The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio


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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Raven Harkness
Primavera
En lo que alguna vez fue un negocio...

Un trabajo por aquí, un trabajo por allá... La semana de Raven había sido más agitada que de costumbre por lo que había decidido quedarse en casa por todo el fin de semana. Tenía algunas cosas para vender en el mercado, que tenía bastante movimiento los sábados y domingos, pero tenía suficiente dinero como para sobrevivir un par de días más así que dejar pasar la oportunidad no le traería grandes consecuencias. Solo esperaba que su hermana no llegara a arruinar su día de flojera ya que cuando le presentaba alguna propuesta jamás encontraba la forma de decir que no.

Al levantarse pensó en la mejor forma de pasar el día, no es que tuviese una casa con Internet así que las posibilidades no eran muchas. Al final decidió sacar fotografías de unas cosas que había conseguido del robo de una casa hace poco, eran esculturas horribles pero estaba segura de que con la luz apropiada podría hacer que parezcan algo digno de comprar por unos cuantos galeones.

- Solo los ricos compran gatos de porcelana - murmuró entre dientes mientras preparaba su pequeña sesión de fotos. Para vender algo así tendría que encontrar a alguien con dinero y de moral dudosa ya que no había forma de que los clientes del 12 tuvieran lo suficiente, o la necesidad de comprarlo, pues ella preferiría mil veces gastar 100 galeones en comida que en un estúpido gato.

Estaba por tomar la cámara cuando un sonido en el exterior la alarmó. Rápidamente tomó un bate de baseball abollado en todas partes y se puso detrás de la gran puerta de metal que había colocado en lugar de la entrada de vidrio con la que había encontrado al lugar. Su hogar era un secreto para la mayoría así que no le extrañaría que solo fuera un desafortunado curioso... Se ligaría un golpe, pero al menos ella no tendría que mudarse.
Raven Harkness
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Cubro mi vista con los dedos al alzar el rostro de cara a la luz, las fachadas decadentes de la cuadra están manchadas de polvo y una sensación de abandono. Si las paredes fueron de un color vivo alguna vez, palidecieron por estar expuestas tantos años a un sol cansado. Tengo las botas cargadas del mismo polvo y luzco un poco desaliñado para ser mi segundo día lejos del distrito seis. No creo que a mi amiga le importe que me haya dejado el esmoquin en casa, ella tendrá gustos caros, pero la realidad en la que vive no se asemeja a un piso caro del Capitolio. Reconozco el negocio que le sirve de casa y sigo un camino que conozco bien para poder entrar.

Tendría que haber dicho algo, lo que sea, llamarla por su nombre para ponerla sobre aviso. Pero, ¿cuántas visitas desafortunadas recibe? Percibo el movimiento del bate que viene a impactarse sobre mí y más sorprendido que asustado, doy un respingo fuera de la línea de dirección del arma. El bate me da en el hombro con un roce doloroso y el grito mascullado con una maldición se habrá escuchado a tres edificios de distancia. —¡¿Qué demonios, Raven?!— sueno furioso, es el escozor de la piel lastimada debajo de la tela de la camiseta. Presiono una mano contra mi hombro, mi palma procura calmar la palpitación del golpe.

En unos pocos pasos me adentro a lo que fue el salón del negocio, me perturban los gatos de porcelana acomodados como centinelas, toda mi vida preferí los que tienen pelos y maúllan de verdad. No entiendo la gente que quiere mascotas de mentira. Me deshago de la mochila que cargo en mi espalda, con cuidado de que una de las correas no se arrastre por encima del moretón, lo hago lento y cuando acabo, con mi brazo sano, apoyo la mochila en el suelo a mis pies. La cámara la tengo por costumbre en su estuche, cruzando mi pecho. —Tendrías que considerar el poner una mirilla en tu puerta— farfullo, apretando los dientes. —¿Qué pasa? ¿Interrumpo la reunión anual para hacer planes de dominación mundial?— señalo con mi mentón a los gatos falsos.
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Raven Harkness
Raven se paró como una profesional sosteniendo el bate. Puede que nunca en la vida haya jugado un juego o siquiera golpeado una pelota, pero le ha dado otros usos desde que vive sola y cada una de las historias está plasmada en las abolladuras y raspones que tiene el objeto. Una chica debe cuidarse dicen y más aún cuando se encuentra sin varita. Sin embargo está algo oxidada ya que su golpe dio en el brazo del intruso en lugar de la cabeza como había apuntado. Una desgracia con suerte pues resultó que el desconocido en realidad era David Meyer, un joven que no recuerda en qué momento conoció, simplemente apareció en su vida y comenzó a ver de manera regular hasta poder llamarlo amigo.

