The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Las hojas flotaban delante de su cabeza y prestando mucha atención a cada síntoma, diagnóstico, poción y procedimiento utilizado y respuesta final, la rubia completaba los historiales clínicos y firmaba, o no, los documentos que daban el alta.
El grupo de pescadores atacados por los demonios del agua o Kelpie, aún continuaban en tratamiento, mas acordaron visitar el hospital cada dos o tres días, con tal de regresar a casa y no pasar más de una hora entre las habitaciones esterilizadas.
Funcionaba para todos.

Para la hora del té, dejó la pluma en su tintero, los formularios completos dentro del cajón correspondiente y cerrando los ojos, estiró sus hombros hacia atrás hasta escuchar un leve crujido.
Ya he acabado, pero para cualquier emergencia o lo que sea, tienen mi número personal.— Habló con la persona a cargo en el área de recepción, para luego volver a su despacho en busca de su bolso y traslador.  
En un abrir y cerrar de ojos apareció frente a la enorme puerta de su casa. Ingresó y la primera imagen que tuvo, a modo de bienvenida, fue a Gaspard luchando por quitarle a Liesel un valioso mantel que mantenía debajo de sus garras.  
Solucionado el tema, subió las escaleras con el gato ronroneando entre sus brazos. —¿Quién es la cosita más bella?— Preguntó riendo y acariciando su impecable pelaje.

Ariadna quería aprovechar las horas de sol y el verano, así que le pidió a Lady Cora que preparara las colchonetas, la cama de Liesel y una mesa con refrigerios saludables y bebidas en el jardín, mientras ella cambiaba su uniforme del hospital por un top y calzas deportivas.
Terminó de colocarse las medias apropiadas y antes de dirigirse al patio, le quitó el corbatín a su gato, para que estrenara una nueva corbata color verde claro. —Perfecto, andando.

Con su mascota sentada en la cama, en posición de respeto y poder absoluto, la bruja se paró sobre el fieltro y empezó a mover los hombros, buscando calentar las articulaciones para la practica.
Estiró los brazos por encima de su cabeza, luego lentamente bajó hasta tocar las puntas de sus pies, controlando la respiración y tratando de apoyar el rostro sobre sus piernas.
Cerró los ojos y al volver a abrirlos, pudo ver a un moreno acercándose hacia ella, pero caminando de cabeza hacia abajo.
Se levantó demasiado rápido, el mundo giró a su alrededor y pese a que trató de no hacer mueca alguna para no demostrar lo que él había causado en ella, tuvo que apoyarse en el tronco del árbol más cercano para no caer.
De inmediato se cruzó de brazos. —Oh, ¿A qué debo el placer de tenerle aquí? En el patio de mi casa, las hectáreas de campo donde corren caballos y unicornios.— Preguntó con sarcasmo, sin borrar la seriedad de su rostro.

Dato gracioso, Liesel miraba a Dave exactamente del mismo modo.
Ariadna T. Tremblay
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Invitado
Invitado
El taller era un salón colosal en el que bullía la actividad y el sonido metálico de partes al chocar o fusionarse. Había pocos sitios que me causaban una incomodidad como la del lugar de trabajo de mis padres, y cuando me cansé de simular que estaba revisando mi cámara y haciendo fotos al azar por casi una hora, decidí que era mejor irme. Mi estancia en casa se estaba haciendo larga, también tenía mis reparos en visitar con frecuencia el taller, como mis padres y sus colegas me conocían sabían que cuanto menos atención me prestaran, más tiempo permanecería. A la primera que alguien dijo necesitar unas manos de ayuda, huí despavorido. Me despedí de mis padres diciéndoles que tenía un compromiso y, en verdad el taller debe ser uno de mis lugares favoritos, como para que la isla ministerial sea una alternativa. Acabo delante del portal de la impresionante mansión de la ministra de Educación, preguntando por su hija a la elfa que me recibe con toda educación. Caminar por los pasillos de la mansión es como andar por un museo y piso fuerte para que el sonido resuene entre las paredes, así se pierde un poco la sobriedad del ambiente.

