un animal racional para mejorar mi destreza y a él le sirve medirse con un duelista que siempre lanza sus hechizos a la yugular, porque es la manera más segura de acabar con una bestia.
—Según escuché, son los aurores los que vienen de una seguidilla de desastres— murmuro al aire. Tomó mi posición para comenzar el duelo y tengo que soltar la carcajada seca que raspa mi garganta al escuchar su comentario. —¿Seguro? Después de estar en el distrito 14, que te hayas traído un par de piojos es lo de menos— digo, con desprecio hacia el lugar que sirvió de refugio seguro a los traidores durante tanto tiempo. Desconozco que también trajo una herida que no acaba de cicatrizar, por su mueca de dolor que hace temblar sus facciones y lo lleva a errar el hechizo inaugural. —Mala suerte, Burke— me mofo y lo ataco a dañar con un sectum que corta la piel de su brazo, aquel con el que sostiene su varita. Me importa poco que esté lastimado, no creo que espere mi falsa clemencia en un duelo de práctica. No es cómo si alguna vez un criminal fuera a actuar desde la amabilidad.
—Según escuché, son los aurores los que vienen de una seguidilla de desastres— murmuro al aire. Tomó mi posición para comenzar el duelo y tengo que soltar la carcajada seca que raspa mi garganta al escuchar su comentario. —¿Seguro? Después de estar en el distrito 14, que te hayas traído un par de piojos es lo de menos— digo, con desprecio hacia el lugar que sirvió de refugio seguro a los traidores durante tanto tiempo. Desconozco que también trajo una herida que no acaba de cicatrizar, por su mueca de dolor que hace temblar sus facciones y lo lleva a errar el hechizo inaugural. —Mala suerte, Burke— me mofo y lo ataco a dañar con un sectum que corta la piel de su brazo, aquel con el que sostiene su varita. Me importa poco que esté lastimado, no creo que espere mi falsa clemencia en un duelo de práctica. No es cómo si alguna vez un criminal fuera a actuar desde la amabilidad.
El hechizo de inauguración se estrelló contra la pared, justo detrás del cazador y aunque Julian se movió hacia la derecha para esquivar el ataque del contrario, no lo hizo lo suficientemente rápido.
El conjuró cortó su brazo cerca del hombro y gracias a la profundidad, la sangre comenzó a empapar la camisa del uniforme. Maldito Colin.
El rubio era bastante nuevo en su trabajo, mas no por eso se creía menos capaz, solo no estaba teniendo suerte...O eso quería creer.
La verdadera razón del desconcierto de Julián no eran las heridas y menos el fortuna o azar, quien lo estaba distrayendo resultaba ser él mismo y su jodida y ruidosa mente. —Luego de semejante éxito, lo que menos me preocupa son los piojos. Acabamos con todo un Distrito terrorista.— Replicó con una sonrisa sobradora pintada en el rostro. —¿Qué han hecho los cazadores además de matar gatitos?
El público aplaudía, se carcajeaba y motivaba con cantos y bromas a su duelista preferido.
Era su turno.
Se movió dando pasos lentos, calculadores, hacia la izquierda y cuando estuvo listo, movió la muñeca lo más veloz posible y conjuró un bombarda.
Las heridas le estaban jodiendo la vida, su mente también y ahora un maldito que lo empujó mientras intentaba atacar.
No tuvo que mirar para saber que la explosión no había siquiera tocado al cazador, simplemente se volteó en el lugar y estampó su puño en la barbilla del metido.
—La suerte no tiene nada que ver aquí, Weynart.— Gruñó enfadado, consigo mismo y con el bastardo que yacía en el suelo quejándose.
Levantó la varita una vez más, está vez para defenderse.
El conjuró cortó su brazo cerca del hombro y gracias a la profundidad, la sangre comenzó a empapar la camisa del uniforme. Maldito Colin.
El rubio era bastante nuevo en su trabajo, mas no por eso se creía menos capaz, solo no estaba teniendo suerte...O eso quería creer.