- "¿Qué demonios, Raven?" - repitió con las cejas en alto, bastante indignada por eso - ¿Acaso no me conoces? ¿Cómo se te ocurre entrar sin anunciarte? - preguntó a continuación lanzando el bate a un lado. Podría haber sido peor, lo último que quería era cargar con la culpa de haber asesinado de manera tan bizarra a un buen chico - Una mirilla encantada podría ir en dos direcciones y no tengo la magia para contrarrestarlo - ya lo había pensado, pero en cuanto a seguridad se encontraba en desventaja así que era mejor mantener las cosas básicas.

La castaña volvió a tomar su cámara para retomar el trabajo que planeaba hacer antes de la interrupción, lo bueno es que sus modelos no se habían movido y no iban a hacerlo en el futuro - Deberías agradecerles, ellos me convencieron de atacarte con un bate en lugar de un cuchillo - bromeó con una sonrisa de lado - Lo sé, no es el mejor de lo paisajes pero necesito las fotografías para venderlos - y tras tomar la primera foto quedó bastante conforme con lo logrado. El gato parecía imponente, algo digno de una casa del Capitolio - ¿Qué te trae por aquí, Meyer?
Raven Harkness
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Sí, claro. El moretón en mi hombro es enteramente mi culpa. Es ella quien ataca sin hacer un reconocimiento del invasor. Esa actitud a la defensiva casi me parte la cabeza en dos, porque si el bate hubiera dado al punto de impacto al que se dirigía, estaría limpiando mis sesos en este momento del suelo rústico sobre el que estamos parados. —No creo que quieras que venga hacia aquí gritando tu nombre o el mío—. Eso sería estúpido. Lo de la mirilla no era una idea seria, pero si queremos evitar este tipo de accidentes, estaría bien pensar en algo. No es como si fuera a disminuir mis visitas por este altercado, detener esto que está más allá de mi voluntad desde hace un buen tiempo. —La próxima vez que venga, silbaré una canción. Tú elije cuál— hago un ademán con mis manos, abriendo la sugerencia para que ella la tome.

Repaso el salón buscando una silla y camino hacia una que tiene una cuarta pata inestable, desde ahí puedo observar a los gatos de porcelana, los detalles pintados en sus cuerpos frágiles. Tienen una expresión grave por estar condenados a una existencia que se puede acabar si se golpean contra la dureza del suelo. —Les debo una— revoleo los ojos, esas conversaciones platónicas de Raven con los gatos son tan turbias como las que escucho en algunos puestos del mercado del 12. —¿Qué otras cosas te han dicho?— pregunto para molestar. La observo cerrar sus manos alrededor de la cámara para capturar la imagen y ese segundo de extrema concentración que se proyecta en sus rasgos. Presiono mis dedos en mi hombro adolorido para apagar la punzada en mi pecho, y aparto mi mirada de ella. —Por muy bonitos que sean tus gatos, sabes que vine a verte a ti— contesto con simpleza.
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Raven Harkness
Raven intentó rodar los ojos pero el chico la hizo reír con lo que dijo y no pudo luchar contra eso. Sería increíblemente estúpido correr el uno al otro gritando, como esas películas que ya están prohibidas en las que los atacantes pegaban un grito de lucha antes de ir a la batalla, la peor estrategia de todas. Estaba a punto de sugerir un golpe secreto pero la idea de escucharlo silbar en cada visita le gusta mucho más. El mes pasado tuvo que cambiar su radio por algo de comida, fue un mal mes, así que cualquier clase de música sería agradecida - No sé si la conoces... ¿Cuántos años tenías cuando prohibieron lo muggle? - preguntó haciendo memoria para traer la canción a su cabeza. Constantine solía escucharla y quizás sus padres también - No recuerdo la letra pero sonaba algo así - explicó antes de comenzar a silbar ella misma. Tiene que conseguir algo de música en el mercado... así tenga que comer granos de trigo por semanas.

La canción se quedó en su cabeza y se le escaparon segundos de ella mientras sacaba las fotografías. Solo se interrumpió para responder a David quien se había puesto muy comodín en su casa, solo esperaba que no se cayera pues esa silla estaba rogando convertirse en leña para el fuego desde hace años - Me dijeron que debería conseguir una varita y poner un hechizo sobre la casa... Ya sabes, con contraseña y esas cosas - tenía entendido que hay un encantamiento para eso pero no está segura. Pff, inútil sería una varita si no tiene idea de cómo usar la magia.