En el patio me encuentro con algo que podría ser Ari, no estoy seguro hasta que abandona esa postura y vuelve a ser la misma chica de siempre parada sobre sus pies. Echo una mirada a mis ropas, no vine adecuadamente vestido pese a que hablamos de tener una clase compartida de yoga en nuestro último paseo. Ella, en cambio, recuerda otras cosas. Saco las manos de los bolsillos de mi bermuda y extiendo los brazos a los lados, enseñando todo el parque que nos rodea. Curvo una ceja y la miro animandola a que me diga si esto no es exactamente lo que describí. -¿No es así? Perdona, me olvide de mencionar a los aethonans. Caballos, aethonans y unicornios.-. El sarcasmo puede que no sea la mejor manera de comenzar con el pie derecho y Liesel demuestra aún menos paciencia que Ari para tratar conmigo. -A menos que quieras hablar de la vida y las injusticias del mundo, solo deja pasar lo del mercado. No volvamos a ello- propongo con un suspiro. Seguimos siendo amigos, con el detalle de todas las amistades, de que tal vez vemos el mundo de una manera diferente.
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Si bien Lady Cora era amable y simpática, Gaspard era todo lo contrario y en cuanto notó que las suelas de los zapatos del joven manchaban con grasa el impecable suelo de mármol, gruñendo se puso a limpiar, pasando el trapo incluso sobre los pies del amigo de Ariadna.

Se mantuvo apoyada en el tronco hasta que el mundo dejó de girar, observando como Dave se acercaba a paso lento, como si tuviera miedo de que le arrojara encima a Liesel.
No iba a mentir, el pensamiento si se había cruzado por su mente y en su imaginación si lo había tirado sobre su amigo al grito de: ¡Ataca!
Al igual que él, arqueó una ceja y se mantuvo de brazos cruzados. —Ja, ja, eres muy gracioso.— Respondió y caminó hasta la mesa de té, donde Lady Cora la había llenado de bocadillos, de un sencillo (si, claro) juego de té y de diferentes bebidas frías. Sólo se aferró a la botella de agua más cercana y bebió un par de sorbos.

Al dejarla, apuntó con el dedo indice a Dave. —Lo dejaré pasar por ahora, pero luego hablaremos de ello.— Regresó a su lugar encima de la colchoneta e hizo señas para que él se acomodara en la que estaba al frente. —¿Qué esperas?— Sonrió de lado, mientras comenzaba a mover los hombros, brazos y cadera, para volver a entrar en calor y que él la imitara.
No lo había pensado hasta ese momento, pero si le resultó molesto el cambio. Del mercado ilegal, había pasado al precioso y enorme jardín, lleno de plantas, flores, árboles frutales y rayos de sol.

No lo admitiría nunca en voz alta, pero Dave tenía razón, lo único que faltaban eran los unicornios.
Ariadna T. Tremblay
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Urdhva Mukha Svanasana|| Dave IqWaPzg
Invitado
Invitado
Estoy tratando de ser amable— digo alzando una mano en alto para pedir una tregua. El sarcasmo es un detalle inadecuado en mi intención, eso lo reconozco. Es el trabajo del paisajista de estas mansiones lo que me inspira a bromear sobre equinos mágicos o no mágicos. Este parque es impresionante, lo tenía todo para ella sola, en contraste al mercado donde no cabía un espacio entre tienda y tienda y la gente se chocaba al caminar. Estoy seguro de haber visto en el mercado un juego de té similar al que está sobre la mesa, pero habrá sido una imitación barata. Tengo consciencia de todas esas diferencias que hay entre un ambiente y otro, y lo que aprendí tras años de poner mi mirada detrás de un lente, es que no puedes conseguir que una persona vea lo mismo que yo o que pueda imaginar un lugar que nunca vio. A menos que quiera hacerlo. Ofrezco la salida fácil de no hablar sobre lo que causó tensión entre nosotros la última vez, si quiere tomarla y sonrío un poco cuando lo deja para después. —Cuando quieras— musito.