La verdadera razón del desconcierto de Julián no eran las heridas y menos el fortuna o azar, quien lo estaba distrayendo resultaba ser él mismo y su jodida y ruidosa mente. —Luego de semejante éxito, lo que menos me preocupa son los piojos. Acabamos con todo un Distrito terrorista.— Replicó con una sonrisa sobradora pintada en el rostro. —¿Qué han hecho los cazadores además de matar gatitos?
El público aplaudía, se carcajeaba y motivaba con cantos y bromas a su duelista preferido.
Era su turno.
Se movió dando pasos lentos, calculadores, hacia la izquierda y cuando estuvo listo, movió la muñeca lo más veloz posible y conjuró un bombarda.
Las heridas le estaban jodiendo la vida, su mente también y ahora un maldito que lo empujó mientras intentaba atacar.
No tuvo que mirar para saber que la explosión no había siquiera tocado al cazador, simplemente se volteó en el lugar y estampó su puño en la barbilla del metido.
—La suerte no tiene nada que ver aquí, Weynart.— Gruñó enfadado, consigo mismo y con el bastardo que yacía en el suelo quejándose.
Levantó la varita una vez más, está vez para defenderse.
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—¿Quieres una palmadita por cumplir con tu trabajo, Burke? — pregunto, curvo mis cejas oscuras y la sonrisa se ensancha a lo largo de mi rostro por la intención de hacer esta conversación una broma. Mis provocaciones no pretenden ofender su trabajo, el cual respeto porque somos parte del mismo cuerpo de seguridad, que tiene como cabeza a uno de mis hermanos. Es que la pulla entre aurores y cazadores es casi ley, las comparaciones entre nuestros trabajos y demostrar quiénes se llevan los laureles de NeoPanem. Claro que la fama es de los aurores cuando cubren tapas de diarios con una hazaña un poco tardía a mi parecer, ¿cuánto tiempo llevan esos rebeldes fuera de su alcance? Hago a una mueca cuando las bestias a las que nos enfrentamos las reduce a gatitos… ¿se refiere a crías de wampus? Gatos será los que conoce él, en sus salidas por el Capitolio, los felinos con los que yo trato son de otro nivel. —Si puedes dar tus paseos por el bosque a recoger margaritas es gracias a nosotros— me hundo de hombros con indiferencia después del comentario infantil.
El estadillo retumba cerca, tensa mi cuerpo y hace que le eche una mirada precavida. Si es así como quiere jugar… me recuerda un poco a los cangrejos de fuego, temperamentales. Al final las criaturas salvajes siempre enjauladas, y pretendo construir una con mi varita que lo mantenga sujeto, pero no es tan fácil atrapar a un mago como una bestia, contrario a lo que creí. —No desprecies a la suerte— le recomiendo. —A veces es el comodín que salva la jugada— le recuerdo. Claro que la destreza, las habilidades de duelo, son las que estamos poniendo a prueba y las que medimos en esta práctica. Pero la suerte tendrá siempre un margen de acción, y es tan traicionera que va de un contrincante a otro.
El estadillo retumba cerca, tensa mi cuerpo y hace que le eche una mirada precavida. Si es así como quiere jugar… me recuerda un poco a los cangrejos de fuego, temperamentales. Al final las criaturas salvajes siempre enjauladas, y pretendo construir una con mi varita que lo mantenga sujeto, pero no es tan fácil atrapar a un mago como una bestia, contrario a lo que creí. —No desprecies a la suerte— le recomiendo. —A veces es el comodín que salva la jugada— le recuerdo. Claro que la destreza, las habilidades de duelo, son las que estamos poniendo a prueba y las que medimos en esta práctica. Pero la suerte tendrá siempre un margen de acción, y es tan traicionera que va de un contrincante a otro.