La respuesta la tomó desprevenida y por varios segundos no supo como reaccionar a eso, de hecho caminó en varias direcciones fingiendo buscar algo que no estaba ahí hasta que se le ocurrió - Claro, Meyer... Pero sabes muy bien que no tengo dinero - fingió una sonrisa, como si estuviese intentando hacer una broma, pero no cree haberlo lograrlo demasiado bien - Deberías ir a ver a personas menos... repudiadas- no es la mejor de las compañías y tal y como pensó antes, David es un buen chico... Demasiado para codearse con ella.
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Nuestra diferencia de edad no es tanta, apenas cuatro años. Ladeo una sonrisa cuando indirectamente recalca ese detalle, el cual creo que deje en claro que no puede importarme menos para molestarla con mis visitas hasta conseguir la categoría de un amigo ocasional con quien pueda hablar de nada, aparte de esos gatos soberbios que tiene en la mesa. —Tenia siete u ocho años— respondo. Me fijo en el modo que tiene de fruncir los labios para silbar y mi sonrisa se va ensanchando. —Me suena— musito. Curvo una de mis cejas hacia arriba y hay un tonito de broma en mi voz que esconde un desafío, al preguntar:—¿Es esa que comienza diciendo… If I fell in love with you?—. Me echo hacia atrás en la silla. —Mi madre— explico. —Mi madre llenó mi infancia de canciones de ese tipo, que no volvimos a escuchar después…—. Los nombres de todos aquellos artistas, de aquellas bandas, son archivos reprimidos de nuestras memorias desde que se dictaminó que no habría consideración hacia las obras de los muggles. Fue como si mi madre cerrara una parte de sí misma. No sé si lo hizo a voluntad, si solo acató el mandato de la nueva constitución.

Se de qué hechizo me hablas— asiento con el mentón. Y no es uno que haya aprendido, supongo que es porque nunca me vi en la necesidad de usarlo. Quizá esté metido en una o dos cosas que implica cruzar ligeramente lo legal para este gobierno, hasta el momento no me vi en la urgencia de improvisar un refugio. —Podría averiguar— propongo. — Mientras tanto puedes seguir sacándole brillo a tu bate—. No soy lo suficientemente estúpido como para pensar que Raven está indefensa aquí, en este edificio derruido, sola y con una puerta que no resistiría un bombarda. Me muerdo la lengua antes de sugerir que ella pueda encajar en el papel de una chica vulnerable que necesita ayuda. Estará bien por su lado, subsistiendo entre los peligros, rompiendo un par de huesos, como el mío.

Hago como si no escuchara lo último que dijo. —No sé si tienes un pedazo de hielo, pero ¿tendrías un trapo viejo para prestarme? — inquiero. Uso mi mano sana para sacar mi varita del bolsillo de mi pantalón y agitarla para que brote un poco de agua. La misma se convierte en hielo al chocar contra el suelo y tengo los pedacitos que necesito para guardarlos dentro de la tela, para poder aliviar la punzada de dolor en mi hombro. —¿Crees que tendría futuro como gigoló, Raven? ¿Cómo compañero de las damas ricas?— la interrogo y saco una carcajada de mi garganta. —El dinero está lejos de ser lo que me atrae en una chica, Harkness— digo y la miro con una sonrisa de suficiencia. —Y ya sabes que tengo debilidad por las causas perdidas, me atraen terriblemente.
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Raven Harkness
Quizás ahora los años que se llevan de diferencia no son tan llamativos, pero de solo imaginar a su yo de 11 años charlando con David hizo que nuevamente tenga que contener una carcajada. De por sí la diferencia en ese entonces habría sido bastante amplia y Raven jamás tuvo la oportunidad de ser una niña con todas las letras, Constantine se encargó de convertirla en una guerrera desde el día 1 así como lo hizo con sus hermanas. De hecho tiene la teoría de que ponía pequeñas gotas de veneno en su biberón para ir haciéndola inmune para el futuro... Suena descabellado pero el hombre sería capaz de cosas como esas.

Raven asiente in interrumpir la canción cuando pregunta si se trata de la que él cree pero frunce el ceño al ver su expresión. Sabía lo que estaba haciendo y no, no era una especie de mensaje secreto escondido en una canción - No hagas eso - le advirtió pues querer identificarse con la letra solo le traerá decepción - Te caerás de la silla - agregó al darse de que eso también era peligroso considerando el estado de ésta.