No me atreveré a contradecirla al aceptar mi tregua, por eso me coloco en la otra colchoneta a pesar de que no tengo un atuendo que combine con el suyo. Reflejo sus movimientos como lo haría un espejo distorsionado y con unos segundos de retraso, lo que tardo en precisar lo que tengo que hacer. —¿Esto se supone que tiene que relajarnos? ¿En realidad por qué la gente hace yoga? — pregunto con curiosidad. Para mí descansar es dormir, en lo posible catorce horas si vuelvo de una larga recorrida. Lo hago de vez en cuando, tampoco llega a ser un hábito horrible. Si hay algo que me desespera es ver personas que no hacen nada, se dejan estar o permanecen demasiado tiempo en un lugar. Porque la isla ministerial podrá ser una maravilla de la naturaleza, pero estas mansiones me darían sensación de encierro después de unos días. No importa que haya muchas hectáreas de patio para respirar.
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Una vez terminado el calentamiento de articulaciones y músculos, Arianda se recostó boca abajo en la colchoneta y con los brazos, levantó el torso, siempre manteniendo las piernas y pies pegados al suelo y la mirada hacia el frente.
No es sólo relajación. El yoga es un ejercicio que involucra la respiración y la meditación, para reducir el estrés y mejorar la salud. En tú caso, haría mucho por la postura.— Murmuró sonriendo y relajó el cuerpo, para luego volver a la misma posición durante un par de segundos.

Trató de no reír cuando veía a Dave imitándola, nada mal por cierto, sin embargo se notaba lo incomodo que estaba y no sólo por la ropa inadecuada para deportes.
Para la siguiente postura de rutina, se acomodó apoyando la espalda en la colchoneta, levantó las piernas y luego con sus manos sujetó la cintura para mantener el equilibrio.
No duró mucho así, tuvo que relajarse para soltar el ataque de risa y posteriormente se levantó para ayudarlo. —Vamos, acuéstate y yo sostengo tus piernas hacia arriba.

Lady Cora apareció junto a la mesa para colocar más platos de bocadillos salados, junto a la tetera caliente para el té.
Ariadna agradeció el gesto y le pidió que se llevara a Liesel, para que James le diera un paseo.
No sabía por qué, pero el gato parecía más enojado que de costumbre y ya había estado en varias ocasiones, a punto de atacar con las garras a su amigo.
Mejor evitar los problemas.

Ariadna T. Tremblay
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Urdhva Mukha Svanasana|| Dave IqWaPzg
Invitado
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Asiento con el mentón en un movimiento escueto, aceptando los beneficios que ofrece la práctica de yoga. Es una práctica que antecede a nuestros abuelos, sus virtudes le han dado fama. Tengo una nueva duda a partir de lo que me dice, un poco más personal. —¿Y tú por qué lo haces?—. Me habló del estrés, de lo bueno que es para la salud, no hablemos de que también haría maravillas por mi postura, comentario que me hace rodar los ojos. También coloco mi estómago contra la tela de la colchoneta, me contengo de mover los brazos como si fuera un pez nadando. Levanto mi cabeza todo lo que puedo, me detengo en un punto en que todavía no siento que se despegó de mi cuerpo y la miro de soslayo, ¿esto va a mejorar mi postura o romperme la espalda? ¿Se está vengando sutilmente de haberla llevado al mercado? Estuve otras veces en la casa de Ari, pero no me acostumbro al ambiente y para mí es igual de incomodo estar aquí que para ella fue caminar entre tiendas sucias.

¿Te hace sentir mejor?— interrogo a pesar de su risa, cambiando mi posición para alzar mis piernas y que ella pueda sostenerlas, como me asegura que lo hará. Uso mis brazos para cargar con mi peso y hacer el intento de que mi torso también se eleve en la línea recta que sigue a mis piernas. Tomo una bocanada de aire que la suelto al continuar: —Cuando vuelves del hospital, con todo el estrés de la guardia, ¿te hace sentir mejor practicar estas posturas aquí, mirando lo amplio que es tu patio y lo inmenso que es el cielo, mientras tu elfina deja todo armado para el té?— cuestiono, y espero que mi impertinencia no la haga actuar violento, que tiene mis pies en su posesión. —Es solo que…— echo mi cabeza hacia atrás, con los ojos vueltos hacia el cielo que acuso de inmenso. —Tu patio es tan grande que actúa como un muro. No deja ver el mundo que está afuera.
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ariadna se paró junto al cuerpo de su amigo y una vez levantadas ambas piernas, sujetó sus talones para ayudarlo a estar en la posición correcta y así no lastimarse. También quería que se mantuviera así los segundos necesarios. —Lo hago porque soy pésima en los demás deportes.—Eso era mentira y él lo sabía, pero no había una razón más interesante, le gustaba y ya.

Los rayos del sol la dejaron ciega durante unos segundos y tuvo que entrecerrar los ojos para poder ver el rostro de Dave. Iba a responder, mas decidió callar porque sabía que él no había terminado su pregunta.
Y tenía razón.
El moreno siguió con su discurso moralista, obligandola a soltarlo para cruzarse de brazos. Quizás en otro momento se habría sentido culpable por no sujetar sus talones, podría haberle hecho daño sobre todo en los brazos espalda, pero ya estaba demasiado enojada.

