The Mighty Fall
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PRIMAVERA de 247521 de Marzo — 20 de Junio
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Lo que había sido su uniforme blanco impecable, ahora estaba cubierto por manchas de sangre y veneno. Ariadna había hecho todo lo posible por mantener al hombre con vida, pero una pequeña vocecita en su interior ya le estaba advirtiendo que no lo lograría. Ni ella, ni nadie.
¿Dónde está el médico encargado de venenos?— Preguntó mientras realizaba un nuevo conjuro, sus manos temblaban y unas gotas de sudor caían por su nuca. No lo lograría. —¡No me importa dónde está, tráiganlo ahora mismo!— Gritó presa del pánico, cuando una de las sanadoras indicó la hora de muerte del paciente atacado por una mantícora.
La rubia cerró los ojos y apoyó las manos sobre la camilla, si bien sabía que la toxina liberada por el aguijón de la bestia mataba de inmediato y le sorprendía lo mucho que el paciente había aguantado con vida, no pudo evitar sentir tristeza y culpa. Después de todo, él cazador había muerto en su sala.

Se quitó los guantes y los arrojó al cesto de basura. —Hablaré con los familiares, por favor preparen el cuerpo, no quiero tenerlo aquí más de un día.— Pidió a sus ayudantes y se dirigió hacia la sala de espera para entregar las malas noticias. Una familia quedó destruida...Otra vez.

Al regresar a su despacho, se sintió pérdida. Después de tanto estudiar, de tanto trabajar, todavía no lograba romperse al perder una cirugía.
Claro que no ayudó para nada, el encender las noticias y enterarse del terrible desastre causado por los terroristas. ¿Qué clase de monstruo haría algo así? Somos personas, no bestias. No nos dejamos guiar por la agresividad o instintos...Eso creía.  

El hospital se llenó de aurores heridos, agonizaban culpa del dolor y como no podía ayudar, ya que no era su área, decidió salir a tomar un poco de aire fresco.
Se sentía pérdida, mareada y todo era muy confuso. Necesitaba hablar con un amigo, pero no tenía a nadie, sólo a su madre.

No se tomó las molestias de cambiar sus prendas manchadas de escarlata, tomó su bolso, guardó la varita en el interior y con un traslador, apareció en el interior del Ministerio.
Se sintió aún más perdida.
No le importó la mirada asustada de los demás, sólo se dedicó a seguir las indicaciones hasta alcanzar el departamento de educación y cuando logró dar con la secretaría correcta, esta le informó que no podía hablar con Eloise porque se encontraba en una junta de extrema importancia. Mierda.Está bien, no se preocupe. Muchas gracias de todos modos.

Tal vez había sido lo mejor no haberla encontrado, Ariadna parecía una loca fuera de sus cabales y su madre tenía muy poco tacto en determinadas situaciones.
Trató de calmarse, respiró profundo...¿Y ahora qué? Un bar. Si su madre tenía que sobrevivir a un agobiante día laboral, seguro lo hacía yendo a la barra más cercana.
Y por esto mismo, la rubia se encaminó directo hacia el restaurante dentro del Ministerio.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Trataba de concentrarme en el ruido del reloj de pared para esquivar los murmullos de afuera mientras leía un reporte de incidente. No era sencillo, odiaba ese reloj de sobremanera y por mucho que el “tic toc” de las agujas fuese lo suficientemente audible, las voces de afuera incrementaban a cada segundo. Estaba muy tentada de salir y poner un muffliato en la habitación si eso servía, pero generalmente las charlas matutinas duraban poco, y no quería quedar como la jefa desquiciada un Mates, prefería no perder los estribos hasta los Jueves, gracias. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Ah, sí, el reporte. Un caso de un accidente producido por un mal manejo de cables. Nada del otro mundo, pero el incendio que se había generado había repercutido en el trabajo ajeno y eso siempre era un dolor de cabeza.