Si averigua cómo poner el hechizo y lo hace estaría eternamente en deuda, cosa que no le gusta para nada. Además, su seguridad dependería directamente de él y todos saben que es una estupidez dejar tu vida en mano de alguien más - Averiguaré sola, no te preocupes - respondió rápidamente - Y quizás consiga una varita, no soy fan pero en tiempos desesperados...- de todas formas ha hecho cosas peores que robar un trozo de madera.

Aprovechó la pregunta sobre ser gigoló para darse vuelta e ir por un trapo que pudiera servirle. No tenía nada similar pero una camiseta suya serviría, su pijama para ser más precisa, lisa y de color gris, sin más detalles - Tranquilo, sugar baby - respondió lanzándole la camiseta - Creo que las damas ricas tienen a sus esclavos para eso... Es ilegal pero son gratis y los ricos llegan a ser ricos no por andar despilfarrando el dinero - cree haber escuchado algo de eso en el dial de la red Neopanem.

Lo siguiente sí la saca de sus casillas, no es el primer intento y está segura de que no será el último ¿Por qué demonios no rompe su corazón de felpa de una vez para terminar con el circo? Pues porque no quiere hacerlo, en el fondo le agrada - Los casos perdidos no tiene final feliz, Meyer, eres un idiota - dejó salir dejando la cámara a un lado para ir a pararse frente a él, con las piernas abiertas pero sin sentarse sobre su regazo - ¿Cómo crees que terminará esto? ¿Besándonos al amanecer? No. Terminará cuando descubras quién soy realmente y te sientas terriblemente decepcionado... No soy un caso perdido, soy una mala persona.
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Tarde— susurro, con una sonrisa que se curva lentamente hacia arriba en un gesto timador. —Lo estoy haciendo—. No puede detener lo que sea con una orden, no funciona así. Ella no podrá impedir que mis pensamientos sigan cierto curso, así como tampoco ejerció verdadero control sobre mis emociones. La culpa de mi obsesión la tengo yo que me empeciné en estar detrás de una chica que nunca mira sobre su hombro hacía atrás, porque está bien sola y si es capaz de valerse por su cuenta, ¿por qué querría estar con alguien más? Y me rebaja a ser un «sugar baby», me saca una carcajada esa manera que tiene de reacomodarme en un sitio en el que se vuelve inalcanzable para mí.

Atrapo la camiseta que me pasa con mi brazo sano, y estudio la prenda con esa mano, moviéndola en el aire y arqueando una ceja. —Creo que estás boicoteando mi idea de negocio solo porque no quieres que venga a contarte de mis anécdotas con esas mujeres mayores, cuando tuviste tu oportunidad y te arrepientes de que unos pocos años para ti hayan sido decisivos— me burlo a su costa, porque nunca le oculté mi atracción platónica hacia ella, no es algo que podría haber escondido. Estoy caminando todo el tiempo en la línea que podría terminar por convertirme en un pesado que le impone su presencia y farfulla frases de desesperación por no ser correspondido. Cuando siento que estoy a punto de caer en eso, me tomo unos días antes de volver a aparecer.

Pero los hambrientos no dudan en lanzarse sobre una migaja, así como un enfermo bebe de un veneno si es que le dicen que le devolverá la salud. —Sé que soy un idiota— contesto. Presiono el hielo envuelto en la tela contra mi piel para relajar el dolor y mi sonrisa tiembla un poco. —Es un rasgo lamentable en mi familia—. Tengo que alzar mi mirada hacia ella cuando se acerca tanto que la provoco con un brillo travieso en mis ojos a que dé un paso más. Un destello que se apaga por lo grave de su tono, esa advertencia que hace para mantenerme a raya, con toda la intención de desalentarme. Es tarde. —Tampoco me interesan las chicas buenas— respondo con simpleza. —Ni buenas, ni con dinero. Ni convencionales, ni con pasado limpio. Si me interesaran buscaría una estudiante del Royal o una pasante del ministerio. Si quisiera la casa con jardín y un final feliz con cualquiera, me quedaría en los distritos del sur— murmuro sosteniendo el contacto visual sin pestañear. —Pero nada de eso es para mí…
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Raven Harkness
Bien podría defenderse con un comentario sarcástico como tantas veces lo ha hecho en el pasado, pero en esta ocasión le resulta imposible. Imposible porque sabe que es cierto, no le gustaría escuchar de sus aventuras con otras mujeres por dinero, en parte porque le daría asco y en parte porque espera que David tenga un futuro brillante, sea una estrella del periodismo o algo así, pues de verdad tiene una oportunidad. Sus padres no son muggles y Raven no puede comprender por qué se pondría del lado perdedor siendo que no tiene que hacerlo, no está en una obligación como ella pues su propia sangre es su cruzada.