¿Acaso tú propósito del día fue venir hasta mi hogar y hacerme sentir como...?— "Una mierda". No, no perdería la educación por su culpa. —...Mal ¿No te bastó lo que hiciste el otro día en el mercado? No me vengas a reclamar por todos los problemas del mundo, cuando tú tampoco haces mucho por arreglarlo ¿O acaso con tú cámara alimentas a los pobres?— Ariadna intentó no perder de nuevo su usual tranquilidad, pero ya había tenido un día de mierda en el trabajo y que él viniera y se burlara, era el colmo.

Lo dejó tirado sobre la colchoneta y dándose la vuelta, empezó a doblar la suya mientras respiraba por la nariz y exhalaba por la boca. Calma, Ari, calma.
¿Piensas que tener un patio grande es lo mismo que tener poder? ¿Quieres que vaya a la casa de la Ministra y le diga: ¡Oh señora Niniadis, está haciendo todo mal, hay gente que muere de hambre, niños enfermos y lo que hizo con el Distrito 14. Todo un desastre..!?— Terminó de enrollar la colchoneta y se puso de pie. —Porque no, no puedo hacer eso. Y no tienes idea de las cosas que debo soportar día a día, no te imaginas lo muy agradecida que viviría en cualquier otro lado con tal de obtener lo que en verdad deseo.— En ese momento la rubia pudo observar por el rabillo del ojo, a James sacando a Liesel a pasear por la isla. —De verdad Dave, me conoces mejor que esto, ¿en serio crees que me gusta tener un esclavo en casa, escuchar como lo torturan por una estúpida equivocación y no podes hacer algo?

La última vez que la bruja había llorado frente a alguien y no dentro de su habitación, fue cuando perdió a un paciente de tan sólo cinco años. No pudo atacar el veneno que ya corría por todo su cuerpo y al llegar a casa, abrazó a su madre entre sollozos.
Ahora sus ojos se tornaron brillosos. —Así que ahí tienes tú respuesta, no, no me hace sentir mejor el yoga.— No se había dado cuenta y ya las lagrimas mojaban sus sonrojadas mejillas. —Pero ¿Sabes cuál es la diferencia entre nosotros? Que desde la posición en la que estoy y no he elegido, trato de ayudar como puedo y no me creo superior a nadie. En cambio tú, haciéndote el ético, sólo usas tú enojo para hacer sentir a los demás inferiores.— Colgó la colchoneta en su hombro, limpió un poco su rostro y empezó a caminar hacia la casa. —Es hora de que te vayas.
Ariadna T. Tremblay
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Usé mis brazos como soporte para alzar la media de mi cuerpo, lo que hizo posible que la siguiera con la mirada. Mis piernas habían perdido la estabilidad que me daba su sujeción, pero el impacto al caer fue menor por lo mullido de la colchoneta. Pude recibir desde mi posición un avasallante discurso sobre mi actitud moralista. Tenía buena resistencia en esto, pero fallaba en la práctica de paciencia infinita. Cuando una persona me respondía de manera en que se excusa a sí misma, usando todos sus argumentos, elevando su propia virtud, en un conversación que pasaba a ser un monólogo, lo que me quedaba por hacer era ponerme de pie con dificultad para marcharme. ¿Estaba acusándola de frívola? No había sido mi intención, pero era lo que había hecho. Aun siendo amigos, tomó mi pregunta como una agresión y me lo devolvió de la misma manera. —Sí, Ari. Creí que te conocía, por eso esperaba escuchar de tus labios que te gustaría algo diferente a esto— contesto de modo hosco, y doy dos pasos hacia ella. Si no fuera porque sé que está enojada en este momento conmigo, usaría mis manos para sujetar sus hombros, pero las tengo inertes a los lados de mi cuerpo. —Porque de nada sirve si son pensamientos atrapados en tu mente, que lo digas en voz alta puede cambiar las cosas. No el mundo, pero al menos tú vida... puesto que no es la vida que te gusta, según tú— lo digo con suspicacia.