Personas afectadas… ¿tres? Alguien lanza un chillido fuera de la habitación. Proyecto, bla, bla, irreparable, bla, bla. Creo que alguien está llorando. Personas afect...Eso ya lo había leído. Era suficiente, no podía concentrarme así que cierro la carpeta con toda la calma que puedo contener, y salgo de mi oficina a paso firme. La vista que me recibe no es la que esperaba, todavía no ha llegado ni la mitad de la oficina, pero los que están, miran como idiotas el televisor de la sala, apuntando con el dedo, portando expresiones variadas en sus rostros. - ¿Qué está suced…? - Mis palabras mueren en mi boca cuando al fin alcanzo a leer el televisor, enmudeciendo de la sorpresa y sin poder entender qué está pasando. ¿Cuándo?

¿Cómo es que recién estaba al tanto de esto? ¿En qué momento se había decidido hacer todo el operativo? Mi inmediato pensamiento se va a Riorden, y quiero ir a preguntarle, pero si las noticias decían cuando menos la mitad de la verdad, mi hermano estaría sepultado en trabajo. Lo segundo que pienso, es que es demasiado temprano para pensar en las repercusiones de todo esto, así que la segunda mejor opción es ir a tomar el desayuno que me saltee. Tal vez en la cafetería podría enterarme de más si los viejos chismosos seguían haciendo su trabajo.

- Un café negro y un tostado, por favor. - la barra del comedor siempre había sido mi predilecta para tomar algo ya que en las mesas generalmente la gente se sentaba y buscaba conversación. Prefería estar sola, tratando de no sentirme inútil con toda la situación. Claro que no ayudaba demasiado que al girarme para mirar el televisor, terminé por golpear a alguien con el respaldo de la silla. - Lo siento. ¿Estás bien?- Examino rápidamente el aspecto de la rubia, pero no parece que le haya volcado nada encima.
Annie C. Weynart
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Sus planes eran simples, sentarse hasta que sus manos dejaran de temblar, beber un té caliente, despejar su mente y luego volver al trabajo. Sin embargo, cuando ingresó a la cafetería del Ministerio, no alcanzó a intentar llegar junto a la barra, porque unos viejos amigos conocidos de la familia la llamaron desde la mesa, agitando las manos.  
No podía ignorarlos o herir sus orgullos, así que se acercó a saludar formando un intento de sonrisa en su rostro y aceptó un chupito de algún extraño alcohol que no reconocía.
Todo su rostro se contrajo, sintió el liquido bajando y quemando su garganta y con el ataque de tos, sus mejillas se tornaron rosas. Los señores lanzaron carcajadas festivas e incluso la abrazaron, estaban celebrando el triunfo del gobierno y la desaparición del Distrito 14.

Iba a vomitar.

¿Qué clase de personas se alegran con tanta destrucción? Murmuró una especie de disculpas, se despidió con amabilidad y ahora si caminó hasta los taburetes altos. Necesitaba ese té y tal vez una aspirina.

Ya que tenía la mirada fija en el televisor que emitía las increíbles noticias, no prestó atención a la morena que se movió y el respaldo de su silla terminó encajado contra su costado. Auch.
Las disculpas fueron inmediatas y el dolor no fue para tanto, sonrió y tomó asiento dejando un banco libre de por medio. —No se preocupe, estoy bien.

Cuando la joven que atendía las mesas se desocupó y acercó para tomar los pedidos de la barra, Ariadna pidió un té de frutos rojos y un cupcake de vainilla con chips de chocolate.
La chica anotó la orden y antes de continuar, le lanzó una mirada preocupada, o más bien asustada, a las prendas de la rubia.
Oh...Lo siento.— Había olvidado esa pequeña parte. Buscó en su bolso la varita y con un sencillo conjuro las prendas bañadas en sangre, pus y veneno, volvieron a la impecable normalidad.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
No le había prestado demasiada atención al aspecto general de la rubia más que para verificar que no la hubiese manchado, pero aunque ese hubiese sido el caso, tampoco es que haría mucha diferencia “una mancha más al tigre”... Reconozco su disculpa con un mero asentimiento de cabeza, pero me distraigo con rapidez cuando me entregan mi desayuno. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta entonces, así que tomo dos sobres de edulcorante, los vuelco en la taza y revuelvo con cuidado antes de sacudir la cucharita y delarla a un costado. Tomo un sorbo, solo para comprobar que la bebida está tal cual me gusta, y cuando compruebo que ese es el caso, vuelvo mi atención al tostado.