Julian se dio la vuelta para continuar con el duelo, cuando el hechizo del cazador fue lanzado hacia él. Como estaba ocupado estampando su puño contra el brujo entrometido, no le había prestado atención, por lo tanto no tenía idea de qué era lo que le había conjurado y por supuesto que no se quedaría quieto para averiguarlo.
Sin importarle las heridas, hizo cuerpo a tierra y al levantar la cabeza para observar qué rayos había pasado, no pudo evitar reír al ver a uno de los cazadores enfurecido por estar atrapado dentro de una jaula. —¡Y quédate ahí, gatito!
De un salto se puso de pie, acomodó sus cabellos hacia atrás para quitar el estorbo en su visión y no le dio a su contrincante tiempo para pensar o reaccionar. Movió su varita con precisión, esta vez apuntando exactamente hacia el cuerpo de Colin. —Incarcerous.— Varias gruesas cuerdas amarraron al cazador y pese a toda la formalidad del duelo, Julian se acercó corriendo hasta donde estaba inmovilizado y revolvió los cabellos del hombre. —Te dije que no desprecies la suerte.— Le sugirió sin borrar la sonrisa del rostro, aquel hechizo se utilizaba bastante para atrapar animales y que el pobre cazador haya caído en la trampa, era...excelente.
Regresó a su puesto del comienzo, recibiendo palmadas por parte de sus compañeros de trabajo y cuando quedó de frente una vez más, arqueó las cejas y movió los dedos en señal de invitación. —Vamos margarita, puedes soltarte y atacar ¿O ya te das por vencido?
Sin importarle las heridas, hizo cuerpo a tierra y al levantar la cabeza para observar qué rayos había pasado, no pudo evitar reír al ver a uno de los cazadores enfurecido por estar atrapado dentro de una jaula. —¡Y quédate ahí, gatito!
De un salto se puso de pie, acomodó sus cabellos hacia atrás para quitar el estorbo en su visión y no le dio a su contrincante tiempo para pensar o reaccionar. Movió su varita con precisión, esta vez apuntando exactamente hacia el cuerpo de Colin. —Incarcerous.— Varias gruesas cuerdas amarraron al cazador y pese a toda la formalidad del duelo, Julian se acercó corriendo hasta donde estaba inmovilizado y revolvió los cabellos del hombre. —Te dije que no desprecies la suerte.— Le sugirió sin borrar la sonrisa del rostro, aquel hechizo se utilizaba bastante para atrapar animales y que el pobre cazador haya caído en la trampa, era...excelente.
Regresó a su puesto del comienzo, recibiendo palmadas por parte de sus compañeros de trabajo y cuando quedó de frente una vez más, arqueó las cejas y movió los dedos en señal de invitación. —Vamos margarita, puedes soltarte y atacar ¿O ya te das por vencido?
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El barullo que hacían los espectadores del duelo no me agradaba, tenía que ver más con una cuestión de que no solía fomentar el ánimo de fiesta entre mis colegas por mi propio carácter que era tan apático. Hacía oídos sordos de los abucheos, concentrado como estaba en los movimientos de mi contricante, era lo que me importaba del encuentro. Me molestó terriblemente la interferencia de un compañero, pero era Burke quien tenía que lidiar con él y no me entrometí. Mientras no me incordiaran a mi. El ánimo de broma era con mi rival, no con los demás, y por eso cuando me vi atrapado por las cuerdas no me enfadé por su comentario burlón. Tenía los labios tensos en algo que no llegaba a ser del todo una sonrisa porque este gesto no se me daba tan fácil, y rodé los ojos cuando volvió a hablar de la suerte, no entendí si me estaba remedando o él también creía que su acierto era azaroso.
-¿Crees que me daría por vencido con tan poco?- pregunto, cortando las sogas con mi varita hasta que caen despedazadas sobre la alfombra. Froto sin darme cuenta que lo hago, allí donde mi piel quedó marcada por la presión de las cuerdas contra mo carne. Es una sensación que se desvanecerá al rato. Agito mi varita hacia uno de los muebles que estan en la sala, aprovecho para agitar de su asiento a un par que hablaban demasiado alto dando sus opiniones, y muevo el banco en dirección a Burke. El banco de madera aterriza en el otro extremo, sin golpear a mi rival, y me encojo de hombros.