Pienso una segunda vez si me quedo o me voy, me hubiera quedado si no fuera porque Ari explícitamente pidió que me fuera. No encajo en este lugar haciéndome el ético, es un mal sitio para profesar, si tengo que pensarlo a partir de sus palabras. —Todos estamos en las posiciones que hemos elegido. No te mientas con respecto a eso— le digo, porque no me callaré si quiere hacer comparaciones entre nosotros, en las que acaricia sus virtudes y excusas, y apunta a mi rabia como la culpable de que sea una mierda con los demás. —Espero que todo lo que me has dicho pueda darte qué pensar por las noches. Quién sabe, podrías buscar la manera de hacer algo con ello— continúo. Me encojo de hombros y doy los primeros pasos para dejarla sola en su patio, me detengo cuando estoy a su lado. —Y la próxima vez que nos veamos, tú con tus “no puedo” y yo con mi rabia, podamos volver a hablar de esto. Porque no creo que sea algo que nos oponga, todo lo contrario—. Coloco una mano en su hombro y lo presiono con suavidad. —Porque si crees que estás atada a un destino por tu nacimiento, yo también lo estoy. Y en general, la gente, todo el tiempo, está luchando contra aquello que se les impone para poder avanzar—. Retiro mi mano, sigo andando los pasos que hacen falta para dejar atrás el paisaje del patio trasero de una mansión que podría ser una isla aparte. No creo que mi amiga me llame para que vuelva, ni tampoco regresaré sobre mis pasos. Como sea, no podemos entendernos. Sé que es una buena chica, que hace cosas buenas, a la que solo hice sentir mal porque estoy demasiado enojado con su mundo.
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Si un desconocido le estuviera reclamando aquellas cosas, probablemente no le afectaría demasiado, pero que fuera él quien le estaba echando en cara, una de sus mayores inseguridades, dolía y mucho. Dave, quien era su amigo desde el colegio, uno de los pocos que tenía, ahora la estaba haciendo mierda.
Sin mencionar el desastre de semana que había tenido en el trabajo...Esto parecía no tener fin.
Sujetó la correa de la colchoneta en su hombro y mantuvo su cuerpo firme frente a él, dejó que siguiera expresando su opinión hasta que ya no quiso escuchar más. —En serio no tienes ni idea, lo tuyo también son puras palabras que, de no ser cuidado, acabaran siendo pensamientos de un brujo destinado a la pena de muerte.— Y ese pequeño comentario ocasionó que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. La rubia sabía que su amigo no se conformaba con lo que estaba sucediendo, que tenía más aires de rebelde que otra cosa y eso le encantaba. Hasta cierto punto. No podía perderle porque mantenía su bocota demasiado abierta.

Empezó a caminar de regreso hacia su casa, tratando de respirar profundo para no explotar. En serio no tenía ni idea de lo que estaba diciendo.
Ariadna podía pensar distinto, pero jamás abandonaría a su madre, ni a su padrino. Ellos dos eran las personas más importantes en su vida, sin ellos, estaba sola...Por eso lo que en verdad sentía o creía, por siempre quedaría muy dentro de ella.
La pequeña voz dentro de su mente hizo ruido, tal vez era más seguro que Dave se mantuviera lejos de ella y de la isla, lejos de todas las personas, que de escucharlo, lo tildarían de traidor en cuestión de segundos.

Con el corazón roto y las lagrimas empapando sus mejillas, infló el pecho e imitó los gesto exacto que su madre hacía al hablar. Completa frialdad. —No habrá una próxima vez, señor Meyer.— Esto la estaba matando. —Claramente no pertenecemos al mismo mundo y no dejaré que mi posición se vea afectada por su culpa.— Limpió una vez más sus mejillas, de todos modos no tenía sentido porque seguían cayendo sin control. —Lo que pensaré está noche, será qué clase de carne quiero para mañana en el almuerzo, tal vez me decida por caviar.
Cuando él la sujetó por los hombros, sólo quería abrazarlo, pedirle que se quedara y que no la dejara allí sola, mas no podía. Tenía que alejarlo de los ministros, de su madre, de todos. —No tengo que luchar por nada, este es mi hogar y estoy muy cómoda en el. Por favor, no vuelva a pisar mi casa o me veré obligada a llamar a seguridad. Buen día.
Esperó a que la figura desapareciera del frente de la mansión, sólo entonces dejó caer la colchoneta en el suelo y su cuerpo también.
Ariadna T. Tremblay
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Urdhva Mukha Svanasana|| Dave IqWaPzg
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