- ¿Nos hemos visto en algún lado? - Pese a que estaba muy concentrada con mi comida en general, no me había olvidado de la extraña, y pese a que había usado esos minutos para poder tratar de ubicar su rostro en mi mente, no lo había conseguido. - Lo lamento, soy mala para los rostros, pero tienes una cara que me resulta familiar. ¿Patrocinadora? - Tal vez había hablado de negocios con ella en la pasada Arena, o la había cruzado en algún acto. - Evito lo suficiente los hospitales como para saber que de ahí no es. - Aclaro por si las dudas de que ella tenga el mismo dilema que yo.

Escucho aplausos de una mesa lejana que me distraen, y tomo la taza nuevamente, llevándola a mis labios mientras que llevo la mirada al televisor. No están diciendo nada nuevo, solo hablan de los esfuerzos del departamento de defensa y muestran grabaciones de lo que parecen ser enormes columnas de humo en una zona que no lograba reconocer. - ¿Vienes de atenderlos?- Señalo con la cabeza el aparato, y tomo otro pedacito de tostado.
Annie C. Weynart
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ariadna se mantuvo pérdida en sus pensamientos, con las manos acomodadas en las rodillas y la espalda completamente derecha. Ni siquiera en las peores ocasiones perdía los buenos modales aprendidos desde pequeña.
Cuando la camarera le acomodó el pedido en frente, la rubia realizó un intento de sonrisa agradecida y luego se dedicó a colocar un sobrecito de edulcorante en su taza de té.
El dulce aroma y la calidez alrededor de sus manos, le dieron animos y fuerzas para continuar con su día.  

Estaba revolviendo la infusión y pellizcando trocitos de cupcake, cuando la voz de la mujer a su lado volvió a captar su atención. Levantó la mirada para comprobar que le hablaba a ella y sólo entonces, respondió con un simple movimiento de cabeza hacia los lados. —No lo creo...
La continuación de la conversación si le sacó una pequeña sonrisa sincera, no lograba comprender cómo es que podían temerle al edificio más seguro de NeoPanem. No era sólo ella, más de media población lo hacía.
Por lo general la rubia no era tan tajante y todo su ser se sintió terrible por tratar así a la morena. —Lo siento, me refiero a que no he sido patrocinadora y soy buena con los rostros, mas no recuerdo el suyo.

Bebió un par de sorbos que intercaló con bocados diminutos de su magdalena y ya estando mucho más tranquila, volvió a observar a la joven junto a ella. Si, le resultaba conocida de algún lado. —Soy Ariadna, seguro me has visto en algún acto...Mi madre es la Ministro de Educación.— Explicó por fin y escondiendo el rostro detrás de la taza, le sonrió. —Tú eres una Weynart pero no sabría decir cual. Bingo.
Dirigió su mirada a la pantalla del televisor y de nuevo se estremeció en el lugar. —No, quise ayudar pero no es mi área de especialización...Si los he visto, el hospital es un caos y me temo que varios aurores tenían heridas que dejarán secuelas.— Relató sin apartar la mirada de las noticias, aunque ya sabía todo lo que estaban diciendo.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
- Eloise Leblanc… - La conocía, no solo de mis años en el Royal, pero sino también de las constantes galas y actos que se habían celebrado desde que había formado parte del ministerio, así que, haciendo algo más de memoria, puedo recordarla como la muchacha rubia que en ocasiones estaba a su lado. Tal vez y nos habían presentado en alguna ocasión, pero de así serlo, seguro hubiese sido antes de mis ascensos, cuando todavía era la hermana del ministro Weynart, y no otra cosa. - Supongo que de ahí será que me suena tu rostro.

Su manera de reconocerme a mí me hace reír, y pese a que por unos segundos recuerdo a Joyce, no tardo en descartar el pensamiento tan rápido como vino. - Te daré una pista, no soy la rubia que trabaja en tu departamento, ni la castaña que trabaja en el de tu madre. - Podríamos decir que los Weynarts teníamos todos un cierto aire, pero al menos las chicas no nos parecíamos demasiado entre nosotras, y no era muy difícil identificarnos luego de conocernos. - Un gusto, soy Annie Weynart, trabajo en el área de investigación. - No tenía porqué saber que era la jefa del grupo científico, así que no me molesto en aclararlo de manera innecesaria. - Supongo que también puedo conocerte por mi cuñado, pero lo veo poco probable- - No me podía calificar a mí misma de ser una persona familiera, así que mi relación con Elijah, era incluso más escasa que la que mantenía con Elle.