- No te boicoteo, solo me resulta curioso que vayas a tener una vida de mierda por elección - dice al final con las cejas en alto. Quizás él crea que todos en su familia son idiotas, pero allí están, con una casa estable y su hermana menor estudiando en el Royal - Pues en mi familia el rasgo lamentable es ser torturadores y asesinos ¿Qué te parece? - responde con media sonrisa. Ella aún no ha llegado a lo segundo, pero sabe que tarde o temprano tendrá que hacerlo... Ya sea para conseguir información o para callar a algún auror explorador que ha visto demasiado.

La cercanía no la ayuda mucho, así que debe usar toda su fuerza de voluntad para no rendirse y pegar su cuerpo al del muchacho. Lo bueno es que tiene una forma de responder a eso y su casa de mierda la ayudará con la metáfora - Si me sentara aquí contigo, ambos nos iríamos al demonio. Es mi silla, estoy atrapada con ella - comienza pasando sus manos sobre los hombros de David para tomar el respaldo y sacudirla un poco - Pero tu eres libre de ir a buscar otra, no importa que sea una silla gris, brillante y muy incómoda. Al menos no te dejará en el suelo.- Dicho esto, flexiona las rodillas y deja caer su peso en el regazo del muchacho. Como era de esperar, la silla cede ante el peso y las patas se doblan hacia un costado, pero Raven ya estaba preparada para eso así que mantiene el equilibrio.
Raven Harkness
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Entrecierro los ojos, un poco más perspicaz a cada nueva cosa que dice. —Tener libertad de elección también quiere decir que tengo libertad a elegir la que parece la peor opción, y no corre a consecuencia de nadie, más que a mí— contesto, ladeando un poco mi rostro para estudiarla con sigilo, como lo hacía al principio cuando la observaba tomando fotografías o imponiéndose con sus gestos de chica que podría quemar el mundo con una chispa, esas expresiones que querían mantenerme a raya y a mí me resultaban cautivantes. Y es que cada vez que lanza una amenaza por lo bajo, de lo mucho que va a costarme proseguir con esto que cree que es un capricho, me acerco aún más, como esperando a que cumpla su advertencia. —No soy el primero en mi familia— le cuento lo que no le he dicho a nadie, lo que descubrí una vez revisando entre fotografías y hallando dos diarios en el fondo, ambos con el grabado de un cisne. —Ni el primer tonto, ni el primero que se pierde en su camino persiguiendo…— la miro, con una palabra a punto de ser pronunciada y reemplazo por otras —lo que sabe que es una mala decisión.

Pestañeo al tratar de entender la metáfora de la silla y lo hago recién cuando siento su peso. La rodeo con mis brazos por reflejo, un tirón doloroso recorre mi hombro lastimado y sé que si nos caemos no podré actuar de la manera más admirable, sosteniéndola. Contengo una carcajada por esta fantasía repentina de querer actuar como un caballero de brillante armadura, de esos que nunca necesitarán las chicas como Raven. —Estás siendo muy gráfica en esta idea de que terminaré lastimado si insisto en quedarme en tu silla— apunto, como si todo se redujera a la silla, cuando no es así. Sujeto su cintura con las manos, hago el amago de querer que se levante y salvarla del quiebre del mueble. —Sé lo que sucederá, no hacen falta las demostraciones— dijo, en aparente rendición. Espero a que esté sobre sus pies para incorporarme lentamente y con cuidado de que la silla no acabe por hacerse pedazos. Pero no la suelto, mantengo la presión de mis dedos en su cadera impidiendo que se aparte. —Sabemos que sucederá.
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Raven Harkness
Le gustaría luchar contra eso pero tiene razón, quizás a su familia le duela verlo ir por un mal camino pero es su vida después de todo. No puede negar que quizás le gustaría tener ese dilema algún día, pero lamentablemente a nadie le importa una mierda lo que ella haga y lo que no. Bien podría ir a quemar el Ministerio y perder la vida haciéndolo y lo máximo que ocurriría sería su padre diciendo "yohoo" desde algún lado de Neopanem o su hermana haciendo una mueca de desaprobación y reprochándole al cielo que no la llamara para acompañarla en la misión.