-¿Crees que me daría por vencido con tan poco?- pregunto, cortando las sogas con mi varita hasta que caen despedazadas sobre la alfombra. Froto sin darme cuenta que lo hago, allí donde mi piel quedó marcada por la presión de las cuerdas contra mo carne. Es una sensación que se desvanecerá al rato. Agito mi varita hacia uno de los muebles que estan en la sala, aprovecho para agitar de su asiento a un par que hablaban demasiado alto dando sus opiniones, y muevo el banco en dirección a Burke. El banco de madera aterriza en el otro extremo, sin golpear a mi rival, y me encojo de hombros.
Dado: Fallo
Con los brazos extendidos le indicó a su rival que era momento de la siguiente jugada y el cazador, ni lento ni perezoso, tomó esa señal al instante e intentó golpearlo con un banco de madera.
Julian por muy poco casi se ve afectado por el impacto, mas alcanzó a moverse hacia adelante, justo a tiempo para ver flotar el mueble y terminar estampado contra la pared a su izquierda.
Varios espectadores bajaron la voz, quizás por el miedo de verse involucrados en el duelo o tal vez la escena frente a sus ojos se estaba poniendo por fin interesante. No le importó saber.
—Habrías roto mi corazón de ser así, Weynart.— Respondió con un diminuto intento de sonrisa. Si bien durante su primer día de regreso del hospital estaba haciendo varias bromas y comentarios divertidos, él no era así, no después de perder a Valery. Ese era su tortura y perdición.
Quería obtener la delantera, una pequeña ventaja, sin embargo cuando comenzó a mover la varita en dirección al cazador, una voz grave gritó su apellido desde el pasillo. —¡BURKE, TE NECESITO!— El rubio frenó el ataque y volteó para observar al brujo que requería de sus servicios. —¿Si, señor?— Preguntó arqueando las cejas algo sorprendido.
El hombre se acercó y en voz baja, cerca de su oído, repitió las ordenes, ante las cuales el auror asintió con la cabeza y pidió unos segundos para disculparse con su competencia.
En pocas y rápidas zancadas quedó frente a Colin y estiró la mano para estrechar la suya. —Buen entrenamiento, la próxima espero no ser interrumpido, pero el deber llama.
Julian por muy poco casi se ve afectado por el impacto, mas alcanzó a moverse hacia adelante, justo a tiempo para ver flotar el mueble y terminar estampado contra la pared a su izquierda.
Varios espectadores bajaron la voz, quizás por el miedo de verse involucrados en el duelo o tal vez la escena frente a sus ojos se estaba poniendo por fin interesante. No le importó saber.
—Habrías roto mi corazón de ser así, Weynart.— Respondió con un diminuto intento de sonrisa. Si bien durante su primer día de regreso del hospital estaba haciendo varias bromas y comentarios divertidos, él no era así, no después de perder a Valery. Ese era su tortura y perdición.
Quería obtener la delantera, una pequeña ventaja, sin embargo cuando comenzó a mover la varita en dirección al cazador, una voz grave gritó su apellido desde el pasillo. —¡BURKE, TE NECESITO!— El rubio frenó el ataque y volteó para observar al brujo que requería de sus servicios. —¿Si, señor?— Preguntó arqueando las cejas algo sorprendido.
El hombre se acercó y en voz baja, cerca de su oído, repitió las ordenes, ante las cuales el auror asintió con la cabeza y pidió unos segundos para disculparse con su competencia.
En pocas y rápidas zancadas quedó frente a Colin y estiró la mano para estrechar la suya. —Buen entrenamiento, la próxima espero no ser interrumpido, pero el deber llama.
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