- ¿Sabes si hay cazadores entre el grupo de heridos? - Sabía que Riorden no había ido a esa misión ya que lo había visto el día de ayer, pero llevaba un par de días sin saber nada de Colin y por unos segundos temía que estuviese en el grupo de heridos. ¿Me habrían dicho de ser ese el caso, no? - Lo lamento, eso fue algo insensible. Supongo que puedo comprender el deseo de querer ayudar, pero tengo la creencia de qué, si no es el área de uno, nos convertimos en estorbos más que en otra cosa, así que tomaste una buena decisión al no estar allí. - Aunque tal vez no había sido su decisión y simplemente estaba hablando de más. Tenía la mala costumbre de ponerme en conversadora cuando estaba ansiosa por algo. - ¿Cuál es tu especialidad?
Annie C. Weynart
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ella misma.— Respondió con una pequeña sonrisa, no le sorprendía lo fácil que logró reconocer y mencionar el nombre de su madre. Si la hubiese dejado boquiabierta si la morena recordaba su propio rostro entre tanta gente que asistía a las galas y actos.  

Ariadna bebió un par de sorbos más de su té y tuvo que bajar la taza, cubrir sus labios con una servilleta para no derramar nada cuando las pequeñas risas se escaparon. —Soy buena con los rostros, pero pésima para los nombres, lo siento.— Escuchó con atención la explicación de quién era ella y la rubia al mismo tiempo trató de ubicar a cada miembro de la familia que nombraba. Algunos le costó más que otros, pero al final comprendió por donde venían todas las relaciones. —Encantada de conocerle entonces, Annie de investigaciones. Suena a que tiene un trabajo muy interesante.— Y cuando dejó el pedacito de cupcake en su plato, estiró la mano para estrechar la de la mujer junto a ella.

La pregunta la descolocó un poco, llevó de nuevo la mirada hacia el televisor y soltó un largo suspiro lleno de angustia. Era un desastre, pero entonces, al ver las imágenes de familiares llorando mientras ingresaban al hospital, comprendió el por qué de la pregunta, un novio, esposo, amigo o pariente, podía estar herido. En esa averiguación podía ayudar.—¿Cazadores? No estoy segura, pero si desea puedo hacer una rápida llamada a una amiga. Ella nos dará la lista exacta de los ingresados.

Cuando intentó disculparse, Ariadna movió la palma de su mano para negarlo, no hacía falta comenzar con eso de nuevo. —Si, entiendo eso de estorbar, en más de una ocasión tuve que sacar gente de la salas de cirugía...además no me sentía muy bien, por eso salí un rato del hospital.— Regresó su atención al plato a medio comer, pero la infusión fue más tentadora. —Mi especialidad es en heridas causadas por criaturas.— No permitió que Annie volviera a preguntar, simplemente sacó el teléfono de su bolso y marcó uno de los números que tenía como contacto de emergencia. —¿Cómo es el nombre?
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
La miro con algo de diversión incrédula cuando repite mi nombre de esa forma, pero no puedo devolver el gesto porque, a decir verdad, ya he olvidado cómo dijo que se llamaba. No es del todo mi culpa, es una costumbre nacida de muchas noches en bares y hoteles con gente desconocida. Si hubiese tenido que recordar todos los nombres que se me cruzaban… tal vez me hubiese ahorrado algún que otro planteo, pero a decir verdad me había acostumbrado a llamar a la gente con un apodo bastante genérico. Al menos puedo recordar quien es su madre, y si más adelante nace la curiosidad de encontrar su identidad, no me costará demasiado hacerlo. - Créeme, no quieres que me ponga a hablar de mi trabajo. - Ya de por sí este diálogo banal se estaba convirtiendo en una conversación hecha y derecha como para colmo agregar mi verborragia científica cuando pensaba en mis proyectos.