- Raven Malas Decisión Harkness, ese es mi nombre - y vaya que sería una mala. Realmente no podía comprender qué ocurriría con todo ésto, ella ni siquiera tiene una varita así que no podría sumarse a su bella vida incluso si deseara dejar los malos hábitos atrás, tampoco podría arrastrarlo con ella porque no podría vivir feliz con esa culpa. No podía creer que David no viera eso, pero tal y como él ha dicho, está perdido y es su deber ubicarlo en el mapa a golpes.

Cuando el joven se sujeta de ella para no caer, la castaña hace lo mismo con él para impedir que se vaya al piso. Quizás no ayuda demasiado a su metáfora pero ya le ha causado suficientes lesiones por un día - Dicen que cuando alguien no comprende hay que explicarle con dibujitos - responde en un intento por ser cortante pero la cercanía con el muchacho no ayuda. Perfecto, ahora tendría que luchar contra sus instintos más primitivos para evitar un desastre.

Raven levanta el mentón para no perder el contacto visual y respira profundo, intentando que esa voz en la cabeza que le dice que ésto también puede ser una mala decisión para ella, no se apague a causa de la cercanía - Sabemos que algo terrible me ocurrirá, eso te afectará mucho y echarás a perder una buena vida por nada - responde controlando su respiración para mantener el control - O peor, algo te ocurrirá a ti por mi culpa y tendré a todos los Meyer llorando en mi puerta de sol a sol - agrega intentando volver a la frialdad de siempre - No será hoy, ni mañana ni nunca.
Raven Harkness
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Does your mother know? - Dave Meyer IqWaPzg
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Todo en ella me dice que es una mala decisión, pero también es cierto que podemos estar predestinados a estas. Cada signo en el camino me ha llevado hasta ella como una predicción obscura, porque si no hubiera encontrado esas fotografías en una caja y a la vieja cámara, no habría reconocido una similar en sus manos el día que la vi por primera vez en un callejón. Si no hubiera sido por la cámara, el nombre me habría significado algo. Un ave de plumaje oscuro y mala fama, muy acertado para incluirlo en nuestro retrato de familia. Pero sé que eso no pasará, ella insiste con la tragedia que nos acecha y tengo que darle la razón, yo también la presiento. Desde el primer minuto, no me he engañado al respecto. Nos estamos despidiendo desde la primera vez que nos vimos, puede que seamos una coincidencia pero que se da a destiempo, uno está llegando y el otro se está yendo.

Raven…— susurro su nombre con suavidad, aceptando la sentencia que hace con una calma de la que trato de hacerla parte. Me impongo al distanciamiento que me muestra para tomarla de sus hombros y bajar mis manos con lentitud por sus brazos. —Cosas terribles pasan todo el tiempo, estamos condenados a muchas situaciones irremediables desde el momento en que nacemos…— le digo, sin contradecirla y también resistiéndome a su persuasión que pretende alejarme. No va a lograrlo. La envuelvo en un abrazo del cual puede librarse con la fuerza que bien conozco de sus empujes, pero antes que lo haga murmuro entre su cabello, cerca de su oído: — Nadie se salva de la fatalidad—. No puede ver la sonrisa de tristeza que se cruza por mi semblante. —Pero si todavía respiras, si todavía sangras, si tu corazón aún siente… puedes tener un momento que haga valer la pena de toda una vida y también de algunas pasadas—. Alzo mis dedos para sujetar su mentón y voltear su rostro hacia el mío para robarle un beso rápido de los labios, apenas un roce, un segundo, que perdurará como una marca en el tiempo.

»Si no es hoy, si no es mañana— digo, dando un salto rápido hacia atrás, soltándola para prevenir un golpe seguro. —Será en otro tiempo, pero no digas nunca— le aconsejo, porque el reloj de nuestras vidas siguen avanzando en sus horas. Seré un idiota muchas veces, pero sé cuándo retirarme para volver luego. Volveré. —Me alegra ver que estás bien y prometo cantar en mi próxima visita para que me recibas con una bienvenida más amena. ¿Qué canción me habías dicho? ¿If I fell?— sonrío al encaminarme a la salida y comenzar a tararear, probando como suena con mi voz. Salgo por la puerta del refugio que ella tiene como casa, murmurando frases sueltas de la canción, y alzo un poco más mi voz para que llegue hasta ella cuando canto con poco talento musical: —I couldn´t stand the pain… and I would be sad if our new love…was in vain.
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