No había ido a la cafetería con ánimos de socializar, solo quería estar un poco más al tanto de las noticias, pero al menos la muchacha parecía conocer algo más que lo que podían haberse enterado los empleados de aquí adentro. - Creí que tendrían un mayor protocolo de seguridad en estos casos…- Mi comentario apenas y es algo más que un murmullo que no busca ser hiriente, pero que en cierta forma me hace reflexionar sobre las medidas que tenían en el hospital, y en cómo podríamos ser capaces de mejorar ese sistema. - No hace falta de todos modos, si ha pasado algo me enteraré dentro de poco. - Ni mi hermana ni mi nueva y oficial cuñada se mantendrían en silencio si es que algo le había pasado a Colin, y ni siquiera Riorden tardaría mucho en dar aviso si es que le llegaba algún reporte. Solo estaba preocupándome de antemano, movida por un afecto que me era imposible no tener hacia mi primo.

Tomo lo que queda del tostado con la mano, y doy un par de mordiscos mientras ella cuenta su experiencia dentro de su rubro. - No sé que tan sano sea eso si es que no te sientes bien. - De por sí, estar aquí dentro no era algo que pudiese aliviar del todo sus males. - Colin, Colin Weynart. . Respondo, pero como le dije, no hace falta que busque nada.
Annie C. Weynart
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
No realizó comentario alguno, si la morena no quería hablar de su trabajo, no haría preguntas.
Se dedicó a mordisquear el bocadillo sin muchos ánimos, tratando de ignorar los gritos de los viejos que ya estaban cantando ebrios. Muy maleducados dad la situación y lugar.

La nueva pregunta hizo que la rubia levantara la mirada, dejó sus pensamientos de lado y limpió el sabor del chocolate dando un sorbo a su taza de té. —No me refería a que le daré los nombres de todos los pacientes, sólo si está o no el que le interesa.— Respondió apoyando uno de sus codos sobre la barra, para observarla de frente. —Dudo que me esté preguntando por un cazador que le resulta indiferente.

No le costaba nada hacer una llamada rápida y sabía que las sanadoras de su área no estarían ocupadas, de haber una emergencia o mucho trabajo, la habrían llamado de inmediato.
Al sacar el teléfono de su bolso, marcó y ante el tono de espera, sonrió. —Sé que no elegí el mejor lugar, pensaba encontrar a mi madre pero está ocupada en una importante reunión.
La voz cantarina y demasiado aguda de una joven la saludó a través del auricular, Ariadna se sintió aturdida y tuvo que apartar un poco el móvil de su oreja, segura de que incluso la morena junto a ella había escuchado el grito. Antes de que Taniya se pusiera a hablar del trasero del guapo médico nuevo, le dijo el nombre que Annie le daba. —Si, Colin Weynart. Sólo dime si está ingresado.— Pidió.

A los pocos minutos colgó y guardó el aparato dentro del bolsillo de su bata de hospital. —No, no hay ningún paciente con ese nombre.— Respondió elevando las comisuras de sus labios y apartó los mechones cortos que caían sobre su rostro. Suponía que era una buena noticia.
Se giró para finalizar su infusión y aunque lo intentó, no pudo con el cupcake. Estaba llena.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Indiferente o no, no dejaba de pensar que debía haber una mayor medida de seguridad en lo que era referente a los datos confidenciales de los pacientes. Podía no estar pidiéndole por un diagnóstico médico, o los análisis de algún laboratorio, pero estaba dispuesta a hacerme un favor de ese tipo sin siquiera verificar mi identidad antes… Trato de no darle demasiadas vueltas a ese asunto ya que no corresponde a mi área laboral, pero no me molestaría armar algún dispositivo mágico que impidiese informar algún dato a menos de que las personas en cuestión sean parientes o estén listadas como contactos de emergencia…

Trato de volver a la conversación antes de sumar otro proyecto más a la pila que no dejaba de aumentar, y vuelvo mi atención a la rubia que ya tiene su teléfono en mano. Me hace un comentario acerca de su madre, y no me molesto en remarcar que era probable que haya venido en un mal momento, porque parece una obviedad demasiado grande. En cambio, me limito a distraerme nuevamente con la pantalla en lo que escucho como su llamado ha sido respondido.

- Gracias. - Respondo con toda la sinceridad que puedo en lo que señalo al camarero para que haga un refill de mi café. No tenía mucho más tiempo para quedarme allí, así que llenaría mis arterias de cafeína en los pocos minutos que podría permanecer allí. - ¿Buscabas a tu madre por algo en particular? Tal vez pueda pedir que alguien la contacte para devolverte el favor. - Y poco me faltó para que se me escape el “profesora Lulu” pero esas habían sido otras épocas que a estas alturas no venían al caso.
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Cuando la taza de té quedó vacía, Ariadna se limpió las manos y las comisuras de los labios con la servilleta, para luego pagar por su consumición a la mesera, obviamente dejando algo de propina.
En otra ocasión también habría pagado por la morena junto a ella, pero no la conocía tanto y tal vez podía sentirse ofendida por aquello. —No fue nada y en serio no hace falta. Sé que mi madre está ocupada con asuntos de mayor importancia y es inútil que la busque por tonterías.— Respondió con uno pequeño gesto ladeado que simulaba ser una sonrisa. O intento.

Las noticias en el televisor se repiten una y otra vez, tanto que la rubia está segura de poder recitar las oraciones de memoria sin fallar.
De nuevo se perdió enviando un mensaje de texto a una de las sanadoras, indicándole que estaría en su casa por si alguna emergencia surgía. No tenía ganas de regresar al hospital.
Al guardar el móvil de nuevo en el bolso, levantó la mirada hacia la mujer de apellido Weynart. —Siento que estoy ocupando su valioso tiempo...— Murmuró algo apenada, juntando las manos sobre sus rodillas, donde los dedos juguetearon con uno de los anillos que llevaba puesto.

Ariadna observó el rostro de la morena, era muy linda y a las vez de facciones duras, difícil de leer, cosa que en el hospital era todo lo contrario.
Los médicos, sanadores, absolutamente todos eran abiertos y demostrativos, quizás por eso no le agradaba tanto el Ministerio, era frío, ruidoso y no confiaba en nadie allí dentro. —¿Ya ha acabado su trabajo del día o tiene que regresar a su...laboratorio?— Preguntó entrecerrando los ojos al no tener idea de dónde ella realizaba los labores que le correspondían.
Por su parte la rubia regresó a juguetear con los restos de cupcake que no comería. Sólo estaba haciendo tiempo, antes de tener que regresar a su casa, para completar los papeles del difunto paciente. Si bien ya había hablado con los familiares, todavía quedaba todo el horrible papeleo.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
- Disculpa que lo diga, pero parecías bastante alterada, o cuando menos distraída como para tratarse de tonterías. - O al menos, como para salir con las pintas que había tenido en un inicio. No es que yo pudiera decir demasiado, entendía lo que era estar metida hasta los codos en el trabajo, y olvidarte de tu aspecto, pero no solía salir de mi oficina antes de mirarme al espejo y cerciorarme de que mi aspecto fuese adecuado. Me distraigo cuando la cafetera aparece volando por sí sola y llena la taza de nuevo de café, y asiento con la cabeza como agradecimiento. Repito lo mismo que antes, dos sobres de edulcorante y dejo que la cuchara revuelva la taza antes de llevarla a mis labios para probar como ha quedado.

- ¿Qué? Oh, no, no te preocupes. Al contrario, me fuiste de ayuda, mi tiempo es tuyo hasta que me termine este café… Que lo admito, no es demasiado tiempo, pero uno hace lo que puede con lo que tiene. - Y no era solamente la pila de reportes de incidentes que reposaba sobre mi escritorio, así que tendría unas semanas bastante movidas de ahora en más.

Tomando unos sorbos del líquido que aún está más caliente de lo que debería, puedo notar la mirada de la rubia sobre mí. No porque le esté prestando atención, es simplemente la sensación de ser observada que siempre me producía un leve cosquilleo. De chica odiaba esa sensación y por eso solía recluirme, ahora he aprendido a hacer uso de ella, usándola para analizar yo también el comportamiento ajeno. - Más que al laboratorio, a la oficina. Últimamente no tengo demasiado tiempo que dedicar a otros proyectos. - ¿Me estaba preguntando desde la curiosidad misma? Porque si estaba tanteando el terreno para invitarme a salir, podía mejorar un poco la táctica. Por ejemplo, podía no seguir tratándome de usted. - ¿Acaso tú ya terminaste tus guardias? Si tengo que dejarme guiar por los horarios que maneja mi cuñada, lo próximo que deberías hacer es ir a descansar. - Luego nos acusaban a los científicos de dedicarnos por demás. Los sanadores podían pasar más de treinta y seis horas y aún así ser eficaces.
Annie C. Weynart
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Ante la mención de su anterior aspecto, Ariadna apuntó hacia el grupo de ancianos sentados en una de las mesas, con una botella casi vacía de lo que había sido un extraño licor. No sabría distinguir cuál. —Amigos de la familia, me ofrecieron un chupito y no pude decir que no. Jamás bebo así que debió ser eso.— Intentó bromear un poco, mas su tono de voz no indicó eso. Durante unos segundos permaneció con la mirada congelada en la taza vacía y luego volvió a mirar a la morena. —Es sólo que acabo de perder un paciente y aún no consigo hacer que estas situaciones, comunes en los hospitales, no me afecte.— Admitió y luego movió la mano para restarle importancia. No tenía que contarle sus problemas a desconocidos. —Estaré bien.

La mención del café hizo que la rubia bajara la mirada a la taza recién servida y las comisuras de sus labios se elevaron en un intento de sonrisa, que no consiguió mostrar los dientes. —En mi trabajo, el tiempo que dura cualquier bebida dentro de su vaso, es bastante.
Como no tenía hambre pero si sed, llamó de nuevo a la mesera y le pidió una botella de agua con gas.

Mientras la chica respondió su duda, Ari sirvió un poco de soda en un vaso y comenzó a beber. —Honestamente no tengo idea de cómo se manejan aquí, de hecho es la primera vez que no me pierdo en el camino.— Y esta vez si logró soltar una pequeña risa. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces terminó en el despacho incorrecto o interrumpiendo reuniones.
Vació el liquido que se había servido y de nuevo comenzó a jugar con la servilleta entre sus dedos. —Y no estás equivocada, las guardias son horribles y a mi me toca mañana. Creo que una de veinticuatro horas, tal vez un poco menos si mi compañero deja de actuar de enfermo.

Cruzó las piernas para quedar ligeramente de costado y así poder hablar con mayor comodidad, la banqueta alta y el poco espacio que había debajo de la barra era el infierno para las personas altas. —¿Tal vez conoces a Riley? Él es un amigo mío.— Preguntó con curiosidad, aunque lo que en realidad hacía era tratar de sacar temas de conversación, algo que se le daba fatal.
Ariadna T. Tremblay
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Claramente jamás podría ejercer como psicóloga, o er consejera de algún grupo de apoyo. No había forma de que supiese cómo reaccionar ante su confesión así que elijo callar antes de hacer algún comentario desubicado como “entonces tal vez esa no sea tu profesión”, “deberías dedicarte a algo más” o “el alcohol es excelente para que ese tipo de situaciones no te afecte”. Y aún así, no estaba segura de que funcionasen. La muerte en sí no me parecía algo que tendría que afectar de manera negativa a nadie, si esa no fuese mi manera de pensar, jamás podría haber dirigido la Arena hace unos pocos meses. ¿Era muy terrible de mi parte? No me lo parecía, pero tampoco iba a andar diciéndole eso a una extraña que todavía parecía estar alterada.

- En mi trabajo, solo hay dos medidas para las bebidas. O se toman calientes y te quemas la lengua en el apuro. -- Cosa que planeaba hacer ahora al ver el tiempo que había transcurrido. - O se toman heladas luego de haberla olvidado al estar cargado de trabajo. - A menos que fuese un desayuno destinado a ser un tiempo de recreo como lo era el mío, lo más común es que mi lengua acabase irritada todo el día por haber ingerido mi dosis diaria de cafeína demasiado rápido.

Sin querer salir de la rutina, vuelvo a chequear la hora, y apuro el café que pese a lo que estoy acostumbrada, no quema tanto contra mi garganta. - A riesgo de portarme completamente maleducada, me acabo de dar cuenta que no tengo tanto tiempo como el que creía. - Busco en mi bolsillo algo de dinero, y lo dejo sobre el mostrador a modo de propina, sabiendo que la cuenta va a descontarse automáticamente de mi sueldo. - Procuraré saludar a Riley de tu parte cuando lo vea en la oficna. - Procuro con eso contestar a su pregunta, y me incorporo con cuidado de no arrugar demasiado mi ropa. - Ha sido un placer, Suerte con la guardia de mañana.
Annie C. Weynart
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